El Consejo Regional Indígena del Cauca-CRIC

El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC)
Momentos significativos de una insurrección
Efraín Jaramillo Jaramillo
Colectivo de Trabajo Jenzera
“La historia de los resguardos del Macizo colombiano
durante la Colonia y la República tiene mucho en común.
Su característica sobresaliente es la lucha centenaria
contra el colonizador blanco (español o criollo)
por la posesión de la tierra,
base del sustento del común de los indios.”
Juan Friede
El indio en la lucha por la tierra
Introducción
Los pueblos indígenas del Cauca han contado desde siempre con pautas organizativas y
estrategias políticas creadas para responder a sus urgencias y contingencias, que en la
mayoría de las veces lo son para hacer frente a sus adversarios. Esto lo evidencia su
complejo patrimonio cultural; destacamos aquí cultural en el contexto políticoorganizativo, pues si algo fundamental ha enseñado esta lucha de los indígenas es que la
cultura de los pueblos indígenas1 no ha estado al margen de los procesos políticos vividos
en el Cauca.
No es ingenioso entonces hablar de organización y de cultura en el contexto de las luchas
indígenas del Cauca, pero lo que importa destacar aquí son las transformaciones que esta
organización ha experimentado a lo largo de su historia en el afán de adaptarse a las
nuevas circunstancias políticas y a las exigencias de enfrentar cambiantes estrategias de
dominación y exclusión de sus antiguos y nuevos adversarios.
Fundación del CRIC
El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) es fundado el 24 de febrero de 1971 en
Toribío (Departamento del Cauca). Una adecuada generalización para situar el momento
1
Cultura aquí entendida en el sentido que le ha dado la antropología, es decir, como el conjunto de
procesos simbólicos y espirituales a través de los cuales se comprende, reproduce y transforma la
estructura social. Incluye, por lo tanto, todos los procesos de producción de sentido y significación y las
formas que se tiene de vivir, pensar y percibir la vida cotidiana.
1
de
fundación
de
esta
organización, con la cual los
indígenas dotaban de una
estructura política a sus luchas,
sería el punto en que la presión
sobre las tierras indígenas se
había vuelto inaguantable y
amenazante
para
su
sobrevivencia.
No es casual que los indígenas que
más apoyaron la creación del CRIC
fueran los más desposeídos:
aquellos indígenas sin tierra
(“terrajeros”) que tenían que trabajar gratuitamente para el patrón varios días al mes a
cambio de recibir en usufructo un pedazo de tierra que pertenecía a sus resguardos. Estos
terrajeros provenían de varias zonas indígenas del Cauca. Los más conocidos y combativos
eran los de El Credo, en el Municipio de Caloto, pero venían también terrajeros muy
“decididos” (a decir de Álvaro Tombé2) de San Fernando y el Gran Chimán, en el resguardo
de Guambía, y de Loma Gorda, en Jambaló.
Por lo tanto no era extraño que las principales reivindicaciones tuvieran que ver con la
posesión y el trabajo de la tierra: recuperación de las tierras de los resguardos y no pago
de terraje. Estos fueron dos de los puntos de la “plataforma de lucha” y marcarían las
movilizaciones de esta organización en los años siguientes.
Para avanzar en el logro de estas reivindicaciones primarias se emplearon fórmulas y
pautas de acción de otros sectores populares, pues sus demandas no diferían mucho de
aquellas de los campesinos excluidos de la tierra y de aquellas de sectores obreros que,
como los corteros y trabajadores de los ingenios de caña de azúcar, sufrían una exagerada
explotación de su mano de obra.
Debido a la poca comprensión que imperaba en el país sobre lo indígena, el lenguaje de
los dirigentes era prudente y, de algún modo, asimilado en relaciones externas con
sindicatos, iglesias, maestros, etc. Las alianzas se hacían con aquellos que les pudieran
permitir ganar algún espacio político y se llevaban a cabo sin muchos análisis de sus
ideologías y sus propósitos. Se trataba de crecer, de “unir hombros” (como decían los
comunicados de la época), de añadir amigos, de acumular un adecuado caudal de fuerzas
que les permitiera conquistar algunos espacios políticos. No se trataba de medir fuerzas
con sus enemigos sin tener cierta posibilidad de salir airosos de la contienda. Este
pragmatismo de los primeros impulsores y colaboradores de estas luchas del CRIC resultó
ser una estrategia certera para el fortalecimiento de esta organización.
2
Ex terrajero del pueblo guambiano. Ex presidente del CRIC.
2
La respuesta del estado y los terratenientes
a las primeras recuperaciones de tierra no
se hizo esperar. Ante el hecho de que las
autoridades públicas estaban aliadas con
los terratenientes y gamonales, estas luchas
indígenas por la tierra adquirieron el
carácter de insurrección y como tal fueron
reprimidas por el gobierno. Muchas fueron
las detenciones y también los muertos.
Todos los que han trabajado con los
pueblos indígenas saben de la tenacidad de
estas luchas pioneras, que se enfrentaron a un mundo de incomprensiones y mares de
indiferencia de la sociedad colombiana 3.
No era extraño tampoco que estos indígenas “insurrectos” se opusieran a sus autoridades
propias, los cabildos, pues estos no apoyaban sus acciones 4. Tampoco sorprendía que
refutaran la Ley 89 de 1890 porque ésta, en sus disposiciones generales, los catalogaba
como “salvajes” y a sus comunidades como “sociedades incipientes”.
Primeras reflexiones y aprendizajes
Si nos preguntaran cuál sería el inicio del pensamiento político del CRIC, su ‘punto cero’,
no vacilaríamos en afirmar que fueron los debates, las reflexiones e investigaciones que se
realizaron sobre tópicos como autoridad propia, identidad cultural, rasgos propios que
caracterizaban sus luchas y, por supuesto, la forma de construir una plataforma ética y
jurídica que sustentara la legitimidad y justeza de sus luchas, que evidenciara que las
acciones que llevaban a cabo estaban fundamentadas en la ley.
Frente a la actitud asumida por los cabildos de no respaldar las luchas por la tierra, las
reflexiones llevaron a concluir que no había que crear nuevas organizaciones, como
algunos dirigentes indígenas proponían, pero que tampoco debían vincularse a las
existentes organizaciones o sindicatos agrarios de defensa de los intereses campesinos 5 ni
“arrimarse” a las que conformaban los usuarios campesinos que venían invadiendo las
3
Habían pasado sólo cinco años de la más conocida masacre de indígenas Guahibos por colonos blancos en
Planas (Llanos orientales), que en primera instancia habían resultado libres en tanto argumentaron que ellos
habían sido educados y habían crecido en el convencimiento de que los indios no eran hombres
(“racionales”).
4
Rogelio Mestizo, antiguo terrajero de El Credo, comentaba que el gobernador de su cabildo los conminaba
a dejar la lucha “porque ellos (los cabildos) decían que era pecado quitarle la tierra al patrón” (entrevista
personal).
5
Federación Agraria Nacional–FANAL- o el Sindicato del Oriente Caucano, del cual era secretario el entonces
maestro guambiano Trino Morales, uno de los fundadores del CRIC
3
tierras de los terratenientes6. Por el contrario, concluyeron que los cabildos eran sus
autoridades legítimas, sólo que “estaban equivocadas y representaban en ese momento
los intereses de gamonales, de politiqueros, de terratenientes y de la iglesia” 7. De esta
reflexión surgió la directriz política de que, aunque era preferible marchar con los
cabildos, la lucha no daba espera y se debía seguir adelante aún en contra de estas
autoridades. De esta reflexión se derivó también la consigna de que había que recuperar
los cabildos apartándolos de estas influencias externas negativas con el fin de que
asumieran el papel histórico que les correspondía: respaldar, orientar y, aún más, ponerse
al frente de sus luchas.
En estas decisiones tomadas por estos pioneros de las luchas indígenas encontramos el
germen de la ‘autonomía’ política y organizativa que, años más tarde, se manifestaría de
forma más explícita para impedir que sus luchas fueran coartadas o subordinadas por
otros procesos políticos. Ya para esa época habían surgido dentro del movimiento popular
(fundamentalmente del campesino) varias organizaciones políticas que pretendían ser,
cada cual a su estilo, talante e ideología, la vanguardia exclusiva de los procesos
revolucionarios.
Frente a la Ley 89 de 1890, las reflexiones fueron similares. El hecho de ser considerados
salvajes les daba unos derechos sobre las tierras de sus resguardos 8. Estas tierras, según
esta ley, eran imprescriptibles, inalienables e inembargables, lo que proporcionaba el
fundamento legal para su recuperación. El mismo concepto de ‘recuperación’ surge del
hecho de que los indígenas, de acuerdo a la ley, no perdían el derecho de propiedad sobre
las tierras de sus resguardos, así estuvieran ocupadas por extraños los años que fueran.
No se estaba invadiendo propiedad ajena sino que se estaba recuperando lo que era
propio.
En los años posteriores esta ley se convirtió en la columna vertebral de las recuperaciones
de tierra, y fue de tal manera defendida por las organizaciones que hubo una
insubordinación indígena a nivel nacional cuando -en 1991- el gobierno de Julio César
Turbay Ayala intentó derogarla para restarle legalidad a las luchas por la tierra, que ya
para esa época se habían ampliado a otras zonas indígenas del país 9 .
Lo más destacado de estas primeras reflexiones es, a nuestro juicio, todo lo referente al
lenguaje utilizado por estos pioneros de la lucha por la tierra. En un principio se trataba,
como dijimos antes, de un lenguaje tomado de la sociedad circundante: de los
6
La Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, promovida por el gobierno reformista del
presidente liberal Carlos Lleras Restrepo. Esta organización campesina, que desató la lucha más grande por
la tierra que se ha dado en Colombia, influyó decisivamente en la lucha de los indígenas por la tierra.
7
Guillermo Tenorio, ex presidente del CRIC, en conversatorio con los Mayores del CRIC.
8
Esto porque mientras sean salvajes la legislación general de la República no regirá para ellos. Las
comunidades de indígenas reducidos ya a la vida civil tampoco se regirán por las leyes generales de la
República en asuntos de Resguardos. En tal virtud se expide la ley 89 de 1890 para protegerlos.
9
Es en el marco de esta “insubordinación” dirigida por los indígenas del Cauca que se crea la Coordinadora
Indígena Nacional en 1981 y, un año después, la Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC-.
4
campesinos, de los sindicatos agrarios, de los partidos políticos de izquierda y aún de
sectores progresistas de la iglesia. Así fueron tomando y adaptando estos discursos pero
también fueron haciendo alianzas (de forma intuitiva) con aquellos que podían brindarles
un apoyo político. En fin: estaban intentando labrar un destino promisorio para su
organización, y como para las luchas del momento lo más importante era crecer y
consolidarse, no buscaban entrar en “broncas” con “hipotéticos enemigos del futuro” ni
entrar a definir sus luchas con ideologías que pudieran fragmentar la unidad, aún frágil,
que iban conquistando.
Descubriendo lo propio
En la medida en que se desarrollaban sus luchas y se volvía urgente distinguirlas de las de
los otros sectores populares, empezaron también a surgir las primeras investigaciones en
materia de historia y política. Es de esta forma de proceder, actuando e investigando, que
comenzaron a emerger de la memoria colectiva los héroes de sus gestas emancipadoras:
La Cacica Gaitana, Juan Tama, Manuel Quintín Lame y un largo etcétera, los cuales, de
forma simbólica, se hacen presentes y acompañan sus luchas 10. Este proceso que aquí
arranca llevaría más tarde a que se reformara la estructura organizativa del CRIC: el
cambio de Comité Ejecutivo (estructura tomada de la organización campesina ANUC) a
Consejería indígena responde a esta profundización en lo propio, de acuerdo con los
análisis y debates que se venían realizando
en el CRIC.
Estos análisis coadyuvaron entonces al
fortalecimiento de una identidad particular
y a cualificar las ideas para orientar sus
luchas con un contenido más propio -si se
quiere, más cultural o, como diría un
antropólogo, más étnico-. Pero también el
lenguaje se vuelve más preciso en términos
políticos y se comienza a exigir que se les
devuelva “lo que histórica y justamente le
correspondía a las comunidades indígenas”.
10
“Una de las satisfacciones más grandes que he tenido es el descubrimiento de mi cultura. Fue como un
autodescubrimiento. Esto me permitió establecer un diálogo más productivo con las comunidades, ya que los
símbolos culturales que estaba descubriendo me ayudaron a establecer la comunicación…..Pues habían sido
muchos los talleres que se habían hecho con las comunidades sobre legislación indígena, sobre aspectos
organizativos, sobre control y autoridad interna, y aún sobre nuestras culturas, pero el resultado que se tenía
de todas estas reuniones era deficiente, pues muchos años de discursos no habían contribuido
sustancialmente a que las comunidades entendieran mejor su problemática, pero tampoco habían
contribuido al fortalecimiento de las organizaciones. Pareciera entonces que veníamos hablando con otros
símbolos y otros códigos lingüísticos que no le decían mucho a los indígenas, y no le servían tampoco para
analizar las nuevas realidades que vivían. Esto era muy fuerte en las regiones más tradicionales, como en la
mayoría de las zonas de Tierradentro.” (Inocencio Ramos, educador del CRIC, en comunicación personal).
5
Lo más significativo es que estas luchas y el lenguaje en que fueron expresadas calaron en
las comunidades indígenas del Cauca, aún en aquellas tan tradicionales como las de
Tierradentro, pero también en otras regiones del país. Algo muy importante también:
fueron comprendidas afuera y recibieron el reconocimiento de amplios sectores del
pueblo colombiano. Estas luchas pioneras sirvieron de talanquera a la pérdida de tierras y
abrieron espacios políticos para continuar avanzando en su recuperación.
Al vincularse la lucha por la tierra a una identidad propia emerge el concepto de
‘territorio’. Este concepto integrado indígena-territorio le da un nuevo vuelo a las
reivindicaciones indígenas otorgándole un contenido más cultural a sus luchas.
En síntesis: con estas primeras reflexiones, análisis y debates desarrollados por el CRIC, la
problemática indígena fue adquiriendo un tratamiento integral que rebasa por mucho lo
gremial, generando hacia el futuro nuevas perspectivas para la lucha de estos pueblos. Y
no dudamos al afirmar que sin este proceso educativo y formativo propio que inició el
CRIC, sin estos aprendizajes inaugurales de esta naciente organización, otro hubiera sido
el desarrollo de estas luchas en Colombia, y quizás hoy no estuviéramos hablando de que
han sido unas de las más exitosas en Latinoamérica.
Nuevos espacios, nuevas perspectivas
Abiertos estos primeros espacios políticos, la organización busca afianzar su rumbo. Se
intuye que del reforzamiento de la identidad como pueblo indígena va a depender el
crecimiento y cohesión organizativa de sus comunidades. Este es un nuevo contexto
histórico que demanda la intervención de un plan de formación integral de sus líderes, de
sus jóvenes, de sus niños.
Han quedado atrás los años de ‘la violencia’ -que recordaba Ángel María Yoinó11-, cuando
indígenas pertenecientes al partido conservador de los resguardos de la parte baja de
Tierradentro subían, azuzados por el clero, a matar indígenas liberales de los resguardos
de la parte alta de Tierradentro. De estos años aciagos lo había impactado la masacre del
resguardo de San José, donde perdieron la vida varios comuneros, entre ellos los
cabildantes. Pero había heridas abiertas que necesitaban cerrarse y para ello urgía, ante
todo, hacer aflorar el orgullo étnico, el entusiasmo de ser indígena y el gozo de expresarse
en su propia lengua.
Definitivamente se estaba viviendo una nueva fase. Ya no se trataba únicamente de
aclarar el pensamiento; ahora se trataba, también y principalmente, de evolucionar, de
11
Médico tradicional de ‘El Cabuyo’, resguardo de Vitoncó. Hijo del gran capitán Yoinó de Vitoncó, este
médico tradicional o The’ Wala, es uno de los líderes espirituales que más influyó en la necesidad de usar la
lengua propia, no sólo como vehículo de entendimiento sino por la solidaridad y confianza que genera entre
los indígenas usar un universo semántico propio. No es gratuito que todos los agentes colonizadores, curas y
misioneros de los pueblos indígenas hayan buscado desenvolverse en las lenguas nativas.
6
empujar cambios para frenar el proceso de extinción cultural. El acceso a la tierra por
medio de las recuperaciones había mejorado las condiciones de vida de los indígenas; los
había fortalecido y estaban en mejores condiciones de continuar sus luchas. Esa mejoría
les permitió ahondar en su problemática, tomando mayor conciencia de su situación como
oprimidos y excluidos.
Esa ‘lógica pragmática’, compartida por dirigentes y por colaboradores de las luchas
indígenas, estaba dando sus frutos. Justo a tiempo la organización indígena se había
desprendido de esa posición radical de la izquierda de entonces, que no veía con buenos
ojos un mejoramiento de las condiciones de vida del campesinado pues ello conduciría a
un “aburguesamiento” (término muy usado entonces) que retrasaba el cambio
revolucionario.
Para la organización indígena, por el contrario, se trataba de aprovechar esa mejoría para
restablecer la confianza en las organizaciones propias y en las formas de entender y
ejercer la autoridad para tomar el control de sus vidas después de muchos años de
haberse abandonado a lógicas externas en la gestión de sus intereses. Se trataba de
‘descolonizar’ la cultura y la política. El haber marchado, debatido y avanzado con la
izquierda fortaleció y cualificó a la organización indígena, pero más la capacitaron los
debates y reflexiones que condujeron a la ruptura con ella para no ser arrastrada por una
visión temeraria y aventurera que, a la postre, desmanteló al movimiento campesino,
sepultando así a la más grande movilización por la tierra que se ha dado en el país.
Este es el momento en que el CRIC formaliza el Proyecto de Educación Propia con el fin
de penetrar en las ‘entrañas’ de las
culturas indígenas, buscando los
cimientos de lo propio. La prolífica
elaboración de cartillas de esos años es
una muestra del interés despertado en
la organización por divulgar los
‘hallazgos’ y resultados de las
investigaciones: cuentos, leyendas,
mapas hablantes, historia de sus
levantamientos, resoluciones, etc.,
todas ellas dando cuenta de la
recuperación que se estaba haciendo no
sólo de la tierra sino también de la
historia, la cultura y la política.
Problemáticas más complejas y necesidad de conocimientos especializados
Los pueblos indígenas han realizado enormes esfuerzos por conciliar sus intereses con los
de la Nación colombiana. Como “vaquianos de la vida” que han sido, sabían que, desde su
condición de excluidos, era poco lo que podían recibir del Estado. De allí que sus
7
demandas fueran bastante sencillas, casi que vergonzosamente humildes. Juan Tama le
solicitaba al monarca español que le garantizara las tierras al pueblo nasa (Paez), pues
siendo un rey justo podía meter en cintura a sus vasallos y controlar sus fechorías en esta
parte del mundo. Manuel Quintín Lame le solicitaba al gobierno en Bogotá que controlara
los atropellos a sus hermanos indígenas que cometían los gobiernos locales, aliados con
los gamonales de la región. Existen cuantiosas cartas de estos líderes indígenas
exhortando al rey de España o al presidente de Colombia para que intervinieran a favor de
sus más “humildes servidores”, los indios.
Las reivindicaciones indígenas habían sido, entonces, bastante modestas: solicitaban del
gobierno que se les respetaran sus tierras, que se les reconociera su propiedad, que se le
prestara alguna ayuda en materia de educación y salud. En fin, querían ser tratados con
dignidad y solicitaban atención a sus problemas.
Con la fundación del CRIC y las luchas posteriores se dio un vuelco total a esta actitud. El
acercamiento humilde al Estado con el ánimo de arreglar diferencias se interrumpe y el
lenguaje se vuelve más perentorio y vehemente, exigiendo sus derechos. Desde entonces
la educación y formación de la gente tomó visos de resistencia, una actitud beligerante en
defensa de los derechos que hoy día se sigue cultivando y perfeccionando.
Ya a esas alturas de la confrontación con un Estado que no abandonaba su talante de
índole colonial, poco sentido tenía seguir solicitándole dádivas o pedir protección, y
mucho menos ahora que se estaba construyendo una fuerza movilizadora que había
obtenido grandes éxitos en materia de recuperación de tierras -en la cual habían muerto
muchos de sus mejores dirigentes y autoridades tradicionales-.
Ahora se trataba de controlar y asumir directa y autónomamente la conducción de su
organización y sus programas sociales (educación, salud, producción, etc.). Esto significaba
no sólo formar dirigentes, maestros, promotores de salud, sino también elaborar los
lineamientos generales para el funcionamiento de sus escuelas y definir los conceptos
centrales de un Sistema de Educación Indígena Propio, que en principio debía ser
autónomo, bilingüe y comunitario.
De la misma manera se había generado, como producto de la lucha por la tierra y las
investigaciones que se realizaban en el área de la educación, un discurso territorial que
definía una relación intrínseca de los indígenas con la tierra, las montañas, los páramos,
los ríos, las quebradas y lagunas: una relación espiritual y un sentido de pertenencia
sustentados en lo ecológico y fundamentadas con argumentos históricos y culturales.
Se estaba elaborando un discurso político indígena para continuar insistiendo, con acierto,
en una visión integral del mundo donde hombre y naturaleza comparten relaciones
existenciales, exigiéndose respetos mutuos. Los indígenas se percataban así de que el
territorio era para ellos un derecho humano fundamental.
8
Esto significaba que, en el mundo indígena, el desarrollo económico y social obedecía a
una sostenibilidad integral múltiple: económica, ambiental, social, cultural y política, con
el fin de que los proyectos económicos y sociales, o ‘planes de vida’, estuvieran orientados
a satisfacer las necesidades de la población indígena, no vulneraran los ecosistemas del
territorio, no generaran desigualdades sociales, no menoscabaran la cultura y no
afectaran la gobernabilidad propia, para que así todos pudieran disfrutar de las bondades
del territorio.
Por otro lado se comenzó a vivir una coyuntura propicia para avanzar políticamente, pues
la nueva Constitución Política de Colombia (1991) elevaba a rango constitucional los
principales derechos indígenas, que de ser decantados consecuentemente podrían llevar a
constituir en el país una nueva institucionalidad donde los indígenas pudieran, con
mecanismos de seguridad y protección del Estado, disfrutar plenamente de sus derechos
económicos, sociales y culturales.
Nuevos retos y profundización de la concepción educativa
Los pueblos indígenas, en su historia, han tenido especialistas en todos los órdenes de la
vida social. Han tenido guerreros, cazadores, curanderos, médicos tradicionales,
especialistas de lo sagrado, etc. De las capacidades de estos especialistas había dependido
la sobrevivencia de estos pueblos. Atrás señalábamos cómo se fue desarrollando un
proceso de formación propia para afrontar los retos que iban surgiendo. Ahora se entraba
en una nueva fase que involucraba a los indígenas en problemáticas cada vez más
complejas, que obligaban a conocimientos cada vez más amplios y elevados. Esa fase
requería nuevos especialistas en las áreas de la
educación, la economía, la historia, el derecho, la
política, la ecología, la comunicación, la
planificación y administración, la gestión y
gobernanza.
Este nuevo reto para los pueblos indígenas fue el
que condujo a la concepción de la universidad
indígena. Apreciaciones un tanto infladas, pero
no carentes de razón, hablan que del desarrollo
de esta formación superior va a depender el
rumbo que tomen los pueblos indígenas del
Cauca y definirá, en consecuencia, su futuro.
La interculturalidad
A primera vista parece paradójico que una organización que avanza y se consolida
mirando hacia adentro -enfatizando en “lo propio”- busque mirando “hacia afuera” -en el
entendimiento con otros sectores, en la interculturalidad- un nuevo enfoque para
continuar desarrollando su proyecto político. Para entender esto veamos las
9
particularidades y el contexto social y político de las reflexiones y debates al interior de la
organización indígena, gran parte de ellos no exentos de polémicas y desacuerdos.
A comienzos de los años 90 del siglo pasado, el gobierno colombiano planteó la necesidad
de una nueva Constitución Política para superar los problemas estructurales del país y
para cerrarle el paso a un escalamiento de los conflictos armados que amenazaban con
fragmentar la Nación. En julio de 1991 fue expedida la Nueva Constitución Política de
Colombia, producto de tres meses de trabajo de la Asamblea Nacional Constituyente. En
opinión de los entendidos en temas constitucionales, esta carta magna terminó siendo
una de las constituciones más adelantadas y progresistas de América Latina. Exguerrilleros y sectores progresistas del partido liberal, junto con tres indígenas y otras
fuerzas alternativas, ocuparon la mayoría de escaños en la Asamblea Nacional
Constituyente.
Paralelamente y preparándose para la celebración que el mundo hispánico haría del V
centenario del “descubrimiento de América”, las organizaciones indígenas, junto a un
grupo de amigos y colaboradores, desarrollaron la “Campaña de Autodescubrimiento de
Nuestra América”, dando con ello a entender que la riqueza que los españoles no
pudieron encontrar, el verdadero “dorado” que nunca pudieron descubrir, estaba en su
gente y sus culturas milenarias y en la asombrosa biodiversidad que encierran estos
territorios . En los debates que esta campaña desarrolló se llegó a la conclusión de que
entre más diversidad de pensamientos hubiera en un país, mucho más abundantes,
complejas y ricas serían sus posibilidades de creación cultural. Y que era esta presencia (¡y
reconocimiento!) de culturas diversas la que podía llegar a ser una barrera efectiva para la
intolerancia y un aporte sustancial para el proceso de paz en nuestro país.
Otra conclusión que se sacaba era que en la vida política se rechazaba, por incompatible
con un proyecto democrático de país, la existencia de sólo una visión política decidiendo
sobre el destino de una Nación puesto que esto era un caso límite, rayano a una
dictadura; y que entre más sujetos políticos hubiera en un Estado, más democrática y
pluralista sería su sociedad.
La conclusión más importante que se obtuvo de los debates fue que una Nación donde los
pueblos indígenas gozaran de los espacios necesarios para seguirse desarrollando
autónomamente era en esencia más rica y democrática que una Nación concebida con un
espíritu restrictivo, donde la cultura de los grupos dominantes fuese la ideal, la única y la
que merecía la promoción por parte del Estado.
La diversidad regional, étnica y cultural que defendieron los constituyentes indígenas ganó
un espacio en la Asamblea Nacional Constituyente pues mostraron con creces que
Colombia era una nación multiétnica y pluricultural. Con este reconocimiento no sólo se
estaba aceptando la realidad de la sociedad colombiana que es diversa, también se
sintonizaba el país con la ética universal y humanista de los derechos humanos y principios
que dan origen a las sociedades democráticas, donde la convivencia entre los pueblos se
torna necesaria para garantizar la paz.
10
Esta reflexión que hicieron los indígenas hizo escuela en otros pueblos étnico-territoriales.
Hoy tanto los afrocolombianos como los raizales de las islas de San Andrés, Providencia y
Santa Catalina reivindican la existencia de regiones diversas organizando su vida social,
económica y cultural teniendo en cuenta sus características geográficas, ecológicas,
históricas y culturales. Lo importante de estos planteamientos es que refutaron las
críticas provenientes del Estado sobre presuntas intenciones de segregación territorial y
sobre manifestaciones “irredentistas” de los indígenas.
Mostraron también que estas regiones podrían constituirse y desarrollarse sin afectar la
unidad de la Nación, pues lo que estos pueblos exigían eran unos márgenes adecuados de
autonomía en el control de sus territorios y en el ejercicio de una jurisdicción propia,
condiciones necesarias para su reproducción física y conservación de sus identidades.
Tampoco se trataba de un irredentismo pues no estaba dentro de sus perspectivas
políticas invadir territorios de otras poblaciones y subordinarlas a sus proyectos.
Rebatieron también los planteamientos de algunos partidos políticos de izquierda que
veían en esta postura indígena un aislamiento que debilitaba al movimiento popular,
señalando el derecho que tenían los pueblos indígenas a apersonarse de los asuntos
políticos de sus reivindicaciones para evitar así su estrangulamiento o distorsión por parte
de programas totalizadores, repetitivos y uniformes.
Lo que para los indígenas era
evidente era que este tipo de
nación multiétnica y pluricultural
con la cual nos identificáramos
todos los colombianos no estaba a
la vuelta de la esquina y que se
tendría que hacer un esfuerzo
solidario y mancomunado para
hacerla realidad, esfuerzo que en
principio debe ser democrático
puesto que sólo con la participación
de todos los grupos sociales se
puede crear el consenso necesario
para hacerla realidad. Lo que era más claro aún -y que se constataría más tarde- era que
el gobierno colombiano no se comprometería con este principio constitucional, mucho
menos con el de convertir en una política de estado la búsqueda de la convivencia
cultural; el estado conservaba así su talante colonial.
Búsqueda de la interculturalidad de los indígenas del Cauca
Los años 70 del siglo pasado fueron un periodo de grandes luchas por la tierra, pero fue
también el periodo en que los cabildos indígenas traspasaron las esferas de sus propios
linderos étnicos para conformar el CRIC. Esto produjo cambios muy significativos que
condujeron a la ampliación y renovación de liderazgos tradicionales. Estos liderazgos
11
buscaban nuevos horizontes para sus luchas; eran liderazgos receptivos a nuevas ideas
para darle a sus movilizaciones un marco más coherente y más acorde con la realidad que
vivían.
Por aquella época el término genérico de "indio" era rechazado por los indígenas, no sólo
porque era una categoría que denotaba desprecio sino porque amalgamaba sus
identidades particulares; ellos preferían llamarse paeces, guambianos, coconucos,
yanaconas, emberas, wayús, ingas, etc. Pero en esa continua búsqueda por juntar sus
fuerzas los indígenas se dan cuenta de que si el término "indio" era sinónimo de opresión
y explotación que menoscababa su identidad y dignidad, también podría ser transmutado
en lo contrario, en un sinónimo de solidaridad y unión para la búsqueda de su liberación.
De esa forma se trasciende el marco particular de luchas y resistencias aisladas de los
indígenas y se logra conformar una identidad étnica más amplia y con mejores
perspectivas de éxito. Este proceso -que tuvo lugar en el Cauca- aportó sustancialmente a
la consolidación de su organización, el CRIC. Este mismo proceso se ampliaría años
después a gran parte del país, convirtiendo a la Organización Nacional Indígena de
Colombia, ONIC, en la organización nacional más representativa de los indígenas de
Colombia.
Este es uno de los avances políticos más significativos de los indígenas. Este paso lo han
dado muchos pueblos indígenas. El hecho de que actualmente haya organizaciones
indígenas en Colombia que se mantengan al margen de este proceso, ya sea porque han
sido subordinadas por grupos armados, catequizadas por iglesias, cooptadas por el Estado,
cautivadas con recursos por algunas ONG o porque consideren conveniente no hacer
parte de este proceso de hermanamiento y ampliación de identidad étnica, no resta
importancia y validez a esta causa y a este logro político.
Pero ha sido en el Cauca donde este proceso ha continuado evolucionando, trascendiendo
lo estrictamente étnico; un desarrollo definido por la noción de "Organización Social
Popular". Esta idea de aumentar un caudal político, asociando sus reivindicaciones con las
del resto de sectores excluidos del poder, siempre estuvo presente en los análisis del
contexto regional y nacional, y en los razonamientos organizativos y reflexiones políticas
del CRIC.
Aunque los indígenas del CRIC se percataron de que el empleo del término "indio" o
“indígena” fue un avance histórico porque había amalgamado sus identidades particulares
-creando así un horizonte político organizativo regional-, también avizoraron que la
característica de “lo indígena” era una limitante para el progreso de sus luchas, pues en
ese momento era urgente acrecentar el caudal organizativo y político rebasando fronteras
étnicas y uniéndose con otros sectores con el fin de tener más incidencia y capacidad de
intervención en las políticas regionales y nacionales para que las decisiones que se
tomaran favorecieran a sus comunidades.
Y, en realidad, la dinámica de las luchas populares en el Cauca conducía -en la práctica- a
12
que a las luchas indígenas se unieran
campesinos, afrocolombianos, obreros,
desempleados, pobladores de los barrios
marginales y otros menesterosos, los
excluidos de siempre. Este proceso fue
madurando y creando las condiciones
para que en este departamento fuera
creciendo un movimiento social, el
Bloque Social Alternativo, que llevó a un
hijo de antiguos terrajeros indígenas
guambianos a la gobernación de ese
departamento.
Los indígenas del Cauca mantienen viva esta perspectiva organizativa amplia no sólo
porque le ha dado un gran protagonismo a su movimiento social, proyectando al CRIC
como una de las organizaciones sociales más sólidas y dinámicas del país, sino porque ha
permitido avanzar hacia la comprensión de una nación multiétnica y pluricultural.
Con esta perspectiva, los indígenas continúan alentando la construcción de una nueva
institucionalidad para Colombia que incorpore de forma orgánica la extraordinaria riqueza
de múltiples expresiones de cultura indígena y negra y de proposiciones espirituales e
ideológicas que se han venido originando en nuestro país. Los indígenas eperara
siapidaara de la costa pacífica tienen una particular forma de expresar este
pensamiento.12
Los pueblos indígenas del Cauca andaban entonces, parodiando al pueblo eperara,
“pensando en grande”, y es en esta perspectiva que fundan su propia universidad: la
Universidad Autónoma Indígena e Intercultural (UAIIN). Esta institución educativa, al
definirse como intercultural, se coloca a tono con el avance organizativo y honra a esta
visión de nueva nación que se busca construir. La interculturalidad es, a nuestro juicio,
uno de los temas más relevantes y dinámicos del CRIC, a cuya cabal comprensión la
universidad le viene dedicando sus esfuerzos. Cobra mayor importancia ahora que en
Colombia -después de 8 años de un gobierno autoritario que desinstitucionalizó al paíspareciera que estuvieran indefinidamente aplazadas las posibilidades de seguir
madurando la idea de construir una nación democrática y pluricultural.
12
Según la cosmovisión eperara siapidaara, el pensamiento se manifiesta de tres maneras:
1. K’inisia kasia (pensamiento negativo), que encarna las fuerzas que llevan al desorden, a la disolución, a la
nada y a la destrucción: el odio, la envidia, la insolidaridad, la desunión, la violencia.
2. En el lado opuesto esta K’inisia pia (pensamiento positivo), que es la fuerza que mantiene con vida y le da
luz a la comunidad: el amor, el respeto a la vida, la unión, la colaboración, la solidaridad, la reciprocidad.
3. Por encima de estos opuestos, existe otro pensamiento: K’inisia waibua (pensamiento grande), que es el
que lleva a la fusión de todas las fuerzas y energías de una comunidad, de un pueblo, para lograr propósitos
comunes, aún más allá de sus fronteras étnicas: defensa del territorio, defensa de la vida, respeto a todas las
formas de vida, respeto a otras culturas.
13
Es precisamente ahora cuando se requiere mantener un perfil de formación política que
persista, con aún más ahínco, con más pedagogía y cercanía a las organizaciones y
comunidades, en los caminos de la democracia.
“Las luchas de ayer…”13 que trascendieron las montañas del Cauca
Frente al sistema oligárquico, que prácticamente sin interrupción domina a nuestro país
desde la conquista española, los pueblos indígenas han mantenido una tradición de
resistencia y de lucha.
Los pueblos indígenas que ocupaban estos territorios resistieron con valor a los invasores
europeos. Dirigidos por sus aguerridos caciques vendieron cara su derrota y, aunque
finalmente tuvieron que inclinarse frente a la superioridad del armamento español,
rechazaron todo tipo de sometimiento y conservaron durante muchos años espacios de
libertad.
Posteriormente la rebeldía indígena se siguió manifestando con vigor tanto por su propia
causa como en unidad con los demás oprimidos. Los indígenas estuvieron al lado de José
Antonio Galán en el Levantamiento de los Comuneros, en momentos en que en Perú el
indio Tupac Amaru se convertía en el símbolo de la lucha continental. Igualmente, los
paeces acompañaron a Bolívar en las guerras de independencia, a través de sus propias
unidades militares.
En la primera mitad del siglo pasado un hijo de terrajeros paeces, Manuel Quintín Lame,
encabezó un vasto levantamiento indígena, especialmente en los departamentos del
Cauca y Tolima. Uniendo fuerzas con los campesinos del Tequendama y del Sumapaz y con
los obreros a cuyo frente estaba Ignacio Torres Giraldo, alcanzaron a conformar un
caudaloso movimiento popular. En ese entonces las luchas indígenas habían recibido tal
reconocimiento que las fuerzas populares decidieron nombrar a un indígena pijao,
Eutiquio Timoté, como su candidato a la presidencia de la República.
A comienzos de los años 70 del siglo pasado, los indígenas -del Cauca primero y después
en otras regiones del país- juntaron sus hombros con los campesinos de la ANUC en la más
grande lucha por la tierra que se ha dado en Colombia.
El actual movimiento indígena caucano logró enfrentar con éxito a algunos sectores
terratenientes y ha desarrollado importantes experiencias de autogestión en producción,
educación y salud. También vienen poniendo en práctica su propia jurisdicción y
ampliando el radio de control social interno. Su concepto de autonomía, partiendo de la
autoridad de los Cabildos, es de gran importancia y es la base para la emergencia de un
movimiento indígena nacional.
13
Titulo tomado de una de las cartillas de formación política del CRIC
14
Características fundamentales de los pueblos
indígenas
El actual movimiento indígena caucano surge,
como anotábamos antes, a comienzos de los
años 70 del pasado siglo, al calor de las luchas
campesinas, cuya columna vertebral fue -y
sigue siendo hoy- la recuperación de sus
tierras y defensa de sus territorios.
No obstante, existen características propias
que hacen que desde un comienzo se busquen
formas organizativas diferentes, aún mucho
antes de que se presentaran contradicciones
con el movimiento campesino de ese
entonces, la ANUC.
Una de las características más importantes es
la existencia de autoridades propias, los
Cabildos, al interior de las comunidades
indígenas. Los Cabildos son instituciones
creadas por los españoles para que
funcionaran como estructuras de control de
las comunidades. No obstante, con el paso del
tiempo, los cabildos han sido apropiados por
las comunidades indígenas, que han visto en
ellos una garantía de cohesión y autonomía.
Es verdad que en el momento de surgir la etapa actual de movilización el funcionamiento
de los Cabildos estaba bastante desvirtuado, y entidades externas a los indígenas -como la
Iglesia, los políticos, los alcaldes e inspectores de policía- en gran parte los manejaban.
Pero también existían las condiciones para el fortalecimiento y la revitalización de estas
formas de gobierno propio, lo que en efecto se ha venido haciendo. Hoy en día los
Cabildos constituyen la red organizativa fundamental del movimiento indígena, aún en
regiones como los Llanos Orientales, el Pacífico y la selva amazónica, donde nunca antes
existieron.
Paralela a los cabildos, otra característica de los indígenas es la existencia de los
Resguardos, o sea de territorios reconocidos por la ley como propiedad colectiva de las
comunidades indígenas. En la lucha por la tierra los indígenas hablan siempre de
recuperación, o sea de volver a tener algo que es propio, reconocido inclusive por la
misma ley. Claro que el movimiento indígena no se apegó estrictamente a una
justificación legal y formal, y son bastantes los resguardos que se han creado en las
décadas pasadas como fruto de la misma lucha indígena.
15
Comprendiendo lo de los cabildos y los resguardos, pero también varios otros aspectos
propios, existe una Legislación Indígena que ha sido ampliamente reivindicada por el
movimiento indígena, especialmente la ley 89 de 1890. No deja de ser irónico que un
movimiento que nace y se consolida básicamente al margen del sistema reclame
insistentemente el cumplimiento de la ley, con frecuencia frente al mismo Gobierno.
Durante varios años el Gobierno presentó propuestas para modificar la legislación
existente, pero fueron los mismos indígenas organizados, con la solidaridad de otras
personas y entidades nacionales e internacionales, los que impidieron esa modificación.
Finalmente, son las características culturales el signo distintivo más obvio del movimiento
indígena. Algunos grupos mantienen muy fuerte la conciencia de pueblos indígenas, con
sus propias cosmovisiones, historias y tradiciones, con territorios claramente delimitados,
con sus propias formas de autoridad y organización social. Otros han sufrido fuertes
procesos de aculturación, pero hasta cierto punto el mismo avance del movimiento ha
hecho renacer el orgullo por la propia identidad y está produciendo procesos de
recuperación cultural o “reindianización” en muchos pueblos.
No podemos olvidar, al mencionar las características de los pueblos indígenas, aquellas
prácticas de reciprocidad y solidaridad que existen al interior de las comunidades y que
en épocas difíciles han contribuido sustancialmente a su sobrevivencia como pueblos, y
que han jugado también un papel importante en la formación y consolidación de sus
organizaciones y de su movimiento social. Estamos hablando de la Minga, el Cambio de
mano, el Convite, el Unuma y otras prácticas de trabajo comunitario de la Selva, los llanos
Orientales y el Pacífico.
A nivel ideológico ha sido definitiva la influencia de los Payés, Mamos, Jaibanás, Curacas,
etc. -es decir, de los chamanes o médicos tradicionales-, en la movilización de los pueblos
indígenas. Estos líderes espirituales son requeridos por las comunidades indígenas tanto
para enfrentar la represión14 como para contrarrestar los efectos de sistemas políticos
adversos. Hoy día los programas de salud que impulsan algunas de las organizaciones
regionales buscan integrar a estos médicos tradicionales a los procesos organizativos.
La consolidación del Movimiento Indígena caucano
La descripción anterior de las particularidades de los pueblos indígenas podría llevar a la
conclusión de que los avances y consolidación del Movimiento Indígena se deben a
características intrínsecas y por lo tanto inaplicables al resto del movimiento popular. Los
indígenas no lo creen así y quisiéramos por eso poner en relieve algunas diferencias en el
estilo de trabajo, principalmente en relación con el movimiento campesino.
14
En la “Comisión de búsqueda” del líder indígena embera katio, Kimy Pernía, fueron estos líderes
espirituales los que encabezaron esta movilización hacia Tierralta, ciudad donde fue secuestrado.
16
La ANUC y el Movimiento Indígena
caucano tuvieron, como ya lo anotamos
arriba, un desarrollo conjunto más o
menos hasta mediados de la década de
los 70 del siglo pasado. Después la ANUC
entra en una etapa de progresiva
desintegración,
mientras
que
el
Movimiento
Indígena
tiende
a
consolidarse.
Intentaremos algunas comparaciones
entre el trabajo de la ANUC y el del CRIC,
la organización más representativa del
actual Movimiento Indígena colombiano.
Consideramos que la presencia de algunas organizaciones revolucionarias fue un factor
decisivo en la evolución de la ANUC. Inicialmente estas organizaciones jugaron un papel
positivo al sacar a los usuarios campesinos de la orientación reformista del gobierno y
permitir la dinamización de sus luchas y la formación política de sus dirigentes dentro de
una opción claramente revolucionaria.
Sin embargo, después estas mismas organizaciones contribuyeron en la destrucción de lo
que habían ayudado a construir. Al pretender que unas comunidades campesinas de
incipiente organización y conciencia se convirtieran en un medio para su asalto al poder,
lo que lograron realmente fue desmontar la base reivindicativa de un movimiento social
con grandes perspectivas.
Pero fue sobre todo el “canibalismo” político entre las propias organizaciones lo que causó
un daño enorme. Los enfrentamientos sectarios entre sus orientadores acabaron de
desmoralizar a las bases campesinas, hasta que la ANUC terminó reducida a pequeños
grupos de activistas más preocupados por sus recelos mutuos que por su enfrentamiento
con su principal enemigo, los terratenientes.
Las mismas organizaciones que despedazaron a la ANUC intentaron también tomarse al
CRIC, y fueron varios años de una difícil lucha los que permitieron mantener la autonomía
de esta organización indígena.
El Movimiento Indígena ha tenido desde sus comienzos una orientación independiente
que, si bien ha posibilitado inscribir las luchas indígenas dentro del movimiento popular,
no las ha subordinado a ninguno de los proyectos particulares de quienes han querido ser
la vanguardia exclusiva de procesos revolucionarios.
Esto ha permitido al Movimiento Indígena avanzar paso a paso, conservando todas las
dimensiones locales y regionales de la lucha, partiendo de lo reivindicativo para
aprehender poco a poco lo político. La estrategia fundamental ha sido la progresiva
17
construcción de un poder propio, desplazando del control económico de sus territorios y
del poder político de sus comunidades a gamonales, terratenientes, intermediarios,
extractores de recursos, aventureros, etc. -controles y poderes que tradicionalmente
habían predominado en las zonas indígenas-, logrando hoy en día un considerable cambio
en la correlación de fuerzas a favor de los indígenas.
Relacionado con lo anterior está la diferencia de enfoque en cuanto a la formación de
dirigentes. Mientras que las organizaciones revolucionarias que orientaban a la ANUC
hacían énfasis en la enseñanza del marxismo y en la comprensión de las contradicciones
del movimiento revolucionario internacional, el movimiento indígena ha tratado
primordialmente de que sus dirigentes manejen bien los problemas locales y regionales,
avanzando progresivamente en la comprensión de sus luchas más amplias y en las
relaciones con otras organizaciones populares.
Otro punto de diferencia que podríamos anotar es el manejo de las relaciones con el
estado. La ANUC, en su época de auge y con una correlación de fuerzas favorable, hizo
gala de inmadurez al plantear posiciones maximalistas que impidieron consolidar algunas
de sus conquistas mediante una negociación adecuada. Después, cuando ya estaba en
plena desbandada, resolvió volverse "más sensata" y terminó en una burda subordinación
a la política estatal.
El Movimiento Indígena, a pesar de la aguda represión sufrida, ha tratado de sostener en
todo momento la negociación con el Estado en favor de los intereses indígenas,
inicialmente en una posición de debilidad que lo obligó a aceptar, por ejemplo, el manejo
por el entonces INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) de las tierras
recuperadas, lo cual causó numerosos perjuicios. Pero, a medida que la correlación de
fuerzas cambiaba a su favor y se fortalecía su organización, las políticas propias iban
tomando un peso determinante y hoy día se han logrado canalizar diversos programas a
favor de las comunidades sin tener que ceder soberanía en sus decisiones.
Por último, nunca se sobreestimó la capacidad de movilización de los pueblos indígenas y
desde siempre se ha trabajado con un perfil bajo, sin tratar de enfrentar problemas sobre
los cuales no se tienen buenos conocimientos ni, sobre todo, la certeza de tener buenas
posibilidades de éxito en el momento de enfrentarlos. En este contexto fue fundamental cosa que le trajo al movimiento indígena conflictos con antropólogos, investigadores y
otros académicos de las ciencias sociales- que el movimiento indígena y sus dirigentes no
trataran de convertir a sus pueblos y organizaciones en “sujetos” de reivindicaciones que
no se hubieran planteado, abusos que hoy pululan en nuestros países americanos. La
forma pragmática que tienen las comunidades de ver las cosas ha impuesto también a sus
dirigentes un estilo de trabajo que impide la demagogia. Afortunadamente para los
pueblos indígenas, se está lejos de entender el accionar de muchas organizaciones
políticas con planteamientos radicales.
Proyecto alternativo
18
El Movimiento Indígena caucano se sitúa -en su gran mayoría- en un campo de
confrontación con el actual sistema y por lo tanto está del mismo lado de todas las
organizaciones sociales y políticas que luchan por cambios sociales, económicos y políticos
en nuestro país.
Al mismo tiempo, al interior de este campo popular los indígenas defienden un proyecto
con características propias que es compartido por otros sectores pero que se diferencia
diametralmente de las posiciones y la práctica de buena parte de la izquierda tradicional
de Colombia.
Este movimiento indígena se inscribe dentro de un proceso democrático, participativo y
pluralista que parte ante todo de las organizaciones locales, zonales y regionales, y tiene
por estrategia fundamental ir construyendo desde allí un polo alternativo de poder junto
con los otros sectores sociales que sufren las mismas condiciones de miseria y opresión.
Este proyecto democrático considera que todas las organizaciones populares tienen
experiencias y aportes importantes para un proceso de cambios sociales. Estima
igualmente que deben existir relaciones de solidaridad y respeto mutuo entre las
organizaciones, y que la dirección misma del proceso es algo que el movimiento popular
debe ir conformando, cosa que no es la función exclusiva de determinada vanguardia.
El movimiento indígena ha rechazado
especialmente
los
procedimientos
verticales y autoritarios de ciertas
organizaciones
revolucionarias
que
pretenden que los movimientos sociales
sean meras correas de transmisión de sus
posiciones y consignas, lo que termina
siempre castrando el aporte popular.
Es muy diciente el hecho de que la
autonomía sea una de las banderas más
arraigadas del movimiento indígena, y que
aún las organizaciones indígenas regionales
o locales menos desarrolladas la defiendan
celosamente. Pero la autonomía no es algo
que los indígenas reclaman únicamente
para ellos: consideran que es un elemento
que deberían compartir las demás
organizaciones populares para que los
procesos de cambio social se nutran de sus
diferentes aportes.
Creemos que la propuesta de un
movimiento democrático y participativo
19
viene ganando terreno dentro del campo popular, como lo podemos comprobar en los
últimos sucesos en nuestro país y en las declaraciones de otros movimientos sociales. No
se trata de subvalorar con ello el aporte de las organizaciones revolucionarias, sino de
buscar que actúen democráticamente y sumen sus fuerzas al conjunto de las luchas
populares.
La Nación democrática se construye con solidaridad o no será.
Los ideólogos del sistema político que rige a la actual Colombia manejan la idea de que en
la diversidad cultural y regional se encuentra un obstáculo para la independencia y
desarrollo del pueblo colombiano. Los indígenas, por su parte, vienen afirmando que esta
diversidad es una de las más valiosas características de la Nación Colombiana, y que es en
esta diversidad donde debemos encontrar las bases para la constitución de una nueva
humanidad, una nueva sociedad, que lejos de dividirse internamente por sus diversas
regiones, etnias y culturas, se funda para superar los estados de opresión, explotación y
exclusión que existe en nuestro país.
Para participar en la construcción de ésta nación democrática que han anhelado los
pueblos indígenas fue que el movimiento indígena se presentó a elecciones para la
Asamblea Nacional Constituyente en 1991. Afortunadamente los indígenas y muchas
personas respondieron a este llamado y hoy día, producto del trabajo de tres
Constituyentes Indígenas, se tienen unos derechos constitucionales que, de ser
decantados consecuentemente, llevarían a realizar los postulados por los cuales los
pueblos indígenas han luchado varios siglos. Estos logros son el producto de sus luchas,
que despiertan cada vez más simpatías en el pueblo colombiano, pero también se deben a
dos hechos coyunturales que sólo queremos mencionar:
Por un lado se estaban haciendo los preparativos para celebrar los 500 años de la llegada
de los europeos a tierras americanas, y los delegados a la Asamblea Constituyente no
quisieron “cargar con la lápida” de haberse opuesto a una renovación de los
ordenamientos legales en favor de los indígenas de acuerdo a las recomendaciones de
muchas entidades nacionales e internacionales que trabajan en el campo de los Derechos
Humanos y de los derechos de los pueblos indígenas de todo el mundo.
El otro hecho es que hoy día vemos cómo se desploman regímenes centralistas y
autoritarios a la vez que surgen aspiraciones étnicas que se creían desterradas para
siempre. Esta tendencia que observamos a nivel mundial ha recibido el reconocimiento
general del derecho a la autonomía de los pueblos indígenas. Creemos entonces que la
Asamblea Constituyente no se quiso quedar a la zaga de esta tendencia mundial.
Hoy día, después de 180 años de vida republicana, los indígenas colombianos plantean de
nuevo, entonces, la posibilidad de que se establezca una convivencia multiétnica y
pluricultural, solidaria con la construcción de un proyecto nacional autónomo.
20
Los indígenas, como también los afrocolombianos, los isleños de San Andrés o “raizales” y
otras minorías étnicas y culturales del país, están convencidos de que la idea de Nación no
es incompatible con la existencia de regiones diversas organizando su vida social,
económica y cultural de acuerdo a sus características y particularidades geográficas y
ecológicas, y la existencia de grupos étnicos que poseen especificidades muy propias a las
cuales no están dispuestos a renunciar. Si eso es así a nivel teórico también es viable a
nivel político, pues en Colombia los indígenas nunca han planteado la segregación de la
Nación colombiana; sólo han exigido unos márgenes adecuados de autonomía en el
control de sus territorios y en el ejercicio de una jurisdicción indígena, condiciones
necesarias para su reproducción física y conservación de sus identidades.
Para construir ese tipo de Nación con la cual nos identifiquemos todos necesitamos, no
obstante, hacer uso de la democracia, pues sólo con ella y la participación de todos los
grupos sociales que vivimos en Colombia podemos crear el consenso necesario para
hacerla realidad.
El movimiento Indígena consideró, en los años siguientes a la expedición de la nueva Carta
Política de 1991, que se estaba viviendo un momento coyuntural importante para sus
pueblos pues se presentaba la posibilidad de reglamentar a favor de los pueblos
indígenas y otros grupos étnicos la nueva Constitución. Se consideraba que era el
momento más propicio para que la sociedad nacional conciliara sus diferencias con sus
grupos étnicos. Hoy en día sabemos que esto fue un sueño que ha sido aplazado. No
obstante, el movimiento indígena mantiene viva la esperanza de que en un tiempo futuro
los colombianos podamos hacer uso de nuestra imaginación y, lo más importante, que
abandonemos la idea de la nación monoétnica que cataloga a las otras culturas como
"rezagos del pasado" y a sus portadores y defensores como "apóstoles del regreso". No
han jugado limpio aquellos que en defensa de sus feudos políticos acusan a los indígenas
de estar esgrimiendo aspiraciones de autonomía étnica para frenar las luchas populares,
dicen los unos, o para socavar la unidad nacional, dicen los otros. Así difícilmente los
colombianos lograremos la paz.
El movimiento indígena considera que la Nación no es un paraíso perdido. Piensa más bien
que se trata de un horizonte por conquistar y que en esa gran empresa debemos apelar a
la solidaridad y al concurso de todos los colombianos
Esta es la vía, según los puntos de vista del movimiento indígena, y a eso le vienen
apostando los pueblos indígenas para alcanzar esa anhelada paz que necesitamos los
colombianos.
Desarrollo de estrategias propias de resistencia
Cuando hablamos de la desinstitucionalización de Colombia (como una de las
características de la crisis que vive el país) también nos estamos refiriendo a la laxitud del
21
Estado Colombiano, su postración ante los grandes intereses económicos y a la situación
de ingobernabilidad en la que había caído y que ha alimentado no sólo las luchas armadas
de la insurgencia guerrillera contra el Estado y todo tipo de violencias contra el patrimonio
de todos los colombianos, sino que le había abierto las puertas a proyectos paramilitares
para defender intereses económicos legales e ilegales que existen en el país. El objetivo es
“vaciar” de población aquellas regiones donde se tienen previstos proyectos económicos
de gran rentabilidad, o impedir el ascenso de movimientos populares que, como en el
Cauca y en otras regiones del país, venían cuestionando el poder político de las oligarquías
y denunciando el clientelismo y la corrupción.
Queremos volver sobre este punto, pues es importante para entender el contexto político
de las decisiones y estrategias de los pueblos indígenas del Cauca para seguir existiendo
como pueblos y continuar defendiendo, recuperando o fortaleciendo la autonomía que
han ganado.
La guerra que actualmente se
libra en Colombia tiene
también como escenario los
territorios indígenas, y la tarea
fundamental que se han puesto
los indígenas ahora (las luchas
de siempre) es la de conservar
la autonomía en sus territorios
en medio del conflicto armado.
Para ello el movimiento
indígena viene desarrollando
algunas
estrategias.
Mencionamos
las
más
importantes:
En la esfera de la economía busca en sus territorios el control y direccionamiento de todas
las actividades económicas, pues estas deben responder a los principios de sostenibilidad
ambiental (no pueden existir en sus territorios proyectos económicos que destruyan la
naturaleza), sostenibilidad social (en sus territorios debe existir una distribución equitativa
de los beneficios) y sostenibilidad económica (que los proyectos económicos en sus
territorios sean eficientes al largo plazo y respondan al “tocar tierra” a las necesidades
reales de las comunidades).
En la esfera de la cultura busca fortalecer sus instituciones espirituales y culturales para
que no se siga deteriorando la identidad que existe entre un pueblo indígena y su
territorio. También busca orientar los procesos educativos para que las futuras
generaciones de indígenas crezcan respetando y amando a sus territorios. Por último, se
viene insistiendo en que los pueblos recurran a su espiritualidad y a sus experiencias
históricas para ejercitar la resistencia y arraigarse en sus territorios.
22
En la esfera de lo político-organizativo busca el fortalecimiento de sus autoridades y el
desarrollo de jurisdicciones propias como medio para dirimir los conflictos y tensiones
internas de las comunidades y como vía para ordenar y orientar el cambio social y las
relaciones interétnicas. Igualmente propende por alcanzar un adecuado nivel de
organización que les permita una interlocución directa con el Estado para concertar
políticas educativas, de salud y en materia de atención a la problemática de derechos
humanos que viven los pueblos indígenas. Busca igualmente mantener, después de
algunos años de aislamiento, su cercanía con el proceso de construcción de un Bloque
Social Popular que, como polo alternativo de poder, logre un margen de expresión propia
que pueda incidir en el proceso de Paz y evite así que ella se construya a espaldas de los
indígenas.
Evidentemente en estas estrategias se encuentran gérmenes de un proyecto político
propio que difiere sustancialmente con el proyecto económico y político del Estado
Colombiano. Veamos sólo un par de situaciones:
Al propender por proyectos económicos sin viabilidad ambiental, de dudosa eficiencia
económica (no generan procesos de desarrollo a largo plazo, sino que buscan ganancias
inmediatas) y cuyos beneficios no se distribuyen socialmente, el estado está entregando a
intereses económicos egoístas el patrimonio económico y natural de los colombianos y
permitiendo la destrucción de los territorios indígenas, base fundamental para la
reproducción biológica y cultural de estos pueblos.15
A pesar de toda la retórica de los discursos oficiales, el Estado no ha mostrado su voluntad
para revisar el proyecto de Nación excluyente que tenemos ni se ha identificado con los
derechos territoriales de los pueblos indígenas en la nueva Constitución Política. Los
indígenas no están pidiendo cosas imposibles en materia de territorial. Exigen un margen
aceptable de autonomía que les permita conservar sus territorios y mantener el control
sobre ellos. Es plenamente viable concebir una Nación donde los indígenas gocen de estas
autonomías territoriales sin que esto conduzca a una desintegración de la Nación
colombiana. Por el contrario, da la impresión de que es el Estado el que quisiera una
balcanización del país al promover una Nación monoétnica y excluyente.
Pero estas estrategias del movimiento indígena también chocan con el proyecto de otros
movimientos políticos y de la insurgencia guerrillera. Miremos:
Los indígenas vienen planteando dentro del movimiento popular una nueva
institucionalidad en las relaciones entre los sectores sociales y en la forma de concebir y
desarrollar el campo de la política. Esta nueva institucionalidad debe tener como base la
diversificación de la vida, los intereses y las experiencias de lucha de todos los sectores
que componen el campo popular. Esta nueva institucionalidad también la vienen pidiendo
15
Con la expedición del nuevo Código de Minas, el trámite que le está dando a la Ley Orgánica de
Ordenamiento Territorial y el desconocimiento del derecho que tienen los indígenas a ser consultados sobre
actos legislativos y proyectos económicos que atenten contra sus intereses, el Estado está creando las bases
legales para la expropiación y expoliación de los territorios indígenas.
23
otros sectores sociales, aquellos que tradicionalmente han sido desconocidos y excluidos
por los dogmatismos, fundamentalismos, vanguardismos y sectarismos: campesinos sin
tierra, indígenas, desempleados crónicos, afrocolombianos, ecologistas, movimientos
culturales, mujeres, cristianos que están por el pluralismo y que ya no creen que el
Evangelio es la única verdad, sectores intelectuales comprometidos con la democracia y el
cambio social; en fin, colombianos del común, hastiados de que todos los días surjan
nuevas “vanguardias”, armadas o no, que pretenden decidir sobre el futuro y la vida de
los colombianos, perpetuando la violencia en el país.
El pensamiento e ideología de la izquierda tradicional colombiana y de la insurgencia
guerrillera ha adolecido de una falta de sensibilidad para abordar los temas actuales de
nuestro tiempo como la problemática étnica, la diversidad cultural, la cuestión de género,
la biodiversidad, etc. Se piensa que estos son problemas secundarios que le restan
importancia a los objetivos centrales de la lucha y dividen al campo popular. Cuando
escuchamos el calificativo de “contradicciones secundarias” para referirse a estos
problemas actuales nos da la impresión de que se están refiriendo a problemas que tienen
“sectores sociales de segunda clase”. Lo más inconveniente es que a la falta de
sensibilidad sobre estos problemas se les junta la soberbia. Muchos de los reclamos que
los pueblos indígenas le han hecho a estos movimientos han tenido que ver con esta falta
de sensibilidad y derroche de arrogancia. En muchos de estos proyectos no caben las
propuestas indígenas, que plantean la necesidad de abrir un espacio a la diversidad de
culturas, pensamientos e ideas políticas y organizativas, precisamente en una sociedad
multiétnica y pluricultural como la colombiana. Naturalmente que este pensamiento de
los indígenas se encuentra en una permanente tensión con concepciones centralistas y
autoritarias del ejercicio de la política, y se vuelven conflictivas e inaguantables cuando
este ejercicio se realiza con un fusil en las manos.
Mientras en México Emiliano Zapata y sus huestes indígenas recorrían el país luchando
por tierra y libertad, los “revolucionarios” colombianos -en armas desde hace 50 añosrecorren el país conquistando con las armas áreas estratégicas para la guerra, instaurando
controles a la población, haciendo reclutamientos forzados, desconociendo los gobiernos
de los pueblos indígenas, controlando los recursos y economías de las comunidades y
estableciendo un dominio y control cruel y asfixiante sobre territorios y poblaciones para
proteger actividades económicas ilegales que les permitan mantenerse en la guerra. O, lo
que es peor y que viene ocurriendo últimamente, satanizando como paramilitarismo la
inconformidad con estas prácticas, llegando a asesinar a líderes históricos del CRIC como
Cristóbal Secue Tombe o a nuevos y brillantes líderes como Rodolfo Maya Aricape.
24