D av i d Z e t l a n d Pro l o go p o r C a rl o s M a r i o G óm e z Vi v i r c o n la escasez de agua la edición digital en español de... ¡Felicitaciones! Ahora eres dueño de la versión PDF gratuita de mi libro. Tenga en cuenta que este PDF. . . te permite copiar y pegar o imprimir; tiene un formato diferente a la edición de bolsillo; y se puede compartir con los demas. Si te gusta el libro, por favor . . . agrega un comentario [aquí] y/o en redes sociales; comenta con tus amigos, estudiantes, y todo a quien le interese; y comparte la siguiente cuenta gratuita en el sitio http://livingwithwaterscarcity.com/es. ¡Gracias! David PS: Por favor [envía] tus comentarios o recomendaciones (ojala en inglés, ya que el autor entiende poco el español). Si encuentras errores en la trascripción no dudes en enviar tus correcciones. En Vivir con la escasez de agua, Zetland retoma con mas detalle y claridad las lecciones aprendidas en End of Abundance. Más corto, ingenioso y más persuasivo, lo he leído de principio a fin de una sola vez, fascinado por su claridad de ideas y agudo enfoque para ayudarnos a vivir con la escasez de agua. Alberto Garrido, Associate Professor Agricultural Economics, Polytechnic University of Madrid Deputy Director of the Water Observatory Una perspectiva económica para los temas de agua que integra la realidad de tener muy poco agua para satisfacer las demandas de las ciudades, la agricultura y el medio ambiente en el siglo XXI, que además pone sobre la mesa medidas económicas de sentido común que pueden dar lugar a un futuro mejor. Mi cita favorita de este ameno texto de Zetland es “Tenemos que tener paciencia con los gestores del agua, los reguladores y los políticos que aprendieron su oficio en tiempos de abundancia.” David Carle, Author Introduction to Water in California, Traveling the 38th Parallel: A Water Line around the World, and Water and the California Dream ¿Los cortes de agua son inevitables cuando hay sequías? Hay que leer este libro para aprender la engañosamente simple respuesta: no. Zetland desarrolla un análisis claro y preciso de la escasez de agua y las soluciones posibles a la misma. Vivir con la escasez de agua engancha y es apto para un público amplio y diverso. Les dará a los lectores las herramientas básicas para resolver los retos complejos del agua que plantea el mundo de hoy y del futuro. Lo recomiendo encarecidamente. Dustin Garrick, Philomathia Chair of Water Policy McMaster University En pocas palabras, el doctor Zetland ofrece soluciones económicas a los problemas del agua en un mundo en que la sobrepoblación y la falta de gestión han causado grandes daños a la naturaleza y al medio ambiente. La economía, al igual que las tecnologías modernas, debe una disculpa a la ecología. A través de una lectura crítica, este libro puede provocar un cambio en un clima económico en el que la escasez de agua es abundante y el dinero, normalmente, fluye como el agua, por el desagüe. Michael van der Valk, Hydrologist and Scientific Secretary Netherlands National Committee IHP-HWRP (UNESCO & WMO) Vivir con la escasez de agua pone de manifiesto el mensaje del autor — con el que en la mayor parte coincide — de forma efectiva, clara y contundente. El problema del agua puede parecer simple — solo hay que asegurarse de abastecer a todo el que la necesite. Pero el problema es complejo y tiene múltiples dimensiones. Este libro toca casi todas estas dimensiones de forma satisfactoria, de forma que es accesible a los lectores que quieran entrara en detalle en sus argumentos. La gente del agua debe estar agradecida. Yoav Kislev, Professor Emeritus Agricultural Economics and Management The Hebrew University of Jerusalem ¿Por qué hay tantos gobiernos que subvencionan el uso del agua y pagan a la gente para que no la use? El mensaje de Zetland es convincente y poderoso. Si te preocupa la escasez de agua, presta atención a la economía de los usos del agua. Mike Young, Chair in Water and Environmental Policy University of Adelaide La escasez de agua es quizás un problema más urgente que el calentamiento global. Este es un libro excelente que informa rápidamente de la forma en que puede la sociedad gestionar la escasez de agua como conjunto, frente a una gestión sin trabas para individuos y firmas privadas. Rick van der Ploeg, Professor of Economics University of Oxford Research Director (OxCarre) Vivir con la escasez de agua (edición digital en español) David Zetland Traducción de Rafael Seiz con la asistencia de Macarena Dagnino, Dolores Rey y Ignacio Urrutia Prologo por Carlos Mario Gomez Aguanomics Press Amsterdam ∼ Mission Viejo 2015 Copyright © 2015 David Zetland. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro debe reproducirse sin el permiso del Autor a excepción de las citas de menos de 200 palabras con mención al mismo. Diseño de portada por Nic Newton (www.nicnewton.com). Ilustraciones de Allison Choppick (www.allisonchoppick.carbonmade.com). Foto de portada por David Zetland. Foto del autor por Hugh Zetland. Preparado para impression en Baskervald ADF con LATEX el 11 de mayo de 2015. Edición digital en español 1.1 (ISBN-13: 978-0692445624), traducido de la versión en inglés (ISBN-13: 978-0615932187) publicada en 2014. Índice general Prologo El aumento de la escasez Agua para la comunidad antes que para la economía I 1 2 3 4 5 II 6 7 8 9 10 VII 1 Agua para mí o para ti Los precios y los mercados concilian valores distintos del agua El agua como commodity Gestiona el agua de acuerdo con su uso El agua del grifo Las ayudas disminuyen la fiabilidad y aumentan el despilfarro El agua con fines de lucro Los negocios bien gestionades añaden valor Agua reciclada Hay que limpiar el agua sucia — y puede ser vendida Alimentos y agua Los mercados de agua hacen posible producir más con menos 8 16 31 39 50 Agua para nosotros Compromiso y transparencia son buenos para la sociedad Agua para la comunidad Los ciudadanos deben pedir cuentas a sus líderes Un derecho humano al agua La gente pobre necesita más opciones y dinero que derechos Tuberías, canales y presas Las infraestructuras perduran, con lo que cuidado quien las paga Guerras del agua Hay que actuar localmente para ayudar a los ciudadanos Caudales ecológicos Los ecosistemas sanos nos mantienen felices y vivos Del epílogo al prólogo Algunas palabras de agradecimiento vi 66 75 84 94 99 107 108 Prologo Quizá algún lector desprevenido se esté preguntando qué puede encontrar en las páginas de Vivir con la escasez de agua. Es posible que se esté preguntando si este libro contiene una apelación más a cambiar sus hábitos junto con una serie de consejos para ahorrar agua, o tal vez un catálogo de tecnologías ingeniosas para reutilizar agua, capturar la niebla y desalar el agua de mar o, tratándose de un libro escrito por un economista, lo que contenga sea alguna solución definitiva para resolver los problemas, como por ejemplo, corregir de una vez por todas los precios del agua y dejar que el mercado se encargue del resto. Espero que no se sienta defraudado por la respuesta: en este libro no hay consejos y mucho menos soluciones milagrosas. Si ese fuera el objetivo, este libro no nos estaría ofreciendo nada que no tengamos en abundancia. Este es un libro sobre la escasez del agua, pero sobre todo sobre la escasez de pensamiento crítico sobre los problemas y las soluciones a los problemas del agua. Emulando a Einstein podríamos decir que el primer paso para cambiar el curso de las cosas consiste en no seguir insistiendo en las mismas soluciones que han fracasado en el pasado. En ese orden de cosas, David Zetland en Vivir con la escasez de agua, apuesta decididamente romper con los viejos moldes. Y que mejor forma de hacerlo que recuperando los problemas del agua para el debate ciudadano. El libro vuelve a plantear los temas del agua como lo que son: problemas importantes de elección colectiva y no asuntos técnicos que se discuten entre expertos y se decantan en los despachos oficiales, y privados, lejos del debate público. Todo aquel que decida explorar por primera vez el mundo del agua no tardará en descubrir que nuestro pasado, presente y futuro están íntimamente ligados al modo en que utilizamos y conservamos este recurso esencial. En efecto, disponer de una cantidad mínima de agua es esencial para cada uno de nosotros. Pero también lo es para producir vii viii alimentos, para generar la energía con la que funciona cualquier actividad económica y para la fabricación de casi todo lo que consideramos indispensable. Además de todo eso, el agua es un componente esencial de los ríos, los bosques, las laderas de las montañas, el suelo y de todos los ecosistemas que — amén de soportar la biodiversidad, mantener el paisaje, purificar el aire y prestarnos otros valiosos servicios-, nos deben garantizar un flujo constante de agua para la preservación de la vida, de nuestra economía y de la propia civilización. La historia de la humanidad es en cierto modo la de nuestra relación con el agua. Hoy como antaño, el acceso al agua potable y a elementales servicios de saneamiento, es una condición básica para una vida digna y es la llave que abre a los más pobres la primera ventana de oportunidad para superar la pobreza, la exclusión social y al progreso material. Sin acceso al agua, ayer y hoy, resulta imposible superar situaciones seculares de pobreza y estancamiento. Pero la solución de estos problemas originales es solo el primer paso hacia objetivos más ambiciosos de progreso en los que el agua ha de jugar un papel fundamental a medida que crecen las ciudades, aumenta la productividad de la agricultura y crecen en cantidad y calidad las demandas de agua, energía y alimentos. Todo esto es bien conocido y las inversiones en agua se consideran tradicionalmente un elemento facilitador y una condición del progreso económico y social. No es de extrañar entonces que las cuestiones del agua hayan ocupado siempre un lugar central en las discusiones y en las estrategias de desarrollo económico. Pero la solución a los desafíos del agua no depende sólo de nuestra capacidad para adaptar la naturaleza y poner a disposición de las personas y de sus negocios los recursos que necesiten en las cantidades, calidades y lugares que se requiera. Los problemas del agua no son sólo desafíos tecnológicos. Más allá de eso son retos sociales y económicos fundamentales. El agua no es un bien como los demás. El agua es escasa, porque la naturaleza la produce en cantidades, lugares y momentos que no son necesariamente los que permiten a las personas y a sus actividades económicas sacar el mejor provecho de este recurso esencial. Pero, si sólo se tratara de eso, nos bastaría con la ingeniería y con movilizar los recursos necesarios para acometer las obras que se requieran para dominar la naturaleza y ponerla a nuestro servicio. Desafortunadamente los asuntos del agua son más complejos. Más agua hoy para beber para regar o para refrigerar centrales eléctricas ix implica menos agua para el futuro. Más agua con mayor garantía de calidad para las ciudades implica menos agua y mayores restricciones para las actividades del campo. El agua tampoco es un recurso natural como los demás, a diferencia de por ejemplo el mineral de hierro, presta en la naturaleza importantes servicios para el bienestar de las personas. Preservar las fuentes de agua — y con ello: la pesca, el paisaje, la biodiversidad, la capacidad de los ríos para autorregularse, evitar riesgos para la salud, regular las inundaciones y protegernos de las posibles sequías, etc. — implica racionar el uso corriente del agua, imponer limitaciones al uso del suelo y recoger y tratar con cuidado las aguas residuales, con las consecuencias que pueda tener esto para la producción, el empleo y las oportunidades de desarrollo en cada lugar. Las decisiones del agua no son decisiones sencillas. Tratándose del agua, un recurso escaso, sabemos que lo que es racional para una empresa de abastecimiento, un agricultor o una empresa eléctrica no es necesariamente lo mejor para los demás. El agua no es un bien como los demás. Cada decisión implica un dilema social con beneficiarios y perjudicados, con costes y beneficios hoy y en el futuro. Es imposible minimizar la importancia de las decisiones relativas al agua. Decidiendo sobre el agua, optamos entre los beneficios presentes y los riesgos futuros, entre la conservación y la transformación de las fuentes de agua, entre la calidad y la cantidad, entre las posibilidades de quienes acceden al agua en la cabecera y las oportunidades de los que reciben el agua en los valles, etc. Ninguna de estas cuestiones tiene una solución obvia y, menos aún, puede dejarse completamente al arbitrio del mercado. Todas ellas exigen un esfuerzo colectivo y la garantía de éxito depende de la capacidad de la sociedad para resolver los conflictos que puedan surgir y, en especial, para llegar a un acuerdo sobre las transformaciones que se pueden permitir, la cantidad de agua que se puede utilizar, para qué y para quién, de modo que teniendo en cuenta todo ello consigamos entre todos acomodar la demanda y oferta de agua con la capacidad de la naturaleza para proveer tales servicios. Vista la trascendencia de estas cuestiones lo que realmente sorprende es que no estemos todos más involucrados en los debates y en la solución de estos problemas. Más bien al contrario, las grandes soluciones se confeccionan en los despachos de la administración, de donde salen revestidos de un empaque de solvencia técnica, como si x sólo hubiera una alternativa viable, y se presentan a los afectados junto con un catálogo beneficios inmediatos evidentes y con unos costes financieros por lo general asumibles. Huelga decir que, salvo una reacción en contra de los afectados, las cuestiones realmente importantes de la gestión del agua no suelen aparecer en el debate público. Esos temas realmente importantes se refieren al dilema uso-conservación, la competencia de usos, la seguridad hídrica, los impactos sobre terceros, los riesgos asociados a una oferta futura incierta, el precio y la recuperación de costes, la rentabilidad de los usos del agua, etc. Tales efectos sólo se consideren ocasionalmente en el proceso de decisión, no pocas veces para hacer frente al rechazo social de los potenciales perjudicados que, con razón, desconfían de la administración. Peor aún, tales efectos sólo se descubren pasados los años cuando las consecuencias de las decisiones pasadas se ponen de manifiesto en forma de escasez de agua, prolongadas sequías, inundaciones y otros costes de oportunidad, a menudo irreversibles. Este libro tiene el mérito de plantear los grandes problemas del agua en un lenguaje llano, pero riguroso. Responder a los retos de la escasez del agua exige ser capaces de entender los problemas y de encontrar las soluciones y, este libro es la mejor demostración de que las dos cosas están al alcance de las personas a quienes afectan tales problemas. También se trata de un libro transgresor. En su libro David Zetland lleva al lector de la mano para mostrarle como el “agua para mí” está conectada con el “agua para nosotros”. De ese modo, el autor nos lleva desde los intereses individuales, la competencia y el posible conflicto, a la necesidad de encontrar soluciones colectivas mediante la cooperación, el acuerdo y el buen gobierno. Ese breve camino también sirve como coartada para poner en duda principios bien establecidos y reducirlos no pocas veces al absurdo. La escasez creciente de agua y los problemas que conlleva son ante todo un fracaso colectivo y todo ello se ilustra en este libro con argumentos y con ejemplos convincentes. Algunos de estos ejemplos sirven para mostrar los errores frecuentes de unas instituciones heredadas de tiempos de abundancia, otros hacen sonar una señal de alerta sobre el peligro llevar demasiado lejos principios más novedosos, como el derecho humano al agua, que podrían conducir en la práctica a reducir aún más las posibilidades de alcanzar el acceso universal a los servicios básicos del agua. Este libro tiene poco en común con la mayor parte de los trabajos xi sobre la economía y la política del agua y no sólo por su brevedad y concisión. David Zetland no se anda por las ramas y va directamente al grano apuntando a una cuestión importante en cada capítulo. Tampoco cae en la tentación fácil de abrumar al lector con ejemplos, enumeraciones y descripciones innecesarias y se centra de lleno en planteamientos de validez universal ilustrados con hechos simples pero generalizables. Aunque es un libro optimista, tampoco pretende vender ninguna panacea y todas las soluciones se presentan junto con el contexto y las condiciones que explican por qué tuvieron éxito y, eventualmente, por qué no lo tendrían de concurrir otras circunstancias. El libro tampoco pretende impresionar al lector con conocimientos técnicos de hidrología, ingeniería u otra disciplina relacionada con el agua, ninguna de ella extraña para el autor, y menos aún con la economía. Todo lo contrario, este libro es la mejor demostración de que los problemas del agua son de todos y sus soluciones también. Esta edición permite poner las ideas de David Zetland a disposición del público de habla hispana, es decir, de los lectores de una región diversa que, a pesar de la abundancia relativa, todavía tiene que resolver muchos problemas de acceso al agua, enfrentarse a situaciones de escasez creciente con las incertidumbres asociadas al cambio climático y que, en muchos casos, aún cuenta con importantes ventajas comparativas y con la posibilidad de movilizar sus recursos hídricos en beneficio del progreso y, esperemos que con la ayuda de publicaciones como esta, pueda evitar los errores cometidos por otros en el pasado. Este es el trabajo de un intelectual social que apela a la inteligencia de los lectores para invitarles a la reflexión. En definitiva es un libro que se propone seducir al lector, acercándolo al mundo del agua que nos concierne a todos, y cuyo único objetivo consiste en ganar adeptos a la causa de promover el pensamiento crítico en torno a nuestra relación con el agua para que podamos abordar con mayores posibilidades de éxito la encrucijada actual de la escasez. Carlos Mario Gómez Universidad de Alcalá Alcalá de Henares, España El aumento de la escasez La escasez es una percepción. Carecer de algo, es un hecho. La mayoría de nosotros hacemos frente a la escasez todos los días. Pasamos nuestro tiempo yendo a lugares, haciendo cosas y viendo a gente. Gastamos nuestro dinero en productos y servicios. No nos importaría tener un poco más de tiempo y dinero, pero al menos conseguimos algo de lo que queremos. La carencia de algo es mucho peor que la escasez porque no puedes conseguir ni un poco de lo que quieres, aunque tengas tiempo o dinero. El aumento de la escasez de agua nos está forzando a elegir entre distintas opciones que compiten entre sí. Algunas personas afortunadas no se enfrentan a estas decisiones, pero cada vez más gente lo hace. Estas personas necesitan gestionar la escasez si quieren evitar la carencia. Este libro no trata sobre cómo medimos la escasez, percepción que por cierto cambia de un lugar a otro y de una comunidad a otra. Este libro describe soluciones adecuadas para vivir, y quizás incluso prosperar, con la escasez de agua en términos de cantidad y calidad. ¿Por qué no se están utilizando estas soluciones actualmente? La buena noticia es que sí se están utilizando en algunos lugares, y os hablaré sobre ellas en este libro. La mala noticia es que no se están utilizando en otros muchos sitios. Puedo pensar en cuatro barreras a estas soluciones. Primero, los gestores de agua confían en sistemas que han funcionado durante siglos. Ellos no experimentan las dificultades de la escasez y no quieren trabajar ahora para obtener beneficios en el futuro. Segundo, el sistema actual beneficia a algunos intereses particulares que bloquean los cambios. Tercero, los consumidores tienen dificultades para comunicar sus frustraciones a los complejos monopolios del agua, quienes pueden tardar a la hora de responder al teléfono. Finalmente, los políticos y reguladores pueden estar demasiado sesgados para ver la necesidad de cambio o muy ocupados para promoverlo. 1 2 Tened estas barreras en mente mientras aprendemos a vivir con la escasez de agua y prevenir su carencia. Podemos superarlas si tenemos un destino, una hoja de ruta y esperanza. Este libro debería daros un poco de cada una de estas cosas. El fin de la abundancia La escasez es como la luz de reserva de combustible del coche. Ignórala por mucho tiempo y al final el coche te dejará tirado. La gente que ha crecido con abundancia de agua puede no ver la luz que parpadea. Sus actitudes y hábitos — y las instituciones sociales, económicas y políticas que los refuerzan — dificultan su respuesta frente a la escasez de agua. Los vecinos que comparten el agua de los ríos, lagos o acuíferos, pueden rechazar el hecho de que no haya suficiente agua para todo los usos. Otros luchan por conseguir su parte “justa.” Un tercer grupo quiere abordar la escasez, pero no pueden sin la ayuda de otros. Vemos estas perspectivas cuando se tratan los Caudales ecológicos. Algunos los quieren porque sienten que los ecosistemas son útiles y bellos. Otros preferirían desviar agua para usos económicos directos. Ambas partes tienen razón, pero tienen que ceder para ponerse de acuerdo. Los acuerdos se construyen sobre cimientos comunes, y todos tenemos una piedra que aportar. No podemos preocuparnos sólo de los Caudales ecológicos. También debemos considerar la calidad del agua, el acceso al agua de los más pobres, las reservas de agua subterránea, los sistemas de riego, los riesgos de las inundaciones y otras cuestiones de la vida relacionadas con el agua. Estos problemas comparten una misma raíz en la escasez, la cual crece a medida que aumenta la demanda, disminuye la oferta, o ambas a la vez. La demanda de agua crece con la riqueza y la población. Más gente se dará más duchas, y los ricos consumirán más agua en sus duchas de hidromasaje. La oferta de agua en el planeta es fija, pero las ofertas útiles no. Hemos reducido la oferta de agua agotando los acuíferos, contaminando el agua dulce y permitiendo fugas en redes de abastecimiento obsoletas. El agua eventualmente volverá al sistema, pero es posible que no podamos esperar tanto. No siempre está claro si es el aumento de la demanda o la dismi- 3 nución de la oferta es la responsable de la escasez de agua. Una sequía que reduce el abastecimiento a una ciudad disminuye la oferta, pero, ¿podemos achacar la escasez a la sequía — o al hecho de que dicha ciudad se encuentra en medio de un desierto? Podemos superar la escasez construyendo presas, plantas desalinizadoras o perforando pozos más profundos, pero estas soluciones del lado de la oferta son costosas. Las presas bloquean los ríos. Las desalinizadoras requieren grandes cantidades de energía. Pozos más profundos toman prestada agua de nuestros vecinos y de generaciones futuras. Más importante aún, una mayor oferta es inútil si es pronto superada por una mayor demanda. Se ha permitido que la demanda de agua crezca durante siglos porque los beneficios de usar este recurso son enormes. Los mayores avances en la esperanza de vida para la humanidad llegaron cuando descubrimos cómo llevar agua limpia a nuestros hogares y cómo evacuar agua sucia. Hemos encontrado otras muchas maneras de disfrutar de los beneficios del agua y hemos incentivado a la gente a disfrutar de estos beneficios repartiéndola, gratis. Ahora, el agua es escasa. Podemos reducir nuestra demanda de agua, pero tenemos que hacerlo considerando que el agua circula por nuestras vidas de forma compleja. No podemos confiar en que los precios y los mercados controlen la demanda por sí solos. Debemos además considerar e integrar los valores culturales, sociales y ambientales que el agua aporta a nuestras vidas y comunidades. Estas razones deben aclarar por qué debemos gestionar el agua como producto con herramientas económicas, y 4 el agua como commodity con mecanismos políticos. En el próximo capítulo profundizaré en el concepto del agua como producto y el agua como commodity. Por ahora, asumid que los usos del agua como producto no afectan a otros, mientras que el agua como commodity debe ser gestionada como un recurso compartido. La economía política del agua Las amas de casa han practicado la “economía del hogar” desde siempre, procurando obtener el mayor número de comidas con un presupuesto limitado de tiempo, dinero y otros recursos. Fuera del hogar utilizamos el mismo razonamiento económico. Elegimos un plato del menú de acuerdo a nuestro gusto y presupuesto. Cuando viajamos escogemos entre rápido y barato. Usamos ropa que tenga un equilibro entre el estilo, confort y nuestra actividad. Los académicos llaman a este tipo de procesos de decisión “microeconómicos” porque pertenecen a los individuos. Los resultados “macroeconómicos” como la tasa de desempleo o los flujos comerciales reflejan la interacción y la agregación de decisiones microeconómicas individuales, pero en este libro las ignoraremos ya que la gestión del agua normalmente no afecta a las tasas de interés de los bancos. La economía que queremos discutir es la que describe las elecciones microeconómicas de gente como tú y como yo. A partir de ahora denominaremos a estas decisiones “económicas” para ahorrar espacio. La economía es útil para entender la gestión del agua en una era de escasez, porque los economistas — como las amas de casa — quieren sacar el máximo beneficio de recursos escasos. Hacemos esto analizando cómo las políticas crean incentivos que llevan a decisiones, y si los resultados de dichas decisiones son coherentes con los objetivos de las políticas. Queremos saber, en otras palabras, si el camino que hemos escogido llega al destino que pretendemos. A pesar de que la mayoría de la gente asocia la economía con precios y mercados, los economistas también pasan un montón de tiempo pensando en cómo las personas interactúan fuera de los mercados. Las políticas, los incentivos y las decisiones en los hogares, las oficinas y los diferentes contextos sociales a menudo reflejan las dinámicas de grupo y las decisiones no relacionadas con el precio. La mayoría de la gente no relaciona la economía con este tipo de dinámicas; hablan de la dimensión “política” de la situación. Yo voy a seguir este uso común, 5 y al mismo tiempo destacaré el hecho de que la política y la economía siempre han interactuado. La economía contemporánea desciende del antiguo estudio de “filosofía moral y economía política.” Este libro recoge esta tradición mediante la integración de las ideas propias de la economía, la política y la justicia moral. Desentrañando el enredo de los flujos La interacción entre la política y la economía complica la gestión del agua. He intentado simplificar la cuestión agrupando los capítulos en dos partes. La parte I recoge los temas económicos en los que las acciónes o el uso del agua de una persona no necesariamente afecta a terceras partes. Una compañía embotelladora de agua no tiene que afectar necesariamente a la agricultura de regadío; más tiempo en la ducha no impide que haya zonas verdes. La parte II recoge los temas políticos en los que las decisiones usos del agua de la gente interactúan. Una presa cambia el riesgo de inundación, el régimen de caudales y el coste del riego. Separar las cuestiones individuales en la parte I de las cuestiones sociales en la parte II ayuda a aclarar si debemos apoyarnos principalmente en instrumentos económicos o políticos para hacer frente a estos problemas. Además, nos ayuda a dividir problemas complejos en simples cuestiones económicas y políticas que podemos afrontar de forma diferenciada o secuencial. El primer capítulo de cada parte discute cada uno de estos temas: aspectos económicos en la parte I y aspectos políticos en la parte II. Los siguientes capítulos se centran en temas privados o sociales específicos. El índice enumera los capítulos y sus contenidos principales. Los capítulos de la Parte I pueden emparejarse con los capítulos relacionados de la Parte II. Los capítulos 1 y 6 desarrollan ideas complementarias de economía y política. El capítulo 2 trata cuestiones relacionadas con el agua potable como commodity. El capítulo 7 examina si el derecho al acceso al agua potable hace posible este servicio. Estos paralelismos continúan con los pares de capítulos 3/8, 4/9 y 5/10. No es necesario leer estos capítulos por parejas, pero a veces ayuda a ver como un “simple” uso económico (descrito en la parte I) puede tornarse en un complejo problema político (descrito en la parte II). El orden seguido en este libro, separado en partes y capítulos, no implica que el agua deba ser gestionada en ese orden. De hecho, frecuentemente es necesario resolver las cuestiones políticas antes de 6 desarrollar las políticas económicas. Por ejemplo, no es posible establecer el precio adecuado del el agua potable (Capítulo 2) sin la presencia de un organismo regulador comprometido y bien formado (Capítulo 6). La asignación de agua para la agricultura (Capítulo 5) debe, por razones similares, establecerse una vez se haya establecido la asignación para el medio ambiente (Capítulo 10). El agua discurre por nuestras vidas de muchas formas distintas. A veces el agua viene por sí misma. Otras veces la traemos hasta nosotros. Estas interacciones implican que la gestión del agua debe responder a las fluctuaciones en los ciclos del agua y a las prioridades cambiantes de los seres humanos. La buena noticia es que la gestión eficiente ayuda en todas las condiciones. Las herramientas que utilizamos para asignar los escasos recursos hídricos durante las sequías pueden asignar los escasos terrenos durante las inundaciones. Tratamos el agua para beber, pero también depuramos los efluentes de aguas residuales que fluyen por los ríos. Espero que este libro os ayude a clarificar cómo surge la escasez, quién soporta sus costes y cómo evitar carencias. He intentado presentar toda esta información de forma razonable, pero espero que lo leáis de forma crítica. Los ejemplos que incluyo en el libro pueden reflejar condiciones únicas. Las soluciones que propongo puede que no sean compatibles con vuestras circunstancias locales. Mi objetivo principal es conseguir que penséis de una manera diferente sobre los problemas, sus causas y respuestas. Entonces podréis decidir cómo abordar los problemas relacionados con el agua que son importantes para vosotros. Nota al píe: He intentado mantener este libro lo más simple y conciso posible. Podéis encontrar más información sobre estudios de casos, referencias y otros recursos en la página web de www.livingwithwaterscarcity.com. Parte I Agua para mí o para ti 7 CAPÍTULO 1 El agua como commodity El agua es una molécula simple, pero la poseemos de formas muy complejas. El agua en un vaso es tuya, pero todos poseemos el agua en un río. Estas complicaciones pueden paralizar las discusiones sobre gestión del agua en las que la gente hace énfasis en distintas dimensiones de los flujos de agua. La clasificación del agua en función de sí es de posesión personal o social nos ayuda a clarificar como debemos gestionarla. Cuatro bienes, poseídos de dos maneras ¿Cómo puede uno decidir si un uso es personal — dejando a alguien libre para usar el agua como quiera, sin miedo a afectar a otras personas — o es social, entendiendo éste como un uso que afecta a otros? Los economistas clasifican los bienes en uno de los siguientes cuatro tipos — privados, club, comunes y públicos — dependiendo de si existe o no rivalidad, y si existe o no exclusión. Podemos mostrar estas características en una tabla: RIVALIDAD NO RIVALIDAD EXCLUSIÓN Bienes privados Bienes club NO EXCLUSIÓN Bienes comunes Bines públicos Existe rivalidad en el uso del agua si dos personas no la pueden usar dos veces o al mismo tiempo. Tú y yo no podemos beber el mismo agua (rivalidad), pero podemos nadar en el mismo río (no rivalidad). Existe exclusión en el uso del agua si se puede evitar legalmente que otras personas la usen. Yo puedo excluirte de mi vaso de agua, pero no puedo impedirte saltar desde tu barca al río. El agua como commodity (exclusión) que puede — y debe — ser poseída y gestionada de forma personal. El que tenga “su agua” es quien mejor puede protegerla, disfrutarla y valorarla. El agua no excluible puede ser disfrutada — o desperdiciada — por cualquiera. Ese 8 9 agua, como la corriente de un río, necesita ser gestionada por la comunidad que la comparte. Esta gestión comunitaria permite que muchos disfruten del agua sin peligro de dañarla. Las características de rivalidad/no rivalidad y exclusión/no exclusión clarifican el tipo de bien y cómo debe ser gestionado, pero esta gestión debe adaptarse cuando las circunstancias cambiantes transforman un bien de un tipo a otro. El agua de una piscina, por ejemplo, es un bien no rival y sin exclusión para unos pocos nadadores, pero pasará a ser un bien rival y sin exclusión si aparecen demasiados nadadores. La aglomeración reduce los beneficios para todos, por lo que tiene sentido revisar las políticas de acceso. La rivalidad se puede reducir dividiendo la piscina en zonas de natación y zonas de juego separadas o bien estableciendo horarios distintos para nadar o jugar. Estas reglas convertirán la piscina en un bien club no rival excluible que todo el mundo puede disfrutar en el lugar o el horario adecuado. La clave — y mi punto principal — es que debemos gestionar el agua como el bien que es, y no como el bien que fue. Las viejas reglas de un pasado de abundancia no son apropiadas en un escenario de escasez, con lo que necesitamos un nuevo paradigma de gestión en el que identifiquemos qué tipo de bien es el agua, decidamos qué tipo de bien debe ser y cambiemos las instituciones para alcanzar nuestros objetivos. Este plan requerirá que leamos la Parte I para usos personales con exclusión (bienes privados y club) y la Parte II para los bienes de uso social sin exclusión (bienes comunes y públicos) Los bienes privados y club con rivalidad aparecen en ambas partes ya que la rivalidad puede ser gestionada a través de reglas económicas ó políticas. Una piscina puede estar gestionada por un club privado con reglas o por un ente municipal que establezca precios para limitar el acceso. La forma correcta de gestión dependerá de las instituciones locales. Las reformas no funcionarán si ignoran las prácticas del pasado y las normas culturales. Escasez y carencia, demanda y oferta La escasez y la carencia son iguales para el caso del agua y otros bienes, con la excepción de que la mayoría de los bienes se intercambian en mercados en los que las subidas y bajadas de precios equilibran la oferta y la demanda para prevenir la carencia. Pongamos como ejemplo la gasolina. La gente demanda combustible para sus coches y las gasolineras los abastecen, pero estos hechos cotidianos ocultan la complejidad de una cadena de abastecimiento que transporta petróleo desde el otro lado del mundo hasta refinerías de billones de dólares que alimentan un sistema de distribución que siempre parece tener suficiente 10 gasolina para ti y para todos. La cadena de abastecimiento para el caso del agua es más simple y corta, pero es más propensa a experimentar déficits. ¿Por qué? Los reguladores exigen que los monopolios de abastecimiento de agua cobren un precio que cubra los costes de distribución. Este coste no incluye un precio de escasez de agua ya que la mayor parte de estos monopolios no pagan nada por este recurso. Ese coste administrativo cero está muy por debajo del valor del agua para los consumidores, o del coste de la carencia del recurso, pero los reguladores no permiten que las empresas de agua cobren más. Este tipo de regulación pro-consumidor dejará a los consumidores sedientos si no se adapta para reflejar la interacción de la oferta y la demanda del agua El precio determina cuánto compramos de lo que nos gusta Los economistas estudian la demanda en dos dimensiones. Un “curva de demanda” refleja nuestra preferencia por un bien dentro de un rango de precios determinado. Esta preferencia depende de la cultura, los ingresos y el precio de otros bienes, entre otras cosas. A quienes toman café, el café les gusta a cualquier precio. Aquellos que lo odian, no lo tomarían aunque fuera gratis. Nuestra “cantidad demandada” depende del precio. Básicamente, nos fijamos en el precio, pensamos en nuestro curva de demanda y entonces, escogemos cuánto queremos. Los apasionados del café puede que pidan una taza extra si el café es barato porque su demanda es “elástica” y responde a variaciones en el precio. Aquí van tres ideas clave. Primero, cualquier cambio en nuestras preferencias o ingresos debilitan o fortalecen nuestra demanda. Tomaré más café si consigo un aumento. Segundo, los precios afectan la cantidad demandada, dadas estas preferencias. Tomaré menos café si el precio sube. Finalmente, es mucho más fácil reducir la cantidad demandada aumentando el precio que cambiando las preferencias de alguien. No me digas que el café es malo si lo que quieres es que beba menos. Sube el precio. Estas dos dimensiones de la demanda también se aplican para el caso del agua. Nuestra preferencia por el agua depende de la forma en la que la usamos. Tenemos una demanda muy inelástica para los 4–5 litros de agua diarios que necesitamos para vivir, lo que significa que pagaríamos cualquier precio para obtenerlos. Nuestra preferencia es más débil para el agua adicional que usamos para regar jardines, la ducha y demás. Nuestra demanda para esos usos es elástica. La elasticidad explica por qué la gente tiene verdes jardines donde el agua es barata y toman duchas más cortas donde el agua es cara. 11 Esta figura ilustra estas diferencias. (Los académicos deben disculparme por incidir más en la disposición a pagar que en la elasticidad). Nos enseña cómo estamos dispuestos a pagar más por el agua para beber que por el agua destinada a otros usos. Con precios bajos, tenemos agua para beber y “más” agua para otros usos. Si los precios aumentan, seguiremos consumiendo agua para beber (su valor es mucho mayor que el precio que tenemos que pagar por ella), pero usaremos menos agua para otros usos, porque éstos “no lo valen” ¿Podemos cobrar por la escasez de agua cuando la necesitamos para vivir? La repuesta es “quizás” en el caso de las personas más necesitadas en países en vías de desarrollo (Capítulo 7) pero “sí” para el caso de personas en países desarrollados. No tiene ningún sentido subvencionar los precios del agua a gente que podría permitirse fácilmente el coste completo de este recurso. Considerar la escasez en el precio del agua no dará lugar a sed y muerte. Los precios ayudan a la gente a priorizar los usos que hace del agua. Algunos dejarán de regar sus jardines; otros se darán duchas más cortas para poder regar sus jardines. A escala industrial, precios más altos harán que las fábricas aumenten el reciclaje del agua, adopten de sistemas de riego más eficientes, etc. Es fácil predecir que un mayor precio del agua disminuirá el uso total, pero es difícil predecir cómo afectará a los individuos. Algunos harán grandes cambios en su consumo; otros casi ninguno. No debemos centrarnos en las 12 acciones individuales, sino en su impacto colectivo. La oferta refleja los costes, a veces La oferta de un bien depende de la tecnología de producción. La tecnología combina las materias primas, la maquinaria, el trabajo y el conocimiento, en un bien que tiene un coste. Una mejora tecnológica disminuirá los costes y por ende aumentará la oferta disponible a un determinado precio. Los zapateros tradicionales, por ejemplo, utilizaban tiempo y habilidades para moldear y transformar el cuero, el caucho, los clavos y costuras en zapatos relativamente caros. Ahora, han sido sustituidos por gente poco cualificada que maneja máquinas especializadas para fabricar zapatos estándar de materiales sintéticos al otro lado del mundo. La tecnología dicta el coste de ofertar diferentes cantidades de un bien, pero los precios son los que determinan la cantidad ofertada. Un mayor precio aumenta la cantidad ofertada ya que los productores reciben suficiente dinero para asumir el coste extra de mejorar su tecnología. La oferta de agua funciona de la misma manera. El coste del abastecimiento depende del origen del agua, la calidad de la misma, la distancia hasta el consumidor, etc. Los costes disminuyen cuando el bombeo es más eficiente, pero aumentan cuando el agua en origen es de peor calidad. Dado un cierto nivel de tecnología, precios más altos permiten pagar un bombeo más profundo, horas extras de los trabajadores y otros medios para aumentar la oferta. ¿Podemos abrirnos camino a través de la escasez aumentando la oferta? Podemos gastar dinero en nuevos recursos, pero dicha oferta será desbordada por una demanda adicional si los consumidores no pagan el coste de suministrarla. Esta salvedad puede parecer obvia, pero muchas empresas de agua recaudan 1,50$ por agua que les cuesta 2$ suministrar. Puede que establecen estos precios para cubrir costes históricos de 1,50$, o bien que establecen esta tarifa en base al promedio de los costes de diferentes fuentes. Prácticamente siempre omiten el valor de escasez de agua. Estas prácticas no son fiscalmente prudentes, pero están muy extendidas. Puede que se utilicen los costes históricos porque la empresa no está previendo fondos para la renovación de capital. Se usa el coste promedio porque la empresa de agua no quiere cobrar ingresos sobrantes para no “generar beneficios.” Como ejemplo, consideremos una empresa de agua que obtiene la mitad de su agua de una fuente cuyo coste es 1$ por unidad, y la otra mitad de una fuente cuyo coste es 2$ por unidad. La empresa puede intentar cobrar 1$ por una mitad de su agua y 2$ por la otra mitad, pero los consumidores se quejarán si no obtienen suficiente agua barata (el próximo capítulo cubre el sistema de tarifas por bloque). Un precio de 2$ por unidad generará “be- 13 neficios” y mayores quejas. Una solución intermedia es establecer un precio de 1,5$ para todas las unidades. Ningún negocio vendería agua de 2$ a 1,50$, pero una empresa monopolística lo puede hacer porque sus precios son normalmente tan bajos que puede vender toda su agua y cubrir esas pérdidas. El siguiente capítulo trata las muchas formas en las que esta suposición falla, pero empecemos con un ejemplo típico. San Diego es una próspera ciudad en la árida costa de California, justo al norte de México. La mayor parte del abastecimiento de agua de San Diego proviene de acueductos construidos hace más de 50 años. El agua de dichos acueductos es vendida a un bajo precio, que refleja los costes de transporte en lugar del valor de escasez de agua. Estos precios tan bajos animan a la gente a consumir más, y la gente de San Diego disfruta su agua. El consumo medio diario por persona es de aproximadamente 600 litros (150 galones) — el doble del consumo de una persona en Sydney (Australia), y alrededor de cinco veces el consumo per cápita en Amsterdam (Holanda). Los gestores del agua en San Diego se preocupan por la falta de agua, pero no han aumentado su precio para disminuir la demanda. A cambio, buscan nuevas formas de aumentar la oferta. Hace unos 20 años, ofrecieron a algunos agricultores comprarles su agua por el doble del precio de la oferta existente. Los consumidores no se enteraron de lo caraque era este agua pues los gestores promediaron los costes del agua antigua y la nueva. El agua barata dio lugar a que volviera a surgir la escasez, pero los gestores no aumentaron los precios. Decidieron, sin embargo, construir una planta desalinizadora de mil millones de dólares. ¿Resolverá esta planta dealinizadora los problemas de agua de San Diego? La verdad, no. La planta aumentará la oferta e incrementará los costes, pero estos costes no estarán claros a los ojos de la gente que paga 1,50$ (en base al coste promedio de todos los abastecimientos) por agua que cuesta realmente 2$ producir. La ironía es que los consumidores que harían frente al coste real del agua desalinizada probablemente reducirían su demanda lo suficiente para hacer dicha planta inútil. Recapitulemos. El coste del abastecimiento del agua depende de la tecnología, además de la geografía que cambia la distancia entre las fuentes y los usuarios. Precios más altos pueden hacer que merezca la pena incurrir en costes mayores para aumentar la oferta de agua. La demanda de agua de cada individuo depende de sus preferencias o gustos. Estos gustos pueden incluir cualquier cosa desde darse una ducha hasta tener un gran jardín. Cualquier cambio en los gustos harán que varíe la cantidad de agua que alguien quiere a precios estables. Un aumento en el precio del agua no afectará a tu gusto por el agua, pero hará que tiendas a reducir la cantidad de agua que demandas. Así es como la oferta y la demanda funcionan de forma separada, pero 14 su interacción depende del número de oferentes y demandantes en el “mercado.” Los mercados competitivos con muchos vendedores y compradores — como los mercados de café o zapatos — tienden a intercambiar los distintos bienes a precios razonables sin llegar a agotarlos. Sin embargo, el agua no es normalmente distribuida en ese tipo de mercados. Un monopolio gestiona la escasez — o no El agua es normalmente distribuida por monopolios, como los de las empresas de agua en las ciudades o las agencias gubernamentales que suministran agua para riego a agricultores. Los monopolios pueden elegir sus cantidades y calidades de producción y sus precios sin el temor a perder clientes ya que no tienen competencia. Para algunos consumidores, solo existe una elección posible, y es una mala. Los monopolios que controlan el suministro de agua tienen poder de mercado ya que resulta difícil encontrar un bien sustituto del agua. Esto significa que la gente es afortunada cuando el ofertante vende agua de buena calidad a precios razonables, pero desafortunados cuando el monopolista vende agua barata a algunos amigos o empieza a no dar suficiente. Estos resultados negativos persistirán si al monopolista no le importa el consumidor promedio o cuando empiece a sufrir carencias. ¿Cómo puede uno convencer a un monopolio de cambiar su manera de actuar? El chiste fácil nos llevaría a “con mucho cuidado”, pero la respuesta aquí es clara. Los políticos y reguladores pueden, en teoría, instar a los monopolios a establecer precios justos que ayuden a prevenir las carencias, pero la realidad no siempre sigue este camino. Los fallos pueden ser resultado de reguladores perezosos, políticos distraídos, gestores obstinados o una combinación de los tres. A las personas fuera de este sistema puede resultar- 15 les difícil entender quién es el responsable de qué, lo que a su vez dificulta repartir las culpas y centrar las reformas. He evitado esta complejidad en la Parte I asumiendo que los reguladores, políticos y gestores del agua trabajan para maximizar los beneficios públicos. La Parte II profundiza en el problema de los representantes ineptos o egoístas. CAPÍTULO 2 El agua del grifo Nadie quiere pagar más, pero es mejor pagar más por algo, que menos por nada. A veces olvidamos que el valor es más importante que el precio. En tiempos de abundancia, no tenía ningún sentido cobrar por el agua ya que no importaba cuánta usaba la gente. Las empresas de servicios establecidas para abastecer este bien público tenían más beneficios llevando más agua a los hogares, por lo que tan sólo se dedicaban a recuperar sus costes. Más recientemente, estas empresas pasaron a utilizar tarifas volumétricas para distribuir los costes de producción en función del uso, pero el agua en sí seguía siendo gratis. Esta es la razón de porqué algunas empresas en zonas áridas tienen precios de agua más bajos que otras en zonas húmedas. Es como si estuvieran vendiendo gasolina a un precio que incluye los costes de trasporte y abastecimiento pero no el coste del petróleo. Consideremos el caso de Las Vegas, ubicada en un desierto, y de la siempre húmeda Ámsterdam. La ciudad de Las Vegas obtiene su agua de un embalse cercano. Ámsterdam se abastece con agua contaminada de canales cercanos. Los elevados costes de tratamiento y la infraestructura necesaria explican por qué el agua cuesta casi cinco veces más en Ámsterdam que el precio que se paga en Las Vegas. Los consumidores no pueden ver estas diferencias, pero sí ven los precios bajos, razón por la cual cada habitante de Las Vegas usa tanta agua como cinco residentes de Ámsterdam. La gente de las Vegas tiene jardines y piscinas en el desierto porque el agua es barata, pero también temen a la falta de este recurso. Los gestores del agua de Las Vegas no han contrarrestado esta amenaza subiendo en el precio del agua. En su lugar, subsidian el coste de eliminar jardines. Sí, así es. Los gestores del agua en Las Vegas venden el agua tan barata que tienen que pagar a la gente para que no la use. El fin de la abundancia está forzando a los gestores a enfrentarse a un nivel de escasez para el que sus sistemas no estaban diseñados. Está sacando 16 17 a la luz costes y subsidios que los consumidores no deberían notar. Después de una breve revisión de la regulación de empresas de agua, este capítulo explicará cómo los subsidios inapropiados causan daños financieros, sociales, económicos y ambientales. Concluye con un esquema sobre cómo determinar el precio del agua para reducir conflictos, proteger el ambiente y mantener a las empresas de agua financieramente solventes. Estas soluciones se aplican a la gestión del agua escasa tanto en calidad como en cantidad. En ambos casos, vemos que la demanda es mayor que la oferta, el coste de la escasez es significativo y las artimañas para eludir responsabilidades son muy creativas. Precios correctos pueden poner fin a esos problemas. Regulando empresas de servicios públicos Las empresas públicas de agua se denominan “públicas” porque tienen la obligación de abastecer de agua a todos los hogares e industrias que pagan por este servicio en su área. Las empresas municipales de servicios son “públicas” en el sentido de que son parte del gobierno local (municep significa “ciudadano” en Latín). Las empresas de servicios públicos propiedad de inversores privados son “privadas” en el sentido de que pueden elegir sus procedimientos de gestión y operación. Las empresas de servicios municipales y privadas, difieren en su propiedad y su ánimo de lucro, pero esas diferencias no determinan su rendimiento. Los clientes son quienes saldrían ganando si se hiciese un seguimiento a estas empresas para asegurar un equilibrio entre servicios fiables y baratos. Sin embargo, éstos no tienen tiempo, el conocimiento ni la infraestructura necesaria para hacer un buen trabajo. Por eso delegan ese trabajo a los reguladores. Los políticos o sus designados regulan a las empresas de servicios públicos municipales. Burócratas de agencias gubernamentales regulan a las empresas de servicios públicos de propiedad privada. Ambas clases de reguladores quieren un buen servicio para los consumidores, pero utilizan distintas técnicas. Los reguladores municipales suelen tratar a los gestores del agua como compañeros de la misma estructura de gobierno. Los reguladores de las empresas de propiedad privada son empleados del gobierno que interactúan con gestores del agua contratados por los accionistas. Ambos tipos de regulación pueden funcionar sin problemas o bien colapsar. Los reguladores municipales pueden utilizar su relación de trabajo cercana para ayudar a los gestores a servir a los consumidores, pero puede que su relación con ellos sea demasiado íntima como para evitar que se sirvan a sí mismos. Los reguladores de las empresas de propiedad privada pueden utilizar audiencias públicas o el benchmarking para impulsar el funcionamiento de estas em- 18 presas, pero también puede que promuevan políticas inapropiadas e ignoren comportamientos ilícitos. Los reguladores quieren de las empresas un servicio seguro y fiable a precios razonables. Este objetivo significa que las empresas y los reguladores intentan buscar el equilibrio entre gastar demasiados recursos en servicios lujosos, que no benefician a los consumidores, o gastar tan poco que el servicio sea poco fiable e inseguro. La regulación también establece un equilibrio entre los intereses de las empresas de servicios y las comunidades, en una especie de relación de “ni contigo, ni sin ti.” La regulación reduce los riesgos para ambas partes intentando evitar resultados extremos. La regulación protege a las empresas de servicios ayudándolas a recuperar sus costes. Éstas deben gastar mucho dinero en edificios, equipamiento y tuberías antes de si quiera poder vender una gota de agua a los consumidores. Devolver préstamos para hacer frente a estos costes fijos puede llevar más de 50 años, con lo que el regulador otorga a estas empresas un monopolio legal como únicos proveedores de agua potable en su área de servicio. Las empresas de servicios también tienen costes variables por la energía, los productos químicos, parte de la mano de obra y otros gastos que dependen del agua producida. Sin embargo, estos costes variables son relativamente pequeños en comparación con los costes fijos. Una empresa de servicios públicos del agua tiene en promedio una relación entre costes fijos y costes variables de aproximadamente 80:20. Las empresas de electricidad, telecomunicaciones y otros servicios públicos típicamente tienen ratios más bajos de costes fijos frente a los variables, lo que significa que dependen menos del endeudamiento, son más flexibles a la hora de actualizar sus instalaciones, y más capaces de reducir sus costes y su capacidad en función de los cambios en la demanda de sus clientes. La regulación protege a las comunidades limitando la capacidad de las empresas de transformar su carga de costes fijos en una amenaza. Digamos que una empresa gasta 80$ en construir una red de abastecimiento que cuesta 20$ operar. Dicha empresa podría cobrar a los consumidores 25$ por el servicio de agua para cubrir los costes de operación y pagar los costes fijos a una tasa de 5$ al año. Esta empresa también podría cobrar 40$ sin temor, ya que otra empresa tendría que gastarse 80$ en construir una red de abastecimiento antes de dar servicio por, digamos, 30$. Ninguna nueva empresa se va a gastar 80$ por la posibilidad de ganar 30$, pero la primera empresa no tendrá reparo en vender el agua a 30$, 25$ o 20$ porque ya tiene la red. Los reguladores limitan estos precios para proteger al consumidor del poder del monopolio natural de una empresa de abastecimiento de agua. En teoría, el regulador permite a una empresa de servicios establecer 19 sus precios en un punto óptimo donde el precio es suficientemente alto para recuperar costes y dar el servicio de forma segura, pero no tan alto como para perjudicar a los consumidores. En realidad, el regulador puede permitir (o exigir) a una empresa que establezca tarifas que subsidien a algunos consumidores o comportamientos. Esos subsidios distorsionan las decisiones, afectan el servicio y dañan a los consumidores. Mis subsidios son mejores que los tuyos . . . al menos, esto es lo que me dijo un viejo regulador. Un subsidio por un bien que me gusta me ayuda a consumir más o a pagar menos por él. Algunos subsidios son socialmente útiles. La educación, los servicios de salud o los sistemas de pensiones subsidiados ayudan a los individuos y a la sociedad. Más importante aún es que son justos, porque todo el mundo se puede beneficiar de ellos en algún momento de su vida. Los subsidios a grupos de interés no son ni justos ni eficientes. Un subsidio para la gente alta es injusto para todos los demás. Los subsidios han existido en el sector del agua desde hace miles de años. Los emperadores romanos subsidiaron la construcción de acueductos, casas de baños y fuentes públicas para exhibir su poder y mejorar la salud pública. La era moderna de colectores sanitarios y servicios de agua potable comenzó cuando las enfermedades, los incendios y la suciedad amenazaron ciudades florecientes como París, Londres o Nueva York. Los servicios de agua subsidiados llevaron a estas ciudades hacia un camino próspero y sostenible. La gente ahora entiende el valor del agua limpia y tiene más recursos, por lo que pueden pagar por este agua de calidad y están dispuestos a hacerlo. Esta es la razón por la que los subsidios deben desaparecer en los países ricos (el Capítulo 7 trata el tema de los subsidios en países pobres). Las siguientes secciones explican cómo los subsidios transfieren dinero entre consumidores, desestabilizan las finanzas de las empresas e incrementan la falta de agua. No te preocupes por las interacciones o su impacto relativo. Sólo necesitas entender cómo los subsidios causan problemas. Subsidios de los usuarios actuales La mayoría de las ciudades desarrollan sus sistemas de abastecimiento de agua en fases, aumentando la oferta y extendiendo la red para apoyar el crecimiento. Los gestores de empresas públicas o privadas que manejan estos sistemas normalmente establecen tarifas iguales para todos los consumidores. Este sistema de tarifas de “sello postal” significa que los consumidores servidos por el sistema antiguo pagan lo mismo por el agua que los consumidores en el nuevo sistema extendido. También significa que los consumidores antiguos subvencionan el servicio a los nuevos consumidores, lo que incentiva la 20 dispersión y el crecimiento urbano. Como ejemplo, consideremos una ciudad que consta de 1.000 viviendas cuyo abastecimiento de agua proviene de un pozo que cuesta 200.000$ perforar y 20.000$ al año operar. Cada hogar pagará entonces unas tasas fijas de 200$ para conectarse a la red y 20$ al año por el servicio. Ahora supón que la ciudad quiere añadir 1.000 viviendas. Dado que el pozo no puede producir suficiente agua para servir a los nuevos hogares, la ciudad debe construir una planta de 800.000$ para extraer y tratar agua de un río cercano a un coste de 80.000$ al año. En este caso, ¿cuánto se debería cobrar a los nuevos residentes? La mayor parte de las empresas de servicios establecen precios en proporción a los costes medios, en lugar de los costes adicionales del servicio. Este tipo de subsidios cruzados han existido durante siglos, pero su impacto y coste ha crecido a medida que las ciudades se extienden y las empresas recurren a fuentes de agua más caras. Algunas ciudades han mantenido este sistema de tarifas para evitar introducir un nuevo sistema de facturación o bien para esconder el coste real de nuevos proyectos. Otras ciudades cobran tasas de “impacto” o de “conexión” para compensar estos nuevos costes. Promotores inmobiliarios y políticos y negocios pro-crecimiento normalmente ejercen presión para minimizar estas tasas ya que están más preocupados por sus beneficios (derivados de este crecimiento) que de la vulnerabilidad de la comunidad frente a la falta de agua. Digamos que los nuevos consumidores pagan 800$ para conectarse a la red. ¿Cuánto deberían pagar por el agua? El sistema de precios proporcionales significaría que los residentes actuales pagarían 20$ al año, mientras que los nuevos residentes pagarían 80$. Esto no es así con el “justo” sistema de tarifas en el que todos los residentes pagan 50$ al año y los antiguos residentes subvencionan la carga provocada por los nuevos consumidores del sistema. Algunos subsidios cruzados tienen sentido, pero deben ser minimizados. Las tasas por debajo del coste total de un nuevo servicio fomentan el crecimiento excesivo, un consumo insostenible y cargas financieras injustas. Los consumidores deben pagar por el coste total de conectarse al sistema, y pueden hacerlo si este coste se recupera en un plazo de 20 — 30 años. Subsidios de futuros usuarios y outsiders La infraestructura del agua es cara y dura décadas porque se construye con materiales duraderos y suficientemente resistentes como para trasportar agua en movimiento. La desventaja de redes subterráneas de larga vida útil es que no se ven — y por tanto no están presentes — tanto para los políticos como para los ciudadanos. Esta invisibilidad puede suponer que no se destinen suficientes fondos para las reparar o reemplazar el sistema. La falta de 21 mantenimiento perjudica a futuros consumidores y disminuye seguridad del servicio para los consumidores actuales. La normativa puede aumentar el problema. Las empresas pueden obtener utilidades a través de la “tasa de retorno” de su stock de capital de maquinaria, tuberías y edificios. No se les permite obtener utilidades por mejoras en la eficiencia que disminuyan los costes de operación, ya que los ahorros en estos costes deben transmitirse a los consumidores vía precios más bajos. Estas reglas provocan que una empresa prefiera construir nuevo alcantarillado en lugar de hacer el mantenimiento al actual. Muchas empresas de agua también dependen de subvenciones, impuestos de propiedad o ayudas extranjeras para sus ingresos. Los clientes probablemente estén encantados de pagar menos por el agua, pero los subsidios pueden desestabilizar las finanzas y el servicios al cliente. Los gestores escuchan antes a quienes les financian que a sus clientes. Los políticos exigen a las empresas que sirvan a sus prioridades. Los donantes externos exigen compras de equipamiento de compañías de sus países de origen. Una salida repentina de capital externo puede causar aumentos de precios que pueden dar lugar a protestas, consumo ilegal, facturas impagadas y cortes en el servicio. Los empleados pueden dejar sus puestos por trabajos más fáciles. Estos problemas pueden ocurrir en países pobres que reciban ayudas extranjeras y en países ricos dónde las empresas no se gestionen como entidades “corporativas” autosuficientes. Muchas comunidades en Estados Unidos, por ejemplo, solicitan ayudas para renovar plantas de tratamiento de aguas residuales para cumplir con los estándares de la normativa. Pero, ¿por qué otras comunidades que ya han pagado para renovar sus sistemas de aguas residuales deben subsidiar a estas otras comunidades? ¿Y qué hay de los subsidios para bajar precios? ¿No ayudan éstos a los 22 pobres? Sí, pueden ayudar a algunos de ellos, pero también estimulan el uso del agua y distorsionan el comportamiento de aquellos que no son pobres, de los gestores, de los negocios y de otros usuarios del agua. La solución económica imputaría a todo el mundo el precio total del servicio y daría apoyo financiero a los pobres. Una solución intermedia subvencionaría parte del agua a los pobres. En Chile, por ejemplo, la gente pobre recibe una cantidad inicial de forma gratuita, pero pagan la tarifa normal por cantidades de agua adicionales. Este debate es irrelevante en la mayoría de los países, donde la gente es capaz de pagar el coste total de operación, mantenimiento, sustitución y crecimiento. Por supuesto, preferirían pagar menos, pero quizás no sería así sí estos precios más bajos significan menor fiabilidad del sistema, injerencias externas y un peor servicio. Los consumidores que paguen por el agua de la misma manera que pagan por la comida o por la ropa serán tratados como clientes merecedores de un buen servicio. Los subsidios de las familias Yo recomiendo subir el precio de toda el agua en respuesta a la escasez, pero muchos gestores y políticos quieren proteger a algunas personas de precios más altos mediante “tarifas por bloques crecientes” (TBC). Este tipo de tarifas suponen que los hogares pagan los primeros bloques (un bloque puede ser de 1.000 litros o 1.000 galones) a un precio más barato que los bloques adicionales. Las TBC supuestamente protegen a la mayoría, mientras que penalizan a los “acaparadores de agua”, pero son difíciles de establecer correctamente. Los gestores establecen tarifas y bloques, y esperan entonces que el comportamiento genere ganancias. Los consumidores normalmente no son conscientes del momento en el que están usando agua de un bloque más caro. El precio del bloque más alto puede reflejar el coste teórico de abastecimientos adicionales, pero falla a la hora de prevenir las carencias. Las TBC son además injustas ya que el número de bloques baratos normalmente no refleja el tamaño de los hogares. Fácilmente se puede dar el caso de que un rico playboy pague menos por unidad de agua, que una familia pobre de cinco “acaparadores de agua.” Incluso ignorando todos estos problemas, las TBC pueden incluso no reducir la demanda. En Las Vegas, las TBCs se mueven muy lentamente desde casi gratis a ridículamente baratas. Los primeros 600 litros al día (aproximadamente 160 galones) cuestan 0,20$. Los siguientes 600 litros cuestan 0,40$. La mayoría de la gente fuera de Estados Unidos usa en torno a 100 litros/día por persona, por lo que una familia de Europeos en Las Vegas pagaría 20 céntimos de dólar al día por su agua, salvo que quisieran llenar su piscina. Comprar esos 55.000 litros de agua (unos 15.000 galones) cuesta 40$. Una 23 verdadera ganga para tener una piscina en pleno desierto. Los balances hídricos supuestamente mejoran las TBC mediante la concesión de bloques en función del número de personas, el área abastecida, el tipo de vegetación, la altitud, la temperatura, etc., pero esta “precisión” trae consigo complejidad. Los balances hídricos son caros de establecer y confusos para los residentes que necesitan una hoja de cálculo para entender su factura del agua, y telepatía para saber si el uso del agua de su vecino es justo. Incluso si ignoramos estos problemas, ¿por qué deberíamos dar la misma prioridad a los jardines que a las personas? La ciudad de Los Ángeles, por ejemplo, permite a alguien con una casa grande en Bel Air (código postal 90077, dónde el hogar promedio de 2,6 personas gana 182.000$) comprar 56 unidades de agua barata en invierno y 90 unidades de agua barata en verano. Una familia más pobre en una casa más pequeña de Los Ángeles Este (código postal 90063, donde el hogar promedio de 4,2 personas comparte un ingreso de 39.000$) puede comprar tan sólo 28 y 36 unidades respectivamente, antes de tener que hacer frente a precios más altos. Estas asignaciones son iguales para familias de seis o menos miembros. Se mire por donde se mire, no es eficiente ni justo dar agua barata a playboys en mansiones. Sistemas de precios simples — como los de la gasolina, el café, el vino o cualquier otro commodity vendido por unidades — son más fáciles de entender y usar por parte los consumidores. Si el agua escasea, sube los precios. La gente utilizará menos agua, igual que usarían menos gasolina. ¿Los precios más altos amenazarán la salud y la seguridad? Sabemos — de acuerdo a estudios e intuición — que la gente recorta los usos no imprescindibles cuando el precio sube. Así es como sabemos que la gente tiene mucha agua en el Oeste de Estados Unidos; más de la mitad del agua de consumo residencial se utiliza en el riego de los jardines. Los subsidios de los usuarios intensivos El coste de servir a los clientes comerciales y residenciales puede variar sustancialmente. Es más barato servir agua a los apartamentos cerca de la planta potabilizadora que a una mansión en lo alto de una colina. Una planta embotelladora de agua usará más agua que un despacho de abogados. Costes diferentes deben traducirse en precios distintos, pero las tarifas son frecuentemente establecidas de formas extrañas. Los clientes comerciales pagan más para que los hogares paguen menos. Los restaurantes y las oficinas pagan más para que los gobiernos y las escuelas puedan pagar menos. Los precios asimétricos distorsionan el comportamiento, transfieren la riqueza y sesgan la competencia. No favorecen en nada la gestión del agua o 24 el servicio al cliente. Probablemente animan a los distintos grupos a buscar sus propios descuentos. Los subsidios cruzados empeoran cuando las empresas ponen más peso en tarifas variables que la porción de costes variables pudiera sugerir. Una empresa de servicios típica tiene costes que son 80 % fijos e ingresos que son 80 % variables. Bajo condiciones normales, este esquema significa que aquellos que usan el agua de forma intensiva subvencionan a los que utilizan menos agua mediante el pago de una gran parte de los costes fijos totales, pero los ingresos que cubren dichos costes pueden variar significativamente si la gente usa más o menos agua. Estos subsidios cruzados desestabilizan las finanzas y las decisiones de gestión de las empresas. Digamos, por ejemplo, que una empresa cobra una tarifa mensual de 20$ para hacer frente a sus costes fijos de 80$, y cobra 80$ para entregar 10 unidades de agua frente a unos costes variables de 20$. En este caso, los ingresos totales son iguales a los costes totales, pero ¿qué ocurre si empieza a llover y la demanda cae en 5 unidades porque la gente no necesita regar sus jardines? Los ingresos y los costes fijos siguen siendo de 20$ y 80$ respectivamente pero los ingresos y costes variables han disminuido en 40$ y 10$ respectivamente. Ahora la empresa sólo consigue unos ingresos de 20$+40$ = 60$ con unos costes de 80$+10$ = 90$. La mayoría de las empresas de servicios tratan de cubrir esta pérdida de ingresos utilizando “fondos de estabilización de tarifas”, pero frecuentemente éstos resultan inadecuados. Entonces, piden aumentar las tarifas volumétricas, lo que enfada a los consumidores que sienten que están siendo castigados por utilizar menos agua. Precios más altos también inducen un menor consumo de agua, con lo que los ingresos disminuyen aún más. Si se repite este proceso suficientes veces verás cómo la empresa entra en una “espiral de la muerte” que termina en protestas públicas, demandas judiciales, juegos financieros y otras distracciones ajenas al servicio de dar agua potable. ¿Por qué la empresa simplemente no sube sus cuotas fijas mensuales? Esta acción ayudaría a estabilizar las finanzas, pero iría en contra de la política de la empresa de utilizar precios altos para promover la conservación del agua. Los gestores que dependen de ingresos variables además se enfrentan a incentivos contrapuestos. Un mayor consumo les ayuda a cubrir sus gastos fijos, pero también disminuye sus reservas de agua. Una disminución en el consumo conserva el agua, pero reduce los ingresos. El director financiero se enfadará muchísimo y muy deprisa si descubre que la empresa no vende suficiente agua para pagar sus deudas. Ahora ves por qué tantas empresas de servicios dicen “conserven el agua” sin hacer nada que desincentive las ventas del recurso. Estas confusas dinámicas son consecuencia de utilizar una herramienta 25 (las tarifas del agua) para dos objetivos (cubrir costes fijos y reducir la demanda). Se pueden evitar equiparando los costes a los ingresos, y luego abordar la conservación. El primer paso significará aumentar las cuotas fijas de forma que los consumidores paguen su parte en función de la capacidad de la red (las conexiones más grandes pagarán más). La ciudad de Davis, en California, ha implantado este tipo de sistemas de precios con una vuelta de tuerca ingeniosa. Los cargos fijos se basan en el tamaño del medidor, así como en el uso del agua del año anterior. Este método asegura que los consumidores pagan por su uso a largo plazo y sus picos de consumo en la red de abastecimiento. Además da a los consumidores el incentivo de utilizar menos agua en el presente para ahorrar dinero al año siguiente. Un aumento en los cargos fijos significa que los cargos variables deben disminuir (para evitar utilidades), pero esta caída debilita los incentivos de conservación. La ciudad de Davis espera que los consumidores utilicen menos agua hoy para ahorrar dinero el próximo año, pero yo utilizaría incentivos más fuertes. La siguiente sección explica porqué los necesitamos ahora y como funcionarían. Subsidios del medio ambiente y nuestro futuro Al Principio era la Demanda, y los gestores la trataron como sagrada. Los gestores modernos mantienen su sesgo hacia el lado de la oferta por varias razones, asociando un consumo creciente con el aumento de la riqueza. Prefieren perforar pozos antes que pedir a los consumidores que usen menos agua. Son ingenieros que disfrutan construyendo cosas. Necesitan mantener la fiabilidad del sistema al mismo tiempo que los políticos instan a más gente a usar más agua. Los proyectos orientados a aumentar la oferta benefician a los seres humanos directamente, pero pueden debilitar a los ecosistemas. Los americanos y los mejicanos, por ejemplo, extraen tanta agua del río Colorado que éste desaparece antes de desembocar en el mar. La muerte del delta del río Colorado no solo daña a plantas, pájaros y peces, sino que priva a los seres humanos de los beneficios indirectos de un ecosistema funcional. El hecho más importante que afecta a la gestión del agua en todos los sectores, a nivel mundial, es el coste financiero del agua cruda: que es cero. Una empresa de servicios paga un canon por la concesión de su permiso de extracción y un distrito de regadío rellena el papeleo necesario para desviar agua a sus canales, pero ninguno paga por el volumen de agua extraído de los ríos, lagos y los acuíferos subterráneos. Como acabamos de ver, la mayoría de las empresas establecen sus tarifas para recuperar sus costes. Un coste cero del agua significa que el agua es gratis para cualquiera que pague por su provisión, sin importar la escasez o el valor del agua. Gratis es demasiado barato cuando hay riesgo de escasez. 26 El precio variable del agua debe incluir un sobrecargo cuando el agua es escasa. Un “recargo por escasez” debe basarse en el valor del agua extraída del medio ambiente o de las reservas futuras. Debe aumentar con la escasez y descender (o desaparecer) con la abundancia. El precio puede subir de 2$ a 3$ por unidad en un escenario de escasez, pero volver al nivel de 2$ (el coste del servicio) cuando el agua es abundante. Estos cambios pueden ser acordados previamente y basarse en la disponibildad del agua. Una caída en el nivel de un embalse, la cantidad de días sin lluvias, u otros factores objetivos pueden promover subidas de precios acordadas previamente. Algunas empresas de servicios de electricidad utilizan señales y incentivos de este tipo en la actualidad. El sistema de tarifas basado en la escasez es más efectivo cuando se combina con señales claramente visibles. La mayoría de los conductores sabe el precio de la gasolina porque está claramente indicado en todas las estaciones de servicio y es obvio cuando llenan el depósito. Los usuarios del agua serían más conscientes de la escasez de agua si los niveles de los embalses aparecieran en los periódicos o en carteles en las autovías (como ocurre en Australia). Los consumidores asociarían la escasez con el uso si sus facturas de agua reflejaran la relación entre los precios y el nivel de escasez, si en las noticias anunciaran que la disminución de las reservas está impulsando subidas de precios acordadas previamente, o bien si sus smart-phones les informaran de sus consumos y sus cuentas cada día. Al final, lo importante es que el precio del agua necesita incluir el coste de provisión así como el “coste de oportunidad” de usar el agua aquí y ahora que podríamos querer en otro lugar y otro momento. La empresa de servicios PUB de Singapur, por ejemplo, cobra más por el agua cargada en los barcos, puesto que dicho agua no puede ser utilizada, tratada y reciclada para volver a su sistema. Flujos de agua y dinero sostenibles Habrás oído más que suficiente acerca de subsidios. Veamos ahora cómo establecer las tasas para equilibrar la oferta y la demanda. En condiciones de abundancia de agua, es posible cobrar un precio fijo por el servicio que cubra los costes fijos (capital) y variables (de operación). Las tarifas fijas pueden establecerse de manera diferente para comercios y hogares, en función del número de residentes, el tamaño de la conexión, u otro criterio acordado. Algunas comunidades prefieren distribuir sus costes en proporción al uso, de forma que necesitarán medir el consumo. Los contadores aportan esta información, pero su instalación, mantenimiento y lectura cuesta dinero. Esos costes pueden ser incluidos junto con otros costes variables que serán dis- 27 tribuidos entre los consumidores en proporción a su uso del agua. Nuevos ingresos variables permiten que las cuotas fijas bajen para cubrir los costes fijos. La empresa estará ahora equiparando sus costes fijos a sus ingresos fijos y sus costes variables a sus ingresos variables, lo que estabilizará sus finanzas. Los contadores son necesarios cuando el agua es escasa, pero pueden contribuir a la eficiencia operativa incluso cuando el agua es abundante. Los consumidores que tienen contadores utilizan un 20–30 % menos de agua porque tienen incentivos financieros para reducir su demanda y reparar las fugas que antes no les suponían ningún coste. Los contadores también cambian la percepción dentro de las empresas. Las pérdidas del sistema no tienen coste cuando los ingresos no dependen del consumo. Tiene sentido reparar las fugas cuando representan una pérdida en los ingresos. Una reducción en el consumo de agua y en las pérdidas de la red también disminuyen otros costes, como el coste de la energía requerida para bombear y tratar el agua potable y residual. A largo plazo, una menor demanda reduce el capital invertido en nuevas fuentes, la presión en los recursos de agua naturales y el riesgo de tener una capacidad muy limitada de almacenamiento. Pero, ¿qué debe hacerse si una empresa se enfrenta a la escasez de agua a pesar de haber equiparado sus costes fijos a sus ingresos fijos, y sus costes variables a los ingresos variables? La típica respuesta ante esta situación sería una campaña de concienciación y educación para instar a los consumidores a usar menos agua, pero esta opción puede acompañarse con unas tarifas de escasez, que es de hecho lo que ocurrió a principios de los años 90 en Santa Bárbara, California. Después de varios años de sequía, los gestores del agua se enfrentaban a la falta de suministro. Daban información sobre el estado de los embalses en los telediarios y reforzaron su mensaje mediante subidas de precios en base a medidores de hasta 900 % para usuarios intensivos. Algunos usuarios redujeron su uso del agua para ahorra dinero; otros usaron menos agua para echar una mano. Estos signos complementarios de escasez redujeron la demanda en un 50 %, pero el esfuerzo también dio lugar a un cambio en la percepción. Los precios disminuyeron y la información sobre el estado de los embalses fue desapareciendo una vez que las lluvias volvieron, pero el consumo en este “nuevo estado normal” se mantuvo en 60 % de los niveles previos a la sequía. Las tarifas generan ingresos y reducen la demanda, pero también dan opciones a los consumidores. Una regulación sobre el riego en exteriores puede molestar a una abuelita con flores. Una planta desalinizadora puede molestar a los grupos ecologistas. Una campaña de educación es condescendiente para algunos y una pérdida de tiempo para otros. Una campaña para instalar inodoros de bajo consumo puede instalar flamantes receptáculos en segundos baños que nadie usa. Los precios mandan un mensaje directo al mismo 28 tiempo que permitir muchas respuestas. Los clientes pueden elegir su propia combinación de tecnologías y técnicas. Algunos se darán duchas más cortas. Otros instalarán sistemas de riego por goteo. Algunos se ducharán en el trabajo. Otros simplemente pagarán más. Un precio mayor por el agua, como un mayor precio para cualquier bien de consumo, permite a la gente elegir cuánta agua consumir. Poder elegir es una opción muy placentera frente a la falta de suministro o las multas de policías del agua. Los gestores también se benefician de precios más altos, ya que no necesitan controlar un comportamiento ni servir a intereses sagrados. Simplemente necesitan centrarse en los cambios agregados en la demanda que resultan de miles de personas tomando pequeñas decisiones. Es relativamente fácil establecer un precio para el agua que cubra los costes variables del servicio y añadir un recargo a ese precio en momentos en los que el agua es escasa. Dicho esquema estará en punto de equilibrio cuando el agua sea abundante, pero producirá “utilidades” cuando se usen los recargos. Estas utilidades pueden ser reembolsadas para reducir los cargos fijos utilizando los sistemas de contabilidad actuales. En Noviembre de 2013, por ejemplo, la empresa de servicios de agua de la ciudad de Prismo Beach, en California, vendió algo de agua extra, utilizó parte de las ganancias en mejorar el sistema de gestión del agua y envió el resto a los consumidores ¿A quién no le gusta recibir un cheque de reembolso en el correo? Un servicio fiable y un precio justo Las empresas de servicios deben recaudar ingresos fijos y variables en proporción directa a sus costes fijos y variables, de forma que sus finanzas sean estables. Todos los consumidores deben pagar el mismo precio volumétrico para ser justos. Se puede añadir un recargo cuando el agua es escasa y sea necesario disminuir la demanda. El exceso de ingresos derivado de estos recargos puede ser devuelto a cada hogar — sin considerar su consumo de agua — para asegurar que la empresa utilice los precios más altos solamente como una medida temporal para prevenir las carencias. Estas ideas se resumen en la página siguiente, dónde (en dos partes duplicadas) se ilustra cómo las empresas de servicios pueden establecer una tarifa para los servicios del agua que de lugar a estabilidad financiera y ambiental. La figura incluida muestra cómo se producen los costes normalmente (columna izquierda), la manera en que las tarifas son típicamente mal fijadas (columna del centro) y cómo establecer su precio correctamente (columna derecha). Las áreas sombreadas en gris muestran el impacto asimétrico sobre la conservación: un descenso del 50 % en el uso reduce los costes eingresos variables en un 50 %, pero los costes totales disminuyen en mucha menor medida que los ingresos totales porque los costes variables son una parte 29 pequeña del total de los costes, mientras que los ingresos variables son una parte mucho mayor de los ingresos totales. Copia, recorta y distribuye estas hojas en tu próximo cocktail con amigos. A la gente le encanta hablar de formas realistas de vivir con la escasez de agua. 30 Precios correcta estabiliza las finanzas, fomenta la conservación y previene la escasez. Una caída del 50 por ciento en el uso reduce los ingresos variables más que los costos variables (zonas de color gris claro) y desestabiliza las finanzas. ................!................"................ ................ # Precios correcta estabiliza las finanzas, fomenta la conservación y previene la escasez. Una caída del 50 por ciento en el uso reduce los ingresos variables más que los costos variables (zonas de color gris claro) y desestabiliza las finanzas. CAPÍTULO 3 El agua con fines de lucro He conocido un montón de gente inteligente que cree que el agua embotellada es mala, que los negocios malgastan el agua, que el “nexo agua-energía” debe ser gestionado, y que las empresas de servicios en manos privadas explotan a sus clientes. Su pasión, desafortunadamente, no da lugar a los incentivos económicos. Veamos cómo se mezclan el agua y el dinero. No culpes a la botella El agua embotellada es muy popular últimamente en los países ricos, pero siempre ha sido popular en países pobres donde la gente no puede acceder fácilmente a agua potable. Entonces ¿por qué es el agua embotellada popular entre la gente que tiene acceso a agua de calidad en el grifo? Algunas personas prefieren el agua embotellada a la gaseosa, al zumo u a otras bebidas que se pueden comprar en las tiendas. Otros compran agua embotellada por su cómodo envase o por parecer “cool.” Un montón de gente prefiere el sabor del agua embotellada en lugar del agua del grifo. No hay nada malo — en términos económicos — en estas elecciones. Éstas vienen acompañadas con los mismos costes y beneficios que otras decisiones de los consumidores. Dejando a un lado el sabor y la comodidad, el agua embotellada genera controversia por los costes y beneficios que los consumidores no tienen en cuenta. Éstos se refieren a los residuos de las botellas de plástico, la calidad del agua, el impacto del embotellar los acuíferos y la sostenibilidad del servicio de las empresas. La mayor parte del agua embotellada viene en botellas de plástico. Estas botellas — como las de Coca Cola o Pepsi — son normalmente 31 32 recicladas, incineradas o enterradas en vertederos junto a otras botellas. Los problemas llegan cuando las botellas de plástico acaban en las playas, en los lagos o en las cunetas — destruyendo la belleza del paisaje, contaminando el medio ambiente y matando animales. Este problema puede ser reducido mediante la limpieza periódica, pero también podría reducirse si a cada botella se le añadiese un cargo por depósito, de forma que a la gente se le pagase por recogerlas. Este tipo de depósitos funcionan en todo el mundo, y pueden funcionar para las botellas de agua de plástico. Los depósitos pueden incluso financiar un sistema de reciclaje, usando parte del depósito inicial para subsidiar el coste de derretir y reutilizar el plástico de las botellas. A pesar de los beneficios de esta solución, la industria embotelladora de agua se opone a los depósitos porque éstos suben los precios de venta al público y disminuyen las ventas. Algunas personas escogen agua embotellada frente a agua del grifo “perfectamente buena” porque no confían en la calidad de ésta, porque crecieron donde el agua del grifo estaba contaminada, o porque creen en los anuncios que proclaman que el “agua de la marca X” salvará a sus familias. Una prohibición de este tipo de publicidad no eliminaría esos miedos, pero una comparación de la calidad del agua embotellada y de grifo ayudaría a los consumidores. El consumidor promedio no es capaz de percibir contaminantes en concentraciones de una ppm por lo que agencias independientes o asociaciones de consumidores deberán analizar la calidad del agua embotellada y del grifo. La información ayudaría a los gestores de las empresas de servicios y a los vendedores de agua embotellada a competir, lo que ayudaría al consumidor. ¿Pueden las fábricas embotelladoras agotar un manantial o un acuífero? Si, pueden (y lo han hecho), pero no de forma automática. Las fábricas embotelladoras, las plantas industriales, las cerveceras, los agricultores y las empresas de servicios urbanos pueden estar autorizadas y ser reguladas de forma que los usuarios no se perjudiquen entre sí o dañen al medio ambiente. No hay nada especial en el caso del sector del agua embotellada que haga que este resultado sea más ó menos probable. La respuesta depende del régimen regulatorio y los derechos de propiedad — temas analizados en la siguiente sección. La gente que cree que el agua embotellada amenaza el servicio de abastecimiento a los hogares llega a esta conclusión en tres pasos. Primero dicen que distintas entidades regulan el agua del grifo y la 33 embotellada. Esto puede ser cierto en algunos lugares, pero no necesariamente afecta a la calidad del agua. Segundo, les preocupa que la venta de agua embotellada reduzca la venta de agua de las empresas. Esta objeción no queda reflejada en términos de volumen de agua o dinero; el agua embotellada tiene un coste mayor por unidad, pero la gente la compra mucho menos. Una tercera preocupación es que a aquellos consumidores que compran agua embotellada no les importe la calidad del agua del grifo, permitiendo a los gestores del agua eludir controles. Esta preocupación es condescendiente, poco liberal e ilógica. Asume que a la gente no le preocupará que salga agua turbia de sus grifos, que la gente que bebe agua embotellada debe ser forzada a beber agua sucia y que los consumidores pueden forzar a los gestores a hacer su trabajo. El consumidor ciertamente puede quejarse del gestor, pero los reguladores son los responsables de asegurar que las empresas provean agua de buena calidad. Lucrándose con el agua Hay una diferencia impresionante entre los precios del agua embotellada y la del grifo. Un litro de agua embotellada puede llegar a costar 4$ mientras que la misma cantidad de agua del grifo puede costar menos de un céntimo. Entonces, ¿por qué no está todo el mundo metido en el negocio del agua embotellada? Porque el “agua” solo es una pequeña parte de los costes de poner una botella en manos del consumidor. El coste de empaquetar, transportar y gestionar la cadena de suministro se come las utilidades, y éstas son aún más exprimidas por la publicidad en un mercado competitivo. Es difícil hacerse rico embotellando agua. ¿Qué hay de los negocios que utilizan agua para hacer dinero? Las características físicas únicas del agua disminuyen los costes de fabricar cualquier cosa, desde los chips de silicio hasta las patatas chips. Los negocios utilizan el agua para lavar el pelo de la gente, y sus platos. Las oficinas necesitan agua para mantener a sus empleados contentos y sanos. ¿Deben por ello estos negocios pagar menos por su agua? Algunos gobiernos aseguran que el agua barata genera empleo e impuestos. Esto es basura. Todos los negocios intentan minimizar costes y maximizar ingresos. Aquellos que aún siguen perdiendo dinero deben cerrar porque sus costes exceden su valor para los consumidores. El 34 agua barata puede ayudar a un negocio a mantenerse abierto, pero no hará de un producto malo uno bueno, ni compensará un servicio pobre o contribuirá a las pensiones de sus empleados. El agua barata solo contribuye a que se use más agua. Los negocios deben pagar el coste total por agua de calidad — incluyendo el coste de la escasez — y el coste de tratar las aguas residuales. Estos costes pueden variar por fuente (ríos, acuíferos o las tuberías de las empresas de agua), pero deben ser iguales para todo el mundo. Volvamos al ejemplo del agua embotellada, donde dije que varios usuarios del agua pueden agotar un acuífero, río o embalse si la regulación o los derechos de propiedad son débiles. La sobreexplotación y agotamiento pueden darse si el precio del agua es tan bajo que la demanda de los hogares y negocios excede a la oferta. Los vecinos que se unieron al Club de la Abundancia se ven ahora peleando por su “justa” porción de agua escasa. Su empresa de agua puede evitar la falta de agua a través de dirigir la demanda a consumidores especiales, agotando las fuentes o aumentando los precios. El acceso preferencial al agua alimenta la corrupción y la ineficiencia. Reservas agotadas no dejan agua para casos de emergencias o para el futuro. Precios más altos molestan a los negocios que aseguran que el agua barata crea empleos y a la gente que reclama un derecho a agua barata, pero precios más altos previenen carencias. Esto es relevante para los negocios que quieren seguir abiertos y para los individuos que prefieren agua del grifo a las alternativas de agua embotellada a un precio 100 veces mayor. Sabemos que precios más altos pueden equilibran la oferta y la demanda para prevenir la falta de agua, pero ¿qué pasa con lo de agotar acuíferos y ríos? Esas fuentes pueden ser sobreexplotadas (como bienes comunes que son), pero pueden también ser transformadas en bienes privados o club. El camino del bien privado divide una cantidad conocida de agua entre quienes la demandan. Esto es lo que ocurre cuando los padres dividen una tarta entre sus hijos para prevenir líos. El camino del bien club permite a todo el mundo que merece tener acceso al agua en un grupo que establece las normas para compartirla. El libro del Génesis 29:3, por ejemplo, describe cómo un pastor podía solo abrevar su rebaño mediante el acuerdo previo con otros porque los pastores habían puesto una gran piedra en la boca del manantial que solo podía ser movida con ayuda. 35 Este ejemplo, que también aparece en la Torah y en el Corán, demuestra los fundamentos comunes de la gestión sostenible del agua así como la durabilidad de reglas adecuadas para las circunstancias locales. Las reglas sostenibles protegen los recursos comunales de la depredación de los individuos. Estos ejemplos simples no son exhaustivos. Miles de regímenes operan en el mundo. Aquellos que equilibran la demanda y la oferta perduran porque promueven el uso sostenible del agua, lo que significa que permiten a tradiciones y actividades continuar indefinidamente. Paga por la energía, paga por el agua La industria de la energía utiliza el agua para producir y distribuir su producción. Las presas generan energía de agua que cae. El “fracking” utiliza agua para liberar petróleo y gas natural. Los biocombustibles usan agua para regar cultivos. Las granjas solares utilizan agua para mantener los espejos limpios y hacer funcionar las turbinas de vapor. Todos estos usos agotan o contaminan el agua de alguna manera. Todos ellos pueden usar más tecnología para tratar y reutilizar el agua. Incluso las presas pueden ser sustituidas por turbinas de “agua corriente” que generan electricidad sin interrumpir el flujo de agua. Estas tecnologías son caras en comparación con agua “gratis”, pero sus ventajas se hacen más patentes cuando el agua escasea — un estatus cuya existencia puede depender de tu perspectiva. Los “especialistas” del agua dicen que los desvíos “consuntivos” reducen la cantidad y calidad del agua. Definen el contrasentido de “uso no consuntivo” como un desvío temporal de agua que luego vuelve al sistema. Algunas personas afirman que los desvíos para el enfriamiento de centrales eléctricas o los embalses generados por presas son no consuntivos, pero los biólogos no están de acuerdo. Las centrales eléctricas no modifican en gran medida el volumen de agua, pero pueden devolver agua mortalmente caliente a los cursos naturales. Las presas modifican el régimen de caudales, confunden a los habitantes del ecosistema e interrumpen la evolución de la forma de los ríos (su hidromorfología). Las presas también aumentan la evaporación reteniendo agua en embalses. El lago Nasser, el embalse en el desierto creado por la Gran Presa de Asuán, pierde aproximadamente 12 kilómetros cúbicos de agua cada año. Esta cantidad — más del 20 por ciento del suministro 36 de agua de Egipto — representa 400 litros al día por cada egipcio. Esas pérdidas son inaceptables cuando el 40 % de los 17 millones de habitantes de El Cairo recibe suministro de agua en sus casas por menos de tres horas al día. Además, se requiere de mucha energía para captar, tratar y distribuir agua. Una planta desalinizadora utiliza energía para filtrar o evaporar agua. Las plantas de tratamiento de aguas residuales utilizan energía para bombear agua a través de lagunas y filtros. Las bombas utilizan energía para extraer agua de los acuíferos, pasarla sobre colinas y presurizar tuberías en edificios altos. La combinación de la concienciación acerca del carbono y la escasez de agua ha dado lugar a una floreciente industria de consultores del nexo energía-agua quienes prometen optimizar la producción y el uso de la energía y el agua de forma conjunta. Estos consultores pueden estar malgastando el tiempo y el dinero de sus clientes al centrarse en una pequeña parte de un sistema más grande. Éstos definen la eficiencia en términos de toneladas de agua, kilovatios hora o costes operacionales mientras que ignoran el coste de capital de los equipos que pueden aumentar o reducir la eficiencia. Ignoran otros inputs como productos químicos, cemento, trabajo, terreno y ecosistemas. Solo miran algunos eslabones en la cadena de suministro. No tiene sentido optimizar el consumo de energía en una planta depuradora y al tiempo que se ignoran los calentadores en los hogares o las bombas para regar. De esta forma, los debates sobre nexos pasan por alto el bosque, fijándose en unos pocos árboles. Este error no puede ser corregido mediante la incorporación de más datos — ¡el nexo agua-energíaalimentos-clima! — ya que estos sistemas complejos combinan miles de millones de decisiones individuales e interacciones para dar lugar a resultados que no permiten usar ingeniería inversa para modelar una única “función para toma de decisiones” para que los políticos entiendan o manipulen. El comportamiento emergente está lleno de signos contradictorios y confusos que cambian por muchas razones. Es mejor dar un paso atrás y exprimir la ineficiencia de cada sector con simples herramientas económicas. Un precio mayor causado por la escasez animará a la gente a usar menos agua (o energía), cada cual en su manera particular. Precios realistas empujarán a algunas fábricas a gastar dinero extra en máquinas que usen menos agua. Otras usarán más agua en máqui- 37 nas que consuman menos energía. Una planta de generación eléctrica puede que use una gran cantidad de agua gratis para enfriamiento, pero recirculará y enfriará agua cara. Un operador de una presa no retendrá agua para irrigación cuando compañías de transporte naviero paguen para aumentar el calado de un río. La industria del “fracking” usará enormes volúmenes de agua si los agricultores se la venden barata, pero tratarán y reutilizarán el agua que les salga más cara. Los usuarios de agua deben pagar el precio completo de la energía que usan, y generalmente lo hacen. Los usuarios de energía deben pagar por el precio completo del agua, pero generalmente no lo hacen. Por eso la falta de agua es más común que la falta de energía. Puede que los políticos prefieran mantener los precios del agua bajos para mantener la energía barata, pero su visión a corto plazo puede causar daños a largo plazo. Precios de agua adecuados eliminarán la necesidad de hablar de un nexo agua-energía. La regulación conduce al éxito o al fracaso La mayoría de las empresas de agua están en el negocio a largo plazo porque tienen un monopolio sobre un grupo de clientes que no puede comprar agua de otra compañía. En el Capítulo 2 mencioné que estas empresas pueden ser propiedad de inversores o del gobierno. Mucha gente confunde estas estructuras “públicas” o “privadas” con resultados buenos o malos, pero lo simplifican en exceso. Las empresas de agua, privadas ó públicas, tienen éxito o fracasan de diferentes maneras. Una empresa del agua en manos de inversores busca generar ganancias, pero también tiene el potencial de importar ideas de otros lugares, un incentivo para mejorar la eficiencia y una razón para encontrar nuevos clientes. Una empresa pública de agua se centra en mantener precios bajos, mantener a su personal feliz y evitar riesgos que requieran intervención política. Ambas pueden invertir menos de lo necesario en mantenimiento que tiene costes presentes y beneficios futuros, y ambas saben más sobre su eficiencia operacional que los consumidores o reguladores. Entre economistas no hay razón teórica o evidencia empírica que claramente favorezca un tipo de propiedad frente a otro. Las empresas de agua, públicas o privadas, pueden fallar a sus clientes a causa de mala gestión, pobre vigilancia, falta de información o alguna otra razón. 38 Los reguladores pueden forzar a los monopolistas hacia resultados en términos de precio o rendimiento que importan a los consumidores, pero la mayoría se centra en los inputs y resultados como el consumo de energía o el agua entregada. Ofwat, el regulador en Inglaterra y Gales, dejó de solicitar los “Retornos de junio” — densos informes con interminables datos — en 2011. Ahora Ofwat pone más peso en 20 indicadores, aunque algunos (“retornos de capital después de impuestos”) siguen centrándose más en las utilidades que en el servicio. En el Capítulo 6 describiré como el benchmarking puede mejorar el rendimiento y el servicio al cliente de empresas de agua. Utilidades sí, falta de suministro no Las botellas de agua de plástico están bien, a menos que contaminen el medio ambiente. Los negocios pueden usar todo el agua que quieran siempre que paguen el coste total de la misma. El nexo aguaenergía no necesitará ser gestionado — o siquiera comprendido — cuando los precios de la energía y el agua reflejen la escasez. La propiedad privada o pública de la empresa de agua no es tan importante como la profesionalidad del gestor a la hora de servir a los clientes. CAPÍTULO 4 Agua reciclada A poca gente le gusta oler, ver o pensar en los residuos humanos. Lo mismo ocurre con el agua sucia de fregar los platos, el agua de escorrentía de las calles y los vertidos de fábricas, granjas o vertederos. La mayoría de nosotros considera que el agua sucia no tiene utilidad. Incluso pagamos para que se vaya por el desagüe. Pero a medida que avanza la escasez de agua, el agua residual se está convirtiendo en un valioso recurso. Hemos reciclado el agua desde hace mucho tiempo. Las familias pobres comparten el agua de baño que cuesta mucho transportar y calentar. Los sistemas que desaguan las aguas grises del fregadero a los jardines, ahorran agua y dinero. Agricultores que sufren de hambre, utilizan las aguas grises y negras (de los sanitarios) para regar sus cultivos, porque la muerte es una amenaza mayor que la enfermedad. Ingenieros y científicos han trabajado durante siglos para encontrar mejores formas de depurar el agua. Emplean pozos más profundos, filtros más pequeños, químicos más potentes y sensores más precisos para detectar, eliminar y neutralizar los contaminantes. El coste de eliminar estos contaminantes cae cuando la tecnología y la técnica avanzan, y sube a medida que usamos productos químicos más potentes. La economía del agua residual está cambiando. En el pasado, era más barato extraer agua limpia, que reutilizar el agua contaminada, pero los tiempos están cambiando. Normas más exigentes sobre calidad de agua han aumentado la inversión en tecnologías de tratamiento. El aumento de la escasez de agua dulce ha elevado el coste del agua limpia. La combinación de agua residual más limpia y menor cantidad de agua dulce, ha aumentado el atractivo de reciclar agua residual 39 40 para usarla en los sistemas de agua potable. El agua residual es hoy reciclada a gran escala en Australia, California, Israel, Singapur y otros lugares, que se enfrentan a la escasez de agua. El agua “del baño, al tratamiento, y al grifo” es más barata que la desalinización, porque contiene menos sales que eliminar, y las infraestructuras de conexión son más sencillas. No es necesario situarse al borde del mar, o perforar un pozo profundo en un acuífero salino. El reciclado es posible en cualquier lugar en el que la gente tire de la cadena. El único inconveniente — como cualquier miembro del lobby desalinizador te diría — es el origen, desde una cisterna, de esta agua reciclada. La buena noticia es que este “pecado” no es grave, ni único. El agua reciclada adecuadamente es muy pura. De hecho, yo la bebo. Es interesante que la gente tienda a rechazar el agua reciclada de una tubería y al mismo tiempo crea que el agua “natural” es pura. A menudo están equivocados, ya que casi toda el agua viene de fuentes superficiales y subterráneas contaminadas. Los londinenses, por ejemplo, beben agua del Río Támesis que ha pasado a través de 7 baños. Por suerte para ellos, es tratada una vez más antes de llegar a sus grifos. Los costes cambiantes de depurar el agua interferirán con nuestras 41 sensibilidades y hábitos. La gente beberá agua embotellada en lugares donde sea demasiado caro eliminar contaminantes del agua. Las empresas de agua urbanas podrían proveer “tres corrientes” de servicios: agua embotellada para beber y cocinar, agua del grifo para lavarse y limpiar, y aguas grises para regar. Nuevas tecnologías podrían llevar a otras ciudades a reemplazar sistemas a nivel de ciudad por sistemas a nivel de vecindario. El viejo paradigma de beber agua de una fuente y desechar el agua servida en un fregadero podría ser reemplazado por sistemas vecinales de ciclo cerrado. Sistemas independientes de “grifoa-baño-a-tratamiento-a-grifo” interconectados disminuirían el riesgo a base de redundancia. Estos cambios desafiarán la perspectiva de “talla única” de los monopolistas. Inputs, resultados y políticas distintas mejorarán los servicios a las comunidades y recompensarán a los gestores creativos con buenas prácticas. Equilibrando las cuentas hídricas A menudo olvidamos que no creamos o destruimos agua cuando pasa a través de nuestras manos y cuerpos, y circula en el ciclo hidrológico. La lluvia fluye a los océanos, se hunde en la tierra, o se congela en el mismo lugar hasta que se evapora de nuevo. La calidad del agua cambia a lo largo de este ciclo a medida que ésta entra en contacto con diferentes sustancias. Los humanos hemos aprendido a acelerar este ciclo — creamos nieve, hervimos té, reutilizamos el agua residual, sembramos nubes, y bombeamos agua desde acuíferos prehistóricos — pero sólo afectamos a una parte del agua. El sol rige la mayor parte del ciclo del agua. La contabilidad hídrica puede considerar estos largos ciclos, pero a menudo se centra en una pequeña porción local del total de flujos de agua. Granjeros con mucha agua pueden inundar sus campos sin preocuparse por la que se desperdicia o la que desborda de los canales. Los granjeros son más cuidadosos cuando el agua es escasa o cara. La reducción en su desperdicio se ve bien en las cuentas locales, pero evita que el agua “aparezca” en las cuentas de los vecinos, acuíferos, y fuentes aguas abajo. Las cuentas hídricas siempre se han equilibrado, pero sólo hemos estado fijándonos en algunas de ellas. Como ejemplo, consideremos que pasa cuando la gente ahorra agua dándose duchas más cortas, instalando inodoros de bajo con- 42 sumo o reutilizando sus aguas grises. En algunas partes del mundo, este tipo de medidas ahorran agua, energía y dinero, pero también pueden disminuir el rendimiento de cloacas y plantas depuradoras diseñadas para aguas residuales menos concentradas. Una empresa de agua gestionando agua potable y agua residual, buscará el equilibrio entre conservación del agua y rendimiento financiero, pero el equilibrio es más difícil cuando estos servicios están divididos. La conservación en una empresa de agua potable podría traducirse en costes más altos para su vecino de aguas residuales. La siguiente sección examina las opciones de las empresas de aguas residuales. Cobrar por agua residual residencial En el capítulo 2, recomendaba que los servicios de agua equiparasen los precios fijos a los costes fijos, y los ingresos variables a los costes variables. Un sobrecargo en el uso del agua disminuiría la demanda en tiempos de escasez. Los cargos por servicio de aguas residuales deberían seguir un esquema similar, con modificaciones que reflejen el hecho de que los sistemas de agua residual tienen una mayor proporción de costes fijos, que normalmente no usan contadores , y que manejan diferentes cantidades de contaminación. La combinación de costes fijos elevados y la falta de contadores significan que la mayoría de los sistemas de aguas residuales hoy en día se financian a través de cargos fijos a los usuarios o impuestos inmobiliarios. En algunos lugares, los gobiernos locales o financiadores externos, pagan el costo del agua residual porque los sistemas son “muy caros” para los usuarios, o porque la salud pública justifican un subsidio. Estas razones deberían ser ponderadas contra los problemas de interferencia externa que también discutimos en el Capítulo 2. Los cargos fijos deben variar si diferentes usuarios imponen diferentes cargas al sistema. Los usuarios residenciales e industriales probablemente deberían pagar tarifas diferentes. Grandes usuarios industriales y comerciales pueden ser medidos por flujos. Instalaciones más contaminantes tales como procesadoras de alimentos deberían ser tratadas in situ. Estas políticas se están utilizando ya en muchos países; deberían ser adoptadas en aquellos lugares donde los costes de tratamiento de aguas residuales estén aumentando más rápido que los ingresos. Ahora, necesitamos decidir si los usuarios residenciales deberían 43 pagar una tarifa fija o pagar en proporción a sus descargas. Cargos proporcionales, asumiendo que la carga contaminante es similar en los flujos, implica que los cargos deberían ser volumétricos. Estos cargos pueden basarse en la medición del agua potable que entra, pero algunas personas abogan por descontar su uso exterior, de forma que sólo se cobre por la porción usada dentro del hogar, que es la que acaba en la planta depuradora. Esta idea tiene sentido, hasta que te paras a reflexionar un poco. ¿Acaso el uso en el exterior de tu hogar no tiene un efecto sobre la calidad del agua? El riego residencial produce escorrentías que terminan en las redes de alcantarillado de drenaje pluvial. También, se infiltra en el suelo pasando al agua subterránea. En ambas circunstancias, el exceso de agua frecuentemente está contaminado con químicos y pesticidas, dado que los propietarios a menudo usan “un poco más, por si acaso.” El elevado coste de capturar y tratar estas fuentes de contaminación difusa implica que el uso exterior debe contabilizarse de alguna manera. Este razonamiento hace fácil volver a la sugerencia más simple: establece los cargos por aguas residuales de acuerdo a la demanda de agua potable medida, y usar esos ingresos para capturar escorrentías difusas, tratar el agua residual de las tuberías, y proteger a las fuentes de agua naturales contra la polución. El mismo consejo se aplica a los usuarios de agua industriales (tal como se mencionó antes), pero incluso “los inocentes” puede que tengan que pagar más. Los campos de golf y los parques no deberían estar exentos de cargos por aguas residuales al menos que traten sus escorrentías y protejan el agua subterránea de la comunidad. Minimizando la contaminación no residencial La mayor parte de los usuarios urbanos de agua paga por su contaminación porque están conectados a una red de alcantarillado. Las fuentes difusas son más difíciles de identificar o cobrar, cuando las descargas fluyen a un terreno común. Es difícil identificar qué agricultor drenó nitrógeno en exceso a un río cercano, qué mina filtró cianuro a un acuífero subterráneo, o qué calle arrojó aceite a los alcantarillados pluviales. Los cargos volumétricos de aguas residuales pueden pagar la limpieza de alguna contaminación difusa pero la gente puede oponerse 44 a usar estos cargos para pagar por la captura y tratamiento del agua pluvial. Por esta razón las tasas por agua pluvial deben ser calculadas por separado en función de la superficie. Las autoridades de la ciudad de Berlín y la de Filadelfia, por ejemplo, cobran a los propietarios por el agua de lluvia que escurre de su propiedad. Estos cargos son reducidos si los propietarios capturan agua pluvial para reutilización in situ o para la infiltración subterránea. La regulación puede ser más efectiva que los precios para reducir contaminantes tóxicos difusos. Una regulación puede prohibir la venta de un químico, dictar su uso en un área designada, o requerir un tratamiento especial. Las regulaciones pueden requerir el reciclaje de pintura y aceite usado en plantas depuradoras in situ para eliminar contaminantes que excedan la capacidad de las plantas de tratamiento. Instalaciones de descarga cero típicamente evaporan el agua y solidifican los residuos en una forma inerte que es más fácil de desechar de forma segura. Regulando a múltiples contaminantes ¿Cómo mantiene uno la calidad del agua en un río que contiene escorrentías de múltiples instalaciones? Normalmente el objetivo es limitar la carga total de contaminantes, mantener los niveles de oxígeno disuelto, etc., pero asignar la carga contaminante entre quiénes descargan puede ser difícil. Para este problema, propongo una regulación de “no hacer daño” que requiere que el nivel de calidad del agua, aguas abajo, debe ser igual o mayor al nivel aguas arriba. Esto puede ser implementado sin monitoreo, requiriendo a la empresa de agua de la ciudad que su toma esté aguas abajo de su emisario de aguas residuales. Dicha configuración sería cara en muchas ciudades en las que los ingenieros utilizan gravedad para mover agua de un punto de toma más arriba hasta un punto de descarga más bajo, pero un “sistema virtual” podría instalarse usando sensores baratos que enviarían una señal si las descargas aguas abajo están más sucias que la extracción aguas arriba. Mercados entre los contaminadores Otra solución permite a los grandes contaminadores intercambiar derechos de contaminación entre sí, como parte de un régimen local de derechos de emisión que fija un nivel de contaminantes total para toda o parte de la cuenca, que distribuye permisos de contaminación 45 a quienes descargan, y que luego les permite intercambiar entre sí. Los derechos de emisión a menudo funcionan mejor que la regulación porque dan liberta, a quienes descargan, para encontrar formas más baratas de reducir su contaminación. Los contaminadores con costos de depuración bajos pueden vender los permisos que no utilizan a otros para quienes la reducción de contaminantes es cara. Los derechos de emisión requieren mediciones en los puntos de descarga y la imposición de cumplimiento para asegurar que las descargas totales permanezcan por debajo del límite fijado. Un programa de derechos de emisión en Carolina del Norte ha incentivado a desarrolladores a restaurar un ecosistema depurador de nutrientes para que la expansión urbana no reduzca aún más la calidad del agua. Un sistema similar en el Lago Taupo de Nueva Zelanda, ha permitido a un fideicomiso local pagar a granjeros para que cambien sus prácticas y así reducir la carga de nitrógeno en una masa de agua preciado por los neozelandeses. Establecer estos programas toma tiempo y esfuerzo. Los actores involucrados pueden tardar una década en ponerse de acuerdo sobre la legislación y la forma de establecer mecanismos regulatorios — pero pueden mejorar y mantener la calidad del agua más efectivamente que la normativa. Los políticos prefieren regalar permisos (a menudo basados en emisiones pasadas), pero un sistema de subastas generaría ingresos, en vez de dinero caído del cielo para los contaminantes. Las subastas también reducirían la contaminación rápidamente porque los contaminadores deberán pagar inmediatamente, en vez de simplemente entregar sus permisos gratis ¿A dónde deberían ir los ingresos de las subastas? Algunas personas quieren usar los ingresos para reducir otros impuestos. Los impuestos al carbono disminuyen los impuestos a la renta en Columbia Británica. Otras personas quieren que el gobierno subsidie tecnologías verdes, pero los burócratas son malos escogiendo ganadores. Los subsidios también favorecen tecnologías sobre técnicas que podrían ser más efectivas en reducir la contaminación. Yo recomiendo usar parte de los ingresos en acabar con contaminación pasada y distribuir el resto entre la gente que vive en las áreas contaminadas. La combinación de límites, limpieza y compensación mejorará la calidad de vida de los actuales residentes y atraerá a nuevos habitantes. La “verdificación” resultante aumentará la población viviendo en un ambiente más limpio. 46 Soluciones colectivas para contaminadores invisibles Ahora llegamos a las fuentes de contaminación difusas que a simple vista están separadas, pero que se entremezclan en el momento de determinar responsabilidad. Los campos agrícolas descargan fertilizantes y pesticidas en la superficie — y cuerpos de agua subterránea — creando “zonas muertas” en lagos y océanos. Los acuíferos pueden ser contaminados por fugas de operaciones de petróleo, gas, minas, o instalaciones agrícolas. La política usual para reducir las fuentes de contaminación difusas es regular o cobrar impuestos por fertilizantes o químicos, pero estas acciones pueden llevar a reducciones en la producción de alimentos políticamente impopulares. Las regulaciones de retención, requieren que los propietarios establecen zonas de amortiguamiento para disminuir la velocidad de la escorrentía y su fijación (estabilización) antes de que llegue a las fuentes de agua comunales. Esta regulación es fácil de hacer cumplir, pero reduce la cantidad de tierra dedicada a la producción. Una regulación más prometedora sería imponer un régimen penal colectivo a un grupo de granjeros (o perforadores de petróleo) cuyas actividades, tomadas en conjunto, excedan los límites de contaminación. La regulación crearía un incentivo positivo al desempeño a través del establecimiento de una línea de base de la carga contaminante y calculando un depósito por cada usuario del terreno. Dicho depósito se devolvería sólo si la contaminación total permaneciera por debajo del límite. Esta regulación resuelve el problema del regulador de falta de información transfiriendo el peso del monitoreo a los propietarios que saben quién está haciendo qué. También facilita a los vecinos enseñarse entre sí en materias de cómo producir con menos contaminación. Asegurando contra la contaminación catastrófica Regulaciones, precios y multas funcionan cuando el costo de la contaminación puede ser incluido en el precio final de los bienes, pero ¿cómo debemos lidiar con la contaminación excepcional pero costosa? Muchas actividades mineras, de perforación y de explotación de recursos crean beneficios privados que serán sobrepasados por un accidente. El coste del accidente de la plataforma Deepwater Horizon y el vertido de crudo ocasionado en el Golfo de México en 2010 (en multas y compensaciones pagadas por la petrolera BP) fue cien veces mayor que el valor del petróleo perdido. Las compañías que se enfrenten con 47 altos costos de limpieza podrían declararse en bancarrota. Las regulaciones previenen algunos accidentes, pero no todos. Un paro total de todas las actividades potencialmente contaminantes es inaceptable, con lo que tiene sentido reducir el riesgo y mitigar los daños exigiendo fianzas de accidentes o seguros. Una fianza de desempeño ambiental es una garantía emitida por una compañía que pagará una gran cantidad de dinero al gobierno si sus operaciones producen contaminación excepcional o si la compañía no logra limpiar el área afectada. Aunque algunas compañías cumplen con los requisitos de sus fianzas, transfiriendo dinero en efectivo a una cuenta de depósito en garantía en poder de un tercero, la mayoría emite cartas de garantía que se activan solo en el caso de un accidente. Estas garantías pueden ser arriesgadas, ya que las compañías que contaminan también tienden a fallar en otros aspectos. La compañía Freedom Industries, por ejemplo, vertió químicos tóxicos al río que abastecía de agua a la ciudad de Charleston, en Virginia Oeste, a principios de 2014. La compañía se declaró en bancarrota cuando no pudo pagar los daños y costes de limpieza. Los seguros funcionan repartiendo el coste de un desastre entre muchas operaciones. La aseguradora recopila las primas de muchos productores y utiliza ese dinero para limpiar cuando unos pocos tienen un accidente. Las aseguradoras de contaminación deben ser capaces de pagar por limpiezas costosas, y son cuidadosas a la hora de establecer normas y exigir informes que reduzcan su exposición al riesgo. En teoría, su experiencia y responsabilidad financiera previene emprendimientos arriesgados, pero la realidad dará un golpe si las garantías son muy bajas. El precio de las fianzas o seguros debe reflejar el coste de limpiar completamente un vertido o un área afectada, ocupándose de la gente herida, y compensando por las muertes ocasionadas. El precio será alto cuando el operador tenga una mala reputación o el proyecto tenga muchos riesgos, pero ese es el tema. Los gobiernos que liberan a los operadores de tener que pagar garantías adecuadas solo transfieren el riesgo a sus contribuyentes. Peor aún, también transfieren responsabilidad a un gobierno que puede no estar capacitado para hacer frente a desastres. Odio pensar en cuánto más crudo podría haberse vertido si el equipo del gobierno de los Estados Unidos a cargo de responder después del Huracán Katrina, hubiera sido enviado para ocuparse del derrame del Deepwater Horizon. 48 Los contratos de seguro o fianzas podrían no funcionar si es necesario asignar culpa entre múltiples compañías. Descifrar quién paga qué, podría llevar más tiempo que limpiar la zona afectada. Los contratos deben designar un pagador por defecto para minimizar retrasos y daños. Esa aseguradora puede buscar copagos, una vez la limpieza haya comenzado. Cada una de estas cuestiones está presente en Alberta, Canadá, donde compañías utilizan mucha agua para extraer crudo de los masivos depósitos de arenas con alquitrán. El gobierno provincial de Alberta exige que las compañías paguen fianzas de desempeño contra el costo de limpieza una vez hayan completado las operaciones, pero el gobierno permite a las compañías garantizar esos costes pagando cuotas durante la operación. Esto significa que los costes de limpieza no están cubiertos hasta que los proyectos han sido completados. Nunca se ha cerrado un proyecto, y sólo una laguna de residuos (Suncor Pond 1 ) ha sido restaurada. Sus aguas contaminadas fueron transferidas a la laguna contigua. El optimismo de la provincia no es un accidente. No se exige a las compañías que paguen fianzas o compren seguros contra la contaminación que ocurre durante sus operaciones. Se asume que las compañías son capaces de limpiar sus vertidos y compensar a las víctimas, y más aún, que lo harán. Esa suposición fue justificada con el vertido de Deepwater Horizon, ya que BP fue capaz de recaudar 40 mil millones de dólares en compensaciones, pero el caso de BP fue afortunado (de una forma perversa). Los fallos como las de la compañía Freedom Industries son más comunes. No debemos dar el beneficio de la duda, cuando la contaminación puede desembocar en un daño masivo a la gente y a los ecosistemas. Las compañías deben elegir entre asegurar completamente sus riesgos o dejar de operar. Agua limpia por la que vale pagar Mejor tecnología, un deseo social de proteger el medioambiente, y la creciente escasez de agua dulce aumentan el beneficio de reciclar aguas residuales. Los usuarios residenciales deben pagar por el coste de depurar el agua residual y las escorrentías urbanas contaminadas en proporción a su uso de agua potable. El coste de sistemas de agua pluvial debe ser recuperado cobrando a los propietarios que permiten escurrir el agua fuera de sus propiedades. La contaminación industrial 49 y agrícola puede ser reducida a través de regulación, mercados de derecho de emisión, responsabilidad colectiva, o seguros contra vertidos peligrosos. Escoge cualquier política que quieras, siempre y cuando proteja a la gente inocente y al medioambiente. CAPÍTULO 5 Alimentos y agua Los agricultores necesitan agua barata para protegernos del alimento del extranjero de dudosa calidad, mantener las raíces rurales de nuestra cultura y alimentar a miles de millones de personas, ¿verdad? Realmente, no. La mayoría de los agricultores en los países desarrollados son personas de negocio que proveen alimento de calidad al mejor postor. Los pequeños agricultores suelen mantener vínculos estrechos con su comunidad, pero los grandes agricultores comerciales mantienen una relación más estrecha con sus hojas de cálculo que con la lechuga en tu ensalada. La diferencia entre la idea romántica y la realidad no es tan grande para agricultores en los países en vías de desarrollo, pero su realidad probablemente dé un giro trágico por el efecto de la mala gestión de las cadenas de suministro, los burócratas corruptos y la distorsión de los mercados. Todo agricultor transforma agua en dinero, y éstos — usuarios del 70–80 % de los recursos hídricos en la mayoría de los países — sufren grandes pérdidas cuando el agua falta. Esa gran dependencia explica por qué los agricultores se quejan cuando no reciben suficiente agua, por qué están en constante conflicto con las ciudades, los grupos ecologistas e incluso entre ellos mismos, y por qué hacen lobby por aplicar de forma laxa las reglas que “amenazan la seguridad alimentaria.” No voy a discutir acerca de estas quejas, sino que voy a resolverlas con la recomendación más poderosa e importante de todo este libro: los agricultores deben comprar y vender el agua para riego en mercados, si se quiere salvar a las comunidades rurales, maximizar la producción de alimentos y mejorar la gestión del agua en otros secto50 51 res. Esta recomendación no significa que todas las comunidades rurales prosperarán. Algunas triunfarán y otras fracasarán. Tampoco significa que los alimentos serán baratos en todas partes. Algunas personas tendrán que pagar más. No significa que todas las demandas agrícolas y medioambientales podrán ser atendidas. Algunos agricultores y ríos dejarán de tener suficiente agua. Mi recomendación busca maximizar los beneficios privados y sociales que sacamos del agua. No niega los hechos, pero sí trata de mejorarlos. El derecho al agua escasa La revolución agrícola comenzó hace unos 10.000 años, cuando la gente vio que era posible cultivar más alimentos cuando se plantaban y regaban las semillas. Esta revolución dio otro gran paso cuando los agricultores dedujeron la manera de extraer agua de los ríos, lagos y acuíferos subterráneos. Las mejoras en las técnicas de riego y la tecnología trajeron más agua en los momentos adecuados, dando lugar a mayores aumentos en las cosechas. El regadío requiere terreno y agua, así como infraestructuras que conecten las dos variables. Las infraestructuras para riego han sido históricamente costosas y difíciles de construir para la humanidad, pero los avances tecnológicos han hecho que sea más fácil regar casi en cualquier parte del planeta. El problema ahora es que no hay suficiente agua para llenar todas estas presas y canales. Su escasez ha aumentado el valor del agua, pero las decisiones de gestión de los recursos hídricos generalmente obvian este hecho. Las comunidades de regantes, las asociaciones de usuarios del agua y otras entidades, cobran a los agricultores un “precio del agua” que cubre algunos costes pero subvenciona otros. Los subsidios enriquecen a los agricultores y a otros intereses particulares tal como empresas de suministros agrarios, los procesadores alimentarios y comerciantes al por mayor, pero también distorsionan las decisiones acerca del uso de la tierra y el agua. Así es como tenemos vacas lecheras en tiendas con aire acondicionado en el desierto. ¿Qué pasa con los costes del agua? Generalmente son nulos porque los agricultores tienen derechos adquiridos sobre el agua. Hay básicamente tres clases principales de derechos de agua. Los más antiguos tratan el agua como un bien club, en tanto que se permite 52 a los demandantes usar tanta agua como quieran, siempre y cuando su uso no afecte a otros. Estos derechos usualmente están vinculados a terrenos adyacentes a los ríos, en cuyo caso se conocen como derechos ribereños. Dato curioso: el término rival viene de rivalis, que en Latín es el adjetivo para una persona que comparte un río (rivus) con otros. Los derechos ribereños mantienen a raya la rivalidad hasta que la escasez transforma el agua en un bien común, en el que el uso por parte de una persona disminuye el agua disponible para los demás. Estas circunstancias dan lugar a la segunda clase de derecho de agua que permite a su propietario extraer una cantidad conocida de agua de la superficie o del subsuelo como un bien privado. Este derecho exclusivo y cuantificado se conoce generalmente como “first in time, first in right” [“primero en el tiempo, primero en derechos”], ya que concede “antigüedad” a la primera persona que desvió agua en un acto de “apropiación previa.” Observa que primero no siempre significa mejor. Los derechos de apropiación previa requieren un “uso beneficioso”, pero no requieren — sabiamente — el mayor ni el mejor uso, lo que es muy difícil conocer o calcular. La gente habla constantemente del valor del agua, pero es muy difícil estimar nuestro propio valor, y más aún el valor (verdadero) de alguien más. Este problema se hace extensible a la mayoría de los bienes y servicios que consumimos. Los economistas hablan de nuestra “demanda” de estos bienes, pero de hecho, no podemos medir el valor que dicta la demanda. En cambio, asumimos que la gente da un valor más alto a los bienes que compra que al dinero que paga por ellos. Esto implica que los precios racionan los bienes a la gente que los valora más. Esta lógica explica por qué los mercados aumentan la felicidad de la gente. Éstos reorganizan los bienes y el dinero entre compradores y vendedores de forma que ambas partes están mejor. Los compradores obtienen algo que valoran por encima del precio que pagan por ello; los vendedores proporcionan algo que vale menos para ellos que el dinero que reciben. Los mercados para el agua de riego funcionan de la misma manera. El Capítulo 10 aborda la cuestión más compleja de valorar y distribuir el agua para el medio ambiente. Los derechos privados de apropiación previa eliminaron demandas superpuestas a través de la exclusión, pero crearon un nuevo problema de agotamiento. Las políticas gubernamentales incentivaron a la gente 53 a usar agua en lugar de dejarla correr y que “se desperdicie” en el medio ambiente. La apropiación de los Caudales ecológicos para usos privados resultó en lagos y ríos secos, manantiales muertos y en un descenso de los beneficios de “bien público” que pertenecían a todos. La mayoría estamos familiarizados con estos desastres: El Mar de Aral está muriendo y sus ríos están siendo desviados a campos de algodón. Las aguas de río Colorado alimentan campos de alfalfa y jardines en los suburbios. Otros ríos — el Indo en Pakistán, el Amarillo en China y el Murray en Australia, por ejemplo — se convierten en polvo antes de llegar a sus deltas. El valor de los Caudales ecológicos es evidente. Muchas ciudades se fundaron sobre ríos que les abastecían de agua, les proporcionaban medios de transporte y belleza intrínseca del entorno. Esos ríos y otros masas de agua fueron usados de forma abusiva durante siglos, antes de que los daños empezaran a molestar a la gente, y con ello, un tercer tipo de derecho fue creado; un derecho de “deber público” que reserve aguas para el disfrute de todo el mundo, sin exclusión, expolio o agotamiento. Es apropiado destacar aquí que los derechos de “deber público” no anulan los derechos de agua privados, sino que los sitúa en su contexto social. Muchos países distinguen entre el derecho de “usufructo” de los individuos a usar agua, y la propiedad del Estado (pública) del agua. Propiedad pública significa que el Estado puede reasignar derechos de entidades privadas al “deber público” cuando las necesidades de la comunidad (bienes públicos) deben ser protegidos o restaurados. Este repaso de las distintas clases de derechos clarifica sus diferencias, pero también explica cómo han evolucionado para suplir diversas necesidades y cómo deben evolucionar con las condiciones locales. El dramático ejemplo del Valle Owens en California ilustra esta cuestión. Esta historia comienza en el siglo XIX con agricultores que obtuvieron derechos de “apropiación previa” sobre el agua del río Owens y los acuíferos cercanos. La combinación de baja densidad de población y alto régimen de retorno al río y a acuíferos hizo que los agricultores usaran el agua como si tuvieran derechos ribereños. La ciudad de Los Ángeles vio una oportunidad en el agua del río Owens, la cual podía ser usada para la expansión de la urbe. La ciudad compró terrenos y ejecutó los derechos de apropiación previa para exportar agua a través de acueducto de Los Ángeles (construido en 1913). Estas exportaciones disminuyeron el nivel de los acuíferos 54 locales, secó el Lago Owens y desviaron varios cauces que alimentaban al cercano Lago Mono. Las acciones de la ciudad fueron legales, pero sus impactos fueron excesivos. En 1983 la Corte Suprema de California dictaminó que estas exportaciones estaban dañando al lago Mono. La Corte redujo los derechos de la ciudad de Los Ángeles a favor del derecho de deber público para mantener más agua en el lago. Este ejemplo muestra cómo los derechos pueden entrar en conflicto con objetivos sociales, lo que discutiremos en el Capítulo 6. Mientras tanto — y siguiendo el espíritu de la Parte I de centrarse en el agua como un bien privado — examinaremos la cuestión más sencilla de cómo gestionar los derechos privados entre los agricultores y otros usuarios que quieren usar el agua como un bien privado. Diseñando correctamente los derechos Ya hemos tratado cómo los precios del agua urbana deben subir cuando la escasez indique que la demanda debe disminuir, pero ese mecanismo no funcionará con agricultores que tienen derecho a extraer el agua. Los agricultores que se autoabastecen de los acuíferos o de los ríos cercanos pagan solo por el coste del bombeo. Los agricultores que obtienen su agua de comunidades de regantes, con derechos propios, pagan el precio de abastecimiento pero no el coste de escasez. Estas estructuras de recuperación de costes significan que los agricultores de zonas donde hay escasez de agua favorecen la falta de agua para ellos mismos y sus comunidades. Los agricultores y la sociedad estarían mejor con señales de escasez más fuertes. Los mercados dan buenas señales. El precio del agua en un mercado ayudaría a los agricultores a decidir entre usar agua escasa para sus cultivos o vendérsela a alguien con un valor más alto. Además, los mercados son mejores que la autogestión o la legislación a la hora de gestionar la escasez. A los agricultores puede resultarles difícil contenerse cuando ellos mismos u otros actores involucrados pueden ganar fortunas bombeando agua de un acuífero compartido. La legislación normalmente falla porque los agricultores se pelean por utilizar “su” agua, o bloquean la aplicación de los límites impuestos desde fuera de la comunidad. Los mercados superan estos problemas alineando los beneficios con la sostenibilidad del sistema. Los agricultores tienen un incentivo para aplicar límites que incrementarán el valor de sus derechos sobre el agua. 55 Acabamos de analizar tres tipos de derechos de agua, pero ahora estamos discutiendo los “derechos de apropiación previa”, lo que nos trae a la interesante pregunta de cómo los agricultores adquieren dichos derechos. Hay dos formas de adjudicar estos derechos de usufructo entre individuos o grupos. La primera, distribuyendo estos derechos de acuerdo con criterios políticos como “el primero que llega, se lo lleva,” “dar prioridad a grupos especiales,” “igualdad para todos”, o algún otro factor. Una distribución económica adjudicaría los derechos a aquellos que paguen más por ellos. Una vez adjudicados, los derechos pueden ser redistribuidos de muchas maneras. La forma más común es intercambiarlos por dinero, pero entre vecinos se puede, por ejemplo, intercambiar “agua en el presente por agua en el futuro.” Daros cuenta que los mercados de agua — a diferencia de los mercados del petróleo — serán mercados locales por el elevado coste de trasportarla. Un barril de petróleo de 42 galones (160 litros) vale en torno a 100$. La misma cantidad de agua para agricultura vale mucho menos que un centavo de dólar. Los precios locales del agua dependerán de la demanda de los agricultores y otros usuarios, del clima y otros muchos factores. Paremos un momento para hacer tres aclaraciones importantes. Los derechos de agua son normalmente adjudicados en un proceso político, y reasignados después bajo un criterio económico. La distribución política de estos derechos puede dar lugar a beneficios “caídos del cielo” para algunos actores involucrados que han pagado muy poco o nada por adquirir sus valiosos derechos. La redistribución bajo criterios económicos traslada el agua a usos “mejores y más elevados” en términos de valor monetario. Este binomio político-económico significa que el agua puede ser adjudicada en función de fuerzas políticas en una primera fase y después redistribuida económicamente para mejorar su eficiencia. Otro criterio importante a tener en cuenta es la forma en que se especifican los derechos. Un derecho permanente le da a su propietario el derecho a recibir una asignación (o cantidad) anual de agua que varía de año en año. Estas asignaciones pueden ser utilizadas o intercambiadas. El precio de un derecho es normalmente mayor que el precio de una asignación de la misma forma que el coste de comprar una casa es mayor que el coste de alquilarla. Por esta razón, los precios de los derechos de agua fluctúan ampliamente ya que su valor depende de las predicciones a largo plazo de la oferta de agua, de las 56 decisiones políticas, de las protestas de los vecinos, etc. Las asignaciones pueden no llegar con la misma regularidad. Antiguos derechos permanentes con asignaciones anuales regulares valen más que derechos adquiridos recientemente que pueden quedarse “secos” en años de sequía. Los participantes en los mercados del agua en la cuenca de Murray-Darling en Australia a veces ven cómo los precios de las asignaciones suben por encima del precio de los derechos. Los derechos adquiridos recientemente y “secos” no valen mucho cuando los agricultores necesitan “asignaciones con agua” ahora. La aclaración final es la más importante, ya que es la que debe decidirse primero; ¿Cuánto agua puede asignarse? Esta pregunta esencial ha sido frecuentemente ignorada. Muchos ríos han sido explotados hasta el punto de agotar sus Caudales ecológicos. Otros ríos son tan sobre-explotados que algunos de los derechos de agua asignados nunca podrán ser satisfechos. Este resultado de locos es la resaca de un pasado en el que los políticos repartían derechos sin tener en cuenta los límites físicos. Su miopía puede reflejar la compra de votos hoy a cambio de derechos en el futuro, pero también es consecuencia de la creencia de que el agua era malgastada si se vertía al mar. Las decisiones de los políticos en el pasado complican los esfuerzos necesarios para restaurar el régimen de Caudales ecológicos en el presente. Los gobiernos se han encontrado con el hecho de que anular o recomprar los derechos adjudicados es un proceso lento, costoso y controvertido. Incluso el término “derecho” complica la cuestión en los países donde los derechos de propiedad (sin importar la manera en que fueron adquiridos) son sagrados. Los gobiernos que se enfrentan a cortes de suministro frecuentemente clasifican de forma distinta sus derechos como “licencias” o “concesiones”, cuya validez expira pasado un cierto plazo, para facilitar la integración de los cambios necesarios en la oferta, la demanda y las prioridades sociales en torno al agua. La otra complicación con el “¿cuánto?” es definir la cantidad de agua en su supuesto origen. Es difícil estimar la extracción sostenible sobre un acuífero. Las extracciones deben ser menores a la tasa de recarga, pero estos complejos flujos varían en el tiempo y en el espacio. Los derechos sobre los ríos y los acuíferos interfieren unos con otros cuando éstos separan legal y administrativamente aguas que están físicamente interconectadas. Es asímismo muy complicado cuantificar el “cuánto” cuando los derechos de agua están definidos en términos de “desvíos” en lugar de “consumos.” Por tanto tenemos que anali- 57 zar el “uso” del agricultor en términos del desvío inicial, del consumo por evapotranspiración, así como de la cantidad y calidad del agua agrícola que retorna a los ríos y acuíferos. Digamos por ejemplo que cinco agricultores — cada uno de ellos con el derecho a desviar 10 unidades de agua de un río — “malgastan” el agua de forma tal que la mitad de sus desvíos retornan al río. Estas cifras significarían que las 50 unidades desviadas por los cinco agricultores tan solo disminuirían la corriente del río en 25 unidades. Su uso consuntivo se elevará si cambian sus sistemas a unos con menores pérdidas y de mayor eficiencia de riego, ya que serán entonces capaces de utilizar el total de sus 50 unidades asignadas a sus derechos. Por tanto, la eficiencia puede secar el río. Después de tantas advertencias y aclaraciones puede resultar adecuado hacer un resumen. Afortunadamente puedo recurrir a una lista de gestión de recursos del experto en agua Chris Perry: 1. Contabiliza los recursos disponibles. 2. Negocia para determinar los derechos y las prioridades. 3. Codifica los derechos y las prioridades en reglas claras. 4. Delega la implementación en agencias adecuadas. 5. Diseña las infraestructuras necesarias para proveer agua. 6. Evalúa los resultados para ajustar los puntos 1–5 Hemos discutido los puntos 1–5, con la salvedad de que los detalles dependen de las instituciones locales. En el Capítulo 8 analizaremos el tema de las infraestructuras, pero sabemos de antemano que ésta puede impedir o facilitar la redistribución. Ahora veamos el punto 6. La evaluación es esencial si queremos corregir errores y adaptarnos a circunstancias cambiantes. La adaptación tiene lugar cambiando derechos para ajustar Caudales ecológicos, regulando la calidad, mejorando la contabilidad, etc. Estos métodos son discutidos en otras partes del libro. Analicemos ahora los mercados como una forma de adaptarse, hoy. 58 Mercados para el agua Hoy en día la distribución de los derechos de agua puede no reflejar o recoger de forma adecuada la valoración del recurso de los nuevos y antiguos usuarios del agua. Esta distribución actual puede que falle también a la hora de reflejar las cambiantes prioridades sociales. Estas observaciones implican que los derechos de agua existentes quizás necesiten ser reestructurados. Consideremos, por ejemplo, el caso de dos comunidades de agricultores en el sur de California. Los agricultores que viven cerca de San Diego cultivan aguacates utilizando el agua suministrada por la agencia del agua regional. Los agricultores que viven más al este, en Imperial Valley, cultivan alfalfa, pastos (Panicum virgatum), lechugas y otros cultivos con un consumo de agua intensivo, utilizando los recursos del río Colorado. Los agricultores que cultivan aguacate no tienen derechos adquiridos años atrás, y el agua que consumen es cara. Los agricultores de Imperial Valley, con derechos de agua adquiridos años atrás, pagan en torno a una décima parte de lo que pagan los agricultores del área de San Diego. Estos hechos hacen que haya grandes diferencias en el valor del agua para unos y otros, así como en los beneficios potenciales de la redistribución cuando lleguen las sequías y el abastecimiento cese. Pero en este caso, no había un mercado. Podríamos haber visto un cambio de campos de alfalfa a plantaciones de aguacates que hubiera beneficiado a todas las partes. En su lugar, muchas plantaciones de aguacate murieron, los agricultores se arruinaron y las comunidades quedaron traumatizadas. Este dramático ejemplo ilustra una de las maneras en la que los mercados pueden mejorar la eficiencia, trasladando recursos hídricos a usos mayor valor. Un mercado, además, puede ser usado en el marco de una comunidad de regantes en la que la gente cambia entre cultivos anuales y permanentes (por ejemplo de campos de maíz a plantaciones de frutales), o se enfrenta a situaciones de demanda excesiva para recursos limitados. Bajo esta perspectiva, se pueden redistribuir los recursos de año en año o los derechos de agua para siempre. Los mercados regionales de agua pueden ayudar a las ciudades a compartir el río que cruza sus territorios, pueden ayudar a la compra de agua por parte de las autoridades públicas para dedicarla a restaurar el régimen de Caudales ecológicos o ayudar a las industrias a reorganizar sus carteras de agua entre las presas, las fábricas y las centrales eléctricas. 59 Pese a que algunas personas piensan que los mecanismos políticos o burocráticos son más rápidos y efectivos a la hora de transferir derechos para abordar las prioridades sociales, la realidad es que muchas de estas personas no tienen en cuenta las complicaciones legales y logísticas de quitar el agua a sus usuarios tradicionales. A los burócratas les resultará difícil separar la verdad de la versión adornada entre los ruidosos solicitantes y bien pagados defensores que se levantan para pedir prioridad. A los agricultores les gustará la oportunidad de vender o alquilar su agua para usos urbanos o industriales pero, ¿quién venderá qué y a qué precio? Los mercados pueden responder a esta pregunta, pero sólo deben aplicarse una vez se haya reservado la parte correspondiente a los Caudales ecológicos (Capítulo 10), en el contexto de la lista que planteaba Chris Perry. Necesitamos saber, en otras palabras, cuánta agua queda disponible, quién ostenta los derechos, quién supervisa la distribución de los recursos y cómo las infraestructuras permiten o evitan la redistribución de los mismos. Puede llevar unos cuantos años aclarar esta información y establecer el marco institucional adecuado para la redistribución del agua, pero estos pasos son necesarios si queremos que los mercados sean beneficiosos para todas las partes. La versión más simple de un mercado de agua permite que dos vecinos intercambien recurso por dinero, agua en el futuro, trabajo o cualquier otro bien. Una versión a mayor escala de un mercado de agua puede funcionar en áreas dónde el número de compradores y vendedores sea mayor, en el ámbito de una cuenca hidrográfica o de un sistema de distribución que permita desviar recursos a diferentes lugares y en distintos momentos. En ambos casos, el mercado funcionará mejor si los costes de transacción son menores (es decir, el tiempo y el dinero invertido en encontrar un comprador/vendedor, negociar el intercambio y sellar el trato). Los costes de transacción dependen de las costumbres locales, las leyes y la experiencia. Los mercados más “jóvenes” tienden a tener costes de transacción elevados, con lo que es importante tenerlos presentes en el momento de diseñar e implementar mercados. Los mercados Spot permiten a los compradores y vendedores hacer tratos a varios precios y volúmenes distintos, pero los beneficios de ésta flexibilidad llevan asociados costes en términos de volúmenes bajos, rangos de precio amplios y socios comerciales idiosincrásicos. Las subastas superan en rendimiento a los mercados spot cuando es 60 necesario distribuir una cantidad fija de agua entre 20 o más usuarios con acceso al sistema de abastecimiento. Estos sistemas pueden ser tan pequeños como un canal de riego anexo a 20 parcelas agrarias o tan grande como un río que cruza los territorios de 20 ciudades distintas. Las subastas pueden responder a calendarios de riego, actualizaciones de la oferta, o algún otro factor. Las subastas pueden adoptar muchas formas distintas, pero he llegado a la conclusión que la forma más adecuada para gestionar diversas demandas de agua es la subasta en grupo con un precio único. Este diseño tiene dos ventajas. En primer lugar, sustituye la verdad, la ficción y las conjeturas por una puja. En segundo lugar, facilita asignar unidades de agua de un pool central (o grupo de derechos), propiedad de las autoridades públicas u otro proveedor de agua, a varios postores. La subasta en grupo con precio único permite que cada participante haga distintas ofertas. Aquellas más altas ganan las unidades de agua, pero todos pagan el mismo precio por unidad que está basado en el precio más alto ofertado por la más alta de las ofertas perdedoras. Esta es la forma en que funcionan las ofertas en eBay; el ofertante ganador consigue el artículo, pero paga el precio basado en la segunda oferta más alta. Digamos, por ejemplo, que 20 personas hacen 131 ofertas por 80 unidades de agua. Las ofertas se ordenan de mayor a menor, las 80 ofertas más altas ganan, y las 51 restantes pierden. Los ofertantes ganadores pagan al subastador el mismo precio por cada unidad de agua, que se basa en la oferta número 81 (la más alta de las ofertas perdedoras). Los ofertantes también pagan el coste de la entrega del agua. Una modificación de esta subasta de un sólo vendedor nos permite redistribuir agua entre muchos otros propietarios de derechos de agua en vigor. Estas subastas son mucho más complejas porque los vendedores se aproximan al mercado con objetivos y opiniones diferentes. Algunos propietarios de derechos puede que no quieran vender — o que no sepan si quieren vender. Su falta de participación disminuye los beneficios de la subasta ya que limita el volumen de agua disponible para vender. Otros propietarios que ponen un valor más elevado a su agua que sí fueran ellos los compradores, puede que no la vendan. La falta de participación y la sobre-valoración impiden intercambios útiles. Estos efectos pueden ser evitados forzando a los propietarios a participar, pero la imposición es incompatible con el concepto de 61 mercados voluntarios. Hace algunos años diseñé un mercado forzado que no fue un oxímoron. Una subasta All-in (cuyas siglas en inglés son AiA) pone todos los derechos (o asignaciones) de agua en un grupo y permite a los participantes elegibles ofertar por esta agua en una subasta a precio único. La innovación clave es que las ganancias de la AiA son repartidas entre aquellos cuyos derechos han sido subastados. La AiA transfiere agua a aquellos que la valoran más sin violar los derechos de los propietarios, ya que ellos mismos pueden pujar por “su propia agua” si quieren conservarla. Cualquier propietario puede hacer una contraoferta a un multimillonario por su agua porque el pago le vuelve a él mismo. Un agricultor, por ejemplo, puede ofertar 1.000$ por su agua. Si alguien más ofrece 1.200$, entonces el agricultor puede vender su agua por este precio o hacer una contraoferta de 1.500$ sabiendo que el precio que paga para ganar la oferta se equipara con el precio que recibe si vende, y por tanto le deja con su agua y sin cambios en su presupuesto. Las subastas tipo AiAs deben diseñarse de acuerdo con las circunstancias locales. Los propietarios de derechos son los que deciden quiénes pueden hacer las ofertas. Los agricultores, por su parte, pueden vender sus derechos a oferentes externos (por ejemplo, una ciudad, una organización ambiental, una comunidad de regantes, etc.), pero estas ventas deben ser limitadas hasta que todo el mundo comprenda el impacto del dinero exterior y los trasvases de recursos hídricos. ¿Cómo funcionaría este tipo de AiA? Pongamos que Juan, María y Pedro ponen cada uno 2 unidades de derechos de agua en una subasta 62 de tipo AiA con la participación de 30 agricultores pujando por 60 unidades de agua. Cada agricultor puede hacer múltiples pujas, y estas ofertas no terminan hasta que todo el mundo está satisfecho con su número de ofertas ganadoras. Este “final suavizado” dificulta a los participantes objetar que no tuvieron la oportunidad de comprar los derechos que “necesitaban.” Digamos que hay 100 pujas, incluyendo ofertas de 10$ y 4$ por parte de Juan, 20$ y 20$ por parte de María y de 15$, 12$ y 10$ por parte de Pedro. Si ordenamos estas ofertas vemos que la puja número 61, es de 5$, precio que se convierte en el de la venta del agua. Este precio reduce la maldición del ganador — al pagar más que los demás — y también establece el estándar del valor actual del agua en la comunidad. El agua es luego distribuida a aquellos que han hecho las 60 mayores pujas, pagando cada uno de ellos 5$. Una comparación del precio y las ofertas descritas en el párrafo anterior significa que Juan ha comprado una unidad de agua y se lleva 5$, dejando la subasta con una unidad menos de las que trajo. María ha comprado dos unidades, con lo que ha recomprado “su” agua. Pedro ha comprado una unidad extra de agua, pagando 5$ y comprando “sus” dos unidades de nuevo. Fijaos que este mercado — como cualquier otro — puede redistribuir derechos permanentes o desvíos temporales de agua (el uso de un desvío de agua, como el uso de una casa alquilada, no transfiere la propiedad permanente del mismo) Yo recomiendo empezar por un mercado para desvíos temporales, porque el valor actual del agua está más claro que el valor del derecho a recibir agua para siempre. Los mercados o las subastas de derechos de agua pueden llegar después, si acaso llegan. Los mercados distribuyen agua a aquellos que están dispuestos a pagar más y a entregar dinero a aquellos que no valoran el agua tanto. Los mercados pueden diseñarse en torno a los derechos de agua, las infraestructuras o las instituciones existentes, con el fin de asegurar tratos beneficiosos para las partes implicadas, pero estos beneficios no son siempre evidentes para todo el mundo. El desafío del cambio He discutido el precio del agua y las reformas de mercado con grupos con intereses urbanos, agrícolas y medioambientales. General- 63 mente estos grupos andan desesperados por encontrar una solución. Normalmente yo les ofrezco algo que se ajusta a sus condiciones locales. Ellos normalmente se quedan con tradiciones familiares poco funcionales que alimentan litigios, enojan a la gente y agotan el agua. Su inacción me descompone, pero puedo entender su perspectiva. Los gestores del agua que tienen aversión al riesgo quieren saber si otros han ido primero. Si les cuento cosas sobre los dinámicos mercados del agua en la cuenca de Murray-Darling en Australia, quieren saber si alguien en Estados Unidos ha ido primero. Si les cuento cosas del activo mercado Big Thompson en Colorado, quieren saber si alguien ya ha comerciado con agua en su Estado. La siguiente respuesta en realidad no importa ya que es más fácil seguir con lo malo conocido que arriesgarse a ser culpado por alguien que experimente daño real o imaginario por el cambio. Sería más fácil promocionar el cambio si los beneficiados hablaran más de sus experiencias, pero generalmente guardan silencio para no dar notoriedad a su buena fortuna o evitar los ataques de los grupos que quieren el agua gratis. Los gestores del agua tienden a desconfiar de los precios que permiten a la gente usar cuánta agua quieran o de los mercados en los que los participantes que compiten desvelan los precios. La mayoría de los gestores están acostumbrados a establecer un precio y suministrar a todas las demandas, incluso cuando esto significa que se queden con escasez de agua. Puede que no crean que un precio más alto disminuirá la demanda o que no les guste la idea de vender agua a ofertas más altas. Mercados más grandes y trasparentes pueden poner en riesgo a la gente que se beneficia de las distribuciones y precios del agua asimétricos. Los bróker del agua saben perfectamente quién está mirando, quién está vendiendo y qué está disponible bajo términos adecuados. Ganan grandes comisiones por tratos complejos y poco frecuentes. Como ex-bróker inmobiliario, aprendí como los intermediarios luchan por mantener sus ventajas de información y comisiones. Lo irónico del caso es que los compradores y los vendedores que creen ser mejores que todos los demás también apoyan a los bróker. Su autoengaño ayuda más a los bróker que a los usuarios del agua. Finalmente, es frecuente el desinterés político en implementar mercados. Los políticos locales suelen preferir asumir el riesgo de cortes en el suministro en el futuro que las restricciones y las reformas en el presente. Los políticos regionales y nacionales pueden asumir que 64 aquellos que ostentan los derechos saben cómo usarlos pero ignoran la importancia social de trasladar el agua a mejores usos, la naturaleza cauta de los usuarios del agua, antes mencionada, y el elevado coste de rescatar a los usuarios que se quedan sin agua. Una y otra vez he visto agricultores sin agua pidiendo rescates financieros por la inexistencia de mercados o leyes obsoletas que les impiden comprar agua a sus vecinos con agua suficiente. Todos ganan cuando los agricultores compran y venden Los derechos de agua necesitan ser reformados para reflejar los flujos, el consumo y la oferta. Los agricultores utilizarán menos agua si pueden obtener beneficios al venderla en mercados que reflejen las condiciones locales. Los mercados para transferencias de agua son más flexibles y menos arriesgados que los mercados de derechos de agua. Los agricultores son los que más tienen que ganar con los mercados porque son los que tienen los derechos legales o tradicionales de la mayor parte del agua. Los agricultores han hecho miles de millones comerciando y redistribuyendo el agua en la cuenca de Murray-Darling en Australia. La agencia propietaria de los derechos de agua dulce en Oregón ha utilizado los mercados para restaurar el régimen de Caudales ecológicos y la calidad del agua en muchos de los ríos de este estado. Estos son sólo dos ejemplos de las muchas posibilidades beneficiosas que ofrecen los mercados de agua. Parte II Agua para nosotros 65 CAPÍTULO 6 Agua para la comunidad Vayas donde vayas en el mundo encontrarás dos puntos de vista opuestos sobre las asignaciones de agua. Un agricultor se queja de que el agua vaya al medioambiente. Un ecologista se queja de que el agua vaya a las ciudades. Un hombre de negocios se queja de que el agua vaya a la agricultura. Todos tienen claro que ellos merecen el agua más que los otros. Todos ellos saben que los políticos deben asignar el agua a su mejor uso. Todos ellos dudan del buen juicio de los políticos. Esta percepción explica por qué el reparto del agua es un tema controvertido e importante. En la Parte I asumimos repartos de agua correctos y describimos cómo los mecanismos económicos pueden mejorar las distribuciones iniciales. En este capítulo analizaremos cómo los políticos afectan al reparto y cómo los gestores del agua pueden fallar a los consumidores, pero la descripción no lleva automáticamente a la prescripción. Todos tenemos una visión distinta de cómo servir a la comunidad; las decisiones y las acciones que tomamos deben reflejar decisiones del pasado, el valor de las cosas en el presente y las esperanzas futuras. Los gestores y políticos necesitarán ayuda para gestionar el agua en pos del interés de la comunidad. No esperes al rey filósofo Todos tenemos una visión de cómo hacer las cosas. Cada uno decimos saber la “correcta” densidad de viviendas, el precio “justo” por una hora de trabajo, y la cantidad “adecuada” de agua que dejar en un arroyo o con la que regar un campo de cultivo. Desafortunadamente, no somos conscientes muchas veces de que nuestra visión puede ser distinta a la de los demás. Tener presentes estas diferencias es lo que 66 67 separa a los idealistas de los pragmáticos. En un mundo ideal, un gestor de agua equipararía la demanda a la oferta para asegurarse de que el agua se destina al mejor uso, pero este proceso implica conocer el valor del agua para usos residenciales, usos agrícolas, usos ambientales, etc., así como conocer las reservas de agua presentes y futuras en distintos lugares. A un desinteresado y brillante servidor público le resultaría extremadamente difícil conciliar los distintos valores con los datos actuales y los cambios futuros. Un gestor típico que se enfrente a una serie de posiciones y acciones razonables, podría fácilmente elegir un camino que refleje un cómodo sesgo sobre un nebuloso interés de la comunidad. No estoy tratando de tachar a los políticos, burócratas y gestores del agua de corruptos e incompetentes. Simplemente trato de resaltar el reto que supondría para cualquiera de nosotros tener que gestionar el agua para la comunidad. El reto no reside en la falta de datos, tanto como en la subjetividad de la perspectiva que cada persona traiga a estos datos. Pese a que reconocer nuestro sesgo e intentar integrar las opiniones de otros involucrados tiene sentido, este proceso seguramente se vea desviado por nuestras experiencias y la influencia de otras personas. Un gestor de regadíos puede descuidar los Caudales ecológicos. Un mal gestor puede ignorar las súplicas de la industria por un sistema fiable. Los seres humanos han debatido sobre el “bien social” durante milenios. Platón deseaba el sabio gobierno de un rey filósofo. Los teólogos explicaban las consecuencias como la voluntad de su dios particular. Los economistas políticos y filósofos describían cómo una sólida constitución haría a los ciudadanos indiferentes al poder. La diversidad de teorías refleja la diversidad de la humanidad. No vamos a eliminar esta diversidad, pero podemos trabajar con ella en dos pasos. El primer paso es separar la política de la economía. Esta es la razón de por qué incluía los usos económicos del agua y las políticas públicas en la Parte I. No es necesario utilizar la política para gestionar bienes privados en tanto que no es necesario que el alcalde de tu ciudad sepa cuánto tiempo estás en la ducha. Los precios y mercados facilitan equilibrar la oferta y la demanda de los bienes privados. El siguiente paso es generar políticas que sean suficientemente sencillas para proteger los bienes comunes, pero suficientemente flexibles para permitir diversos comportamientos. Debemos reconciliar distin- 68 tas opiniones a la hora de gestionar bienes comunes y bienes públicos. La respuesta correcta a esta cuestión para tu comunidad depende del peso que le des a las distintas opiniones. ¿Debe una mayoría de 100 personas tener agua para regar sus campos si sólo 20 personas abogan por los usos ambientales del agua? ¿Debo morir de sed para proteger a una docena de personas de la inconveniencia de darse duchas más cortas? ¿Podemos pedir a la gente más pobre que gaste su dinero en medidas de protección frente a tormentas futuras? Estas cuestiones tienen fácil respuesta para cada lado, pero lo que queremos es un compromiso entre ambas partes. Una comunidad puede acercarse a posturas comunes pidiendo a la gente que ignore su rol, sus costes y sus beneficios personales. Una aproximación que parta “detrás del velo de la ignorancia” ayudará a la gente a ser pragmática, creativa y participativa. Si nadie tiene las respuestas, entonces todo el mundo puede participar en las soluciones. Esta medida no es una llamada a los abrazos en grupo y las canciones de kumbaya. Es una llamada al respeto mutuo y al consenso en actualizar políticas para reflejar nuestros cambiantes valores del agua. Monopolístico servicio al cliente Piensa en cómo decides qué y dónde comer. Puede que consideres el lugar, el sabor, el precio, la conveniencia y otros factores antes de escoger. También sabes que actualizas tus opiniones y elecciones a medida que experimentas las consecuencias de tus acciones. Ahora, piensa en una solución “de talla única” dictada por un gobierno que no se ajusta para nada a tus preferencias. Los incentivos y el rendimiento en los mercados competitivos son distintos a aquellos propios de las burocracias monopolísticas. Generalmente estamos felices con los mercados que nos dan muchas opciones, pero nos arriesgamos cuando sólo una persona está a cargo. Los políticos pueden arruinarte la vida o hacértela mucho más fácil. Dependemos de su talento y sus antojos. Sí, es cierto que hay mecanismos para auditar su actuación (hablaré más sobre esto en un momento), pero estos chequeos del comportamiento político no son tan rápidos ni efectivos como los del pobre comportamiento en los mercados. Podemos cambiar de restaurante mucho más rápido que de ciudad. De forma similar, somos dependientes e ignorantes en el momento de evaluar el talento y las decisiones de los monopolios del agua locales. 69 ¿Cómo podemos hacer que los monopolios cumplan con sus obligaciones? La manera más fácil es designar a buenos profesionales al cargo de estos monopolios, de forma que sirvan adecuadamente a la comunidad. Un buen regulador puede ayudar, pero éstos normalmente no tienen tanto conocimiento como deberían. La competencia puede empujar a algunas divisiones que rinden por debajo de su capacidad de mejorar su rendimiento, pero sus operaciones centrales permanecer aisladas. En este punto, crear una competencia virtual a través del benchmarking o los “seguros de rendimiento” puede ser posible. Todas estas opciones complementarias pueden ser reforzadas por la participación y el seguimiento por parte de la comunidad. Exploremos cada una de estas ideas. ¿Quién asume la culpa? Un regulador es responsable de instar a un monopolio a rendir de forma adecuada, pero algunos reguladores son haraganes, corruptos o cautivos de las industrias a las que se supone que deben vigilar. Los reguladores informan a los políticos, pero los políticos vacilarán a la hora de intervenir en las enredadas relaciones entre los bancos poseedores de la deuda, los defensores de los consumidores, los sindicatos y otras partes interesadas. La regulación funciona bien cuando los objetivos y las acciones son fáciles de supervisar, pero los reguladores no pueden saber cómo un gestor puede o debe actuar. Los gestores de agua obtienen resultados dentro de una compleja red de decisiones sobre personal, obligaciones regulatorias y exigencias de los consumidores. Los gestores pueden escoger beneficiarse a 70 sí mismos o satisfacer a los consumidores, pero desde fuera puede que nunca se sepa cuál fue su elección. Es difícil comparar monopolios “únicos” en base a su rendimiento. Los gestores pueden entender exactamente qué es lo que ocurre y tomar decisiones enfocadas en sí mismos, o entender muy poco la situación antes de tomar una decisión orientada al consumidor. Los consumidores se disgustan cuando una tubería se rompe, pero no sabrán si se ha roto por mala suerte o mala gestión. He estado observando a gestores de agua durante diez años. He visto fallos en el servicio, incrementos en los precios y conflictos sobre escasez de agua. Me resulta difícil saber si los gestores están haciendo todo lo que pueden en estos casos, pero me preocupa aún más cuando los fallos no tienen consecuencias. La Autoridad del Valle Tennessee, por ejemplo, vertió efluentes tóxicos a un río y destruyó hogares en 2008. ¿Cómo pagaron los gestores de agua la cifra de 1.300 millones de dólares en indemnizaciones y costes de limpieza? Subieron los precios del agua a los consumidores. Los profesionales proveen servicio Estos ejemplos pueden romperte el corazón y la cartera, pero salen en las noticias porque son excepcionales. Muchos de nosotros debemos estar agradecidos de tener a gestores de agua profesionales quienes proveen un buen servicio bajo la supervisión de reguladores diligentes. Debemos estar agradecidos cuando nuestros conciudadanos participan en audiencias públicas en busca de aclaraciones cuando las políticas van en contra de los intereses de la comunidad. Podemos estar contentos de ver informes públicos comparando nuestra empresa de agua local con otras similares en términos de costes, calidad y fiabilidad del servicio que nos ayudan a relacionar los gastos con los resultados obtenidos. Este estado de felicidad es una realidad en algunos países como Holanda en los que las compañías de agua, de forma voluntaria, hacen un ranking de su excelente desempeño, pero es una fantasía en otros. La ausencia de estadísticas básicas no indica falta de información. Los gestores conocen sus operaciones. Los consumidores no saben lo que pasa porque los gestores y reguladores decidieron evitarles la molestia del conocimiento. O quizás no quieren a consumidores entrometiéndose, haciendo preguntas que les fuercen a trabajar más. 71 La competencia genera servicio El primer camino hacia un buen servicio de agua pasa por un gestor que sea un profesional motivado. El segundo camino es una estructura de incentivos que recompense o castigue a los gestores, por alcanzar o no los objetivos de los consumidores. Los gestores que se enfrenten a verdaderas consecuencias trabajarán más duro. Serán diligentes con la calidad del agua cuando beban del mismo grifo. Prestarán más atención cuando los consumidores puedan elegir un grifo distinto. Es más fácil romper un monopolio legal que un monopolio natural. Las compañías de telefonía fija disfrutan de un monopolio natural por su red de cableado, pero los reguladores que permitieron la competencia de las compañías de telefonía móvil ayudaron a que el servicio mejorara y a que los precios bajaran. Un monopolio de agua potable puede ser forzado a competir en calidad con compañías embotelladoras de agua mineral (Capítulo 3), así como con otros servicios que no dependan de la red. Escocia, por ejemplo, ha permitido a compañías ofrecer acuerdos de servicio de agua a negocios. Estos nuevos proveedores minoristas compran el servicio de agua al por mayor de la Red Escocesa de Agua y lo combinan con su propio servicio de atención al consumidor. La competencia ha mejorado el servicio, un área necesitada de innovaciones centradas en el consumidor. La competencia puede adoptar otras formas de adaptarse a las condiciones locales. Los habitantes de los barrios marginales se benefician de los kioscos de agua privados y retretes exteriores (públicos). Los contratos para construir o dar servicio a las distintas instalaciones pueden adjudicarse a través de licitaciones competitivas. El agua en bruto puede adjudicarse en un mercado, en lugar de un burocrático “concurso de belleza.” Estas reformas para aumentar la competencia sólo pueden afectar hasta cierto punto las operaciones de un monopolio hasta que la fragmentación ponga en riesgo su integridad y la fiabilidad del servicio. En este punto, es mejor crear competencia virtual entre monopolios similares en diferentes lugares mediante la comparación de sus resultados con los estándares (benchmarking). El precio, la fiabilidad y las comparaciones de calidad ayudarán a los consumidores — y a los gestores — a ver si están recibiendo un servicio de calidad por su dinero. El benchmarking puede no reflejar la complejidad de las operacio- 72 nes en las que cientos de trabajadores toman agua de lugares lejanos y subterráneos, la hacen potable y la distribuyen a través de una red de tuberías a millones de consumidores. He desarrollado una idea de “seguro de rendimiento” para hacer frente a las complejas relaciones entre los inputs, los outputs y los resultados. Un seguro de rendimiento pagaría por accidentes y otros fallos del servicio de la misma manera que lo hacen los seguros de coches. Su precio — como el precio de los seguros de automóviles — reflejaría el riesgo, calculado por una aseguradora con conocimiento sobre la excelencia operacional de empresas de servicios de agua. Las empresas de agua bien gestionadas no tendrían que pagar mucho por su seguro, mientras que a aquellas mal gestionadas sí. Un regulador tiene que requerir el seguro — ofertado por compañías aseguradoras que compiten entre sí — para asegurarse de que todas las empresas de agua sean evaluadas por sus riesgos y que pagaran un precio justo por sus coberturas. Los consumidores y reguladores podrían sumar el precio del servicio y el seguro para entender los costes directos y esperados, respectivamente. Hoy en día no es posible hacer esto, ya que la comparación de los precios entre dos compañías de servicios de agua similares sólo aclararía cuál es la que tiene menores costes y no cuál está mejor gestionada. Una comparación que incluyera el coste del seguro de rendimiento aclararía si los precios asequibles son el resultado de buena gestión o de recortes en la fiabilidad del servicio. Los precios del agua en Copenhague, por ejemplo, son casi el triple que en Barcelona. ¿Acaso se deben estas diferencias a los costes locales del trabajo, a las fuentes de agua y la condición de las infraestructuras, o es que reflejan el riesgo y la gestión? En 2008, Barcelona tuvo que importar agua en barcos como medida de emergencia y muchas personas tuvieron que beber agua embotellada para evitar los malos olores y el mal sabor del agua del grifo. El agua de Copenhague no tiene estos problemas de calidad ni cantidad, así que tú decide si merece la pena pagar 5 dólares por 1.000 litros de agua del grifo en Dinamarca. ¿Quién se beneficiará de un seguro de rendimiento? Las compañías aseguradoras obviamente ganarían dinero, pero lo harían a cambio de asumir riesgos y hacer seguimiento a las empresas de agua. Estas acciones beneficiarían a los consumidores quienes pagarían un poco más al mes en vez de recibir desagradables sorpresas y repentinas subidas de precios. La mayoría de nosotros hemos experimentado esta con- 73 trapartida con los seguros de coches. Hacemos pagos regulares para evitar el riesgo de un gran pago. Los seguros de rendimiento representan la misma contrapartida, con el beneficio adicional de mejor rendimiento de los gestores de agua quienes tendrían el apoyo de las aseguradoras para mejorar la fiabilidad del servicio. Las aseguradoras supervisan de forma más cuidadosa que los reguladores porque los “accidentes” les cuestan millones. Una comunidad cuida de sí misma Las señales de los mercados y los precios pueden mejorar el rendimiento, pero las fuerzas fuera del mercado también pueden ayudar. Una comunidad puede gestionar su monopolio de agua como una cooperativa, establecer un consejo de vigilancia ciudadana para profesionalizar el seguimiento, o hacer que la empresa de agua sea más dependiente de sus consumidores como clientes. Una empresa de servicios que obtiene el 80 % de su financiación de bancos, gobiernos o inversores externos probablemente hará más caso a las prioridades de éstos que a las de sus consumidores. Los consumidores también pueden influir en los resultados participando activamente en las discusiones de gobernanza y las decisiones en torno al agua. La guía y participación de la comunidad en la gobernanza transformará a consumidores pasivos en activos vigilantes, directores y consumidores. Sin embargo, a veces no se invita o permite participar a los consumidores. Puede que tengan que aceptar sin más el servicio que se les da. Los burócratas y políticos, con discreción, pueden usar su poder sabiamente, pero a veces cometen errores, siguen sus sesgos particulares o anteponen sus preferencias a las del público. Los consumidores insatisfechos sólo tienen tres opciones: salir, alzar la voz o apoyar lo establecido. Salir significa dejar la zona, lo que puede resultar costoso. Alzar la voz significa quejarse por el servicio, lo que puede desembocar en cambios o frustración. Apoyar lo establecido significa soportar y adaptarse, lo cual te ayudará a sobrevivir hasta que te vayas o cambie tu suerte. La suerte llegó en 1993 cuando el Gobierno de Camboya designó a Ek Sonn Chan para dirigir la Compañía de Abastecimiento de Agua de Phnom Penh (PPWSA). El Sr. Chan transformó una entidad caótica en una empresa de servicios de agua de clase mundial, despidiendo al personal corrupto, recogiendo ingresos del ejército y otros morosos y expandiendo la red de PPWSA por igual, tanto al rico tejido industrial 74 como a los habitantes de las zonas pobres. El Sr. Chan además multiplicó su influencia atrayendo a profesionales apasionados y pagando gratificaciones por buen desempeño. PPWSA tiene ahora una cultura del orgullo — y buena reputación por servicio al cliente — que da a su personal, a los clientes y a los políticos la expectativa de éxito en el futuro. Puedo contar muchas historias sobre otros exitosos profesionales, pero este libro está dirigido a gestores que necesitan más ayuda, mejores ideas o una jubilación anticipada. Los negocios cambian por miedo a perder clientes contra la competencia. Las organizaciones de agua monopolísticas no se enfrentan a esta amenaza, con lo que solo cambian si quieren, y cuándo quieren. Debemos tener paciencia con los gestores de agua y reguladores que han aprendido sus oficios en la era de la abundancia, pero ser pacientes no significa ser indiferentes y no participar. Necesitamos involucrarnos como consumidores que merecen un buen servicio. Seguir con lo mismo agobiará a los consumidores con mayores facturas, servicios poco fiables y comunidades debilitadas. La acción que reacciona a los consumidores promoverá el desarrollo económico y social sostenible. CAPÍTULO 7 Un derecho humano al agua En el Capítulo 2, repasamos los conceptos económicos básicos del servicio de las empresas de agua que se preocupan mayoritariamente de gravar a los clientes lo suficiente como para cubrir los costes del servicio a largo plazo, mantener los subsidios entre usuarios en un mínimo y reflejar la escasez de agua. Ese análisis asumía que los gestores quieren hacer su trabajo y que los clientes pueden pagar por el servicio de agua, pero ambas condiciones no siempre se dan. Este capítulo analiza las opciones en ausencia de voluntad o de dinero. Las personas que aseguran que el derecho humano al agua traerá agua a los más pobres frecuentemente olvidan que se requiere de un gobierno en funcionamiento — y un subsidio por parte de la gente rica — para producir el resultado esperado. El comité de la Naciones Unidas para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, por ejemplo, establece que los gobiernos “deben demostrar que han tomado las medidas necesarias y factibles para garantizar el ejercicio del derecho al agua. . . el no actuar de buena fe para tomar tales medidas constituye una violación del derecho.” Estas palabras destacan el necesario papel de los gobiernos en dar servicios de agua basados en derechos humanos; pero también da una idea clara de que la gente más pobre necesitará encontrar un camino alternativo para tener estos servicios, si el gobierno no está interesado en sus derechos. En el capítulo anterior, analizamos cómo los gestores y los políticos pueden servirse a sí mismos en lugar de al público en general. La falta de servicios de agua para mucha gente pobre en el mundo se origina en la indiferencia de estos “líderes” hacía su pueblo. Llegué a esta conclusión tras analizar dos grupos de países en vías de desarrollo. En el primer grupo de 17 países, los gobiernos habían prometido un 75 76 derecho humano al agua, derecho que no existía en el segundo grupo de países con cifras de ingreso per cápita similares. Comparé ambos grupos para ver si el acceso a los servicios de agua se incrementaba a un ritmo mayor en el primero de los grupos (con derechos de acceso al agua) que en el segundo (sin derechos de acceso al agua). No había ninguna diferencia. Este resultado no es demasiado sorprendente. Los derechos sólo conducen a resultados cuando los gobiernos son honestos. Los gobiernos deshonestos, por otra parte, no se preocupan en absoluto de los derechos humanos, las promesas legales asumidas o las quejas de sus ciudadanos. Un gobierno honrado se asegurará de que los ciudadanos tengan agua de buena cualidad porque la gente no quiere enfermar o morir. El servicio de agua no depende de los derechos; proviene de un gobierno que hace un seguimiento de la calidad del agua, que controla el poder de los monopolios, etc. La buena gobernanza (falta de corrupción) diferencia a los países civilizados de sus disfuncionales vecinos en apuros. He comprobado esta teoría comparando la calidad de la gobernanza del acceso al agua en 162 países. La fuerte y positiva correlación entre un gobierno honrado y un servicio de agua de calidad nos permite concluir que ambos factores suelen ir de la mano. Esta perspectiva puede ayudarnos a mejorar los servicios de agua para la gente más pobre, enmarcando la discusión en términos de dinero y gobernanza en lugar de en términos de derechos. La gente rica con un buen gobierno tendrá servicios de agua, mientras que la gente pobre con gobiernos corruptos no. La gente también tendrá servicios de agua en los casos intermedios de buenos gobiernos con gente pobre y malos gobiernos con gente rica. Un gobierno honesto ayudará a los ciudadanos pobres a tener agua. Los ciudadanos ricos tendrán agua independientemente de si el gobierno es honesto o no. Me encantaría terminar aquí proclamando gobiernos honrados y riqueza para todos, pero la realidad no obedece a este deseo. El resto del capítulo lo emplearemos en analizar las distintas formas de ayudar a la gente pobre a evitar a gobiernos poco honrados. Empezaremos con los “útiles” monopolios que establecen unos precios tan bajos que la gente pobre no recibe servicio. Después veremos cómo los pobres en áreas rurales pierden sus tierras y su agua por las apropiaciones corruptas. La solución a este último problema — derechos de propiedad más fuertes — nos ofrece un puente para conectar con nuestro 77 tercer análisis; los derechos de propiedad para los más pobres pueden generar suficientes ingresos para ayudarles a “atraer” el agua hacia ellos. Después de todo, todo el mundo sabe que el agua corre hacia donde hay dinero. Los pobres pagarán por un buen servicio La gente en los países ricos paga una cantidad muy pequeña por el agua que le aporta grandes beneficios, pero las subidas de precios tienden a impedirles ver su buena fortuna. Protestan en lugar de dar la bienvenida a la oportunidad de mantener un servicio fiable, olvidándose de que la empresa de agua necesita ingresos para invertir en labores de mantenimiento y mejoras de capital. También olvidan poner este precio en perspectiva. Hace unos pocos años, revisé los precios del agua en 308 ciudades en 102 países y concluí que el agua es “asequible” en todos los países de ingresos medios, altos y en muchos países en vías de desarrollo. Un buen servicio de agua no tiene que ser caro. La gente pobre en países en desarrollo corruptos estaría de acuerdo. Frecuentemente carecen de servicios de agua y no se benefician de pecios subsidiados o ingresos suplementarios porque los mismos factores que impiden el servicio — corrupción e incompetencia — impiden también la entrega de estos beneficios. La gente pobre es a menudo abandonada a la espera de un servicio poco fiable e incluso peligroso, o bien negociando con vendedores de agua informales que son caros, corruptos, deshonestos (o todo lo anterior). La gente pobre normalmente está dispuesta y es capaz de pagar por el coste total de un servicio fiable de agua de buena calidad, pero generalmente se les impide gastar su dinero (en este servicio). Se les dice, “no puedes pagar por un derecho, te daremos el servicio gratis, pues eres pobre.” Es un planteamiento muy humanitario, pero el servicio de agua (como cualquier bien privado) cuesta dinero. Si la gente pobre no paga por ello, alguien lo hará. La gente rica puede pagar por ello, pero eso no ocurre en países corruptos. De hecho, es más probable que la gente rica obtenga agua barata. Viven en zonas con infraestructura y tienen amigos en el gobierno que se asegurarán de que sus derechos humanos lleguen por esas tuberías. Los subsidios de los gobiernos y de otros consumidores no garantizan el servicio a los más pobres. La expansión del sistema es costosa. 78 Los gestores honrados no quieren expandir su red a los vecindarios donde la gente es demasiado pobre para pagar por el servicio. En el mejor de los casos, colapsan incluso cuando organizaciones benéficas pagan. En el peor de los casos, ponen en riesgo la integridad financiera y operacional de su sistema. Los gestores fraudulentos ignorarán a los barrios marginales porque no les interesa ni pueden beneficiarse de los que sufren de miseria. Millones de personas en India y Pakistán, por ejemplo, pagan de 10–20 veces la “tarifa social” porque sólo pueden tener agua a través de camiones cisterna. Algunos de esos camiones son propiedad de los gestores del agua que se siguen olvidando de llevar servicios a los suburbios. La manera más fácil de llevar agua a la gente más pobre es permitirles que la compren al precio adecuado de un operador eficiente, tal y como hacen en Phnom Penh. La trasparencia y la competencia entre operadores también pueden ayudar a los más pobres. Es más fácil ver la diferencia entre gestores corruptos y honrados cuando un monopolio del agua es “convertido en una corporación” para tener finanzas y operaciones independientes. La competencia entre ofertantes privados que venden agua en kioscos o en la red de abastecimiento de los barrios puede ayudar a los pobres y estimular a los responsables de dar el servicio a hacerlo mejor. 79 Derechos de propiedad débiles perjudican a los pobres La discusión sobre los derechos en el campo es distintita a la de la ciudad. La población rural no necesita esperar a que la tubería les suministre agua a sus casas. Pueden autoabastecerse de agua directamente de los ríos, de los pozos o a través de pequeñas cooperativas, pero estos suministros se ven amenazados ante una situación de escasez. Las demandas en aumento de la agricultura, la industria y los núcleos urbanos están secando los pozos, desviando el agua de los ríos y acabando con las pesquerías en muchos lugares. Todos estos problemas podrían resolverse combinando un régimen de Caudales ecológicos mínimos y la protección de los derechos del agua privados o de la comunidad, pero esta solución es difícil de llevar a cabo en un país corrupto. Los derechos básicos que pudieran existir son normalmente hurtados por los políticos corruptos quienes los “venden” a inversores extranjeros con intereses de utilizar la tierra y el agua para cultivos y alimentos para exportar. Los políticos corruptos se deshacen de los agricultores de subsistencia cuando pueden enriquecerse mediante sobornos. Las expropiaciones no son nuevas. En tiempos de los romanos, las tierras bárbaras eran declaradas como terra nullius (tierras vacías), y se les permitía a los ciudadanos tomar estos terrenos de las manos de gente demasiado incivilizada para tener derechos. Las expropiaciones de terrenos hoy en día están motivadas por las mismas fuerzas; derechos débiles y atractivos beneficios. Los precios más altos de los cultivos elevan también el valor del terreno y el agua expropiados. La tecnología ha hecho aún más fácil bombear agua y transportar comida a mayores distancias. La inestabilidad política global aumenta la importancia de los alimentos baratos para los gobiernos que sobornan a sus poblaciones hasta la sumisión. Los inversores internacionales y los políticos corruptos están entrando en un abrazo. Las expropiaciones pueden reducirse o revertirse si los políticos honrados llegan al poder, pero este hecho es poco común. Una segunda vía sería registrar los derechos de propiedad privados o de la comunidad en un formato público. Es posible que los políticos corruptos pongan el grito en el cielo por los costes de las tareas de recopilar la información y la administración necesaria de estos registros; puede 80 que incluso protesten aduciendo que la gente pobre prefiere vivir fuera del registro legal para ahorrase el dinero de los alquileres. Ninguna de estas excusas se sostendría en caso de ser examinadas. La tecnología da lugar a encuestas bastante baratas. La posesión parece una buena excusa para el derecho a la tierra en un barrio marginal. La gente pobre incluso estaría dispuesta a pagar si el registro significara el fin del temor a ser desalojados, la posibilidad de pedir créditos contra su propiedad y creara una dirección en la que pudiera recibir el servicio de agua. Los costes y beneficios de un registro del agua son similares a aquellos de los registros de propiedad del terreno, con la excepción que los derechos del agua deben llevar una contabilidad del volumen y otros factores asociados, tal y como analizamos en el Capítulo 5. Un registro de derechos de agua y terrenos ayudaría a los pobres y a los honrados. Los registros públicos transparentes ayudarían a la gente a ver hacia dónde fluye el dinero y el agua. Los registros ayudarían a los pobres y a la nación, reduciendo el robo y la incertidumbre que inhibe la productividad y el desarrollo. Este consejo, por cierto, es aplicable a muchos países ricos donde la escasez de agua es un problema nuevo. Debemos saber quién utiliza el agua (cuánto, dónde y en qué momento) si queremos destinarla a usos beneficiosos. De los derechos humanos a los derechos de propiedad De forma osada he proclamado que la gente pobre está dispuesta y es capaz de pagar por un buen servicio del agua pero, ¿y si son demasiado pobres? Sí, sabemos que se les puede dar dinero, pero estas prestaciones frecuentemente están mal enfocadas. También molestan a los contribuyentes a quienes no les importan los “perdedores.” Podría ser más fácil dar dinero a los pobres si esto representara un retorno a su capital. Un registro del agua puede ser definido para ayudar a la gente pobre, dando a cada ciudadano una parte de la riqueza hídrica de la nación, que diera además una parte de los royalties pagados por aquellos que utilizan el agua para beber, regar, etc. Estos pagos serían relativamente pequeños para algunos ciudadanos, pero desproporcionadamente grandes para la gente pobre. 81 Un esbozo bruto de este sistema sería el siguiente. Los ciudadanos no recolectan o gestionan su parte del agua. Gobiernos comunales, regionales o nacionales gestionan el agua en nombre de los ciudadanos. El nivel al que gestionan estos gobiernos esta agua dependerá de la cuenca hídrica, pero este nivel también determinará las prioridades sociales de los usos del agua en dicha cuenca. Los ciudadanos estarán involucrados en la transparencia, la eficiencia y la responsabilidad de estas operaciones. La discusión y el voto acerca del reparto social y privado del agua atraerán atención. Algunas cuencas pueden decidir reservar más agua para el medio ambiente y vender menos agua a los usuarios. Después de reservar el agua para usos sociales, los gestores venderán el agua como commodity y distribuirán los beneficios entre los ciudadanos. Como siempre, será necesario hacer un seguimiento de los volúmenes retornados y los desvíos, especialmente si el agua abandona los límites geográficos y administrativos de la cuenca hídrica. Las tarifas y el reparto cambiarán en función de las estaciones, las prioridades sociales y otros factores influyentes en la demanda y la oferta del agua. En zonas áridas, por ejemplo, no habrá mucha agua disponible para vender pero los precios serán altos cuando la demanda sea también grande. Este sistema puede ser utilizado en cualquier país donde el agua sea un bien de dominio público. El sistema puede ser usado de forma inmediata en lugares donde los derechos privados del agua no existan, aunque también puede sustituir derechos y repartos existentes que resulten inadecuados. Esta idea es compatible con otros derechos del agua (discutidos en el Capítulo 5) porque se enfoca en pagos a los propietarios más que el reparto entre distintos usos, pero algunas diferencias deberán ser negociadas (¿Se debe pagar a la gente que obtuvo derechos de agua gratuitos? ¿Se deben transferir los derechos por 5 o 50 años?) La escasez de agua requiere pensar de forma creativa y optar por soluciones flexibles. Las distribuciones del agua basadas en los mercados incrementarán la eficiencia, tal y como lo han hecho en la cuenca de MurrayDarling en Australia. Los precios distribuirán el agua hacia los usos importantes y facilitarán las mejoras complementarias. Los dividendos obtenidos ayudarán a la población a pagar por el servicio de agua. Estos pagos ayudarán a las empresas de agua a mejorar la fiabilidad de sus sistemas. Los agricultores a pequeña escala tendrán que comprar su agua, 82 pero a cambio recibirán un dividendo por su parte del agua (en forma de derechos) y la oportunidad de comprar agua en términos justos (lo cual no es poca cosa). Los agricultores a gran escala y las industrias tendrán que gastarse más dinero en agua de lo que hacen ahora; algunos se opondrán a estas reformas ya que su negocio está basado en el agua subvencionada, otros sin embargo darán la bienvenida a la oportunidad de expandir su producción basándose en la eficiencia en su uso del agua. La venta del agua como commodity dará a conocer a sus compradores y pondrá disciplina en la contabilidad (del agua). Los ciudadanos en los países más pobres y corruptos sabrán cuánto dinero deberían recibir y presionarán para obtenerlo. No será sencillo contabilizar los ingresos o los pagos en países con decenas o cientos de millones de ciudadanos, pero la tecnología (por ejemplo, identificación biométrica, banca telefónica en teléfonos móviles, etc.) hace esta tarea más fácil cada día. Todo esto no es un sueño; Alaska ha estado pagando dividendos derivados del petróleo a sus ciudadanos desde hace más de 30 años. Los derechos de propiedad pueden ser justos y eficientes El derecho humano al agua carece de valor en un país corrupto, y es redundante en un país honrado. Los programas diseñados para dar agua a los pobres normalmente benefician a los ricos al debilitar a las empresas de agua. Los ciudadanos en países desarrollados pueden permitirse pagar el coste total del servicio del agua. Los pobres en países en vías de desarrollo pueden a menudo permitirse pagar el coste total del agua, pero la corrupción y los subsidios inadecuados pueden impedirles comprar servicios. El servicio mejoraría si las empresas de agua fueran gestionadas como corporaciones independientes y transparentes que tuvieran que hacer frente a la competencia. La gestión de las empresas de agua puede ser concesionada por tiempo limitado a través de una licitación abierta. La empresa de agua puede ser forzada a competir con otros emprendedores que den servicios a través de redes locales o kioscos. Los derechos del agua tradicionales, sociales y de la comunidad deben quedar registrados y ser protegidos. Los derechos del agua, como commodity, deben repartirse entre los ciudadanos cuando no existen 83 otros tipos de derechos, o bien cuando tiene lugar un reparto injusto del agua o en un esfuerzo de reformar un sistema de reparto obsoleto. Los desvíos anuales asociados a algunos derechos del agua pueden venderse en mercados específicos para facilitar su redistribución entre prioridades cambiantes. Los ingresos derivados de estas ventas del agua (o la cesión temporal de los derechos) deben repartirse entre los ciudadanos que pueden comprar los servicios o cualquier otra cosa que quieran. CAPÍTULO 8 Tuberías, canales y presas En el Capítulo 3 analizamos cómo se debe permitir a los negocios utilizar el agua siempre y cuando paguen precios competitivos por ella, y que reflejen el coste íntegro del servicio del agua como un bien privado. Este capítulo analiza cómo los negocios, las ciudades, los agricultores y otros usuarios del agua pueden sacar beneficios privados de las inversiones públicas en infraestructuras. Considera, por ejemplo, una presa “multifuncional” que almacena agua para usos urbanos de agua potable y para riego, además de proporcionar un espacio recreativo y una medida preventiva frente a posibles inundaciones. En sus dos cometidos principales, la presa provee beneficios privados a una empresa de servicios de agua, que vende este recurso a sus clientes y a los agricultores que quieren regar sus cultivos. En su cometido recreativo, la presa permite a cualquiera que lo desee disfrutar de la navegación o la pesca. En el último de sus cometidos, la presa provee de un beneficio público de protección frente a las inundaciones de los terrenos y las gentes que habitan aguas abajo. Estos beneficios justifican la existencia de la presa, pero resulta difícil estimar la parte relativa que corresponde a cada uno de ellos. Esta estimación cuantitativa es importante porque las presas frecuentemente son racionalizadas en términos de sus beneficios para grupos de interés específicos. Pero más importante aún es el hecho de que generalmente son financiadas por los usuarios que pagan en proporción al beneficio que obtienen de las mismas. Digamos que los beneficios totales estimados para este ejemplo de presa multifuncional se reparten en porcentajes (partes) del 40/20/20/20 respectivamente. Considerando un coste de la presa de 10 millones de 84 85 dólares, este reparto implica que la empresa de agua debe pagar 4 millones de dólares para financiar la presa, que los agricultores pagarán 2 millones de dólares y el tesoro público deberá pagar en torno a 4 millones de dólares por los beneficios recreativos y la protección frente a las inundaciones. Hasta ahora, todo genial, pero ¿y si los agricultores utilizaran el mismo volumen de agua que los clientes de la empresa de agua? ¿No deberían pagar ambos usuarios 3 millones cada uno? Los agricultores argumentarán que no pueden permitirse pagar esta cantidad, que el agua barata ayuda a alimentar a las personas, que nadie iba a utilizar toda esta agua si no son ellos, etc. etc. Los gestores de la empresa de agua estarán callados ya que están más preocupados por la fiabilidad de la presa que por el dinero de sus clientes. Otra complicación aparece cuando miramos a los usos recreativos y a la protección frente a las inundaciones. ¿Qué pasaría si solo la mitad de los pescadores o los dueños de embarcaciones previstos usan la presa? ¿Acaso los beneficios de protección frente a las inundaciones si se construyen más casas aguas abajo? ¿Qué pasaría si la presa pudiera contener varios años de caudal efectivamente eliminando la posibilidad de una inundación? ¿Debería “la gente” pagar por una protección que nunca necesitarán cuando los agricultores y las empresas de agua utilizan el agua cada año? Este ejemplo de la presa ilustra los dos temas principales que vamos a tratar en este capítulo. El primero consiste en que las entidades privadas tratarán de dirigir las inversiones públicas hacia actividades que apoyen sus beneficios privados. El segundo consiste en que las infraestructuras alteran los costes y los beneficios de las acciones posteriores durante un largo periodo de tiempo. Nuestro objetivo es reducir los subsidios públicos a los beneficios privados y mejorar las decisiones sobre infraestructuras que afectarán a nuestras elecciones, nuestro bolsillo y nuestro comportamiento durante mucho tiempo. El “dinero de otra gente” . . . y el agua La primera vez que escuché “el dinero de otra gente” fue cuando alguien describía el proyecto del Valle Central de California (sus siglas en inglés son CVP) para recoger agua en grandes presas en el norte y distribuirla a través de un vasta red de canales a los agricultores del centro y sur de California. La Oficina de Rehabilitación comenzó el CVP en la década de 1930, y extendió su uso durante más de 4 86 décadas. El CVP fue diseñado para aumentar los ingresos de los agricultores, pero aparentemente este incremento fue demasiado pequeño. Los agricultores no han sido capaces de devolver a los contribuyentes lo prestado durante todo este tiempo. Los detalles de este despilfarro son reveladores. A los agricultores se les concedió un plazo de 50 años para devolver los costes de capital, libres de intereses. Este pequeño regalo resultó ser enorme ya que el interés alcanzaba una buena suma a lo largo de las décadas; 100$ en 1940 alcanzaba un valor de en torno a 900$ en 1990, y los agricultores tenían que pagar las deudas de 1940 con dinero de 1990 — pero no lo hicieron (mira abajo). Este subsidio masivo no fue un accidente. Encaja dentro de una política instaurada durante mucho tiempo que subvenciona a los agricultores. Esa política explica por qué los agricultores recibieron crédito por los beneficios de las ventas de energía hidroeléctrica del CVP cuando tuvieron “problemas” para pagar los costes de operación del propio CVP. Explica cómo se les perdonó pagar cuando los costes eran aún “prohibitivos.” Estos subsidios “de titulares de prensa” vinieron acompañados de coloridos y dolorosos detalles. El CVP incrementó el consumo de agua trayendo agua a lugares secos a precios subvencionados. Estos desvíos de agua tuvieron terribles impactos ambientales ya que los ingenieros del CVP no integraron estos impactos sobre los ecosistemas en sus cálculos. Las últimas risas vinieron desde el Congreso, quien dio a los agricultores otros 50 años para pagar los costes de capital, pero por lo que parece tampoco llegarán a la fecha límite del 2030. La “otra gente” que pagó por este proyecto en 1930 nunca volvió a ver su dinero. Sus tataranietos sólo han visto 20 centavos de cada (depreciado) dólar devuelto. Los agricultores, entretanto, se han beneficiado de agua barata durante 75 años hasta ahora, y continuarán haciéndolo en un futuro cercano. No todos estos beneficios van destinados a fines egoístas. Muchos agricultores “devuelven algo” a sus amigos políticos. ¡Pero espera! ¿Qué pasa con la posición de California como el mayor productor agrícola de Estados Unidos? ¿Qué hay de la enorme contribución de la agricultura a la economía de California? ¿Qué pasa con las almendras, el vino y las exportaciones de queso de California? Pongamos estos hechos en perspectiva. En primer lugar, los agricultores de California han instalado sus campos sobre ecosistemas que habrían beneficiado a más ciudadanos. En segundo lugar, la agricultura consume en torno al 80 % del agua 87 del estado de California, para producir tan sólo un 3 % de su resultado económico, con el 5 % de las personas con empleo. Finalmente, recuerda que los subsidios benefician a los agricultores con conexión, más que a los agricultores hábiles (con buenas prácticas). El caso es que ese “dinero de otra gente” y el agua barata no hacen a California un lugar mejor sino que incrementa los beneficios de aquellos con conexiones políticas. Peor aún es el hecho de que los subsidios impiden que buenos agricultores comunitarios reemplacen a malos agricultores corporativos. Este resultado da lugar a agua desperdiciada, alimentos caros, trabajos abusivos y comunidades en deterioro. ¿Es posible revertir esta situación y redirigir el camino de California hacia una senda económica, social y medioambiental sostenible? Sí es posible, pero este cambio de dirección será complicado. Las reformas no sólo tendrán que sobreponerse al poder político y financiero de los agricultores privilegiados. Deben además reformar las burocracias y reconfigurar las infraestructuras que se han mantenido inamovibles durante casi un siglo. Estas barreras hacen que el CVP probablemente siga ejerciendo su influencia sobre las corrientes de agua de California, bien entrado el siglo 21. ¿Acaso este ejemplo se limita al caso de California o de los Estados Unidos? Tristemente, no. He podido estudiar casos similares de desastres con “dinero de otra gente” en todo el mundo, desde la India y China, hasta Australia, Egipto o Perú. Son comunes en todas partes porque los políticos dicen que estas inversiones son para el bien común — desarrollo económico, fortalecimiento de las comunidades, etc. — cuando realmente son gastos de “dinero de otra gente” en parientes, amigos e influencia y apoyos comprados. La sociedad norteamericana no tiene el monopolio sobre la corrupción. Muchas ciudades se benefician de la versión urbana del “dinero de otra gente.” Algunas usan redes de canales que son subvencionadas por otras personas. Otras pagan el coste total de la infraestructura, pero nada por el agua que extraen de otros lugares, en lo que podríamos llamar “agua de otra gente” para seguir con la analogía. Estas transferencias de agua se basan en derechos de propiedad, reclamaciones históricas o compromisos políticos que raramente tienen en consideración el coste que soporta todo el mundo en el área exportadora o los beneficios que adquiere todo el mundo en el área receptora. Esto es así porque este tipo de decisiones son tomadas en foros políticos, donde los representantes las toman en nombre de todos los ciudadanos. 88 Este proceso puede parecer normal, excepto porque estos usos del agua y estas infraestructuras no tienen realmente un componente público o social (sin exclusión). Son bienes privados o de club que benefician a grupos específicos a expensas del dinero y el agua públicos. Estos regalos de infraestructuras (y de agua) privatizan las ganancias y socializan las pérdidas de la misma forma que los rescates financieros salvaron a los banqueros millonarios y exprimieron a los contribuyentes durante la crisis financiera global. Del “dinero de otra gente” a pagar cada uno lo suyo El agua fluye a las ciudades — como a los agricultores — con un “coste de oportunidad” asociado, que consiste en la oportunidad de usar esa agua en otro lugar. Un consumo excesivo en las ciudades deja menos agua para el mañana. El agua para riego de un campo podría producir más valor en otro. Los costes de oportunidad aumentan cuando el agua abandona su cuenca natural o se mueve entre sectores (por ejemplo, de usos agrícolas a urbanos) porque la contabilidad del valor se descuadra. La redistribución siempre produce sorprendentes costes y beneficios. Estas sorpresas son mayores cuando un grupo recibe los beneficios mientras que otro soporta los costes. Las políticas que requieren “del agua y el dinero de otra gente” no son ni justas ni eficientes, pero son muy comunes. Un nuevo equilibrio y reajuste de los costes y beneficios puede reducir el daño de estas políticas del pasado. Una evaluación y la asignación de responsabilidades proporcionales pueden mejorar el rendimiento de las nuevas políticas (del agua). Las reformas y el diseño de políticas de las mismas deben por tanto pasar por las siguientes etapas. Primero, hay que considerar los derechos, las preferencias y las expectativas de la gente de las zonas receptoras y proveedoras del agua. Una consulta política amplia tiene mayor legitimidad. Segundo, deben distribuirse los costes en proporción a los beneficios privados y sociales, con un mecanismo que permita la redistribución de costes cuando haya cambios en los beneficios. Tercero, se requiere la participación de los bancos o de inversores privados en la financiación de infraestructuras. Las partes externas esperarán retornos decentes (de la inversión) — tal y como hacen el multimillonario mercado de bonos municipales — pero sus honorarios merecen la pena. Las partes externas con dine- 89 ro en riesgo harán un seguimiento del proyecto en términos de costes y de rendimiento. Los agentes del mercado reforzarán el seguimiento del rendimiento, vendiendo en peligro y comprando en exageración. Estos negociadores con el incentivo de recopilar buena información ayudarán al público a entender cuán bien está siendo invertido su dinero. Cuarto, los proyectos que no den lugar a beneficios públicos o no puedan pagar los préstamos solicitados deben ser traspasados, cerrados o vendidos. La disciplina fiscal ayudará a los beneficiarios a centrarse en alcanzar sus promesas en lugar de solicitar rescates financieros. Finalmente, los proyectos del agua, sus beneficios y sus costes deben gestionarse en el marco de las cuencas hídricas. Tiene el mismo sentido para la gente de Alabama pagar por las presas en Oregón, que para la gente de Londres el pagar por una canal en Beijing. Estos principios reducirán la implicación nacional en la gestión del agua. Algunos patriotas de la infraestructura protestarán, ya que el dinero nacional, los expertos y la tecnología han sido capaces de desarrollar la infraestructura en el pasado. Estarán en lo cierto, salvo en el caso de los proyectos de infraestructuras que benefician a los locales por encima de los ciudadanos. Los fondos nacionales se supone que traen consigo prosperidad y escala, pero puede que no aporten ninguna de las dos. California está plagada de presas, canales y acueductos, pero el estado está en constante crisis con el agua. Grandes proyectos en China, India, Pakistán, Egipto, Libia, España y muchos otros países han dado lugar a rendimientos de valor bajos (en función de la inversión monetaria) y la consecuente devastación de ecosistemas. Los Gobiernos nacionales no deben construir proyectos nacionales. En cambio, pueden establecer estándares de calidad, proteger el régimen de Caudales ecológicos y delegar la gestión de las infraestructuras a agencias regionales responsables de equilibrar los costes y beneficios, en pos del interés público, en el ámbito geográfico de las cuencas hídricas. Dependencia del camino Las infraestructuras tienden a desviar la historia mediante cambios continuos en los costes y beneficios. La Porta Maggiore en Roma es un claro ejemplo. Esta puerta fue construida hace 2.000 años en la unión de dos acueductos. Hoy en día, esta unión es un cruce principal de carreteras, tranvías y servicios públicos. Es más fácil recorrer un 90 camino andado, que abrirse paso por una senda por descubrir. La “dependencia del camino” describe como las decisiones iniciales cambian los costes y los beneficios de decisiones en el futuro, y por qué es difícil cambiar las políticas obsoletas. La gente presta más atención a los costes a corto plazo de salirse de la ruta establecida que los beneficios a largo plazo de escoger un camino alternativo. A pequeña escala, mira qué difícil es colocar en otra posición el fregadero en tu cocina. Ahora consideremos qué fácil es construir más casas cerca de una red de alcantarilladlo existente — o bien qué difícil es mover una ciudad como Nueva Orleans fuera del peligro. La “dependencia del camino” explica cómo la infraestructura del agua puede tener un enorme y duradero impacto. La infraestructura cambia los costes y los beneficios, pero el cambio no impide la acción — especialmente si nos centramos en el largo plazo. Los holandeses, por ejemplo, desarrollaron un plan de 100 mil millones de euros y un horizonte de 100 años, para proteger a los Países Bajos del efecto del cambio climático tras contemplar el impacto del huracán Katrina en los Estados Unidos. Los norteamericanos, tristemente, no han hecho mucho más que gastarse billones de dólares en reconstruir áreas que se inundaron “accidentalmente.” Esta política cortoplacista ha sido recientemente respaldada por la acción del Congreso para evitar a los seguros frente inundaciones reflejar el riesgo real frente avenidas. Los dueños de hogares vulnerables pueden regocijarse de vivir subvencionados por otras personas — hasta que el agua se lleve sus casas por delante. 91 Una contabilidad completa valoraría los costes de mantener las cosas como hasta ahora frente al coste a corto plazo de reubicar una comunidad, demoler una represa, etc. También incluiría los riesgos pasados que fueron ignorados y los riesgos futuros que se incrementarán. Construimos ciudades en llanuras de inundación asumiendo que las motas y los diques nos defenderán frente a las avenidas. Construimos embalses asumiendo que las lluvias lo llenarán. Algunas de estas asunciones estaban equivocadas, y se perdieron vidas humanas, propiedades e ingentes cantidades de dinero. El cambio climático incrementará la tasa de fallo de las asunciones pasadas y el sufrimiento de la gente que depende de una infraestructura demasiado débil para resistir los embates de la naturaleza. Desde 2012, la “supertormenta Sandy” ha golpeado la costa este de Norte América, ha inundado Brisbane, Calgary y muchas ciudades de Europa central; y el tifón Haiyan ha devastado Filipinas. Estos fenómenos extremos serán cada vez más habituales y sus daños más dolorosos para la población. Tenemos que reducir nuestra exposición a estos riesgos. La naturaleza es más fuerte que nosotros. De verdad El Homo sapiens es una especie poderosa e ingeniosa que domina los ecosistemas del mundo, pero podemos volvernos un poco arrogantes. Una vez ocurrido un desastre, los líderes prometen superar a la naturaleza y enseñarle quién manda aquí, pero esta no es una posición inteligente frente a un adversario que ni siquiera sabe que existes. Necesitamos salvarnos a nosotros mismos, y nuestra salvación depende de que cambiemos nuestra actitud frente a un clima cada vez más extraño y peligroso. Necesitamos preparar nuestras entidades, instituciones e infraestructuras para hacer frente al cambio climático. Algunas personas piden una estrategia “gris” para resistir, en la que las ciudades son protegidas por barreras y abastecidas por complejas máquinas como plantas desalinizadoras alimentadas por energía nuclear. Otros, piden una estrategia “verde” que utilice las infraestructuras naturales para defendernos y mantener los asentamientos humanos a un coste menor. Ejemplos de infraestructuras verdes van desde zonas de aparcamiento con superficies porosas para incrementar la recarga de las aguas subterráneas y reducir los fallos de los sistemas de alcantari- 92 llado; hasta humedales que amortiguan y protegen a las comunidades costeras de las grandes olas provocadas por tormentas tropicales y huracanes. Este camino “verde” utiliza “energía natural” que mueve tierra y agua a lugares que pueden soportar los impactos de las sequías, las inundaciones o el fuerte oleaje. Los holandeses, por ejemplo, han reconstruido sus playas apilando la arena en un punto determinado y permitiendo que la acción del oleaje la redistribuya. La infraestructura “verde” aporta los mismos beneficios que la infraestructura “gris” pero con mayor eficiencia, lo que es útil cuando el cambio climático nos fuerza a hacer más con menos. La eficiencia también ayuda a las comunidades que necesitan pagar por su propia protección. Una fortaleza “gris” necesita un montón de inversiones antes de poder tener la seguridad buscada. Y esta seguridad desaparecerá cuando un cambio en las corrientes naturales transforme una enorme masa de cemento en un elefante blanco. El Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos se gasta miles de millones de dólares “defendiendo” a las ciudades en Florida de las inundaciones, tan sólo para darse cuenta que los canales, los embalses y los diques, solo permiten a la gente ponerse en riesgo. El cuerpo de ingenieros ha fracasado (y gastado) de forma notable revirtiendo los daños y reduciendo los riesgos, por lo que es difícil encontrar a alguien que siga siendo optimista acerca del futuro de Florida. La parte sur de este Estado probablemente será la primera de Estados Unidos que sea abandonada a causa del aumento del nivel del mar, las feroces tormentas tropicales y las inundaciones sin fin. Los caminos están bien para la nostalgia, pero necesitamos cambiar con el paisaje que nos vamos encontrando. El cambio climático es peligroso porque trae consigo nuevos eventos y fenómenos extremos a nuestras vidas. En 2014, California ha experimentado su sequía más severa en 500 años. Inglaterra ha sufrido el invierno más húmedo desde que comenzaron los registros meteorológicos en 1910. Nuevos record climáticos han sido establecidos en Argentina, Austria, Australia y otros países que no empiezan por “A.” Estos eventos pueden reflejar el cambio climático o la mala suerte, pero su origen importa menos que sus impactos rompe-clichés. Estamos desorientados por los golpes, un metro por debajo de la tormenta propia de la Teoría del cisne negro de Nassim Nicholas Taleb, que nos infringe un castigo buscando una grieta en nuestra frágil coraza. Tenemos que hacernos cargo, pasar página, resetear nuestras 93 relaciones con los calurosos días del verano, e izar un nuevo paradigma como bandera. Tenemos que adaptarnos — ¡sólo para evitar terribles clichés! Un camino independiente y socialmente útil Necesitamos gestionar nuestras infraestructuras como si fueran a fallar aumentando nuestro uso de tecnologías y técnicas de adaptación. Los mercados pueden distribuir los recursos escasos de un embalse o determinar qué terrenos deben ser inundados. Los precios de los seguros adaptados al riesgo pueden hacer que la gente deje de vivir en las llanuras de inundación, tal y como los pagos de los seguros pueden cubrir los daños de los eventos de avenidas. Precios más altos del agua pueden financiar mejoras en la seguridad y reducir el consumo de las reservas de agua subterráneas. Las plantas de tratamiento de aguas residuales pueden actualizarse y mejorarse para tratar agua en caso de emergencia. Nuevas infraestructuras pueden diseñarse y ubicarse de forma que faciliten a la gente a mudarse a lugares más seguros. Todas estas instalaciones y las políticas que las rigen deben ser gestionados por administradores con la independencia financiera y operacional necesarias para elaborar planes que permanezcan más allá de un mandato electoral, pero que obliguen a suministrar el agua en un patrón más estable y menos amenazador. Los usuarios pueden preocuparse por no poder cubrir los altos costes de las infraestructuras con los flujos de caja actuales. Esta es una preocupación legítima, y el próspero mercado de deuda pública es tan sólo una muestra de cómo algunos resuelven esta cuestión. Los costes de los intereses serán pequeños para buenos proyectos, asegurados por prósperos municipios, mientras que serán altos para proyectos que malgasten el dinero público. El coste de la adaptación, como el coste de la infraestructura verde y el cambio en las instituciones, serán nuevos y extraños, pero nunca serán una carga extraordinaria. Una vida cara y larga es mejor que una barata y corta. CAPÍTULO 9 Guerras del agua En nuestro análisis de cómo reducir la contaminación de las aguas a través del uso de normativa, tarifas y tecnologías (Capítulo 4), asumimos que existía un sistema político funcional que imponía sanciones a los contaminadores y compensaba a los damnificados. En la mayoría de países esto no ocurre así, de una forma u otra. Padecen de instituciones poco funcionales, juegos políticos complicados o la mera violencia. Esta última es la vía más fácil a la que enfrentarse — sabemos cómo combatir las guerras y encarcelar a los criminales — pero las otras dos fuentes de conflicto son mucho más difíciles de reformar o resolver ya que implican la existencia de vencedores poderosos, perdedores invisibles y de una definición de derechos, daños y valores un tanto delicada. Pongamos, por ejemplo, el famoso caso del “robo” de agua por parte de la ciudad de Los Ángeles a Owens Valley, en California. Esta trasferencia — facilitada por el Acueducto de Los Ángeles e inmortalizada en la película de 1974 Chinatown — alimentó el crecimiento de la ciudad después de 1913, pero no fue un robo como tal. Sí, es cierto que los compradores de Los Ángeles tergiversaron a su empleador y prometieron dejar en paz el agua, que en efecto exportaron. Y sí, es cierto que sobreexplotaron las aguas subterráneas, vaciaron el cauce de un río y dejaron seco el Lago Owens. Pero ni sus mentiras ni sus acciones fueron ilegales. Esta diferencia no significó mucho para los habitantes de Owens Valley, que se sintieron infra-compensados por la destrucción legal de su comunidad y su ambiente. La decisión de 1983 de defender el lago Mono (tal y como describíamos en el Capítulo 5) puede haber puesto fin a la caída de Owens Valley. Las decisiones siguientes han traído más agua a la zona, pero la recuperación no está 94 95 aún garantizada. La lección que sacamos de esta historia con más de un siglo, es que los conflictos por el agua pueden ser el resultado de que las leyes y las decisiones ignoren el papel verdadero del agua en la vida de las personas. Esto es igual de cierto para el caso de conflictos internacionales asociados al agua, ya que comparten un denominador común; las instituciones obsoletas provenientes de una época de abundancia que son incapaces de hacer frente a la escasez de agua. Estas instituciones prometen más agua y de mejor calidad que la que realmente existe, y carecen de los mecanismos para renegociar estas promesas y reconciliar las demandas. Esta raíz común explica por qué las disputas internacionales se parecen frecuentemente a los fallos locales de un país. Los contaminadores y los que desvían agua en China, dañan a sus conciudadanos. Las presas Chinas amenazan a sus países vecinos. Los agricultores norteamericanos contaminan las aguas de las que dependen sus pescadores. Estados Unidos disputa con Canadá y México derechos de agua y reclamaciones por contaminación. Los conflictos en torno al agua tienen lugar en la mayoría de los países del mundo. En algunos lugares, estos conflictos afectan directamente a las personas, destruyen propiedades y hacen perder el tiempo. En otros lugares, simplemente gravan la vida de sus gentes con inconveniencias. La mayoría de los conflictos asociados al agua se manifiestan en disputas razonablemente civilizadas, pero en algunos casos resulta en violencia. En este capítulo analizaremos las distintas vías políticas, sociales y comunales de reducir estos conflictos e incrementar la cooperación entre las partes. Los políticos frecuentemente se benefician del conflicto Los políticos corruptos pueden desviar agua para sus amigos, pero los peores políticos son aquellos que alimentan la confrontación para llamar la atención y ejercer presión. Estos políticos, por ejemplo, pueden “escuchar” a los agricultores y a los ecologistas pelearse por el agua de un río durante años. El conflicto trae consigo dinero, poder y suplicas a los políticos. La resolución les fuerza a enfrentar nuevos problemas, dinámicas extrañas y personalidades desconocidas. La política muchas veces es calificada como un juego de suma cero, porque los políticos toman los recursos de algunos para dárselos 96 a otros, pero las peores intervenciones políticas desperdician mucho más tiempo, sangre y dinero y ambas partes resultan perdedoras. Estos juegos de suma negativa pueden despilfarrar particularmente los recursos hídricos, porque los costes del conflicto normalmente exceden el valor del agua en disputa. Un equipo de académicos israelíes, jordanos y palestinos, en 2005, estimó en la publicación Activos Líquidos, que “el valor del agua en disputa entre los Israelíes y los Palestinos es considerablemente menor a 100 millones de dólares al año;” dicha cifra es muy pequeña en comparación con el coste de la política de Israel de maximizar sus extracciones del río Jordan y de la microgestión del “agua palestina” en la Orilla Oeste. En 2014, los Estados Unidos darán a Israel más de 3 mil millones de dólares en ayudas militares, incluyendo una partida de 200 millones en defensas antimisiles diseñadas para proteger a los israelitas de los enfadados palestinos. Este ejemplo además es excepcional. Los conflictos en torno al agua son sorprendentemente excepcionales en comparación con los conflictos en torno al petróleo, los diamantes o los territorios. Israel, Jordania y Palestina cooperan en otros muchos aspectos de la gestión regional del agua. Los académicos están de acuerdo en que el agua compartida facilitaría las relaciones diplomáticas entre las partes, aunque discrepan en el hecho de si el agua es la que provoca el conflicto, o si el conflicto del agua es reflejo de otros profundos antagonismos. No vamos a resolver esta importante cuestión aquí y ahora, pero este ejemplo nos ayuda a reflexionar acerca de por qué no merece la pena pelear por el agua. La primera razón es porque el valor del agua es demasiado bajo en comparación con el coste de transportarla. El vencedor en una guerra del agua no puede hacer dinero rápido vendiéndola o llevándosela a casa como en el caso de los diamantes o de las obras de arte. La segunda razón es que el agua puede echarse a perder si una de las partes en disputa se siente humillada. Es mucho más fácil contaminar grandes cantidades de agua que estropear las mismas cantidades de petróleo. La tercera razón es que a nivel local las variables corrientes de agua normalmente se comparten durante décadas e incluso siglos. Las relaciones financieras y sociales frecuentemente preceden y sustituyen a las fronteras nacionalistas y a la retórica de políticos distantes. Los locales no se unirán a “su lado” si el conflicto les perjudica. 97 Defiende al país, no a unos pocos Los políticos corruptos se sirven a sí mismos, pero ¿qué pasa con los políticos que defienden los recursos hídricos de la nación de los extranjeros? Los políticos egipcios han amenazado en repetidas ocasiones a los países aguas arriba que bloquean o desvían agua del río Nilo. Las amenazas impiden la convivencia pacífica, los negocios y la inmigración; pudiendo incluso llegar a dar lugar a enfrentamientos violentos. Desde luego éstas dificultan las mejoras en la gestión del agua o el negociar de forma justa. Muchos ciudadanos instan a sus políticos a maximizar los desvíos de agua para usos propios y a minimizar la calidad de las aguas que fluyen fuera de sus fronteras. Es posible que no vean como su visión puede volverse en su contra. Digamos, por ejemplo, que un río discurre desde México a los Estados Unidos, y que en algunas ocasiones trae agua de dudosa calidad o en menor cuantía a la deseada. Sería típico de los norteamericanos pedir al gobierno federal en Washington D.C. que presionara a los mejicanos para mejorar estas corrientes de agua, pero la negociación entre las Capitales (de ambas partes) probablemente no de lugar a resultados útiles. A los funcionarios que viven lejos del río les resulta difícil entender las preocupaciones y limitaciones locales. Peor aún, los funcionarios puede que ignoren o nieguen el problema — sacrificando a sus contribuyentes a cambio de un acuerdo a mayor escala, como por ejemplo un acuerdo de libre comercio o de venta de armamento. Las negociaciones entre Capitales tienen lugar a una escala equivocada. Sería mejor si los mejicanos y los norteamericanos a cada lado de la frontera se reunieran, analizaran sus objetivos, y encontraran la manera de cooperar. Las soluciones a escala local no se apoyan en tratados o amenazas, y pueden funcionar mejor para vecinos independientes. Trasladar la disputa local a un nivel más distante puede desembocar en fracaso. Los negociadores pueden magnificar los derechos de cada parte; los locales pueden rechazar los procesos que no han experimentado o en los que no han intervenido. Adam Kehane, un experto en disputas políticas, como la guerra civil en Colombia, me dijo que la empatía hace más fácil respetar — e incluso entender — la posición de los demás. ¿Cómo fomentamos la empatía? “Dile a todo el mundo en la sala que se empareje con aquellas personas con la que discrepa más. Entonces, invítales a pasear juntos después de comer.” Estas pequeñas charlas revelan intereses comunes. Los in- 98 tereses comunes construyen entendimiento y confianza. La confianza, da lugar a soluciones. Los conflictos pueden agravarse o detenerse Los conflictos pueden causar más daño que el valor del agua en disputa. Algunas personas viven de los conflictos. Necesitamos estudiar y hacer frente a conflictos a una escala adecuada. Una disputa entre vecinos de una cuenca hidrográfica debe ser resuelta a esa misma escala. Las soluciones externas pueden enmascarar una disputa hasta el momento en que las fricciones internas la hacen resurgir. La búsqueda del camino adecuado no es fácil ni previsible, pero sabes que has dado con él cuando te complacería ponerte en el lugar de la otra persona. CAPÍTULO 10 Caudales ecológicos Moriríamos rápidamente si no tomáramos agua del medio ambiente, tanto como moriríamos lentamente si la consumiéramos completamente. La cuestión clave es ¿cuánto agua debemos extraer del medio ambiente? Esta pregunta no es complicada porque todos y cada uno de nosotros damos un valor diferente al medio ambiente — igual que damos un valor distinto a una taza de café. Es una cuestión complicada de resolver porque el medio ambiente es un bien público que todos disfrutamos, independientemente de cuánto hemos contribuido a su buen estado o a su deterioro. La respuesta a “cuánto debemos tomar” puede ser muy distinta a la pregunta de “¿cuánto debo consumir yo y dejar tú?” Imagina, por ejemplo, que docenas de agricultores están extrayendo agua de un río que los pro-ambientalistas quieren restaurar. Los agricultores, como grupo, puede que no quieran dejar de obtener sus beneficios privados del agua que extraen para regar, incluso cuando la reducción de sus extracciones diera lugar a una ganancia para miles de personas. ¿Qué pasaría si algunos agricultores quisieran restaurar el régimen de caudales? “Adelante. . . ” les contestarían sus vecinos, “. . . pero, no me pidas que yo me sacrifique.” Esta respuesta puede significar que tan sólo una cantidad muy pequeña de agua sea devuelta al río. “No hay problema. . . ” dirías después de leer el Capítulo 5, “. . . simplemente tenemos que pagar a los agricultores por su agua.” Esta solución sólo cambia el problema de flujos de agua, a flujos de dinero. ¿Quién debe pagar por agua que, en realidad, nos beneficia a todos? “Adelante, paga lo que quieras. . . ” te dirán tus vecinos, “. . . pero no me pidas que pague yo.” Cada comunidad debe buscar un equilibrio entre los usos privados 99 100 y públicos (como por ejemplo, dividir el agua entre cultivos y humedales) al mismo tiempo que debe desincentivar el uso libre (es decir, obtener beneficios sin pagar nada por ello) ¿Pueden aquellos que quieren utilizar el agua libremente ser forzados a contribuir al bien común? Sí, pero en realidad no existiría este tipo de usuarios si existiese un mecanismo de imposición establecido, ¿verdad? Hemos lidiado con las dimensiones sociales de los usos del agua a lo largo de toda la Parte II del libro. Este capítulo profundiza en las formas en que una comunidad con diversos usos puede mantener el régimen de Caudales ecológicos, aparte de los usos económicos privados. La complejidad de este análisis es distinta a la de otros capítulos previos. La mayoría de los conflictos transfronterizos en torno al agua se centran en las divisiones en las que “yo gano el agua que tú pierdes.” Las disputas sobre el régimen de Caudales ecológicos se producen por las divergencias en las preferencias personales por los beneficios privados y públicos. Estas diferencias nunca desaparecerán, por lo que es necesario establecer sistemas para gestionar el régimen de Caudales ecológicos de forma transparente, en el sentido de reflejar el peso específico de las preferencias de los ciudadanos, y de ser capaces de responder a los cambios en estas preferencias. Los humanos están cambiando el medio ambiente Los ecosistemas nunca alcanzan un estado estable. Están poblados por especies que pueden sobrevivir a las variaciones en el agua disponible, la luz, la temperatura y otras condiciones ambientales. Los seres humanos también nos adaptamos, pero nos buscamos atajos para aislarnos del medio ambiente y sus inconveniencias. El aire acondicionado y los canales ayudan a millones de personas a vivir en los áridos y cálidos desiertos. Las máquinas nos ayudan a estar más cómodos en nuestras casas con calefacción (o refrigeradas), oficinas y centros comerciales. Sabemos que estas invenciones cuestan dinero y energía, pero ahora empezamos a ser conscientes de otros costes relevantes adicionales. El creciente y acumulativo impacto de las actividades humanas en las condiciones planetarias ha conducido a los científicos a declarar el comienzo de una nueva era: el Antropoceno. Aparte de la pérdida de biodiversidad, la novedad más importante que estamos presenciando 101 en esta nuestra era es el rápido cambio climático, causado principalmente por convertir las fuentes de carbón fósil en CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI). En los últimos tiempos ha habido mucho revuelo acerca de las formas de mitigar el cambio climático a través de la reducción de las emisiones de GEI pero, en realidad, no existe signo alguno de reducciones significativas en el planeta en este sentido. Esta es la razón por la que el discurso ha virado hacia la adaptación a los impactos del cambio climático los cuales, por cierto, se manifestarán en su mayoría a través de su efecto sobre el ciclo del agua. El papel central del agua en el cambio climático es claro cuando te das cuenta que el ciclo global del agua depende básicamente del régimen térmico y sus diferencias latitudinales entre los húmedos y cálidos trópicos, y los fríos y secos polos. Estas corrientes térmicas globales en la atmósfera producen la nieve, la lluvia, las tormentas, los huracanes y otros fenómenos meteorológicos que afectan a nuestras vidas. El cambio climático incrementa la tasa de intercambio térmico porque ahora hay más calor que desplazar que antes y, por tanto, las corrientes térmicas son más fuertes. Esto da lugar a un ciclo del agua más intenso y a un tiempo más impredecible. El cambio climático traerá consigo tormentas más fuertes, sequías más largas, variaciones de temperatura mayores, estaciones del año inusualmente largas (o cortas), así como otros cambios en los ecosistemas (y sistemas humanos) que no han tenido lugar desde hace mucho tiempo, si acaso tuvieron lugar alguna vez. Los seres humanos han influido y manejado las corrientes de agua — usando presas y canales — desde hace miles de años. La Revolución Industrial aumentó el ritmo de estos cambios con la llegada de la maquinaria y la energía, lo que nos permitió usar el agua cuándo y dónde quisimos. Redujimos el régimen de Caudales ecológicos a través de las extracciones, desviamos el agua influyendo en el paisaje y retrasamos su avance a través de las infraestructuras. Nuestras acciones individuales pudieron parecer razonables en su momento, pero sus impactos acumulativos empezaron a afectar de repente a los sistemas naturales que considerábamos inmutables. El cambio climático está imponiendo una dictadura similar, salvo que en este caso no estamos al mando. Ahora los humanos debemos ser humildes, si queremos sobrevivir. 102 Los ríos y los humedales benefician a los seres humanos Decenas de millones de personas dependen del río Colorado para tener agua, pero ahora el río está “muerto” desde una perspectiva ecológica. Las aguas desviadas, represadas, sobreexplotadas y contaminadas del río Colorado ni siquiera alcanzan el Golfo de California. ¿Cómo saldrá adelante la gente cuando el cambio climático reduzca la nieve que alimenta el río y aumenten las temperaturas que evaporarán el poco agua que quede? Algunas personas proponen soluciones del lado de la oferta, como desviar agua de los “excedentes” de otros ríos para rellenar el lisiado y desecado río Colorado, o bien, utilizar las plantas desalinizadoras alimentadas con energía nuclear para dar servicio a las ciudades y a los agricultores. Sin embargo, estas acciones no hacen nada por los ecosistemas fluviales y muy poco por vigilar las demandas que probablemente se encarguen de extinguir las nuevas reservas obtenidas. A lo largo de todo el mundo, ríos como el Nilo, el Mekong, el Po, o el Yangtzé entre otros, están sometidos a grandes presiones. La gente que depende de ellos ya se está enfrentando actualmente a la escasez de agua. Algunas de estas personas están recurriendo a técnicas del lado de la oferta para exprimir aún más el agua del medio ambiente (cortar árboles “sedientos” es un favorito entre estas medidas), pero ¿qué harán cuando el cambio climático aumente la presión sobre estos sistemas? China está doblando el insostenible consumo de agua de la ciudad de Beijing, a través de la construcción de un sistema de transferencia de agua Sur-Norte, que va a vaciar las regiones “excedentarias” y los bolsillos de los ciudadanos. Este proyecto puede terminar en un costoso despilfarro si no se ve acompañado de reducciones en la demanda. La misma advertencia es aplicable a otras partes del mundo. El cambio climático incrementará la escasez de agua afectando a los patrones de precipitación (básicamente la oferta disponible) y aumentando las demandas naturales (temperaturas superficiales más altas). Los habitantes actuales de áreas con escasez de agua necesitarán cambiar sus hábitos de vida si quieren evitar el sufrimiento, la migración obligada o la misma muerte. La escasez de agua significa que habrá menos agua y de peor calidad para todos. Los arroyos se secarán, los humedales desaparecerán y 103 los “seguros” de los acuíferos se agotarán. Unos ecosistemas “moribundos” no pueden reciclar tanta agua como lo hacían antes, y tampoco pueden laminar las avenidas para evitar los problemas de una inundación. En el pasado, el medio ambiente era tan inmenso y nuestra tecnología tan débil que lo podíamos dañar sin miedo. “Conservar el agua” originalmente significaba utilizarla antes de que se desperdiciara al desembocar en los océanos. La preocupación por los caudales de los ríos y los ecosistemas fluviales se ha multiplicado desde entonces. Algunas personas ven a la naturaleza como un recurso infinito del que extraer lo que necesiten. Otros, la veneran sin contemplación. La mayoría de las personas quieren hacer uso de parte de la naturaleza y proteger el resto. Éstos contemplarían los pros y contras (trade-offs) propios de dejar el agua en un río o de desviarla hacía las ciudades, en caso de tener que decidir. Es complicado analizar estos trade-offs porque es difícil cuantificar el valor del régimen de Caudales ecológicos. A la gente a la que no le gusta el marisco puede que no le importe si la contaminación acaba con una pesquería, pero a los que sí les gusta el marisco, a los pescadores y a las comunidades que viven de ésta, sí que les importarán estos hechos. Menos pesca significa menos empleos, alimentos más caros y una reducción en la calidad de vida. ¿Acaso son estos costes aceptables para la gente que contamina el agua? Estas cuestiones frecuentemente llevan a acalorados debates sobre los derechos, las tradiciones y sobre la comunidad en sí misma. Raramente son resueltos por un cálculo económico de los costes y los beneficios; éstos, además, son difíciles de cuantificar, son experimentados por diferentes grupos e intereses y son objeto de distintos riesgos e incertidumbres a la hora de calcularlos. Estas complicaciones hacen que sea más difícil resolver los problemas, por lo que debemos ser más cautos a la hora de modificar los ecosistemas o de agotar los recursos naturales. Los ecosistemas pueden recuperarse de algunas variaciones, pero cambios bruscos e importantes pueden causar daños irreparables. Hay una diferencia muy grande entre una reducción del 10 % en el régimen de caudales de un río, que hace que circule el 70 % en lugar del 80 % del volumen normal; más aún de una reducción en los caudales circulantes de un 10 a un 0 %. Los ecosistemas han evolucionado bajo fluctuaciones, pero los humanos hemos aumentado enormemente el ritmo al que varían 104 las condiciones y la magnitud de estos cambios, más allá de la capacidad de carga de algunos ecosistemas. Pese a que algunas personas pueden pensar que un ecosistema arruinado o alterado es un precio muy pequeño que pagar por la prosperidad material, otros muchos estarán en desacuerdo. Puede que nos guste jugar al golf en campos de verde césped, pero también podríamos disfrutar un emocionante juego en un campo con grandes bunkers de arena. Esta alternativa será más atractiva si esto significa que podemos tomar una bebida después de jugar, cerca de un refrescante arroyo, en lugar de tener que meternos en una sala aislada con aire acondicionado rodeada de asfalto. Incluso si ignoramos la visión evocadora del Jardín del Edén, ¿no es mejor proteger los ríos y los humedales ahora, por si los queremos después? Los habitantes de Nueva Orleans y sus comunidades costeras vecinas probablemente se arrepientan de que la industria del petróleo y del gas haya infringido tanto daño a sus pantanos. Esos ausentes humedales no pudieron proteger a las comunidades de la fuerza de las lluvias, el viento y las olas del huracán Katrina. Un poco más de caudal Somos seres inteligentes a la hora de buscar tecnologías y técnicas que nos permitan tener más beneficios de los recursos escasos. Vivimos cómodamente en un amplio rango de climas. Comemos gran variedad de alimentos de calidad. Intercambiamos información y bienes alrededor del mundo. Somos creativos cuando nos enfrentamos a las restricciones de los costes, las leyes, los tabúes, etc. 105 Ahora tenemos que aplicar estas habilidades para hacer cambios en nuestras vidas. Estos cambios no tienen porque ser dolorosos. Yo me he dado duchas en campings dónde tienes agua caliente durante dos minutos por cada moneda. Me doy duchas más cortas de lo que lo hago en casa porque mis grifos no se activan con monedas. Estas duchas en el camping hacen que use menos agua, porque soy consciente, de forma inmediata, del coste de tener agua (caliente). Además, este coste es alto y es molesto el tener que estar echando una moneda tras otra para extender el rato de la ducha. La moraleja de esto no es que un cambio en los incentivos afecta a nuestro comportamiento. Esto es obvio. La lección es que podemos estar limpios usando menos agua. No podemos extraer tanta agua del medio ambiente, por lo que debemos aceptar lidiar con menos. Menos agua para el aseo personal no daña inmediatamente a nuestra calidad de vida. La gente en Ámsterdam usa un cuarto del agua que usan los habitantes de San Francisco, pero no son menos felices. Un régimen de Caudales ecológicos mayor molestará a algunas personas, mientras que complacerá a otras. Algunos cambiarán sus hábitos de consumo o sus modelos de negocio. Otros tendrán beneficios (reales o imaginarios) de mayores caudales. Los límites de extracción pueden administrase mediante tarifas, normas u otras técnicas, pero su nivel debe ser acordado a través de un mecanismo político que refleje las prioridades sociales. Los “niveles aceptables” no deben ser establecidos por aquellos que tiene un interés específico en desviar agua. Deben establecerse por científicos que entiendan las relaciones entre el régimen de caudales y la salud de los ecosistemas. Los científicos pueden ser vulnerables a caer en el sesgo de desviar demasiada agua para la naturaleza. Esto significa que deberíamos hacer algunos cambios en este régimen si sus recomendaciones conducen a resultados que sobreestimen o subestimen los objetivos para los ecosistemas que tiene la comunidad. Estos ajustes añadirán o extraerán agua disponible para usos privados, pero una aproximación en dos fases (reservar un régimen de Caudales ecológicos adecuado, antes de repartir el agua entre los usos humanos) es una solución mucho más fácil de gestionar. Esta solución es más simple que equilibrar “objetivos equivalentes.” No se puede encontrar un equilibrio entre las cosechas de los cultivos y la productividad del ecosistema cuando grupos distintos obtienen diferentes beneficios de cada resultado. 106 ¿Acaso esta política destruirá nuestra civilización? Puede que sea así en los editoriales, en las protestas de los lobbies y en otros debates políticos, pero no en el mundo de los negocios. A los hombres de negocios — agricultores, gestores del agua y empresas — les encanta el agua gratis, pero pueden encontrar formas de trabajar con menos agua. La escasez de agua en Texas ha llevado a que las compañías de petróleo y de gas reciclen el agua que utilizan en su producción. Menos significa más Nuestra negación de los hechos en el pasado ha dañado el medioambiente a nivel global y local. Ahora tenemos que proteger nuestros ecosistemas dependientes del agua y restaurar el régimen de Caudales ecológicos. Un medioambiente sano, con ecosistemas funcionales, da lugar a un aire y a un agua más limpios, nos proporciona alimentos y placer, así como nos protege de las variaciones en la temperatura, en las corrientes de agua y en la meteorología. El cambio climático hace de estos beneficios, aún si cabe, más valiosos. Del epílogo al prólogo Gracias por haber invertido tu tiempo con este libro. Su tesis central es que necesitamos gestionar el agua como el bien privado o social que es. El agua como bien privado para usos urbanos, industriales o agrícolas puede ser repartida en mercados, o vendida a precios que reflejen los costes del servicio y la escasez. Las dimensiones sociales del agua se manifiestan en las decisiones y las acciones que afectan a los derechos humanos, las infraestructuras, los conflictos y los regímenes de Caudales ecológicos. Los ciudadanos necesitan ayudar a los políticos, burócratas y gestores a servir a los intereses sociales y de la comunidad. He discutido los usos privados antes que los sociales porque los usuarios privados son más simples de entender, pero las decisiones y el reparto del agua debe llevarse a cabo en orden inverso. El primer paso es establecer derechos, ubicar las infraestructuras, repartir el agua entre vecinos y reservar los Caudales ecológicos. Entonces — y sólo entonces — podemos repartir el resto del agua entre las ciudades y los agricultores de forma que la gente pueda beber, bañarse, lavar, producir bienes, generar energía y cultivar alimentos. Escribí este libro porque quiero ofrecer una perspectiva económica sobre cómo podemos vivir con la escasez de agua. Y cuando digo nosotros, me refiero realmente a tí. Los ejemplos de este libro demuestran cómo otros triunfan — y fracasan. Espero que puedas utilizar estos ejemplos e ideas, de forma que puedas elaborar una lista de los problemas asociados al agua que afectan a tu comunidad. Entonces, ve y aprende, conoce a otros, analiza las opciones y ayuda a tu comunidad a gestionar su agua. No esperes que otros lo hagan. Tienes un derecho y una obligación a determinar tu propio futuro. 107 Algunas palabras de agradecimiento Este libro llegó de forma escalonada. Empecé a bloguear acerca del agua hace ya más de seis años como un estudiante de grado, más interesado en la actuación política que en las teorías abstractas. Como bloguero aprendí un montón de las opiniones, la experiencia y el saber de otras personas. Publiqué en 2011 el libro “El fin de la abundancia: soluciones económicas a la escasez de agua” (The End of Abundance: Economic Solutions to Water Scarcity) como un resumen de las ideas y ejemplos analizadas en aguanomics.com. Después de varios años, parecía el momento adecuado para revisar algunos de los problemas y refrescar mi resumen con nuevas ideas políticas. También, quería escribir un libro que fuera más accesible en el lenguaje, la extensión, el precio y la propia organización. Quería que el libro fuera accesible porque pienso que mis ideas políticas se han vuelto más flexibles (o adaptables) después de varios años y cientos de discusiones con otras personas (resulta que hay un montón de gente que se preocupa por el agua). Comencé a escribir este libro en septiembre de 2013, mientras Cornelia y yo vivíamos en Vancouver (Canadá). Empecé con un esbozo y una página en blanco, porque no quería que se convirtiese en la versión corta del otro libro. Tuve una magnífica ayuda por parte de lectores voluntarios que me dieron un feedback extremadamente útil en los primeros borradores, en el tono del libro y en el mensaje general que quería transmitir. Mi más sincero agradecimiento a Amanda Rice, Ben Foster, Chris Brooks, Dan Crawford, David Lloyd Owen, Janet Neuman, Jay Wetmore, Jefrey J. Ripp, Jessica Fosbrook, Joel Fishkin, Karen Dalgaard Sanning, y a Patrick Keys. También recibí algo de ayuda para decidir el título del libro. La gente de mi lista de correos, de hecho, me hizo cambiar un viejo título 108 109 por el actual (George Csicery escribió las palabras exactas). Puede parecer un poco trivial poner tanto énfasis en el título, pero el hecho es que capta perfectamente el mensaje del libro; podemos vivir con la escasez de agua, si somos capaces de concienciarnos de su presencia y cambiar la forma de gestionar el agua. De igual manera que le ocurre a alguien que es capaz de repetir su apellido todo el tiempo, te diré que es genial ser capaz de explicar mi libro en 20 segundos. Cuando el libro estuvo listo en su fase de borrador, se lo envié a gente que pudiera leerlo en su totalidad y quizás respaldarlo (los lectores quieren saber si a alguien, aparte del autor, le gusta el libro). Me siento muy afortunado por tener el respaldo de los expertos, cuyas palabras están incluidas en el dorso de la portada. Soy consciente de que representan casi 400 años-hombre de experiencia en el sector del agua en total, y estoy muy contento de que les gusten mis cosas. Y hablando de años-hombre, acabo de darme cuenta de que todas las recomendaciones las han hecho hombres. Este resultado desigual es un poco un accidente ya que conozco al menos 25 mujeres que trabajan activamente en el sector del agua. La gestión del agua ha sido “cosa de hombres” durante mucho tiempo. Los hombres eran ingenieros, más fuertes o más agresivos. La implicación de las mujeres en los temas del agua tendía a estar relacionada con lavar, cocinar y (para las jóvenes y pobres mujeres en algunos lugares) en trasportar agua. Los hombres han llevado nuestros sistemas de agua muy lejos — quizás demasiado lejos. Muchos sistemas son sólidos, pero rígidos al mismo tiempo. La gente que los gestionan puede que sean expertos en optimizar y controlar los caudales, pero son novatos a la hora de innovar y dar servicio al cliente. Las mujeres tienden a ser líderes compasivos y escuchar con empatía, razones por las que son puestas al mando de departamentos de personal, marketing y (cada vez más) finanzas. Sería fantástico si pudiéramos introducir una ética del trabajo más inclusiva, en un sector dominado fuertemente por los hombres, cuya capacidad de comunicación es limitada, y cuyas operaciones afectan a nuestras vidas cotidianas y sociedades en tantas formas distintas. Bien, volvamos a los agradecimientos. Un buen número de los que respaldaban el libro, me mandaron sus comentarios, sus ideas y sus impresiones. Su ayuda me hizo trabajar al menos un mes más, pero todas sus sugerencias mejoraron el libro (espero). Adicionalmente me gustaría dar las gracias a Alberto Garrido, Chris Brooks, Damian B. Park, David Verlee, Guido Schmidt, Guillermo Donoso, Joshua Abbot, 110 Merton D. Frinkler, Michael van der Valk, Ralph Pentland, Ties Rijcken y a Tim Shah. No gano mucho dinero escribiendo libros y desde luego nada escribiendo mi blog. En los últimos años me he nombrado a mí mismo como “un intelectual público” — un título doloroso y pretencioso que simplemente significa que discuto en pos de un interés público, y además, en público. Haciendo esto, he dejado atrás el camino de un intelectual académico cuyos trabajos tienden a enterrarse bajo muchas líneas en oscuras publicaciones, pero cuyos ingresos son frecuentemente financiados por gobiernos y universidades. Afortunadamente conseguí una plaza financiada por la Unión Europea en la Universidad de Wageningen, en los Países Bajos. Este salario me ha permitido dedicar buena parte de mi tiempo libre a bloguear, a las audiencias políticas, a los periodistas y demás. (También he conseguido algunos contratos de consultoría y apariciones en público para dar seminarios, los cuales tienen la doble virtud de estar bien pagados y de permitirme exponerme a nuevas dimensiones de los problemas del agua). Después de trasladarnos a Vancouver empecé a dar clases como profesor en la Universidad Simon Fraser, con lo que aún continúo paseando por este camino poco conocido. Realmente me siento muy agradecido de que estos ingresos me permitan comunicarme con el público en cuestiones relacionadas con el agua sin tener que servir bebidas para ganar dinero. Tres personas me han ayudado con la parte artística. Nico, mi compañero escocés, hizo la edición de la portada y del aspecto del libro. Mi padre me hizo la foto a mí (solía hacer reportajes profesionales. Ahora me hace parecer guapo a mí). Yo hice la fotografía de la portada, para la que os dejo libertad para decidir vosotros mismos lo que significa. Allison Choppick hizo las geniales ilustraciones. Espero que os gusten tanto como a mí. Mis últimas palabras de gratitud son para Rob Morow y para Cornelia Dinca. Rob y yo llevamos mucho tiempo “charlando sobre cosas del agua”, y además es un buen amigo. Me complace enormemente que me haya ayudado con los comentarios del último borrador. Cornelia es mi chica. Ella es muy ingeniosa, lo que me convierte en un tipo enormemente afortunado, y me ha dado un feedback genial y mucha claridad en la última versión borrador. Tan sólo si pudiera convencerla de que empezara a escribir ese blog. . . Dedique mi primer libro a mi madre, quien me enseño a “aprender, 111 a hacer preguntas, aceptar los errores y a cómo luchar por lo que creo” Estas palabras son todavía ciertas y cada vez tienen más valor para mí. Sé que mucha gente lo esta pasando mal en su vida. Yo he sido afortunado por haber podido escoger y por haber tenido una perspectiva que me ha ayudado a disfrutar de la vida. Mi madre fue quien me puso en se camino. Mi padre merece cierta parte del crédito en esto. Los padres con los hijos, creo, pueden tener relaciones complicadas. A nosotros nos ha llevado un tiempo asentarnos, pero he aprendido a separar la sabiduría de la paja en los actos y en las palabras de mi padre. Me ha dado un origen exótico, un apellido único, algún regalo en forma de pequeña charla, y cierto encanto heredado. Mi padre ha trabajado para él mismo toda mi vida (y más allá). Esta ética del auto-empleo, la variedad de gente que la práctica, y la forma en que se recuperan me ha ayudado a tirar para adelante cuando los tiempos fueron duros y el apoyo débil. Lo mejor de mi padre es su filosofía de vida, la cual le ha servido durante más de 80 años, y después de un reciente cuádruple bypass. Espero que disfrute este libro — o al menos que lea esta última parte. Estoy feliz por poder culparle por muchas experiencias divertidas e interesantes. También él me ha enseñado un montón de cosas sobre como trabajar mis ideas, apoyando a la gente con la que no estás de acuerdo, y de cómo centrarse en los objetivos comunes. No vendes mil casas sin saber cómo estar en desacuerdo de forma respetuosa, sin buscar opciones creativas y sin escuchar distintas perspectivas. Algunas personas ven los acuerdos como sacrificios — diciendo que están ganando menos dinero del que merecen, o gastando más de lo que debieran. He aprendido de mi padre que es mejor centrarse en por qué un acuerdo es bueno para las dos partes, que preocuparse de ver como sacar mayor partido uno mismo. El mundo sería un lugar mucho mejor si más personas se centraran en las posibilidades positivas que se presentan frente a ellos. 112 La cubierta trasera de la versión en papel dice: “Este corto libro da un repaso humano y lúcido a muchos de los problemas clave en el sector del agua a los que el mundo debe hacer frente. Sus propuestas son económicamente adecuadas y prácticas. Cualquiera que esté interesado en cómo resolver estos problemas en países ricos y pobres se beneficiará de su lectura” —Martin Cave, Profesor, Imperial College Business School ¿Te preocupa que no haya suficiente agua para las personas, la economía y el medio ambiente? ¿Te preguntas si el agua de nuestros grifos y ríos es segura o está contaminada? ¿Quieres saber si los agricultores malgastan el agua, si las empresas de agua cobran demasiado o si el agua embotellada destruye los ecosistemas? No eres el único que se hace estas preguntas. Los titulares de prensa hablan de “sequía, contaminación, conflictos e inseguridad” pero las historias raramente ofrecen soluciones. Vivir con la escasez de agua aclara las conexiones entre los flujos de agua personales y sociales de una forma accesible. Describe los orígenes y los costes de la escasez de agua, y explica cómo hacer frente a este fenómeno con políticas justas y pragmáticas. Tú y tu comunidad podéis vivir con escasez de agua — solo tenéis que gestionar el agua como el bien preciado que es. David Zetland, ha trabajado en la economía política de políticas del agua desde hace más de 10 años como orador, profesor y bloguero en aguanomics.com. Desde que obtuvo su Doctorado en la Universidad de Davis en 2008, ha vivido en Washington D.C., Berkeley, Amsterdam y Vancouver. Actualmente es profesor en Leiden University College (en Den Haag, Países Bajos). Él espera que la gente ponga en práctica estas ideas de forma que pueda pasarse más tiempo viajando y disfrutando el agua y menos tiempo escribiendo y dando clases acerca del tema.
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