Sesión 1 - Apuntes - Muerte por PowerPoint

Sesión 1: Curso Hablar en Público UPV. Abril-Mayo 2015
1. Miedo a hablar en público
Cuenta la leyenda que para que se te pase el miedo a hablar en público hay que
imaginarse a la audiencia en ropa interior. Interesante. A mi me dan miedo las arañas y he
probado a imaginármelas en ropa interior: “Mhhh una araña en tanga… sigo teniendo
miedo, pero también me estoy poniendo tontorrón”. El caso es que esta técnica, por
llamarla de alguna manera, tampoco funciona para que se te quite el miedo a hablar en
público.
Siento ser, una vez más, el que trae las malas noticias, pero: nunca lo vas a superar, en
mayor o menor medida siempre tendrás miedo. Como un mal compañero de piso, el truco
consiste en acostumbrase a vivir con él. A subirte al escenario con él. El escritor Mark
Twain, que se ganaba la vida haciendo discursos, dijo:
“Hay dos tipos de oradores, los que se ponen nerviosos, y los que mienten.”
Incluso los oradores profesionales sienten miedo a hablar en público. Hace unos meses
tuve el privilegio de escuchar a Javier Megías en una charla para 10 personas en la que
nos contó su experiencia como orador. Lo que me sorprendió es que antes de la charla,
Javier, que ha hecho cientos de presentaciones en auditorios grandes y pequeños, me
confesó que estas situaciones son las que más nervioso le ponen. ¡Con un grupo de 10
personas!
Ponerse nervioso al hablar en público es natural y le pasa a todo el mundo. La buena
noticia es que es posible acostumbrarse a subir al escenario con el miedo como
compañero. Para ello, os propongo atacar la raíz del problema:
¿Por qué tengo miedo a hablar en público?
En mi experiencia, el miedo es multi-capa. No hay un solo motivo para tener miedo y a
cada persona le dan miedo cosas diferentes:
– Miedo animal: Tus posibilidades de superviviencia son bajas cuando estás solo,
desarmado, expuesto, en una posición elevada y rodeado de depredadores que te miran.
Nuestro cerebro de reptil nos advierte de que estamos a punto de ser atacados y
devorados.
– Miedo a lo desconocido: puede que no conozcas a nadie en la audiencia, o puede que
nunca hayas hecho una charla en ese sitio, o que haga mucho que no haces una
presentación. En cualquier caso, lo desconocido nos da miedo. Como a Javier, que no
estaba acostumbrado a hablar para grupos pequeños.
– Miedo al fracaso y el ridículo: a no hacerlo bien, a ser juzgado o a aburrir a la audiencia.
La mayoría de la gente se siente así antes de hablar en público.
El resultado es que al tener miedo, nuestro sistema se pone en modo “alerta” y nos
ponemos nerviosos.
Los nervios
Lo gracioso de todo esto es que el miedo causa nervios y, al notar los síntomas de los
nervios, nos ponemos nerviosos a nosotros mismos. El oir que nos falla la voz o ver que
nos tiemblan las manos hace que entremos en una espiral de nervios. Página 1 - Fuente: muerteporpowerpoint.com
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Es importante saber que siempre te parece que estás más nervioso de lo que la audiencia
nota en realidad. Casi todos los oradores que conozco se sorprenden cuando les digo que
se les notaba tranquilos y pausados, porque dentro de su cabeza había una tormenta de
nervios.
Además, los nervios indican que tu cuerpo está más despierto, más atento, y esto son
puntos a tu favor. A pesar de que es incómodo estar nervioso.
¿Qué puedo hacer?
Aunque siempre vamos a tener nervios, si nos concentramos en reducir o eliminar lo que
causa el miedo la situación será mucho más llevadera. Insisto, el objetivo no es hacer que
el miedo desaparezca sino aprender a convivir con él, para acostumbrarnos a hablar
aunque estemos nerviosos. Estos son los trucos que me ayudan:
1. Haz del miedo parte de tu proceso de preparación. En todas las charlas que me
preparo, sin excepción, llega un momento en que me planteo llamar al organizador y
cancelar. Siempre. Me gusta llamarlo el momento “lucha o huida“. Me ayuda mucho
reconocer ese momento como parte de “mi proceso” y saber que es un paso más en la
preparación de la charla.
2. No te aprendas el discurso de memoria. Al aprender el discurso de memoria añadimos
la presión de acordarnos del discurso y puede llegar el temido momento de “quedarse en
blanco”. Apréndete la estructura, habla de manera natural y con un tono conversacional .
Esto no quiere decir que no tengas que ensayar el discurso. Si ensayas lo suficiente no te
hará falta aprenderte nada de memoria.
3. Ensaya la introducción y la conclusión hasta que lo claves. El principio del discurso es
el momento de más nervios y saber que estás preparado para empezar en piloto
automático te ayudará a estar menos nervioso. Por otro lado, puede que te pases de
tiempo y tengas que terminar de manera rápida: Ensayar la conclusión te ayudará a poder
terminar tu charla con fuerza y a dejar tu mensaje al público, para que se lo lleve a casa.
4. Acostúmbrate a hablar en público, practica, practica y practica. De esta manera
atacamos al miedo a lo desconocido de la situación.
5. No puedo dejar de insistir: Ensaya el discurso, conoce y trabaja tu material. Cuanto
mejor conozcas tu material menos posibilidades tendrás de quedarte en blanco o de que
tu contenido no esté a la altura.
6. Familiarízate con el lugar en el que vas a hablar y ponte en el lugar de la audiencia,
literalmente. Si puedes hacer un último ensayo en la sala, antes de la charla definitiva,
hazlo. También ayuda si hay gente a la que ya conoces entre la audiencia. Si no es el
caso, puedes hablar con las personas de las primeras filas antes del discurso.
7. Prepárate para eventualidades: llega pronto, ten un plan B para temas técnicos, prueba
micros, y prepara el apoyo visual. Personalmente, no hay nada que me ponga más
nervioso que tener que solucionar problemas técnicos 5 minutos antes de empezar una
charla.
8. Si es una de tus primeras charlas, ¡simplifica!. Si puedes hacer una charla sin apoyo
visual y que dure solamente 10 minutos, hazlo. Cuanto más sencillo se a tu discurso,
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menos posibilidades tienes de que algo vaya mal. Ensaya tu discurso pensando en como
simplificar.
9. Libera la tensión haciendo ejercicio. Unas horas antes de la charla haz algo de ejercicio
para liberar la tensión y los nervios de tu cuerpo.
En conclusión
El miedo escénico y los nervios al hablar en público son naturales. No es posible dejar de
tener miedo, pero si es posible subirse al escenario, “a pesar de” tener miedo, o incluso
precisamente “por” tener miedo.
2. El objetivo de tu charla
De todas las herramientas disponibles en el mundo de la retórica el objetivo de la charla
es la menos utilizada y la que a mi me ha resultado más útil. Sin dudarlo. Es el arma
secreta ninja del presentador.
En la mayoría de las malas presentaciones el problema que veo no es la voz, ni las
diapositivas, ni el lenguaje corporal. El problema es: no tener nada que decir, o peor
aún, no darle a la audiencia una idea para que se lleven a casa.
Mientras planificamos y escribimos nuestra presentación, mi consejo es que os
preguntéis:
• ¿Qué resultados específicos estoy buscando?
• ¿Cuál es la idea central de mi charla?
• O dicho de otra manera: Tres días después de tu presentación, si la audiencia se tiene
que acordar de una idea ¿cuál es esta idea?
Para que nos entendamos, vamos a ver una charla con un objetivo muy claro. Es una de
las charlas más efectivas que he visto nunca, y apenas dura unos minutos:
(Charla TED: Joe Smith “Cómo usar una toalla de papel”)
El propósito de esta charla es: “Al final de la charla, la audiencia tiene que aprender una
nueva manera de secarse las manos con una sola toalla de papel”. El presentador ha
usado la repetición para asegurarse de cumplir su objetivo. Y ahora pregúntate: después
de escuchar la charla ¿crees que has aprendido algo? ¿crees que se te va a olvidar?
Lo importante no eres tú, ni lo que pasa durante la presentación. Lo realmente importante
es lo que pasa después, el cambio en la audiencia como resultado de tu charla. Una
nueva idea. Una nueva perspectiva. Un truco que puedan usar en el trabajo. Una nueva
manera de secarse las manos.
Cuando estoy planeando un discurso, lo primero que hago es escribir el objetivo
específico de la charla. Es la primera línea que escribo. La frase que describe un buen
objetivo tiene tres características:
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1. Empieza por: “Al terminar mi charla, la audiencia tiene que…”. Partimos desde el punto
de vista de la audiencia.
2. Se adapta al tiempo que tenemos para hacer la charla: no es ni demasiado específico,
ni demasiado genérico.
3. Es realista: “Al terminar mi charla la gente tiene que saber cómo hacer una Paella
Valenciana” puede que sea un objetivo muy ambicioso. “saber diferenciar entre una
auténtica paella valenciana y un arroz con cosas” es un objetivo más realista.
La idea es que al final de la charla sea posible levantarte y comprobar con alguien de la
audiencia si has conseguido tu objetivo.
Una vez tengamos una idea central, una meta, el resto de decisiones son fáciles de
tomar: porque podremos saber en qué medida nos ayudan a conseguir nuestro objetivo.
3. Estructura en tres partes
Toda historia tiene un principio, un medio y un final. Pongamos por ejemplo La Guerra de
las Galaxias:
• Principio: Chico huérfano se aburre en la granja y encuentra un mentor y dos robots.
• Medio: El chico descubre que tiene poderes. Pierde a su mentor y se mete en una
guerra civil intergaláctica.
• Final (¡spoilers!): Con la ayuda de sus poderes y sus amigos el chico derrota al imperio
galáctico.
En el cine esta estructura se conoce como “los tres actos“. Con los discursos usamos una
estructura muy similar. Nuestros amigos de la retórica clásica lo llaman estructura
tripartita.
“Vamos a ver, espera un momento” (te oigo pensar) “¿No está ya un poco visto eso de
repetir lo que hacían los romanos?” Si, mucho. Pero el caso es que sigue funcionando.
En una charla la estructura tripartita se traduce en tres partes: introducción, cuerpo y
conclusión. Estructurar tu charla la hace más fácil de seguir para tu audiencia y más fácil
de recordar para ti.
En futuros posts hablaremos largo y tendido sobre la introducción, cuerpo y conclusión,
pero aquí va un “sneak preview”.
Introducción
El primer objetivo de la introducción es captar la atención de la audiencia. Puede que
vengan de la calle, puede que estén hablando entre ellos. El caso es que para que se
inicie la comunicación tienen que prestarte atención. Una vez tienes su atención, el
segundo objetivo es convertir esta atención en interés. O lo que es lo mismo, responder a
la pregunta: ¿Y yo por qué tengo que escuchar a este tipo durante X minutos?
Cuerpo
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Aquí es donde encontramos el contenido del discurso. La chicha. Esta es la parte más
larga de la charla y es donde encontramos las ideas principales, las anécdotas, datos y
ejemplos. Estas ideas están ordenadas para llevar a la audiencia en un viaje desde donde
se encuentran (mentalmente) en la introducción, hasta donde queremos llevarles en la
conclusión. El orden de los puntos principales dentro del cuerpo depende del tipo de
discurso. Típicamente:
• Cronológico: historias, hechos y anécdotas.
• Causa-efecto
• Problema-solución
Conclusión
Finalmente el objetivo de la conclusión es dejar una impresión duradera y por tanto actuar
directamentesobre el objetivo de la charla. Recordemos que lo importante de la charla es
lo que pasa después con la audiencia y no la charla en sí. Es el momento de hacer un
resumen de los puntos principales para reforzar la comunicación. Es también el momento
de hacer una llamada a la acción o dar un consejo para que la audiencia pueda poner en
práctica inmediatamente tus ideas.
En la práctica
La mejor manera que he visto de llevar esto a la práctica es que se “vean las costuras”
entre las tres partes. Prueba a hacer un par de discursos en los que a tu audiencia le
quede absolutamente claro dónde acaba la introducción y empieza el cuerpo. Y dónde
acaba el cuerpo y empieza la conclusión. Más adelante hablaremos de transiciones, pero
como ejercicio, coge papel y lápiz y apunta dónde crees que acaban la introducción y el
cuerpo en esta charla (3 minutos y medio):
(Charla TED: Nilofer Merchant “¿Tiene una reunión? Vaya de paseo”)
Yo creo que la introducción acaba en el segundo 53 “Estar sentado se ha convertido en el
tabaquismo de nuestra generación”. Y la conclusión comienza en el minuto 3 “Comencé
esta charla hablando del trasero”.
Mira el vídeo una vez más y trata de ver si la introducción cumple sus objetivos: ¿Te llama
la atención? ¿Convierte esa atención en interés? Y la conclusión, ¿resume lo que se ha
dicho? ¿hace una llamada a la acción?
Finalmente, escucha la charla una tercera vez y haz un esquema de lo que dice. Este es
el mío, pero te recomiendo escribir tu propio esquema a la vez que escuchas:
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1. Introducción: Lo que estáis haciendo os está matando. Estamos sentados más
tiempo que dormimos.
2. Cuerpo:
2.1 Estar sentado no es bueno para la salud:
2.1.1 Ejemplos: Obesidad, Cáncer, Corazón, Diabetes
2.2 La interacción social te puede motivar a estar sentado menos tiempo
2.2.1 Historia: Alguien me invitó a una reunión paseando al perro
2.2.2 Historia: Convertí esta idea en mi idea y ha cambiado mi vida
2.3 Lecciones aprendidas
2.3.1 Salir te ayuda a pensar "out-of-the-box"
2.3.2 Se pueden combinar posiciones opuestas y tener las dos cosas a la vez.
3. Conclusión: Anda y habla. Resumen de las lecciones aprendidas.
3. Cómo empezar un discurso
Os voy a contar un secreto, algo que nunca me había atrevido a decir y que puede que
cambie vuestra opinión sobre este curso para siempre: acabo de escribir esta introducción
para captar vuestra atención.
Y ahora que tengo vuestra atención, vamos a convertirla en interés: a tu audiencia solo le
lleva unos segundos decidir si va a escucharte o no; si les va a interesar lo que dices y si
eres creíble. Estos primeros segundos son críticos y marcan el ritmo del resto de tu
discurso. Vamos a hablar de cómo crear introducciones que funcionan.
Las primeras palabras: Captando la atención
La introducción es la primera de las tres partes de la estructura tripartita. En la
introducción captamos la atención de la audiencia y la transformamos en interés. Pero
antes de hablar de lo que funciona, hablemos de lo que no suele funcionar. Casi no hace
falta ni que te lo cuente. Seguro que has estado en más de una charla en la que nada
más empezar pones lo ojos en blanco y piensas “Oh no, otra vez…”. Por ejemplo:
• El conferenciante se presenta y habla sobre su currículum y lo bueno que es: La
audiencia quiere que hablemos de ellos.
• El orador hace una gracia que acaba en planchazo: Si vas a hacer una broma,
asegúrate de que ha funcionado antes, y de que es adecuada para tu público. Hacer un
chiste y que no se ría nadie, además de hacerte quedar mal, hará que te sientas más
inseguro y nervioso.
Si tenemos en mente en nuestro objetivo de captar la atención de la audiencia, con un
poco más de esfuerzo podemos ser infinitamente más efectivos. Lo más sencillo es contar
una historia que esté relacionada con la idea central de la charla. Nuestros cerebros están
enganchados a las historias, no lo podemos evitar. Como ejemplo, mira los primeros
segundos de esta charla de Seth Godin:
(Charla TED: Seth Godin: “Seth Godin y las tribus que lideramos”)
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Otra opción es hacer a la audiencia partícipe de tu charla e invitarles a pensar con una
pregunta retórica. De esta manera enganchamos al público a pensar y tomar parte activa
en lo que está pasando:
Ponerse metas es fácil, pero cumplirlas es difícil. ¿Has pensado alguna vez cómo te
saboteas a ti mismo?
Un primo-hermano de la pregunta retórica es directamente invitar a la audiencia a
participar. Ojo con esto: no lo hagas demasiado complicado; un simple “levantad la mano
los que…” puede ser suficiente. Conseguir interacciones más complejas requiere tiempo,
práctica y que estés muy seguro de lo que haces.
Finalmente, puedes captar la atención haciendo una afirmación sorprendente: mencionar
un hecho o dato estadístico inesperado. Un fantástico ejemplo, una vez más de TED:
(Charla TED: David Steindl-Rast “¿Quieres ser feliz? Sé agradecido”)
Manteniendo el interés
Una vez tenemos la atención de nuestro público, hay que transformar esta atención en
interés y responder a la pregunta que tienen en mente: ¿por qué tengo que dedicarle
tiempo a escuchar a este tipo/a?
Esto puede ser tan sencillo como decir de qué vas a hablar y por qué crees que lo que
vas a decir es importante para la audiencia. Pongamos como ejemplo esta charla:
(Charla Ignite Valencia: Ignite Stronks “The Science behind a smile”)
Empieza con una afirmación sorprendente y continúa con:
Hay pruebas de que sonreír, en si mismo, es bueno para ti, para tu salud y para tus
relaciones. Por eso, hoy os quiero hablar…
¡Oh! ¡Están hablando de mí! Esto es bueno para mi salud y mis relaciones. Me interesa…
Orientación
Como todo buen guía, hay que explicarle a los viajeros por dónde vamos a pasar hasta
llegar a la meta. Esto es lo que Jeremy Donovan en su libro ‘Método TED para hablar en
público‘ llama la post-introducción. Es un anticipo de tu discurso en el que le dejamos ver
a la audiencia por dónde vamos a ir.
La post-introducción es una técnica que no siempre tienes que usar, pero que es
especialmente útil en los discursos informativos, por ejemplo, en una clase. En estos
discursos el objetivo es la claridad. Con la post-introducción estamos dejándole ver a la
audiencia de qué vamos a hablar antes de entrar en materia.
Al final de nuestra introducción, si alguien estuviera escribiendo lo que decimos en una
página, esa persona tiene que ser capaz de escribir el título del discurso en el
encabezado con la información que acabamos de darle.
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Otra técnica que nos ayuda a guiar e interesar al público es explicitar el objetivo de la
charla. En esta magnífica charla de Jane McGonigal empieza diciéndonos cual es su
objetivo para nosotros:
Esta es mi misión especial para esta charla: Voy a intentar alargar la vida de cada una de
las personas en esta sala siete minutos y medio.
(Charla TED: Jane McGonigal “El juego que puede darte 10 años extra de vida)
La introducción de una charla es la toma de contacto con el público, nuestra primera
oportunidad para abrir un canal de comunicación. Nuestra misión es captar la atención del
grupo e interesarles por el viaje que vamos a hacer. Lo importante, una vez más, no es la
charla, ni el orador, sino dónde va a acabar la audiencia cuando se baje el telón.
4. Cómo concluir un discurso
Por desgracia o por suerte, nuestros cerebros tienden a recordar mejor los comienzos y
los finales de las presentaciones. Ambos son momentos críticos para el presentador.
Vamos a darle la vuelta y vamos a hablar de cómo concluir un discurso.
Además de ser el telón que cierra nuestra presentación, el objetivo de la conclusión es
doble:
• Resumir lo que hemos dicho: la introducción nos dice a dónde vamos, la conclusión nos
dice dónde hemos estado y a dónde podemos ir a partir de ese momento.
• Darnos una idea o acción para llevarnos a casa, en línea con el objetivo de tu charla.
Empezando a concluir
Lo primero al entrar en la conclusión es dejar claro que estamos terminando, que hemos
llegado a nuestro destino. Haz una pausa larga y acércate a la audiencia, aunque sea un
solo paso.
El público espera una señal, una indicación de que estamos entrando en la conclusión.
Para pasar del cuerpo a la conclusión, puedes optar por los tradicionales “En
conclusión…”, “Resumiendo…”, “En definitiva…”, o puedes usar algo un poco diferente:
“Todo esto me hace pensar…”, “Esto han sido solo algunas ideas…”
Conclusiones “de manual”
Una vez hecha la transición, ¿qué decimos?. En un discurso informativo podemos hacer
un resumen de lo que hemos dicho, reafirmando los puntos clave. El ya clásico “di lo que
vas a decir, dilo, di lo que has dicho”.
Personalmente me gusta conectar la introducción y la conclusión, volviendo al principio. Si
en la introducción contaste una anécdota, vuélvela a sacar en la conclusión. Si en la
introducción mencionaste una cita, vuélvela a mencionar en la conclusión. Cerramos el
círculo y demostramos que nos hemos trabajado la estructura de nuestro discurso y que
nos hemos preparado bien.
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Concluir con una cita que ilustre nuestra idea central es también un clásico. Como dijo Bill
Cosby: “Ponle a tu hijo un nombre que acabe con una vocal, para poder alargarlo cuando
grites” (cita totalmente gratuita e innecesaria)
Otro clasicazo, como la cita, es acabar con una pregunta retórica. Sobre todo si va dirigida
a la audiencia. “Y ahora, la decisión está en vuestras manos. ¿Vais a hacer algo?”.
Al igual que en las introducciones, otra manera de retomar la atención de la audiencia es
contar una historia corta que ilustre nuestra idea central. Corta. Que no se convierta en
otro discurso, sino que deje a la audiencia en una nota positiva. Rizar el rizo es que esta
historia sea la conclusión de la historia que usamos en la introducción.
En los discursos persuasivos, se suele acabar con una llamada a la acción. Este es un
tema al que le dedicaremos su propio post. A modo de aperitivo, un pequeño consejo: La
llamada a la acción tiene que ser realista y alcanzable. Algo sencillo que puedan hacer al
llegar a casa o en los días después de la charla: Visitar una web, firmar una petición o
hacer un pequeño cambio de hábitos.
A nivel práctico
Un par de consejos prácticos:
• Memoriza la conclusión: Si no quieres memorizar tu discurso, te recomiendo que al
menos te aprendas la introducción y la conclusión. Es importante acabar fuerte y preparar
bien las últimas palabras que queremos decir, para dejar una buena impresión.
• Termina a tiempo: Lo habitual estos días, por desgracia, es que las charlas se
extiendan mucho más allá del tiempo programado. Además de ser una pesadilla para los
organizadores, es una falta de respeto al público, y demuestra que no te has preparado
suficiente. Si es necesario saltar a la conclusión para acabar a tiempo, hazlo.
• No añadas material nuevo: Cuando estés en la conclusión puede que te des cuenta de
que te has olvidado algo de información. La tentación es meterlo en la conclusión con
calzador. Pero piensa que esto le quita fuerza a tu conclusión, y que probablemente la
mención esté fuera de contexto. Si se te ha olvidado algo, dalo por perdido, no lo metas
en la conclusión. Lo más seguro es que seas tu el único que se da cuenta.
Las frases finales de nuestra presentación son nuestra última oportunidad de dejar una
impresión duradera en la audiencia. Usa la repetición para resumir lo que has dicho,
ilustra tu idea central y acaba en una nota positiva.
5. Ensayo y práctica
Tres secretos, revelados: Los Reyes Magos son los padres. El Ratoncito Pérez no existe.
Y los mejores oradores ensayan sus charlas.
Recuerdo un programa de la tele en el que grandes magos revelaban sus trucos. El
programa empezaba con el mago (siempre enmascarado para evitar la terrible venganza
de sus compañeros de oficio por traicionarles) que nos enseñaba un truco impresionante:
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levitar, liberarse de unas cadenas dentro de un tanque de agua o sobrevivir el corte de
una enorme sierra circular.
Una vez visto el efecto, nuestro protagonista enmascarado procedía a enseñarnos el
truco una vez más, esta vez revelando el secreto. ¿Y sabéis que? Siempre me sentía
decepcionado. Cables ocultos, candados trucados, piernas mecánicas… Una vez visto el
secreto, la magia parecía sencilla.
Una buena charla es como un truco de magia, que nos cautiva y asombra. Pero como
todo truco, también tiene un secreto. Y el secreto de los grandes oradores es practicar y
ensayar antes de hacer sus discursos.
Yo soy el primero al que esto no le gusta nada: ensayar una charla hace que me sienta
incómodo y un poco tonto. Sobre todo al ensayar solo, en mi casa o en una sala de
reuniones. Ensayar da muchísima pereza, pero sabéis que tengo razón: por incómodo
que sea, una charla preparada y ensayada tiene muchísimas más posibilidades de salir
bien. Y por salir bien estoy hablando de que tu mensaje llegue a la audiencia y que deje
una huella. Que se acuerden de tu discurso y que se acuerden de ti.
Lenguaje oral vs. lenguaje escrito
No os desvelo ningún secreto si os digo que el lenguaje oral es diferente del lenguaje
escrito. Todos hemos oído algún discurso o clase en el que el conferenciante/profesor leía
la charla. ¿Y cual era el resultado? La charla resultaba forzada y aburrida.
Cuando planeamos nuestro discurso, ya sea en papel o usando el PowerPoint (es broma:
NO planees usando PowerPoint), estamos usando el lenguaje escrito para dibujar un
plano de lo que va a ser nuestra charla. El guión es un modelo, una representación de lo
que vamos a decir. Hasta que no lo decimos, hasta que esas palabras no salen por
nuestra boca, el discurso sigue siendo algo imaginario. Hasta que no ponemos nuestro
discurso en contacto con la realidad, no sabemos cómo va a resultar.
El ensayo es el producto final. Y cuando digo “final”, me refiero a que lo vas a cambiar
muchas veces antes de que sea “final_final_definitivo_ahora_si_v8.doc“.
El primer borrador y pruebas con gaseosa
Si sois un poco como yo, os lo dejaréis todo para la última noche. Por eso siempre intento
engañarme a mí mismo y empiezo a ensayar semanas antes, de manera informal. ¿Y
cómo es eso? Sacando el tema en una conversación con amigos. Mis amigos ya me
tienen “calado” y saben de sobra cuando les estoy intentando colar una charla como si
fuera una conversación, pero este truco os durará unos cuantos meses.
Una vez ya he tratado el tema en varias conversaciones, y mis amigos han contribuido de
manera totalmente voluntaria, es el momento de ponerlo en papel. Empezando por el
objetivo específico de la charla. En el primer borrador escribe la idea central y las ideas de
apoyo y estructúralas en una introducción, un cuerpo y una conclusión.
Cuándo y cómo
Y ahora si: enciérrate en una habitación y ensaya. No vale leer la charla mentalmente, las
palabras tienen que salir de tu boca. Si el día D vas a dar la charla de pie (por favor),
ensaya de pie. Si tienes que leer las notas, lee. En este primer ensayo no estamos
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buscando la perfección, estamos tratando de buscar los grandes cambios. Cambios en el
objetivo de la charla, cambios en la estructura, material a eliminar, material a añadir, etc.
En el primer ensayo también te recomiendo que te cronometres. Lo normal es que si
tienes que hacer un discurso de 20 minutos el primer ensayo dure 45 minutos. Párate
cuando sea necesario y haz anotaciones. Y después del ensayo saca el hacha y recorta
sin piedad. Recuerda: grandes cambios.
Si tienes tiempo haz otro ensayo. Si no, deja pasar un par de días y vuelve a ensayar. En
cada ensayo que hagas los cambios serán más pequeños y te sentirás más cómodo con
tu material. ¿Cuántas veces hay que ensayar? Eso es algo que tienes que descubrir tú.
Yo tengo que ensayar entre 5 y 10 veces antes de un discurso para un buen resultado.
Más si es un discurso importante.
Unos días antes del gran día vuelve a secuestrar a tus amigos y colaboradores para que
te escuchen y te den su opinión. Aunque te grabes en vídeo, nunca podrás saber lo que
piensa una persona que no ha oído tu charla hasta que ensayes delante de una audiencia
crítica. Una buena crítica constructiva es tu mejor amigo a la hora de pulir detalles.
En definitiva, ensayar es una herramienta tan potente que, si no lo has hecho nunca, te
garantizo que vas a sorprenderte a ti mismo. Bonus points: Ensayar nos ayuda a
ajustarnos al tiempo que tenemos para dar la charla. Cuando en una conferencia nos
ceñimos al tiempo que nos dan, o acabamos antes, te lo agradecerá el público, la
organización y los oradores que vayan después que tú. Ceñirse al tiempo es la mayor
muestra de profesionalidad y respeto que puede dar un orador.
5. Expresión y estilo: Lenguaje corporal
6. Expresión y estilo: Uso de la voz
7. Uso correcto del apoyo visual
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