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Ex militares sólo pueden regresar muertos
Del Ejército de EU, al olvido
lorena garcía ramírez
proceso
TIJUANA.- Gonzalo murió solo, aislado
en una pequeña habitación del Hospital
General, víctima de tuberculosis. No
hubo quien detuviera su mano, ni quien
lo acompañara en su último aliento. Nadie lo reconfortó antes de partir.
Juan falleció apenas hace unos días. Su
cuerpo aún está en el Servicio Médico
Forense de Playas de Rosarito, después
de que falleciera por motivos de salud,
al parecer como secuela del consumo
excesivo de alcohol.
Su familia, radicada en Chicago, no ha
hecho nada para reclamar el cuerpo, que
podría ser enviado a la fosa común.
Ambos, de origen mexicano, pertenecieron en algún momento de su vida al
Ejército de Estados Unidos.
En circunstancias diferentes y tras
haber cometido delitos menores, fueron
expulsados del país al que sirvieron y
privados de todos los beneficios de los
que gozan los ex militares, como pensión y servicios de salud.
Las historias de Gonzalo y Juan se
entrelazan porque en algún momento
acudieron al albergue de veteranos de
guerras en Tijuana, al que también lla-
man el “búnker”.
Ahí, Héctor Barajas Varela, ex militar
deportado, encabeza un esfuerzo por
tender la mano a quienes fueron expulsados a México, ya que no están recibiendo ningún tipo de beneficio del gobierno norteamericano por su condición
de deportados.
Platicó que Gonzalo Cháidez tenía 63
años cuando murió. Era originario de
Durango, no tenía familiares en la ciudad.
Tal como lo marcan las leyes norteamericanas, la única forma en que pudo
regresar a Estados Unidos fue muerto.
Sus cenizas fueron entregadas a sus
familiares en una ceremonia realizada
en El Faro, de Playas de Tijuana, donde
su madre, pese al profundo dolor que
sentía por la pérdida de su hijo, recibió
la bandera de Estados Unidos.
“Me dolió mucho ver sufrir a la familia”, recuerda Héctor Barajas, quien
dijo que ningún ex militar debería ser
condenado a estar fuera del país al que
defendió.
“Si vas a la guerra y el enemigo te
agarra o si te atacan con balas, no te van
a pedir tus papeles, para ellos eres un
american soldier”, expresó.
Los honores que rindieron a Gonzalo
no dignifican la forma en que murió, ni
borran el dolor de su familia. “Nadie debería pasar por este proceso”.
Apenas unos meses antes, en uno de los
eventos organizados por asociaciones
pro-migrantes, Gonzalo posó para una
fotografía muy sonriente, con un cartel
en donde decía que los militares deportados solamente pueden regresar en un
ataúd a Estados Unidos y él fue un caso
más.
A la fosa común
FOTO: el mexicano
TIJUANA.- El veterano de guerra Héctor
Barajas pide que cuando muera, sus
cenizas sean llevadas a Estados Unidos.
Juan Montemayor iba a cumplir 59
años de edad. Su condición de ex militar deportado y su situación familiar lo
llevó a vagar por las calles.
En sus últimos meses de vida se refugió en el municipio de Rosarito. Ahí,
vivió en casas abandonadas o donde le
dieran asilo.
En una de esas casas donde recibía
apoyo falleció, víctima de una hemorragia interna y complicaciones derivadas
del consumo crónico del alcohol. También le había sido diagnosticado cáncer
en los huesos.
Él estuvo en el Ejército de Estados Unidos. Héctor Barajas no sabe el motivo
por el cual Juan se convirtió en deportado.
Lo recuerda como un hombre muy trabajador, que no anduvo pidiendo dinero
en la calle, pero que lamentablemente
no quiso recibir ayuda para apartarse
de las adiciones.
Al ser informados del deceso de su
compañero, se comunicaron con su familia en Chicago, que en un principio
se mostró incrédula. Después vino el
desdén. Nadie se ha presentado a reclamar el cuerpo ante el Servicio Médico Forense.
“Fuimos a Semefo, vimos una foto y
supimos que era Juan, estaba en calidad
de desconocido, pero obvio era él. Estamos haciendo todo lo posible para que
no vaya a la fosa común”.
La depresión, la soledad, el saber que
probablemente nunca
vuelvan a estar junto
a su familia, lleva a los
deportados a hundirse
en las drogas o en el
alcohol. A eso se agrega el síndrome posttraumático de la guerra, tras haber estado
en combate peleando
por un país que después
les dio la espalda.
Barajas Varela por
momentos siente culpabilidad. Cree que
pudo haber ayudado
más a Gonzalo y a
Juan, aunque haciendo
una reflexión recuerda:
“yo les ofrecí ayuda,
pero ellos no querían,
FOTO: el mexicano
tenían una adicción
muy avanzada”.
TIJUANA.- En una sentida ceremonia, veteranos de
Dijo que a pesar de guerra rindieron honores a Gonzalo Cháidez, quien murió
haber sido deporta- lejos de su familia y en soledad.
dos por delitos menores, como expedir cheques sin fondos, un percance automovilístico y al indaconducir alcoholizados o por violencia gar sus antecedentes, lo deportaron sin
doméstica, se les expulsa de Estados derecho a regresar a Estados Unidos;
Unidos más por su condición de inmi- tampoco pudo reclamar sus derechos
grantes. Cuando un ex soldado nacido como veterano del Ejército.
en ese país comete un crimen, sus conYa instalado en Tijuana, volvió a condiciones son mucho más benévolas.
sumir cocaína, cristal y alcohol. Fueron
Desde el búnker y rodeado de banderas varios años de lucha para dejar las adicde Estados Unidos, el ex militar que lle- ciones.
va tatuado el nombre de México en su
Héctor es padre de una hija de siete
brazo derecho, admite que la mayoría se años de edad. Por ella lamenta haber
aferra a volver a Estados Unidos, no se cometido una serie de errores que hoy
resignan a estar lejos del país en el que lo tienen detrás de la malla divisoria,
crecieron.
sin poderla abrazar y sin poderla acomEn su caso, dijo que ha tenido que en- pañar en sus cumpleaños, navidades,
trar en una etapa de aceptación para festivales escolares y momentos espepoder disfrutar de la vida y cumplir con ciales.
una misión que nunca esperó: la de ayudar a otros ex veteranos de guerra.
El sueño de volver
Héctor Barajas tenía siete años cuando
su familia abandonó su natal Zacatecas
para emprender el sueño americano.
Llegaron a vivir a un barrio conflictivo
en Los Ángeles, California. Las pandillas, la delincuencia y las drogas eran
parte de la cotidianidad.
Su salvavidas fue el Ejército. Ingresó
a la división de paracaidismo, una de los
más exigentes y peligrosas. No cualquiera era admitido.
Obtuvo su residencia legal, pero le fue
retirada. Cayó en las adicciones y empezó a juntarse con personas conflictivas; una tarde iba acompañado de un
amigo que portaba un arma de fuego, no
se imagino que éste la iba a detonar y
que ambos serían arrestados.
“Yo sabía que traía un arma, pero
no sabía que la persona iba a disparar
contra otro vehículo, en ese tiempo yo
andaba tomando mucho. Me echaron la
culpa y yo tomé el cargo, duré tres años
preso”.
Después vino la deportación. Resignado se regresó a Zacatecas, pero no se
sentía parte de su comunidad, quería
volver al que consideraba su país.
Se la jugó. Cruzó por la línea,
aprovechando su impecable inglés. Para
su fortuna no le preguntaron nada.
El reencontrarse con los suyos no lo
puso a salvo de más problemas. Tuvo
FOTO: el mexicano
TIJUANA.- Félix Álvarez ha tenido que
soportar el dolor por la muerte de su
padre y de su hija a la distancia, debido a
su deportación.
Con ella platica casi a diario por teléfono o por skype. Liliana le muestra sus
dibujos, tareas y juguetes a través de
una computadora, frente a la cual el ex
militar admite haber llorado.
“A veces lloro porque no puedo estar
allá con ella, y mi hija me dice no llores
papi, pronto estaremos juntos”.
Una de sus grandes preocupaciones
estriba en que la madre de su hija fue
diagnosticada con esclerosis múltiple.
Por eso no quita el dedo del renglón
para conseguir un perdón y así poder
estar cerca de ambas.
Pese a todo, Héctor Barajas está convencido de una cosa: si muere, quiere
ser devuelto a Estados Unidos. (lgr)
Dolor y pérdidas
F
élix Álvarez acaba de llegar al
albergue para ex militares deportados. Es un mexicano más
que en su juventud decidió enlistarse en el Ejército de Estados Unidos, donde pretendía adquirir disciplina
y control sobre sí mismo, ya que admite
era violento “y muy rebelde”.
EL MEXICANO GRAN DIARIO REGIONAL MEXICALI, es una publicación
diaria de Tenedora Elcoli, S.A., de C.V. impresa en sus talleres en Tijuana, B.C.,
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Editor responsable: Alberto Sarmiento Reyes.
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En 2001 fue deportado tras cometer
un delito menor y resistirse a un arresto, por lo que le dieron cargos de intento de homicidio contra dos policías.
Regresó a Sinaloa, pero se sentía más
solo que nunca, sin familiares cercanos que lo comprendieran.
Con su marcado acento mexicoamericano, platicó que regresó a
Tijuana, en donde anduvo vagando
durante tres meses. Fue así que se encontró con un amigo de su papá que le
ofreció ayuda.
“Renté una casita, estaba trabajando, pero la soledad me llevó a caer en
las drogas. Terminé en un centro de
rehabilitación, después en otro, así
duré tres años”.
En el 2010 su padre falleció. En su
desesperación y deseo de verlo por
última vez se fue a Mexicali, donde
intentó cruzar en forma ilegal. Fue
detenido, pasó tres años en prisión y
después fue deportado de por vida.
El dolor no ha parado para Félix,
quien apenas hace dos meses sufrió
FOTO: el mexicano
TIJUANA.- Los ex militares deportados han creado una hermandad, pues
están lejos de sus familias y sin gozar de beneficios, que Estados Unidos les ha
negado.
una pérdida más. Su hija de 16 años se
quitó la vida.
Desde qué ella nació no tuvo una relación estable con la madre, por lo que
no estuvo cerca de su hija; habló muy
pocas veces con ella por teléfono, situación que ahora le causa pesar, arrepentimiento y culpabilidad.
Su hijo, quien vive en California, le
pidió que se quedará a vivir en Tijua-
na para poder visitarlo aunque sea una
vez al mes. Eso es lo que lo mantiene
con ánimo, además de que recuperó
una de sus pasiones: la escritura.
Desde niño le gustó escribir poemas
y ahora a sus 52 años está resuelto a
escribir un libro. Sus versos hablan
de dolor, de soledad, de la distancia,
de depresión, pero también se han ido
impregnando de esperanza. (lgr)