1 DANZA MOVIMIENTO TERAPIA COMO ABORDAJE DE LA SALUD MENTAL COMUNITARIA Rattagan, Mercedes Segura, Dulcinea Vella, Graciela Disertación presentada en el marco del III Congreso Internacional de Danza Movimiento Terapia 14ºEncuentro Anual de la Asociación Argentina de Danzaterapia Publicado en Revista Kiné, abril 2015 La salud mental comunitaria plantea un paradigma diferente al modelo biomédico hegemónico en el campo de la salud mental. Dicha hegemonía es el resultado de históricas luchas de poder sobre quienes dominan las interpretaciones, significados y valores que orientan las conductas de los individuos. En el campo de la salud -y específicamente de la salud mentaldefine quién interpreta lo que es la salud, quién la debe tratar y de qué manera debiera hacerse. Desde la biomedicina se responde a las problemáticas del campo de la salud mental a partir de una concepción sintomática, reducida, fragmentaria, ahistórica y centrada en la enfermedad. Concepción donde el individuo queda objetalizado en un síntoma a ser silenciado. Este modelo desconoce que el sufrimiento es una construcción histórica siendo el cuerpo un efecto producido por la complejidad del medio y la historia singular. Donde los individuos se enferman y recuperan en el proceso de enfrentamiento con las dificultades que van surgiendo en su vida diaria, es decir, la posibilidad, la plasticidad y la capacidad para instaurar nuevas normas en situaciones adversas, tal como enfermarse y recuperarse. En este proceso, la medicina tradicional determina la trayectoria de los sujetos favoreciendo el dominio, la sumisión y el disciplinamiento de los cuerpos, constituyéndose un verdadero acto de alienación. En contraposición a este modelo, la Salud Mental Comunitaria se enfoca estratégicamente en los principales problemas de la comunidad, y en las condiciones que favorecen su aparición y sostenimiento. Desde esta perspectiva se concibe la participación comunitaria como herramienta privilegiada para la construcción en salud, como instrumento de cambio. Además, al promover la capacidad de organización y participación en la vida socio comunitaria de sus miembros, se favorece su empoderamiento, su desarrollo autónomo, y se potencian las capacidades individuales y las colectivas. Este enfoque parte de una concepción de salud integral e histórica, y la entiende como un proceso multideterminado por componentes culturales, biológicos, psicológicos y económicos. Así, rompe concepciones positivistas y 2 se aparta de la perspectiva del dualismo cartesiano, pensamientos favorecedores de miradas disociadas y fragmentadas contrarias a la vida misma. Sostenido en nuevas concepciones, plantea nuevas prácticas en el campo de la salud mental y genera una contra hegemonía en relación a la manera de entender, abordar y resolver los procesos de salud y enfermedad de la población. Al contemplar la salud como un proceso determinado por causas múltiples incorpora desde en su abordaje la Danza Movimiento Terapia (DMT). La experiencia de DMT se lleva adelante hace dos años incluida en un proceso terapéutico que se desarrolla hace años en una salita de Villa Caraza, Lanús, Provincia de Buenos Aires. Se trata de una comunidad destruida por políticas extractivas que dejaron a una gran población en situación de gran vulnerabilidad psicosocial, con muchas historias identificatorias complejas y fallidas. Se observan allí subjetividades arrasadas por la carencia económica, social, cultural y afectiva, en síntesis, por situaciones de desigualdad de oportunidades, injusticias e inequidades. Es una población que sufre el desmembramiento del tejido social y se ve imposibilitada de construir proyectos que contengan y hagan soportables las situaciones vitales. Aquí toda acción en salud debe ser desde una mirada abarcativa, compleja y comunitaria, debe contemplar la reconstrucción del tejido social y orientarse a promover la participación protagónica de la gente creando espacios de integración e inclusión. Frente a estas subjetividades devastadas por su traumática realidad, la palabra no alcanza como recurso para poder tramitar tanto sufrimiento y construir nuevos sentidos, ya que en ese momento, al decir de varios miembros de la comunidad, “no hay palabras para decir lo que les pasa”. Entonces es el cuerpo el espacio privilegiado para dar cuenta de su historia, para poner en movimiento las trazas que lo marcaron y lo atraparon. Mediante el encuentro con otros cuerpos, la música y el movimiento, se puede desplegar su vida a modo de mapa histórico y poner en juego sus miedos y prejuicios, la trama capilar de poderes que las sujetan y de los cuales no hay conciencia. Es en Villa Caraza donde, desde finales de la década del ’80, se empezó a llevar a cabo un proyecto de salud interdisciplinaria conocido como ATAMDOS1. Parte del equipo de psicólogas de Caraza comenzó a caminar el barrio y a proponer espacios de intercambio para los vecinos. Espacios 1 Los ATAMDOS fueron centros de Atención Ambulatoria y Domiciliaria que se implementaron en entre los años 1988 y 1989, en la provincia de Buenos Aires, bajo la conducción del entonces Ministro de Salud, Dr. Floreal Ferrara .Constituían el primer nivel de atención y se integraban al hospital de la zona. No se esperaba a que el paciente solicitara atención sino que el equipo médico se dirigía casa por casa. Esto significó profundos cambios profundos en la concepción sobre la atención médica que era brindada por equipos multidisciplinarios compuestos por un médico, una enfermera, un psicólogo, una trabajadora social, un bioquímico y por un odontólogo cada dos ATAMDOS. 3 confiables donde pudieran hablar de sus necesidades, sus problemas, reflexionar sobre ellos y reconstruir aquellos lazos rotos. Así “se pudo escuchar aquello que no se oía, cambiar golpes por palabras, apropiarse de su saber, convertir ruidos en información, darse cuenta que no estaban solos y que cada uno portaba su propia verdad y la verdad colectiva.”2 Se ve en la población de Villa Caraza la expresión de todas las fuentes del sufrimiento expresadas por Freud: el dolor de su cuerpo y el de una realidad externa que abate con furia y daña o hace desaparecer vínculos. El cuerpo es un lugar donde circula el poder, donde se impone. Es un lugar de presión y control social, donde se ejerce una biopolítica del poder mediante prácticas gubernamentales que regulan y racionalizan problemas diversos. Pero el cuerpo también es un lugar de resistencia frente a aquello que se impone. El primer contacto y conocimiento de la realidad es registrado por el cuerpo, libidinizado por los ‘otros’ significativos. Cuerpo reservorio de todas las vivencias. Espacio privilegiado para descapturar y poder nombrar aquello que deberá ser luego resignificado en un espacio con otros, testigos, paridores y constructores de una nueva oportunidad. La experiencia corporal excede a la expresión simbólica y todo aquello innombrable requiere de otras vías para poder ser simbolizado. Por eso, desde hace dos años, a partir de observar que la palabra a veces no alcanzaba para nombrar la experiencia traumática, se propuso reunir a pequeños grupos terapéuticos –todas mujeres- en un espacio común cada quince días para trabajar desde la danza movimiento terapia en una propuesta interdisciplinaria que abarcara el espacio de movimiento y el de la palabra a partir del trabajo conjunto de la Danza Movimiento Terapia y la Salud Mental Comunitaria. DANZA MOVIMIENTO COMUNITARIA ¿Cómo abordar el movimiento y la danza en estas mujeres cuya historia ha creado una especie de armadura corporal? Mujeres cuyos cuerpos parecen estar opacados y sus sensaciones y percepciones placenteras acalladas, suprimidas, soterradas, debido a situaciones de abuso, agresión y dominación. Y sin embargo, mujeres en cuya cartografía corporal también se observaba una profunda necesidad de moverse, aceptarse, quererse, cuidarse, compartir y disfrutar. Llegar a danzar, a expresar y comunicar corporalmente implicaba un recorrido diferente donde el aprendizaje era mutuo. 2 Rattagan, Mercedes. “Entre-tenernos. una experiencia en el conurbano bonaerense”. En Trabajando en y con grupos –Vínculos y herramientas Lucila Edelman y Diana Kordon Comp. (2011) 4 El juego fue el inicio. Despertar el cuerpo desde el movimiento social, desde el contacto corporal que surge de lo lúdico. En las primeras sesiones los patrones de movimiento eran limitados, repetitivos y estereotipados; el espacio que ocupaban en la sala era mínimo. Las mujeres se cansaban pronto y las propuestas eran apenas sostenidas. Los cuerpos parecían estar constituidos como reservorios cerrados y planos sin espacio para sentirse, desplegarse y vivirse en toda su potencia. Cuerpos cuya memoria parecía aplacada pero donde las marcas sociales, culturales, personales, sin embargo, eran visibles y observables desde las variables de movimiento. A medida que avanzábamos con los encuentros empezaron a surgir, desde lo corporal, problemáticas de vinculación que ellas tenían en la vida cotidiana. Esto desencadenó resistencias evidenciadas por ausencias repentinas a las sesiones. Ausencias luego repensadas entre todas y cuya reflexión era que se sentían mejor, que les hacía bien moverse, pero que les daba vergüenza su cuerpo, o ser miradas y ‘juzgadas’ por los otros. A partir de compartir lo que cada una sentía y pensar sobre ello, descubrían también que se estaban conociendo entre ellas desde otro lugar. Luego de dos años se empezó a observar en el grupo la ampliación de los patrones de movimiento, los espacios ganados en la sala, el desarrollo y de las consignas y el danzar sostenido en el tiempo. Ya no se cansaban tanto. También habían ganado en el contacto corporal, el confiar en el otro, abrirse y entregar su peso, su persona. Aceptarse, entregarse. Llegamos a reflexionar colectivamente sobre lo que ‘habla’ el cuerpo, las formas distintas de conocerse, de vincularse, de comunicarse. Ver que modificando patrones de movimiento se pueden modificar patrones de vinculación3. Que tomar las riendas del propio cuerpo significa tomar las riendas de la propia vida. Los síntomas que pesan en los individuos a modo de expresión histórica dan cuenta de un profundo y silenciado dolor, historias traumáticas de vida marcadas en su cuerpo. Cuerpos que a partir del otro se resignifican ellos mismos y encuentran nuevos sentidos, maneras de metabolizar su historia que facilitan salir de la trampa repetitiva y mortífera de la enfermedad, para dejar de ser un cuerpo dócil factible de ser utilizado por el poder. Que el poder esté en sus manos para salir de los mecanismos que lo desarticulan, lo deshumanizan, lo acallan y reprimen. “El dispositivo grupal favorece la transformación de la relación del sujeto con su historia. Es una envoltura porosa que separa y articula el espacio grupal y los espacios subjetivos singulares. Opera a modo de un ‘holding’ que contiene el gran desamparo histórico que padece esta comunidad y que se reaviva en los espacios grupales.”4 3 Entendiendo ‘patrón’ como un concepto amplio y flexible que nos permite pensar en comportamientos que no son rígidos ni estancos, sino más bien constituyen una cartografía singular y abierta a la transformación permanente. 4 Rattagan, Mercedes. (Op Cit.) 5
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