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Su cuerpo aún está en el Servicio Médico Forense de Playas de Rosarito, después de que falleciera por motivos de salud, al parecer como secuela del consumo excesivo de alcohol. Su familia, radicada en Chicago, no ha hecho nada para reclamar el cuerpo, que podría ser enviado a la fosa común. Ambos, de origen mexicano, pertenecieron en algún momento de su vida al Ejército de Estados Unidos. En circunstancias diferentes y tras haber cometido delitos menores, fueron expulsados del país al que sirvieron y privados de todos los beneficios de los que gozan los ex militares, como pensión y servicios de salud. Las historias de Gonzalo y Juan se entrelazan porque en algún momento acudieron al albergue de veteranos de guerras en Tijuana, al que también lla- man el “búnker”. Ahí, Héctor Barajas Varela, ex militar deportado, encabeza un esfuerzo por tender la mano a quienes fueron expulsados a México, ya que no están recibiendo ningún tipo de beneficio del gobierno norteamericano por su condición de deportados. Platicó que Gonzalo Cháidez tenía 63 años cuando murió. Era originario de Durango, no tenía familiares en la ciudad. Tal como lo marcan las leyes norteamericanas, la única forma en que pudo regresar a Estados Unidos fue muerto. Sus cenizas fueron entregadas a sus familiares en una ceremonia realizada en El Faro, de Playas de Tijuana, donde su madre, pese al profundo dolor que sentía por la pérdida de su hijo, recibió la bandera de Estados Unidos. “Me dolió mucho ver sufrir a la familia”, recuerda Héctor Barajas, quien dijo que ningún ex militar debería ser condenado a estar fuera del país al que defendió. “Si vas a la guerra y el enemigo te agarra o si te atacan con balas, no te van a pedir tus papeles, para ellos eres un american soldier”, expresó. Los honores que rindieron a Gonzalo no dignifican la forma en que murió, ni borran el dolor de su familia. “Nadie debería pasar por este proceso”. Apenas unos meses antes, en uno de los eventos organizados por asociaciones pro-migrantes, Gonzalo posó para una fotografía muy sonriente, con un cartel en donde decía que los militares deportados solamente pueden regresar en un ataúd a Estados Unidos y él fue un caso más. A la fosa común FOTO: el mexicano TIJUANA.- El veterano de guerra Héctor Barajas pide que cuando muera, sus cenizas sean llevadas a Estados Unidos. Juan Montemayor iba a cumplir 59 años de edad. Su condición de ex militar deportado y su situación familiar lo llevó a vagar por las calles. En sus últimos meses de vida se refugió en el municipio de Rosarito. Ahí, vivió en casas abandonadas o donde le dieran asilo. En una de esas casas donde recibía apoyo falleció, víctima de una hemorragia interna y complicaciones derivadas del consumo crónico del alcohol. También le había sido diagnosticado cáncer en los huesos. Él estuvo en el Ejército de Estados Unidos. Héctor Barajas no sabe el motivo por el cual Juan se convirtió en deportado. Lo recuerda como un hombre muy trabajador, que no anduvo pidiendo dinero en la calle, pero que lamentablemente no quiso recibir ayuda para apartarse de las adiciones. Al ser informados del deceso de su compañero, se comunicaron con su familia en Chicago, que en un principio se mostró incrédula. Después vino el desdén. Nadie se ha presentado a reclamar el cuerpo ante el Servicio Médico Forense. “Fuimos a Semefo, vimos una foto y supimos que era Juan, estaba en calidad de desconocido, pero obvio era él. Estamos haciendo todo lo posible para que no vaya a la fosa común”. La depresión, la soledad, el saber que probablemente nunca vuelvan a estar junto a su familia, lleva a los deportados a hundirse en las drogas o en el alcohol. A eso se agrega el síndrome posttraumático de la guerra, tras haber estado en combate peleando por un país que después les dio la espalda. Barajas Varela por momentos siente culpabilidad. Cree que pudo haber ayudado más a Gonzalo y a Juan, aunque haciendo una reflexión recuerda: “yo les ofrecí ayuda, pero ellos no querían, FOTO: el mexicano tenían una adicción muy avanzada”. TIJUANA.- En una sentida ceremonia, veteranos de Dijo que a pesar de guerra rindieron honores a Gonzalo Cháidez, quien murió haber sido deporta- lejos de su familia y en soledad. dos por delitos menores, como expedir cheques sin fondos, un percance automovilístico y al indaconducir alcoholizados o por violencia gar sus antecedentes, lo deportaron sin doméstica, se les expulsa de Estados derecho a regresar a Estados Unidos; Unidos más por su condición de inmi- tampoco pudo reclamar sus derechos grantes. Cuando un ex soldado nacido como veterano del Ejército. en ese país comete un crimen, sus conYa instalado en Tijuana, volvió a condiciones son mucho más benévolas. sumir cocaína, cristal y alcohol. Fueron Desde el búnker y rodeado de banderas varios años de lucha para dejar las adicde Estados Unidos, el ex militar que lle- ciones. va tatuado el nombre de México en su Héctor es padre de una hija de siete brazo derecho, admite que la mayoría se años de edad. Por ella lamenta haber aferra a volver a Estados Unidos, no se cometido una serie de errores que hoy resignan a estar lejos del país en el que lo tienen detrás de la malla divisoria, crecieron. sin poderla abrazar y sin poderla acomEn su caso, dijo que ha tenido que en- pañar en sus cumpleaños, navidades, trar en una etapa de aceptación para festivales escolares y momentos espepoder disfrutar de la vida y cumplir con ciales. una misión que nunca esperó: la de ayudar a otros ex veteranos de guerra. El sueño de volver Héctor Barajas tenía siete años cuando su familia abandonó su natal Zacatecas para emprender el sueño americano. Llegaron a vivir a un barrio conflictivo en Los Ángeles, California. Las pandillas, la delincuencia y las drogas eran parte de la cotidianidad. Su salvavidas fue el Ejército. Ingresó a la división de paracaidismo, una de los más exigentes y peligrosas. No cualquiera era admitido. Obtuvo su residencia legal, pero le fue retirada. Cayó en las adicciones y empezó a juntarse con personas conflictivas; una tarde iba acompañado de un amigo que portaba un arma de fuego, no se imagino que éste la iba a detonar y que ambos serían arrestados. “Yo sabía que traía un arma, pero no sabía que la persona iba a disparar contra otro vehículo, en ese tiempo yo andaba tomando mucho. Me echaron la culpa y yo tomé el cargo, duré tres años preso”. Después vino la deportación. Resignado se regresó a Zacatecas, pero no se sentía parte de su comunidad, quería volver al que consideraba su país. Se la jugó. Cruzó por la línea, aprovechando su impecable inglés. Para su fortuna no le preguntaron nada. El reencontrarse con los suyos no lo puso a salvo de más problemas. Tuvo FOTO: el mexicano TIJUANA.- Félix Álvarez ha tenido que soportar el dolor por la muerte de su padre y de su hija a la distancia, debido a su deportación. Con ella platica casi a diario por teléfono o por skype. Liliana le muestra sus dibujos, tareas y juguetes a través de una computadora, frente a la cual el ex militar admite haber llorado. “A veces lloro porque no puedo estar allá con ella, y mi hija me dice no llores papi, pronto estaremos juntos”. Una de sus grandes preocupaciones estriba en que la madre de su hija fue diagnosticada con esclerosis múltiple. Por eso no quita el dedo del renglón para conseguir un perdón y así poder estar cerca de ambas. Pese a todo, Héctor Barajas está convencido de una cosa: si muere, quiere ser devuelto a Estados Unidos. (lgr) Dolor y pérdidas F élix Álvarez acaba de llegar al albergue para ex militares deportados. Es un mexicano más que en su juventud decidió enlistarse en el Ejército de Estados Unidos, donde pretendía adquirir disciplina y control sobre sí mismo, ya que admite era violento “y muy rebelde”. EL MEXICANO GRAN DIARIO REGIONAL MEXICALI, es una publicación diaria de Tenedora Elcoli, S.A., de C.V. impresa en sus talleres en Tijuana, B.C., ubicados en calle Gral. Lázaro Cárdenas 3743, colonia Los Pirules, C.P. 22540. Editor responsable: Alberto Sarmiento Reyes. El Mexicano Gran Diario Regional es una marca registrada ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, operada bajo licencia por Elcoli, S.A. de C.V.Certificado de Reserva de Derechos 04-2010-090817420700-101. Certificado de Licitud de Titulo 14669. Certificado de Licitud de Contenido 12242. 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Con su marcado acento mexicoamericano, platicó que regresó a Tijuana, en donde anduvo vagando durante tres meses. Fue así que se encontró con un amigo de su papá que le ofreció ayuda. “Renté una casita, estaba trabajando, pero la soledad me llevó a caer en las drogas. Terminé en un centro de rehabilitación, después en otro, así duré tres años”. En el 2010 su padre falleció. En su desesperación y deseo de verlo por última vez se fue a Mexicali, donde intentó cruzar en forma ilegal. Fue detenido, pasó tres años en prisión y después fue deportado de por vida. El dolor no ha parado para Félix, quien apenas hace dos meses sufrió FOTO: el mexicano TIJUANA.- Los ex militares deportados han creado una hermandad, pues están lejos de sus familias y sin gozar de beneficios, que Estados Unidos les ha negado. una pérdida más. Su hija de 16 años se quitó la vida. Desde qué ella nació no tuvo una relación estable con la madre, por lo que no estuvo cerca de su hija; habló muy pocas veces con ella por teléfono, situación que ahora le causa pesar, arrepentimiento y culpabilidad. Su hijo, quien vive en California, le pidió que se quedará a vivir en Tijua- na para poder visitarlo aunque sea una vez al mes. Eso es lo que lo mantiene con ánimo, además de que recuperó una de sus pasiones: la escritura. Desde niño le gustó escribir poemas y ahora a sus 52 años está resuelto a escribir un libro. Sus versos hablan de dolor, de soledad, de la distancia, de depresión, pero también se han ido impregnando de esperanza. (lgr)
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