Con el motivo de la aparición de “El Caudal de los Años”, transcribimos Juicios o critica – afirmativa o negativa – que merecieron nuestros Cuadernos publicados. Van algunos en su integridad, y extractados otros. J. V. EL HOMBRE DEL ANDE QUE ASESINO SU EPERANZA Poemas unilaterales. Editorial Minerva. Lima, 1928 POR diez que mueren tres veces al día aparece de una sola vez un Poeta que lleva al hombro los remos seguros para los más fuertes mares. Con verso de vanguardia y con arte suyo dado al azar, José Varallanos Surge repentinamente como un vanidoso trampolín de la fama. Varallanos es otra de las mañanas sintomáticas que bajan de los Andes. Esta numeradosobre el pecho porque vive en record actual que disputa el serranismo. En el indio se sacude en la frescura de un alba y pasa de la quina al wínchester. Quien desconfía de las grandes posibilidades del indio deberá suponer la música de ambos instrumentos. “El hombre del Ande que asesino su esperanza” es suma de un tipo nuevo de poesía de vanguardia, o mejor decir, representa el retorno revolucionario del arte a la querencia eterna: a la vida lírica. Esta es la vuelta del hijo prodigo en lujoso limousine. Porque después de haber pasado por la gran fiesta de la metafórica no podría volver desnudo y vulgar al corazón humano. Y “el hombre del Ande que asesino su esperanza” destila un desfogante humanismo para el recinto interior. No siendo partidario el menester de la crítica bibliográfica no me ocupare exclusivamente de este libro. De él es bastante decir que supera en contenido y carácter a todo lo que hasta hoy se ha escrito en el Perú en verso revolucionario. He animado su gestión y visto como se hacían las principales líneas de su decorado metafórico. Lo que más interesa es el nuevo aspecto humano de americanos de arte. Los “veinte poemas” de Neruda están cargados de humanidad. El Ande de Alejandro Peralta está lleno de paisaje indígena, un libro del ecuatoriano Reyes nos da la geografía fantástica del trópico, y ya hace tiempo que uno de sus libros de Girondo es una pintura de la tierra española. De la naturaleza en el paisaje la vanguardia poética va pasando, como “el hombre del Ande”, a la naturaleza ene el hombre. En naves llenas de oriente y de destino como esas la metáfora pura caligramia no son más que simples gallardetes. Mal entendida fue la nueva poesía cuando se la vio flotando en la banderola y no viviente en la luz intelecto, hizo un fácil contrabando de muchos malos poetas. Y ahora la metáfora exclusiva va triste como el saludo del acróbata en el trapecio. Está bien dicho, cuando se dice en serio, que solo se ha hecho poesía de metáfora por deporte. Confundir este valor secundario concedido a la metáfora con una reconciliación con el verso de Darío o con las escuelas francesas del otro siglo, seria no haber visto cuanto real y cuanto diferente es la sensibilidad nueva. Para hoy cien veces más actuales son Rimbaud y Lautreamont que Darío y sin embargo hay gran diferencia entre estos espíritus lunáticos y los poetas de la buena vanguardia nuestra. Rimbaud y Lautreamont trabajaron de la forma literaria del poema con cuidado parnasiano. Las ideas eran encendidas y felinas, la azul llama del alcohol bajo los cráneos; familia de Baudelaire; pero el artista burilaba y ponía cierta inexplicable razón helénica en sus lucubraciones. El uruguayo Isidro Luciano Ducasse, artísticamente Conde de Lautreamont, es señalado ahora como el padre del súper – realismo. Todavía para Moreas, jefe de cenáculos novedosos desertados de lo romántico, la poesía era el mundo “donde el alma y el cuerpo encuentran su unidad”. Estos poetas se alejan de su poesía actual por su sibaritismo y el cuidado estético de la forma. Nuestros poetas de vanguardia destrozan la forma para encontrar la imagen, y a veces al imagen misma sigue a un ambular del instinto iluminado. Nuestra poesía de vanguardia es en el fondo poesía en estado bárbaro. Generalmente el poeta, como el caso del autor de “el hombre del Ande”, es también bárbaro; cow boy del espíritu, alma del paisaje silvestre. Algún día tendrá que comprenderse esta clase de poesía como el principio del arte americano. Su barbarismo adquirirá así su lógica social y natural. Quien sabe la acusación que se ha hecho al arte nuevo va siendo satisfecha. La impersonalidad, la deshumanización, el intelectualismo, van quedando en un episodio y la artista va volviendo a las montañas originales de la vida. Lo que antes era mera forma vacía y sonora va siendo empapada en emoción humana. Era lo que faltaba al arte de la vanguardia: no una psicología, romántica, litera – turística de la vida privada sino un carácter, una expresión del hombre. En América puede expresar la ambición de una raíz, una pasión social, un entusiasmo primitivo frente a la naturaleza. De aquí a que caiga en una gastada sensiblería domestica hay una gran distancia. La poesía de Peralta y Varallanos tiene sentimiento racial. Ambos poetas formados y surgidos en el arte nuevo, escribiendo en ese arte tienen sin embargo, más humanidad que mucha poesía romántica de ayer y de hoy. Veamos algunos versos de “El hombre del Ande”: “pobre, el Hombre. Pobre, con las espaldas dadas a todos los vientos. Hombre de Ande o de E. del cielo. Teniendo redes para todos los adioses en las aguas del alba, o divisando las lágrimas desde un peñasco de raza; miradle la cara: cortadas por todas las sombras; oh mi palidez de eternidad. Hombre que canta a orillas de cada cosa con el jaro de la luna al hombre y el sol que nace siempre al E. de mi pecho y se oculta en mi palabra anochecida. Hombre amasado en ruinas, dormido a las estrellas que revientan tiritando de azul; mi sangre es aceite de pena para la vida” Todo el libro de este joven poeta respira la honda vida interior del indigenismo. El verso frecuentemente desorientado en conceptos, horadado y anguloso a veces por sus puntuaciones y sus rupturas al azar, va dando el brote directo del espíritu, sin atenerse a canon musical alguno. “Automatismo psíquico puro, por el que se propone expresar, sea verbalmente, sea por escrito, se de cualquiera otra manera el funcionamiento real del pensamiento en ausencia de todo contralor ejercido por la razón e independiente de toda preocupación estética y moral”. Esta es una de la últimas autodefiniciones del superrealismo. Al “Hombre del Ande” se le podría fácilmente cobijar bajo esa definición. Manifestación automática e incontrolada del espíritu; una barbarizacion del arte. No hay en el libro asomos de ilustración ni de tino artístico. Las faltas gramaticales y el fracaso de algunas metáforas comprueban la absoluta ausencia de virtuosidad versificadora en el poeta. El retorno a la vida con la arquitectura de la forma revolucionaria es lo que hará durable a la poesía nueva. Por el lado bárbaro hay en ello una honda afinidad con el suprarrealismo. “Tu nombre como un mariposa loca enreda todo y posa en mi pecho, un dolor revienta entre mis dedos, Dolor por la lejanía que hunde en nuestras manos; es mi mama tendida de una mano de Jesús, que me alcanza sus oraciones, oraciones tejidas en su pecho antes que reviente la mañana. Ah! Las estampillas de los sobres color de su ternura, apretados por sus dedos de paz; por su ternura mi alma es un juguete entre sus manos”. El viento acarrea tu nombre deshojada entre las flores!” Después otra vez la raza: Provinciana de 15 años la aldea, se ha quedado enternecida Entre los quishuares huanucuyos. Los pájaros dejan caer la semilla de sus cantos, estos pájaros aborígenes que han picoteado el ritmo de una voz”. Otros: “para llegar a ti hay que pasar por la palabra antes del alba; para llegar a ti tendré que desatar el huerto amarrado de frutos; y votar estos mis cantos como hojas de coca que enfermaran el aire”. Repito que este aspecto tendrá algún día que tenerse como el principio de un arte poético americano. A propósito del libro “El Hombre del Ande que asesino a su esperanza”. “El Comercio”, Lima, 10 de Junio, 1928 Ramiro PEREZ REINOSO COMO una galga caída de sorpresa desde las altas montañas indígenas hasta el filo del mar relamido por halagüeña siesta, ha visto a luz “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”, libro poemático de José Varallanos. El acto de presencia que este mozo adopta es rotundo, su voz es distintivamente suya, pero también es claramente un vagido del alma nueva que las entrañas de la Américamas autentica guarda en misteriosa gestación. Por tanto salgámosle al encuentro dando frente al levante y sepamos qué hay de grande en su fresco canto auroral. (José Varallanos es un joven que recién llega a los 20 años; con gran parte de la sangre que lo anima heredada de sus antepasados queshuas; estudiante Universitario. Nació y pasó su niñez y su adolescencia en una aldea de las serranías de Huánuco). El título del libro, arrancando el diapasón desconcertante que se ha hecho usual en la poesía nueva, sirve a modo de truculento epígrafe de crónica policial; salsa por picante, única, eficaz para interesar a las gentes modernas, sumidas por desgracia en el atolladero de su esposo materialismo. “Hago justicia romántica – al interrumpir el tráfico – con este libro antiguo” dice el poeta. Luego los veremos exhibir y regar con osadía sobre el recuerdo de su esperanza, que acaso no haya existido y más bien valga como “un maullido al futuro”, una brazada de florecillas agrestes y, entremezcladas, algunas espigas en los cuales abulta ya el cuajaron de un talento poético fuerte, indiscutible. Siempre se indago la originalidad del artista para acordarle un lugar en el estrecho recinto de los nombres inmortales. Pero nuestro tiempo no solo se contrae a querer una originalidad ingrávida e individualista de antaño, mediante la que el creador de belleza podría proclamar con orgullo su desapego de todo lo extraño a la pureza del arte, afirmándose en una enérgica idea de su yo. Nuestro tiempo exige al bisoño una nota típica. El mundo se siente recién redondeado, y las antípodas se comunican al minuto. Treme sin descanso la vitalidad multitudinaria, que detenta el plano preferente en el interés de los hombres. Por la razón el artista que pueda manifestarse a tono con el nuevo sentido prevalente ha de traer en su obra un reflejo de los más profundos caracteres de su ambiente cósmico y social. Máxima si una naturaleza y una raza olvidadas llevan a lo largo de la extensa cordillera andina. Toda originalidad en el arte parece necesitar hoy, si pretende ser valedera y emocionante, apoyarse en este trípode: exotismo de ambiente, socialismo en intención y humorismo como recurso formal. Varallanos, pulsa en todo el libro, la más genuina expresión anímica de la raza cobriza arcaica y renaciente, dentro del marco peculiar con que la naturaleza andina la rodea. Y la pulsación la sabe dar el poeta nuevo con una diástole tan inconfundible de indio linfático, pero a la vez agudamente nostalgioso, apasionado y penetrante, que de un brinco se encarama para integrar el tríptico de más altos picachos empinados sobre las bases más hondas y con raíces perdidas en el sistema medular indígena peruano. Estos tres apus de la moderna lirica recién emergida en los Andes serian: Cesar A. Vallejo, Alejandro Peralta y Varallanos. Solo que habría que ceder a este el lugar inmediato a Vallejo, porque ambos se estremecen por el hervor volcánico del alma racial que a Peralta le es casi extraño. Peralta tiene lo suficiente con que el espejo purísimo y exacto de su pupila reflejen tantas cosas bellas que el lago Titicaca anima. Sabido es que se ha dado en atribuirle al indio americano un incontratable sentimiento de nostalgia por su tierra nativa. Es hora de hacer notar que nuestro mestizaje hiperboliza tal sentimiento enfocando hacia el cariño familiar y hogareño, concreción que no ha expresado todavía el alma indígena pura. Esto nos inspiró ya cálidos acentos (Valdelomar, Vallejo), que Francis James no habría desdeñado. Varallanos pone aquí estos rasgos patéticos. Y por el fin, si la densa coloración que en mi concepto vitaliza los versos de Varallanos no satisficiera el espíritu crítico de quienes se quedaron añorando la esencia evanescente de una lírica subjetivista, espero que las líneas insertas en seguida les adulzoraran el fuerte regusto, dejado por la que fueran antes leídas. Espero, también, que ellos han de conquistar para el poeta un reconocimiento unánime como tal, como nuevo y, acaso, gran poeta peruano. Dichosamente José Varallanos viene con aptitud para estremecerse ante todas las solicitaciones humanas, aunque ellas se afinquen en panoramas disimiles del que lo viera nacer y lo amamantara. Contribuye así a la vindicación universalista de la nueva gente indoamericana. Y como hubiera de ser así, cuando el mismo lo atribuye a su sierra del alma “altura de ideas – y un pañuelo para todas las lejanías”? Incluso una sublimada piedad evangélica corre por estas últimas palabras. Un poeta capaz de anunciarse con un libro así se defiende solo. José Varallanos, nuevo poeta indoamericano. “la sierra”, Nº 20-21. Lima, 1928. Pedro BARRANTES CASTRO. “Varallanos es un poeta de excepción. Su poesía, es el grito augural de nuestro arte, el sonido de diana que llaman a todos de estos hombres que llevan el estallido amargo de un canto en la garganta, para seguir el trabajo lento de recoger todas las músicas dispersas en el Continente. Con un poco más de síntesis, Varallanos sería un poeta enorme. Las imágenes le brotan a raudales de su poderoso numen. El arte de este joven artista se desborda de los cauces de su región e inunda con poderosas vertientes, que bajan de los Andes, todo el resto del continente. Su estro generoso abraza todos los países de América, estrechándolos en una sola esperanza. No es monocorde a pesar de su tristeza. La sátira, una sátira finísima que no pretende herir sino herirse, le presta color a estos versos tan fuertes, tan hondos, tan luminosos de designios. – y a más de eso, frescura y paisaje llenos de sol, fanfarrias de pájaros que ofician en la misa… hacen de este libro uno de los mejores que han salido en América en los últimos tiempos” Poetas peruanos. “la sierra”, Diciembre, 1928. Lima. Luis Alberto GULLA. “José Varallanos, joven aun, en un solo paso llega desde su solar inédito, a ocupar en la nueva poesía americana un puesto que pocos han alcanzado. Hay en el altar del poeta sedimentos de razas que fueron y siglos olvidados. Su sentimiento de la naturaleza es profundo y nuevo. Con amor irrasible, angustiado, lleno de misterios y anhelos brumosos en raíz suspendidos de sueño y con acentos y dulzuras desconocidos. Afirmamos que este libro es para orgullo de las jóvenes letras de América- Hispana”. “Espiral”, Bahía Blanca, Argentina, Octubre, 1928. T. BONESATTI. “GRANDE generación la del Perú Nuevo que vibra y palpita hermanada a nuestro dolor en un solo rictus de heroicas imprecaciones. La poesía de Varallanos es una anunciación y un introito para la raza. Es un índice de su separación y un vértice cadenciosamente recostado en la cabecera azul de los Andes. En un vigoroso sincretismo muestran el gran temperamento poético de José Varallanos, como uno de los mejores definidos dentro del novísimo concepto del arte en el Perú. Con alguna simultanidad aparecieron en América dos libros adunados por un solo nudo vital: “Achalay” del argentino Rafael Jijena Sánchez y “El hombre del Ande que asesino a su esperanza” de este magnífico Varallanos. El libro de Varallanos es un timbre para la raza y una reivindicación espiritual”. “La Patria”. Oruro, Bolivia 16 de Junio, 1929. Eduardo OCAMPO MOSCOSO. VARALLANOS pertenece a la nueva generación literaria del Perú, a esa admirable generación que significa para el Perú, todo un renacimiento, por cuanto, a un espirito, libertado de todas las taras mentales del tradicionalismo colonial, une la conciencia honda de los problemas de su pueblo. Así, al dinamismo espiritual, rico en creación de imágenes y en inquietudes vitales, los poemas de este libro titulado “El hombre del Ande que asesino su esperanza”, unen el sentido profundo de la vida original de su tierra, el dolor oscuro del indio, la tristeza de la montaña, la voluntad de la redención de la raza aborigen, el colorido y el sabor de sus serranías y de sus valles. Libro fuerte, audaz, austero, en el que colaboran el artista puro y el hombre del ande, que busca su destino, este significa un verdadero latido del alma de América, y como tal, uno de los más dignos de encomio que nos hayan llagado de aquella región, en los últimos tiempos. “La Pluma”, Vol. VIII Setiembre, 1928. Montevideo. Alberto ZUM FELDE. JOSE Varallanos, peruano, encierra en el amplio cuadrado de su libro “El hombre del Ande asesino su esperanza” (Lima, 1928) un copioso bagaje metafórico donde hay mucho que repartir entre el poeta y el buen cronista lirico. Hay imágenes a prueba de yunque y tropos felices, llamados a una futura destilación. La exuberancia de Varallanos, el ímpetu de su verso – lanzando como se lanza una larga y luminosa serpentina. Le empuja a ensanchar la honda poética hasta perder intensidad. (Del proyectil que quiebra el lago, solo las hondas cercanas. Del tañido, los atos ceñidos a la torre)… capaz es de despertar – y despierta en mucho a paginas – un profunda inquietud, una sacudida de auténtica emoción. Ingenua, robusta poesía. Poeta de llanuras claras, de amores desnudos: “Niña serrana, virgen de las noches”, dice a su amada. Al final – agudamente aclara: “Estos poemas no son inventados… este libro antiguo”. Antiguo o moderno, es sabroso de leer. “La Gaceta Literaria”. Madrid, 15 de Enero, 1929. Benjamín JARNES El ultraísmo es ya, un recuerdo, en estas tierras de la plata. Y como recuerdo tiene lugar en la memoria de todos. No parece, sin embargo, ocurrir lo mismo, en otras latitudes de América. En Chile, por ejemplo. En México, en el Perú, en el Ecuador. Las nuevas corrientes estéticas, han llegado a estos países con lamentable retraso. A lomo de mula, sin duda. No se explica de otra manera esta tardíaconquista del trópico. En Chile, en Perú, en México, se vive – ahora - en plena época ultraica. El ultraísmo y sus derivados, han malogrado, esta obre de José Varallanos. El joven poeta peruano tiene, sin embargo, momentos felices. El artista asoma, distraídamente, en algunas páginas, pero para estrellarse ante la búsqueda infructuosa de la imagen precisa, de la alabada metáfora. Este es su mal. Mal de todos los poetas del trópico en la llamada nueva poesía. (Debe el poeta haberse armado de la última nada literaria, estar, al menos, al día). Mal del trópico dese Vicente Huidobro, desde Guillen… a José Varallanos. “La Gaceta del Sur” Rosario, Argentina, Setiembre, 1929. Anicio ORTIZ. ¡BENDITO sea el día que me trajo sus versos! Será un día mío. – que decirle de su libro? - ¡Oh, maravilloso y dolorido quichua del idilio, aborigen y cósmico! – su amada trasciende por sus raíces remotas. Y de le queda en el pecho anheloso – Todos los versos amanecen. Bajan de sus piedras antiguas. De las moles andinas. – Así aparecen los poetas. Con su verdad raigal. – Recuerde las dos palabras del indoamericano: continuidad y crecimiento. – Nuestra conciencia! ¡Nuestro destino! – Lo abraza hasta que le duela. “Vanguardia”. Octubre, 1928, Nº 2. Montevideo Uruguay. Pedro Leandro IPUCHE. RARO, incomprensible, inaudito, el pensamiento central del libro del poeta vanguardia José Varallanos, “El hombre del Ande que asesino su esperanza”, es el título orfeidal de los poemas unilaterales y, al mismo tiempo, el blasón del poeta. Y digo raro, incomprensible e inaudito, porque escapa al más sutil sentido de comprensión actual. Varallanos canta, seguramente, para las almas avisoras del mañana, para las mentes linfáticas del porvenir. Belleza del vate andino, como dice: “Unas sierras o lo lejos y un paisaje abecedario. Oh, la sierra del alma, con alturas enternecidas, Alturas que hay frio, alturas de ideas, Y un pañuelo para todas las lejanías”. Las gentes actuales tendrán la intención de la belleza tanta, pero no sabrán sentir, porque no están capacitados para ello, el clima de la emoción. ¿Cómo penetrar, en efecto, la terrible belleza de este pensamiento sugerente: “mi sangre es aceite de pena para la vida”? El poeta Varallanos pertenece al porvenir. Hoy no existe medida adecuada para catalogarlo. “El Sol”. Lima, 18 de Junio, 1928. X. Z. ESTE, libro de Varallanos, siempre girando en torno a su eje del Perú, de poemas tal vez un poco largos, esta cuajado de metáforas nuevas. Brinca en las cumbres andinas sin miedo al soroche asfixiante de la altura. Descubre inéditos paisajes, de repercusión interior. “1928, Revista de Avance”. La Habana, Setiembre 15, 1928. Eugenio FLORIT. ACABA de presentarse un poeta peruano: José Varallanos. Su libro se llama “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”. He leído este libro son el presentimiento de encontrar volteando una esquina inédita de belleza, un poeta equipado de garfios celestes. Primer hallazgo; un poeta cuajado y con capacidad vital – estética para resistir todos los reactivos de la hora. Segundo hallazgo: un creador de imágenes ubicado en el último plano de la vanguardia. Tercer hallazgo: una técnica uniforme y en ecuación vital con la sustancia expresada. (Vale decir, un hombre que ha nacido con su expresión), cuarto hallazgo: una capacidad suigeneris para no ser entendidos por los imbéciles críticos oficiantes y, sobre todo, por los periodistas, que son los verdaderos y con substanciales enemigos de la creación pura. Cuanta gallardía contenía aquella escuela estética nacida en Paris, que gritaba a uno de sus postulados: ¡guerra de periodistas! Quinto hallazgo: un poeta nacionalista, mejor dicho nacional, disímil de aquella actualmente balumba de poetas que han hecho del nacionalismo una bandera de retórica y de buena administración de la gloria particular fundamentada en el áspero y exaltado chauvinismo de las gentes. Sexto hallazgo: una cultura circular, con vértice en el centro temperamental propio. (Esto es un poema que viaja por todos los panoramas del siglo y que ha sabido identificar su cosmos con el universo de las gentes más avanzadas de hoy). Séptimo hallazgo: un dolor y un pesimismo acusador de raza. Indio puro que llora, en las tragedias circunstanciales de su vida, todas las tragedias absolutas e inapelables de sus hermanos de sangre. Resumiendo: he encontrado un creador, un escritor, un expresador que hace vibrar el corazón y el cerebro como una música quechua, o como una visión de la cordillera o como un viento, rajando los peñascos del Ande. Son buenos estos poetas, porque nos enseñan a “amar al Perú”. Tanto desamor que se acomoda en el alma de uno por la acción de los políticos y de los malos escritores y de los malos periodistas, se esfuma de inmediato con una sola imagen peruanista de estos creadores raciales absolutos… esta obra de belleza es una lección de Patria pura, incontaminada, donde seria grato al corazón formar su tienda de vida. Un poeta nuevo “El Sol”. Lima, 23 de Junio de 1928. Federico BOLAÑOS. EN los últimos meses los escritores han dado muestra de actividad pocas veces vista entre nosotros… como prototipos de esta actividad, quiero citar solo uno de los libros típicos… los cuatro libros que escojo son: “Historia de América”, por José Guillermo Leguía; “Historia de Jauja”. Por Abelardo Solís; “Monografía de Puno”, por Emilio Romero; y “El hombre del Ande que asesinó su esperanza”, por José Varallanos. Un poeta desfila ahora. José Varallanos, de Huánuco, i no me equivoco, lanza un limo de poemas: “El hombre del Ande que asesino su esperanza”. Título que en si es de una complejidad desconcertante y un llamado estridente a la atención del transeúnte literario. Detengo el viandar y me llevo a los ojos ávidos. Esta esperanza asesinada es la del propio indio, porque, precisamente, el ya no es una esperanza sino una realidad. Esta superada la etapa mesiánica, cuando la vida misma nos está ofreciendo, en carne, en realidad, la esperanza ya realizada. “El hombre del Ande que asesino su esperanza” es y por ello queda asesinada su esperanza. Sin embargo Varallanos tiene los ojos deslumbrados por visiones mesiánicas. Su verso descoyuntado, cuajado de imágenes, con giros que recuerdan a Girondo, a Neruda, a los patas más audaces y más personales de nuestra América, va ofreciéndonos una sucesión de emociones, cinematográficamente rápidas, pero todas referentes a una misma actitud: la de la rebeldía y la de la lucha, ni más ni menos que esos cuadritos de los films, en que cada gesto necesita descomponerse en diez o veinte semigestos que juntos forman el movimiento completo… Huánuco inicia un gesto de inquietud en los versos de Varallanos. Las cuatro obras mencionadas son indicios de preocupaciones hondas que las antañeras marquesitas pompadurescas, y que ese eterno suspirar por los parques versallescos, bajo una luna, no precisamente celestina, sino francamente Ña Catita, que es un poco menos remilgada y mujeril que la zurcidora de la tragedia en que se agosto la apasionada Melibea y hallo su fin Calixto, el enamorado. Algo más, me ocupo de estas cuatro obras porque tienen algo de típico. La actividad literaria en estos últimos meses. “Almanaque ilustrado del Perú, Para 1929”. Lima. Luis Alberto SANCHEZ. SU poesía impetuosa, frenética, me gusta mucho. Es una poesía que tiene la tesitura del alma indígena en renovación. Sin acicalamientos, como las oleadas de tierra fragosa que forman los contrafuertes andinos, es una poesía desabrochada, libre, libérrima. Es una poesía de gritos. Parece el eco del trueno asustado a una tropilla de vicuñas que se desbandara por las asperezas de un risco. Todas las sensaciones de sus poemas, son sensaciones de altura, oxigenadas. Las palabras, en el alambre del verso, no están ensartadas, muertas como lo están en la vieja poesía de los bajíos palúdicos; están vivas y listas a emprender el vuelo a la menor alarma de la conciencia. Son palabras paradas en un pie sobre el alambre del verso. Su poesía me gusta mucho porque no es una poesía adjetiva, sino sustantiva. Lo adjetival en el arte es decadencia, limite. Lo sustantivo, en cambio, es maduración, crecimiento. Y en un arte que recién comienza a desentumecerse, es preferible que renuncie a la fruición de lo formal por lo abrupto de la naturaleza en proceso. Necesitamos, primero, la veta de nuestra sensibilidad intima, antes de lanzarnos a fabricar bisutería falsa. El arte no es artificio; es más bien la exteriorización de un yo profundo colectivo. Mientras queramos hacer arte con los elementos de nuestra individualidad, estaremos fracasados. Un individuo de cualquier parte del mundo se parece en el esencial a un individuo de cualquier parte. Son los pueblos, las colectividades, los que defieren en espíritu en su tendencia a crearse. Es por eso que el artista, para ser tal, necesita ser el expresador de esas tendencias colectivas que son imperturbables; es tanto que el individuo, expresando solo su individualidad, es falente, transitorio y dado a artificializarse. Para que el Perú tenga un arte genuino y valedero, es preciso que comience a encontrar su sino colectivo que sus artistas y sus hombres de acción le fomenten una vida perfectamente histórica, ya que la historia no es la suma de simples acontecimientos artificiales, sino la vivencia sustancial de expresiones raciales. Su libro es una contribución hacia el arte peruano. En sus versos se siente el espasmo ruidoso de nuestra sensibilidad primitiva. De las estrofas fluye no se la gritería incoherente de tribu nómada. S una poesía en acción, desmelenada y frenética. Pulsa. Tiene la temperatura de la vida. Testimonios. “Amauta”. Nº 18, Lima, 1928. Cesar A. RODRIGUEZ. JOSE Varallanos es nuestro poeta rural, mejor nuestro hondo poeta campesino. Discurriendo por el riquísimo agro de sus metáforas sentimos la verdad de sus cantos. En el Perú es el caso más avanzado de interpretación de nuestro paisaje. Contiguo el Dadaísmo, sepulto ya, nos recuerda en la manera a ese gran poeta del “Aventurero de Saba” que tiene Chile; en ambos el elemento mujer, la “niña” pastoril sirve de medio exultante a su fuerte arraigo telúrico. Cada poema de Varallanos, refiriéndose exclusivamente al libro que se contenta, es un venero de valiosos materiales liricos. “Aplaudo la tarde sencilla como el yaraví que se posa en tu boca El yaraví que cantaban nuestros abuelos en la fiesta del Apu. Ah tú la que andas en los sentidos de los hombres. Campesina, pasas por el camino de todos los días con la música que se te ha (Puesto roja en la mejía”. Y así todo el libro, ancho y promisor… Varallanos nos ha dado posteriormente poemas masculos, sustanciosos de vitalidad y se advierte claramente, pese a los buios procedimientos de importación, el acento inicial, la ensambladura psicológica de abrupto trazo, del poeta de Huánuco. Varallanos, por eso, en la ciudad de los virreyes, está obligado a reafirmar su medula andina. “Boletín Titicaca”. Puno, Agosto, 1929. VOLANDO semanas y semanas paralelo a la dentadura de América, arribo sonámbulo a las pampas del Plata, este libro del eminente liróforo peruano José Varallanos, portaestandarte del ultraísmo en el país hermano. Voz nueva originalísima, Varallanos se diluye en una canción de alegoría, fundiendo los bronces milenarios de las campanas de amor, para estallar en la rapsodia de la estética nueva, galopante de metáforas que cruzan, como una sucesión interminables de aviones multicolores, el límpido horizonte de su verso. Es su poesía monumental, cabal y mortal. “Orientación”. Nº 1. Abril. 1928. Buenos Aires. Carlos C. SANGUINETTI. JOSE Varallanos ofrece en su libro un manojo de poemas inspirados en las fuentes populares del Perú. Indígenas o criollos, dueño de un poder descriptivo especial, anima sus versos con el desfile colorido de los paisajes andinos, de los personajes ceñudos de la sierra brava, de las indias frescas y alegres, de las fiestas vivas de la raza que retorna. Porque no es un egoísta ni un aristócrata del espíritu, ni se encierra en su torre de marfil o habla del “arte puro”, Varallanos siente intensamente la emoción social que sacude al Perú. He ha tomado su puesto. Así, un poco bohemiamente, disparando los hondazos de sus versos contra la burguesía imperialista y esclavizadora. Como tantos otros poetas jóvenes el autor de este libro cultiva, de preferencia, lo que podríamos denominar, con José Carlos Mariátegui, épica revolucionaria moderna. No cae en el ripidio mental de incrustar frases de propaganda cartelera para dar sensación de socialismo. Su épica surge tan espontanea como la misma revolución surge de la realidad. Varallanos es un trasmisor o es un espejo vibrante. Por eso su obra es un indicio fiel de las épocas nuevas que están asomando tras las espaldas del Ande. “Renovación”. Julio – Agosto, 1928. Buenos Aires. Túpac YUPANQUI (Manuel A. Seoane) POR su imaginación aviónica, su riqueza en imágenes y su enorme talento creador, aplaudo, como el gallo de la madrugada, el alma luminosa de este gran poeta nativista, espíritu consonante del ecuatoriano G. Humberto Mata que rompiendo el espejo ustorio de la imitación canta el alma aborigen y el paisaje a sol y viento, a paramo y neblina, de la América incaica d los Andes. A esta convulsión estética, de intenso dinamismo intelectual, Varallanos ausculta su corazón cardiaco de añoranzas, y alcanza el maridaje feliz del sentimiento con la idea, de la emoción con el cerebro, elementos un tanto divorciados actualmente, sobre todo es el seno de la familia estridentista. “Rieles”. Abril – Mayo, 1929. Quito, Ecuador. Arturo BORRERO BUSTAMANTE. SU libro es lo mejor que he leído desde 1925 en adelante. Ha tiempo que no tenía el gustazo de saborear tan dulce poesía. Creo que todos los poetas modernos somos unos juglares; pero como en los antiguos juglares, los hay de péñola, de boca y remedadores. Entre los modernos los hay también de tres clases. Ud. Es de boca y decir de boca es también decir corazón. La mayor parte son remedadores o farsantes, y también de péñola; hay nativistas que tocan apenas la guitarra y ya quieren musitar poesía. Su indianismo es tan humano, tan natural y compenetrado con el alma de su pueblo (me refiero al pueblo indio) y con Ud.Mismo, que nada es en el postizo, ni erudito. Las voces quechuas suenan en su verso como cualquiera palabra castellana y mejor por ser americanas, y se llega al espíritu de ellas sin comprender su significado. Montevideo, Noviembre 14, 1928. Ildefonso PEREDA VALDES. GRACIAS por elenvió de su libro. Acabo y me parece hijo de un excelente criterio, humano y estético, y de una substancia ideología. Y le diréporque, creo que los tópicos proletarios y la ideología social usada abstractamente sin arraigo y sin vincularlos con las cosas y los problemas vivos de cada uno de nuestros países no es lo más indicado para darle contenido y realidad viva a la literatura americana. Es necesario, para fecundarla, para darle vida, partir de las cosas vivas y reales, del panorama de la vida que nos rodea, de las emociones concretas que esta vida despierte en nosotros, y de ellas, sacar la materia estética, una manera de no caer, nuevamente, en el vacío y en el preciosismo, tan estéril e inútil como el anterior. Por eso creo que usted anda en lo cierto. Sus poemas son de un sabor local inconfundible, y no solo por sus fuentes, sino también, por sus evocaciones, por su léxico, por el formalismo que en ellos usa. Este es el camino, a mí entender. Conquistar la universalidad, o pretender ser universal, comunes, es cosa fácil. Lo interesante, lo vital, lo apremiante para dar categorías estéticas a las realidades viva y humanas de nuestra América, es elevar las cosas locales, lo nuestro, a categorías universales, por la fuerza de la expresión artística que pueda conseguirse, y por la universalidad de esta expresión. Y usted está, sin duda alguna, en el buen camino. México, Octubre 15, 1928. Martí CASANOVAS. SI toda poesía de nuevo sentido – no la que tiene sentido viejo y topografía actualísima – se pareciera a la de su libro, ya el vuelco que todos deseamos estaría dado. Y como no puede llegar el buen momento para la nueva manera sino con esfuerzos muy serios y continuados, debemos los poetas de América estarle a Ud. Muy de eras reconocidos. La Habana, Abril 15, 1929 Juan MARINELLO. SU libro es tan indígena, tan nuestro. En cada línea santa, en imágenes inesperadas, la sangre de las tierras de América. En medio de las evoluciones se oyen, a veces, un revuelo de estrellas que anuncian el despertar de una civilización. Niza, Francia, Nov. 26, 1928. Manuel UGARTE. ALFONSO Reyes lee con alegría “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”, en el que Reyes encuentra todos los lados y matices del iris americano. Enhorabuena. Buenos Aires, Setiembre, 1928. Alfonso REYES. MI enhorabuena además de mi gratitud por el envió de su bello libro. Queda su lejano camarada que lo saluda. Madrid, 1928 RAMOS Gómez de la Serna. MUCHAS gracias por elenvió de sus hermosos versos: traen soplo del Ande! Mis felicitaciones por su obra de libertad y de belleza y mi gratitud. Chicago, Setiembre, 1928. José VASCONCELOS. SU poesía, por su espíritu de libertad creadora, se asemeja a la moderna poesía de Brasil. Ello es un buen índice en América de renovación estética, tan evidente y necesaria en todos nuestros países americanos, cansado ya del academismo francés o del impresionismo simbolista de Darío. La fuerza de su poesía tendrá una repercusión en la literatura del Perú. Ríos de Janeiro, Nov. 1928. Ronald de CARVALLO. MAGNIFICO libro “EL hombre del Ande que asesino su esperanza”, poemas robustos como una cordillera y dilatado como la última palabra de su título. Buenos Aires, Setiembre, 1928. Guillermo de TORRE. ENTRE los arabescos de la metáfora vanguardista (que a veces no solo son arabescos ingeniosos, sino también jeroglíficos mágicos), hay en su libro “El hombre del Ande que asesino su esperanza” un ritmo marcial enérgico, como el son de la torrentera que atraviesa un bosque tupido, como hay bellos claros de poesía fácilmente accesible, aquellos que describen el paisaje serrano yse ofrecen cordiales a nuestra emoción, antes que el esfuerzo de la inteligencia. Informa su libro una emoción panteísta de la naturaleza, emoción propia del espíritu indiano. Plazas publerinas, ásperos caminos, cumbres del Ande, vistas con fervor y ofrecidas a los otros a veces estando el cielo radiante. Cusco, 19 de Agosto, 1928 J. URIEL GARCIA. CIENCIA DE LA PALOMA Y TREBOL Imprenta Hidalgo. Lima, 1931. PAUL Valery ha dicho que el problema de la libertad en el arte es problema de disciplina. En seguida esclama: “Paradoja dramática”. ¿Paradoja? Creemos que no, pues nos parece imposible concebir la libertad sin disciplina (1) ya que esta ha sido una consecuencia imperiosa de aquella, una consecuencia y ahora elemento paralelo y convergente. Nadie desconoce que el concepto de libertad es anterior al de disciplina, que sin aquel no es posible este y que si la disciplina ha nacido de la libertad es porque esta necesita de aquella como la rama para cumplir en totalidad su destino. Paradoja, no; dramática, sí. Lucha dramática más bien, pero no por conciliar una antinomia aparente sino alcanzar dos facultades necesarias para dirigir el temperamento, la sensibilidad, la potencia creadora: libertad y disciplina. José Varallanos es poseedor de ambas facultades que, según Apollinaire, son también la característica del espíritu nuevo, como l manifestaba en un ensayo sobre este y os poetas, a decir que el espíritu nuevo reclamaba ante todo la disciplina y la libertad y esta disciplina que se confunde en el espíritu nuevo, constituyen su característica y su fuerza, terminaba. En esta “Ciencia de la Paloma y Trébol” existe, palmariamente, esa característica señalada por Apollinaire, apareciendo en ella, perfilada con firmeza y nitidez, una disciplina íntima y una tranquila libertad expresiva, dualidad difícil de encontrar en la lírica de estos años, tan desorientada como titubeante. Es por eso una alegría la constatación de la existencia de un hombre, de un poeta para ser preciso, que pese esas cualidades esencialmente convergentes en la obra del arte: disciplina, libertad. Para José Varallanos esto es una verdadera conquista, porque ambas cualidades estaban ausentes de su obra primigenia, conquiste desde luego que le ha dignificado, quitándoles esa exuberancia dañina – haciase muy persistente a través de “El hombre del Ande que asesino su esperanza” – y que le señalamos en esta misma Revista como uno de sus grandes defectos; pero, confiando al mismo tiempo n el temperamento de Varallanos y sabiéndolo suficientemente poderoso y capacitado para desplazar de su órbita, al correr de los años, toda frondosidad, como lo ha conseguido en su “Ciencia de la Paloma y Trébol”. Llama la atención en el último libro del poeta peruano – fuera de la diferencia ya apuntad –el contraste que presenta en su obra primeriza. Esta, que además de evidenciar el estado de formación de un poeta, acusaba la presencia de una personalidad en busca del cauce necesario para desenvolverse en totalidad, no hacia predecir que este cause fuera el ahora encontrado por Varallanos, pues existe una desconexión manifiesta, demasiado fácil de advertir, entre “Ciencia de la Paloma y Trébol” y “EL hombre del Ande que asesino su esperanza”. Esta obra tenia robusto sabor vernáculo y andino, más bien indigenista – modalidad muy explotada en el Perú y llegada a su resultado másartístico de Alejandro Peralta - y estaba saturada de una fuerte emoción, que a menudo desbordabase en gemidos hondos, en gritos vigorosos, apareciendo también de vez en cuando un sentido popular de la poesía. En cuanto al vehículo expresivo, usaba entonces José Varallanos un lenguaje extenso, sonoro, en versos de fatigadora amplitud. En su último verso libre, pero intensamente cargado de sugerencia: Doy sueño a los ojos. Late el mar en mapas Luna, luna es tu ropero, Amanecer en tus manjares. Bien crecido gozo. Mi dedo manufactura Música para su oído. Casi tamaño del sueño Alegría de mi pertenencia. Verso breve, ascético, sin ningún elemento accesorio, sin ningún nuevo recurso retorico para alcanzar su expresión poética, para concretar su sentido lirico, admirable de transparencia. Bien puede decirse de este verso, de esa poesía de José Varallanos que es una poesía de sobriedades, de contención; pues en ella se usan las palabras matemáticamente exactas y necesarias, rehusando las que puedan trasmutar el sentido autentico por no hacer concesiones a lo decorativo, a la requisa exterior, al adorno. Ni siquiera encontramos novedad técnica, suponiendo la existencia de una técnica poética como un conjunto de reglas maso menos elásticas – allí radicaría su novedad – pero desuso colectivo. Varallanos ha sabido ir másallá de esa novedad técnica, masallá también de los artificios tipográficos al decir de Apollinaire tienen la ventaja de hacer nacer un lirismo visual que era desconocido antes de nuestra época, pero que por la ausencia de raigambre vital, agregamos nosotros, nunca ha tenido importancia. Más, si la técnica la formulamos como la manera personal de decir, José Varallanos la posee. Y ahí, está precisamente, el eje de su novedad. Otro aspecto digno de hacer resaltar en “Ciencia de la Paloma y Trébol” en su coherencia, su unidad, resulta consecuente del dominio por Varallanos de las facultades ya apuntadas al principio de este comentario. Se ve la misma mano experta conduciendo los hilos interiores de esta fina red de poemas. Nada discordante, nada inarmónico se entrelaza en su tejido ni ningún elemento extraño enturbia su ponderada claridad: Soy el hombre claro Que canta en madrugada Dice el mismo Varallanos, con mucha exactitud, pues su poesía tiene la diafanidad suave y la frescura de la amanecida. Solo de vez en cuando, muy raramente, estos poemas se amenizan o devienen en “nueva vulgaridad”. Pero esto es aislado y nada le restan a la inmejorable sensación de conjunto. Ahora esa intimidad tan conseguida y depurada, esa emoción tan sabiamente contenida y dirigida para dar el efecto preciso: Silba el viento colegial Yaraví de los días queridos. Y además, esa interpretación tan viva y apartada de las cosas, esa mirada tan penetrante para explorar lo que estas y el mundo, ocultan, que bien podría repetir este poeta, haciéndolo suyo, aquel verso de Arturo Rimbaud: Et je vuquelquefois es que I`homme e eruvoir. Para terminar, diremos que esta “Ciencia de la Ploma y Trébol” es, junto con aquella admirable “Vigilia por dentro” de Humberto Díaz casa – nueva, el mejor libro publicado en los últimos años a lo largo del litoral sudamericano del Pacifico, “Ateneo”. Órgano de la universidad De la concepción, chile. Año IX. Nov – Dic… 1932. Nº 94 – 94 Arturo TRONKOSO. “TENEMOS la cordialidad de este pequeño libro n donde queda el claror del circulo contentado en la aprehensión y logro del poema. Este mal diferir, impugnar, desdecir, acerca de evidente poesía. Es el canon, lo quieto. La está todo, pues, dicho. La temperatura, la subida del verso, el grandor de la estrella, el inefable seguimiento del otea la lentitud del gorrión nuevo, el apresuramiento del cielo fresquecito, la aparición de la mentolada niña, allí están. Podemos decir que jamás estuvo lejos en la intuición del freno y canon lirico y aquí va probándose, vindicándose. Hoy que es plena la técnica en la modalidad minuciosa del retorno clásico, el recibimiento de la novelería, todo, es además remarcar la franca actualidad de esta poesía y esta voz amiga que nos llegan a la “ciencia”, exactísima y vivida, fruiciosa y contenida, de la paloma y el trébol. Debemos decir que su método o ciencia, hace la condición del destino a la veraz e inmutable poesía. “Presente”. 2º semestre De 1931. Lima. José ALVARADO SANCHEZ. El gran poeta peruano que hace mucho nos deslumbrara con su “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”, libro de claras metáforas musicales y de hondos balbuceos nerudianos, nos envía ahora un libro de poesía depurada y sintética: “Ciencia de la Paloma y Trébol”. De la amplia exuberancia colorista y melódica de sus poemas andinos nos trae el autor, con este su nuevo libro frente a un lenguaje acordinado y blanco en que el sentido poético va muy adentro, en el esqueleto mismo de las construcciones vocales. Si dirá que las palabras no suenan ya sino más bien vibran tenuemente: He aquí bajo tu signo -plano, figura, sollozoSoy el hombre claro Que canta en madrugada, Flor que se despetala -forma, esencia vividaAy, mi pecho no sonoro. Ante tan brusca transformación cabe preguntarnos si nos encontramos frente a uno de esos casos inesperados en la modalidad de la creación artística que suelen raramente presentarse… porque no cabe duda el poeta nos entrega en este volumen una poesía de quinta esencia, “bidestilada” diríamos si pudiéramos aplicar al léxico un concepto químico. Solo encontramos una lejana similitud en esta poesía con la del periodoúltimo de Juan RamónJiménez, pero hay aquí mayor pureza en los colores de acuarelas, y una más suave música de cristales. Después de los “Boletines de Mar y Tierra”, de Jorge Carrera Andrade, el gran poeta ecuatoriano de las metáforas suaves y aprisionadas en pequeños estuches, es el libro de Varallanos sin duda, la nota más alta y más pura que de este año la lírica indoamericana. Cada poema encierra un esfuerzo de síntesis armoniosa y de autodepuración. Todo lo superfluo y circunstancial ha sido eliminado. Toda estridencia o excesiva resonancia, eliminada. Con este libro Varallanos se adelanta muy largo trecho en la evolución de la poesía creacionista y metafórica americana, que camina lentamente en busca de síntesis y comprensión. “Atenea”, Nov. 1931. Concepción, Chile. Juan MARIN. PEGADA a mi oído de musicalidad del verso clásico, con su claridad y su transparencia emocional, estos poemas de José Varallanos me saben a cosa inusitada y sorprendente. Imágenes e imágenes, sin continuidad de pensamiento, sin reminiscencias siquiera unas de otras, hay que haberse iniciado previamente en estos achaques de avanzada literaria, para decir a los demás la impresión que deja en nosotros la lectura de los poetas modernísimos. Ni comprensión deliberada, ni oído a los moldes artísticos de la obra ultima. Reconozco lo que han ganado todas las artes con los innovadores, desde la música, la pintura, la escultura hasta la poesía. En el verso han optado el adjetivo novedoso y preciso que antes no fuera usado, la nota del color, la imagen lejana que parece fuera de sitio para los profanos, pero que tiene el fuerte poder de sugerir. Pero de allí a reconocer como poesía autentica toda literatura escrita en renglones cortos con que se ha invadido el mundo, hay una distancia bien apreciable. “Atenea”. Concepción, Chile. Carlos PRENDES SALDIAS. ¡HOMBRE! ¡Hombre! Ud. También se voltea al consonante o asonante que los mugrones de un Góngora putrefacto nos eta retrayendo cuando había ganas de parir cosa propia, con acento de viento libre, pampero. A mi juicio, no, querido José: dejarse de cojudeces; oportunamente revele más instinto estético y mejor surrealismo. Usted tiene aliento de serranía vegetal, no de parque inglés. Hay siempre un kilómetro entre el pasto del invernadero al pacu-pacu picante y toxico. Vuélvase a su canto honde, sexual, atropellado, a su gran tañido, a su flauta andina, a su caracola de hombre de cordillera o de valle silencioso y místico; que eso, al menos es suyo, enteramente suyo, acorde con el salvajismo autentico de su poesía. Deje a los niños bien las frituras de hotel. Cuando le inviten a cenar en alguna capilla irreverente, póngase un coturno de lindas plumas salvajes y saque a relucir los runtos. ¿No le parece? Es deber de serranía. Puno, 19 de Setiembre de 1931 Gamaliel CHURATA. PRIMER CANCIONERO CHOLO Editorial Altura, Huancayo, 1937. ARGENTINA tiene al gaucho; Cuba al guajiro; Chile, al roto; Uruguay, al charrúa; Venezuela, al llanero. En el Perú tenemos al indio y al cholo. Al indio, denominador común de todas las latitudes andinas. Y al cholo que es nuestro, fruto de nuestro ambiente, de nuestros aires, de nuestra tierra, de nuestra sensualidad, de nuestras costumbres. La literatura americana ha perennizado, en páginas admirables, el recuerdo – presencia y lejanía – de esos hombres tipos. El gaucho, aunque haya muerto el año pasado, con segundo sombra, el último de ellos, vivirá siempre en el libro de Guiraldes. El guajiro obtuvo una apoteosis lirica en los juegos Florales realizados en la Habana, en 1928. El charrúa, el roto, el llanero son el acervo de una copiosa literatura, cuyas expresiones se multiplican en versos, cuentos y novelas. El indio, como tipo social y valor lirico, es el epicentro de una extensa producción. El cholo en cambio, desconocido literariamente, hasta hace algunos años, está recién incorporándose en el movimiento intelectual peruano. El poeta cholo José Varallanos ha emprendido esta lírica y afortunada reivindicación de su raza. Hace ocho años, en 1919, empezó a publicar en revistas nacionales y extranjeras un valioso aporte, magnifica iniciación del movimiento cholista peruano. “Mundial” publico sus “Mínimas canciones del amor cholo”. Este mismo año las revistas “Abecedario”, “Universidad” y “Amauta” entregaron al público sus versos: “Canción de la niña chola”, “Fuga, neo romance del cholo” y “Canción del bandolero verde”. En Venezuela y en el ecuador se reproducían, por esa misma época, en las revistas “Cultura Venezolana” y “Rieles”, los mejores versos de Varallanos. Con estos antecedentes, y previo un documento notarial que acusa un “Lio de cholos”, no olvidemos que el poeta también es abogado, con estudio abierto en Huancayo; Josu Varallanos acaba de publicar su “Primer Cancionero cholo”, reivindicando para si la auténtica paternidad del movimiento cholista en la literatura peruana. Varallanos ha encontrado al cholo en sí mismo como que él, según propia confesión, es uno de los másauténticos. En su romancero, atado de versos sencillos, hondos y luminosos, muéstrese al cholo en sus variados aspectos. El cholo es arriero, gendarme, bandolero, contrabandista. Siempre valiente, siempre hombre. Transita el arriero con sus recuas – supervivencias de una edad pretérita – mientras entretiene la extensión de camino con un entusiasmo de chichas y un recuerdo de bailes de cashuas, “como si el sol saliera en su pecho cada mañana”. Poncho dado al viento. Revolver recién cargado. Anisado en las damajuanas. Y las alforjas rojas llenas de “bollos dorados”. El cholo es también bandolero. Zigzaguea por “las quebradas que corta el puñal del rio”. Roba burros “aparejados, yuntas trasquilas, compras de siembras llenos de cestos, odres inflados con pisco”. Y roba también – si puede hacerlo – el camino de alguna chola “que ríe, canta y llora perlas blancas”. También es gendarme el cholo y “cuando ocho cornetas claras levantan la mañana” se va de ronda por campos y cabuyales. Pero el gendarme bravío no puede resistir las miradas de una chola que regatea sus favores. “Deserta el alma Pensando en la batalla Que perderé en la falda, En la falda de tu traje”. “Y si mañana me vaya Por orden superior, Volveré al día siguiente, De civil, por desertor” Completan el “Primer Cancionero Cholo” algunos “Yaravíes en tono mío”, dulce y suave expresión de los sentimientos cholos. José Varallanos ha puesto un nuevo hito de los Andes espirituales del Perú. Y el hito se ha hecho luz. Poesía chola – “La Crónica”. Lima, 11 de Mayo, 1937. Roberto MAC LEAN Y ESTENOS. (Viracocha) José Varallanos, literato destacado de los círculos intelectuales del Perú, ha reunido en este su libro una interesante suerte de poesías “cholas” como na contribución del resurgimiento “cholismo” que se viene produciendo del 30 a este parte y para desvirtuar a ciertas afirmaciones que dan paternidad del empeño inicial a otros literatos. Es un bellísimo conjunto de cosas nativas peruanas, de América mejor dicho, de todos los países americanos. Oyendo un cantar cholo nos parece escuchar los cantares gauchos de nuestro interior, los de Chile, los de las campiñas riograndenses: Tus manitas – hallazgo – Sus nidos de bondades; Tu casa cobija reposo, Allí hasta el agua, La pura contenta, Se duerme en la tinaja… Hay reminiscencias de las coplas castellanas en muchas de sus cantares: Eres manojo de dicha Que sale a pasear. Y no es menor la influencia gitana en muchos de los cantares cholos. Hasta la misma tristeza, el mismo pesimismo. Si hasta parécenos leer las estrofas de García Lorca, el malogrado poeta Hispano sacrificado al odio de bandos. El arroyo se desataba En aguas de ternura Y fresca pintura Er el paisaje Para verla pasar. Varallanos con este su “Primer cancionero Cholo” y los “Romances de los Cholos” que anuncia para breve, realiza una obra meritísimo en pro del nativismo bien entendido de nuestra América, achatada por el raro prurito de poetas y escritores de ir a buscar en cosas ajenas a la naturaleza nuestra, bravía y hermosa en todos sus aspectos y en las costumbres antañosas que aún perduran, la inspiración para sus cantares. “Vida Correntina”, AÑO 1, Nº 121 Corrientes, Argentina, 1937 CON el título de “Primer cancionero cholo”, acaba de imprimirse, en Huancayo, un cuaderno de versos del que el autor José Varallanos. Consta la entrega citada de treinta paginas útiles a través de las cuales se advierte mucho fondo poético y, de vez en cuando, grandes inexperiencias de expresión. Su creador gusta de mostrar un espíritu desordenado, tocándole decir el que ello sea su manera habitual, o modificarla. Porque mucho hay que esperar, ciertamente, de quien, pese al hechizo que ejerce en nuestros jóvenes aficionados a la poesía, cuanto exotismo estético o mera ocurrencia epatante viene el exterior, resulta, por indeclinable resolución, adalid de nuestra posible lírica. “El Comercio”, Lima, 2 de Mayo, 1937. José TORRES THE VIDAURRE. José Varallanos… acaba de entregar su “Primer cancionero cholo”. Posiblemente haya en estas canciones un ritmo antiguo, con música también antigua, en que el tema cholo aparece salpicando de un colorido extraño, por lo menos para nosotros. Los romances, aun teniendo en su medula contenido poético, son de tono menor, sin hallazgos que lo justifiquen después de aquellos poemas que conocimos en “Amauta”. Y decimos sin hallazgo, porque la poesía debe ser de continua búsqueda, de eterno castigo, de intensa y bien marcada línea superativa. García Lorca escribió en romance español… escribió dentro de los viejos moldes, por su material constructivo definió una posición de vanguardia… ubicándose entre la gracia juvenil y la seriedad clásica de los clásico. José Varallanos pudo hacer otra cosa como aquí podríamos hacer algo con lo nuestro, con lo indio, con lo criollo. Ojala José Varallanos nos entregue un nuevo libro de romances, como el presente… “Nautilius”, Junio, 1937. Valparaíso, Chile. Orlando CABRARA LEYVA. DE pocos años acá, asistimos al “nacimiento” de una poesía etnológicamente peruana, a la que ha dado en llamarse poesía cholista, y cholismo al impulso que lo anima. Como principal propulsor y realizador de esta poesía, cabe nombrar a José Varallanos, quien viene plasmándola, en tono de madurez, dejando ya esa poesía ultraísta que cultivara cuando se inició en el manejo del verso. La actitud de Varallanos, como la de los “poetas cholistas”, responde, en nuestro concepto, principalmente a loa radical y paisaje; vale decir, al yo subjetivo y al clima telúrico en que se desarrolla la vida psíquica-emotiva del hombre. De aquí que al “cholismo” Hay que buscarlo, en sondeo peruanista, en la manifestación que el poeta hace como ente creador y dentro del marco peculiar terrígeno de las comarcas y montañas andinas en que actúa; en una palabra, en la expresión del yo del poeta o artista y de su asimilación de la naturaleza inanimada y determinada por flora, fauna, etc., amén de las costumbres. Es que el “cholismo”, en poesía, no “representa un estado de inteligencia”, como sostiene Epstein; sino que es un nuevo estado de emotividad. El “cholismo” es “grito y voz de América con toda la fuerza que tienen”, al decir del escritor cubano Juan Marinello. Es “la vuelta a lo nuestro”, como lo declara el mismo Varallanos en las líneas que sirve de prólogo a su “cancionero”; es “el hallazgo del cholo en uno mismo”, como lo subraya. En una palabra, es dar las espaldas a la imitación europea; interpretado, líricamente, el sentir del cholo. Este es el gesto magistral del autor de “EL hombre del Ande que asesino su esperanza”… por eso “Primer Cancionero Cholo” ha sido recibido por la crítica más autorizada de América y Europa como una “poesías americana”. Para valora o, mejor, para apreciar esta poesía chola, es necesario conocer los pueblos de la sierra del centro del Perú en cuya área geográfica y ambiente se sitúa la poesía de Varallanos. Necesario es haberse embebido del fluido atrayente de sus pueblecillos, de sus paisajes y del calor emotivo de sus campos. Por eso llama la atención que ciertos “críticos” de la poesía chola y del libro de Varallanos en particular, olviden, verbigracia, el análisis y estudio de la flora y fauna revelado en “primer cancionero cholo”. La belleza limpia del ambiente andino, la resonancia contradictoria dentro del alma del cholo, está elaborando símbolos por la expresión del poeta; y estos rasgos son, por otra parte, la diferenciación nativista. En muchos conceptos, Varallanos es un poeta original y creador, y ya expresión poética, aunque en forma primitiva o del folklore o “folklirismo” como se llama, es la expresión de los Andes. Hay que reivindicar al cholo lírica y socialmente; sin tomar dicha palabra como un insulto, que es la aparición vulgar, sino algo que debemos sacar de nosotros mismos, ese espíritu que no se quiso ve, descubrir o aclarar. “Los Nuevos”. Nº 2. Lima. Octubre – Noviembre, 1938. Dionicio Rodolfo BERNAL. EN “primer cancionero cholo”, el poeta José Varallanos ha publicado su primer cuaderno de versos: el diario íntimo de los “cantares del amor”, de su “amor rural y poblano”. Es “Primicia y Navidad de Oro” de su adolescencia. La poesía de Varallanos está impregnada del espíritu de los antepasados Incas. Esta raíz ancestral, aflorada, no solo en las imágenes y sensibilidad artística, sino también en la expresión aglutinante y sintética. La poesía indígena de Varallanos, estaimpregnada de una aroma vegetal. Un halito de humildes flores silvestres aureola invisible el verso; se respira el aire embalsamado de los campos. La lista interminable de los yuyos medicinales sería bastante para colmar la alforja de un herbolario. Los paisajes rurales tienen na emotividad de lied, sobre todo cuando su expresión se refiere al hogar. Cuando se ve cercado por el dolor lóbrego de la vida, tiene el rápido escape de la fuga irónica. Los modismos y giros empleados, le dan un sabor netamente serrano. El poeta Varallanos es un precursor de la jornada reivindicadora del pueblo peruano, el exaltarlo en la literatura bajo el nombre genérico de cholo. Varallanos y con él muchos otros poetas, cuyos nombres figuran en las publicaciones de estos últimos tiempos, son los autores del “cholismo”. Pero al levantar al cholo, “sacramente como la custodia que lleva la hostia”, no han hecho otra cosa, que elevarse ellos mismos. Pues, en el Perú, todos somos cholos. Cholos peruanos. Huarmey, 1937. Ernesto REYNA. JOSE Varallanos es uno de los mejores poetas peruanos y del Continente. Su obra poética ha venido confirmando su merecido renombre a través de libros y revistas de América y España. En 1928 apareció su poemario “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”. En 1931 publico “Ciencia de la Paloma y Trébol”, un breve pero admirable libro de poemas, de una lírica tan depurada, tan sobria y simplificada, que merece ser citado entre los mejores especímenes de Antología de habla castellana. Ahora su “primer cancionero cholo” viene a acentuar una tendencia folklorista e indigenista que era en el visible desde hace algunos años. Varallanos es quien ha llevado el motivo del cholo a la poesía y literatura peruana. En este libro los motivos son ingenuos y sencillos; pues el alma del “cholo” es la que se vuelca en ellos. Igual cosa pasa con el molde; las formas poéticas son de las primitivas. Busca y encuentra un acento humilde para traducirlo; y con quien lo hace! “El Diario Austral”, Agosto 23, 1937. Concepción, Chile. “PRIMER cancionero cholo” es un libro para quedar. Esta infundido de una simplicidad tan honrada y tan tierna, que inmediatamente gana el ánimo con cordialidad de “ron cristalino para trasnochar”. Nunca he leído versos más desnudos de literatura que los suyos. Cada estrofa, en su desnudez, es transparente. Vive por si, luce por sí misma. ¡Y que pujanza de vida y con qué gracia de poesía! ¡Qué limpio y cristalino aparece su libro! Es sorprendente la riqueza de aciertos contenida en tan escasísimas páginas. Cada verso es fiesta y “víspera de fiesta”. En este regreso de la poesía a lo propio, a lo nuestro, están saliendo a cada paso precursores y los hay que, para no poder aparecer como falsos, evitan en su obra hasta la fecha de aparición del libro. Buenos Aires, Julio 3 de 1937. Luis CANE. TENGO leído y sombreada su “Cancionero Cholo”, que trae una nota fresca y novedosa a la poesía tiesa que se escribe hoy en América. ¡Qué bien esta eso, amigo, y con qué personalidad logra Ud. Mostrarnos al cholo de su tierra! Santiago de Chile. Junio, 1938. Carlos PRENDES SALDIAS. “PRIMER cancionero cholo”. Yo no conocía este aspecto de su poesía. Evidentemente, la sencillez es su elemento más valioso, sin contar sus múltiples aciertos folclóricas. También es notable la musicalidad que Ud. Obtiene sin servirse de la rima ni de ningún otro procedimiento retorico. Pura transparencia de vocabulario e ingrávida finura de canción. Tengo especial preferencia por las canciones de Gendarme, donde una imagen culta y original viene a sumarse a las otras excelencias de su poesía. El Havre, Febrero, 1938. Jorge CARRER ANDRADE. OTROS JUICIOS La lirica de José Varallanos baja de la punta central definiendo la psiquis del hombre del ande es la suya. Cholo autentico, Varallanos exalta la porción india de su alma. Su indigenismo es expresión profunda de su propia alma labrada por el espectáculo andino y vertida en el bello libro “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”. (Edit. Minerva, Lima, 1928). Dieciocho años tenía Varallanos al componer ese libro. Su voz de alba nos dio este documento lirico más cabal del andinismo del centro: “el hombre con las espaldas expuestas a todos los vientos, amasado de ruinas, sostenedor del cielo, solo y fuerte”. Varallanos ha visto el silencio emanado “musculoso y formidable”. Sintió la nostalgia de su aldea recordaba en la ciudad, donde sus sueños se alzan todavía con peso de montaña. Indianismo de lirica entrañable el de Varallanos, sin propaganda ni vuelos políticos, nos acerca a la intimidad siempre misteriosa del indio y nos obliga a amarla. Varallanos es hoy uno de los escritores más originales y cultos del Perú. Director dela revista “Altura”, autor de los libros de poemas como “ciencia de la paloma y trébol” y “primer cancionero cholo”, tiene una personalidad bien definida, sin desarraigos cobardes, aplicada a los elementos de arte que le brinda el Perú. Por eso a cultivado una modalidad peruana en la poesía, que él llama poesía chola y ha teorizado y polemizado como uno de los caminos posibles de la literatura nacional peruana. “Obras completas de Concha Meléndez”, T. 11. “Entrada en el Perú”. Concha MELENDEZ. “El romance cholo” .José Varallanos – que se aprecia gallardamente de ser el introductor e un género nuevo en poesía: el romance cholo, forma nueva de romance peruano –ha coleccionado ya en su “cancionero cholo” (Ediciones Altura, Huancayo, Perú, 1937). Antes había adelantado la misma nota en “Ciencia de la paloma y trébol” (Lima Impt. Hidalgo, 1931). Varallanos inicia la reivindicación de lo “cholo”, precisándole – y en sus romances lo logra – como una entidad racial y mental producto del mestizaje y distinta de los “indio”, que inspira otro aspecto de la poesía del Perú: el indigenismo, del cual también el propio Varallanos fue cultor excelente. En este romance está impresa la fácil recepción del paisaje y una sencilla e ingenua emoción, a la que singularmente se aproxima siempre el mestizo. “Panorama actual de la poesía peruana”. Estuardo NUÑEZ. LUIS Flabio Xammar (wuayno) ha encontrado su camino mejor en el arte cholo de cantar… y lo hace con gracia griega y mitad chola que parece pespunte de arpa de madera… ya antes José Varallanos, en “Primer cancionero cholo”, había puesto en tensión el alma de los villorios y la encrucijada de los caminos, al trasegar el amor y el odio de los cholos en octosílabos coloreados como llicllas… ha aprovechado para expresar tal emoción el andar de gran nobleza que tiene el romance español del siglo XVI. Romance cholo sin paradoja. “La literatura en 1937”. José JIMENEZ BORJA. DE los muchos hay selectos libros de versos publicados durante el año en curso, dos de ellos vienen signados con la gracia rural de la poesía: “Primer cancionero cholo” de José Varallanos… Varallanos empieza a jugar solamente con las manos y los ojos. Tornase impresionista... la poesía se hace pictórica, imaginista: creacionista. Mas. No se sale de la vida. En ella está la esencia de sus poesías que no habrán de desaparecer. De la vida toma también – diré mejor, del Universo - … el ritmo yla línea arquitectónica para sus sueños. Varallanos permanece fiel a su emoción cósmica. Nunca dejaremos de elogiar ese bellísimo romance – fragmento – en el que no solo la naturaleza estática sino sus elementos vivos, las cosas mismas alcanzan su más delicada plenitud: “Hay mi niña cholita, / alabada de mi cantar, /durazno, cielo, luna / venia sola, solita, / desde más allá del soñar. Todo el valle cantaba / en su derredor; / ronda de la tierra / para estrecharla de amor, / ¡quien la pudiera olvidar!”. Romances cholos y caballerescos. Versos íntimos. Joven y ya maestro del verso. Juego poético, emoción rural. Tropel de imágenes. “Entrada y gozo de la primavera”. “La Prensa”, Julio 25, 1937. Ricardo PEÑA BARRENECHEA. El indigenismo de índole revolucionaria surge también en la poesía, constituyendo toda una escuela en el Perú, la llamada expresionismo indigenista. El propio Cesar Vallejo abre el nuevo cause poético con la publicación de “Trilce”, obra que no encontró eco, como tendencia, hasta 1928, cuando apareció “El Hombre del Ande que asesino su esperanza”. En 1934 se publica “El Collao”, de Alejandro Peralta, intérprete de las aspiraciones del indio de la puna andina y campeón de los desheredados, a quien se le considera la resonancia más pura de la poesía indigenista. “Literatura, artes plásticas y música”. Medio siglo de vida intelectual, 1890 – 1940. Unión Panamericana. Washington. Un estudio sobre el sentimiento de la naturaleza en la poesía, se sustenta en el lugar común, y por tal irrebatible, de que toda expresión literaria está5 más o menos vinculada al paisaje que vive o vivió su creador… acaso el nuevo poeta, adentrándose en su propio paisaje, está contribuyendo a fijar y a definir algo que es la raíz del estilo de vida de su pueblo. Mientras los puristas superan el paisaje real y objetivo, los expresionistas lo aceptan cálidamente. Pero no se detienen en el paisaje sino en cuanto el habitante necesita de un ambiente circundante para lograr toda su plenitud humana. Por eso cabe afirmar que los expresionistas aprecian el paisaje a través del hombre, como un marco necesario, ponderable e inevitable. Para ellos no hay ni paisaje absoluto ni abolición de la naturaleza. Adoptan la posición intermediaria entre puristas e impresionistas. Dentro de esta línea de expresionismo regionalista hay, por supuesto, matices a cual más sugestivos. Con José Varallanos adquiere el paisaje más perfilada autonomía. Aunque no falta el elemento humano, porque su “Hombre del Ande” aparece siempre adentrado en su medio. Pero es autónomo en la medida que se desprende del localismo. Para el no hay regiones dentro del Ande, hay solo un Ande despojado de sus elementos accesorios y, concentrados esos otros elementos fundamentales, nos ofrece una visión mágica y eglógica de la serranía peruana. “El sentimiento de la naturaleza en la Moderna poesía del Perú”. “Revista Iberoamericana”. U. de California, 1940. Estuardo NUÑEZ. HUBO poetas que se instalaron en otras casas. Ya dijimos que había una calle de poesía peruanista. En esta línea el tema que primero domino. Desde 1926, fue el de la reivindicación del indio, que había comenzado con Gonzales Prada pero solamente ahora se formuló con un estilo colectivo. En general, este estilo era el de la vanguardia europea de postguerra. Ni que decir que los indios quedaban automáticamente excluidos de esta hermética literatura indianista. El mejor representante fue aquí Alejandro Peralta (1899), autor de “Ande” (1926) y “El kollao” (1934). Los indios aparecen como esculpidos por metáforas visuales; pero el poeta ve; además. La injusticia social. Otros poetas estridentemente indigenistas: Emilio Vásquez (1903) y Luis de Rodrigo (1904). Expresión del mestizaje fue la poesía “cholista” de Guillermo Mercado (1904), Nicanor de la Fuente (1904) y José Varallanos (1908)… esta exaltación del indio era una realidad falsa, limitada, vacía. Más posibilidades tuvo la del mestizo o cholo… la literatura cholista siguió al agotamiento de la indianista, más o menos por 1930 y su marbete no era ya el incoherente del vanguardismo europeo, sino más bien de las formas hispánicas tradicionales tocadas por el espíritu de vanguardia, como en España los romances de García Lorca…en suma, que la poesía peruanista centro en el mestizo, en el cholo, la originalidad nacional y prefirió las maneras tradicionales, a veces brillantes de imaginación, a veces en tonalidades deliberadamente apagadas (?). “Historia de la literatura hispano-americana Época contemporánea”. Enrique ANDERSON IMBERT. DURANTE el periodo de Leguía, es decir, entre 1919 y 1928, invadieron a Lima, en sucesivas oleadas más provincianos que nunca. Las oleadas pueden tener nombres propios. La primera fue la reformista… la segunda oleada es la revolucionaria que se precipita sobre Lima, hacia 1923, con motivo del Centenario de Ayacucho… en ella figuran Francis Xandoval… Alejandro Peralta, Emilio Armaza, de Puno; Adalberto y José Varallanos, de Huánuco; Dante Nava, de Moquegua; Víctor y Guillermo Guevara… Luis E. Valcárcel, de Cuzco. La poesía indigenista, es decir, aquella que… prescindiendo del atuendo declamatorio de los románticos, abordo el tema indio poniendo el acento en el aspecto social, la explotación, la rebeldía, el desamparo, y lo envolvió en chillones y breves ponchos de colores andinos, o sea surrealistas, tiene a sus más proclamados, representantes en Alejandro Peralta, Guillermo Mercado, Luis de Rodrigo, Emilio Armaza, Emilio Vásquez, Felipe Arias Larreta y José Varallanos… Varallanos, cholo de inspiración y raza, seguidor del inquietante ejemplar de su ausente hermano Adalberto, oscila entre un tono afirmativo de proclama; una queja acordinada y un rasgueo picaresco. Esta triple actitud lo hace por separado en cada uno de sus libros: “El Hombre del Ande que asesino su esperanza” (1928), “Ciencia de la paloma y trébol” (1931) y “Primer cancionero cholo” (Huancayo, 1931). Se agregan después “categoría de la angustia” (1939) y “Elegía en el mundo” (1940).luego produce discursos parlamentarios, escritas jurídicos y una monografía sobre Huánuco (1959), en el entretanto rindió pleitesía a la narración de con su libro bandoleros de su tierra. Pero es “Cholo y el Perú” (1960) su libro más serio y fecundo. Varallanos se inició a los 20 con su tumulto de versos pliegues ya vanguardistas, desaparecen bajo las galgas despeñadas de un verso caudaloso, en el que perdura aun la voz chocanesca. Luego súbitamente se recoge y ascendra en romances que traducen la influencia de “Romancero Gitano” de Federico, y de “Cantico” de Jorge Guillen. Enseguida se deja llevar por su textura provincial y luego por su propia inquietud. No llega a definir su poesía, pero ¿es acaso necesario definirla como un teorema? “La literatura peruana”. Derrotero para Una historia cultural del Perú. T.I, IV. Luis Alberto SANCHEZ. LIBROS DE VARALLANOS Versos EL HOMBRE DEL ANDE QUE ASESINO SU ESPERANZA. Imprt. Minerva. Lima, 1928. CIENCIA DE LA PALOMA Y TREBOL. Imprt. Hidalgo. Lima, 1929. PRIMER CANCIONERO CHOLO. Edt. Altura. Huancayo 1937. CATEGORIA DE LA ANGUSTIA. Edt. Tahuantinsuyo. Lima, 1939. ELEGIA EN EL MUNDO. Tip. Democracia, Huancayo, 1940. EL CAUDAL DE LOS AÑOS. Poesía y Verso. Ediciones Andimar. Talleres gráficos P. L. Villanueva, S. A. Lima, 1972. Prosa BANDOLEROS EN EL PERU. (Ensayos de sociología criminal). Edt. Altura. Lima, 1937. EL DERECHO INCA SEGÚN GUAMAN PORMA DE AYALA, (Con gravados). Imprt. Santa Rosa. Huancayo, 1943. EL DERECHO INDIANO A TRAVES DE NUEVA CRONICA Y SU INFLUENCIA EN LA VIDA SOCIAL PERUANA. (Tesis para el grado de Doctor en Derecho Público en la Universidad de San Marcos de Lima). Imprt. El Trabajo. Lima, 1949. LEGISLACION INDIANA REPUBLICANA. (Compilación de leyes sobre el indígena y sus comunidades). Imprt. C. I. C. Lima, 1947. HISTORIA DE HUANUCO. Introducción para el estudio de la vida social de una región del Perú. Desde la era prehistórica a nuestros días. (Con ilustraciones y mapas). Imprente López, Buenos Aires, 1959. EL CHOLO Y EL PERU. Introducción al estudio sociológico de un hombre y un pueblo mestizos y su destino cultural. (Con ilustraciones). Imprt. López. Buenos Aires, 1962.
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