Fiestas 2015 - Martes de Campo

Fiestas 2015
César González-Pola (Oviedo, 1921-1989), Varas de hierba.
Coordinación:
Javier González Santos y Alberto Carlos Polledo Arias.
Ilustraciones de las portadas:
César González-Pola (Oviedo, 1921-1989), Varas de hierba, óleo/tabla, 44 ×
53,5 cm (portada), y Guillermo, Willy, González-Pola Fuente, Quintana asturiana,
óleo/lienzo, 30 × 40 cm (contraportada).
Edita:
SOCIEDAD PROTECTORA DE LA BALESQUIDA
Plaza de la Constitución
Oficina de Turismo - 2.ª Planta
33009 Oviedo
Teléfono 984 28 11 35. Fax 984 28 11 36
[email protected]
www.martesdecampo.com
Horarios de oficina:
Lunes, miércoles y viernes, de 10,00 a 13,00 horas; y martes y jueves,
de 16,30 a 19,00 horas.
Imprime:
Imprenta Narcea, S. L.
D. L. AS-01028-2015
La revista ni asume ni se responsabiliza de las opiniones manifestadas por sus
colaboradores.
ÍNDICE
SalutaCIóN
José Antonio Alonso Menéndez...................................................
7
Pregón de las Fiestas de 2014
El Desarme
Emilio Campos ...........................................................................
13
La Balesquida: historia y tradiciones
Noticias de la antigua capilla de La Balesquida
Javier González Santos ...............................................................
43
Cosas del Campo, prado de la fiesta de La Balesquida
Carmen Ruiz-Tilve Arias ...........................................................
65
Dos testimonios de admiración hacia nuestra historia
Leopoldo Tolivar Alas ..................................................................
71
Estudios sobre Asturias
Endemoniados en el Oviedo del siglo xvii y algún apunte sobre la historia del
Demonio en Asturias
Miguel Ángel de Blas Cortina .....................................................
79
La elección de Jovellanos para la Junta Central
Javier Rodríguez Muñoz .............................................................
91
3
Estudios ovetenses
Apuntes para una redefinición del Oviedo altomedieval: del conjunto religioso y
episcopal a la protociudad
Francisco José Borge Cordovilla .................................................. 113
De escribanos, tinteros y plateros. La solución económica a un asesinato en
Oviedo a finales de la Edad Media
M.ª Josefa Sanz Fuentes ...............................................................
135
La casa de Peñerudes en la calle de Cimadevilla
Ernesto Conde ...........................................................................
143
El largo peregrinaje de los gitanos hasta Oviedo
Manuel Gutiérrez Claverol ..........................................................
157
No es fácil ser bohemio en Oviedo: a propósito del pintor Telesforo Cuevas
Celsa Díaz Alonso .......................................................................
183
Genaro Alas, ilustre militar e intelectual ovetense, olvidado en su ciudad natal
Juan de Lillo ............................................................................... 191
Pueblos del concejo de Oviedo: San Frechoso
Antonio Cuervas-Mons García-Braga ........................................
207
Literatura y relatos
Acerca del poema Oviedo de Asturias que Unamuno escribió sobre nuestra ciudad
Luis Arias Argüelles-Meres ......................................................... 217
Confesión
Pepe Monteserín .........................................................................
225
Actualidad
Neptuno se pasea por Oviedo tapado con una sábana fantasmal
Antonio Masip ............................................................................
229
Bodas de oro del Instituto Aramo
María del Carmen López Villaverde .............................................
235
4
5
Carlos Estébanez Rodríguez
Agente exclusivo Nº Reg. CO46871644799Y
Tlf.: 637892990 / 985 274444
Autos//Hogar//Vida//Decesos//Salud//Accidentes//Agroseguro//
Planes de Pensiones//Ahorro//Pyme//Convenios//Comunidades//
Oficinas//Embarcaciones
PRESUPUESTO SIN COMPROMISO
¿Por qué no me llama y hablamos?
6
SALUTACIÓN
Un año más mi saludo a todos los socios y para mis compañeros de la Sociedad Protectora de La Balesquida, que nos preparamos para celebrar la Fiesta de
Pentecostés en compañía de todos los ovetenses, pues son unas fiestas de la ciudad que
culminan el Martes conocido por todos como «Martes del Campo» o «Martes del Bollu».
Todos sabemos que para conseguir unas fiestas, que año tras año se puedan ir superando, no basta con buenas intenciones: también se necesitan unos buenos colaboradores
que nos aporten ayudas de todo tipo y hasta la fecha, esta Sociedad, a todos a quienes
ha acudido, siempre le han respondido con el máximo de sus posibilidades. Por lo que a
todos ellos les doy las gracias; tanto a organismos como empresas, articulistas, pintores o
anunciantes, así como a todas aquellas personas que individualmente nos ayudan.
En ese interés por ir mejorando las actividades de la Sociedad Protectora,
durante el pasado mes de marzo, en el Club de Prensa de La Nueva España todos los
jueves hemos celebrado una conferencia, siendo muy bien acogidas por los ciudadanos.
Conferencias que queremos sigan teniendo continuidad en años sucesivos.
También pensando que los niños son el futuro de esta Sociedad, hemos decidido,
contando con la experiencia del año pasado, potenciar y ampliar la Mañana Infantil
en el Campo San Francisco con más juegos tradicionales y actuaciones. Por supuesto,
seguirán las actividades de años anteriores, para ellos el «Martes de Campo».
Por primera vez, en el Teatro Filarmónica organizaremos un concierto de Corales Asturianas para celebrar el «Día del Socio». Este acto quedará institucionalizado para el futuro.
Nuestro porfolio lleva en la portada el cuadro Varas de hierba de don César
González-Pola (Oviedo, 1921-1989), donado por su familia, a la que agradezco con
todo cariño este gesto para con la Sociedad Protectora. En la contraportada va el
cuadro Quintana asturiana donado por don Willy Pola, hijo de don César, a quien
también doy cariñosamente las gracias. Con estos dos cuadros, la pinacoteca de la Sociedad Protectora llegará a veintinueve obras que, como saben, están expuestas en
nuestras oficinas permanentemente.
Por último, solo me queda desear que la Virgen de la Esperanza nos siga dando fuerzas para mantener la tradición y celebrar unas fiestas en armonía con todos los ovetenses.
¡Ovetenses: a disfrutar de las fiestas de PentecOstés 2015!
josé antonio alonso menéndez
Presidente de la sOciedad PrOtectOra de la Balesquida
7
Jovellanos, 7 • Tels. 985 211 851
Santa Susana, 8 • Tel. 985 274 524
C.C. Salesas, planta 3ª. Nueve de Mayo • Telf. 985 251 187
OVIEDO
[email protected]
www.camilodeblas.com
8
9
Plaza La Gesta, 5
33007 OVIEDO
Tel. 985 271 184
10
E-mail: [email protected]
www.foto-lab.com
Bermúdez de Castro, 26
33011 OVIEDO
Tel. 985 290 454
PREGÓN DE LAS FIESTAS 2014
EL DESARME
emilio campos
Los restaurantes de Oviedo se esmeran en ofrecer, cada 19 de octubre,
una comida muy especial llamada Desarme. Lo compone, como sabemos, un
primer plato de cocido de garbanzos, espinacas y bacalao, un segundo de callos y, para remate, el suave y dulce arroz con leche. El pequeño festín se suele
desarrollar en un ambiente de buen humor y camaradería, con una tranquila
sobremesa con marcada nostalgia hacia los recuerdos.
Aunque casi nadie sabe cuál es el origen verdadero de esta popular comida, puede suponerse que, por titularse Desarme y celebrarse en la fecha fija
del 19 de octubre, debe de estar vinculada con alguna entrega de armas en un
dudoso año. Pues bien, aquí es donde surge el problema, porque ninguno de
los muchos desarmes que hubo en Oviedo cumple con este requisito; aunque, por otro lado, lo paradójico del caso es que el acontecimiento tiene una
clara explicación, en clave del humor popular, que hasta se puede demostrar
con apoyo documental.
Los vecinos de Oviedo tienen ganado, por derecho propio, el ser grandes
humoristas, lo que suelen ejercitar, entre otras cosas, dando nombres populares cuando los oficiales no les satisfacen; como la de la plaza de La Escandalera, que el pueblo bautizó así, a espaldas de Cabildo municipal, sin que
por muchos intentos que se hiciesen, nunca se pudo erradicar. Así, aquella
zona que pertenecía al Campo, rocosa en parte, con viejos árboles, como el
centenario serbal que hubo que talar para despejar el terreno, que había sido
conocida de antiguo con el nombre de Magdalena del Campo (por la capilla
que allí había), que fue titulada, a espaldas del pueblo, de manera sucesiva
como plaza del 27 de Marzo, del General Ordóñez, República y plaza del
Generalísimo, recobró, en junio de 1979, el popular y tradicional de Escandalera, como se había empeñado en llamarla el pueblo.
13
¿Y qué decir de la calle ahora titulada «de las Milicias Nacionales», donde, en 1754, se estableció el cuartel de las Milicias Provinciales, con calle de
acceso que los ovetenses, por práctica comodidad, dieron en llamar Milicias,
a secas? Lo curioso es que en agosto de 1879, los concejales de entonces,
con muy buen criterio, decidieron darle el adecuado título de «Calle de las
Milicias Provinciales» (la fuerza militar formada por leva entre la minoría de
pecheros asturianos), hasta que, en 1887, dos años después de la muerte de
José Posada Herrera, acordaron cambiar el nombre por el del político llanisco.Título que, en febrero de 1937, los munícipes de la Gestora nombrada por
el general Aranda convinieron, pocos días antes del 21 de febrero de 1937,
cuando se inició la terrible ofensiva que se cebó en la destrucción del viejo
hospital de Llamaquique, le aplicasen el injustificado nombre de «Milicias
Nacionales», ratificado en tiempo reciente, en otro error monumental, por la
Comisión de la Memoria Historia.
Hay muchos más ejemplos. Como el de la fuente monumental de la
plaza de América, la popular Gabinona, de la que vaticinamos que, pasados los
años, cuando se pierda generacionalmente la tradición del origen del apodo,
no se encontrará documento oficial alguno, ni asiento en los libros de actas
municipales que lo explique.
El más flagrante de estos equívocos acaso sea el de las fiestas patronales de
Oviedo, porque, siendo santa Eulalia de Mérida la patrona de Oviedo, que se
conmemora en fecha tan inoportuna como el frío día 10 de diciembre, se celebran sus fiestas principales el 21 de septiembre, con misa solemne en la Catedral, en la que es obligada la apología de los méritos del apóstol san Mateo, que
abandonó su profesión de recaudador de impuestos para seguir a Jesucristo.
Lo curioso es que lo que en realidad se conmemora este día 21 de septiembre en Oviedo es algo mucho más prosaico: es una vieja tradición festiva
que organizaba el pueblo y, de manera principal, los mesoneros, en honor de los
últimos peregrinos que acudían a Oviedo a ganar La Perdonanza, para que llevasen a sus países de origen recuerdo del buen trato y gentileza de los ovetenses.
En definitiva, teniendo en cuenta que la Exaltación de la Santa Cruz, el
14 de septiembre, es la festividad religiosa que dio origen a la bula papal que
generó La Perdonanza para quienes visitaban las reliquias de la Cámara Santa
de Oviedo, para ganar el jubileo, y que su octava o día final era el 22 de septiembre, las fiestas del 21 de septiembre que se celebran en Oviedo no tienen
más merito que ser una dicharachera despedida para los romeros, cuyo único
mérito era coincidir en el calendario con «la víspera de la supra octava de la
Exaltación de la Santa Cruz». Así de sencillo, aunque nos pese.
14
La fiesta gastronómica del Desarme, cuyo conocimiento se transmitió
muchos años por tradición oral, sufrió semejantes o peores alteraciones. Otra
explicación no cabe, si se quiere asociar la fecha del 19 de octubre, que es lo
único que se mantiene con rigor en esta historia, con un desarme que nunca
se produjo (por lo menos, en el sentido que se le quiere dar) y mucho menos con el potaje de garbanzos con espinacas y bacalao, cocido tan extraño
para Asturias, que no es precisamente tierra de garbanzos. Lo de los callos
y el arroz con leche tiene cierta explicación; los callos, bastante clara, y el
arroz con leche hay que admitirlo como novedosa aportación hostelera, muy
oportuna y afortunada, pero carente, al caso, de rigor tradicional.
La mayor parte de la culpa de la ruptura en la transmisión oral del Desarme se encuentra al comenzar a publicarse, después de la guerra (en referencia
a la contienda nacional, iniciada en 1936), unos textos escritos por personas
que, posiblemente con buena voluntad pero con escaso rigor histórico, daban
por buenas algunas de las variantes en que se había precipitado la tradición
oral. La consecuencia fue que mientras unos explicaban que los desarmados
fueron los carlistas a manos de los liberales cristinos de la Milicia Nacional,
otros aseguraban lo contrario, y no faltaba quien daba por seguro que había
sido el ejército quien había desarmado a la Milicia Nacional.
El caos histórico afectó de manera muy dura a la fecha del origen del
Desarme, donde se lleva la palma nuestro alcalde, don Agustín Iglesias Caunedo, quien en la presentación del Desarme en Madrid, el 15 de octubre de
2013, llegó a explicar al público asistente su pintoresca opinión:
Viene del siglo xix y de las guerras carlistas, y al parecer, estando Oviedo amenazado
y sin armas para defenderse, los vecinos pensaron que era mejor recibir a los asaltantes,
servirles una gran comida y cuando comenzasen a adormecerse tras el banquete, desarmar
a las tropas invasoras.
Se dice que así ocurrió, y que así se salvó la ciudad de Oviedo del ataque. Sea historia
o sea leyenda, lo seguro es que se trata de una muy arraigada tradición.
También hay posiciones encontradas sobre el lugar donde aconteció el
desarme, en algunos casos situándolo fuera de Oviedo, como los que sostienen que ocurrió en Lugo de Llanera, en 1856; otros lo fijan en Oviedo,
en 1833, en la plaza de Porlier, donde los carlistas habrían dejado las armas
«colocadas en pabellón», cerca de la desaparecida Cárcel-Fortaleza, mientras
acudían a misa a la iglesia conventual de San Francisco, junto al Campo. Un
tanto lejos, ¿no les parece?
15
En cualquier caso, se parte de la fecha fija del 19 de octubre de 1836, que
es cuando se desarrolla el tercer intento de conquistar Oviedo para la causa
del aspirante al trono, Carlos María Isidro, con la muerte en la contienda de
atacantes y defensores, además de algunos civiles. En fecha posterior, cuando llega la paz, el Ayuntamiento acuerda celebrar solemnes funerales a sólo
cuatro de ellos, todos vinculados a la Milicia Nacional: Antonio Canella, capitán de granaderos; Francisco Menéndez Quiñones, miliciano de caballería,
y Pedro Aguirre, granadero.
A partir de este hecho de 1836, la Corporación Municipal va a costear
cada año un solemne funeral en la iglesia parroquial de San Isidoro el Real,
al que el Ayuntamiento invita a las autoridades locales y provinciales. Al terminar el acto, irán a degustar los callos, inaugurando de manera no oficial la
temporada de servirlos en los mesones y chigres de la ciudad.
La costumbre va a consolidarse y, año tras año, cada 19 de octubre se
declarará día de fiesta en los centros oficiales de Oviedo, con el cierre de los
comercios, para que los funcionarios, los dependientes y el pueblo en general
pueda asistir a la solemnidad religiosa de la iglesia de San Isidoro, donde, en
el momento litúrgico más importante de la ceremonia, se produce en la calle
de Jesús una descarga de fusilería (con cartuchos de fogueo) apuntando a la
fachada del templo, terminando el acto con un vistoso desfile militar.
Hay que advertir que el primer año se intentó efectuar las descargas de
honor con un cañón; no pudo ser; porque el director de la Casa de Armas,
que entonces estaba en la plaza de Daoiz y Velarde, en el palacio del Duque
del Parque (hoy, de San Feliz), advirtió que ni tenía pólvora ni personal
experto en el manejo del cañón para producir la descarga sin peligro para
los espectadores.
Desde el 19 de octubre de 1841 hasta el 11 febrero de 1873 van a transcurrir casi treinta y dos años sin que exista en Oviedo Desarme alguno que
pueda ser asociado a la conmemoración funeraria «por los patriotas caídos
en defensa de las libertades». Los invitados al acto, con los miembros de la
Corporación Municipal, van a comer, como sabemos, los callos, pero nada se
dice del Desarme ni del dichoso cocido de garbanzos con espinacas y bacalao.
Habrá que esperar hasta el año de 1873, a la llegada de la Primera República,
con los constantes conflictos entre los unionistas de Castelar y los federalistas
y radicales de Pi y Margall, para que apareciese de alguna manera el menú de
los garbanzos con espinacas y bacalao, que el tradicional sentido del humor
dio en llamar Desarme, como veremos.
16
Los ataques carlistas a Oviedo en 1836
Para mejor explicación de la vinculación del Desarme con el 19 de octubre
de 1836, debemos recordar lo que nos dice la historia de los ataques carlistas a
Oviedo en estas fechas. El suceso está recogido con fidelidad en documentos y
libros que recuerdan que, en aquel tiempo, Oviedo, pese a mantener en buen
estado la muralla defensiva del siglo xiii, estaba declarada militarmente ciudad
abierta. Dos de sus puertas, las de Cimadevilla y San Vicente, eran paso obligado que comunicaba la meseta castellana y la costa, por la ruta interna que
discurría por las calles de Cimadevilla, San Antonio, Canóniga y San Vicente.
El general Gómez había realizado un primer ataque carlista contra la
capital en junio de 1836, logrando apoderarse de armas y comida, además
de robar cuanto sus soldados pudieron coger al paso por la ciudad, en las tres
horas de saqueo concedidas por el general.
Aún así, la expedición carlista de Gómez no tuvo un efecto demasiado
sangriento para la población civil, según nos cuenta Rogelio Jove y Bravo,
recordando la feliz alegría de los carlistas ovetenses que salieron a recibirlos:
Por esto pueden imaginarse nuestros lectores cuál sería la alegría de los carlistas ovetenses
cuando supieron que su general Gómez se aproximaba a Oviedo. Por la Puerta Nueva arriba
subían en filas los realistas llevando en las primeras a las más garridas muchachas y a las
jamonas más vistosas del partido, cantando coplas contra los pícaros negros, y llevando ramos
de flores para obsequiar con ellos al General, a quien llamaban Ángel libertador. (…) Gómez
solo estuvo tres días en Oviedo, donde entró Espartero al día siguiente de salir aquel.
En el Archivo Municipal de Oviedo, bajo el título Razón de las personas que
más se señalaron a la entrada de las tropas rebeldes por los excesos y desórdenes que cometieron, hay un documento con apariencia de informe policial, que sorprende por
su contenido, en el que se cita el comportamiento de quienes apoyaron la llegada
de la expedición carlista de Gómez, como la conducta del estamento religioso:
Es público que todos los conventos de monjas se abrieron llegando hasta abrazar a los
facciosos llamándolos sus libertadores: se formaron bailes, dieron escapularios con profusión
y llegó el escándalo hasta poner lazos encarnados a las campanas que tocaron largamente
a la entrada de los rebeldes.
En el mismo escrito, en referencia a los religiosos seculares, explica que el
Canónigo don Lucas Pérez (que había sido mayordomo del difunto obispo
17
don Gregorio Ceruelo de la Fuente, furibundo carlista en vida), junto al también canónigo Cuesta, el día cinco por la tarde, se dirigían a la Casa de Armas
(palacio del Duque del Parque, en el Fontán) «acompañados de una multitud
de gente armada y desarmada, gritando viva Carlos 5.º», y el mismo Cuesta
anunciaba en voz alta: «esta es nuestra alegría justa, alegría que sale de corazones oprimidos y hace tanto tiempo cosidos». Otro fue el canónigo Churruca,
del que «se dice de público que había junta en su casa para los facciosos».
Oviedo se convirtió entonces en una especie de lugar de concentración
de los clérigos más exaltados del carlismo, manteniendo algunos de ellos una
vigorosa elocuencia pública: «Joaquín Cadavieco, presbítero, peroró desde las
Casas Consistoriales exhortando al pueblo a que tomase las armas, acompañando la turba a la Real Fábrica» (Palacio del Duque del Parque, en el
Fontán). Semejante a «el cura de Tiñana en Siero: que decía a grandes voces
desde el balcón de su posada en la calle del Matadero [hoy, de Gastañaga],
vivas a Carlos 5.º, tanto que el amo de la posada le echó de casa».
También «el cura de Udrión, D. F. Machilanda, vino a Oviedo, estando
aquí los facciosos, insultó a los pobres prisioneros, diciendo a su presencia
que era necesario degollarlos y que ya que no pudo seducir a sus feligreses,
para que viniesen con él, volvió diciendo que había tratado con el general
Gómez, que éste quedaba bien enterado de sus méritos y que le recomendaría a Carlos 5.º para un curato mejor y acaso para una canonjía». O el «cura
de Lugones y don Juan Gómez, pensionado por las escuelas, entraron juntos
por la Puerta Nueva, capitaneando el grueso de los facciosos».
El propio párroco de San Isidoro «condujo fusiles al Ayuntamiento en tres
ocasiones y los entregó a la turba» y el escusador (laico, en este caso) de dicha
parroquia, Francisco Junquera «subió por la calle del Matadero, saltando de alegría a ocasión que iban marchando los carlistas armados a encontrar a los facciosos, se une a ellos, los acompaña hasta el Caldero y volvió delante de ellos».
Añadiendo la citada Razón que «todos estos se unieron con el escusador de
San Isidoro, fueron con los carlistas armados a encontrar los facciosos, se incorporaron con ellos y volvieron delante de todos llenos de algazara y contento».
Los clérigos fueron secundados por sus familiares y amas de casa: «D.ª
Rosa sobrina del capellán de San Pelayo: se han presentado en las Casas
Consistoriales y se señalaron con sus voces y acciones contra el Gobierno de
la Reina». O, como quedó escrito, «Vicenta de Caces (a) la Virtud Perseguida,
el ama del canónigo D. Lucas, el ama del canónigo Castañón y la hermana
del canónigo Pérez: se señalaron victoreando [sic] a Carlos 5.º y profiriendo
voces escandalosas contra la Reina».
18
En cuando a las órdenes regulares, además de las monjas, también los
monjes y frailes se manifestaron con alegría, como «el padre Cerezo, benedictino; el padre Palacio, dominico; los pp. Torga y Galán, franciscanos; uno
que fue cura de Ribadesella [sic]». Incluso otros exclaustrados, como «Fr.
Plácido, ex-lego benedictino: salió a esperar a los facciosos y entró con ellos,
y se singularizó demostrando una extremada alegría».
Hubo demostraciones de adhesión al carlismo entre las clases que pudiéramos llamar pudientes: «Pedro Escosura: empleado cesante; gritó mucho
con la turba; se vio con cintas encarnadas en el sombrero, y ocupó destino
con los facciosos en la casilla del CSF».
El matrimonio formado por el escribano (notario) Bustamante y su mujer, «tiraron boladores [sic] desde su casa, gritando repetidas veces, viva Carlos
5.º, y lo mismo una mujer que nombraban la Porlita». Se trata del adinerado
platero Joaquín Martínez Bustamante, que había comprado la casa número
9 (según la antigua notación) de la calle de San Antonio, en cuya fachada
estuvo durante muchos años la hornacina con la imagen de San Antonio, que
daría lugar al cambio de nombre (antes, de Solazogue). A la radical y carlista
postura de su amo se sumaría la de su criada Martina, y juntos, la familia Bustamante y criada, con otros muchos vecinos, huirían de Oviedo al fracasar la
toma de la ciudad por los carlistas. Como
Juan Fresno y su criado José Cadrecha. Y en especial D.ª Rosa, la Recatera de Fitoria
y su hijo, habiendo sido principales motores de la desgracia de D. José Brid, que, además de
los excesos que se le atribuyen, hallándose destrozando los árboles de D. José Brid, fue reconvenido por otro, a quien contestó, que nada importaba, una vez que estaba ya el D. José
amolado, que el jueves tomaría el fusil y que tirando un tiro a Collera, estaba concluido.
José Solís, del Estanco, y doña Rosa Álvarez Rojas (a) la Perisa «se han
señalado muy particularmente por sus excesos». Otros, como «Las hijas de
Campal, el escribano [notario], escandalizaron con sus hechos a favor de los
rebeldes». Y «Antonio Fernández Cigoña salió a recibir los facciosos con
una carabina y dos pistolas», mientras que «Manuel Cortina: se presentó en
Oviedo y confirió largo rato con el general faccioso».
Entre las clases humildes, aparecen citados «Francisco Flórez, mozo de oficio cesante de correos: salió a esperar a los facciosos, y toda su familia, desde los
balcones de la casa, se han señalado, con escándalo general, gritando viva Carlos
5.º, y llenando de improperios a la augusta persona de la Reina Gobernadora
[María Cristina], llegando el exceso de su hija mayor, hasta arrojar tierra a los
19
prisioneros». «Catalina N., plazuela del Obispo, se excedió escandalosamente gritando por las calles, viva Carlos 5.º, injuriando a la Reina e insultando a muchas
personas». «María Fernández (a) La Capona, se distinguió muy particularmente
recorriendo las calles, dando gritos y víctores [sic] a Carlos 5.º, insultando a muchas familias y entregando un ramo de flores al general faccioso».
Las fruteras conocidas por La Pita y La Nacha, «que se señalaron de una
manera remarcable»; «la estanquera de la calle de San Francisco y su criada
se distinguieron igualmente por sus acciones escandalosas»; «la Raposa del
Estanco fue también excesiva en sus provocaciones»; «la conocida como la
Papoja del Estanco escandalizó por su porte». Y entre los hombres, «Segismundo Amandi anduvo recogiendo fusiles por las casas para armar los carlistas y dio recibos»; «el hijo de Felipe Suárez Ponte se presentó en la botica
por aguarrás para quemar la lápida de Isabel II»; «José Colloto (a) el Platero,
gritó a la entrada de los facciosos e insultó» y «Vicente Fanjul: se dice entre
los mismos que fueron ex-realistas del batallón del Naranco, tenerlos convocados para las cuatro de la tarde del 8 de junio».
El segundo ataque
Tres meses después, el 4 de octubre de 1836, Oviedo volvió a sufrir otro
ataque carlista. Esta vez, quien amenazaba la ciudad era el general Sanz; lo
hacía con mayor furor porque necesitaba apoderarse de las armas almacenadas en la fábrica de Oviedo (entonces, en el antiguo palacio del Duque del
Parque, en el Fontán). También había prometido a sus soldados cuatro horas
de saqueo a la población, una más que las que había fijado Gómez en junio.
No consiguió ganar la capital asturiana para la causa carlista, teniendo
que salir de manera apresurada ante la cercanía de las fuerzas cristinas, mandadas por Espartero, que le perseguían.
El ataque a Oviedo del 19 de octubre
En esta fecha se produce el tercer ataque carlista. Lo realiza una columna
desgajada de los 2.500 hombres que formaban el conjunto de la expedición,
de los que una parte habían salido de Mieres para Pola de Siero, conduciendo los carros que transportaban las provisiones, los heridos y cuanto habían
podido saquear en los días anteriores.
A las dos de la tarde, los que van a atacar Oviedo están dispuestos en San
Esteban de las Cruces, junto a la capilla de Covadonga. Ambas fuerzas, ata20
cantes y defensores, poseen ahora una valiosa experiencia, basada en el ataque
anterior; pero los defensores están en mejor situación, con un dispositivo
fuerte y mejor organizado, ya que, además de las tropas que tenía cuando el
ataque del día 4 de octubre (una compañía de artillería, el Batallón Provincial
de Pontevedra, un escuadrón y dos compañías de la Milicia Nacional), se
había reforzado con tres compañías de la División Peón. Además, la estrategia
del mando había dispuesto que se apostasen tiradores de buena puntería en
lo alto de las torres de los templos de San Isidoro y la Catedral, que causaron
muchas bajas a los carlistas, y otros defensores habían ocupado las casas de las
estrechas calles de la ciudad, en especial las de la travesía de Oviedo: Cimadevilla, San Antonio, Canóniga y San Vicente; también se colocó una guerrilla
en lo alto de La Gascona, para cortar el paso a una posible incursión por la
llanura que se extendía desde la Tenderina hasta Pumarín.
La fuerza principal, con la estrategia de multiplicar los puntos de asalto,
se escindió en dos desde San Esteban de las Cruces: un grupo lo hace con el
objetivo de atacar el Real Monasterio de Santa María de la Vega (convertido
para la ocasión en poderoso fuerte militar). Se desplaza con sigilo, ocultándose, utilizando posiblemente el viejo camino de reatas que por Faro seguía
en dirección a Cerdeño. Los carlistas avanzaron sin ser avistados, pudiendo
llegar a la zona de Santullano, cerca del centro religioso benedictino, a cuyo
interior se habían replegado los defensores liberales. La enérgica dirección
de Ricardo Pardiñas, frustró el ataque poniendo en huida a los carlistas, que
fueron perseguidos a campo abierto por los defensores.
El segundo grupo de atacantes, que progresaba bajando por la carretera de
Castilla, también se dividió en dos y, mientras una columna prosiguió el avance
por la carretera, la otra descendió, a campo través, por el Monte de San Cristóbal y Otero, con el objetivo de dominar Los Postigos y ocupar la parte baja de
la ciudad y enlazar con los de Santullano, para retroceder, reuniéndose con los
otros grupos y converger todos en el ataque al convento de Santo Domingo,
convertido también en improvisado fuerte militar. Pero los del Postigo sólo
lograron el objetivo de atacar las casas de la parte baja, «donde se apoderaron
de víveres y efectos que encontraron a mano». Después tuvieron que unirse al
grueso de las fuerzas para asaltar el fuerte de Santa María de la Vega.
El resto de la columna, que descendía por la carretera de Castilla hacia
San Lázaro, llegó a la Puerta Nueva, poblada entonces de posadas y mesones,
por ser lugar de mucha actividad, con el habitual trasiego de las diligencias
que llegaban de Castilla para enlazar las que repartían los viajeros por toda
Asturias. Allí la lucha fue brutal, donde soldados del Provincial de Pontevedra
21
y miembros de la Milicia Nacional de Oviedo pudieron contener el asalto.
Seis defensores gallegos que se habían hecho fuertes en una de las casas murieron abrasados, al ser incendiadas por los carlistas.
Los defensores terminaron por ser arrollados, pudiendo avanzar los atacantes hacia la plaza del Ayuntamiento, donde los tiradores de la torre de San
Isidoro les cortaron el paso. Animados por el éxito, los defensores iniciaron un
valiente contraataque, que obligó a retroceder a los facciosos, empujados hasta
lo alto de la actual calle del Arzobispo Guisasola. En el contraataque, que la
historia de Oviedo recoge como violenta y heroica, junto al Cañu de la Capitana, casi en la confluencia de la calleja o camino de La Llana (ahora, calle
de Campomanes), cayeron cuatro miembros de la Milicia Nacional: el capitán
de granaderos Antonio Canella, el miliciano de caballería Francisco Martínez
Quiñones y los milicianos granaderos Pedro Aguirre y Miguel Gana.
En el desconcierto de la batalla, un lancero carlista que había logrado
llegar a la Plaza, al verse aislado, salió por la calle del Sol abajo, pero no llegó
al Postigo, porque una bala disparada desde una casa próxima le hizo caer
en la embocadura de la calleja que llaman de Santo Domingo (ahora, calle
Oscura).
Pardiñas nos dejó una relación de los sucesos de aquel día, en la que
detalla como los carlistas, avistados por los tiradores emplazados en la torre
de la Catedral, tras fracasar en el asalto al fuerte de La Vega, intentaron rodear
la ciudad y atacar por Pumarín; las fuerzas facciosas de caballería e infantes
llegaron hasta Foncalada, pero la acción conjunta de los tiradores de la torre
de la Catedral y la guerrilla de la Gascona «estrecharon a los carlistas hacia
Portugalete [actual calle de Melquíades Álvarez], dirigiéndose a la carretera de
Grado [calle de la Independencia]».
Aquí terminó la acción bélica carlista sobre Oviedo, que no volvió a
sufrir más ataques en esta guerra. No obstante, de manera cautelar, la superioridad militar ordenó fortalecer las defensas del antiguo monasterio benedictino de San Vicente, además de asegurar militarmente algunas de las
estrechas calles de la ciudad, colocando tiradores en los balcones, que eran
municionados por jóvenes ovetenses, como habían hecho con grave riesgo
en el pasado octubre de 1836, cuando circularon por las peligrosas calles de
la ciudad portando armas, cartuchos y comida para las fuerzas defensoras.
La iglesia de San Isidoro se consolidó como sólido fuerte militar, trasladando la función parroquial al templo dominico de Santo Domingo, donde
se iniciarán, como veremos, las honras fúnebres de aniversario por los cuatro
milicianos nacionales caídos en la refriega del día 19 de octubre de 1836.
22
Las Milicias Nacionales
Para entender mejor los sucesos de esta Guerra Carlista en Oviedo debemos recordar que la Milicia Nacional era un de cuerpo auxiliar formado
por civiles, destinado a asegurar el orden público de las ciudades cuando,
en caso de guerra, la guarnición local tenía que salir a combatir al enemigo.
Los voluntarios milicianos se hacían cargo entonces de mantener el orden
de las ciudades, además de otros servicios como hacer las rondas nocturnas,
custodiar las cárceles o conducir los prisioneros en los traslados; incluso en situaciones de peligro extremo, como sucedió en Oviedo en 1836, era llamada
para acudir a primera línea de fuego, junto al ejército regular.
La historia, que presenta a los milicianos nacionales como elementos progresistas con cierto grado de agresividad, capaces de incendiar iglesias, nos explica
también la aparente contradicción de por qué los cuatro milicianos que perecieron en Oviedo pertenecían a familias acomodadas, de conocida adhesión liberal.
Y es que, en principio, esta fuerza de carácter voluntario (que no recibía más estipendio que un vistoso uniforme y una comida semanal, después de hacer instrucción y practicar el manejo de las armas), al tener como misión guardar el orden
para garantizar la tranquilidad pública, resultaba ser un elemento protector de los
bienes de la clase burguesa liberal, que se había enriquecido comprando bienes
procedentes de la desamortización practicada a las órdenes religiosas. Bienes sobre
los que, con el levantamiento faccioso, se cernían dos peligros en potencia: uno era
que tendrían que devolver las propiedades a la Iglesia, lo que sucedería en el caso
de que los carlistas ganasen la guerra, tal como había prometido el rebelde Carlos
María Isidro (que ya se titulaba como Carlos V), quien, desde el inmovilismo más
radical, pretendía también el retorno a los privilegios civiles y religiosos eliminados por la Constitución monárquica, liberal y parlamentaria; además de restaurar
la Inquisición, los señoríos y el absolutismo religioso, lo que significaba retornar a
los duros tiempos del reinado de su hermano Fernando VII.
El segundo riesgo no era menor y estaba muy presente en el pensamiento de la pujante burguesía, que guardaba muy mal recuerdo de los sucesos revolucionarios de los años del Trienio Revolucionario (1820-1823),
cuando la Milicia Nacional pudo cometer fechorías al amparo del Gobierno
establecido tras el levantamiento propiciado por Rafael del Riego; por cierto,
tinetense de naturaleza y antiguo vecino de la calle de San José de Oviedo,
en cuya Universidad había realizado estudios, antes de abrazar la vida militar.
Así se comprende que la formación de la Milicia Nacional de 1836 se hiciese con una esmerada selección de los individuos que aspiraban a formar parte de
23
la Milicia Nacional, impidiendo la entrada en el cuerpo de jóvenes provenientes
de familias con escasos medios de fortuna. La plebe, dicho de manera llana.
Vistos estos antecedentes, se puede entender por qué estos cuatro ovetenses caídos en las calles de la ciudad aquel 19 de octubre de 1836, que eran
de familias de cierto relieve, universitario, municipal o del comercio, van a ser
especialmente distinguidos respecto al resto de los muertos del bando liberal:
los militares de la Provincial de Pontevedra o los civiles que fueron víctimas
ocasionales (y no digamos de los caídos carlistas).
Lo que podría decirse de la Milicia Nacional es demasiado extenso para
ser tratado aquí con detalle; de aquellas formaciones que tomaron el nombre
de Milicia Nacional, formada por los «Vecinos Honrados», sustituida por la
de los «Veteranos», los Batallones de la Libertad, la Milicia Ciudadana, Milicia
Urbana,Voluntarios de Isabel II, Milicia Nacional de Amadeo I,Voluntarios de
la Libertad (Republicanos), lo que quedó, de forma genérica y fácil de recordar
fue Milicia Nacional. Que es la que se asocia a la fecha del 19 de octubre de
1836, desde el primer funeral, en 1841, hasta el último, en 1935, durante los 94
años que se celebraron las honras fúnebres por los héroes ovetenses.
Para encontrar un antecedente histórico con fundamento, debemos recordar que, transcurridos tres meses de los hechos luctuosos del 19 de octubre
de 1836, cuando parecía que se había atenuado la amenaza de guerra sobre
Oviedo, la Corporación Municipal decide organizar el primer acto funerario
en memoria de los cuatro milicianos nacionales que murieron en la lucha, en
las calles de la ciudad: el capitán de granaderos Antonio Canella, el miliciano
de caballería Francisco Martínez Quiñones y el miliciano granadero Pedro
Aguirre y Miguel Gana, el otro granadero fallecido en la capital, natural de
Grado, que fue trasladado a su concejo nativo, donde recibió cristiana sepultura. Habían muerto «defendiendo las libertades», como una y otra vez anunciaba
la esquela que publicaba el municipio en la prensa local, texto que irritaba a
los carlistas, que también habían tenido sus muertos en la misma contienda.
El primer funeral por los caídos el 19 de octubre de 1836 no pudo celebrarse hasta enero de 1837, cuando ya hubo cierta sensación de tranquilidad,
aunque no definitiva. Se hizo en la Catedral, con gran boato y solemnidad,
destacando el túmulo funerario levantado en la basílica por el Ayuntamiento.
Los actos funerarios se continuarán celebrando en la iglesia de Santo Domingo hasta que en 1841 se restableció el culto en la remozada iglesia de San
Isidoro. Recuperada su función parroquial, el Ayuntamiento tomó el relevo
de los actos funerarios del 19 de octubre, por la elemental razón de ejercer
este templo la feligresía sobre las Casas Consistoriales de la ciudad. La Cor24
poración Municipal hizo construir un mausoleo, protegido por sólida reja de
hierro, emplazado a la derecha del crucero del antiguo templo jesuítico, para
acoger a «sus heroicos hijos defensores de las libertades».
Todos los años, en esta fecha, desde 1841 hasta 1935, salvo contadas
excepciones, la cita político-funeraria del 19 de Octubre reunía a público,
militares y Corporación Municipal en el templo. Después, los munícipes y
los invitados al acto iban a comer los callos que pagaba el Ayuntamiento.
En el fondo, esta conmemoración tenía un marcado sentido liberal, pues
no hay que olvidar que los tres mártires ovetenses que se recordaba con dolor pertenecían a familias burguesas con cierta influencia en los asuntos del
municipio y que la Milicia Nacional era un cuerpo auxiliar formado por
voluntarios civiles, que estaban bajo el mando del Alcalde y la supervisión
del Gobernador, con la función de asegurar el orden público de las ciudades:
hacer las rondas nocturnas, custodiar las cárceles, o conducir los prisioneros
en los traslados. Sólo en caso de necesidad extrema, como podía ser la guerra,
estaba obligada a combatir contra el enemigo al lado del ejército regular.
En Oviedo, en 1836, la Milicia Nacional local tuvo que actuar también
en primera línea de fuego, junto con los Provinciales de Pontevedra que
mandaba Ricardo Pardiñas. Fue precisamente en el último ataque, el más
grave, acontecido el 19 de octubre de 1836, cuando hubo muchos heridos y
algunos muertos, lo que motivó al Ayuntamiento, cada cabo de año, a honrar
a sus héroes locales con los solemnes actos funerarios celebrados en la iglesia
de San Isidoro, invitación a comer los callos incluida.
Los desarmes de la Milicia Nacional
Hay que remontarse febrero de 1793 para encontrar antecedentes de la
formación de la Milicia Nacional española; fue cuando el Consejo de Castilla, temeroso de que se extendiese a España la anarquía de la Revolución
francesa, comenzó a organizar una tropa de voluntarios para mantener el
orden público para suplir a las guarniciones de las ciudades que se habían
trasladado a defender la frontera española. Fue una misión que duró hasta
que la Paz de Amiens de 1802, cuando se posibilitó el regreso de las tropas
regulares a sus bases. Asegurado el orden público por el ejército, pudo disolverse en paz aquella primera Milicia Nacional formada por ciudadanos
elegidos en los barrios entre los menestrales que tenían la calidad de «gente
honrada», a los que, para mayor seguridad, se les habían puesto mandos procedentes del estamento noble.
25
En aquel primer desarme, los civiles que habían prestado el servicio durante
nueve años en la llamada Milicia Nacional «Urbana», que dejaron de cobrar la
paga los 25 reales mensuales, tuvieron que entregar las armas y devolver el uniforme. Fue el primer desarme del que se tiene conocimiento, de los muchos
que se sucedieron a lo largo de la vida política española. Habrá que esperar a
1808, con la invasión de España por las tropas de Napoleón para formar las
nuevas Milicias Nacionales, cívicas o urbanas, por citar algunos entre los varios
nombres que tuvo entonces esta organización ciudadana. José I ocupaba Madrid en 1808 y establecía las Milicias Urbanas, pero los españoles, poco después
de la victoria de Bailén, ocupan Madrid y recobran las viejas Milicias Honradas.
Cuando José I vuelve a Madrid en 1809, implanta las Milicias Cívicas; pero,
más bien, con carácter rural, para «combatir el bandidaje», como llamaba a los
patriotas guerrilleros que atacaban a los invasores franceses, preferentemente en
los campos de Andalucía. Un mes más tarde, José I, nunca reconocido como
rey por las Cortes Españolas, creó para Madrid las Milicias Urbanas, «para que
cuiden de la tranquilidad pública». El espíritu y su ordenamiento jurídico serán
semejantes, salvo ligeros matices, al que en lo sucesivo se aplique a las futuras
Milicias Nacionales que se formen en España.
Terminada la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz «no podían
sustraerse a la necesidad de crear una fuerza popular armada que, como siempre
se había proclamado, permitiese a las tropas del Rey realizar campañas bélicas
alejadas de las guarniciones naturales». Por ello, decidió organizar el cuerpo de
las Milicias Nacionales, «en las que no habría exenciones ni para los ordenados
in sacris ni para catedráticos, maestros los médicos o veterinarios». Todos tenían
la obligación de formar en las rondas nocturnas para proteger los hogares, perseguir a los desertores, custodiar los caudales o escoltar a los presos; eso sí, sin
salirse de los términos del concejo. Sería el germen de una fuerza cívica que no
entraría en servicio entonces, porque Fernando VII se encargaría de eliminarla
cuando, a partir de 1814, estableció las Milicias Reales, completamente opuestas
a toda apertura liberal, de manera que los defensores de mantener al despótico
monarca Borbón en el trono se dedicaron a perseguir de manera feroz a los
liberales, muchos de los cuales fueron puestos en mazmorras, mientras otros
tuvieron que acogerse a la dureza de la expatriación para salvar la vida.
La revolución iniciada en Cabezas de San Juan en 1820 produjo un acusado efecto pendular en la política española, ya que de la forma reaccionaria de
gobernar de Fernando VII (el Rey Felón por excelencia) se pasó a un sistema
político más revolucionario que democrático. El radicalismo de la exaltación
de las clases más desprotegidas y las decisiones de los gobiernos centrales, con
26
su oposición a la Iglesia, y las desamortizaciones llevadas a efecto con sus bienes,
fueron causa de alarma en las clases pudientes y en los creyentes que defendían
la estrecha relación entre la Iglesia y el Trono. Todo ello quedó eliminado con
la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, en abril de 1823, que repusieron
el Antiguo Régimen, los privilegios señoriales y la Santa Inquisición, además
del desarme de las Milicias Nacionales y el rearme de los Voluntarios Realistas.
Cuando muere Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, su hermano Carlos María Isidro, que había escapado de Madrid, temeroso de que su
hermano le cortase la cabeza, le escribe una carta en la que le asegura que
no pretende para sí el trono de España (que heredará su sobrina Isabel II, de
tres años de edad), aunque le aclara que «no habiéndole concedido el Cielo
[a Fernando VII] la gracia de tener un heredero varón, no puede desoír la
voluntad del Espíritu Santo de hacerle a él Rey de las Españas».
Carlos María Isidro escribe otra carta desde el exilio portugués, a cierta distancia de los campos de batalla, animando a los militares carlistas a que inicien una
guerra, que tendrá consecuencias catastróficas para el provenir de España, no sólo
por la mucha sangre derramada de los españoles, sino también por las consecuencias económicas, ya que mientras en Europa se iniciaba una revolución industrial
sin precedentes en la historia económica del mundo, España se desgastaba en una
guerra fratricida que duraría, entre una cosa y otra, unos cuarenta años.
Manuel Acebal
Don Manuel Acebal, que nació en 1860, en la casa que hace esquina entre
las calles del Paraíso y Azcárraga, pertenecía a la familia de José María Acebal
reputado como nuestro mejor poeta del bable. Manuel tuvo una infancia plenamente ovetense, en la que asistió a todos los acontecimientos locales, que
quedaron recogidos en su memoria con la fijeza de sus pocos años de edad; uno
de ellos, de cuando tenía 13 años, fue la implantación de la Primera Republica
en Oviedo, en 1873, de la que nos dejará un valioso testimonio escrito que
aclara la relación entre el Desarme y la festividad del 19 de Octubre de cada año.
El valor de su escrito tiene la fuerza de corresponder a una persona seria, firme creyente en la religión católica, licenciado en Derecho por la Universidad de
Oviedo e inteligente investigador de la historia, además de amante de su ciudad
hasta rozar el chovinismo (inteligente viajero por Europa, llegó a publicar que
no había encontrado torre de catedral más hermosa que la gótica de Oviedo).
Escribió mucho sobre su ciudad, criticó los errores y aportó buenas ideas;
por ejemplo: cuando se iba a instalar el cuartel de la Guardia civil en el des27
amortizado monasterio benedictino de San Vicente, combatió el plan desde
la prensa con la razonable opinión de que era una barbaridad destinar un
espacio tan noble, con tanta historia, a colocar una cuadra donde estabular
los 24 caballos de la Guardia Civil rural. Su reproche iba acompañado de dos
propuestas de solución: llevar el cuartel a la entonces deshabitada Malatería
de San Lázaro, propiedad de la Diputación, o construirlo en la finca conocida
como El Bosque, en Pumarín, perteneciente al Ayuntamiento. Escuchada su
sugerencia, el cuartel fue construido en Pumarín, donde permaneció hasta su
derribo y traslado a la zona de Ventanielles-Rubín.
Habrá que decir que también ofreció la solución para instalar el Matadero
Municipal que habría de sustituir el obsoleto de San Lázaro (ahora, Bloque de
Regiones Devastadas), sugiriendo como lugar adecuado la zona de la Quinta
Velarde, donde se construyó; eso, aparte de otros muchos consejos que dio,
como cuando se hizo la profunda reparación de la Catedral, costeada gracias
a la generosidad de don Luis Muñiz Miranda; como su opinión sobre el rosetón de la nave central que, en vez del armazón de hierro, debería hacerse de
cemento armado; no fue escuchado entonces, pero el tiempo vino a darle la
razón cuando en la profunda reconstrucción que se hizo después de la guerra,
el arquitecto Menéndez-Pidal Álvarez la ordenó fabricar en este material.
Menos suerte tuvo cuando propuso comunicar la plaza de Daoiz y Velarde con la calle de Campomanes con pasadizo, con un túnel de 50 metros, la
mitad de él, bajo dicha calle. Su idea, copiada del acceso que había visto en
unos grandes almacenes parisinos, nunca se llevó a efecto.
Donde destacó mucho fue como autor de valiosos relatos costumbristas,
reflejando la vida de Oviedo de su infancia y juventud, como el sorprendente, por curioso, relato de las Romería de las Naranjas, por san Blas y La
Candelaria; o la detallada versión de la construcción de la residencia, templo
y posterior torre de las Salesas.
Entre estos recuerdos de infancia es importante el amplio relato de los
acontecimientos que tuvieron lugar en Oviedo con el advenimiento de la
Primera República. En él cuenta cómo los que formaban a la Milicia Nacional amadeísta, que el pueblo da en llamar fartones, porque ya el día 16 de noviembre de 1870, cuando llegó a Oviedo la noticia de la votación afirmativa
en el Congreso, que aceptaba que el Duque de Aosta se sentase en el trono
de España, hubo que ir a buscarlos a La Pega (Colloto), donde estaban comiendo «unes suculentes fabes». Dejaron «el pote» con mucho sentimiento y
volvieron corriendo a Oviedo para asumir la importancia que les sobrevenía
en la política local, el tener como jefe nada menor que al Rey de España.
28
Recuerda cómo, una vez establecido en Oviedo el sistema republicano, se
formaron dos bandos, uno de tendencia federal, que el humor ovetense bautizó
como vates, en el que predominaban los banqueros y comerciantes de la calle
de Cimadevilla, y otro, que llamaron los veites, defensores del sistema unionista
de Castelar, también banqueros y comerciantes, pero establecidos en la calle de
la Magdalena.Toda gente de viso, de saneada situación económica, que tenían, a
su vez, en la clase trabajadora, entusiastas grupos de seguidores, también enemistados entre sí, como era de esperar. Muchos de sus descendientes, reconocidos
por sus apellidos, conviven con nosotros en los tiempos actuales.
El Desarme de Acebal
Cuanto escribe don Manuel Acebal no sólo tiene la garantía de provenir de
una persona seria y creíble, también está avalado por la fecha de su publicación, ya
que lo hace cuando, siendo un hombre maduro, convive con muchos ovetenses
de su misma edad que, de niños, también habían presenciado los mismos acontecimientos que relataba; por tanto, testigos directos de los hechos que no dudarían
en afearle su conducta en caso de falsear la verdad. Este es un caso en el que la
transmisión oral cobra total credibilidad. Respecto al Desarme, Acebal escribía:
La nueva milicia, como todo partido amadeista o radical, era cosa más a la moderna;
sus individuos habían levantado en el estómago un altar a su ídolo, y en el mismo sitio se
hallaba el depósito de sus concepciones, de sus ideas y de sus estomacales ilusiones.
Los radicales amadeístas fueron maestros en asuntos de «comiciu». A la recepción
de D. Amadeo en Oviedo precedió una gran fabada en La Pega (Colloto), y, después de
marchar de España este rey, vino Roque con la orden de desarme precisamente la tarde que
los voluntario amadeístas comieron grandes «potaos» de garbanzos y bacalao en los patios
del Hospicio.
De ahí parte que en la ciudad se llame «desarme» al plato de garbanzos y bacalao
que en invierno acostumbran a poner en casi todos los «chigres» de la carbayonil ciudad.
Este escrito fue el último de don Manuel Acebal. Murió cuarenta y dos
días después, en 1925; un fallecimiento, a los 66 años de edad, muy sentido por
los ovetenses.Tanto fue así que, en 1935, pasados diez años de su muerte, aún se
le recordaba como buen ovetense, en una sentida necrológica publicada en El
Carbayón, su periódico preferido. ¿Cuántas personas son recordadas de manera
pública, con semejante fidelidad, transcurridos diez años de su muerte? Recordémoslo nosotros también por algo que dijo: «De ahí parte que en la ciudad se
29
llame “desarme” al plato de garbanzos y bacalao que en invierno acostumbran
a poner en casi todos los “chigres” de la carbayonil ciudad».
Porque esta broma, tan propia del humor ovetense, fue la que motivó que
se diese el nombre de Desarme al potaje de garbanzos con espinacas y bacalao.
Así se llamó durante 38 años, aunque en principio sólo en el ámbito más popular, a una comida que entonces no era considerada precisamente un manjar:
primero, porque el bacalao era una improvisada proteína y barata que sustituía
la carne, pero también porque, como menú propio de Cuaresma, al prescindir
de la carne, se convertía casi en una penitencia más que comida, sacrificio ofrecido en aquellos días de recogimiento y dolor por la muerte de Cristo.
Pero habrá que esperar 38 años, a 1911, para que la prensa publicase de
nuevo la conjunción de la palabra Desarme y la conmemoración del 19 de
Octubre. Fue cuando El Carbayón publicó el conocido anuncio:
El domingo y días sucesivos en Casa Justo se ofrecerá callos y el martes.
día clásicO; sirve desarme, callos, perdiz y liebre.
Casa Justo estaba en el número 20 de la calle de Jesús, más abajo del lugar donde los militares ejecutaban los disparos de ordenanza, contra la pared
norte del templo de San Isidoro.
El establecimiento, tras un tiempo de ganada fama por la calidad de sus
comidas, cambiaría de nombre y de categoría para titularse Petit Fornos y servir menús más finos y modernos; en tiempo más recientes, fue sustituido por
el desaparecido bar Aspiazu, popularmente recordado, entre otras generosas
ofertas, por los reconfortantes caldos que servían los días invernales.
Un año después, en 1912, se anuncia la comida El Desarme en el Lagar del
Forno, en la Puerta Nueva Baja, donde hay una excelente cocinera llamada Ángela La Morrina, que años más tarde se trasladaría a la calle de Jovellanos, junto a
la Estación del Vasco, todo ello, Casa La Morrina y Estación, desaparecidos ahora.
La evolución del funeral y El Desarme
A partir de 1892, hay un hecho trascendente para la historia de Oviedo.
Pablo Iglesias Pose viene a esta ciudad y organiza el Partido Socialista que,
durante muchos años tendrá representantes en la Corporación Municipal,
aunque en minoría. Los socialistas, fieles a sus principios, pretenden separar la
Iglesia del Estado, con lo que año tras año, van a proponer que la memoria de
los hechos del 19 de Octubre de 1836 se haga separando la función religiosa
30
de la cívica y patriótica. La petición socialista no tiene éxito, pero no por ello
dejaron de insistir.
Junto a la presencia socialista hay una especie de resurgir de los carlistas. También con representación municipal en minoría, que, en este asunto
del 19 de Octubre, piden lo contrario que los socialistas: que se ampliase
el ámbito de los funerales y, en vez de ser «por el eterno descanso de los
leales patriotas que han perecido en esta ciudad en aquella fecha de 1836,
defendiendo la libertad nacional», como se ponía en la esquela municipal,
se hiciese por «las víctimas de nuestras discordias civiles», lo que los liberales
entendían que «era por los que habían muerto y los que los habían matado».
No prosperaron ambas peticiones al ser bloqueadas por el partido liberal,
coaligado con los monárquicos alfonsinos y presididos por el sempiterno
alcalde don Manuel Longoria Carbajal, el marqués de Villafría (en cuya propiedad llegó a tener como invitada a la reina Isabel II).
En 1897, transcurridos 61 años del suceso de 1836, los carlistas volvieron
a presentar la petición, aprovechando que el entonces alcalde, Ramón Pérez
de Ayala, estaba ausente de Oviedo y ocupaba el sillón presidencial, de manera
interina, el teniente de alcalde, señor López del Vallado, y en una sesión a la que
asistía una exigua minoría de siete concejales de los 33 que formaban la Corporación. La maniobra dio el resultado esperado: la votación fue ganada por los del
cambio por un reducido cuatro a tres. En consecuencia, el funeral, ignorando lo
de los «defensores de las libertades», se anunció y celebró en memoria de todos
los muertos: por los ovetenses de la Milicia Nacional, por los foráneos, como
el miliciano vecino de Grado; por los soldados del Batallón de Pontevedra que
estaban de guarnición en la ciudad, por los atacantes carlistas que habían iniciado
el desaguisado, y por los civiles, víctimas accidentales de la contienda.
El asunto provocó la ira de los liberales, encabezados por don Fermín Canella, que envió al Ayuntamiento una incendiaria carta de protesta; después lo hizo
en la prensa, recordando que miembros de la Milicia Nacional eran los «Patriotas
que, en 1836 ganaron para Oviedo el título de Benemérita por ley de las cortes
del año siguiente» y que, desde el acuerdo municipal de 1842, los «alcaldes y
concejales de todos los partidos constitucionales habían mantenido el primitivo
acuerdo que ahora se pretende desfigurar». En definitiva, aboga para que no se
pierda el verdadero significado, histórico y popular, de esta fecha en Oviedo.
En cierta forma, el escrito de Canella fue lo contrario al bálsamo pacificador que necesitaba la ciudad, que ya estaba bastante alterada. De manera
inmediata, los liberales ovetenses, junto a los familiares de las víctimas de la
contienda, con don Fermín a la cabeza, acordaron, como desagravio más que
31
como provocación, celebrar una misa en la iglesia de San Tirso, que anuncian
con la elocuente coletilla: «los parientes de las víctimas», para una hora
después de la que el Municipio había previsto en San Isidoro.
Sucedió lo que era de suponer; el funeral oficial de San Isidoro sufrió
una especie de boicot, tanto de público como de autoridades (ni siquiera
hubo las descargas militares de ordenanza) y a las diez de la mañana, cuando la Corporación Municipal salió del Ayuntamiento en reducido número,
presidida por el alcalde en funciones que iba acompañado de los concejales
votantes del cambio: señores Cabeza, Montero Blanco y Menéndez de Luarca, «Al cruzar por la plaza en dirección a la iglesia de San Isidoro, de algunos grupos de espectadores, partieron silbidos y gritos de “¡Viva la libertad!
¡Abajo la reacción!”». Después, a la salida del templo, «mayor fue el griterío
al terminar la función religiosa, aparecieron en las puertas del templo, los
maceros y resto de la comitiva municipal, partiendo en ese momento gritos
y silbidos ensordecedores de la multitud».
Se promovió entonces un incidente que ocasionó carreras y sobresaltos,
cuando el cabo de la guardia municipal pretendió detener a uno de los manifestantes. No lo pudo conseguir, porque se lo arrebataron las turbas a viva
fuerza. Para evitar mayores disgustos e inspirándose acaso en motivos de prudencia, dado el estado de excitación de los ánimos, el alcalde y concejales se
retiraron al interior del templo, mientras los maceros y guardias municipales
pudieron entrar en las Consistoriales tomando distintos caminos.
En la Plaza continuó la algarada de protesta hasta las doce menos cuarto, al dirigirse la mayor parte a la iglesia de San Tirso, para asistir a la misa previamente anunciada por las familias de los liberales patriotas que perecieron en tan memorable día.
El funeral de la iglesia de San Tirso puso el templo lleno a rebosar, con los
lugares de preferencia ocupados por los familiares de los fallecidos y los representantes de los partidos políticos, donde estaban mezcladas ideologías tan dispares
como los monárquicos alfonsinos, los liberales y los progresistas, además de una
importante presencia del pueblo, en donde estaban todas las clases sociales.
Entre los notables, podemos citar a personajes de la categoría de Fermín
Canella, cuya carta del día anterior habían firmado los presentes en San Tirso,
Longoria Carbajal (el monárquico alfonsino, tantas veces alcalde de Oviedo);
Sarandeses (prestigioso boticario), Cuesta Olay (ex-alcalde), González Alegre
(don Pepito, recalcitrante republicano); Clavería (afamado médico), Carlos Berjano (abogado criminalista y notorio clerical); Villazón (importante propietario), Doiztúa (dueño de la mina y fábrica de yeso de Llamaquique), Cima (pujante industrial, que sería alcalde de Oviedo); los señores Buylla (don Arturo,
32
don Manuel y don José), Landeta (progresista, otro futuro alcalde), Bances (exalcalde), Salmeán (eminente ex-rector de la Universidad de Oviedo); los Díaz
Argüelles y Candanosa (don Manuel, ex-alcalde, y don Carlos), García Braga
(don José y don Genaro), López Planas (polémico concejal), Estrada-Nora (don
Rafael), Faes,Vallina, Peso (político local), Álvarez Armán (médico), Sarandeses
Álvarez (boticario), Argüelles (el popular Manolín, boticario), Alvaré (don Victoriano, banquero), Valdés (don Fernando y don José), Valdés (don Facundo),
Arango Blanco (importante propietario), Melero Laruelo (de la prensa), Uría
(político), Riego Álvarez (don Melquiades), político de signo republicano; Díaz
Ordóñez (don Agustín, ex-alcalde); Olay Ordóñez (don César y don Julio);
Olay (don Urbano y don Pelayo); Alas Pumariño (don Nicanor y don Horacio); Cano Valdés (don Ramón, joyero y relojero); Álvarez Santullano (político);
Alas (Leopoldo Clarín y Genaro); Cabo (veterano sargento miliciano); Guisasola, Pumares (médico), Collera (don Federico y don Francisco), Martínez Elorza;
Acevedo y Huelves (escritor costumbrista), y muchos más, entre ellos, algunos
veteranos de la Milicia Nacional, ex-combatientes de los sucesos de 1836.
A la salida de San Tirso, se organizó una manifestación espontánea, a la
cabeza de la cual se puso el señor Longoria Carbajal, portando una corona
de laurel, con cintas con los colores nacionales, destinada a ser colocada en la
iglesia de San Isidoro, en el mausoleo de los restos de los nacionales Canella,
Aguirre, Gana y Quiñones.
Los manifestantes siguieron el recorrido de las calles de Sanz y Forés (esta
desaparecida, como tal, al quedar la calzada incorporada a la plaza de la Catedral), Rúa y Cimadevilla, dando vivas a la libertad y mueras a la reacción y a
los carlistas; al llegar a la Plaza y encontrar cerradas las puertas de la iglesia de
San Isidoro, tomaron el acuerdo de entrar en el Ayuntamiento, lo que consiguieron sin la menor oposición, para colocar la corona en el salón de sesiones,
debajo de la lápida de mármol en que se hallan esculpidos los nombres de los
nacionales que habían muerto en las calles de la ciudad, en octubre de 1836.
En la siguiente junta municipal, esta vez con la presencia masiva de concejales, se acordó volver a la celebración funeraria tradicional, pero únicamente
por los «defensores de la libertad». La ponencia había sido presentada por el
señor Longoria Carvajal, con carácter urgente, en nombre del partido liberalconservador silvelista, con el añadido (lo que también se aprueba) de que allí se
mantenga la corona hasta el día de la celebración del aniversario próximo, que
sería conducida al templo por la Milicia Nacional, precedida de los maceros.
El señor Berjano pidió que la aprobación definitiva fuese nominal y, sometida
a votación, fue aprobada de manera unánime por los 17 concejales presentes.
33
Entre las noticias que afloran este año de 1897, se recuerda que el 19 de
octubre de 1836, además de los tres miembros de la Milicia Nacional por los
que el Ayuntamiento hace el funeral, hubo otras víctimas, como los seis soldados
del Provincial de Pontevedra que perecieron abrasados en la casa de La Puerta
Nueva, y el miembro de la Milicia Nacional que no era de Oviedo, el granadero
nativo y vecino de Grado, a donde fue trasladado su cadáver para darle sepultura.
Hay otros muertos, civiles sorprendidos por la violencia de la contienda. Todo
ello, sin contar las bajas de los carlistas atacantes, más difíciles de cuantificar.
Se supo, también, de la muerte del anciano don Bernardo Soto, de 71 años
de edad, enfermo y achacoso, que vivía en la última casa de la calle de La Vega
(Azcárraga), abajo, a la izquierda. Su muerte sucedió a última hora de la tarde
del 19 de octubre de 1836, cuando la lucha se había trasladado de la parte alta
de la ciudad (los mesones de la Puerta Nueva) a la parte baja, donde los carlistas avanzaban ocupando las casas finales de la izquierda de la calle de la Vega,
buscando posicionarse para el ataque al monasterio benedictino, que Pardiñas
había convertido en fuerte. La última casa, como todas las de la población, se
hallaba cerrada y visto que nadie abría, pese a los golpes dados con el fusil, a culatazos, el jefe carlista al mando del grupo hizo derribar la puerta a balazos. Al
entrar, tras ella, encontraron muerto al dueño de la casa, don Bernardo Soto, de
71 años de edad, quien por razones de edad y salud no había podido descender
del piso con el apremio solicitado, para franquearles el paso.
«¡Caramba! Hemos muerto a un sacerdote», exclamaron los atacantes,
sorprendidos. Los carlistas, excitados por el fragor de la batalla, pero católicos
practicantes, quedaron abrumados por haber matado a un anciano al que
creían cura, por vestir traje talar. En efecto, Soto era un modesto clérigo de
prima que había dedicado su vida a hacer el bien, muy aficionado a la mecánica, talla en madera, escultura, pintura y dorado, que además había montado
en su casa un pequeño teatro, con tramoya profusa de madera y cartón, para
distracción de los niños y mayores del barrio. Incluso tenía una capilla propia,
en la que veneraba la imagen de Nuestra Señora.
Esta víctima inocente de las «contiendas civiles» fue recordada en 1897
con triste sentimiento, más aún cuando se explicó que, según consta en los
libros parroquiales, ni siquiera tuvo funeral… ¡por pobre!
Los callos y El Desarme
El anuncio de que los restaurantes de Oviedo servían callos todos los años,
a partir del 19 de octubre, aparece ya en la prensa local del último tercio del
34
siglo xix. Cierto es que hay algunos restaurantes reacios a anunciarse, como en
1888, el prestigioso comedor del Hotel Francés, de la calle de Jovellanos, que
no ofrece los callos, pero sí arroz a la valenciana y ostras, a cuatro reales la docena. Pero sí lo hace otro tan prestigioso o más, como es el Trannoy, de la calle
de Altamirano, que propone, muy finamente por cierto, «Vaeux au olives» (sic) y
ostras traídas de Arcachón (Francia); también anuncia que comienza la temporada de callos. El anuncio coincide con la publicación de la esquela municipal
en la prensa, en cuyo texto, olvidando rencillas pasadas, explica de manera
diplomática, que el aniversario de los funerales será «por las ilustres víctimas».
Un año más tarde, el Hotel Francés ya ofrece «pollos con setas» y callos; el
restaurante Trannoy, «cibet de liebre»; y el Hotel Manteola (después Hotel Inglés;
ahora, tras el desastre revolucionario de 1934, edificio reconstruido conocido
como Casa del Termómetro), «filetes de ternera a la Vilrrua» (sic) y, para el día siguiente, ya iniciada la temporada de callos, galantina de capón, callos y uñas cerdo.
Los anuncios de oferta de callos se van incrementando con establecimientos que serán típicos de Oviedo, como Casa de la Moscona, en la calle
de la Universidad (ahora, Ramón y Cajal), Casa de Juan Miaja, en los bajos
del Hotel Francés, de la calle de Jovellanos, 1; lo mismo que una taberna, sin
nombre, establecida en La Luneta (ahora, Arzobispo Guisasola). Otros, más
finos, como el Hotel Trannoy, en 1907, además de los callos a la española
ofrecía una variedad de platos de elevada distinción gastronómica.
Al año siguiente, el restaurante La Mallorquina, en su nueva dirección
en la plaza de La Escandalera, 1 (a donde se había mudado desde su primitivo emplazamiento en la calle de San Antonio), negocio que, además de
restaurante es pastelería y sirve comida a domicilio, también oferta callos a la
española, perdiz con verdura, pollos a la cazadora y liebre.
A todo esto, el funeral, que se anuncia de manera novedosa, «por los
caídos en defensa del Trono Constitucional» cada vez tiene menos asistentes;
faltan hasta los concejales, pese la invitación que les hace el alcalde en persona. Ante esta situación, con poco respeto, pero con toda justicia, sentencia la
prensa: «A comer los callos irían más».
Mil novecientos once es un año trascendente para la historia del Desarme
moderno porque, mientras el restaurante Trannoy proclama que sus callos
son «riquísimos» y, como contrapunto, ofrece ostras frescas, Casa Justo López,
en la calle de Jesús, 20, publica el sorprendente anuncio, tal cual:
El domingo y días sucesivos en Casa Justo se ofrecerá callos
y el martes. día clásicO; sirve desarme, callos, perdiz y liebre.
35
Es la primera vez que aparece escrita la palabra Desarme para titular lo
que habrá de devenir en el actual elemento festivo-gastronómico, asociado al
acontecimiento bélico del 19 de octubre de 1836, aunque ahora se prescinde
del funeral por los caídos en aquella acción bélica.
En la calle de Jesús, un poco más arriba del establecimiento de Justo López,
los soldados de la guarnición de Oviedo seguían disparando contra la fachada
del templo de San Isidoro, haciendo las descargas de fusilería de ordenanza. Pocas horas después, en el establecimiento de Justo se servirá lo que se anunciaba
en la prensa por primera vez: el popular potaje de garbanzos con espinacas y
bacalao, que el pueblo de Oviedo, con su tradicional sentido del humor, ha
bautizado en recuerdo del guiso que estaban comiendo las Milicias Nacionales
amadeístas en 1873, cuando se produjo su casi cómico desarme.
Digámoslo con más contundencia: el Desarme gastronómico actual, el que
se rememora cada 19 de octubre, tiene sus raíces en la renuncia de Amadeo I de
Saboya al trono de España, lo que produjo el desarme de la Milicia Nacional amadeísta cuando, tras la instrucción semanal, estaban comiendo el ya célebre potaje
de «garbanzos con espinacas y bacalao»; también en la implantación de la Primera
República española, lo que sucedió de manera inmediata. Claro que esto sucedió
en fecha tan distinta como el 11 de febrero de 1873. Porque la del 19 de octubre
se toma por el solemne funeral que el Ayuntamiento de Oviedo hacía por los milicianos nacionales ovetenses que habían sucumbido durante el ataque carlista del
19 de octubre de 1836.Todo ello, asociado además con la apertura (por entonces)
de la temporada oficial de comer los callos, es lo que se conmemora en Oviedo,
sin saberlo la mayoría de los comensales, cuando se degusta el Desarme.
* * *
Durante algunos años deja de anunciarse el Desarme en la prensa, pero
aumentan los avisos de los callos; lo hace Casa Bango, en Fontán, 8 (más bien,
en el Arco de los Zapatos). También repite Casa Justo, promocionándose al
indicar que su local tiene teléfono, que recibe las llamadas al número 222; es
un progreso tecnológico importante, aunque todavía hay pocos aparatos en
Oviedo. La duda que nos surge es ¿desde dónde llamarían, en aquella reducida
población, en la que la estación del ferrocarril del Norte estaba tan alejada que
hasta pusieron un tranvía de mulas para más cómodo acceso de los viajeros?
Mientras los anuncios en la prensa de la apertura de la temporada de callos del
19 de octubre se producen año tras año, la de comer el Desarme ha desaparecido.
Ni siquiera lo publica Justo López, el pionero. Ello no quiere decir que se abando36
nase la costumbre de comer los garbanzos con espinacas y bacalao, porque el plato
humorísticamente bautizado con este nombre, sigue cocinándose en los domicilios particulares durante gran parte del año y, en especial en tiempo de Cuaresma
e, incluso, con carácter simbólico y modesto, el 19 de octubre de cada año.
Habrá que esperar once años después del ensayo publicitario de Justo
López, para que reaparezca de manera esporádica. Lo hacen, el 19 de octubre
de 1922, dos prestigiosas casas de comida: Marica Uría, en la esquina de las
calles Schulz-Porlier y el Gran Café Restaurante de la plaza de Riego, 6.
Ambos establecimientos informan que el día 19 proporcionaran como menú
los callos y el Desarme; el resto de la temporada, callos solamente.
Otro vacío en los anuncios nos traslada al año 1930, cuando en el Hotel
Covadonga de la calle de Mendizábal esquina a San Francisco se programaba
el elegante Te-Baile, así llamado por razones políticas los antiguos The dansant (sic), tan de moda entre la llamada «clase bien». En otra esfera social, más
modesta, el popular Bar Rosa (tan conocido era que no necesitaban anunciar
el domicilio) de manera escueta y un tanto equívoca ofrece el primer día de
callos y Desarme. La duda surge por la novedad de que ofreciese el Desarme
más días que se asignaba al día 19 de octubre.
En 1931, cuando hacía siete meses que se había implantado la Segunda Republica en España, El Manantial, establecimiento de reconocida solera ovetense,
anuncia que servirá callos y Desarme. Lo que repite en 1933, en este caso otra vez
también en Casa Bango, de Fontán, 8. Luego vendrá la Revolución de 1934, en
la que, para ser rigurosos, hemos de decir que el funeral se suspendió por razones
obvias, porque en el Oviedo del 19 de octubre había una tarea más apremiante:
apagar los rescoldos de los incendios y restañar las heridas de las voladuras con
dinamita que se habían ocasionado tras la más que una dolorosa revolución.
En 1935, se produce otro silencio en los anuncios del menú, tanto del
Desarme como de los callos, aunque sí se celebró el funeral.
En octubre del año siguiente, Oviedo, que estaba cercada desde julio, festejaba
otro acontecimiento: que las Columnas Gallegas habían logrado entrar en la ciudad, mientras los moros lo contemplaban desde el alto del Picu del Paisano. Se había roto el cerco y dado un poco de esperanza a quienes habían estado sometidos a
demasiados cañonazos y bombardeos. De momento, era un respiro porque todavía
quedarían casi doce meses de cruel asedio. Fue el final de un Desarme casi pintoresco iniciado en el siglo anterior, que cuando se quiso recuperar, nació con el estigma
del olvido de sus orígenes: una broma más del sentido del humor de los ovetenses.
Muchas gracias.
37
38
39
40
LA BALESQUIDA: HISTORIA Y TRADICIONES
NOTICIAS DE LA ANTIGUA CAPILLA DE LA BALESQUIDA
Erigida en 1614-1615 por planos el arquitecto Gonzalo de Güemes Bracamonte
(1576-1638), estuvo en pie hasta 1725, en que fue reemplazada por la actual
javier gonzález santos
El año pasado dábamos comienzo a nuestra colaboración en el portfolio de
fiestas de la Sociedad Protectora de La Balesquida refiriéndonos a la construcción
de la actual capilla de la hermandad, edificada en 1725-1726 por el arquitecto Pedro Muñiz Somonte, y de las sucesivas reformas acometidas en ella hasta nuestros
días.Ahora toca volver la vista atrás, más atrás que antes, pues, siguiendo con la historia monumental de la capilla de Nuestra Señora de la Expectación, voy a hablar
de la precedente a la que conocemos y que yo considero que sería la tercera de las
cuatro que pudo haber, teniendo en cuenta la época y las etapas constructivas que
conoció este popular enclave ovetense: la original, de finales del primer tercio del
siglo xiii (alrededor de 1232); alguna reforma en la Baja Edad Media (siglo xv) o
ya entrado el siglo xvi (sobre 1525, anota Canella), tras el incendio de la ciudad de
1521; esta de la que vamos a tratar, de 1614-1615, y la barroca actual.
Como comentábamos entonces, pese a su importancia y protestas de
antigüedad, prestigio y orgullo ciudadano, poco interesó a nuestros cronistas
trazar la historia de esta hermandad y estudiar su patrimonio, tanto mueble
como inmueble. Con esta segunda entrega y alguna otra que prometo, trataremos de paliar esta secular carencia y recoger el testigo que dejaron pendiente de relevo historiadores balesquidos de la talla de Ciriaco Miguel Vigil,
Fermín Canella (este, ¡hace hoy un siglo!) y, a lo último, don Juan Uría Ríu.
Como es sabido, el solar que ocupa la capilla de La Balesquida (y también
el de su desaparecido hospital) es el mismo desde la etapa fundacional en el
siglo xiii: se erigió «cerca de la torre de Castillo Real, cabe la calle y camino
público que va a la iglesia de Santa María del Campo, de una parte; y de
otro lado de arriba está casa del monasterio de San Vicente, y de la otra parte
delante está casa de Bartolomé Martínez», leemos en una copia de 1724 del
43
documento fundacional fechado en 12321. Don Fermín Canella (Oviedo,
1849-1924), que registró el archivo de la cofradía, refiere que «el modesto
templo» fue renovado «en 1525, 1602 y 1729 y otras veces, siendo la última
por suscripción de hermanos y devotos en 1876»2. De las dos últimas reconstrucciones dimos cuenta el año pasado y conciernen al edificio actual; de las
anteriores, no quedan vestigios: solo testimonios documentales. Pero a esas
obras enumeradas por Canella hay que añadir otras, asimismo importantes
y de entidad, acometidas en 1614-1615 y con proyecto de un conocido e
importante arquitecto: Gonzalo de Güemes Bracamonte. De ellas, que conformaron la capilla previa a la actual, es de lo que vamos a tratar.
Como dije en la vez anterior, también hace años que conozco estos documentos. Pero ha sido ahora cuando, alentado por nuevos hallazgos de mi
alumno, el doctor don Pelayo Fernández, me decido a recrear este capítulo
desconocido de la historia constructiva de la capilla de La Balesquida. A su
desinteresada contribución y amistad debe este trabajo su concreción y el
estímulo para ponerlo por escrito. Y quiere ser este, un sillar más en la reconstrucción de la historia de la arquitectura regional de los siglos xvi, xvii
y xviii que en estos últimos años venimos acometiendo varios investigadores
formados en la Universidad de Oviedo, como María Isabel Pastor Criado,
Yayoi Kawamura,Vidal de la Madrid y, en menor medida, yo mismo, alumnos, los tres últimos que hemos sido del profesor Germán Ramallo, iniciador
de estos estudios en la década de 1970.
Gonzalo de Güemes Bracamonte, el arquitecto de la antigua
capilla de La Balesquida
De Gonzalo de Güemes Bracamonte ya dio noticias Juan Agustín Ceán
Bermúdez (Gijón, 1749-Madrid, 1829), el primer historiador de la arquitectura española. En las adiciones que hizo a la publicación del manuscrito de
Eugenio Llaguno, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Res1
Lo transcribió Ciriaco Miguel Vigil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática, Oviedo, Imprenta del
Hospicio Provincial, 1887, tomo I, pág. 129, ilustración C 1.ª, por la copia que hizo su padre, Juan de
Dios Miguel Vigil (1797-post 1869) en 1841; por ella se hicieron todas las posteriores. El pergamino
original no se ha conservado.
2
Fermín Canella y Secades, «Noticias de la antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de
la Balesquida fundada en Oviedo en el siglo xiii por doña Balesquida Giráldez» [Oviedo, 1915], ahora
en Obras completas, II. Oviedo, edición de Florencio Friera Suárez, Oviedo, Real Instituto de Estudios
Asturianos – Universidad de Oviedo – KRK Ediciones, 2011, pág. 908.
44
tauración, documenta la intervención de Juan Güemes Bracamonte en Gijón
(el nombre de pila es un lapsus o una errata de imprenta no advertidos, porque
en otro lugar de las Noticias se refiere a él como Gonzalo Güemes Bracamonte
y los documentos conocidos de esta capilla, así lo corroboran): dice que «Juan
Güemes Bracamonte construyó en los años de 1626 y 27 la linda capilla llamada de la Barquera, que está en la villa de Gijon, principado de Astúrias, á
expensas de Alonso Ramirez de Llanos, y Doña María de Jove Argüelles, sus
fundadores. Es de sencilla y arreglada arquitectura del orden toscano, con dos
puertas, una en el costado que mira al norte, con su espadaña por remate, y
otra á los pies, que mira al oriente. Tiene tres altares, y la escultura del mayor
es del célebre Luis de Vega; y dos nichos con los bultos de piedra de los dichos
fundadores.»3. La capilla de La Barquera fue demolida en 18994 y el retablo de
Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, hacia 1601-Oviedo, 1675) también se perdió, pues, desde 1898 se hallaba instalado en la capilla de Ánimas del
templo parroquial de San Pedro, destruido en 24 de agosto de 1936.
Pese a esta temprana noticia, será solo a partir de las dos últimas décadas
del siglo xx cuando se comenzó a tener constancia de la personalidad de este
personaje y de su verdadero alcance en la historia de la arquitectura regional5.
Gonzalo de Güemes Bracamonte (Güemes, Santander, hacia 1575/1576 –
¿Oviedo?, 1638) fue maestro fontanero de Oviedo durante un tercio de siglo,
entre 1605 y 16386. Su avecindamiento en la capital de Asturias parece que
pudo estar relacionado con la construcción del colegio de la Compañía de
Jesús. Las primeras noticias profesionales que se tienen de él lo vinculan con
la iglesia del Colegio del Cardenal, en Monforte de Lemos (Lugo), donde en
5 de mayo de 1598, junto a Diego Vélez (hacia 1549-Monforte de Lemos,
1600), maestro mayor de la catedral de Oviedo desde 1580, figura como ofi3
Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Restauración, por el Excmo. Señor D. Eugenio
Llaguno y Amírola, ilustradas y acrecentadas con notas, adiciones y documentos por Juan Agustín Ceán
Bermúdez, tomo III, Madrid, 1829, pág. 188.
4
María Prieto Vergara, Inventario-catálogo de las capillas populares y señoriales en el concejo de Gijón (Asturias), Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias, 2013, pág. 56.
5
Un repertorio de noticias biográficas y profesionales de Güemes Bracamonte hasta 1991 es el que
brindan María del Carmen González Echegaray y otros, Artistas cántabros de la Edad Moderna. Su
aportación al arte hispánico (diccionario biográfico-artístico), Santander, Institución Mazarrasa – Universidad
de Cantabria, 1991, pág. 284. Este diccionario mantiene una entrada para Juan Güemes Bracamonte
(ibídem) que, como quedó dicho, en realidad, es el propio Gonzalo.
6
Para su vida y obra, véanse, entre otros y principalmente a María Isabel Pastor Criado, Arquitectura
purista en Asturias, Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias,
1987, págs. 189-190 y 195, notas 46, 47, 50, 51 y 52; y Yayoi Kawamura, Arquitectura y poderes civiles:
Oviedo, 1600-1680, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2006, págs. 30, 49-52 y 66.
45
cial a las órdenes del padre Juan de Tolosa (Salamanca, 1548-Oviedo, 1598),
maestro a la sazón del Colegio de Oviedo, en la construcción del templo
de Nuestra Señora de la Antigua, en el Colegio de la Compañía de Monforte7. Juan de Tolosa falleció en Oviedo en 1598 y las obras en el Colegio
del Cardenal se interrumpieron entre 1600 y 1608. Pero en 1599, Güemes
Bracamonte ya andaba por Asturias, acaso comprometido con la conclusión
del Colegio de San Matías de Oviedo (S. I.) y el comienzo de las obras de la
iglesia (actual templo parroquial de San Isidoro el Real), cuya construcción
tanto se dilataría.
Güemes Bracamonte estuvo casado con María de la Bárcena, hija de
Pedro de la Bárcena Hoyo (Güemes, Santander, 15¿? – ¿Oviedo o Güemes?,
1605)8, maestro de las fuentes de Valladolid y Oviedo. Pedro fue primo y el
colaborador más estrecho de Gonzalo de la Bárcena (Güemes, Santander,
hacia 1530 – ¿Valladolid?, 1597), fontanero mayor de las ciudades de Valladolid y Oviedo, y que a lo último, en 1593, alcanzó el título de fontanero
del reino. Desde 1582, Gonzalo de la Bárcena fue responsable de la traída
de aguas a Oviedo desde las fuentes de Fitoria, Ules y Boo, en la Cuesta
del Naranco, de la construcción del monumental acueducto de Los Pilares
(1587/1588-1591), demolido en 1915 y 1918, y de cuatro fuentes en la ciudad (las de la plaza Mayor, Cimadevilla, plazuela de la Catedral y Corrada del
Obispo, esta última, iniciada pero no acabada)9.
7
Pablo Pérez Costanti, Diccionario de artistas que florecieron en Galicia durante los siglos xvi y xvii, Santiago,
Imprenta, Librería y Enc. del Seminario C. Central, mcmxxx [1930], pág. 593. Antonio Bonet Correa,
La arquitectura en Galicia durante el siglo xvii, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1966 (reimpreso en 1984), págs. 180-182. Agustín Bustamante García, La arquitectura clasicista del foco
vallisoletano (1561-1640),Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1983, págs. 267-268. Pastor Criado,
Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 186 y 189, y nota 49 (pág. 195), pero con la referencia equivocada. Celestina Losada Varea, La arquitectura en el otoño del Renacimiento: Juan de Naveda (1590-1638),
Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santander, 2007, págs. 37 y 288, nota 834.
8
Ya consta fallecido en 6 de mayo de 1605 (Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987,
pág. 195, nota 50).
9
Las obras de la Fuente de Fitoria (como fue llamada esta traída) se dieron por acabadas en 1611, ya bajo
la dirección de Gonzalo de Güemes (Ciriaco Miguel Vigil, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889, núms. 687, 689 y 690, pág. 422; hay reed. facsimilar: Oviedo, Alvízoras
Llibros, 1991). Para la Fuente de Fitoria, vid. María Isabel Pastor Criado, «El acueducto de los Pilares
de Oviedo», Liño. Revista anual de Historia del Arte, 7, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1987, págs. 3954, y José Manuel Fernández Álvarez, La Fuente de Fitoria: el problema de abastecimiento de agua a la
ciudad de Oviedo (1568-1613), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1996,
pássim. Y para los Bárcena, Cristina Heredia Alonso, Las traídas de aguas en el Cantábrico occidental en la
Edad Moderna: Gonzalo de la Bárcena, fontanero del rey, tesis doctoral leída en la Universidad de Oviedo
en 26 de septiembre de 2014 (inédita).
46
Repatriación del batallón del Principado de Asturias procedente de Cuba. Gijón, muelle de Fomento, octubre de
1898. Fotografía anónima, 167 × 227 mm. Gijón, Museo del Pueblo de Asturias (fototeca, núm. de registro: 17.453). Entre el monumento-fuente de Don Pelayo y el arco de recepción a los excombatientes,
se alza la fachada de la capilla de La Barquera, demolida unos meses más tarde.
Entre los primeros trabajos arquitectónicos que se han documentado de
Güemes Bracamonte, está el claustro (inacabado) del antiguo convento de
San Francisco (hoy, parroquia de San Nicolás de Bari) en Avilés, por diseño
del arquitecto Domingo de Mortera (Omoño, Ribamontán, Santander, hacia
1560 – Oviedo, 1608), contratado en 159910. Pero en 1604, Güemes traspasó
lo que quedaba por construir a su cuñado Domingo Vélez de Biloña (muerto en 1624), maestro de cantería, porque «al presente se me ofreçe jornada a
la corte de Su Majestad e no puedo por mi persona asistir en la dicha obra»11.
10
En 12 de septiembre de 1599 se remató en él la obra de la crujía septentrional de este claustro (Pastor
Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 151, 189 y 192, y documento xxx, págs. 245-246).
Al año siguiente (en 2 de octubre de 1600), se contrató con el propio Güemes la hechura del lienzo
oriental (Pastor Criado, Ídem, págs. 151-153, y documento xxxii, págs. 248-249).
11
Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 153 y 190. Raquel Alonso Álvarez, La
arquitectura franciscana en Asturias: de la fundación a la Desamortización, Oviedo, Real Instituto de Estudios
Asturianos, 1995, págs. 121-122 y 131.
47
La corte de Felipe III residía por entonces en Valladolid y esta ausencia sería
para servir a su suegro, Pedro de la Bárcena (¿acaso enfermo o impedido?), en
la traída de aguas de esa ciudad. Y a su muerte (abril o comienzos de mayo
de 1605), le sucedió como fontanero de Oviedo12.
Un poco más adelante se documenta la reforma del remate y la construcción de la espadaña en la torre-campanario, así como otros trabajos de
acondicionamiento y mejora de la colegiata de Santa María la Mayor, en la
villa de Salas (1608-1609), fundación del arzobispo don Fernando de Valdés,
cuyas condiciones de obra fueron redactadas por el escultor Juan Ducete y el
arquitecto Pedro de la Haza13. Siguen la construcción del hospital y capilla de
la cofradía de Santa María Magdalena, en Oviedo (1610-1611)14; una celda y
la cabecera y crucero del templo monasterial de Nuestra Señora la Real de
Las Huelgas, en Avilés, de madres cistercienses, remozados tras un incendio,
ambos trabajos según ideas y diseños propios, en 1606 y 1610-1613, respectivamente; y aun aparecerá vinculado a la fábrica de este cenobio en 163815.
El monasterio fue demolido en 1869.
De este momento (1613-1617) también sería, en opinión de Raquel
Alonso, el proyecto de la monumental capilla funeraria del señor Pedro de
Merás y de la Plaza († hacia 1613), capitán de infantería en Flandes, maestre
de la plata en la carrera de Indias y capitán general de Honduras (1598), en
el convento de San Francisco de Tineo (desde 1880, templo parroquial de
San Pedro). Fue erigida por su cuñado Domingo Vélez de Biloña († 1624) y
estuvo advocada a la Asunción de Nuestra Señora (sede, posteriormente, de
capilla de la Orden Tercera)16.
12
Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 195, nota 47.
13
Javier González Santos, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1575-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Servicio de Publicaciones del
Principado de Asturias, 1997, págs. 93-96, y documentos iv y v, págs. 137-145.
14
Yayoi Kawamura, «El hospital de la Magdalena de Oviedo y la contribución del arquitecto Gonzalo
de Güemes Bracamonte (1610)», Liño. Revista anual de historia del arte, 15, Oviedo, Universidad de
Oviedo, 2009, págs. 9-23.
15
Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 190. Sabina Rodríguez Vega, «El Avilés
barroco», en Vidal de la Madrid Álvarez (coordinador), El patrimonio artístico de Avilés, Avilés, Casa
Municipal de Cultura, 1989, págs. 73 y 74 (reproducción del diseño original de Güemes para la cabecera del monasterio de Las Huelgas). María del Pilar García Cuetos, Arquitectura en Asturias (15001580): la dinastía de los Cerecedo, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1996, págs. 135-137.
Vidal de la Madrid Álvarez, «La arquitectura de Avilés en la Edad Moderna», en María Ángeles
Faya Díaz (coordinadora), Las ciudades españolas en la Edad Moderna: oligarquías urbanas y gobierno municipal, Oviedo, KRK Ediciones, 2014, págs. 480-481.
16
Alonso Álvarez, La arquitectura franciscana en Asturias, 1995, págs. 130-133.
48
Güemes también trabajó para su patria chica: de 1617 es el diseño de la capilla
mayor del templo parroquial de SanVicente de Güemes, donde fue bautizado (recrecida en 1668), hecho en colaboración con el maestro Juan Alonso de Viadero17.
Igualmente, a partir de 1620 intervino con otros colegas montañeses (Juan
de la Pedriza, Juan de Cajigal, Hernando de la Huerta y Juan del Aro) en la
ampliación de la iglesia parroquial de San Félix de Candás, extendiéndola hacia
los pies, con un coro y una nueva fachada de cantería con espadaña, trabajos
concluidos en 1622-162418, pero que no se conservan: el templo fue destruido en 1936. La citada capilla de la Natividad de Nuestra Señora (vulgo, de La
Barquera), en Gijón, de 1626-1628, asimismo desaparecida, data de esa década.
Importante por el cliente y significación monumental fue la ampliación de las
antiguas casas de Miranda, en la calle de San Juan (Oviedo), ordenada por don
Diego Fernández de Miranda († 1632), señor de la casa de Miranda y caballero
de la orden de Santiago, en 1628-1630, y que construyó el maestro de cantería
Francisco de Horna19. Aunque muy transformado, se integró en el actual palacio
de Valdecarzana-Heredia, sede de la Audiencia Territorial de Asturias. Por último,
diseñó la capilla mayor del santuario de Nuestra Señora de Contrueces (Gijón),
comenzada en 1638 y acabada en 1640 por los maestros de cantería Francisco de
Cubas y Simón Tío, vecinos de Suesa, en la Merindad de Trasmiera (Santander)20.
Su prestigio y cualificación de arquitecto fueron muy estimados en la región
y contó con el apoyo de los clientes más exigentes y distinguidos. Así, Güemes
Bracamonte fue el primer facultativo del que la catedral de Oviedo requirió
opinión y diseños para la construcción de la nave del trasaltar (o girola) en julio
de 1617. No fueron, empero, los suyos los elegidos, sino los de Juan de Naveda
17
Miguel Ángel Aramburu Zabala, Celestina Losada Varea y Karen Mazarrasa Mowinckel, Junta
de Siete Villas. Bareyo, en Julio J. Polo Sánchez (director), Catálogo del Patrimonio Cultural de Cantabria,
tomo II, Santander, 2001.
18
El aviso lo traen Carlos González de Posada, Noticias históricas del concejo de Carreño [manuscrito
de 1792]; edición preparada por Marino Busto García, «Monumenta Histórica Asturiensia, xxiv»,
Gijón, Editorial Auseva, S. A., 1989, pág. 53 (hay otra edición, a cargo de David Pérez-Sierra González:
Candás, 1997, págs. 101-102), y Fermín Canella y Secades, «Carreño», en Octavio Bellmunt y
Traver y Fermín Canella y Secades, Asturias: su historia y monumentos; bellezas y recuerdos; costumbres y
tradiciones; el bable, etc., tomo III, Gijón, 1900, pág. 217a.
19
Vidal de la Madrid Álvarez, La arquitectura de la Ilustración en Asturias: Manuel Reguera (1731-1798), Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1995, pág. 146, nota 263; Íd., «El palacio de Miranda-Valdecarzana
y la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de Grado», Liño. Revista anual de arte, 11, Oviedo, Universidad
de Oviedo, 2005, págs. 106 y 110; y Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 30 y 171.
20
José María Canal Sánchez-Pagín, «Nuestra Señora de Contrueces: dos páginas de la historia de
Gijón», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 90-91 y 92, año XXXI, Oviedo, 1977, págs. 262-263,
y documentos 3-5, págs. 754-761.
49
(San Mamés de Aras, Junta de Voto, Santander, hacia 1590 – León, 1638), «maestro mayor de su Majestad de obras reales de cantería», que inició los trabajos en
la primavera de 1621. Pero todavía en 1628, durante el proceso de construcción
de esta nave, Güemes hizo una inspección de las obras por orden del Cabildo
por la que se le libraron 100 reales en 23 de mayo21. Esa relación profesional de
Güemes con Naveda no fue ocasional: se remonta a 1622, cuando el primero
avaló al segundo en la escritura de obligación para la construcción de las nuevas
casas de Ayuntamiento de Oviedo22.Y en su condición de fontanero y maestro
mayor de la ciudad, Gonzalo de Güemes supervisó la construcción y, a lo último,
intervino en la tasación de ellas (ala occidental y arco de Cimadevilla), cuyos
trabajos dieron comienzo en 1622 y concluyeron en 163323.
De nuevo trabajó Güemes para la catedral en 1637; fue entonces cuando redactó las condiciones para reformar la antigua capilla de Santiago o de «entierro»
de los Peregrinos (demolida en 1928), que estuvo adosada al muro exterior de
la sala capitular de la catedral de Oviedo, dando frente a la calle de San Vicente24.
Como yerno de Pedro de la Bárcena Hoyo, Güemes Bracamonte fue competente en arquitectura hidráulica e hidrostática, quedando a su cargo las fuentes
y encañados de la ciudad de Oviedo desde 1605 (a raíz del fallecimiento de su
suegro)25 y de Gijón. Antes, entre 1604 y 1611, había intervenido en la fontanería de la villa de Avilés (mantenimiento de la traída del manantial de Valparaíso
y construcción de la fuente del barrio de Sabugo). En Oviedo, fue responsable
de la finalización del acueducto de la Fuente de Fitoria y, a partir de 1617, de la
conducción de aguas desde el manantial de La Granda de Anillo, en la parroquia
de San Estaban de la Cruces, al sur de la ciudad, sobre el camino real de Castilla26.
21
Germán Ramallo Asensio, La arquitectura civil asturiana: Época Moderna, «Colección Popular Asturiana,
44», Salinas (Asturias), Ayalga Ediciones, 1978, págs. 103 y 216, nota 21. Íd., «El Barroco», en Francisco
de Caso et alii, La catedral de Oviedo I. Historia y restauración, Oviedo, Ediciones Nobel, 1999, págs. 141,
nota 1, 141 y 142, nota 11. Losada Varea, Juan de Naveda, 2007, págs. 37, 76 y 288.
22
Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 83. Losada Varea, Juan de Naveda, 2007, págs. 309 y 310.
23
Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 81b, 83a y 89.
24
Yayoi Kawamura, «La capilla del entierro de los Peregrinos en la catedral de Oviedo», en Germán
Ramallo Asensio (editor), Las catedrales españolas: del barroco a los historicismos, Murcia, Universidad de
Murcia, 2003, págs. 297-311, especialmente, las págs. 300-301.
25
Un acuerdo municipal de 20 de septiembre de 1605 se refiere a Gonzalo de Güemes como aquel «a
cuyo cargo está el edeficio de Fitoria». Archivo Municipal de Oviedo (a partir de ahora, abreviado
AMO): Acuerdos, A-15, fol. 346.
26
Para Oviedo, Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 47-52 y 66. Para Avilés, véase Pastor Criado,
Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 104-109 y 190; Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», 1989, págs. 6162, y Cristina Heredia Alonso, «La traída de aguas del barrio avilesino de Sabugo, traza y obra de Pedro de
la Bárcena», Liño. Revista anual de historia del arte, 14, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2008, págs. 29-30.
50
Asimismo, también estuvo habilitado para las obras públicas: en 1609 fue
supervisor de los trabajos del puente nuevo de piedra de Sabugo (una obra
que incluía también un acueducto), que había sido trazado por su suegro
Pedro de la Bárcena en 1595 y cuya fabricación data de 1603-161127; de la
reconstrucción de la muralla de Avilés a partir de 161428 y del castillo de San
Juan de Nieva, frente a la barra de la ría (en 1609 y 1636), para la defensa de
la costa cantábrica en el contexto de la guerra de los Treinta Años29.
En 1621, se le confió el empedrado de la plaza Mayor de Oviedo: primero, la mitad occidental y, en 1624, lo que restaba30.Y en 1638, se comprometió a hacer lo propio en «la plaçuela que está cabe la Unibersidad desta
ciudad», pero «se murió dentro de pocos días». Esto consta en un acuerdo
del Ayuntamiento de 24 de julio de 1643, donde, por boca del regidor don
Francisco Bernardo de Quirós que, precisamente, tenía en ella sus casas, se
reitera la necesidad de hacer una pedrera en la plazuela de la Universidad (actual de Riego, y antes, de Cueto o del Caño de Cueto)31.
El 24 de septiembre de 1638 se dio noticia al regimiento de la ciudad del
fallecimiento del artífice. El regidor don Diego Bernardo de Quirós propuso
para sucederle a Juan de Celis, maestro de cantería y protegido suyo, con
idéntico salario al del difunto Güemes32.
La viuda de Gonzalo de Güemes, María de la Bárcena, comenzó la reclamación al Ayuntamiento de Oviedo del salario pendiente a su marido correspondiente al último medio año, en 20 de octubre de 163833.Y dos días después,
presentó un memorial para que la favorecieran con alguna ayuda, diciendo
«que el dicho Gonçalo Güemez, su marido difunto, gastó en serviçio desta
çiudad lo mejor de su bida, y en particular sirvió sienpre a esta dicha çiudad
en la manutenzión de las fuentes». Los regidores acordaron «que allende del
salario de medio año, que es lo que se devía al dicho Gonçalo Güemez, que
27
Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 108-109. Heredia Alonso, «La traída de
aguas del barrio avilesino de Sabugo», 2008, págs. 27-28.
28
Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 190. Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», 1989,
págs. 53-54. Madrid Álvarez, «La arquitectura de Avilés en la Edad Moderna», 2014, págs. 460-461.
29
Francisco Mellén Blanco, «La torre de San Juan de Nieva, defensa de la ría de Avilés», en Amador
Ruibal (coord.), Actas del III Congreso de Castellología Ibérica, Guadalajara, 2005, pág. 866, y Rodríguez
Vega, «El Avilés barroco», 1989, pág. 63.
30
Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 30b, nota 33.
31
Citado por Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 30b, nota 35.
32
Véase Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 32b, 52b-54a, notas 132 y 134, y 66 (tabla I).
33
AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 20 de octubre de 1638, fol. 227 r.
51
son quinientos reales, se le den a la dicha doña María de Bárçana, como tal su
heredera, doçientos reales más, que bienen açer seteçientos reales»34. De este
modo, concluyó la relación de Güemes con la ciudad de Oviedo, un compromiso profesional que duró treinta y tres años, un tercio de siglo.
En suma, Gonzalo de Güemes Bracamonte fue, por lo que a Oviedo
respecta (y, en menor medida, a Avilés o Gijón), uno de aquellos profesionales que desde el último tercio del siglo xvi y durante el primero del xvii
contribuyeron a la modernización de las ciudades y villas de la geografía
española. La inversión que sus regimientos hicieron en nuevas redes de abastecimiento de aguas y saneamiento (lavaderos, por ejemplo), construcción de
calzadas, paseos y adecentamiento de plazas, vías de comunicación y puentes,
constituyó la primera acometida en la transformación de los viejos burgos
medievales y fueron el cimiento sobre el que se erigió la ciudad preindustrial.
Otros Güemes en Oviedo después de Gonzalo
No consta el lugar ni momento preciso del fallecimiento de Gonzalo de
Güemes, pero fue en septiembre de 1638 y lo más probable, en Oviedo35.Tampoco sabemos mucho de su vida familiar más allá del matrimonio con María de
la Bárcena. La última noticia que conocemos de la vida profesional de Güemes
Bracamonte data de 22 de diciembre de 1639, cuando su viuda, ya avecindada
en Güemes, otorgó poder a Pedro del Cajigal y Juan Gómez del Río, paisanos
suyos, y a Hernando de la Huerta, oriundo de Suesa (Trasmiera), maestros de
cantería que entonces residían en Asturias, para reclamar a la Universidad de
Oviedo lo que adeudaba a su difunto marido por diferentes trabajos36.
Hijo o nieto de ambos fue Gonzalo de Güemes Bracamonte, escribano
real y del número de la ciudad de Oviedo37. En 1670, este individuo moraba
en la ovetense calle del Carpio, colación de San Isidoro el Real, junto con su
34
AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 22 de octubre de 1638, fol. 227 v. Ápud Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 52b, nota 133.
35
Comunicación de su fallecimiento al Ayuntamiento por el regidor don Diego Bernardo de Quirós
(AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 24 de septiembre de 1638, fol. 212 v).
36
González Echegaray y otros, Artistas cántabros de la Edad Moderna (diccionario biográfico-artístico), 1991,
pág. 284b, nota 7.
37
En 9 de julio de 1656 figura como fedatario de un documento que publicó fray Manuel Risco (España
Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo, Madrid, Oficina de la Viuda é hijo de Marín,
mdccxcv [1795], apéndice xxv, págs. 285-286).Y en 11 de agosto de 1663, aparece mencionado como
tal: Junta General del Principado de Asturias. Actas históricas, tomo III, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2002, pág. 233.
52
hijo Juan; ambos eran hidalgos38. Este último siguió la profesión paterna y fue
oficial mayor del oficio del Principado39; en 1681, vivía en la misma calle y
tenía consigo un hijo varón de su mismo nombre40. En 1698, ambos constan
residiendo en la calle de la Puerta Nueva, en la misma feligresía41. La última
vez que se registra a Juan de Güemes el Viejo es en 170542.
Pero el apellido no se perdió en la ciudad. A comienzos del siglo xviii
figuran en el archivo parroquial de San Tirso el Real de Oviedo varios asientos de bautismo referidos a Juan de Güemes Bracamonte el Mozo (o menor
en días), biznieto (si no tataranieto) del maestro de cantería. El Mozo estaba
casado con Josefa García Escucha. Y entre 1745 y 1785, José Manuel de
Güemes Bracamonte (hijo o nieto de estos últimos) despachó sucesivamente
el oficio de la vigésimo séptima escribanía de número perpetuo (de tercera
creación) y la segunda escribanía de número antiguo (o de primera creación)
de Oviedo, dando continuidad a una actividad vinculada a la familia desde
hacía un siglo43. En fin, que siguiendo los cánones de la sociedad del Antiguo
Régimen, los descendientes de Gonzalo de Güemes ascendieron en la escala
social pues, siendo gentes de oficio (aunque de estamento noble), dedicadas a
un arte manual como era el de la cantería, pasaron en la generación siguiente
a ostentar oficios de pluma y cargos en la administración.
La Balesquida en el siglo
xvII:
la capilla clasicista
Pero vamos ya al asunto de la convocatoria. El 15 de julio de 1614, la
cofradía de Nuestra Señora de La Balesquida sacó a remate e hizo públicas las
condiciones con que se debía reconstruir la capilla de la hermandad. Habían
sido redactadas por Gonzalo de Güemes Bracamonte, como hemos visto, un
38
AMO, Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1670, B-42-2, fol. 21 rv (y fol. 99 r, por la copia de 1777). En la
parroquia de San Isidoro, el libro de defunciones más antiguo solo se remonta a 1641; por tanto, no se
ha podido constatar el asiento de defunción de Gonzalo, su padre, si es que fue vecino de esta feligresía.
Tampoco consta en la de San Tirso el Real (que comienza en 1614); en cambio, no he podido registrar
el archivo parroquial de San Juan el Real.Y estas tres eran las únicas parroquias de la ciudad de Oviedo
por aquel entonces.
39
En 16-20 de noviembre de 1676 y en 21 de mayo-2 de junio de 1678, figura como testigo en las
actas de la Junta General del Principado (Junta General del Principado de Asturias. Actas históricas, tomo V,
Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2007, págs. 202, 315 y 324).
40
AMO: Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1681, B-43-1, fol. 35 v (por la copia de 1777).
41
AMO: Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1698, B-43-4, fol. 17 v.
42
AMO: Padrón de esta ciudad correspondiente a el año 1705, B-45-1, fol. 31 v.
43
Miguel Vigil, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, 1889, págs. 394 y 388, respectivamente.
53
arquitecto nada vulgar y uno de los más cualificados que por entonces había
en la provincia. Por su trabajo percibió seis ducados, cantidad que debía serle
abonada, no por la hermandad, sino por el maestro responsable de la obra. Al
remate asistieron varios oficiales de cantería trasmeranos y alguno local (Pedro
de Cubas, Pedro Fernández Maújo, Francisco González de Horna, Tomás de
la Huerta, Pedro Gómez del Cajigal, Juan de Posada y el propio Gonzalo de
Güemes).Tras varias pujas, partiendo de trescientos ducados (que fue la primera postura a cargo del autor del proyecto), la obra se remató en Juan de Posada
y el citado Gonzalo de Güemes en doscientos ducados, o sea: 2.200 reales44.
El mismo día se hizo lo propio con los trabajos de carpintería. Pujaron
por ellos los maestros Pedro Pérez, Esteban González, Pedro Fernández Maújo
(que ahora se explica que también era mercader), Pedro Rodríguez de Lacín45
y Pedro Alonso de los Candaedos. La rebaja fue sustancial, de un setenta por
ciento, pues se pasó de 160 a 48 ducados (o sea: de 1.760 a 528 reales), importe
en que la dejó Pedro Alonso de los Candaedos, vecino de Oviedo46. Días más
tarde, el 29 de julio de 1614, este carpintero presentó la fianza requerida por
la cofradía, avalada por un colega, Domingo de la Roza, asimismo vecino de
Oviedo47, a quien el mismo día del remate (15 de julio), Alonso de los Candaedos, precisamente, había traspasado la mitad del trabajo en esta capilla, pero por
veinte ducados (220 reales)48. Sobre el importe dicho, las condiciones convenían en que el maestro que tomara la obra se beneficiaría también de los despojos de la madera de la vieja capilla y de «una biga del monte de la cofradía,
la que él escogiese», pieza destinada, sin duda, para formar la nueva techumbre.
44
Archivo Histórico de Asturias (desde ahora, AHA): Cantería. La cofradía de La Balesquida. Joan de Posada,
ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.012, folios 93-94.
45
Pedro Rodríguez de Lacín (documentado en Oviedo hasta al menos 1660) intervino junto a su colega
Marcos Díaz de Palacio en la reforma de la capilla de los Peregrinos de la catedral de Oviedo (1637),
obra asimismo diseñada por Güemes Bracamonte, como quedó dicho (Kawamura, «La capilla del
entierro de los Peregrinos en la catedral de Oviedo», 2003, págs. 300-301).
46
Alonso de los Candaedos falleció el miércoles, 26 de junio de 1624, y fue enterrado bajo la tribuna del
templo parroquial de San Tirso el Real de Oviedo (Archivo Histórico Diocesano de Oviedo: libro 39.15.1,
fol. 267 v). Hizo testamento en 11 de junio de aquel año, ante Gaspar González de Candamo (AHA: caja
6.983, dos fols. sin numerar).Ya figura como testigo en el testamento del arquitecto Domingo de Mortera,
otorgado de manera cerrada, en Oviedo, a 17 de agosto de 1608; afirma tener 25 años, «poco más o menos»
(AHA: ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.007, fols. 523 y 530 r): por tanto, hubo de nacer alrededor de 1583.
47
AHA: Carpintería. El Hospital de La Balesquida. Pedro Alonso de los Candaedos. Fianza, ante Juan Morán
de la Rúa, caja 7.012, folios 91-92. El documento incluye las dos escrituras: la de remate y fianza, una
a continuación de la otra.
48
AHA: Escriptura entre Pedro Alonso de los Candanedos [sic] y Domingo de la Rroça, carpinteros, sobre la obra
de La Balesquida, ante Gaspar González de Candamo, caja 6.974, folio 64.
54
No fueron Juan de Posada y Gonzalo de Güemes, sin embargo, los oficiales que acabaron levantando la fábrica de cantería de la capilla de La Balesquida. No sabemos el porqué ni el cuándo, pero el responsable de ello
fue el maestro de cantería Juan de Cubas, otro trasmerano, vecino de Suesa
y residente en Oviedo. Lo más probable es que días después de la subasta,
Cubas ofertara a la cofradía un precio más bajo, quedando desechada la oferta
de Posada y Güemes. Y aunque no tenemos constancia documental de ello,
el hecho es que Cubas fue quien construyó y dio fin a la capilla.
Las condiciones de obra y el diseño por los que se siguieron los trabajos
eran de Gonzalo de Güemes. Aunque no se ha conservado el rasguño, el pliego de condiciones concreta muchos detalles del nuevo edificio. Se estipulaba
que la fachada debía ser de sillería por fuera, «ahorrada de manpostería por la
parte de dentro», y el resto de los muros, de mampostería enfoscada y revocada
(«apinçelar», dice el documento). Asimismo, los «esconçes y capialçados» (o sea,
las esquinas y los derrames de las puertas y ventanas) serían de piedra labrada y
toda ella de La Granda del Anillo. Se trata de una importante cantera, beneficiada desde finales del siglo xvi e inmediata a la ciudad, localizada en la ladera
suroccidental del barrio San Lázaro, al sur de Oviedo, en el camino real a Castilla49. El diseño de la fachada incluía dos portadas, hornacina para la imagen
titular y espadaña, así como una cornisa labrada («nicho y cornija y campanario», dice el documento). Hay una cláusula muy interesante, pues se requería
del maestro que se responsabilizara de la construcción de la capilla que, antes
de comprometerse, hiciese explícito al cliente que «le pareçe se puede rematar
y haçer la dicha obra». De lo expresado se deduce que el proyecto y diseños
de Güemes eran de un tipo y estilo arquitectónico (el clasicista) con el que
todavía no estaban familiarizados los maestros de cantería locales.
49
Me comenta el geólogo Manuel Gutiérrez Claverol, colega de esta Universidad de Oviedo y amigo balesquido, que los sillares utilizados en la actual capilla de La Balesquida también proceden de la cantera de
La Granda, donde se extrajeron calizas de la Formación Oviedo, del Cretácico Superior. Una característica
petrográfica identificativa sencilla es la tonalidad pardo-rojiza o vinácea que presenta la roca debido a la
presencia de óxidos de hierro. Muestras de este tipo de piedra son visibles en los exteriores de la capilla
de Santa María del Rey Casto (en la catedral) o en las fachadas de la iglesia de San Isidoro el Real o del
hotel de La Reconquista, entre otros edificios históricos. Por otro lado, esta cantera estuvo arrendada al
arquitecto Pedro Moñiz Somonte (1685/86-1758) en 1751, que, como es sabido de nuestros lectores,
erigió la actual capilla de La Balesquida, pero en 1725-1726. La capilla previa a esta se hizo, como estamos
narrando, en 1614-1615 y como también se determinaba que la fachada fuese de sillería, no me parece
descabellado afirmar que algunos de aquellos bloques primitivos pudieran haber sido aprovechados en
la fábrica barroca que levantó Muñiz Somonte. Véase Manuel Gutiérrez Claverol, Carlos Luque
Cabal y Luis Alberto Pando González, Canteras históricas de Oviedo: aportación al patrimonio arquitectónico,
Oviedo, Hércules Astur de Ediciones, 2012, págs. 152-163 y pássim.
55
De la primitiva capilla, sin duda más humilde y pequeña que la que ahora
se pretende construir, sabemos que tenía una reja de madera «que cae açia el
patio» del hospital. Sería esta, por tanto, la puerta y cancel de la capilla antigua y el altar, en consecuencia, se situaría a oriente (como canónicamente se
requería), es decir, donde ahora está la fachada y plaza de la Catedral. Pues
bien, allí se manda levantar una pared, la del testero de la nueva capilla, con
dos puertas flanqueado el muro del altar. Una de ellas (252 x 140 cm de luz),
aunque no se expresa, comunicaría con el patio del hospital, pues se dice que
ya existía y que ha de abrirse en el mismo sitio; la otra, más pequeña (196 x
84 cm), daba paso a la sacristía, un recinto nuevo, confinante con la calle de la
Fortaleza (actual del virrey Eusebio González Abascal) y de planta irregular,
de 3,36 x 2,52 metros de lado. La sacristía dispondría de una ventana y habría
otra en la nave de la capilla, enrejada, «para dar más luz al altar», abierta en «la
parez que cae a la calle que ba a la Fortaleça»; constan las dimensiones de esta
última: 140 x 84 centímetros de vano.
Sobre aquellas dos puertas interiores, «a plomo», se romperían sendas
ventanas de 84 x 42 centímetros, «con dos barras de yerro cada vna, por que
no se pueda entrar a dicha yglesia», lo cual indica que este muro quedaba
libre por fuera, dando frente al patio del hospital y al tejado de la sacristía.
El lienzo central del testero que quedaba entre ambas puertas era «donde
se a de poner el altar»; estaba previsto que allí se debía hacer un nicho donde
encajar el retablo para que no ocupase «tanto fuera de el grueso de la pared».
Además, el altar estaría realzado mediante dos gradas, «del alto que fuere
nesçesario y ancho conforme lo que conbiene para el retablo».
El documento prevenía incluso detalles técnicos, como la cimentación
de los muros mediante zapatas, o la calidad de los acabados, con un paramento en espejo para la fachada (sillar «bien labrado y escodado y trinchantado, a plomo y nibel») y proporciones de la argamasa: un tercio de cal y
dos de arena, «conforme se suele gastar en otros edeficios». Todos los muros
interiores de la capilla y sacristía debían quedar enlucidos, pues el sillar solo
se reservó para el hastial, cornisa, esquinas y rincones, y jambajes («esconçes
y capialçados»).
De madera tendría que ser toda la solería de la capilla y sacristía, y todos
los huecos (puertas y ventanas, tanto de los muros exteriores como interiores) llevarían sus puertas y postigos, todos de nogal. Igualmente, el maestro
debía cubrir «los poyos y asientos de la capilla con tablas», lo que nos indica
que hubo un banco de fábrica corrido por los muros. Muy interesante por
lo que a la tradición mudéjar y técnicas de la carpintería de lo blanco (o de
56
armar) conviene, es que sobre el altar, «todo lo que tomare la plana», iba «vn
çaquiçamí que tome nueue pies en quadro», o sea, un cuadrado de 252 centímetros de lado (6,36 metros cuadrados). Por zaquizamí (el término viene
del árabe), hoy día entendemos un desván o un chiribitil, un cuarto pequeño
y desacomodado. Pero entonces también significaba techo y Terreros lo define
como «artesonado o techo labrado y adornado con variedad de embutidos,
talla o molduras» 50.Y esto fue sin duda lo que se pretendía para ornar la cubierta del altar. Todos los materiales y clavazón iban por cuenta del carpintero; no así las tejas y la cerrajería que, al parecer fueron a cargo de la cofradía.
El trabajo debía estar acabado para el día de san Andrés (30 de noviembre) de
1614, es decir, un mes y medio más tarde que la fábrica de cantería.
En efecto, se preveía que la fábrica de cantería estuviera concluida de
aquí a tres meses, o sea, para mediados de octubre de 1614, pero este plazo
no se cumplió, pues un año más tarde, en julio de 1615, aun no se había
dado cima a la construcción. Ello dio pie a hacer una revisión de las condiciones de fábrica, debida, sin duda, a los defectos que se advirtieron mientras
se trabajaba y con el propósito de mejorar la estabilidad y el aspecto de la
capilla. El pliego de condiciones de la carpintería, que fue el primero que
se protocolizó (en 27 de julio de 1615), disponía, «más y allende» de lo que
se había acordado un año antes que, como se había de elevar la altura de los
muros 168 centímetros, en consecuencia, se tenían que desplazar también
los estribos y tirantes de la armadura de madera de la techumbre. Las tejas
seguían por cuenta de la congregación, y por la de los carpinteros, todos los
materiales de madera y clavos que se precisaran. Por el trabajo y materiales,
la cofradía se comprometió a pagar 36 ducados (396 reales) a los maestros 51.
Con este nuevo contrato, por tanto, quedaba invalidado el presupuesto del
primer remate de 48 ducados y el término de ejecución suscritos en 15 de
julio de 1614; pero no el compromiso adquirido con los carpinteros Pedro
Alonso de los Candaedos y Domingo de la Roza, que siguieron siendo los
responsables de ponerlo por obra.
Un mes más tarde, en 26 de agosto de 1615, se firmó la ampliación de
condiciones de los trabajos de cantería, en los que estaba empeñado el trasmerano Juan de Cubas. En el nuevo contrato se estipuló que el maestro tenía
50
Esteban de Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes
en las tres lenguas francesa, latina é italiana, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía,
mdcclxxxviii [1788], tomo III, pág. 847.
51
AHA: Contracto. La cofradía de la Balesquida. Pedro Alonso de los Candaedos, ante Juan Morán de la Rúa,
caja 7.013, folios 55-56.
57
que levantar unos 168 centímetros «la delantera que va haciendo de sillarería,
y la pared de la calexa y la otra pared de atrás seis pies en alto más de lo que
por el remate hecho»: la fachada, «toda de sillarería y las otras dos paredes, de
manpostería». O sea, que el recrecimiento afectó a todo el perímetro exterior
de la capilla, mientras en la cuarta pared, que era la medianera con la casa de
doña María Buelta, vivienda que se erigía en el solar que actualmente ocupa
la arruinada casa de Llanes, no «a de lebantar pared ninguna»: solo subir lo
correspondiente para asentar las vigas de la armadura de la cubierta.También
tuvo que rasgar dos ventanas que, aunque no se dice dónde, lo lógico es que
fueran en el muro de la epístola (el que cae a la calle del virrey González
Abascal), y las camas de las vigas viejas se tenían que rellenar y revocar la
paredes, sin que quedara huella alguna del primitivo nivel de las testas de los
muros y durmientes de la armadura 52. En consecuencia, se prorrogaron los
trabajos hasta el mes de octubre siguiente, percibiendo por ello 74 ducados, o
sea, 814 reales, «allende de los maravedises del primero remate», cantidad que
desconocemos, pero que deduciremos más adelante, pues, aquel que se hizo
con Juan de Posada y Gonzalo de Güemes en 2.200 reales, no tuvo efecto.
Este aumento de altura estaría motivado, quizás, por la conveniencia de
hacer útil el bajo cubierta. En efecto: el traslado del diploma fundacional de
la hermandad (del año 1232), por el que es conocido y a partir del cual se
hacen las reediciones, dice que la copia fue hecha por acuerdo de la cofradía
en el cabildo celebrado en 1 de agosto de 1724, «en el salón que se halla
debajo del techo de la ermita y capilla de Nuestra Señora de la Valesquida» 53.
Este salón, como la capilla de que vamos haciendo mérito, fueron demolidos
el año siguiente para construir la actual, como ya quedó dicho.
Ahora, todo fue de acuerdo con lo previsto, pues, en 21 de noviembre de
1615 se verificó la tasación de los trabajos de cantería de la capilla, que, por
acuerdo de ambas partes (Cofradía y Juan de Cubas), corrió por cuenta del
arquitecto Gonzalo de Güemes que, recordémoslo, había sido el artífice del
diseño. El documento detalla los incrementos y mejoras introducidos en el
proyecto, las condiciones iniciales y los incumplimientos del maestro: entre
ellos estaba no haber incrementado una cuarta (20,89 cm) la altura de «las
puertas de la calle» (las de la fachada) y la puerta del patio del hospital, ni haber puesto unas rejas de hierro en las ventanas que flanquean el altar mayor.
52
AHA: Contracto. La cofradía de la Balesquida. Joan de Cubas, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folio 49.
53
Canella, «Noticias de la antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de la Balesquida» [1915],
en Obras completas, II. Oviedo, 2011, págs. 918-919.
58
Pero también hizo algunas otras cosas que no estaban contempladas en las
capitulaciones, como una ventana sobre la calleja y otra sobre la calle; que las
dos ventanas del altar mencionadas tienen más luz y algunos detalles decorativos en la fachada, como marcar las impostas en los arcos del nicho y de
la espadaña, labrando las cornisas en piedra con un perfil cóncavo-convexo,
popularmente llamado de «papo de paloma» (o sea: una cima o gola recta, en
términos arquitectónicos), «más de lo questaua obligado en la traça». De tal
modo que, «pueden hir las vnas por las otras, sin que la cofradía y cofrades
della pidan cossa alguna por las dichas faltas ni el dicho Juan de Cubas por
las añadisiones que hizo en la dicha obra […], pueda pedir cossa alguna, y
baya lo vno por lo otro», sentenció Güemes.Y además advirtió que en las dos
puertas de la fachada y en la del patio, cuyo umbral estaba a ras del suelo, que
Juan de Cubas tendrá que poner peldaños de una cuarta de alto (20,89 cm)
que sirvan además de batiente para que «las aguas llobedisas» o de arroyada,
no entren en la capilla. También recomendó rasgar las dos ventanas sobre la
calle (la actual del virrey González Abascal) para que queden a nivel del suelo
de la tribuna, «lo qual se ará después de hecho el coro […] para que quede a
nibel del suelo y tablado del coro»; enlucir la caja y bóveda de la hornacina
de la fachada (acaso, con labores de yeso), cerrar los mechinales y agujeros de
los muros por fuera, y enfoscar y revocar la pared del altar mayor, «que todo
esto se puede haçer con sesenta reales, pocos más v menos» 54.
Por último, de 2 de diciembre de 1615 hay otro documento notarial
relacionado con la nueva capilla: se trata de una carta de obligación que
Toribio Fernández del Piquero, mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Balesquida, otorgó a favor de Juan de Cubas, comprometiéndose
a pagarle 300 reales que, a título particular, le quedó a deber, resto de los
2.647 que hubo por su trabajo. El plazo vencía el día de Pascua Florida de
1616 55. En cambio, aquel mismo día el cantero había otorgado carta de pago
por el importe total (como se declara en el propio instrumento), pero no se
conserva esta escritura en el protocolo de escrituras del escribano. Sumando
los importes del contrato inicial de 15 de julio de 1614 con Juan de Posada (2.200 reales) a los 814 de la escritura adicional de 27 de julio del año
siguiente (suscrita ya con el maestro Cubas) y los 60 reales del exceso en el
precio de la tasación final, montan 3.074 reales; es decir, 427 reales más de
los que finalmente percibió Juan de Cubas. Ello indica que Juan de Cubas,
54
AHA: La Balesquida. Declaraçión de Gonzalo de Güemez, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folios 45-46.
55
AHA: Para Joan de Cuuas, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folio 660. Es una carta pre impresa.
59
para quedarse con la fábrica de cantería de la capilla hizo una rebaja bastante
sensible, desde los 2.200 en que la puso Juan de Posada, hasta los 1.773 reales.
Esta oferta (de la que no tenemos constancia documental) se hizo fuera de
plazo, una vez formalizado el remate del 15 de julio de 1614.
Pero ¿qué aspecto tuvo aquella capilla de 1615?
Los documentos manejados, como se ha podido ver, son muy precisos en
detallar las calidades y acabados, las magnitudes de puertas y ventas, y los plazos de vencimiento para la entrega de las obras, pero no describen la capilla,
porque las condiciones de fábrica siempre remiten al dibujo de «vna planta
y alçado que hiço Gonzalo de Güemez», que no se ha conservado. Por tanto,
cualquier reconstrucción de aquella resulta especulativa y hay que hacerla
hilvanando muchos datos dispersos. De cualquier modo, lo que parece claro
es que era bastante más pequeña que la actual. En las condiciones del remate
de los trabajos de cantería, hay un dato concluyente: refiriéndose a la fábrica
de la sacristía se anota que las paredes tendrán «nueue pies de ancho a vna
mano y doçe a la otra, ques el ancho de la yglesia». Doce pies equivalen a
3,36 metros, de lo que resulta un espacio muy menguado. También conocemos la anchura del altar por las dimensiones del zaquizamí: «nueue pies en
quadro», es decir, 2,52 metros de lado, lo que deja unos 84 centímetros de
pared libre que, precisamente, son los que según las condiciones debía tener
de anchura la puerta de la sacristía («tres pies de ancho»). La planta, sin duda,
sería rectangular y la fachada, perpendicular al muro de la epístola, sin el peculiar chaflán que hoy tiene que, como recordaran nuestros lectores, se hizo
con motivo de la reforma de 1875.
La fachada, levantada con sillares de piedra, hubo de tener un noble y sencillo aspecto.Tuvo espadaña (supongo que de un solo ojo) y hornacina para la
imagen titular, Nuestra Señora de la Expectación, y dos portadas, suponemos
que distribuidas simétricamente; por tanto, un poco diferente, a la del Hospital
y capilla de La Magdalena en Oviedo, del mismo arquitecto y que aun subsiste.
Una de ellas, la de nuestra derecha, se deduce que fuese el acceso a la capilla; la
otra puerta, aunque no se dice, supongo que daría servicio al hospital, a través
de un pasillo que comunicaría con el patio, espacio al que sí se alude en las
condiciones y en la «declaraçión» de Gonzalo de Güemes, y que ya existía,
pues, desde la antigua capilla medieval había comunicación con él mediante
una puerta practicada en el lado del evangelio, que se mantuvo en la nueva
fábrica («y a de haçer dos puertas del tamaño que están traçadas en la planta:
60
la vna, donde está aora la questá hecha», leemos en las condiciones con que se
puso a remate la obra de cantería en 15 de julio de 1614).
La nave estuvo iluminada por dos ventanas (una, inmediata al altar mayor,
para darle luz, y otra, en el cuerpo de ella), abiertas en el muro septentrional,
el del lado de la epístola, que daba a la calle de la Fortaleza (luego de Porlier,
y ahora del virrey González Abascal).Tuvo también, al parecer, un banco corrido por las paredes de la nave, porque entre las condiciones que se pusieron
al carpintero en el primer remate (15 de julio de 1614), estaba la de aprovechar las tablas del poyo de la vieja capilla y que hiciera las que faltasen.Y un
coro a los pies y tribuna en la nave (al menos, en el lado de la epístola), cuyo
piso corría a la altura del nivel inferior de las ventanas dichas. De la cubierta,
como no se dice nada en las condiciones de cantería, no debía ser de fábrica, sino de armadura vista o con piso de tabicas, pero ignoramos las aguas o
vertientes; eso sí: al menos en 1724, la cubierta generaba un desván que fue
el salón de juntas de la Cofradía. Asimismo, el suelo de la capilla y sacristía
tuvo solería de tabla. Todo ello daría como resultado un ambiente muy abigarrado pero diáfano, que el amueblamiento de retablos, imágenes, tronos y
ornamentos (lámparas, frontales y estandartes), plata, insignias y cera daría un
aspecto suntuoso y lucido, acorde con el ceremonial litúrgico del catolicismo
contrarreformista. Fue este sencillo recinto para el que a mediados del siglo
xvii se hizo el cuerpo de gloria del interesante retablo que todavía preside el
presbiterio de la capilla.
Los únicos ejemplos que podemos aportar para ilustrar el aspecto que
pudo tener aquella fachada de La Balesquida son los de la capilla de La Magdalena en Oviedo y el de La Barquera en Gijón que, aunque desaparecida,
acaso fue el mejor trabajo del arquitecto Güemes Bracamonte en este tipo
de obras, atendiendo a sus dimensiones y monumentalidad.
La capilla y hospital de La Magdalena en Oviedo, reedificados en 16101611, son un trabajo documentado de Güemes 56, cuyo hastial no se diferenciaría mucho del de la capilla de La Balesquida, porque como esta, el de la
Magdalena tiene fábrica de sillares, doble portada, hornacina para la imagen,
cornisa y también consta que tuvo espadaña. Y teniendo el cuenta la fecha
de realización (1610-1611), este modelo, sin duda, estaría presente en el designio de los cofrades de La Balesquida cuando decidieron renovar la sede
canónica de la hermandad de los alfayates.
56
Kawamura, «El hospital de la Magdalena de Oviedo», 2009, págs. 9-23. El mantenimiento del hospital,
culto y cofradía dependía del gremio de carniceros de la ciudad.
61
La capilla de La Barquera, erigida por Gonzalo de Güemes en 1626-1628; copia fotográfica (130 × 90 mm) de un diseño para estampar del litógrafo gijonés Nemesio Martínez
Sienra (1847-1916). Se reproduce por cortesía de la Fundación Alvargonzález (Gijón).
La fachada original de la capilla y hospital de la Magdalena (que experimentó una modificación en el vuelo de su alero y la reforma del campanario
en 1877 57, y que finalmente, demolidos los viejos locales y habilitado el solar
para viviendas, capilla y salón parroquial de San Isidoro el Real, fue recrecida
57
AMO: Policía urbana, legajo 37, documento 70. En 1929-1932, la capilla y hospital estaban en evidente
estado de ruina. El Ayuntamiento, oído el informe del arquitecto municipal, don Enrique Rodríguez
Bustelo, acordó su demolición en caso de que la cofradía no acometiera de inmediato la reedificación.
Una de las propuestas (hecha por el concejal don Antero Coronas en 1929) fue que el Ayuntamiento
expropiara el inmueble y que su solar sirviera para aumentar el Mercado de la Plaza del Fontán y comunicar la calle del Fierro con la de la Magdalena (AMO: Policía urbana, legajo número 7, documento
10). Conjurado el peligro de desaparición, en 1939 se procedió a reparar «desconchados en techos y
paredes, pintar y retejar» la casa número 9 de la calle del Fierro (capilla de la Magdalena), afectada,
como indica el mayordomo y propietario de la «casa-capilla», por «consecuencia de la Guerra» (AMO:
Policía urbana, legajo 57, documento 34).
62
Fachada de la capilla y hospital de La Magdalena, en Oviedo. Fotografía del arquitecto don Manuel Calvete
Llamas, 1979 (Archivo Municipal de Oviedo: expediente núm. 1.094/79). Construida en 1610-1611 por
Gonzalo de Güemes, podría guardar mucha semejanza con la de la desaparecida capilla de La Balesquida:
como esta, la de la Magdalena tiene dos portadas, nicho para la imagen titular, impostas y también tuvo
espadaña; además, todo el paramento es de sillería.
63
en 1979-1982 con dos pisos retranqueados sobre la calle de su nombre)58,
subsiste en la calle de La Magdalena, antiguamente llamada de la Puerta
Nueva, y muestra el tipo de construcción y estilo imperantes en la arquitectura española del primer tercio del siglo xvii. El empleo de sillares labrados
en espejo y la sobriedad de los detalles ornamentales, reducidos a molduras
de impostas de filete o listel y cornisas en caveto o cuarto bocel, y a enmarcaciones de puertas y ventanas con resaltes planos, derivan y son característicos
del lenguaje sobrio y de la seducción por la línea y los ángulos rectos, y la
geometría cúbica que Juan de Herrera (1530-1597), el arquitecto del Real
Monasterio del Escorial (1563-1586), impuso en la arquitectura española de
los reinados de Felipe II y de su sucesor, Felipe III. Una excelente muestra de
este estilo denominado clasicismo es el Ayuntamiento de Oviedo, construido
por Juan de Naveda en 1621-1633, como quedó dicho.
58
Por entonces, el inmueble ya era propiedad del arzobispado de Oviedo. Se trata del derribo de los
números 9 y 11 de la calle del Fierro (tres locales comerciales), y 10 de la calle de La Magdalena (propiamente, el frente de la capilla) para construir un edificio de seis viviendas, salón parroquial y capilla.
El arquitecto fue don Manuel Calvete Llamas (AMO: Licencias, legajo 351, documento 1, expediente
núm. 1.094/79).
64
COSAS DEL CAMPO,
PRADO DE LA FIESTA DE LA BALESQUIDA
carmen ruiz-tilve arias
Cronista Oficial de Oviedo
Uno de los lugares más importante de Oviedo hasta últimos del siglo
xix fue el convento de San Francisco, extramuros, que había perdido su dedicación religiosa y vivía horas bajas, porque esta ciudad siempre fue ingrata
con los edificios venidos a menos y suele querer para ellos la piqueta, como
ocurrió en este caso. Desaparecido el edificio para hacer en su solar el palacio
de la Diputación, de aire bien distinto, se salvó el Campo, que, reducido en
su tamaño como consecuencia de la urbanización de las calles Uría,Toreno y
Santa Cruz, sigue siendo, afortunadamente, nuestro corazón verde.
Del bosque al parque
Durante el siglo xix, venida a menos la fundación franciscana y convertido el convento en hospital, el Campo pierde mucho de su sentido como
huerta de los frailes pero sigue siendo lugar preferido por los ovetenses, que
lo eligen para todo tipo de acontecimientos. A fines de siglo, el gran espacio
se reduce a sus límites actuales, bordeando con lo que pasó a ser el paseo de
Los Álamos la nueva calle de Uría. Se traza la salida a Galicia por la calle de
Toreno y, en 1886, se proyecta Santa Cruz. Mucho antes, en 1607, se había
abierto la carrera que luego se llamó de El Bombé, que al principio era mucho más corta que ahora.
Durante el siglo xix, El Bombé, llamado también La Sala, se ornamentó
con bancos, entre los que se plantaron unas feas jardineras, como cubos de
piedra, que se retiraron pronto. También se edificó el murete de piedra que
delimita lo escalonado del terreno, hacia el paseo de los Curas y Santa Susa65
na, construcción que, aunque mutilada, se conserva. Se animó el lugar con
el quiosco de la música, bajo el cual había un refugio para los guardas, que
ya los había. Con tanta ornamentación, el lugar pasó a ser el preferido de la
buena sociedad ovetense, con buen tiempo. Allí se paseaba, disfrutando de
espacio bien distinto de las viejas calles de Cimadevilla y Rúa, por donde
seguían paseando las gentes de condición modesta. Más tarde, hecho ya el
paseo de Los Álamos, que bordeaba la nueva Uría, allí se trasladó, por muchos años, el paseo.
A últimos del siglo xix el Ayuntamiento de Oviedo toma mucho interés
por el Campo, haciendo de él, que no pierde el encanto de viejo bosque, un
parque como el de otras ciudades españolas y europeas. Se hace un jardín
botánico, mejorando el proyectado en el siglo xviii, y la zona pantanosa que
había en su centro se convierte en un lago, que, aunque reducido, continúa.
Las aguas del Campo habían sido siempre fuente de problemas, pues a lo
pantanoso de parte de su suelo, como ocurría en otras zonas de la ciudad, se
añadía lo inclinado del terreno, siempre en declive, y lo lluvioso del clima,
lo que suponía un permanente peligro para los parterres ajardinados que allí
florecían. Las fuentes, más abundantes que las actuales, suponen otro elemento ornamental y ya está la de Las Ranas, al final de El Bombé.
El bosque natural que forma desde siempre el Campo se planta tradicionalmente de muy variadas especies, autóctonas unas, exóticas otras. Robles,
castaños, negrillos, son los árboles más numerosos entre los tradicionales.
No es disparatado suponer que el viejo carbayón, que cobijaba y cobija con
su sombra a todos los ovetenses, que llevamos su nombre, fuese uno de los
árboles del primitivo Campo. Cuando se taló, en beneficio de la nueva calle,
en 1879, se calculó que su gran corpachón, de treinta metros de altura y
más de diez metros de circunferencia en su tronco, tendría seiscientos años.
Por entonces, a buen seguro, el gran bosque sería frondoso hasta allí. Pero el
Carbayón no es el único árbol perdido.
Había en pleno Campo un negrillo enorme, entre otros muchos, que
tenía encadenado su tronco para evitar que se desgajaran las dos ramas que
de él habían surgido. Un huracán, en 1865, lo derribó. Cerca del paseo de
Los Álamos había también dos viejos robles que se hicieron famosos durante la francesada, por ser allí donde ataban a los detenidos, en 1808. Durante
el xix se plantan las dos grandes hileras de castaños de indias que bordean
El Bombé.
Canella, enamorado del Campo, propone en 1887 «cerrar el parque de
Oviedo con verja de hierro, sobre zócalo de piedra, con puertas y entradas
66
monumentales en sus principales avenidas, siendo tal vez un medio para esta
obra el concierto con fábricas de fundición, a las que se abone en plazos la
verja, y pudiendo ser un recurso el arriendo temporal de parte del jardín
botánico, donde una empresa construyera un reservado durante algunos años
para conciertos, funciones teatrales y otros espectáculos» .
De frailes y estudiantes
En un espacio tan viejo como el Campo San Francisco, tan unido a la ciudad, primero como bosque cercano y ahora como pulmón, en su mismo centro,
no podían faltar algunas curiosidades, legendarias al menos, históricas no pocas,
que nos hablen de su larga vida unida a la de los ovetenses. Siendo San Francisco
su fundador, o al menos aquel que quiso sacralizar el lugar con un espacio para
la devoción, no podía faltar una leyenda relacionada con los animales, amigos
inseparables del fraile de Asís. Cuentan, o contaban, que cuando el santo llegó
aquí, paró poco, urgido por llegar a Santiago, final de su peregrinación. Dejó
aquí a su compañero fray Pedro Compadre, encargado de la fundación ovetense, y siguió viaje, a través del mismo Campo, hacia el camino de Galicia. Había
por allí unos pájaros, muy frecuentes, con su blanca pechuga, que revoloteaban
alrededor del santo limpiando con su pico la sangre que brotaba de sus pies
cansados de tanto viaje, calzados sólo con sandalias. Por eso, desde entonces, los
raitanes, tan frecuentes en el campo asturiano, tienen la pechuga de color rojo.
Cuenta también la tradición local cómo en el 1564, edificado ya el convento, hubo en Oviedo un invierno muy frío y dos de los frailes que en él
habitaban, fray Cristóbal y fray Diego de Nora, tuvieron la idea de salir al
Campo a cortar árboles para calentarse en el helado convento. Sólo sacrificaban los viejos, pero los ovetenses que los vieron talar el querido bosque se
llegaron a ellos y no les permitieron retirar la leña. Los frailes, arrepentidos,
prometieron a la ciudad no volver a talar y reponer el bosque, cosa que se
hizo, a lo largo del siglo xvi, plantando castaños, negrillos y encinas.
En el siglo xvii, ya frondoso el Campo, se quiso hacer en él una carretera,
adornada con una fuente, y al cavar para instalarla, surgió un reguero sobre el
que se hizo un puentecillo. Parte de este reguero, que corría hacia el actual
estanque, era todavía visible no hace muchos años.
Los franciscanos, caritativos por excelencia, socorrían con la tradicional
sopa a los estudiantes que a sus puertas acudían, tal como nos cuenta un
peregrino pícaro, Manier de Noyón, que la probó en 1726. Cuenta que,
viniendo de Grado, «está la iglesia franciscana a mano derecha, antes de en67
trar en la ciudad, y que a las tres dan sopa, bacalao y pan». La sopa y el resto
de la pitanza habían sido tradicionalmente para los peregrinos, a los que se
unen los estudiantes, especialmente los que estudian los textos de Escoto. La
Universidad se había establecido desde 1608 en la misma calle del Campo,
camino de la catedral del Salvador. También se cuenta que los estudiantes
hacían tiempo esperando el refrigerio de los franciscanos reuniéndose debajo
del Carbayón, todavía unido al Campo. Más tarde el reparto de comida se
hacía en el Hospicio, edificado en uno de los extremos del propio Campo. La
ceremonia de la comida estudiantil debía suponer cierta bulla en la zona, ya
que parece que los estudiantes guardaban las perolas en algún lugar del campo de la Lana, quizás en un hórreo de los que allí había, y venían haciéndolas
sonar hasta la puerta del convento. Se colocaban en fila, según su antigüedad
como estudiantes, y cantaban coplillas como esta:
Las armas del estudiante
yo te diré cual son
la sotana y el manteo,
la cuchara y el perol…
La iglesia de San Francisco se caracterizaba por ser cobijo de los sepulcros
de gentes principales. Entre ellos había uno que tenía en su capilla la siguiente
inscripción: «Este panteón es de los excelentísimos señores marqueses de Valdecarzana cuya casa ofrece el día de difuntos cada año cuatro anegas y media
de pan; se le canta la misa mayor y dos responsos, uno en el sepulcro del medio
de la iglesia y otro en éste para la que baja la comunidad y al tiempo de empezarlos a cantar los criados de la casa solamente, sin preceder cruz ni otra exterioridad, introducen una vaca viva que permanece arrimada mientras se canta».
Convertida ya la iglesia, después del período de abandono que siguió a
la desamortización, en hospital de pobres, se abre en uno de sus extremos la
calle de Fruela I, que unía la calle de Uría con la parte vieja de la ciudad y la
zona del mercado de El Fontán. En 1877 se construye un muro que separa la
huerta del hospital de la calle y allí, en los días de mercado, jueves y domingos, se instalaban los puestos de pliegos de cordel, y los vendedores de este
tipo de literatura popular salmodiaban sus historias.
Talado el Carbayón, en la misma época, con parte de su madera se hace
un templete en la zona alta del estanque, actualmente desaparecido. También
por allí cerca había, desde los tiempos de las peregrinaciones medievales, un
crucero, del que sólo se conserva la noticia.
68
Campo San Francisco, bien amado
El Campo San Francisco, espacio bien amado por los ovetenses, no sólo
fue espacio para el juego, el paseo y el amor. Sus viejos árboles conocen también historias de violencia. En tiempos, el patíbulo había estado en la calle de
la Picota, en la zona que actualmente ocupa la plaza de Riego. De allí pasó
a la plaza de la Villa y, por fin, tan siniestro artefacto se plantó en el Campo,
en la parte baja, cerca del estanque, en el lugar que más tarde, curiosamente,
ocupó la rosaleda (desaparecida, como tantas otras cosas).
También fue el Campo escenario de la violencia de 1808. El 9 de mayo
llegan a Oviedo las noticias de los acontecimientos del día 2 en Madrid y los
ánimos se soliviantan, especialmente cuando llegan a la ciudad los emisarios
del bando francés, que acaban por ser encarcelados en la Fortaleza y conducidos, ante el temor de una escapatoria, que realmente estaba preparada,
al Campo, donde se les ata a unos grandes robles. Son Fitzgerald, Ladrón de
Guevara, el conde del Pinar y el poeta Meléndez Valdés. Cuando la violencia
llegaba a la máxima tensión, tanto por parte de los soldados del regimiento
de Castropol como por los ovetenses soliviantados, aparece por la calle del
Campo, desde la catedral, una procesión, encabezada por el canónigo Ahumada, que portaba el Santísimo, al que acompañaban muchos sacerdotes a los
que se unen los franciscanos. Aquello logra romper la tensión del momento
y los prisioneros se salvan.
Violencia hubo también, desgraciadamente, en la guerra del 36. El Campo,
que tanto ha vivido, sigue siendo en la actualidad la finca particular de todos y
cada uno de los ovetenses.Ya no está allí el famoso jardín botánico, ni siquiera
el espacio que ocupaba. Ya no está la Escuela del Bosque, en el espacio que
ahora ocupa el edificio de la Granja, que también cambió varias veces de función. Falta el parque zoológico, el palomar, Petra y Perico, pero queda el mismo
Campo, con su espíritu inquebrantable, que quizás se esconda ahora, como
buen asturiano que es, en la fuente de Las Ranas o en la del Caracol.
69
70
DOS TESTIMONIOS DE ADMIRACIÓN
HACIA NUESTRA HISTORIA
leopoldo tolivar alas
Bien conocido y señalado es que doña Velasquita Giráldez y Giovanni
di Pietro Bernardone, el gran santo de Asís, fueron coetáneos. No voy a caer
en la reiteración de lo que es casi un lugar común ni a incurrir en paralelismos históricos rayanos en el plagio, por común que este sea en la historiografía local. Pero antes de recalar en la vivencia en la que se basa esta breve
aportación, me limito a recordar que san Francisco nació, posiblemente, en
1182 y falleció en 1226, sobreviviendo diez años a fray Pedro el Compadre
con quien, supuestamente hacia 1214, habría visitado Oviedo como, entre
otros, afirmara Tirso de Avilés. El profesor Fernández Conde, con rigurosas
herramientas históricas, sitúa la llegada de los franciscanos a Oviedo entre
1230 y 1240, poco después de la muerte del fundador de la orden, y unos
treinta años después a Avilés, donde hace pocos años se realizaron pruebas
con Carbono 14.
Pero cuando una leyenda está viva deja casi en segundo plano lo realmente sucedido en un pretérito tan lejano, de la misma manera que la devoción
no se sujeta a la estricta veracidad histórica. Y en ese sentido, partiendo de
que doña Balesquida, la nuestra, no solo vivió y murió en Oviedo y fue una
gran benefactora, especialmente del gremio de los sastres y persona piadosa,
de la que se tiene noticia ya en 1212, dos años antes de la supuesta venida de
san Francisco y cincelado está el año de su muerte, en 1234 (1270 de la Era
Hispánica, que partía del 38 a. de C.), es tentador echar la imaginación a volar
y figurarse un encuentro del autor del Cántico de las criaturas con las fuerzas
vivas de Oviedo, incluida nuestra secular benefactora. Para gozo, además, de
los alfayates ovetenses, dada la sabiduría de san Francisco en las cosas del siglo
relacionadas con los paños finos.
71
El hecho (y entro en materia) es que los ovetenses, como los asturianos
en general, aunque apegados a nuestra cosas o no somos conscientes de su
extraordinaria singularidad o no sabemos exportar nuestra riqueza histórica
y cultural. Y no hace falta hablar de política ni de comparaciones odiosas. Y
resumo ya dos sucedidos con más de un cuarto de siglo de distancia temporal.
El primero se remonta, creo, a 1989 aunque el año es lo de menos. Visitaba la ciudad un profesor italiano al que había conocido en su país y tuve
el placer de acompañarle a los lugares obligados de la ciudad y su entorno.
Hombre sumamente culto y de gran raffinatezza quedó fascinado (literalmente, rendido) ante los muros policromados de Santullano y veramente
commosso ante el Cristo románico, suspendido en el aire. Aquel sabio trasalpino, que pese a la disciplina árida que cultivaba atesoraba una vena mística,
tras inclinarse ante la imagen me dijo que nunca había entendido tan bien,
en su corazón, el versículo de san Juan (3, 14): «Y como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado».Yo, menos sensible y más prosaico, tardé en comprender la profundidad
teológica y estética de aquel comentario que, cada vez que vuelvo por San
Julián de los Prados (felizmente ya en los circuitos turísticos), me viene a la
mente. Luego me preguntó la datación del crucificado y le dije (no soy experto) que creía que era de finales del siglo xii. Inmediatamente, relacionó
la época con san Francisco de Asís.
— Cierto, asentí, a la vez que le preguntaba si lo decía por algo en especial.
— Porque soy de Perugia, en la Umbría, en la misma provincia donde
está Asís, me aclaró.
Esa declaración de pertenencia me dio pie a contarle la historia del desaparecido convento franciscano de Oviedo; de la razón del nombre de nuestro Campo, tan vinculado a las celebraciones profanas o menos de la Cofradía
y de la leyenda, o más, de la visita fundacional del santo a Oviedo.
— Entonces, razonó, por la época de la visita, ¡san Francisco pudo postrarse ante este Cristo!
Ya no supe qué decir ante aquella emoción desbordada. O, mejor dicho,
aproveché que el terreno estaba abonado para hablarle de la Balesquida y de
aquella capilla minúscula, por delante de la que ya habíamos pasado y a la que, de
inmediato, me pidió volver, Foncalada y la Gascona arriba, como es preceptivo.
Tomó nota de todo lo poco que yo sabía y sé del asunto pero, sobre todo,
de la coincidencia contemporánea entre la benefactora residente y el místico
visitante. Aquello le interesó más, desde luego, que algunos hitos imprescindibles de la ciudad.Y la ficción de un encuentro entre los personajes le pare72
ció más fascinante que el legendario abrazo o el sueño común de su paisano
y santo Domingo de Guzmán, cuyo convento tantas veces visité en Bolonia.
Hace pocos meses (y es el segundo sucedido) hice de cicerone a una
ilustre profesora sevillana. De camino hacia la catedral, reparó en la lápida
exterior de nuestra capilla e inmediatamente advirtió que aquel edificio no
era, ni de lejos, del siglo xiii. Aclarado que del hospital original a lo sumo
quedaba una pequeña talla de Virgen con Niño y que el edificio actual es del
xviii, aunque remodelado en el año de la Constitución canovista, se interesó
por la historia de la Cofradía que le pareció fascinante. ¡A una sevillana! No
se explicaba cómo La Balesquida no era de conocimiento general en toda
España, por los siglos y por su singularidad civil, ahora por cierto cuestionada y que puede acabar bajo la égida del ordinario del lugar, franciscano,
curiosamente, en estos momentos.
Mi buen amigo Antonio Masip ha escrito en esta revista sobre el célebre incendio de 1521, originado en la calle Cimadevilla. Posiblemente
los vecinos del Oviedo de entonces, no pocos de ellos cofrades, disintieran
radicalmente de los versos compuestos trescientos años antes por el Santo
de la Umbría:
Mi Señor, sé alabado por el hermano fuego,
mediante el que las noches iluminas;
bello y alegre; vigoroso y fuerte.
73
74
75
76
ESTUDIOS SOBRE ASTURIAS
ENDEMONIADOS EN EL OVIEDO DEL SIGLO XVII
Y ALGÚN APUNTE SOBRE LA HISTORIA DEL
DEMONIO EN ASTURIAS
miguel ángel de blas cortina
El demonio y sus acólitos cuentan con remota presencia en el universo religioso judeocristiano. Aludidos ya por escrito en algunos de los libros
apócrifos judíos y también en los manuscritos del Mar Muerto, vuelven a
figurar, no sin considerables cambios formales, en el Nuevo Testamento en el
que se nos presenta a Dios enfrentado a Satanás y sus temibles hordas. De esa
guerra permanente y sin tregua menudean las referencias en los Evangelios,
los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de san Pablo o el Apocalipsis, pero
en todos esos nuevos textos religiosos el conflicto se materializaba ya entre
Cristo y el Diablo. En términos espaciales el reino de la cristiandad es el de la
luz y de la bienaventuranza; el de Satanás el de los poderes de las tinieblas con
sus fuerzas empeñadas con toda su inalterable energía en frenar la expansión
de los seguidores de Cristo.
En la configuración de ángeles y demonios, estos últimos al cabo ángeles
caídos, se iría afirmando su sustancia exclusivamente espiritual lo que no
impidió que estuvieran organizados en una estricta jerarquía, defendida tal
naturaleza en el siglo v por el teólogo y místico bizantino Pseudo-Dionisio
autor de La Jerarquía celestial, obra que largo tiempo más tarde, en el siglo ix,
sería traducida al latín, difundiéndose por Europa y aceptada por los escolásticos con santo Tomás de Aquino a la cabeza quien en el siglo xiii asentó
como doctrina católica romana la señalada espiritualidad de ángeles y diablos.
Sin embargo, tal calidad inmaterial no habría de estorbar que los demonios fueran capaces de adoptar formas corporales. En el mismo siglo v
defendería san Jerónimo la facultad transformista de los diablos de forma que
pudieran ser vistos, sentidos y oídos por los humanos. A partir de esa acep79
El demonio, con la forma de un dragón, ante santa Marina. Tabla de Pedro de Mayorga (el Maestro de
Palanquinos) hacia 1500. Cortesía del Museo de Bellas Artes de Asturias.
80
tación, la de los demonios tangibles, brotarían los relatos y creencias llegados
hasta nuestros días con ejemplos tan característicos como el recogido en el
siglo vii por el papa Gregorio Magno, en sus Dialogui (lib. III, cap. vii), el
de un diablo bastante activo, y más bien picarón, que habría inducido a un
obispo a palmear con dulzura indebida a una monja.
Desde entonces la actuación del ejército de ángeles del mal sería constante, convertidos ya en seres poderosos y temibles, interviniendo en la vida
de los cristianos y, con mayor empeño, en la de los más virtuosos y por ello
más firmes defensores del reino de Cristo. Los más piadosos serán así el objetivo preferente de las tentaciones y acosos demoníacos. De esa asechanza y de
sus consecuencias trató largamente Richalmo, abad de Schönthal, Württembergen, en su obra de explícito título Liber Revelationum et insidiis et versutiis
daemonum adversus homines, datada en 1270.
Para el demonólogo Richalmo los ataques y asechanzas de los ángeles
negros son tantos que solo la protección divina permitiría supervivir a los
hombres. Definitivamente omnipresente, la turba infernal llevaba a los monjes observados por nuestro informante renano a comportarse de forma indecorosa e irreverente, viéndose él mismo en alguna ocasión obligado a salir
de la iglesia para vomitar la hostia recibida en la comunión. A veces, con el
comprensible escarnio escatológico, provocaban al abad flatulencias inoportunas; también eran responsables los diablejos de injustificadas somnolencias
en los actos litúrgicos, o del canto desafinado de los monjes en el coro.
Son de ese tono, y aún bastante más atroces, los maltratos luciferinos sufridos por Michaela de Aguirre (1603-1677), monja alavesa a la que Satanás daba
«manotadas» pesadas y crueles. En otras ocasiones eran dos los demonios que
puestos respectivamente en la cabecera y pies de su cama, tiraban de ella cada
uno hacia sí, dislocándole los huesos de manera que siendo mujer de pequeña
estatura «la dexaban larga». Pero estos no eran más que parte de la inspirada
variedad de los sufrimientos padecidos por la religiosa de Vitoria, y no los más
duros cuando en ocasiones aquellos agentes del averno le atravesaban pies y
manos con duros clavos, la hacían tragar brasas o la arrojaban con gran violencia de un tránsito al otro del convento, vuelo asombroso que a veces transcurría públicamente. En fin, es inimaginable cómo pudo sobrevivir a tanta violencia la atormentada Aguirre; también resulta pasmosa la pertinaz dedicación
de los demonios. Fuere de una u otra manera, lo cierto es que tales sucesos
contaron con fijación por escrito, en esta ocasión en los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas de Serrano y Sainz que viera la luz en Madrid en
1905 y en los que bebería Caro Baroja para la redacción de Las formas comple81
jas de la vida religiosa, publicado
en 1978, obra de gran aliento
que ofrece bastantes sucesos de
visiones diabólicas, tomadas de
las biografías y autobiografías de
monjes o mujeres con fama de
santidad. No es así de extrañar
en tan extenuante convivencia
entre diablos y humanos que el
mismo san Juan de la Cruz se
viera en el trance de plantarle cara al diablejo que poseía a
la monja que de repente, y sin
conocimientos previos, podía
hablar todas las lenguas y sabía
todas las artes, pudiendo con tan
extrahumana inspiración discutir sobre temas teológicos con
los más sabios varones.
La época del místico abuReligioso expulsando a los demonios. Grabado del
lense
no era, por otra parte, fácil
siglo xviii.
para quienes sufrían la acusación
de tener voluntario entendimiento con Satán. No fue excepcional por ello la
ejecución en Europa de personas acusadas de pacto diabólico, circunstancia
imaginaria pero de consecuencias cruentas que solamente en el sur de Alemania
provocaría, según H. C. Erik Midelfort, 1.256 muertes entre 1562 y 1684, siendo mujeres el 80 % del total de las víctimas acusadas entonces de brujería (Witch
Hunting in Southwetern Germany, Stanford University Press, 1972). En contra de
lo que suele creerse, tal clase de delirios alcanzaron menor virulencia al sur de
los pirineos, aunque algunos hechos levantaran grandes ecos y temores como,
en el mismo marco temporal, el conocido Auto de Fe multitudinario celebrado
en Logroño los días 6 y 7 de noviembre de 1610, acontecimiento de enorme
boato del que dio debida y crítica cuenta Leandro Fernández de Moratín (Biblioteca de Autores Españoles, 1944).
Desde luego fue el xvii un siglo terrible en el que pereció un tercio de
la población global no siendo por ello de extrañar el título del libro que a
esa centuria dedicara recientemente G. Parker, El siglo maldito: clima, guerras y
catástrofes… Sirva como orientación de la dureza de los hechos el que entre
82
El demonio monstruoso, mezcla de atributos humanos y animales, con una segunda cara situada en el vientre, tienta a Cristo. Retablo mayor de la catedral de Oviedo, 1512-1529 (Archivo Fotográfico del RIDEA).
83
1647 y 1652 murieran en España a causa de la «gran peste» unas 500.000
personas, estimándose en 1.250.000 las vidas perdidas por el mismo mal a lo
largo de siglo. En palabras de John Lynch, el «espectro de la muerte recorría
la España del xvii», entonces inmersa en una guerra casi permanente con sus
escenarios sangrientos en los Países Bajos, Alemania, Italia y la frontera francesa, además de los conflictos en Cataluña y Portugal. Fueron, en consecuencia, al menos 300.000 los combatientes españoles muertos en tanto combate,
con la mayor tasa de víctimas en el período 1635-1659. Además la guerra
propiciaba la malnutrición y toda clase de enfermedades, la devastación de
los campos, la confiscación del ganado, el reclutamiento de los campesinos
y, de modo tan consecuente como inevitable, las crisis de subsistencia. En
este cuadro siniestro no podía faltar la extrema polarización social entre una
minoría poseedora de la tierra y la masa de campesinos y trabajadores en su
mayoría reducidos a la miseria.
Era tal el ambiente material y moral en 1658, reinando Felipe IV en una
España aislada, cuando Asturias se recuperaba de la crisis de mortalidad sufrida
entre 1647 y 1650 en las comarcas costeras y valles del interior. En el año señalado la producción de escanda fue por fin suficiente y por ello menor el hambre,
pero el decaído estado de ánimo general reactivaba las viejas supersticiones y
temores a los que se trataban de oponerse los sermones, exhortando las disposiciones sinodales a los sacerdotes a permanecer junto al lecho de los moribundos
para neutralizar en el trance definitivo a un demonio siempre al acecho.
No es pues de extrañar que en años tan convulsos e inciertos se produjeran
situaciones de desenfreno, a la vez que de miedo y de mortificación cruenta.
Precisamente en noviembre de 1658 informaba el padre jesuita Miguel de Villaverde de que en las misiones realizadas en Avilés hubo disciplina de sangre, yendo
los hombres descalzos y desnudos hasta la cintura y bastantes de ellos con piedras
pendientes del cuello.Al mes siguiente se repetirían conductas similares en Oviedo, dándose los fieles asistentes a las misiones celebradas en la catedral golpes en
el pecho y bofetadas «tan recias que no dexaban hablar y oyrse al predicador…
llegándose a oírse en la calle el ruido producido por tanto autosuplicio».
Estos y otros detalles de la religiosidad popular en la Asturias de mediados
del xvii están contenidos, sin recibir atención particular, en los documentos transcritos por Justo García Sánchez en Los jesuitas en Asturias (Oviedo,
IDEA, 1991). Se trata allí de la actividad pastoral, de las misiones religiosas,
llevadas a término por los jesuitas en distintos lugares de Asturias siguiendo
las consignas del Concilio de Trento (1563) de consolidar una concepción
religiosa enfrentada a supersticiones y «hábitos indecentes».
84
Fue entonces, en diciembre del señalado 1658, cuando el diablo decidió
mostrar el disgusto que le causaba la santa misión jesuítica. Ocurrió en Oviedo
que una mujer piadosa, con fama de buena, de confesión habitual y ganadora
del jubileo, cayera desmayada durante un sermón, haciendo en su inconsciencia
«notables visages». Entendemos pues que hubo de ser con muecas y extraños
desvanecimientos como se la transportara a su casa a la que pronto llegó un Padre
quien, por la extravagante conducta de la mujer y quizá, sobre todo, por el hecho
de que inesperadamente pudiera hablar en latín con el religioso, concluyera sin
asomo de duda que se trataba de un caso de posesión por el demonio.Tal como
lo requerían las circunstancias, siguieron a este diagnóstico espiritual los pertinentes conjuros con los que el exorcista pudo finalmente dejarla «buena y libre».
No fue menor la peripecia de un estudiante señalado por los religiosos como
bueno y sano, quien aunque también había ganado el jubileo, se vio súbitamente
afectado por «tales accidentes» que en su entorno creyeron que se moría. Llamado uno de los jesuitas le dijo el mozo que el demonio se encontraba en un
rincón de la estancia y desde allí profería sus amenazas. Sirvió el agua bendita,
suponemos que junto con las pertinentes oraciones, para ahuyentar a Lucifer, si
bien el alivio fue breve ya que al poco rato le volvieron de nuevo al estudiante
los «accidentes», pidiendo entonces el clérigo que le trajeran el Santísimo. La
intervención eucarística fue resolutiva, quedando al fin liberado el joven poseído.
Igualmente terrible fue la experiencia de otra mujer virtuosa, perseguida
por un demonio que además de someterla a grandes tentaciones, de cuya
naturaleza no se da razón, se mostraba ante ella componiendo «varias y horribles figuras». Con frecuencia hallaba remedio la mujer en una imagen de
san Ignacio y en otra ocasión pudo librarse de aquel dominio infernal durante un sermón en el que el predicador, portando un Cristo en las manos,
conjuró al demonio con las palabras «surde et mute spiritus exi ab homine et ne
amplire introcas in eum». Que más o menos viene a decir: «espiritu sordo y
mudo [yo te lo mando], sal de este hombre y no intrigues más en/contra él»1.
Pero no era aquella más que una breve tregua cuando pocos días más
tarde arreció el ataque demoníaco hasta el extremo de que pese a la firme
voluntad de confesarse era incapaz la atribulada mujer de acceder al confesionario al impedírselo Satán. Queriendo santiguarse y rezar el Ave María, se
1
O también, «no entres más en él con tus trucos (y no le líes más con tus trucos, intrigas. No más trucos
contra él)». Introcas podría ser una transcripción errada de introeas. Debo estas aclaraciones a la latinista
Inés Illán Calderón. Buscando el origen de lo que supusimos antigua fórmula ritual la encontramos, en
efecto, en san Marcos (9: 25): «… et cum videre Iesus concurrentem turbam comminatus est spiritui inmundo
dicens Illi surde et mute spiritus ego tibi praecio exi ab eo et amplius ne introeas in eum».
85
le olvidaban los actos y palabras correspondientes mientras que, en cambio,
de su boca sólo salían blasfemias.
La situación adquirió gravedad extrema cuando otro día, llamada por el confesor que estaba al tanto de su terrible trance, trató de comulgar venciendo «la infinita
violencia que la detenía», pero el demonio enfurecido se interpuso entre ella y el
altar, amenazándola y proclamando que era a él a quien debía adorar y no a Dios.
Fue esencial en acoso tan terrorífico la exposición de una estampa de «Nuestro santo Padre» (se entiende que de san Ignacio de Loyola) logrando entonces
«con quietud recibir a Dios». Sin embargo, teniendo ya en su boca la «santísima
forma» se le pegó con tanta fuerza al paladar que no podía tragarla. Otra vez la
acción salvífica de la estampa del santo permitió al cabo que la mujer comulgara.
El jesuita redactor del informe comenta por último que tales acontecimientos, y
aún otros que decide no relatar por que bastaba con lo dicho, declaraban «el sentimiento» que provocaba en Satanás la misión apostólica, dando las gracias a Dios
que con «tan ruines instrumentos [los exorcismos] ha hecho tan soberanos effectos».
Lo sucedido en la catedral asturiana no dejaba de ser más que una de tantas
batallas en la guerra permanente entre la luz y la oscuridad, entre Cristo y Lucifer,
combates en los que se reproducen actos y situaciones a lo largo del tiempo si tenemos presente que la angustiosa comunión de la mujer ovetense de mediados del
xvii tanto se parece a las padecidas por el espantado abad Richalmo en el siglo xiii.
Tal vez esa guerra hasta la eternidad entre el bien y el mal tuviera otras
víctimas no consignadas como tales. Algunos años después de los sucesos
reseñados conocerían los jesuitas en misión apostólica otros hechos extraordinarios. Supieron e informaron que en Coro, concejo de Villaviciosa, estaban aterrados los vecinos tras la muerte repentina, en días distintos pero
próximos, de dos personas eclesiásticas de las que se tenía una opinión que
no era tan buena como «convenía a su estado, por ser llevados no poco de la
avaricia». El caso es que en la casa que habían habitado se producían por la
noche grandes ruidos y voces. No pocas personas de todo crédito aseguraban
que habían visto a ambos difuntos caminar desde la casa hasta la iglesia donde
yacían sepultados sus cuerpos. En aquellos desplazamientos fantasmales eran
tan lamentables y tristes sus gritos y gemidos que «les causaron indecible
temor y no hay persona que de noche se atreva a andar por aquel paraje».
* * *
En fin, este capítulo moderno de la relación de humanos y demonios
en Asturias no sería a la postre más que uno de tantos de una forzada con86
vivencia instalada en el universo mental de nuestros antepasados, magma en el que
se entremezclaron sin límites
precisos creencias religiosas y
supersticiones no cristianas.
Probablemente sea la referencia documentada más antigua
a esa presencia infernal la que
encontramos en el raro texto
inscrito a buril en una pequeña placa de pizarra descubierta en 1926 bajo la tierra en
Carrio, Villayón, cerca del río
Navia; un raro testimonio de
la epigrafía altomedieval considerada como visigoda por
Gómez-Moreno y Diego Santos (este último, en su Inscripciones medievales de Asturias). Es
el de Carrio un texto oscuro,
de los habitualmente denominados profilácticos, de lectura
difícil, en el que se pide ayuda
frente al granizo a algunos patriarcas, entre tales, a Miguel,
Gabriel, Rafael o Mamoniel,
ángeles capaces de retener las
nubes en sus manos para que El apóstol Bartolomé, con el cuchillo en la mano que alude a su martirio, desollado, pisa y somete a una diablesa
la tormenta no asolara la villa encadenada. Retablo mayor de la catedral de Oviedo
donde vivía el siervo de Dios (Archivo Fotográfico del RIDEA).
Auriolo, ni a sus hermanos, vecinos ni a las posesiones de todos ellos. Tal clase de apelación no era totalmente inédita pues ya Gómez-Moreno (en su Documentación goda en pizarra,
1966) encontraba paralelos en sendos conjuros de Trogira (Croacia), del siglo
vi, y Ainfurua (Túnez), del vii.
En la súplica de la pizarra naviega aparece el poder causante de los males
al que se señala y dirige: «Te conjuro, Satán, por nuestro señor Jesucristo que
87
te confinó en la ciudad de Cirbes a que no perjudiques ni a los árboles ni a
los segadores ni a los viñedos ni a los frutales… ni a cualquier cosa que se te
ponga por delante». El texto, en el que seguimos la traducción de Manuel C.
Díaz y Díaz (Asturias en el siglo viii. La cultura literaria, Oviedo, 2001), pudo
haber sido redactado en un día de verano, de julio si se considera la alusión a
la siega, o acaso de agosto cuando hay mayor riesgo de tormentas de granizo.
El hallazgo en fecha relativamente reciente de otra inscripción en pizarra
de intención parecida viene a aclarar el sentido de la asturiana y también a
precisar su cronología. Se trata de un epígrafe de Fuente Encalada, en tierras
de Zamora (A. Esparza y R. Martín Valls, Zéphyrus 51, Universidad de Salamanca, 1998) en el que de nuevo se reprime al granizo justamente temido en
una economía agropecuaria de mera subsistencia. El estudio desde las perspectivas epigráfica, lingüística, textual y arqueológica del hallazgo zamorano
permite su datación en el siglo x, fecha conveniente también para el caso de
Carrio que de ser de estimado como de época visigoda pasaría a retardar su
factura a un momento ya tardío del reino altomedieval asturiano.
Sea como fuere, la filacteria o conjuro cristiano de Carrio nos descubre
aquí una temprana referencia al «maligno» aludido bajo el nombre de Satán
(Satas, para más precisión), voz para algunos derivada del árabe chitan que significa justamente demonio (G. Messadié, Histoire génerale du Diable, Éditions
Robert Laffont, 1993), denominación al cabo nada improbable tras siglos
transcurridos por entonces desde la invasión islámica de la Península. Pero,
sin duda, el término viene de más atrás y quizá también por otro camino
puesto que el sustantivo satan como un incierto «opositor» o «adversario»
asoma ya en el libro del profeta Zacarías (III: I) e igualmente en el de Job (I
y II), y con perfiles más acabados en la literatura rabínica en la que es ya un
bien perfilado «maligno», con mando sobre los demás ángeles caídos.
Resulta especialmente sugerente la evolución y mutación de creencias
ancestrales, su inserción y continuidad en la mitología tradicional cuando
como en el caso asturiano el ser conductor de las nubes cargadas de amenazas y desencadenante de la tormenta devastadora fue imaginado con la
estampa del impenitente Nuberu o Nubeiro, también aludido como Xuan
Cabritu. Aquel ser maléfico, aunque ocasionalmente bonachón, feo, de gran
estatura y fuerza colosal al que los curas «exconjuraban» (ahuyentándolo de
las maneras más extravagantes como el lanzamiento a las nubes intimidantes
de zapatos o incluso de algún bonete, según fue anotado por Aurelio de Llano en 1922), vivía en una ciudad de Egipto; ¿no recuerda eso a la inscripción
de Carrio que sitúa al demonio confinado por Cristo en la ciudad de Cirbes?
88
¿Y qué pensar del hecho de que tanto en la pizarra asturiana como en su
homóloga castellana de Fuente Encalada se recoja una fórmula de conjuro
inspirada, con certeza, en un pasaje de un apócrifo del Nuevo Testamento, la
Passio Bartholomei, redactado en los siglos v o vi, en el que el apóstol amenaza
al demonio con arrojarlo al abismo?
Pizarra altomedieval de Carrio (Villayón), en cuyo texto inscrito se alude expresamente a Satán.
Pues consideremos entonces, por último, como poco casual el rezo, precisamente a san Bartolomé dominador del diablo, para neutralizar los rayos;
plegaria también recogida por Aurelio de Llano en algún lugar del concejo
de Cangas de Onís (Del folklore asturiano. Mitos-supersticiones-costumbres), en la
que Jesucristo le dice al santo: «donde fueres nombrado no caigan rayos ni
centellas, ni mujer muera de parto, ni criatura de espanto».
89
90
LA ELECCIÓN DE JOVELLANOS PARA
LA JUNTA CENTRAL
javier rodríguez muñoz
Es sobradamente conocido que la Junta Suprema de Asturias nombró a
Gaspar Melchor de Jovellanos y a Francisco de Asís Bernaldo de Quirós y
Mariño de Lobera, marqués de Camposagrado, como sus representantes en
la Junta Central1. Se ignoraban, sin embargo, los detalles de cómo se produjo la elección y qué apoyos concretos recibieron cada uno de ellos. Este
desconocimiento fue debido a la pérdida hasta tiempos muy recientes de las
actas de la Junta que realizó el nombramiento. En realidad, no se conocían ni
los Libros de actas de la Junta General del Principado que en mayo de 1808
declaró la guerra a Napoleón2, la primera en España, ni las de la Junta Suprema, su sucesora, ni las de la Junta de Armamento, Observación y Defensa
que nombró el marqués de La Romana cuando disolvió, manu militari, a la
Suprema el 2 de mayo de 18093. Cuando en 1814 y 1815 se trató de recom1
La Junta Central fue el supremo órgano gubernativo constituido el 25 de septiembre de 1808, integrado por
representantes de todas las Juntas Provinciales, que asumió todo el poder soberano. Decía la Gazeta de Oviedo, en su número 35, del 17 de septiembre de 1808, referido a ella: «La autoridad suprema se ha concentrado
en un punto; y la nación entera oirá con gusto la voz de sus diputados y obedecerá sus órdenes».
2
Éstas siguen en paradero desconocido.
3
Hemos publicado el acta de la sesión de la Junta de 2 de mayo de 1809 que fue suspendida por orden
del marqués de La Romana, en un apéndice documental inserto al final de nuestra obra: La Guerra de la
Independencia. Los asturianos en el levantamiento contra Napoleón y en la revolución liberal, Oviedo, 2009, editada
en fascículos por La Nueva España, págs. 814-816. Ante la Junta Suprema se presentó el coronel del Regimiento de la Princesa, José Odonell, por orden del marqués de La Romana, con un oficio suyo que decía:
«Por justas causas que me asisten, y a fin de aumentar los medios de defensa de esta Provincia, confiada a mi
cuidado, con la actividad y esmero correspondientes a la necesidad en que se halla la Patria he determinado
cesen enteramente en sus funciones todos los individuos que componen la Junta actual de Armamento y
Defensa, nombrando a otros que los desempeñen y se presentarán inmediatamente…». Acompañaban al
coronel Odonell, los señores Gregorio Jove Valdés, que había sido procurador general del Principado hasta
mayo de 1808, y el licenciado Francisco Ordóñez, con los que la Junta no quiso tratar.
91
poner el Archivo de la Junta General del Principado, ya no estaban aquellos
Libros de actas, y Ramón Álvarez Valdés, que por encargo de la citada Junta
hizo una historia del levantamiento de Asturias contra los franceses, y del
primer año de la Guerra, no pudo en consecuencia consultarlas4. Durante
dos siglos esa documentación estuvo en paradero ignorado, hasta que parte
de ella fue descubierta por José Luis Calvo, colaborador de la Asociación para
la Recreación Histórico Cultural de Asturias (arhca), cuando realizaba una
investigación sobre pertrechos y uniformes militares de ese período, y sobre
unas telas que para confección de los mismos habían enviado los ingleses. Se
encontró entonces con referencias documentales a ciertos legajos y expedientes que se guardaban en el Archivo Histórico Nacional, y la profundización en la investigación le llevó a descubrir que allí había una importante
documentación sobre Asturias. Compartió este hallazgo con los miembros
de Arhca y solicitaron la copia de los documentos, comisionando a Pedro
Redondo, miembro de la asociación, a Madrid para que gestionara en el
Archivo Histórico Nacional la digitalización de los mismos. Corría entonces
el mes de noviembre de 2008. Cuatro meses después, en marzo de 2009, un
gran número de esos documentos era digitalizado y entre ellos se encontraba
el Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808, donde se recogía la
elección de Jovellanos y el marqués de Camposagrado5.
Hasta la recuperación de las actas de la Junta, no era completa la información que se tenía sobre el nombramiento de los dos representantes
asturianos, Jovellanos y Camposagrado, para la Junta Central. La información
más directa la proporcionaba el poder otorgado por la Junta Suprema a sus
dos representantes, copia, según consta expresamente en el mismo, «del libro
4
Ramón Álvarez Valdés, Memorias del levantamiento de Asturias en 1808, Oviedo, 1889. La Junta General
del Principado había encargado el 15 de junio de 1815, un año después de acabada la Guerra de la
Independencia, a Ramón Álvarez Valdés y a Fernando Álvarez de Miranda, una historia del desarrollo
de la Guerra en Asturias, al tiempo que encomendaba a Marcos Bernaldo de Quirós y a José María
Menéndez la recogida de la documentación necesaria. Como cuenta Francisco Carantoña en el «Prólogo» a una nueva edición de la obra de Ramón Álvarez Valdés hecha en Gijón, en 1988, con motivo
del VI Centenario de la institución del Principado de Asturias, sólo este último culminó el encargo,
aunque no llegó a ver editado el trabajo, pues falleció en 1858. Sobre la reordenación del archivo de la
Junta General del Principado, se puede consultar Marta Friera Álvarez, La Junta General del Principado de
Asturias a fines del Antiguo Régimen (1760-1835), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias – KRK
Ediciones, 2003, págs. 918-919.
5
Mi agradecimiento a José Luis Calvo que generosamente ha compartido esa documentación conmigo,
que ahora me permite ofrecer algunos datos desconocidos de la elección de Jovellanos y Camposagrado, siguiendo lo contenido en los Quadernos de los Acuerdos de la Junta de Asturias desde 1.º de Septiembre
de 1808, hasta octubre de 1809. Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg. 11995.
92
original de acuerdos» de la Suprema Junta6. Se dice en él que, congregada
en la sala capitular de la catedral de Oviedo, el 1 de septiembre de 1808, «la
Junta General de este Principado, en quien reside la Soberanía, mientras no
fuere restituido a ella el señor don Fernando 7.º», considerando los papeles e
informes enviados por otras Juntas, a fin de
promover que esta Junta Suprema dispusiese, desde luego, enviar dos o más comisionados a la
celebración de un Congreso en Ciudad Real, o donde conviniese la mayor parte de los demás
comisionados de los otros Reinos y Provincias, por ser de la mayor importancia a fin de establecer
un mando, o gobierno, a quien obedezcan todos los Reinos y Provincias que están en armas, y
tratar al mismo tiempo de quantos negocios convengan y sean correspondientes a un Congreso
de tanta consideración y urgencia; y estando bien penetrada esta Suprema Junta desde un
principio de estos mismos sentimientos, por ser los propios que el caballero Procurador General
de este Principado don Álvaro Flórez Estrada7 havía manifestado, propuesto y promovido a
toda la España en un papel público, deseando por momentos se acerque el día feliz, de que se
reconcentre el mando de todos los Reinos y Provincias de España por medio de la celebración
de un Congreso de los respectivos comisionados y de que el Gobierno tome toda la energía, que
conviene y es necesaria, y que reciba todas las mejoras de que es susceptible, hasta llegar a la
más perfecta organización, procedió al nombramiento de sus respectivos comisionados, y teniendo
en consideración las relebantes y bien conocidas prendas, instrucción y más circunstancias de los
excelentísimos señores don Gaspar Melchor de Jove Llanos, del Consejo de Estado de S.M. (que
Dios guarde), y de don Francisco Bernaldo Quirós, marqués de Campo Sagrado, teniente general
e inspector del exército asturiano, los ha nombrado y elegido, como desde ahora los nombra y elije
6
Reproduce el poder Álvarez Valdés, op. cit., ed., de 1988, por dos veces, apéndices n.º 38, págs. 318319, y n.º 57, págs. 340-341. Hay pequeñas discrepancias entre su texto y el original contenido en
el Cuaderno de aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808. Archivo Histórico Nacional. Consejos,
leg. 11995.
7
El procurador general del Principado, Álvaro Flórez Estrada, había presentado en la Junta General del
Principado de Asturias, en sesión de 11 de junio de 1808, una propuesta en la que tras exponer la debilidad que suponía la división del poder entre diversas Juntas, abogaba por el establecimiento de «un
cuerpo que, reuniendo la autoridad o representación de todas las provincias, uniforme con la prontitud
que se necesita todos sus deseos y operaciones». Ese cuerpo, según la proposición de Flórez Estrada,
«son las Cortes formadas por los representantes de las provincias». Fundaba la legitimidad de esas Cortes
en que «la Soberanía reside siempre en el pueblo, principalmente cuando no existe la persona en quien
la haya cedido; y el consentimiento unánime de una Nación, autoriza todas funciones que quiera ejercer».Y terminaba su escrito proponiendo que «por ahora y sin perjuicio de los derechos que tengan las
ciudades de voto en Cortes […] cada provincia nombre a dos diputados elegidos en su capital, los que
deberán hallarse en esta ciudad [se refería a Oviedo] el día 20 de julio de este presente año para abrir esta
soberana Junta de la Nación al día siguiente». Reproduce el escrito de Flórez Estrada, Álvarez Valdés,
op. cit., ed. de 1988, apéndice n.º 33, págs. 306-307.
93
por tales comisionados para el expresado Congreso en Ciudad Real, o donde mejor convenga,
por ser uno y otro de toda la confianza de esta Suprema Junta para un encargo tan importante8.
Cómo recibió Jovellanos la propuesta de su nombramiento es conocido por
lo que él mismo escribió en la conocida Memoria en defensa de la Junta Central 9,
publicada a instancias suyas en la Oficina de Don Francisco Cándido Pérez Prieto de La Coruña, en 1811. Cuenta en ella Jovellanos lo que fue de su vida tras ser
liberado de la prisión en que se encontraba en el castillo de Bellver, en Mallorca,
y cómo llegó a Jadraque (Guadalajara), a casa de su íntimo amigo Juan José Arias
de Saavedra al atardecer del 1 de junio de 1808, en busca de reposo y para tratar
de recuperar su quebrantada salud. Desde el día siguiente de su llegada, no dejaron de presentarse postas con cartas enviadas tanto por sus antiguos compañeros
ilustrados, como de Asturias. Una de las misivas que recibió el 12 de junio de
1808, escrita por Miguel José de Azanza desde Bayona, el 8 de ese mes, iba acompañada de otra confidencial que le transmitía órdenes del propio Napoleón para
que se trasladara al Principado y con su autoridad moral instara a los asturianos a
cesar en la revuelta que habían iniciado contra el emperador francés10.
Se ha discutido y debatido mucho sobre el dilema que debió atormentar a
Jovellanos en esos momentos sobre qué partido seguir. Entre el grupo que recibió el apelativo de «afrancesado» se encontraban algunos de sus más antiguos
amigos, como Francisco Cabarrús, con los que había compartido durante
años su credo en la Ilustración como el medio capaz de reformar y solucionar
los males de la patria. Ante las diversas demandas de sus antaño amigos y del
propio emperador Napoleón Bonaparte y su hermano José, Jovellanos rechazó cualquier colaboración y hasta el nombramiento de ministro del Interior
que le hizo el francés con la excusa de su «quebrantada salud»11.
8
Respetamos la ortografía del original, aunque actualizamos la acentuación e introducimos algunos
cambios en la puntuación. El texto citado, en Cuaderno de aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808.
Archivo Histórico Nacional (AHN). Consejos, leg. 11995.
9
Citamos por su publicación en las Obras Completas. Tomo XI. Escritos políticos. Edición crítica, estudio
preliminar, prólogo y notas de Ignacio Fernández Sarasola, Oviedo, Ayuntamiento de Gijón – Instituto
Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – KRK Ediciones, 2006, págs. 353-807.
10
Memoria en defensa de la Junta Central, edición citada, págs. 474-475. La carta, en Obras completas.Tomo IV.
Correspondencia 3.º (Abril, 1801 – Setiembre, 1808). Edición crítica, introducción y notas de José Miguel
Caso González, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón,
1988, pág. 515.
11
El nombramiento de ministro del Interior se produjo el 7 de julio de 1808 y le fue comunicado por
Mariano Luis de Urquijo. La negativa de Jovellanos al cargo está fechada en Jadraque, el 16 de julio.Ver
Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º, pág. 556-557.
94
Estas disculpas de Jovellanos han sido interpretadas por algunos como
una forma de ganar tiempo a la espera de ver cómo se decantaba la situación.
Miguel Artola, uno de los historiadores que más se ha ocupado de este periodo, opina que el gijonés pasó todo ese tiempo dudando acerca de qué partido era más conveniente12. Uno de sus mejores biógrafos, Javier Varela, opina
que la apelación a su mala salud, en la que se escuda en sus contestaciones a
las diversas demandas, era una forma de negarse a «colaborar, sin manifestar al
principio una abierta hostilidad hacia los ocupantes y sus parciales»13, y José
Caso apunta que en todas las cartas de este tiempo en Jadraque, «no hay ni
una sola palabra que pueda considerarse el más leve elogio de Napoleón o de
su hermano José», y que «las frases aparentemente ambiguas sobre los servicios que está dispuesto a prestar a su patria, si recupera la salud, consideradas
a la luz de la historia posterior, más bien quieren decir que se colocará del
lado de los patriotas»14.
Tanto Javier Varela como José Caso, entre otros, consideran que la carta
de respuesta a José de Mazarredo y Salazar de 21 de junio de 1808, tras haber
sido solicitado para que se dirigiera a Asturias a calmar a sus paisanos primero
y, luego, para que escribiera una misiva con el mismo fin15, dejaba ver claramente que estaba al lado de los patriotas. «¿Pero cree usted que nos hallamos
12
Expresa esa opinión, por ejemplo, en Los afrancesados (Madrid, Alianza Editorial, 2.ª ed., 2008. Dice
Artola que Jovellanos estuvo en Jadraque varios días «dudando acerca del partido más conveniente»
(pág. 45). Anteriormente, en el tomo tercero de las Obras de Jovellanos, publicado por la Biblioteca de
Autores Españoles (Madrid, 1956), con edición y estudio preliminar del mismo Miguel Artola, opinaba
que aunque el 15 de junio de 1808 descubrió Jovellanos por primera vez su pensamiento en contra
del colaboracionismo con el francés, todavía un mes después, el 16 de julio de 1808, en la contestación
a Urquijo con su renuncia al cargo de ministro del Interior del Gobierno de José Bonaparte, volvía a
mostrar su ambigüedad. No será, según Artola en el citado «estudio preliminar», hasta finales de julio,
cuando ya se conoce en Jadraque la noticia de la rendición de Dupont en Bailén, cuando tome definitivamente el partido de los «patriotas» y califique a José Bonaparte de «rey intruso» (págs. xl-xliii).
13
Javier Varela, Jovellanos, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pág. 202. Jadraque se encuentra al norte de la actual provincia de Guadalajara, a prudencial distancia de Madrid, donde estaba entonces el invasor francés.
14
José Miguel Caso González, Jovellanos, Barcelona, Editorial Ariel, S. A., 1998, pág. 249.
15
Jovellanos recibe una misiva escrita por Miguel José de Azanza desde Bayona el 8 junio de 1808, que
iba acompañada de otra confidencial que le transmitía órdenes del propio Napoleón para que se trasladara al Principado y con su autoridad moral instara a los asturianos a cesar en la revuelta que habían
iniciado contra el invasor francés (véase Obras Completas.Tomo XI. Escritos políticos, págs. 474-475). Tres
días después, vino otro posta con carta de Gonzalo Ofarril en la que le instaba a que, ya que no podía
pasar a Asturias, «a lo menos exhortase por escrito a mis paisanos a que dejasen las armas y se restituyesen al sosiego. Neguéme también decididamente a este paso, y como en la carta de Ofarril viniese
una postdata de don José Mazarredo, en que me instaba al mismo efecto, escribí a éste separadamente,
y siendo mayor la confianza que con él tenía, por nuestro antiguo amistoso trato, le descubrí más abiertamente mis sentimientos» (Memoria en defensa de la Junta Central, págs. 476-477).
95
en estado de adelantar cosa alguna con exhortaciones? No, amigo mío, es
menester desengañarse», escribe Jovellanos a Mazarredo.Y sigue:
La nación se ha declarado generalmente y se ha declarado con una energía igual al horror
que concibió al verse tan cruelmente engañada y escarnecida. El desorden mismo que reina
en sus primeros pasos es la mejor prueba del furor que los incita. Hacerla retroceder ya no es
posible; ni lo consentirían los que saliendo al frente han autorizado los primeros movimientos de las provincias. Dirá usted que corren a su ruina, y así lo creo; pero esta consideración
¿de qué vale cuando no es la luz de la reflexión la que guía, sino el ímpetu del sentimiento
el que mueve y arrebata? Por eso dije a usted, y le repito, que la guerra civil era inevitable16
[…]. La causa de mi país, como la de otras provincias, puede ser temeraria; pero es a lo
menos honrada, y nunca puede estar bien a un hombre que ha sufrido tanto por conservar
su opinión, arriesgarla tan abiertamente cuando se va acercando el término de su vida17.
Fueron cesando, al fin, las tentativas de enrolar a Jovellanos en la causa de
los afrancesados, al tiempo que éste, según él mismo refiere, «empezaba ya a
experimentar mucho alivio en ella [su salud], a favor del régimen y remedios
adoptados»18. En tal situación, el 8 de septiembre de 1808 llegó a Jadraque «un
posta despachado por la Junta General del Principado […] con el aviso de estar nombrado para el Gobierno Central, junto con mi ilustre y amado amigo
el marqués de Camposagrado», escribe Jovellanos en la Memoria en defensa de
la Junta Central19. «Por más que este distinguido testimonio del aprecio de mis
paisanos fuese tan grato para mi corazón, confieso que me hallé muy perplejo
en la aceptación de tan grave cargo, por juzgarle muy superior al estado de
mis fuerzas».Vuelve a referirse a su delicado estado de salud que, «unido al horror y aversión que mis pasadas aventuras me habían inspirado a toda especie
de mando, me hicieron vacilar mucho sobre mi resolución». Introduce aquí
Jovellanos una consideración nueva, relativa a sus malas experiencias anteriores en materia de gobierno, tras su efímero paso por el Ministerio de Gracia
y Justicia (1797-1798), su destierro en Asturias (1798-1801) y su posterior
16
En carta anterior a José de Mazarredo y Salazar, fechada en Jadraque a 11 de junio de 1808, hacía esta afirmación: «La guerra civil, el mayor de todos los males, es ya inevitable.Yo he corrido desde Barcelona a este rincón.
La vergüenza y la rabia está en todos los corazones, sin excepción de uno, y por desgracia estos sentimientos
hierven con tanto ardor, que parece difícil reducirlos a orden» (en Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º
(Abril, 1801 – Setiembre, 1808). Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, Oviedo,
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1988, pág. 523).
17
Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º, págs. 554-555.
18
Memoria en defensa de la Junta Central, pág. 481.
19
Op. y ed. cit., pág. 481.
96
deportación en Valldemosa y encierro en el castillo de Bellver, en Mallorca
(1801-1808). Pese a todo ello, como es sabido, concluye Jovellanos que aceptó
el encargo y envió un correo a la Junta con su respuesta20.
La Junta que eligió a Jovellanos y Camposagrado como sus representantes
en la Junta Central no era ya la misma que se había reunido de forma ordinaria
en mayo de 1808 y que el 25 de mayo se constituyó soberana, declarando la
guerra a Napoleón. Según Álvarez Valdés, a fines del mes de julio, el diputado
por Villaviciosa Felipe Neri Hevia y Antayo planteó en la Junta que los representantes que en ella estaban habían sido elegidos para la reunión trienal de la
Junta General del Principado y no para las circunstancias excepcionales en que
al presente se encontraban21. Consideradas éstas, parecía necesario proceder a
otorgar a los representantes unos poderes «más amplios, generales, y extensivos
a cuanto se ofreciese, y a uniformar el Gobierno con los demás de la Monarquía». Además, opinaba el diputado de Villaviciosa, era de «la mayor importancia reducir el número de representantes para evitar el entorpecimiento del
despacho de los negocios, y alejar en lo posible la intriga y el manejo»22.
Unos días después, el 4 de agosto de 1808, el procurador general Álvaro
Flórez Estrada propuso que se enviara una circular a los concejos para que «o
bien ratifiquen los poderes a sus representantes, o nombren otros de probidad y
patriotismo, para que a las 10 de la mañana del último día de este mes se presenten en esta ciudad»23 de Oviedo. El 8 de agosto siguiente, el secretario de la Junta,
Juan Argüelles Toral, envió una circular a todos los concejos con la propuesta de
Flórez Estrada del día 4. Reproduce el texto de la misma Ramón Álvarez Valdés,
y en ella se contiene un modelo aprobado por la Junta Suprema conforme al
cual los concejos debían «arreglar los poderes, evitando por este medio cualquiera equivocación que pudiese caber en su extensión». El citado modelo incluía
como uno de los objetivos de la nueva Junta la reducción de sus miembros,
en atención a creerse oportuno para la más fácil expedición de los muchos y graves negocios que
ocupan la atención de la Junta, tratar si sería conveniente reconcentrar la voz del Principado
20
Las citas, en ídem, pág. 481. Más adelante expondremos algún detalle más preciso de su primera respuesta y consiguiente aceptación.
21
Por esa época, la Junta General del Principado se reunía de forma ordinaria cada tres años y los sucesos de mayo
de 1808 coincidieron con una convocatoria de la misma, alterada por todo lo que ocurrió en Oviedo a partir
del 9 de mayo de 1808, fecha en la que fueron conocidos los acontecimientos del 2 de mayo en Madrid.
22
Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, pág. 171.
23
Se da cuenta de la iniciativa del procurador general en el n.º 24 de la Gazeta de Oviedo, del miércoles,
17 de agosto de 1808.
97
para en lo sucesivo, en cierto número de vocales, se autorizasen con correspondientes facultades
de este concejo y de los demás de la provincia, o bien los apoderados que actualmente los representan, ratificándoles los poderes que antes se les habían conferido, con cláusula expresa de
poder resolver en la sesión señalada al efecto lo que se crea más justo y que convenga más al
bien de la patria; o bien otros apoderados de su satisfacción […] para que concurriendo a su
nombre a la sesión señalada, acuerden y resuelvan en el punto para que está convocada lo que
crean más conveniente y útil al bien de la provincia y de la Monarquía conviniendo, si así lo
tuviese por oportuno, en reconcentrar la voz del Principado en aquel número de Vocales que
juzguen convenir, dándoles a este efecto cuantas facultades se requieren24.
El 31 de agosto de 1808 debieron de concurrir a Oviedo, a la sala capitular
de la catedral, lugar tradicional de reunión de la Junta General del Principado,
los apoderados elegidos según la circular de 8 de agosto. En esa primera Junta se
debieron de presentar, como era habitual, los poderes que traían los diputados
elegidos por los concejos, los cuales fueron examinados, según consta en la sesión
del 1 de septiembre de 1808, por una comisión compuesta de los «señores Dn.
Balthasar Cienfuegos, Dn. Juan de Noriega, Dn. Manuel Acevedo, Dn. Alonso
Canella y el Procurador General, quienes habiéndolos reconocido informan a S.
E. en la misma sesión ser bastantes y deven ser admitidos los señores apoderados,
en cuia vista el Sr. Presidente los ha declarado por bastantes a escepción de los
del concejo de Castropol, que los manda devolver al juez 1.º noble de dicho
concejo para que le haga saver haga la elección que le convenga con arreglo a
la costumbre y a la representación que tuvo hasta ahora y que si se creyese con
derecho a tenerla mayor, reclame en devida forma o como juzgue oportuno»25.
En atención a que uno de los objetivos de esta nueva Junta era la de
tratar de la reducción de sus miembros, se dio por sobreentendido por los
historiadores que se han ocupado de este período que esta cuestión había
sido la primera tratada y decidida nada más comenzar su reunión. Así lo da a
entender Ramón Álvarez Valdés, principal fuente de información careciendo
de las actas de la Junta: «Reunidos el día señalado [31 de agosto] los representantes de los concejos, resuelven renovar la Junta, y reducir el número de Vocales; pudiendo uno mismo llevar la voz de dos o más concejos y Obispalías,
según los nombramientos en los poderes consignados»26. A continuación, da
24
Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, apéndice número 56, pág. 339.
25
Quadernos de los Acuerdos de la Junta de Asturias. Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808
(AHN, Consejos, leg. 11995).
26
Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, págs. 171-172.
98
los nombres de la nueva Junta Suprema renovada y reducida, nombres que
son repetidos por otros autores posteriores, como Fermín Canella27, si bien
con algunas variantes en las que no vamos a entrar28.
Las sesiones de la nueva Junta Suprema comenzaron el 1 de septiembre
y en tal día ni se trató ni acordó la reducción de sus miembros29. A ella asistieron los apoderados de todos los concejos y obispalías, con la excepción
de la de Castropol, y lo primero que se aprobó, a propuesta del Procurador
General, fue «que todo representante que no tenga substituto designado en el
poder, si tratase de substituirle, lo habría de hacer precisamente en individuo
de la Junta Suprema, y que este sólo pudiese reunir en sí quatro votos». Inmediatamente, a propuesta del conde de Toreno30, se confirmó en la presidencia
de la Junta Suprema al brigadier José Valdés Flórez, que ya lo venía siendo de
la anterior que ahora se renovaba, por «pluridad (sic) de votos»31.
27
Fermín Canella Secades, Memorias asturianas del año ocho, Oviedo, 1908 (hay reed.: Gijón, Editorial
Auseva, S. A., 1988, con prólogo de José María Patac de las Traviesas). La lista, en las págs. 49-50 de esta
edición. Ofrece el que fuera rector de la Universidad de Oviedo y cronista de Asturias, nuevamente
la lista en su Representación asturiana administrativa y política desde 1808 a 1915 en la Diputación Provincial
de Oviedo, Congreso de los Diputados, Senado y otras instituciones, Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y
Comp.ª, 1915, págs. 11-12, con algunos cambios con respecto a la anterior lista.
28
Todos los autores que se han ocupado de este momento histórico han seguido a Álvarez Valdés y
han dado por hecha la reducción de los miembros de la Junta Suprema. Así, Francisco Carantoña
Álvarez, La Guerra de la Independencia en Asturias, Gijón, Silverio Cañada, Editor, 1984, y del mismo,
Revolución liberal y crisis de las instituciones tradicionales asturianas, Gijón, Silverio Cañada, Editor, 1989.
También Marta Friera Álvarez, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen
(1760-1835), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias – KRK Ediciones, 2003.
29
Lo denuncia Ignacio Flórez Arango en un oficio dirigido al marqués de la Romana, fechado en Oviedo el 7
de abril de 1809. Flórez Arango había sido hasta el 15 de agosto de 1808 presidente de la Junta Suprema y fue
desplazado de ésta en la renovación llevada a cabo a finales de agosto de ese año, convocada con el propósito
de reducir el número de sus miembros y agilizar su funcionamiento. En el citado escrito, Flórez Arango da
cuenta que cuando se abrió la Junta Suprema el 1 de septiembre de 1808, «antes de tratar del asunto para que
eran convocados los vocales, se propuso por el Procurador General nada menos que la elección de los diputados que debían asistir a la Junta Central». Se encuentra este documento en el archivo del Marqués de Santa
Cruz de Marcenado y ha sido publicado por José M.ª Patac de las Traviesas, S. J., La guerra de la Independencia
en Asturias en los documentos del archivo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado. Discurso de ingreso en el IDEA.
Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, págs. 138-145. La cita entrecomillada, en la pág. 142.
30
El conde de Toreno era entonces Fernando Antonio Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, que
falleció el 20 de diciembre de 1808, y era hijo del V conde, el ilustrado Joaquín José Queipo de Llano
y Quiñones.Ver Marqués del Saltillo y Marqués de Jaureguizar, Linajes y palacios ovetenses. Datros
para su historia, Madrid Hidalguía, 1992, pág. 60.
31
Las citas entrecomilladas corresponden al citado Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808
(AHN, Consejos, leg. 11995) y lo mismo las que hagamos más adelante sin mención expresa. José Valdés
Flórez había sido elegido presidente de la Junta Suprema el 15 de agosto de 1808 en sustitución de
Ignacio Flórez Arango, nombrado diputado para las Cortes que se iban a celebrar en Galicia, aunque
Ramón Álvarez Valdés (op. cit.), no aclara las razones del cambio.
99
Continuó la Junta el mismo 1 de septiembre por la tarde y se planteó
la cuestión de si el «Procurador General existente habrá de continuar en el
caso aun de concentración de esta Suprema Junta», lo que se acordó por la
mayoría, con la excepción de Alonso Canella, representante de Sobrescobio,
que dijo que «se entendiera únicamente hasta la reconcentración y al tiempo
de verificarse ésta, reserbaba el nombramiento de Procurador General para
lo sucesivo». A continuación y a propuesta de Isidro de Antayo, se agradecieron los servicios prestados por Juan Argüelles Toral, secretario de la anterior
Junta Suprema, con la concesión de «los honores de secretario de S. M. con
exercicio de decretos sin sellado ni haber».
Se leyó a continuación una carta de la Suprema Junta de Sevilla relativa
al nombramiento de representantes para la Junta Central, aprobándose, en
primer lugar, que no obstante anteriores acuerdos se nombrase sólo dos, «en
atención a ser este el número acordado por todas las Juntas Supremas de las
Provincias Meridionales». Se pasó seguidamente a la votación, que inició el
señor Antonio Prado y Valdés, representante de la ciudad de Oviedo, tradicionalmente el primero en votar.Y lo hizo por «los Sres. Dn. Gaspar Melchor
de Jove Llanos y Marqués de Camposagrado, rebocando por lo mismo los
poderes que se hayan dado a otros qualesquiera Diputados, con calidad de
que estos Sres. que nombra salgan sin perder un momento de tiempo». El
segundo en votar fue el conde de Toreno, en su calidad de alférez mayor del
Principado, cargo que le daba voz y voto en la Junta General del Principado,
y asiento preferente, junto al representante de la ciudad de Oviedo, que se
sumó al voto de Antonio Prado. Siguieron a continuación votando el resto
de apoderados. Terminada la votación y hecho el recuento, el presidente de
la Junta Suprema declaró «por aquerdo lo votado en la Ciudad y más señores
que le siguieron por ser la mayor parte: y resultaron nombrados los Excmos.
Sres. Dn. Gaspar Melchor de Jove Llanos y marqués de Camposagrado, y a
falta de estos, el Sr. Dn. Antonio Valdés Bazán y el mariscal de campo Dn.
Josef Heredia; y a falta de estos últimos, el Sr. Dn. Pedro Ynguanzo, doctoral
de esta Santa Yglesia, y el Sr. Dn.Ygnacio Flórez y, en la misma graduación,
los Sres. marqués de Santa Cruz, Dn. Cayetano Valdés Flórez, y conde de Peñalba, por el orden que están nombrados, reserbando en sí la Junta».
A continuación, se acordaron los vocales que habían de constituir la
«Comisión de Formación de Poder e instrucciones relativas a la comisión
conferida a los señores» electos, siendo designados al efecto «Prado, Posada,
conde de Peñalba, y Excmo. Sr. marqués de Santa Cruz, en unión con el Sr.
Procurador General».
100
Al día siguiente, 2 de septiembre de 1808, en la sesión de la mañana se
deliberó en primer lugar «sobre el modo más expedito de comunicar la noticia
de su nombramiento para representar esta Provincia en la Junta Central del
Reyno, que se celebra en Ciudad Real, provincia de la Mancha, al Excmo.
Señor Dn. Gaspar Melchor de Jovellanos, consejero de Estado de S. M., que ha
sido designado para el efecto, en unión con el Excmo. Sr. marqués de Campo
Sagrado, inspector general de el Exército de esta provincia, se acordó que el secretario representante de esta Suprema Junta pasase dicha noticia por posta». A
continuación, «se trató de extender el poder con que han de ser autorizados los
señores comisionados que van nombrados y se acordó formarle según el que
presentó el caballero Procurador General, alterando tan sólo aquellas cláusulas
que dicen relación a otros objetos». Se pasó luego a organizar las comisiones
dependientes de la Junta Suprema, cuestión de la que informa la Gazeta de
Oviedo32, así como Ramón Álvarez Valdés y Fermín Canella33.
El mismo 2 de septiembre, en la sesión vespertina, se trató al fin el tema
de la reducción del número de vocales de la Junta Suprema, a propuesta del
presidente de la misma y, contra lo que aparece como opinión general desde el
libro de Ramón Álvarez Valdés, se aprobó por mayoría el voto manifestado por
el representante de Llanes, Blas Alejandro de Posada, «con los demás señores
que le han seguido, por ser la mayor parte, cuyo voto se reduce que conviene
en la reducción y no por ahora», por lo que la Junta continuó durante ese mes
con los más de cincuenta miembros elegidos por los concejos y obispalías.
En aquella misma sesión, se acordó conceder una dieta de 4.000 ducados
anuales a cada uno de los representantes elegidos para la Junta Central. Al
día siguiente, 3 de septiembre, se volvió a tratar de la redacción y aprobación del poder que debía darse a los dos comisionados en la Central, pues el
secretario representante de la Junta Suprema, Baltasar Cienfuegos Jovellanos
(sobrino carnal de Jovellanos), había objetado que se debía añadir a lo redactado una «cláusula de revocación del anteriormente dado»34. Se acordó
32
Número 32, del miércoles, 7 de septiembre de 1808.
33
Obras citadas de ambos autores.
34
Los días 6 y 7 de agosto de 1808 habían sido elegidos diputados para una convocatoria de Cortes hecha
por la Junta del Reino de Galicia con participación de Galicia, León, Asturias y la parte de Castilla libre
de los franceses. Resultaron electos entonces el marqués de Camposagrado, Gregorio Jove Valdés, Ignacio Flórez Arango y Francisco González de Candamo.Tal reunión no se llegó a celebrar al denunciar el
marqués de Santa Cruz oscuras maniobras de Galicia para unirse a Portugal y de pactos entre la Junta
gallega y las de León y Castilla. No acudieron, en consecuencia, los diputados asturianos y mientras,
surgió la convocatoria de una Junta Central hecha desde Valencia y Sevilla.Ver Álvarez Valdés, op. cit.,
págs. 141-146, y apéndices 34, 35, 36 y 37, págs. 307-318.
101
la redacción definitiva por parte del citado Baltasar Cienfuegos Jovellanos y
Alonso Canella, con larga experiencia en la Junta, «y que sea firmado por el
señor Presidente y otros quatro vocales de esta Suprema Junta y autorizado
del presente Secretario». Fue redactado entonces el poder definitivo, cuyo
contenido textual es conocido, con ligeras variantes, como ya se ha dicho, y
firmado por el presidente José Valdés Flórez, el conde de Toreno, Ramón Miranda Solís, Isidro Antayo, Alonso Canella y Baltasar Cienfuegos Jovellanos,
representante secretario.
El asunto de la elección de Jovellanos y Camposagrado para representar
a Asturias en la Junta Central no vuelve a ser tratado en la Junta Suprema del
Principado de Asturias hasta el 12 de septiembre de 1808. La reunión de ese
día comenzó con la lectura de «la contestación del excelentísimo señor don
Gaspar Melchor de Jove Llanos al oficio del nombramiento para vocal de
la Junta Central, en que expone el estado de su salud que, aunque reparado,
no la congetura con el vigor que cree preciso para desempeñar un encargo
de tanta consequencia; y enterada la Suprema Junta acordó se le contextase
ratificándole el encargo anterior por la confianza que tiene la Junta Suprema
en su desempeño, encargando al señor secretario se lo haga saver así con la
diligencia posible». El mismo día consta anotado en las actas que «se contestó
por posta»35. La Gazeta de Oviedo36 recoge la misma información aunque
con un pequeño matiz: «En este día [12 de septiembre] se leyó la respuesta
del excelentísimo señor don Gaspar Melchor de Jove-Llanos, en la que hace
presente a su alteza serenísima el estado de su salud que, aunque recuperada,
no la cree con el vigor preciso para desempeñar el encargo de diputado en la
Junta Central. Pero al último se resigna en la voluntad de la Junta Suprema,
deseando sacrificar el resto de sus días en beneficio de su amada patria y país.
Con vista de ella, acordó su alteza serenísima reencargarle asistiese a la Junta
Central como representante de la provincia, haciéndoselo saber por extraordinario que salió el mismo día». Su renuncia, en primera instancia, debía ser
muy matizada y dejando abierta la posibilidad de un cambio de opinión, no
como las manifestadas a anteriores encargos y, ante la insistencia de la Junta
asturiana, aceptó sin más dilación.
Es una novedad esta primera vacilación de Jovellanos al nombramiento
hecho para representar a Asturias en la Junta Central, pues nada dice el propio interesado en la Memoria en defensa de la Junta Central. Según escribe en
35
Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808, ya citado.
36
Número 34, del miércoles, 14 de septiembre de 1808.
102
ella, el posta con el nombramiento del Principado de Asturias llegó a Jadraque el 8 de septiembre. Tras relatar sus vacilaciones, Jovellanos escribe que
aceptó el nombramiento: «Al fin, el amor a la patria venció mi repugnancia
y mis reparos, y resignado a sacrificar en su servicio cualquiera resto que
hubiese quedado de mis débiles fuerzas, admití el nombramiento, renuncié la
asignación de cuatro mil ducados que se nos señalaban por dietas, y despaché
el correo con la respuesta de mi aceptación»37.
La siguiente noticia contenida en las actas de la Junta sobre la comisión
hecha a Jovellanos está fechada el 25 de octubre de 1808. En la sesión de ese
día, se dio cuenta de «un oficio de el Excmo. Sr. Dn. Gaspar de Jove Llanos por
el que condona las dietas y emolumentos, que ha señalado esta Suprema Junta
Provincial a sus Diputados en la Central Gubernativa del Reyno». Y la Junta
acordó que «se le den gracias por su generosidad y patriotismo»38. Esta fecha
tan tardía de información en la Junta Suprema sobre la renuncia de Jovellanos a
las dietas concedidas por ella, está en contradicción con un oficio reproducido
en los Apéndices y notas a la Memoria de don Gaspar de Jovellanos» (que complementan la Memoria en defensa de la Junta Central), titulado «Contestación a
la renuncia de dietas», fechado en Oviedo el 28 de septiembre de 1808, por el
que José Valdés Flórez, presidente de la Junta Suprema, se da por enterado del
desistimiento de Jovellanos a los cuatro mil ducados, y le muestra «el agradecimiento más cabal por este rasgo patriótico y generoso, que la estrechez de
las circunstancias obliga a aceptar»39. Se dice en el mismo, que el secretario de
la Junta, Baltasar Cienfuegos Jovellanos, dio cuenta de la carta de renuncia de
Jovellanos, fechada en Jadraque el 10 de septiembre y recibida en Oviedo el 26
de ese mes. Hay una evidente contradicción entre estos datos y lo registrado
en las actas de la Junta Suprema que no acertamos a resolver, salvo que haya un
error en la fecha de 10 de septiembre, que ya aparece así en la edición original
de los Apéndices, publicados en La Coruña en 1811. Si el 12 de septiembre se
recibió en la Junta Suprema de Asturias la primera contestación de Jovellanos a
la encomienda para la Junta Central, que él había recibido en Jadraque cuatro
días antes, el 8, y calculando, en el mejor de los casos, entre cuatro o cinco días
para el correo entre Jadraque y Oviedo, sólo cabe pensar en el error tipográfico
y que en vez de 10 debiera ser 16. Este último día, habría recibido Jovellanos
un nuevo posta extraordinario con la insistencia y ratificación al nombramien37
Memoria en defensa de la Junta Central, pág. 481.
38
Cuaderno de los Acuerdos del Mes de Octubre de 1808 (AHN, Consejos, leg. 11995, exp. 33).
39
Ed. cit., pág. 622.
103
to hecho por la Junta de Asturias que, finalmente, asumió y, entonces, contestó
renunciando a las dietas. A la mañana del 17, una vez asumida la designación
y enterado de la llegada a Madrid de su amigo el marqués de Camposagrado
y de otros diputados de Aragón, Cataluña y Valencia, partió de Jadraque para
reunirse a ellos40. La contestación pudo recibirla en Oviedo el secretario de la
Junta, su sobrino Baltasar Cienfuegos Jovellanos, el 26 de septiembre, y José
Valdés Flórez contestar el 28, sin que en las sesiones de la Junta Suprema de
esos días se tratara del asunto41.
Según Flórez Arango, la elección de Jovellanos para la Junta Central fue
la labor de «un partido dirigido por personas», que no habían tenido ningún
papel relevante en los gloriosos sucesos de mayo y cuyo principal empeño
era «que fuese vocal de este superior congreso el señor don Gaspar de Jovellanos». Señala a Álvaro Flórez Estrada, procurador general, como «adicto
a este partido». Él «propuso en la Junta que podría ser conveniente reducir
el número de sus vocales», cuestión que no podía resolverse «sin poderes
especiales de los Concejos», por lo que se convocó a los Ayuntamientos,
para que «diesen poderes especiales para discutir y acordar, si convenía o no
esta reducción. A la sombra de este acuerdo comenzaron a intrigar sin intermisión los sujetos que llevo indicados, porque los Concejos mudasen de
apoderados y los poderes recayesen en sujetos de su facción, trabajando sorda
y eficazmente a este fin, mientras que los primitivos vocales consagraban sus
tareas en el bien de la Patria. Sin embargo, como esta maquinación necesitaba tiempo, era preciso ganarle y entorpecer mientras tanto la salida mía42 y
demás compañeros a el sitio a donde ya nos esperaban los comisionados de
40
Ídem, pág. 482. También lo atestigua su amigo y biógrafo Juan Agustín Ceán Bermúdez (Memorias para
la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de Jove Llanos, Madrid, 1814 [pero 1820], pág. 98). Calculamos
que el posta entre Oviedo y Jadraque debía de tardar unos cuatro o cinco días. El primero que se envió
con su nombramiento debió de salir de Oviedo el 3 de septiembre y fue recibido en Jadraque el 8,
según Jovellanos. Su contestación, si salió en el mismo día, tardó cuatro días, pues el 12 se leyó en la
Junta, según hemos referido.
41
Estaba entonces muy ocupada la Junta Suprema en resolver lo que se conoce como los «motines de
septiembre» (ver Javier Rodríguez Muñoz, La Guerra de la Independencia. Los asturianos en el levantamiento contra Napoleón y en la revolución liberal, Oviedo, La Nueva España, 2009, págs. 262-271).
42
Ignacio Flórez Arango era uno de los diputados elegidos para asistir a las cortes que se iban a reunir en
Lugo, de la que ya hablamos en nota 34. Con anterioridad a ésta, había habido otra elecciones de representantes por Asturias, siguiendo la circular enviada por el general Gregorio de la Cuesta, que había
escrito a todas las Juntas señalando «la necesidad de que la Nación se reuniese hacia un centro fijo de autoridad, enviando todas las provincias sus diputados a una Junta para establecer el gobierno del Reino con
amplios poderes para esta importante misión». Ignacio Flórez Arango renunció su cargo de presidente de
la Junta Suprema el 15 de agosto, posiblemente para acudir a la reunión de cortes en Lugo, luego anulada.
104
Galicia, para emprender juntos nuestro viaje. Pudieron conseguirlo, por más
disonante que pareciese a los celosos patricios semejante atraso»43.
Francisco Carantoña ha sostenido que en la renovación de la Junta Suprema
a finales de agosto de 1808 y en la elección de Jovellanos, funcionó un pacto o
acuerdo entre «un grupo de procuradores y notables organizado en torno a Flórez Estrada y la familia de Jovellanos, con el apoyo del Marqués de Santa Cruz y
el Conde Marcel de Peñalva»44, este último, también vinculado a la parentela de
Jovellanos y amigo suyo.Tal pacto, en opinión de Carantoña, respondía al intento
de Flórez Estrada de «modificar la correlación de fuerzas en la Junta», aunque
fuera a costa de pactar «con uno de los sectores más reaccionarios de la nobleza»45.
Reconoce Carantoña la dificultad para definir ideológicamente las alianzas, más o
menos circunstanciales, y por cuál se decantaban los que dominaban en la Junta
y quienes se oponían46. No obstante, considera como elementos más liberales de
la nueva Junta a Álvaro Flórez Estrada, Manuel María Acevedo, Ramón de Llano
Ponte, Alonso Victorio de la Concha, Blas de Posada, Alonso Canella, Felipe Vázquez Canga Argüelles, Felipe Neri Hevia y Antayo y Pedro Cienfuegos Ramírez47.
De éstos, Ramón de Llano Ponte, Alonso Victorio de la Concha y Felipe Vázquez
Canga Argüelles no fueron miembros de la nueva Junta Suprema reunida el 1 de
septiembre y que eligió a Jovellanos; y en cuanto a Felipe Neri Hevia y Antayo,
pensamos que tampoco estuvo en la renovada, salvo que sea el mismo personaje
que aparece como Felipe Hevia y Vaqueros, al que se denomina en las actas como
«Hevia menor» para diferenciarlo de Antonio Hevia y Vaqueros, representante de
Gijón, al que se nombra como «Hevia mayor», y que no votó a Jovellanos.Además,
Blas Alejandro de Posada, representante por Llanes, aunque fue depurado tras la
reacción absolutista que siguió al Trienio Liberal de 1820-1823, en modo alguno se
alineó con las posiciones liberales en esa Junta. Su voto en la elección de representantes para la Central fue de lo más reaccionario, si se puede emplear este término,
al decantarse por el mariscal de campo José Heredia y el doctoral de la catedral Pedro Inguanzo y Rivero, una de las figuras más destacadas del reaccionarismo en las
Cortes de Cádiz y enemigo acérrimo de Jovellanos. Alonso Canella se manifiesta
43
Es el mismo documento citado en la nota 29, pág. 141, de la publicación de José M.ª Patac de las
Traviesas, S. J., La guerra de la Independencia en Asturias en los documentos del archivo del Marqués de Santa
Cruz de Marcenado.
44
Francisco Carantoña Álvarez, Revolución liberal y crisis de las instituciones tradicionales asturianas, Gijón,
Silverio Cañada Editor, 1989, pág. 85.
45
Ídem, pág. 86.
46
Ídem, pág. 97.
47
Ídem, pág. 171, nota 109.
105
siempre muy conservador y legalista, y el voto para la Central lo hizo a favor del
marqués de Camposagrado y de Ignacio Flórez Arango, ratificando lo que había
votado en las anteriores elecciones para el mismo fin.
Sin embargo, califica Carantoña de «marcadamente reaccionarias» a personas
como el conde de Marcel de Peñalva, el Marqués de Santa Cruz, Antonio Prado
y Valdés o Pedro Peón Heredia. El conde de Marcel de Peñalva, Rodrigo Cienfuegos, que tenía la representación de Salas, Gozón, Allande y Cangas de Tineo,
votó a Jovellanos, con quien compartía estrecha amistad y vínculos familiares, y al
señor Antonio Valdés Bazán, al que en modo alguno cabe calificar de reaccionario48. Jovellanos y Valdés Bazán fueron los votados por algunos significados liberales como Manuel María Acevedo, representante de Sariego y Tudela, y Nicolás
de Llano Ponte, representante de Parres. Sostiene Carantoña, finalmente, que en
la renovación de la Junta Suprema y elección de Jovellanos para la Central, hubo
una colaboración entre Álvaro Flórez Estrada, el marqués de Santa Cruz y la
familia de Jovellanos, vinculada con la del conde de Marcel de Peñalva49. Ignoramos si hubo acuerdos puntuales entre el grupo de Flórez Estrada y el marqués de
Santa Cruz, pero este último, que ostentaba la representación de Noreña y Ribera de Abajo, votó al marqués de Camposagrado y al conde de Marcel de Peñalva.
Los votos recibidos por Jovellanos procedían de representantes que parecen tener una adscripción ideológica muy heterogénea. A algunos se les
puede calificar de liberales, como Manuel María Acevedo, Nicolás de Llano
Ponte o José Argüelles Meres50, y también, quizás, Antonio Prado y Valdés51,
48
Antonio Valdés y Bazán (1744-1816) había sido, entre otros muchos cargos, ministro de Marina, y amigo
de Jovellanos. De ascendencia asturiana, Valdés fue, entre otras cosas, quien apadrinó el establecimiento
en Gijón del Real Instituto de Náutica y Mineralogía, la empresa más querida de todas las ideadas por
don Gaspar. No fue a la reunión de Bayona convocada por Napoleón para aprobar la Constitución (en
realidad, una carta otrogada), a la que había sido convocado, y tuvo en mayo de 1808 un destacado protagonismo promoviendo juntas contra los franceses en Palencia y León. El 3 de agosto de 1808 firmó en
Ponferrada un Manifiesto de las juntas supremas de Castilla y León, que contiene una propuesta clara de Junta
Central y de convocatoria de Cortes. Ver Alberto Gil Novales, Diccionario biográfico de España (18081833). De los orígenes del liberalismo a la reacción absolutista, Madrid, Fundación Mapfre, 2010, 3 tomos, págs.
3.087-3.088. Sobre el linaje asturiano de Antonio Valdés, Micaela Valdés y Ozores, El baylío D. Antonio
Valdés y Bazán, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2 tomos, 1990, págs. 93-101.
49
Op. cit., págs. 102-103, y pág. 172, nota 113.
50
Lo incluye entre los represaliados por la reacción absolutista Gabriel Santullano, Del hierro y del fuego.
Nómina de represaliados. II, Gijón, Ateneo Obrero de Gijón, 2000, pág. 43. José Argüelles Meres era
representante de Siero.
51
Francisco Carantoña, op. cit., pág. 99, considera a Antonio de Prado y Valdés como marcadamente
reaccionario. A falta de las actas de los meses de julio y agosto de 1808, la afirmación no parece muy
fundada. El mismo Carantoña señala que fue expulsado de la corporación ovetense después de la reacción absolutista de 1823 (op. cit., pág. 295), aunque rehabilitado poco después por la Audiencia.
106
el representante de Oviedo y que fue el primero en postular su nombramiento. También le votó el conde de Toreno, que lo hizo doblemente en
calidad de alférez mayor del Principado y como representante de Ibias. Otro
de sus votantes fue, como ya se dijo, el conde de Marcel de Peñalva, que
acumulaba la representación de cuatro concejos. Rodrigo Antonio González de Cienfuegos y Velarde, VI conde de Marcel de Peñalva, era hermano
de padre de Baltasar Ramón Cienfuegos Jovellanos, secretario de la Junta,
al haberse casado su padre en terceras nupcias con Benita Jovellanos y Ramírez de Jove, hermana mayor de Gaspar Melchor. Aparte de este vínculo
familiar con los Jovellanos, el conde de Marcel de Peñalva era persona ilustrada y amigo íntimo de don Gaspar. También le votó el conde de Agüera,
Nicolás Cañedo, que tenía los poderes de Morcín y Ribera de Arriba, y al
que no se le puede considerar como liberal, sino al contrario. El conde de
Agüera fue el único vocal de esta Junta que formó parte posteriormente
de la nombrada por el marqués de la Romana, al disolver ésta, y su otro
voto fue para Ignacio Flórez Arango. Otro de los votantes por Jovellanos,
perteneciente a la más destacada nobleza asturiana, fue Joaquín María Velarde y Navia Bolaño52, que representaba a Proaza y Santo Adriano; estaba
casado con una hija de los marqueses de San Esteban del Mar de Natahoyo,
Nicolasa Ramírez de Jove y González de Cienfuegos, y por tanto emparentada emparentada con los Jovellanos. Claramente reaccionario era Juan Arias
Miranda, representante de Grado. Otros apoyos de Jovellanos fueron de
diversos miembros de la nobleza local no titulada, como José de Junco Pola,
representante de Ribadesella; Manuel de Salas y Omaña, de Pravia; Francisco Bernardo Miranda, que tenía los poderes de Lena, Riosa y Bimenes; José
de las Alas Valdés, de Carreño; Juan Ramón de Vega Caso, de Caso; Pedro de
Soto Posada, de Cangas de Onís; Nicolás Fernández Blanco, de Corvera; o
Juan de Argüelles Mier, de Amieva. En total, Jovellanos recibió el apoyo de
34 concejos u obispalías, aunque los votantes se repiten al tener más de una
representación, y además no todos los votos valían lo mismo53.
52
Coronel del Regimiento Provincial de Oviedo fue nombrado teniente general por la Junta Suprema
el 12 de junio de 1808. La Directiva del Representante del Pueblo de Oviedo había obligado a su representante Manuel María de Acevedo a presentar un escrito ante la Junta pidiendo el cese de Joaquín
María Velarde, y durante los sucesos de septiembre de 1808 fue sacado violentamente del local de la
Junta. Fue creado conde de Nava en 1835.
53
Los concejos de realengo tenían voto entero, aunque como solían acudir con dos representantes,
cuando había disparidad entre ellos, valía la mitad el de cada uno. Las obispalías, llamadas así porque
habían pertenecido al señorío de la Iglesia, tenían un tercio de voto. Esa disparidad hacía bastante
complejo el recuento.
107
En la comparación entre los votantes a Jovellanos y al marqués de Camposagrado, quizás se pueda ver un posicionamiento más ideológico. Los tres
más significados liberales que votaron al primero (Manuel María Acevedo,
Nicolás de Llano Ponte y José Argüelles Meres), no lo hicieron por Camposagrado. A éste, en cambio, le apoyaron tres de los más destacados representantes de la aristocracia y alta nobleza asturiana, menos liberal, los marqueses
de Santa Cruz y Vistalegre, y Antonio de Heredia y Velarde, yerno del marqués de Vistalegre.
La intrincada red de parentescos trabada entre gran número de los apoderados que acudían a las Juntas, hace difícil encontrar un único hilo, bien
sea fundado en los lazos familiares o en las ideologías, en las alianzas que se
fueron tejiendo y, en concreto, en la elección de los representantes a aquella
Junta Central y Suprema tan comprometida. Sin duda, ambos eran figuras del
máximo prestigio en la Asturias de aquel tiempo y la personalidad de Gaspar
Melchor de Jovellanos trascendía ampliamente el ámbito asturiano54, y juntos
formaban un par muy compensado entre el innegable carácter reformador
y sensatez de Jovellanos y la postura más conservadora y vis militar de Camposagrado. ¿Era esta la apuesta de Álvaro Flórez Estrada, como denunció el
derrotado Ignacio Flórez Arango? No lo podemos saber a falta de alguna
otra información confidencial (por ejemplo, cartas), y de las actas de la Junta
de los meses anteriores para conocer en qué términos exactos se produjeron
las disidencias que dentro de ellas constatan varios testimonios. En cualquier
caso, el padre de Álvaro Flórez Estrada, Martín Flórez Estrada, apoderado por
Somiedo, votó por Antonio Valdés Bazán y el marqués de Santa Cruz, otra
pareja compensada entre el reformismo y el conservadurismo.
54
En la Memoria en defensa de la Junta Central, cuando Jovellanos relata cómo transcurrió su viaje a Jadraque desde Barcelona, donde desembarcó procedente de Mallorca, cuenta cómo su carruaje fue rodeado
a las puertas de Zaragoza por una «muchedumbre de gentes de la ciudad y el campo, en cuyos semblantes torvos y resueltos se veían fuertemente expresados el despecho y el valor que agitaban sus ánimos.
Informados de que venía de Barcelona, todos se agolparon en torno a mi coche, clamando unos porque
se nos registrase, y otros porque nos condujesen al nuevo general. En medio de esta contienda se oyó
un susurro, que decía y repetía “es Jovellanos”, y desde entonces, sosegado el bullicio, empecé a ser
mirado con aprecio y compasión, y conocí cuánto había debido mi nombre a mis pasados infortunios»
(ed. cit., pág. 472).
108
109
[email protected]
110
ESTUDIOS OVETENSES
APUNTES PARA UNA REDEFINICIÓN DEL OVIEDO
ALTOMEDIEVAL: DEL CONJUNTO RELIGIOSO Y
EPISCOPAL A LA PROTOCIUDAD
francisco josé borge cordovilla
El tradicional interés existente acerca del origen y naturaleza de Oviedo, acrecentado por los descubrimientos arqueológicos, está produciendo un
notable incremento en los trabajos de investigación que tratan de reinterpretar el asentamiento1, a fin de superar la visión diacrónica consagrada por
la historiografía tradicional2 sobre el tema. En este contexto, y en el marco
de las II Jornadas de Arqueología Medieval organizadas por la Asociación de
Profesionales de la Arqueología de Asturias, se produjo una conferencia sobre
los orígenes de Oviedo3 que, a nuestro juicio, supone un punto de inflexión
en cuanto a la orientación de la investigación acerca de la naturaleza y evolución del asentamiento, al analizar en su conjunto variables que hubieron de
actuar de modo coetáneo, y no sucediéndose en el tiempo como ha mantenido la corriente historiográfica dominante.
Por nuestra parte, tras años de estudio de los primeros siglos de existencia de Oviedo, tanto en cuanto al origen, naturaleza y evolución del
1
En un primer momento se intentó dar entidad urbana a los restos situados bajo el actual palacio episcopal, a partir de los resultados de las excavaciones de don Víctor Hevia Granda y don José Fernández
Buelta: José Fernández Buelta, Ruinas del Oviedo Primitivo, Historia y secuencia de unas excavaciones,
Oviedo, IDEA, 1984. Partiendo de esta premisa, don Vicente José González García, trató de defender
la antigüedad del episcopado ovetense como heredero del fundado por el rey vándalo Guntamundo en
Lugo de Llanera, interpretando de este modo Oviedo en clave de urbe metropolitana (Vicente José
González García, El Oviedo Antiguo y Medieval. Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1984).
2
Es decir, la de su nacimiento como monasterio, su paso a sede regia y episcopal, y su culminación como
centro de peregrinación. Consagrada en Juan Uría Ríu, «Cuestiones histórico-arqueológicas relativas
a la ciudad de Oviedo de los siglos viii al x», en Symposium sobre Cultura Asturiana de la Alta Edad Media,
Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1962, págs. 261-328, y continuada por sus discípulos.
3
César García de Castro Valdés y Sergio Ríos González, «Los orígenes de Oviedo», en II Jornadas de
Arqueología Medieval, Oviedo, noviembre de 2014. APIAA-Museo Arqueológico de Asturias, en prensa.
113
asentamiento4, como a la organización del mismo, y sus edificios más representativos5, hemos incidido en muchas de las variables que constituyen el eje
del actual estudio de los mencionados autores, por lo que creemos llegado el
momento de actualizar nuestras hipótesis al respecto, corrigiendo aquellos
aspectos en que las veamos superadas, coordinando aquellos otros que consideramos vigentes dentro de los parámetros ahora definidos, y planteando
y exponiendo nuevas hipótesis, coherentes con la evolución del conjunto
de las investigaciones.
Acerca de la naturaleza del asentamiento
A día de hoy, es ya un hecho casi completamente aceptado que el establecimiento en la colina Ouetdao, en el año 761 del presbítero Máximo (que
funda un oratorio o cenobio dedicado a san Vicente levita y mártir convertido en monasterio en 781 con la llegada de su tío el abad Fromestano, que
junto con veinticinco monjes más, otorgan escritura de pacto monástico)
aunque suponga el poblamiento, o repoblamiento, de dicha localidad, es un
hecho completamente independiente del inicio, muy posterior, de Oviedo
como ciudad6.
4
En cuanto a la interpretación del posible asentamiento romano en la colina Ouetdao, ver Francisco
José Borge Cordovilla, «La fuente romana de La Rúa: análisis y trascendencia para la historia de
Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2009. Para la génesis, configuración y evolución del asentamiento
ovetense en la Alta Edad Media, ver Francisco José Borge Cordovilla, «La Ciuitas de Alfonso III en
el contexto de los primeros siglos del desarrollo urbano de Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2005, y «La
Ciuitas de Alfonso III (2): análisis morfológico y urbanístico», La Balesquida, Oviedo, 2006.
5
En cuanto a nuestros trabajos acerca de los principales templos y otros edificios ovetenses, ver, de Francisco José Borge Cordovilla, «La primitiva basílica de San Salvador de Oviedo: ensayo de hipótesis para
su reconstrucción», Boletín del RIDEA, n.º 159, Oviedo, 2002; «El edificio altomedieval de la iglesia de
San Salvador de Oviedo: revisión de hipótesis reconstructivas», La Balesquida, Oviedo, 2014; «La basílica
de Santa María de Oviedo: del panteón real a la Catedral Doble. Hipótesis de restitución en función del
análisis compositivo y metrológico», La Balesquida, Oviedo, 2011; «La basílica de San Tirso de Oviedo:
formulación de hipótesis reconstructivas en función del análisis compositivo comparado», Boletín del
RIDEA, n.º 162, Oviedo 2003; «Sobre la forma de la primitiva basílica de San Juan Bautista de Oviedo:
argumentos arqueológicos, compositivos y metrológicos», La Balesquida, Oviedo, 2012; «La fuente de
Foncalada (Oviedo): hipótesis de reconstrucción en función del análisis compositivo y metrológico», La
Balesquida, Oviedo, 2010; «El Castillo-Fortaleza y el Palacio de Oviedo: edificios emblemáticos de la Regia
Urbs de Alfonso III», La Balesquida, Oviedo, 2007, y «El pasado altomedieval del solar de la Fábrica de
Armas de Oviedo: apuntes para una aproximación a su realidad edilicia», La Balesquida, Oviedo, 2013.
6
Nos remitimos a las obras citadas en cuanto a la génesis y evolución del asentamiento ovetense, en
la misma dirección de los nuevos argumentos expuestos ahora por García de Castro y Ríos, «Los
orígenes de Oviedo», en II Jornadas de Arqueología Medieval, APIAA-Museo Arqueológico de Asturias,
Oviedo, noviembre de 2014, en prensa.
114
Como hemos escrito en otro lugar, este hecho además no puede considerarse con independencia de las iniciativas edilicias del rey Fruela I en la
colina (iglesias de San Salvador y los doce apóstoles y de los mártires Julián y
Basilisa), y ello porque, evidentemente, es Fruela I quien concede permiso a
los pobladores para la pressura del lugar; y, como demuestran los hechos posteriores, el establecimiento religioso quedará vinculado por mucho tiempo a
las fundaciones regias en la colina.
Por otra parte, la calidad de las fundaciones, como igualmente sostenemos
desde hace tiempo, indican claramente la intención de Fruela I de fundar un
episcopado en Oviedo7. Para tal fin, empero, no es estrictamente necesaria
la existencia de una ciudad, aunque evidentemente el establecimiento de un
importante conjunto religioso lleve aparejada la existencia de poblamiento
(bien inmediato o en las cercanías del mismo) ya que ello resulta necesario
tanto para su establecimiento como para su posterior abastecimiento.
Asesinado Fruela I por sus primos en 768, sería su hijo Alfonso II
quien culmine su proyecto, reconstruyendo el conjunto religioso, para
entonces ya existente en Oviedo8 (tras los saqueos árabes de las campañas de 794 y 795)9, convirtiéndolo en sede (en fecha discutida por los
autores) de un episcopado. La falta de acuerdo acerca de este extremo,
se basa en que el documento que contiene la primera mención de un
obispo en Oviedo (el famoso Testamentum de donación de Alfonso II a
San Salvador) es considerado, por una parte de la crítica diplomática, una
copia del siglo x10. Poseemos como referencia dos datos ciertos: la consagración se celebró un 13 de octubre11; y el día canónicamente preferido
para la misma es el domingo, siendo el clérigo indicado un obispo12. Las
7
Borge Cordovilla, «La civitas de Alfonso III en el contexto», págs. 28-30.
8
De hecho, a fecha de las campañas emirales de 794 y 795 debían existir en el lugar, como mínimo, las
iglesias de San Salvador y Santos Julián y Basilisa, fundadas por Fruela I, el monasterio de San Vicente,
cuyo pacto data de 781, y, al menos en 795, otro probable cenobio, de monjas, que aparece citado en
Ibn el-Athir, donde, refiriéndose al general musulmán Abd el-Kerim, y a su lugarteniente Faradj ben
Kinana, señala que «violentó a las mujeres de Alfonso» (Lucien Barrau-dihigo, Historia Política del
Reino Asturiano [718-910], Gijón, Silverio Cañada Ed., 1989, pág. 144, nota 33).
9
Barrau-dihigo, Historia Política del Reino Asturiano, págs. 133-150, notas 21-33.
10
Tal donación se supone que es del conjunto eclesiástico terminado, y la recibe el obispo de la sede ovetense, Adaulfo, el 16 de noviembre de 812.Ver Santos A. García Larragueta, Colección de Documentos
de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1967, doc. 2, págs. 4-9.
11
Así figura en el Obituario de la catedral: «eOdem die, aPud Ovetum, dedicaciO ecclesie sancti salvatOris», ver
Víctor M. Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo (Kalendas I), Oviedo, RIDEA, 2001, pág. 333.
12
«De ecclesia dedicatione seu consecratione», en Pontificale Romanum.
115
fechas propuestas para dicha ceremonia van desde la más temprana, en
802, hasta la más tardía, en 821. La primera de ellas es sostenida por García Larragueta13, apoyándose en el padre Risco, que sitúa este hecho en
el intervalo temporal entre 802 y 81214. Otros autores, como García de
Castro, retrasan la consagración del templo hasta el 13 de octubre de 821,
que, efectivamente fue domingo.
Nosotros considerando excesivamente tardía tal data, proponemos
la de 13 de octubre de 810, domingo también; fecha además más cercana a la de la ofrenda por parte de Alfonso II a San Salvador de la Cruz
de los Ángeles, que consideramos, con datos objetivos, tuvo una especial
significación15.
En cualquier modo, la existencia del obispado nos conduce al siguiente problema, que es el de la articulación organizativa del conjunto religioso16, ya que,
la existencia de un obispo implica necesariamente la de su clero de canónigos
13
Santos A. García Larragueta, Sancta Ovetensis. La Catedral de Oviedo, centro de vida urbana y rural en
los siglos xi al xiii, Escuela de Estudios Medievales, Estudios, vol. XXXVII, Madrid, CSIC, 1962, pág.
14. El 13 de octubre de dicho año era jueves, día (según prescripción del Liber Ordinum Pontificalis) no
especialmente propicio para la consagración de templos, pues ésta solía realizarse en domingo.
14
Manuel Risco, España Sagrada, tomo XXXVII (hay reed. facsímil: Gijón, Mases Ed., 1986), págs. 160-162.
15
De la que conocemos el año, a partir de la Era Hispánica, 808, que figura en la dedicación del reverso
de la joya, pero no la fecha exacta. En función de la solemnidad de la ocasión, nosotros nos atrevemos
a proponer el 6 de agosto de 808, fiesta de la Transfiguración del Señor, o de San Salvador, que además
también fue domingo, y coincide con la advocación del templo.
16
Entre los siglos iii y iv aparecen los eremitas y anacoretas, en Oriente próximo y Asia Menor. Poco después aparecen
los monjes.Todos estos se dedicaban a la perfección de la espiritualidad a través de la vida contemplativa y la práctica
de la plegaria. La diferencia entre los primeros y los segundos estriba en que los eremitas lo practicaban libremente
en solitario, mientras que los monjes vivían en comunidad sometidos a una regla, por lo que fueron denominados
Clero regular. Frente a los monjes, y con un estilo de vida totalmente opuesto, se encontraban los sacerdotes, Éstos
estaban inmersos en la sociedad, y se dedicaban, al frente de sus respectivas parroquias, a la cura de almas, administración de los sacramentos, y tareas pastorales, bajo la dependencia de un obispo, con quien colaboraban, además, en la
resolución de diversas tareas de la diócesis. San Agustín, ya en el siglo iv, indicaba su preferencia de la vida en comunidad para el clero sacerdotal «secundum regulam sub sanctis Apostolis constitutam» (según se describe en Hechos, 42-44,
2), siguiendo una regla de vida que combinara la plegaria con la práctica de las tradicionales funciones sacerdotales,
en lo que él denominaba «monasterios de clérigos», señalando varios ejemplos de colegios sacerdotales vigentes en
su época en las sedes episcopales de Alejandría,Tolosa,Vercelli, o Milán. El primer ejemplo de colegio de canónigos
recogido en una norma jurídica vinculante para los mismos es el de san Grodegango, obispo de Metz, que en 763
reunió a los clérigos de su diócesis a su alrededor para llevar vida comunitaria, según una regla por él elaborada, la
Regula Canonicorum, recogida como norma en los Concilios episcopales de Aquisgrán, de 789; de Maguncia, en 813,
y de nuevo en el Sínodo de Aquisgrán de 816 (presidido por Ludovico Pío). Constituidas, seguramente, muchas
catedrales sobre un modelo de organización de clero mixto, regular y secular (como en Oviedo, que es el caso que
nos ocupa), el Sínodo de Letrán, en 1059, procedió a consagrar la separación de ambos órdenes, con el fin, seguramente, de salvaguardar el patrimonio de las nacientes congregaciones canónicas, a las que se buscó dar un estatuto
definitivo, ajustándolas a un ideal de vida común bajo la denominada Regla de san Agustín.
116
asociado17. En el caso de Oviedo habrá que compaginar dicha categoría clerical
con la de los clérigos regulares, existentes en el lugar al menos desde 781, cuando
se establece institucionalmente el monasterio de San Vicente, además de que deberíamos tener también en cuenta la mención, en las crónicas árabes, del violentamiento de «las mujeres de Alfonso», lo que nos sugiere la presencia de una congregación femenina formando parte, posiblemente, de una institución dúplice.
Autores como Fernández Conde son de la opinión de que los canónigos
se organizaron en épocas altomedievales según los viejos preceptos vigentes
en los Episcopios de época visigoda, donde los clérigos, cualquiera que fuese
su grado de ordenación, hacían vida común con su obispo.
Es evidente la influencia organizativa visigoda en materia de articulación
de la vida canónica en el occidente europeo18, así lo atestiguan las Actas del
propio Concilium Aquisgrasense de 816, cuando se refieren a las costumbres
instituidas para la vida en común de los canónigos por parte de san Isidoro
de Sevilla, que, sin embargo, nunca habían sido puestas por escrito19.Ya en el
siglo viii, san Crodegango20, obispo de Metz (742-766), había realizado una
compilación escrita, la Regula Canonicorum, que tuvo profunda influencia en
los cánones del mencionado Concilium aquisgranense. Pese a que en Oviedo
existen, en nuestra opinión, numerosas pruebas de intervención imperial,
tanto en materia de organización de la vida clerical, como en los aspectos
materiales del asentamiento (como enseguida veremos), Fernández Conde
niega la influencia de la codificación canónica carolingia en la organización
primitiva de los canónigos ovetenses21. Tal vez convenga reseñar al respecto
que la Regula Canonicorum de san Crodegango de Metz ha sido detectada
dentro del obituario de San Salvador de Oviedo, que, aunque es códice del
17
Isidoro de Sevilla define los grados de los clérigos, a los que diferencia de los monjes. De entre los primeros, ordenados sus grados de menor a mayor: Ostiario, salmista, lector, exorcista, acólito, subdiácono,
diácono, presbítero y obispo (Isidoro de Sevilla, Etimologías, libro VII, 12, 13, Madrid, BAC, 2004).
En el Testamentum de 812, aparecen, de los grados de ordenación citados, 1 presbítero, 2 diáconos y 6
clérigos, donados por Alfonso II a la iglesia de Oviedo y a su obispo Adaulfo, lo que nos habla de su
carácter de clero secular y condición servil.
18
Sin embargo, se niega la influencia de la regla isidoriana en Oviedo, pese a que sabemos que en el
siglo xi estaba presente en los cercanos cabildos de Santiago y León.Ver Francisco Javier Fernández
Conde, La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, Oviedo, IDEA, 1972, pág. 90, nota 21.
19
«Excerptum ex Libro Officiorum Isidori …», Concilium Aquisgranense a. 816, cap. cxxvi.
20
Francis Mershman, «St. Chrodegang», en The Catholic Encyclopedia, vol. 3, New York, Robert Appleton
Company, 1908. Disponible en: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Crodegango [consulta: 07-02-2015].
21
Fernández Conde, La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, págs. 82-104, especialmente págs. 89-90.
De idéntica opinión es María Soledad Suárez Beltrán, El Cabildo de la Catedral de Oviedo en la Edad
Media, Oviedo, Universidad de Oviedo - Servicio de Publicaciones, 1986, págs. 37-44.
117
siglo xiii, se basa en un obituario anterior perdido, que, a juicio del autor del
estudio del códice, debió ser altomedieval22.
En resumen, pensamos que nos encontramos ante una iglesia catedral
establecida por Alfonso II, culminando el proyecto de su padre Fruela I, fundamentando la organización y articulación del culto en los diversos templos,
en una combinación de clero regular (aprovechando la pressura de los monjes
de San Vicente, y, tal vez de la congregación femenina establecida en época
posterior, aunque próxima, a la de aquellos), y una congregación de canónicos presidida por un obispo, con el que llevarían una vida en común. Ambas
congregaciones estarían presididas por sus respectivos abades, actuando el de
la congregación de canónigos como delegado del obispo, que sería quien
tendría autoridad y jurisdicción sobre el conjunto de clérigos al servicio de
San Salvador23.
La estructura formal del conjunto. Jerarquización
Analizaremos aquí
el asentamiento tomando como referencia la
configuración del mismo al final del reinado
de Alfonso III, cuando
se encuentran definidos
todos los elementos diferenciados constitutivos
del mismo, distinguiéndose dos realidades jerárquicamente diferenciadas.
Oviedo: conjunto religioso y poblamiento asociado, hacia 950.
22
Manifestado el autor la evidencia de la equivocación de Fernández Conde y Suárez Beltrán en cuanto a la
Regla vigente en el colegio de canónigos ovetense. RodríguezVillar, Libro de Regla del Cabildo, págs. 22-24.
23
De hecho, en el tantas veces citado Testamentum, junto con el obispo Adaulfo, recibiendo la donación,
aparecen como testigos otros 4 obispos, 3 abades, y 1 monje; tras ellos un Damundus arcidiaconus, y 2
abades más. Lo lógico es que al menos parte de este clero estuviera asignado al conjunto religioso
donado por Alfonso II al obispo Adaulfo (García Larragueta, Colección, doc. 2, págs. 8-9).
118
La Civitas episcopal
Conjunto religioso erigido por Alfonso II, con los templos de la Catedral Doble (San Salvador, Santa María, y el martirial de San Tirso), y las
dependencias de alojamiento del clero; las del regular (monasterio), al N de
los templos, en torno a los claustra articulados alrededor de sus respectivos
santuarios; y las de los canónigos, al S de los templos, en torno al palacio episcopal. Todos estos edificios estarían protegidos por un muro, que delimitaría
un atrio o cementerio, interior articulador de las relaciones entre todos los
edificios, así como abastecidos de agua por el acueducto que discurría desde
los manantiales de La Granda del Anillo, al S de la ciudad. Este complejo
edilicio fue donado por el monarca a la sede episcopal de San Salvador y su
obispo Adaulfo, en el célebre Testamentum de 81224.
Pese a la insuficiencia de la arqueología realizada para dilucidar la morfología y articulación de relaciones entre los templos de la catedral altomedieval, y los edificios correspondientes al clero al servicio de los mismos25, lo
que conocemos acerca de la configuración del conjunto es suficiente para
deducir que la liturgia de San Salvador y Santa María se repartía entre el clero regular de los monjes del monasterio de San Vicente, ligado a la catedral
de Alfonso II por un pacto de su congregación con la corona (no pudiendo
descartarse la existencia de una congregación femenina en torno al templo
de San Juan Bautista), y los canónigos establecidos en torno al obispo. De
hecho, la explicación de cómo sería dicho reparto no resulta complicada, de
acuerdo con las funciones realizadas tradicionalmente por cada tipo de clérigos. Así, los monjes podrían haber compartido con los sacerdotes el cumplimiento de las horas canónicas en los diferentes templos, mientras que los
canónigos realizarían la administración de sacramentos y las tareas pastorales
y de auxilio al obispo, en funciones administrativas y seculares. Del mismo
24
16 de noviembre de 812. Alfonso II da a la iglesia de Oviedo el atrio, acueducto y edificios que
construyó, además de ornamentos para la iglesia (Testamentum regis Adefonsi, en García Larragueta,
Colección, n.º 2, págs. 4-9).
25
La excavación clásica de los edificios del costado S de San Salvador, que condujo a sus autores a la célebre interpretación como «palacios reales de Alfonso II» (Fernández Buelta, Ruinas del Oviedo Primitivo). Las excavaciones realizadas por Emilio Olávarri, nunca fueron publicadas. Sí lo fueron las de César
García de Castro en el Jardín de Pachu (César García de Castro Valdés, «Las Primeras Fundaciones»,
en Aa.Vv., La Catedral de Oviedo. Historia y Restauración, 1, Oviedo, Nóbel, 2000, págs. 39-62). El resto
no pasa de exploraciones parciales en el interior de los templos actuales y dependencias anejas a los
mismos, aunque poseen notable valor documental como instrumento deductivo (González García,
El Oviedo Antiguo y Medieval).
119
modo (y aunque el estudio de tan complejo asunto cae fuera de los límites de
este trabajo), ambas congregaciones se complementarían en la realización de
la liturgia procesional que sin duda se llevó a cabo en Oviedo, al igual que se
realizaba en conjuntos religiosos similares en el ámbito europeo26.
Estas organizaciones clericales, así definidas funcionalmente como complementarias, son orgánicamente independientes, y cada una de ellas se rige
por la obediencia a una regla (monjes), o a un conjunto de cánones otorgados por el obispo de la diócesis (canónigos), presidiendo sendos abades
cada una de las congregaciones así definidas. Sin embargo, pensamos que,
institucionalmente todas las modalidades de organización clerical existentes
en Oviedo, están sometidas a la autoridad episcopal27.
Al margen de las congregaciones dedicadas al servicio de los templos
catedralicios, y como consecuencia de las relaciones entre episcopado y aris26
Al referirse a la Liturgia Pascual, instituida por Angilberto (790-814), abad del monasterio de Centula, en
vida de Carlomagno, su compilador, Hariulfo transcribe, refiriéndose a las procesiones de la Liturgia Pascual
celebrada en el monasterio: «Tunc cruces septem sequantur, ex quibus sit media crux Sancti Salvatoris; quas sequatur
capsa maior ipsius Sancti Salvatoris : ad cuius dextram partem vadant sacerdotes tres cum aliis capsis minoribus tribus;
ad levam similiter. Post quos sequantur diaconi vii, subdiaconi vii, accoliti vii, exorcistae vii, lectores vii, et ostiarii vii.
Deinde reliqui monachi septem et septem per loca convenientia ambulent …», lo que testimonia claramente que en
el conjunto religioso de Oviedo pudo celebrarse una liturgia semejante, compartida por el clero regular y
canónico.Ver «Institutio Sancti Angilberti Abbatis de Diversitate Officiorum», en Chronicon Centulense ou chronique
de l’abbaye de Sant Riquier, libro II, cap. vi.Traduction d’Hariulfe par Le Marquis Le Ver. Publiée et annotée
par M. Ernest Prarond, Président d’honeur. Abbeville, Imprimerie Fourdinier et Cia, 1899. Disponible para
consulta en: http://remacle.org/bloodwolf/historiens/hariulf/table.html.
27
Lo que resulta meridianamente claro para el caso de la congregación de San Vicente, como se deduce de la
documentación relativa al pleito iniciado por los monjes a fines del siglo xi para independizarse de la sede ovetense. El abad Ramiro afirma que el cenobio es «… ex integrum de Rex …», lo cual es cierto, si pensamos que la
pressura realizada en su día por los monjes (recogida literariamente en el pacto monástico de 781, cuya escritura
no pudieron aportar los monjes sino en forma de copia, elaborada en el siglo xii, bajo el abad Rodrigo) fue
autorizada por el rey Fruela I en la localidad de Ouetdao, que era (por las causas que fuera) de dominio regio.
Sin embargo, el obispo de la sede ovetense Arias, afirma «… quod erat ipse monasterium de Sancti Uicencii ueritas de
ipsam sedem secundum in suos testamentos includet et semper staterat in iure de antecessores eius …», lo cual también es
cierto, si nos atenemos al citado Testamentum de 812, de donación de Alfonso II a San Salvador, donde, entre lo
donado dentro del atrio, se incluiría dicho monasterio. El pleito concluye con una orden regia de dependencia
de dicho cenobio del obispo «… et missit ille rex ipsum monasterium in iure ipsius episcopi Dompno Arias …». 1090,
marzo 23. Pleito entre el obispo de Oviedo Arias y el abad de San Vicente Ramiro sobre pertenencia de dicho monasterio a
la sede ovetense, en García Larragueta, Colección, n.º 98, págs. 272-273.A esta sentencia regia siguió la donación
del monasterio al propio obispo Martín, 1097, marzo 23: Alfonso VI y su mujer Berta dan a la iglesia de Oviedo
el monasterio llamado de ante altares de San Vicente, etc. (Santos García Larragueta, Catálogo de documentos de
la Catedral de Oviedo, n.º 109, Oviedo, IDEA, 1957, págs. 47-48). Esto demuestra que, aún siendo ciertos los
hechos narrados en el pacto monástico de 781, la finalidad de la fundación de SanVicente era el servicio de los
templos formando parte del clero catedralicio. De haber existido una congregación femenina, y ateniéndonos
a lo expuesto, su finalidad habría sido la misma. Quedarían exceptuados de esta regla los «monasterios propios»,
ubicados en el atrio catedralicio, en régimen de concesión episcopal.
120
tocracia laica, van surgiendo e instalándose en el atrium o cimiterium28 de la
Civitas una serie de monasterios, fundados por las principales familias nobles,
a través de un pacto con el obispo, consistente en el usufructo del suelo sagrado, a cambio de la entrega de la fundación a San Salvador, en principio, al
término de la vida de los fundadores. Esto en la práctica no era así, originándose conflictos que, en ocasiones, perduraron largo tiempo.
El primero de estos monasterios propios, debió ser fundado por el propio
Alfonso II (siglo ix)29, vinculado, a nuestro juicio, a la iglesia de San Tirso, que
después pasó al conde Gundemaro, delegado regio, que, debido a la desvinculación de San Tirso, lo puso bajo la advocación de santa Gadea (siglo x)30.
Igualmente, aparece vinculado a esta familia el monasterio de Santa Marina (siglo x)31, ubicado al E de San Tirso, en el espacio correspondiente a
la domus ecclesie de la congregación de canónigos, lo que podría sugerir un
abandono de la vida común por parte de los mismos.
También, el extremo NE del recinto del atrio, los mismos condes fundaron el monasterio de Santa María32, origen de la futura parroquia de Santa
28
M. BASSOLS et alii, Glossarium mediae latinitatis catalonie, Barcelona, 1960-1985, I, págs. 531-537.
Estudia el significado del término coemiterium, cuya trascendencia va más allá del significado antiguo o
paleocristiano de las necrópolis, ya que además del significado tradicional: «I. Lugar donde se entierra
a los muertos, cementerio (...)», tiene mayor importancia el siguiente: «II. Espacio de terreno sagrado e
inviolable situado alrededor de una iglesia, bajo cuya protección quedan las personas y los bienes que
en él se hallan (...)», a lo que añade que «en documentos se especifica que el espacio de terreno que
constituye el cimiterium es de hasta 30 pasos de distancia alrededor de la iglesia. Dentro de este espacio,
sin que por ello deje de usarse como cementerio, se levantan edificaciones pertenecientes a particulares
y destinadas a guardar las cosechas, que quedaban así bajo la protección de la iglesia dado el carácter
inviolable del recinto (...).También se levantaban en ocasiones casas o viviendas hasta llegar a constituir
pequeños núcleos de población».
29
El famoso «Monasterio del palacio del Rey», citado por Yepes (Antonio de Yepes, Corónica de la Orden de
San Benito, 6 vol., Irache, 1609-1620, t. III, págs. 223 y sigs.); afirma que «En el archivo de San Martín
de Santiago hay muchas escrituras de diferentes monasterios que están unidos con aquella gran casa
(...) entre otros es la Abadía...que antiguamente se llamó San Lorenzo Caruonario (...) Entre otros
papeles hallé uno que firmaban unos monjes de Oviedo (...) del Monasterio del Palacio del Rey».
30
Para el desarrollo de este argumento ver Francisco José Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso
de Oviedo: formulación de hipótesis reconstructivas en función del análisis compositivo comparado»,
Boletín del RIDEA, n.º 162, Oviedo 2003, págs. 203-204.
31
1036, diciembre 22: «… Damus quoque santae marinae iuxta ecclesiam beati tirsi in oueto fundatum; …»,
Ciriaco Miguel Vigil, Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática, ed. facsímil, Oviedo, 1987, pág. 69;
1075, Febrero, 2: «Et alio monasterio sanctae marinae uocabulo fundato. In cimiterio suprafatae sedis iuxta aecclesiam beati tirsi sito». Se trata de una nueva donación a San Salvador del mismo templo y monasterio, en
esta ocasión por la hija de Mumadomna, Gortrodo Gondemáriz, lo que sirve para ilustrar la situación
expuesta acerca de estos particulares cenobios (Miguel Vigil, Asturias Monumental, págs. 74-75).
32
Miguel Vigil, Asturias Monumental, pág. 85.
121
María de la Corte33 (actualmente ubicada en la iglesia del desaparecido monasterio de San Vicente, se ubicaba originariamente bajo la actual fachada de
la vicaría del monasterio de San Pelayo, en la parte N de la misma).
Pero sin duda, el más famoso de todos estos establecimientos eclesiásticos privados fue el monasterio de Santa Cruz, vinculado a la familia real, y
a San Pelayo (antigua «congregación» vinculada a San Juan Bautista), y que
motivó un largo conflicto de intereses entre los sucesivos usufructuarios
laicos (todos de la familia real), y los correspondientes obispos de Oviedo,
motivando diversas actuaciones regias en defensa de los derechos de la autoridad episcopal34.
33
«hedificauimus aulam in honore et beatissime Sanctae Marie Uirgini … damus ibidem imprimís illa corte quos
est circundata in giro, cum domos et omnia utensilia domorum …», en García Larragueta, Colección, n.º 41,
págs. 136-140.
34
La primera de ellas, en 1051, agosto 20. San Salvador de Oviedo, a través de su obispo Froilán, reclama
la propiedad de la llamada «Corte de Santa Cruz», situada, como se verá, al noroeste del edificio de la
basílica de San Salvador, donde, una de cuyas lindes, era la vía donde se encontraba escrito el signum salutis, que se dirigía hacia San Tirso: «Sub era [lxxxviii post millesima], xiiiº kalendas septembris. A multis est
[cognitum quod orta fuit inte]ntio inter illa [ecclesia sancti Saluatoris et illa infanta] domna Christina super
illa corte que [nuncupant Sancta Cruce …] que est in finem […] gra aquilone et per illa uia […] ubi est scriptum
salutis […a] uitum usque affliget ad Sancto Tirso […] domni regis Fredinandi (...) et posuit rex […] Froilaz / et
comité Munio [Munniz] et domni Ciprianum Legionensem episcopum et domnum Poli […] anc pesquisitionem /
Et est hic scripta (...) sic per ordinem sicut modo audietis (...) domno / Uermudo episcopo dedit illa corte ab integro
sicut superius scriptum est in prestamo [ad sua] coiermana domna Legundia et ille episcopum fecit ibi altare in onore
Sancte Crucis. Mortua domna Legundia petiuit eam in prestamo / regina domna uelasquita. Mortuus est episcopus
domnus Ueremudus, posuerunt ibi episcopum domnum Gudesteum, quo mortuo / posuerunt ibi domnum episcopum
Didagum, quo mortuo posuerunt domno Agda episcopum, quo mortuo posuerunt domnum Pontium / Post est mortua
regina domna uelasquita post hect petiuit in prestamo infanta domna Christina / ad ille episcopum domno Pontio illa
corte que dicunt Sancte Crucis et dedit eam in prestamo. Tunc duxerunt / in presentia regis domni Fredinandi illos
pesquisitores (...) Cum uidit et audiuit ille / rex anc pesquisitionem iudicauit duplare illa corte in simili tali loco.Tunc
cecidit domna Christina ad / pedes regis (...) ut rogassent illo episcopo domno Froila pro illo duplo et que tenuisset
illa corte in prestamo. Et proinde fecerunt hunc placitum in presentia regis (...) Post hec mortua Domna Christina,
petiuit sua filia domna Eslontia in prestamo illa corte iam / superiun nominata. Et illa tenente ea uenit regina domna
Sancia et consiliauit elam cum illo episcopo / domno Froila et tulit illa corte ad domna Eslontia dicendo callide et
ingeniose sicut con / siliauerat cum illo episcopo: «Ista corte mea est et ad me pertinet quia fuit ex mea progenie»
(García Larragueta, Colección, n.º 55, págs. 177-178). Fernando I ordenó duplicar la superficie de la
Corte de Santa Cruz, donde se ubicaba el monasterio. Pero esto no solucionó el problema, lo que motivó
otra nueva donación del mismo espacio que en 1051, por parte de Urraca (hija de Alfonso VI), en 1112,
al obispo Pelayo «… excepto monasterio Sancti Pelagii preter ius pontificalem …», ya que, el institucionalmente
recién nacido monasterio de San Pelayo, se había apropiado de una parte de la corte, o recinto, de Santa
Cruz (Elena E. Rodríguez Díaz, El Libro de la Regla Colorada de la Catedral de Oviedo. Estudio y Edición,
Oviedo, RIDEA, 1995, n.º 9, págs. 322-326). Posteriormente, en febrero de 1127, el obispo Pelayo da, por
los días de su vida, la corte (es de suponer, el monasterio), a Pedro García y a su mujer Eldoncia Pelagii
(García Larragueta, Colección, n.º 146, págs. 373-374). Pero de nuevo, algo debió fallar, ya que el 28 de
febrero de 1161, Urraca La Asturiana (hija de Alfonso VII), vuelve a «conceder» la corte a San Salvador
«… per portam arcus que uocatur Rutilans, domos ipsas ibi hedificatas concedo ab integro…» (García Larragueta,
Colección, n.º 172, págs. 428-431).
122
La civitas regia
Así denominada por las crónicas del ciclo de Alfonso III (Albeldense)35,
situada extramuros del conjunto religioso, y que presidiría el poblamiento de
siervos de San Salvador, artesanos y otros hombres libres, desde el extremo
NO del mismo. El poblamiento de la localidad de Oviedo tuvo que surgir, al
menos, en tiempos de los inicios de la construcción de la futura catedral de
San Salvador. A los pobladores del lugar, se refiere expresamente el Testamentum de 812 en su introducción deprecatoria36. La creación de la sede episcopal tuvo, sin duda, que acrecentar el mismo, ya que el servicio de la diócesis
llevaría aparejadas una serie de necesidades que implican la existencia de una
población asociada (según la célebre tesis sostenida por Pirenne37) libre o
servil, pero, siempre en régimen de dependencia jurídica de la misma38. Por
tanto, no sería extraño que, pese a la relativa abundancia de población en los
alrededores de la colina Ouetdao, mencionada por García de Castro, aquellos
pobladores ligados más directamente a las necesidades de la sede episcopal,
habitaran en su entorno inmediato.
En este contexto se enmarcaría el establecimiento del palacio de Alfonso III
en el extremo NO de la colina, atrayendo el consiguiente nuevo contingente de
población. En este hecho nosotros vemos el nacimiento de lo que denominamos
la protociudad, ya que esta población dependería de la autoridad regia y no de la
episcopal, siendo el rey quien les otorgase su propio estatuto.
35
No nos estamos refiriendo por tanto a ninguna entidad ciudadana de carácter jurídico, sino simplemente reproducimos la exacta mención de la Crónica Albeldense: «Ab hoc principe omnia templa Domini
restaurantur et ciuitas in Ouetao cum regias aulas hedificantur» (Juan Gil Fernández, José Luis Moralejo
y Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar, Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985, págs. 177-178).
36
812, noviembre 16: «… Domine laudi tue cum / laude laudis uota / offerimus et cum uoto / munera dedicamus
/ poscentes ut tam nos / quam plebem nobis a te / commisam uirtutis tue / dextera protegas et uic / trici manu
contra ad / uersarios fidei uictores / efficias, clementie / tue dono ita iustifices / ut cuncti qui hic operan / tes
ad recuperacionem / domus tue obedientes / extiterunt, suorum om / nium abolitione excipi / ant peccatorum
/ quatenus et hic exclusa / fame, peste, morbo / et gladio, defensi clipeo / protectionis tue, felices |fol. 2v A se esse
gaudeant et futu / ro in seculo feliciores cum / angelis celestia regna / possideant.» (García Larragueta,
Colección, n.º 2, pág. 6).
37
Henri Pirenne, Las ciudades de la Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 1981. Debemos aclarar que, en
el caso de Oviedo, no nos encontramos ante una ciudad institucionalmente preexistente desde época
romana, que sobrevive gracias a la institución episcopal y la población clerical y civil a ella asociada,
sino ante una entidad de carácter religioso, que sirve como marco de representación política, y que sólo
se convertirá en ciudad con Alfonso VI, en algún momento entre 1075 y 1109, siendo confirmado su
fuero por Alfonso VII en 1145.
38
De nuevo debemos aludir al Testamentum de 812, donde Alfonso II entrega al servicio de la diócesis un
total de 25 siervos, agrupados en familias (García Larragueta, Colección, n.º 2, pág. 7).
123
En cualquier caso, disponemos de evidencias arqueológicas suficientes para
pensar que la entidad de dicha población motivó la construcción de la nueva
muralla y sus elementos articuladores de defensa (castillo y alcázar, inmediatos
al palacio por el O, así como la torre de Cimadevilla), por parte del mismo
Alfonso III. En esta nueva realidad, cobrarían sentido todos los documentos,
considerados falsos por la crítica diplomática, relativos a derechos o afirmaciones jurisdiccionales sobre la población de Oviedo, al referirse a un objeto jurídico evidente, como es la definición del estatuto jurídico de la población de la
localidad, respecto a su posible dependencia del señorío regio o eclesiástico39.
Los edificios distintivos: del conjunto religioso a la protociudad.
Estado de la cuestión
Lo anteriormente expuesto, tanto en relación a las nuevas hipótesis presentadas por los autores que hemos referido, como nuestras propias nuevas
investigaciones, afectan a los edificios emblemáticos del conjunto referidos
en la introducción40.
La iglesia de San Salvador
Las dos únicas hipótesis potencialmente válidas subsistentes a día de hoy
acerca de la posible restitución del edificio, serían, la recientemente avanzada
por García de Castro, y la presentada en su día por nosotros41 y recientemente actualizada42, debiendo descartarse por imposibles aquellas que plantean el
clásico cuerpo absidal tripartito.
La hipótesis anunciada por García de Castro, obliga a replantearse de
modo, creemos que definitivo, tanto la tipología como, sobre todo, la configuración litúrgica del edificio.
39
Por ejemplo: 857, abril 20, por el que Ordoño I da a la iglesia de Oviedo la mitad del portazgo de
Oviedo y las caloñas de su mercado (García Larragueta, Colección, n.º 6, págs. 21-27). Incluso reconociendo el evidente interés del obispo Pelayo en reelaborar el documento para reclamar sus derechos
al Concejo, una vez otorgado el fuero por Alfonso VI, nada impide (dada la indudable presencia de la
autoridad regia, separada de la episcopal, en la colina Ouetdao, al menos desde tiempos de Alfonso III)
que este documento esté haciéndose eco de una realidad existente en aquel momento.
40
Ver nota 4.
41
Borge Cordovilla, «La primitiva basílica de San Salvador», págs. 129-161.
42
Borge Cordovilla, «El edificio altomedieval de la iglesia de San Salvador». Disponible para consulta
en: http://www.mirabiliaovetensia.com/informacion_de_interes/documentos/EdificioAltomedievalIglesiaSanSalvadorOviedoRevisionHipotesisReconstructivas_LaBalesquida2014.pdf.
124
En nuestra hipótesis de restitución del edificio altomedieval de San Salvador, el aspecto más característico era la presencia de un complejo ábside
en batería, que concentraba en la cabecera los altares de reliquias de los
apóstoles alrededor del Salvador, abiertos todos ellos a un transepto continuo,
articulador de la actividad litúrgica en un santuario tan recargado. Nosotros
encontramos justificación a nuestra hipótesis en el famoso documento de
donación, en el año 1379, del abad y monjes de San Vicente, al obispo Don
Gutierre, de una porción de su corral para construir la capilla funeraria de
dicho prelado, conteniendo en sus tres capillas cuatro de los seis altares apostólicos del lado de la Epístola de la basílica altomedieval. De nuestra interpretación del documento, deducíamos la presencia de los altares apostólicos
en batería, seis a cada lado del altar mayor, dedicado al Salvador, consistiendo
la donación de los monjes en un aumento del espacio a ocupar por el nuevo edificio absidal del lado de la epístola: del límite del ábside altomedieval
hasta la torre de San Miguel, en dirección S; y del muro testero del mismo,
16 pies más el ancho del cimiento del nuevo muro, en dirección E. Nuestra
hipótesis de edificio se completaba con el cuerpo de naves, de doble anchura la central que las laterales, articulada su separación mediante arquería de
medio punto sobre pilares, en 4 tramos; daba entrada al edificio un pórtico
tripartito, seguramente de carácter monumental, provisto de tribuna en su
cuerpo central, con acceso mediante escaleras simétricas situadas los cuerpos
laterales que lo flanqueaban.
En la hipótesis avanzada por García de Castro, al interpretar el citado
documento de 1379, no cabe deducir la presencia de los altares apostólicos
en la zona absidal, a ambos lados del altar mayor del Salvador, sino que éstos
se encontrarían, literalmente, a ambos lados del altar mayor, pero en el cuerpo del edificio, no en el santuario. De este modo, lo donado por los monjes
de San Vicente en 1379, sería todo el espacio situado al S del ábside único
altomedieval, hasta empatar con la torre de San Miguel hacia el S, y el mismo
espacio, más 16 pies y el cimiento, hacia el E.
El edificio resultante no difiere demasiado materialmente del planteado
por nosotros, excepto en la configuración del santuario, y en una menor
profundidad del transepto. Lo hemos deducido (sin perjuicio de la planta
que presente el propio autor de la hipótesis), en función de la misma unidad
metrológica presente en la torre de San Miguel (18 x 18 pies).
Según esto, el templo se configuraría como un edificio de ábside único,
con salida a un transepto que pudo ser tripartito; cuerpo de tres naves, con
seis altares apostólicos, emparejados (coincidiendo con los pilares articulado125
Triángulo de Pitágoras. General (18 × 24 × 30 pies).
Triángulo de Pitágoras. Arquería (12 × 16 × 20 pies).
Triángulo de Pitágoras. Nave central (21 × 28 × 35 pies).
Triángulo de Pitágoras. Santa María (15 × 20 × 25 pies).
126
res de las naves, que, por tanto, dispondrían de cuatro tramos coronados por
arcos de medio punto) en cada una de ellas, y con entrada principal desde el
mismo pórtico tripartito descrito anteriormente.
La basílica de Santa María (actual capilla del Rey Casto)
Edificio del que siempre se conocieron tanto su tipología como su configuración litúrgica, a cuyo estudio hemos aportado, creemos que de modo
sólido, una reinterpretación funcional y formal, donde, en función de la arqueología y las noticias históricas, hemos deducido una función originaria
que no giraba en torno a su interpretación como iglesia-panteón, al ser este
un añadido, que, además, inutilizó el pórtico originario del edificio, ubicado
al O del mismo.
A partir de datos arqueológicos objetivos, como es el primer tramo de
nave (dimensiones totales de 25 x 14 pies), en el que se inscribió el panteón real, excavado en su día por Aurelio de Llano, en cuyas dimensiones
descubrimos la aplicación del pie gálico, de 0,325 cm, a partir de cuyos datos
determinamos un edificio de 100 x 50 pies (fig. 2), coincidente con las descripciones de los autores que lo conocieron en pie43.
Por otra parte, resulta fundamental analizar el papel de esta construcción
en relación a la articulación del primitivo complejo monástico que alojaba
al clero regular ovetense, formado por los monjes de San Vicente, al E del
santuario del edificio, y una posible congregación femenina, segura desde el
siglo x, con lo que, antes de su segregación en figuras monásticas diferenciadas, se habría tratado de un monasterio dúplice.
La basílica de San Tirso
Edificio también de discutido carácter, creemos que pertenece al proyecto originario del conjunto catedralicio ovetense, al encontrarse dentro del
recinto del cimiterium, o atrio, de la catedral, como de modo reiterado señala
expresamente la documentación altomedieval ovetense44, con lo que deben
rechazarse aquellas hipótesis que lo vinculan primero a la función de capilla
43
Borge Cordovilla, «La basílica de Santa María de Oviedo». ponible para consulta en http://
www.mirabiliaovetensia.com/infor macion_de_interes/documentos/BasilicaSantaMar ia_
LaBalesquida2011.pdf.
44
Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso de Oviedo», págs. 185-232, especialmente, págs. 187-192.
127
asociada a los respectivos palacios de Alfonso II y Alfonso III; y, más tarde a la
parroquial, en relación al nacimiento del Concejo ovetense45.
Conservado el muro testero del ábside único de su santuario, confirmado
dicho carácter por la arqueología46, elaboramos en su día varias hipótesis reconstructivas del templo en función de nuestra metodología grá fica de análisis
compositivo y metrológico. Todas ellas tenían en común plantear un edificio
con cuatro cuerpos salientes a partir de uno central, del que queda por dilucidar si se trataría de un aula diáfana, o estaría articulado en tres naves47.
En una nueva revisión de la metrología presente en el edificio, hemos detectado, también aquí, el mismo patrón métrico ya observado en Santa María
del Rey Casto, torre de San Miguel, cripta de San Juan Bautista (San Pelayo)
y la Foncalada: el pie gállico (deducido del dórico clásico), de 0.325 cm. Así, el
ábside se traza sobre un triángulo de Pitágoras de 15 pies (ancho), por 20 pies
(alzado hasta durmiente del tejado), por 25 pies (hipotenusa), lo que nos obliga
a matizar las plantas anteriormente mencionadas, siendo tal tarea ajena al propósito del actual trabajo.
La iglesia de San Juan Bautista
La existencia de este templo es segura según testimonia la Crónica de
Sampiro48, quien lo atribuye a Alfonso II, existiendo tradición en el actual
monasterio de San Pelayo de la fundación del primitivo de San Juan Bautista
por Alfonso II, del que su hermana Jimena habría sido primera abadesa. Documentalmente, es segura la existencia del templo, y de un posible, a nuestro
45
Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar y María Soledad Suárez Beltrán, «Los orígenes del poder
episcopal sobre la ciudad de Oviedo en la Edad Media», La España Medieval, n.º 30, 2007, págs. 65-90;
asimismo, Miguel Calleja Puerta, «La etapa fundacional del obispado de Oviedo», en Maravillas de la
España Medieval.Tesoro Sagrado y monarquía, 2 vols., León, 2001, págs. 215-217.
46
En Feliciano Redondo Cadenas, «La Iglesia de San Tirso el Real de Oviedo, II. Basílica Primitiva»,
Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n.º 88-89, Oviedo, 1976. En este capítulo se ocupa del edificio
del templo y su historia constructiva, ofreciendo datos arqueológicos sólidos acerca de la existencia de
un santuario único en el templo, debiendo rechazarse por tanto la conocida hipótesis de ser el testero
de San Tirso la habitación supra absidal de un supuesto (e imposible) ábside tripartito enterrado, emitida en su día por Joaquín Manzanares Rodríguez, Arte Prerrománico Asturiano. Síntesis de su Arquitectura,
Oviedo, Tabvlarivm Artis Astvriensis, 1964, págs. 16-19.
47
Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso de Oviedo», págs. 220-232. Disponible para consulta en
http://www.mirabiliaovetensia.com/monumentos/san_tirso/historia_arte.html.
48
«Subjungit ipsi ecclesiae a parte sempentrionali templum in memoria Beati Joannis Baptistae constructum … in
que translatum est corpus beati Pelagii martyris, post multorum discursus annorum» (Justo Pérez de Urbel,
Sampiro: su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, 1952).
128
San Tirso. Triángulo de Pitágoras (15 × 20 × 25 pies).
129
juicio, monasterio propio, vinculado a la familia real astur-leonesa, desde
finales del siglo x.
Su morfología ha sido deducida por nosotros a partir de la aplicación de nuestra habitual metodología gráfica de análisis a los restos conservados en el interior
de la actual iglesia de San Pelayo, que interpretamos como cripta49. A partir del
análisis de la misma se detecta la presencia en su cámara principal, una vez más, de la
unidad métrica del pie gállico, de 0.325 m (10 pies de longitud × 5 pies de anchura).
A partir de aquí se deduce un edificio rectangular de dimensiones globales
de 64 pies de ancho por 32 de longitud, articulado en aula diáfana, precedida
de pórtico tripartito con tribuna en el cuerpo central y escaleras de acceso simétricas en los respectivos cuerpos laterales, y rematada en presbiterio alto (1 metro
aproximadamente de elevación sobre la nave, unos 3 pies), ubicado sobre la cripta
mencionada al principio, dando paso a un santuario, bien único o tripartito.
Las defensas del conjunto
El conjunto religioso de Alfonso II estaba rodeado por un muro defensivo,
según consta expresamente en el mencionado Testamentum de 812. Delimitaba un
recinto oblongo, que se extendía, aproximadamente, unos 82 pasos alrededor de
los templos del enclave, incluyendo en su interior las iglesias de San Salvador, Santa
María y San Tirso, el complejo monástico en torno a los santuarios de San Vicente
y San Juan Bautista, al N de los mencionados templos; y el de los canónigos de San
Salvador, alrededor del palacio episcopal, al S de los mismos. Estudiadas a través de
una amplia historiografía, nosotros hemos establecido un recinto que difiere del
de don Juan Uría Ríu, autor de la versión de la civitas de Alfonso II historiográficamente más difundida. Las discrepancias se centran en el trazado del muro por el
E y por el S. Por el E, consideramos que no corresponden a la muralla los restos
arqueológicos conservados en el actual claustro del desaparecido monasterio de
San Vicente (actual Museo Arqueológico Provincial de Asturias), sino a una construcción doméstica del antiguo cenobio. Creemos que el muro del atrio catedralicio por el E discurría muy cercano al trazado de la actual muralla de Alfonso X.
Otra discrepancia es la referida al trazado por el S, ya que, según testimonio de los
arqueólogos responsables de la excavación extensiva de toda la zona, con ocasión
de la peatonalización del casco antiguo e instalación de infraestructuras, a lo largo
49
Borge Cordovilla, «Sobre la forma de la primitiva basílica de San Juan Bautista», planimetrías. Disponible para consulta en http://www.mirabiliaovetensia.com/informacion_de_interes/documentos/
SanJuanBautista_LaBalesquida2013.pdf
130
todo el trazado propuesto en su día por Uría, no apareció resto alguno de muro, ni
de caja en el sustrato rocoso que pudiera delatar su trazado. La razón estriba en que
el muro discurría más al S, quedando actualmente un testigo del mismo a la altura
del número 10 de la calle de San José. Precisamente en este punto se abría una de
las puertas del atrio, la que llevaba al palacio episcopal desde el S que aparece en la
documentación como «puerta vieja de laViña». Siguiendo hacia el N por la misma
vía, rebasado el oratorio de San Vicente, se salía del recinto por la denominada en
la Edad Media «puerta de la Noceda», rumbo al palacio de Alfonso II en La Vega,
cerca de Santullano. Desde dicha puerta, girando hacia el O, y siguiendo la «calzada
mayor», se ascendía de nuevo hacia el S, por el lugar que, más tarde se convertiría
en la «rua Gasconna», para volver a entrar en el recinto por la «puerta de Santa María», desde donde se accedía a Santa María y San Juan Bautista. La puerta principal
del recinto se hallaba más al S, entre San Salvador y San Tirso y debió revestir un
carácter especialmente monumental, siendo conocida como «puerta Rutilante» .
Por último, es posible la presencia de otra puerta más en el lado S del recinto, documentada en la actual calle de San Isidoro como «puerta de civitate»50.
En cuanto al recinto murado atribuible a Alfonso III, existen testimonios
documentales altomedievales que atestiguan la existencia de su lienzo N, inmediato a la mencionada «calzada mayor», y que sin duda cerraba el palacio
real por su flanco septentrional, articulándose con el sistema defensivo del
alcázar y castillo reales51, correspondiéndose, además, con los restos arqueológicos de muralla visibles más al E, sobre los que apoya la crujía septentrional
del monasterio de San Pelayo; además, su existencia está también arqueológicamente probada en su trazado S, por las excavaciones realizadas en el Oviedo
antiguo en los años 90 del pasado siglo xx, donde en la calleja de los huevos se
halló un importante tramo de muralla altomedieval, que debía ser inmediato
a la torre de Cimadevilla52. Por su trazado, estos dos testimonios manifiestan
50
«Eodem die obiit Petrus Iufre … dedit unam casam quam habeat in illa rua de Sancto Ysidoro … Hec domum est
portam civitatis» (Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo, [410], pág. 336).
51
Borge Cordovilla, «La Ciuitas de Alfonso III en el contexto», págs. 27-37, especialmente, págs. 32-37.
52
Sergio Ríos González y Rogelio Estrada García, Seguimiento arqueológico de las obras de renovación
de la red de saneamiento y pavimentos del Oviedo Antiguo en las calles y plazas siguientes: Cimadevilla, San
Antonio, Oscura, Mon, Máximo y Fromestano, Santa Ana, Canóniga, Peso, Huevos, Constitución y Trascorrales,
1992 (memoria depositada en el Servicio de Patrimonio de la Consejería de Cultura del Principado
de Asturias y en el Ayuntamiento de Oviedo). Para la torre de Cimadevilla, ver Ciriaco Miguel Vigil,
Colección Histórico-Diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1991, cxlviii, págs. 259-280. «Este
cuerpo, levantado sobre la muralla que cercaba la ciudad, medía treinta pies de ancho y cincuenta y
siete de alto, y su puerta con arco de medio punto con tránsito a la calle de Cimadevilla, diez por trece
…», en Miguel Vigil, Asturias Monumental, ilustración K 13, pág. 205.
131
formar parte del mismo sistema defensivo, que envuelve al muro del atrio del
conjunto religioso de Alfonso II, coincidiendo prácticamente por el E (fig. 1).
Tuvo por función proteger el creciente poblamiento alrededor del conjunto religioso, que como vimos, tendría su origen de modo simultáneo al
establecimiento del mismo. Sin embargo, nosotros vemos en este momento
el surgimiento de un nuevo polo de población, en torno al eje CimadevillaRúa-San Juan, cuyo estudio supera el marco de este trabajo, pero que gravita
en torno a la autoridad regia (como parece sugerir el control regio de las dos
principales puertas del nuevo recinto: la de Cimadevilla, con su torre, y la de
San Juan, ubicada entre el alcázar y el palacio real) de la que pudo depender
su estatuto, al igual que el de los hombres de San Salvador dependía de la
autoridad episcopal.
Conclusiones
Sin entrar ahora en el análisis acerca de la naturaleza y alcance del probable asentamiento existente en la colina Ouetdao en época romana53, Oviedo
surge como asentamiento religioso por iniciativa de Fruela I, que concede
el establecimiento de los monjes del futuro monasterio de San Vicente a
cambio de su colaboración en el culto de la iglesia catedral que pretende
erigir en la localidad, como testimonia tanto la calidad de las advocaciones
de los templos, como los hechos posteriores. Alfonso II culmina el proyecto
con la erección de una sede episcopal, con el consiguiente clero canónico
asociado al obispo, y la renovación del pacto con los monjes de San Vicente,
y el establecimiento de un posible cenobio femenino asociado a otro oratorio dedicado a San Juan Bautista, cada uno de ellos bajo la dirección de un
abad y bajo dependencia del obispo. La presencia de este conjunto religioso
lleva asociado un poblamiento, tanto libre como servil, con un posible estatuto jurídico otorgado por el obispo. Con Alfonso III a este establecimiento
religioso se añade otro civil, con la erección del palacio real, y la presencia
de un nuevo poblamiento alrededor del mismo, bajo estatuto regio. De lo
anterior se deduce que la presencia de población no significa la existencia
de una ciudad, ya que hablamos, en todo caso de poblamiento en régimen
de dependencia de una autoridad, ya sea ésta civil o eclesiástica. La condi53
De cualquier modo, tuvo la suficiente entidad como para crear un ramal de la calzada que se dirigía a Gijón,
haciéndola pasar por el centro de la colina.Ver Francisco José Borge Cordovilla, «La fuente romana de
La Rúa: análisis y trascendencia para la historia de Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2009, págs. 20-31.
132
ción jurídica de ciudad no la adquirirá Oviedo hasta fines del siglo xi con el
otorgamiento del fuero por Alfonso VI, confirmado posteriormente en 1145
por Alfonso VII.
El clero adscrito a este complejo religioso tuvo un funcionamiento semejante al de conjuntos coetáneos en el ámbito europeo, tanto puramente
monásticos (Centula de Sant Riquier, Picardía, diócesis de Amiens), como
episcopales (Saint-Étienne de Metz, Lorena), con un reparto de las funciones litúrgicas entre el clero regular y canónico: rezo de las horas, liturgia
sacramental, solemnidades y liturgia procesional asociada a las mismas54. En la
planta de la Centula podemos encontrar, en el marco de un conjunto monástico, la multiplicidad de edificios de culto que caracteriza a la sede ovetense:
el templo principal dedicado a San Salvador y san Ricario; al sur del mismo,
el secundario dedicado a Santa María y todos los Apóstoles; y al E de ambas,
el de San Benito; todos ellos unidos por pórticos que delimitaban un atrium
triangular, concebido para la realización de la liturgia procesional entre los
templos55. En la planta de Metz encontramos los edificios definidos para la
vida común de los canónigos, según mandato de san Crodegango, consagrado
por el sínodo de Aquisgrán de 816; nos encontramos con dependencias similares en Oviedo, en torno al palacio episcopal, datables, cuando menos, en la
primera mitad del siglo ix56. Por tanto podemos afirmar la existencia de una
relación con las disposiciones conciliares imperiales en materia, al menos, de
organización de la vida clerical y litúrgica, lo cual se explica fácilmente en el
contexto de una Hispania invadida, y de un joven edificio político (el Reino
de Asturias) que necesita ayuda del exterior para afirmarse.
Por último, pese a la escasez de arqueología relativa a los templos del
conjunto religioso altomedieval ovetense, la información disponible nos
54
Sin pretender ser exhaustivos, habida cuenta que el estudio de la configuración de la liturgia procesional
en el conjunto de santuarios ovetense es un tema complejo, que excedería con mucho el ámbito de
esta investigación de síntesis, sí podemos indicar algunos ejemplos, relacionados con la institución de
Aniversarias que debían tener lugar en diferentes solemnidades dentro del calendario litúrgico, recogidas
en Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo; así, en Kalendas I, 44, pág. 207: «Per ipsam eciam domorum
pensionem debet fieri processio cum Salve Regina de choro ad Sanctam Mariam in vesperis festivitatis Omnium
Sanctorum …»; y en Kalendas I, 192, pág. 254: «quam domum et ortus dictus archidiaconus dedit capitulo pro
processiones de Salve Regina ad Sanctam Mariam, quam debet annuatim in festo Pasce sollepniter celebrari».
55
Para los aspectos materiales de la Centula de Saint Riquier, ver «De la reconstruction du monastère du
Centule», en Chronicon Centulense ou chronique de l’abbaye de Sant Riquier, libro II, cap. III. Traduction
d’Hariulfe par Le Marquis Le Ver. Publiée et annotée par M. Ernest Prarond, Président d’honeur, Abbeville, Imprimerie Fourdinier et Cia, 1899. Disponible para consulta en: http://remacle.org/bloodwolf/
historiens/hariulf/table.html.
56
Ver al respecto García de Castro Valdés, «Las Primeras Fundaciones», págs. 39-62.
133
está permitiendo formular y replantear hipótesis válidas. Concretamente, la
utilización de nuestra metodología gráfica de análisis nos ha permitido, por
una parte, emitir hipótesis probables acerca de la morfología de los principales templos (San Salvador, Santa María, San Tirso, San Juan Bautista), partiendo de datos arqueológicos objetivos sobre los que hemos aplicado dicha
metodología. Además, en función de los mismos datos objetivos, podemos
replantear hipótesis, en caso necesario, manteniéndonos en los parámetros
de análisis compositivo y metrológico que venimos manejando. Por otra
parte, la detección en todos estos templos del pie gálico o carolingio, nos permite afirmar que existe una relación con el Imperio también en cuanto a
la planificación material del conjunto, lo cual no excluiría la presencia, en
este momento histórico, de talleres carolingios en el Reino de Asturias, al
menos en esta etapa, y sin perjuicio de existencia de una tradición técnicoconstructiva romana en la región.
134
DE ESCRIBANOS, TINTEROS Y PLATEROS.
LA SOLUCIÓN ECONÓMICA A UN ASESINATO EN
OVIEDO A FINALES DE LA EDAD MEDIA
maría josefa sanz fuentes
La ciudad de Oviedo presenció a finales del siglo xv un hecho delictivo que
condujo a la muerte a uno de los muchos plateros que vivían en torno al Portal,
a la entrada de la vieja civitas episcopalis, bordeando el ábside de San Tirso. Allí vivía
Juan Fernández de San Juan, conocido más comúnmente por Juan de San Juan, un
hombre joven, de veintitantos años, con su mujer Teresa y sus hijos Juan, Pedro y
Catalina, cuando un mal día se cruzó, y de qué manera, con Juan de Verdemonte,
uno de los notarios que tenían asentado su oficio en la ciudad.Tal encuentro cocluyó en una trifulca y un Juan de San Juan herido, que pocos días después falleció.
De todo ello tenemos noticias a través de un pleito que definitivamente se
sustanció en grado de apelación ante la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid (ARChV, Registro de ejecutorias, caja 131, 41. Consultado en PARES, el
30/01/2015) en el que se recogen los pasos previos llevados a cabo en el mismo
Oviedo y que, de no ser porque ello y porque se transcriben escrupulosamente
como pruebas para la sentencia final, hoy no hubiésemos podido conocerlos.
En la ejecutoria, es decir, la orden que dan los monarcas Fernando e Isabel
para que se cumpla la sentencia dictada por su Real Audiencia, ante un tribunal
que estaba conformado por los alcaldes, es decir los jueces, Menchaca, Pernía y
de Álava, asistidos por el escribano Pedro González de Escobar, comparecen en
pleito, representados por sus respectivos procuradores «Teresa Meléndez, viuda
de Juan Fernández de San Juan, platero, vezino de la dicha ciudad, difunto, por
sí y en nonbre y como tutora y curadora de sus hijos e hijas y de su marido,
acusadora, y Juan de Verdemonte, escrivano, vecino de Oviedo, reo acusado».
Es muy sustanciosa la declaración que hace Teresa de los hechos acaecidos en Oviedo que llevaron a su marido, herido, pero aún vivo, a entablar
135
pleito ante el juez ordinario de la ciudad de Oviedo: «que el dicho su marido oviera acusado ante él al dicho Juan de Verdemonte de çiertas heridas
que le diera en la cabeça, de que después fallesçiera desta presente vida», y
que había solicitado al juez que metiera en prisión al agresor Juan de Verdemonte hasta que fuese juzgado y castigado por su delito, planteando que
«ella y sus hijos eran por tal cosa mucho agraviados e pedía e requería que
prendiese el cuerpo al dicho Juan de Verdemonte e lo pusyese en la cárçel
pública, e no lo diese suelto nin fiado hasta que en él se executase la pena
que meresçía. E sy prender non lo quisiese, proçediese contra él en su rebeldía hasta lo condepnar».
En el momento de la reclamación planteada por Teresa es juez en la ciudad Rodrigo Fernández de Oviedo, quien convoca a su presencia al notario
Juan de Verdemonte, el cual, al no presentarse a ninguno de los tres llamamientos que le fueron hechos judicialmente, fue declarado por rebelde, y en
su ausencia y rebeldía, el juez declaró que
por consiguiente le devía de condepnar y condepnó a pena de muerte natural, la qual mandara que
le fuese dada en esta manera: que en qualquier çibdad, villa o lugar que fuese fallado el dicho Juan
de Verdemonte, asý en del dicho nuestro Prinçipado commo en otra qualquier çibdad, villa o lugar
destos nuestros reynos e sennoríos, fuese tomado e puesto ençima de un asno, e asý fuese llevado por
las plazas e lugares públicos e acostunbrados fasta la pycota o rollo de la tal çibdad, villa o lugar, e allí
fuese puesto con una soga de cánnamo o d’esparto, e allí lo dexasen estar con la dicha soga puesta
al cuello fasta tanto quel ánima se despydiese de las carnes e muriese naturalmente. E mandava que
persona ninguna non fuese osado de lo quitar de allí syn su liçençia e mandado, o de otro juez que
para ello poder toviese, so pena de muerte. E condepnava más al dicho Juan de Verdemonte en todas
las costas derechas fechas en el dicho proçeso e cabsa, cuya tasaçión en sý reservava.
En principio, resulta muy chocante que una persona tan representativa en la ciudad, como lo es uno de sus notarios, no compareciera ante el
llamamiento del juez. Pero Juan de Verdemonte era un hombre astuto, con
una buena formación jurídica, y debió pensar que en el caso de un delito de
sangre, en el que además quedan tres menores huérfanos, lo mejor era poner
tierra por medio y plantear su defensa ante otro tribunal que además, por su
lejanía, no tuviera conocimiento directo de los hechos.
Y así es que Juan de Verdemonte, que no se molesta en comparecer ante
el juez ovetense, sí lo hace ante el tribunal superior de justicia de la monarquía castellana, ya que, tal y como explicita el documento, «se presentó
personalmente en la cárçel pública desta nuestra Corte e Chançellería y ale136
gó que la sentencia dada por el juez de Oviedo era ninguna, injusta y muy
agraviada contra el por las siguientes razones».
Y es aquí donde vamos a poder ver la estrategia de Verdemonte, ya que
un primer apartado de sus alegaciones está dedicado a poner de manifiesto los
defectos de forma que él ha podido apreciar en lo ocurrido hasta entonces,
planteando las siguientes: «La primera: Porque en todo el proçeso non avía
acusaçión contra él por la dicha Teresa Menéndez fecha nin por algund hijo
del defunto». Y es cierto: el acusador había sido el propio Juan de San Juan.
Lo otro, porque diz que non paresçía ella aver açeptado la tutela de sus hijos nin serle
disçernida en forma, nin ser parte para acusar nin proseguir la dicha cabsa.
Lo otro, porque seyendo el dicho proçeso fecho en la dicha çibdad de Oviedo no paresçían ser guardados los términos de la ley.
Por lo qual diz quel dicho proçeso e sentençia e todo lo otro contra él fecho e proçedido
hera ninguno e por tal pidió ser dado e pronunçiado.
Pero para nosotros es mucho más interesante la declaración que hace de
lo que sucedió entre él y Juan de San Juan:
Lo otro porque diz que, puesto caso non confesado quél oviera dado con un tyntero
al dicho Juan de San Juan, sería en su defensyón nesçesaria, porque estando dentro en la
tienda de Gonçalo Gonçález de Labandera, escrivano, el dicho Juan de San Juan diz que
le començara a dezir muchas palabras feas e ynjuriosas, syn él dar cabsa a ello; e non solamente fuera el agresor contra él en las palabras, mas en las obras, porque diz que, estando
él dentro de la dicha tienda, arremetiera contra él e le asyera de los cabellos e le traýa a mal
traer. E sy él, por defenderse e librarse dél, teniéndole asydo de los cabellos el dicho Juan
Fernández, menease el braço e le diese con un tyntero que tenía en la mano, aunque de
aquello fuera herido, non hera él en cargo, asý porque lo hera en su nesçesaria defensyón, seyendo el dicho Juan Fernández de San Juan onbre de hasta veynte e ocho annos e soberbio,
e él honbre de hedad, e non teniendo la tienda donde él estava otra puerta por donde él se
saliese aunque quesyese, quanto más seyendo commo él diz que es onbre hijodalgo notorio,
no hera obligado a huyr, salvo defender su persona e honrra.
Lo otro, porque non aviendo golpe de espada nin de otra arma de que se presumiese
él tener yntençión de lo matar, aunque lo que hiziera non fuera en su nesçesaria defensyón
commo lo fuera, non devía ser punido commo omeçida.
Lo otro porque diz que sy el dicho Juan Fernández muriera, non fuera por la dicha
herida e golpe de tyntero, salvo por su culpa e mala guarda, e por no ser bien curado nin por
buenos çurujanos, nin aver guardado la regla quellos le dieran; antes bebiera vino e comiera
137
carne e fiziera otros muchos eçesos, de manera que más muriera por su culpa que non de la
dicha ferida. E después de ferido anduviera levantado e bueno por las calles.
Sus declaraciones hoy pueden sonarnos casi a burla, pero él sabía que podían
valerle: la defensa de su honra como hombre hidalgo, ante el ataque de un joven
fuerte, y el no ir desarmado y no tener, según dice, escapatoria, por no haber en
la tienda de escribanía de Gonzalo González de Lavandera una puerta trasera por
donde huir, cosa por otra parte impensable en un hidalgo, sumaban a su favor,
aunque un buen tintero de metal podía hacer, como hizo mella en el platero.Y
lo mismo en sus quejas sobre el comportamiento insano del herido: beber vino,
comer carne y andar por la calle no eran pruebas precisamente de su mala salud.
Los alcaldes, por su parte, reclaman la comparecencia de la viuda e hijos
de Juan de San Juan, y ante ellos se presenta Nicolás Fernández, hermano
legítimo del difunto, como procurador de su cuñada, de la que declara ser
tutora de sus tres hijos menores, quien pide a los alcaldes hagan ejecutar la
sentencia pronunciada por el juez ovetense.Y hace asimismo una declaración
sobre los hechos acaecidos que, como era de esperar, difiere bastante de la
planteada por Juan de Verdemonte al decir que
estando el dicho su hermano salvo e seguro çerca de las casas de Gonçalo Gonçález de Oviedo,
escrivano que hera en esta dicha çibdad, en un día del mes de março del anno de noventa e syete
annos, reynantes nos en estos nuestros reynos e sennoríos, diz quel dicho Juan de Verdemonte en
palabras e en obras eçediera contra el dicho su hermano, e le trabara de los cabellos e le dixera muchas
palabras feas e ynjuriosa; e con unas escrivanías que traýa, con un gran tintero dellas, con yntençión
de le ferir e matar, commo lo hiziera, le diera muchos golpes en la cabeça, de que le ronpiera el cuero
e la carne e le saliera mucha sangre, e le quebrantara los cascos, e dentro de veynte días muriera
naturalmente; por lo qual diz quel dicho Juan de Verdemonte avía caýdo e yncurrido en grandes e
graves penas. Pide le manden condenar, faziéndogelas padesçer en su persona e bienes, porque a él
fuese pena e castigo e a otros enxenplo, e non se atreviesen a fazer nin cometer semejantes delitos.
Como podemos ver la situación varía mucho. El incidente no se produjo
en ningún lugar cerrado, dentro de la tienda escribanía, sino cerca de ella; el
agresor de palabra y obra fue Verdemonte y el arma unas escribanías con un
gran tintero. La descripción de las heridas no puede ser más detallada: no solo
le rasgó la piel y el músculo, cosa que le hizo sangrar abundantemente, sino
que le quebrantara los cascos, es decir, que le produjo fractura ósea en el cráneo.
Verdemonte lo contradice, y parece que es en este momento cuando
entrega una «pesquisa e testigos resçebidos en la çibdad de Oviedo por el
138
liçençiado de Medina, teniente que a la sazón hera».Vamos, que Verdemonte
llevaba un as en la manga: antes de salir de Oviedo el teniente de corregidor
en el Principado de Asturias había hecho a instancias suyas una investigación,
que él consideraba en cierto modo favorable.
El tribunal dio el caso por cerrado y la causa vista para sentencia. Pero Nicolás
Fernández, que pudo tener acceso a la información presentada por Verdemonte,
avido consejo con su letrado, que le avía dicho quel dicho Juan de Verdemonte non podía
ser condenado a penas corporales, salvo sy lo condenasen a algund destierro o en algunos
maravedís para los menores fijos del dicho su hermano. E porquél desto estava çerteficado,
non entendía estar más en la dicha nuestra Corte nin gastar más su hazienda nin la de los
menores en el dicho pleito, antes nos pidió e suplicó que aquella pesquisa e ynformaçión que
presentara el dicho Juan de // Verdemonte fuese por probança fecha en juyzio.
Vamos, que lo que acaba consiguiendo es un acuerdo que a ambas partes les
viene bien: Juan de Verdemonte no perderá la vida, aunque sí recibe un castigo de
destierro, para que, como pedía Nicolás Fernández, sirviera de ejemplo, y los hijos
de Juan de San Juan serán resarcidos económicamente por la muerte de su padre.
Por ello, los alcaldes del crimen de la Audiencia de Valladolid declaran que
devían revocar e revocaron su juyzio e sentençia (la pronunciada por Ruy Fernández,
juez ordinario de Oviedo), e faziendo e librando lo que de derecho se devía fazer e por la
culpa que paresçía quel dicho Juan de Verdemonte toviera en la muerte del dicho Juan de
San Juan, e dándole pena por ello, porque a él fuese pena e castigo e a otros enxenplo e
non se atrebiesen fazer los semejantes delitos, que devían condenar e condenaron al dicho
Verdemonte en pena de destierro de la dicha çibdad de Oviedo e su juridiçión por un anno
conplido primero seguiente; e mandáronle que saliese a conplir el dicho destierro del día que
con la carta esecutoria de la dicha su sentençia fuese requerido fasta nueve días primeros
seguientes; e que lo guardase e conpliese, e non lo quebrantase so pena que por la primera
vez que lo quebrantase se le doblase el dicho destierro, e por la segunda vez se le trasdoblase
e oviese perdidos la mitad de todos sus bienes para la Cámara e Fisco. E condenáronle más
en pena de dozientos mill maravedís para los fijos e fija del dicho Juan de San Juan. E
mandaron que los diese e pagase a su curador dentro de los dichos nueve dias.
Esta sentencia, que acabó contentando a ambas partes, se pronunció en
Valladolid el 16 de septiembre de 1499, dos años después de haber acaecido
en Oviedo los hechos juzgados. Y fue mandada ejecutar tan solo once días
después de pronunciada, el 16 de septiembre del mismo año.
139
140
141
142
LA CASA DE PEÑERUDES EN LA CALLE DE CIMADEVILLA
ernesto conde
La procesión del Corpus puede considerarse como uno de los acontecimientos religiosos populares más importantes de la historia local de Oviedo,
porque reunía, además del pueblo soberano, a las máximas autoridades, tanto
religiosas como civiles. La clerecía estaba presente con el señor obispo, cabildo catedralicio y clero secular y regular, este último estamento constituido
por los monjes y frailes benedictinos y franciscanos establecidos en Oviedo.
La parte laica la personalizaban la máxima autoridad regional, el virrey, gobernador, regente o jefe político (como se titularon estos mandatarios según
la época y sistema político vigente), junto con la corporación municipal, al
total, ésta «formando cuerpo» aparte, al tener la festividad del Corpus la calidad de «Fiesta de Tabla», de obligado cumplimiento por el cuerpo de regidores, en la que el señor alcalde, como máximo representante, acudía portando
la vara, viejo derecho por ser Oviedo ciudad de realengo.
Esta prerrogativa de llevar la vara en actos públicos en los que también
estaba presente el regente, con su derecho de portar también su vara en los
solemnes actos públicos, era origen de un viejo problema de protocolo ya
que, por razón jerárquica, no consentía que el alcalde de Oviedo llevase la
suya. Conflictiva situación que abocó en grave problema cuando, en 1794, el
alcalde don Antonio de Heredia Velarde Faes y Doriga, presente en la procesión portando su vara, desoyó las órdenes del regente y los jueces del cuerpo
de la Audiencia desautorizando a llevarla, bajo severas penas, de no hacerlo.
Terminada la procesión, reunida la Audiencia de urgencia, tomaron el
acuerdo de multar la «rebeldía» de don Antonio de Heredia con la desorbitada cifra de quinientos ducados (los quinientos ducados equivalían a 5.500
reales; lo que podía representar unos 1.800 jornales de albañil o carpintero
de entonces). Haciendo números para hallar un equivalente con nuestros
143
días, teniendo en cuenta el sueldo actual de un operario de oficio semejante,
pudieran resultar, de manera grosera, unos 200 mil euros.
La importancia de la multa produjo fuerte oposición municipal, que formó piña con el alcalde, animándole a que acudiese ante el Rey en demanda
de amparo. Cuando supo del recurso municipal al Rey, la reacción del regente,
animado a su vez por los jueces, fue agravar la condena, ordenando la prisión
del alcalde que, aunque no se crea, fue acatada por don Antonio de Heredia con
cierta satisfacción. Se explica esto porque, además de no pagar –de momentotan ingente suma, su cautiverio (que duraría lo que Carlos IV, como máxima
autoridad de la Justicia española en aquel sistema absolutista, tardase en resolver
la demanda de amparo), se convertiría en una especie de obligado descanso,
disfrutado en los placenteros salones de su palacio con la mayor comodidad
y distracción social imaginable. Se explica esto porque el alcalde, cabeza de
una corporación formada por regidores perpetuos que habían comprado al
monarca el derecho de formar parte del cabildo popular de manera perpetua,
hizo uso de un viejo privilegio por el cual los miembros del concejo tenían
derecho a cumplir la pena de cárcel en su propio domicilio. A consecuencia
de lo cual, don Antonio, recluido en la comodidad de su palacio, a la vera de
la hermosa catedral ovetense, convirtió los salones de su casa en un animado
Palacio de Heredia, vivienda del alcalde de Oviedo, donde quedó recluido por orden del virrey por llevar
la vara en la procesión del Corpus.
144
lugar de tertulias a las que acudía lo más granado de la aristocracia y burguesía
ovetenses. Las jícaras de chocolate animaban las conversaciones de las visitas,
que hasta parecían temer, de manera oculta, que se produjese el fallo real que
pusiese en libertad al alcalde, lo que significaría el final de las animadas veladas.
La respuesta real fue irrevocable: el alcalde fue exonerado por el Rey de
la infracción, dejando bien clara la disposición real que, aunque el regente era
su delegado directo en Asturias, Oviedo gozaba de la antiquísima calidad de
ser ciudad de realengo, con lo que los miembros del cabildo popular, por tal
motivo, también dependían de su mandato inmediato, incluido el derecho
de representación; por lo menos. esto se deducía de la liberadora misiva real.
La resolución real aplicada a este curioso acontecimiento puede animar
a muchos ovetenses a frotarse las manos en la consideración del enchufe que
podríamos tener con la actual reina de España, nuestra paisana doña Leticia.
Pero no hay tal, pues desde la Constitución de 1812, con su ocurrencia de
prohibir los privilegios (entre ellos abolió los señoriales; los de horca y cuchillo ya se habían extinguido tiempo atrás), todos los españoles somos iguales
ante la ley, aunque, al parecer, unos serán más «iguales» y otros menos.
Este suceso, vinculado a la procesión del Corpus, nos lleva a recordar otro
desgraciado hecho que relaciona esta procesión con la casa de Peñerudes, de
la calle de Cimadevilla. Si bien antes, creemos que es importante recordar
algunas peculiaridades de la procesión, en especial en el siglo xix, cuando
ya habían desaparecido muchas de las viejas costumbres, eliminadas por la
suspensión de los antiguos privilegios ya citados, entre ellos la existencia de
los gremios profesionales, algunos, como el de los ferreros, también conocido como «el gremio del martillo»; o el de los zapateros, en este caso con
dos artes: los de «obra prima», que elaboraban zapatos nuevos, y los de «obra
gruesa», más modestos, como lo muestra el popular nombre de remendones.
Los maestros zapateros, tanto los de obra prima como los remendones, tenían la obligación de participar en la procesión bailando complicados y ancestrales pasos, con difíciles combinaciones, aunque, siendo muchos maestros zapateros
personas de edad avanzada, era frecuente que contratasen sustitutos elegidos entre jóvenes de etnia gitana, que, por lo visto, lo solían hacer muy bien.
En principio, los danzantes eran ocho, que en 1705 fueron reducidos a
seis, añadiéndose un gaitero. Bailaban sobre la olorosa alfombra vegetal de
romero y tomillo que cubría las calles del recorrido procesional.
Otra novedad fue la eliminación en 1768 de la peligrosa costumbre de
llevar un toro enmaromado, principalmente por los muchos sustos que ocasionaba el animal.
145
Casa de Peñerudes a finales del siglo xix, cuando era propiedad de doña Rosario Argüelles Mon,
de estado soltera, heredera del coto de Peñerudes.
Los años pares, la procesión del Corpus, que seguía el recorrido corto Antaño, la comitiva se detenía en la
calle de Cimadevilla para cantar un motote ante la casa de Peñerudes (la segunda, de derecha a izquierda;
la primera, con su balcón mirador de hierro y cristal, era la de los marqueses de Gastañaga).
146
La procesión del Corpus tenía dos recorridos callejeros alternos para la
procesión principal y un tercer recorrido en la de la Octava. Los años pares,
se hacía la llamada «carrera corta», que iniciaba su andar saliendo por la puerta central catedralicia, para discurrir por delante de la iglesia de San Tirso,
por la antigua calle de la Platería (desaparecida a consecuencia del derribo de
la antigua plaza de la Catedral), calle de San Juan (como se llamaba antaño
al tramo actual de la de La Rúa, al tramo frontero al palacio del marqués de
Santa Cruz), seguía por delante de la casa de Llanes y capilla de La Balesquida, plaza de Porlier, Universidad (ahora de Ramón y Cajal), Pozos, Jesús,
plaza del Ayuntamiento, Cimadevilla (donde se cantaba un motete ante la
casa de Peñerudes, acto
que, como veremos, se
tuvo que trasladar a la
casa del Regente, frente a la antigua Calleja
de los Huevos); continuaba por las calles de
San Antonio, Canóniga y la Corrada del
Obispo, para recluirse
en la catedral por la
puerta de la Limosna.
La «carrera larga»
realizaba el recorrido
por la calle de la Platería, Rúa, Cimadevilla,
Plaza Mayor, Magdalena, Matadero (ahora, del
Marqués de Gastañaga),
Oscura, Ferrería (ahora,
de Mon), Canóniga y
Corrada del Obispo.
La procesión de la
Octava, la más corta
de todas, discurría por
Calle del Marqués de Gastañaga (antes titulada, sucesivamente, del
las calles de la Platería,
Príncipe Alfonso y Libertad). La acera de la izquierda es ahora
Rúa, San Antonio y
parte del parque del Campillín. Al fondo, se aprecian los edificios
Santa Ana, para volver
con números pares de la calle de La Magdalena.
147
a la basílica por la misma puerta central por donde había salido. Era costumbre antigua que los vecinos hiciesen un paseo previo la víspera, pisando la
olorosa alfombra de hinojo y tomillo, y detenerse ante el palacio de Velarde
para admirar los siete balcones principales del palacio, que su dueño adornaba con hermosos y carísimos tapices.
Palacio de Velarde, también conocido como del Conde de Nava (ahora, Museo de Bellas Artes de Asturias), exhibía los valiosos y antiguos tapices en la procesión de la Octava del Corpus.
A esta procesión, formando dos largas hileras, asistían los estudiantes del
colegio San José, llamados también «los Verdes» (por el color de la beca);
asistencia que se mantuvo hasta que desapareció el edificio (en julio de 1931
se anunció la subasta para su demolición). Otros alumnos presentes en la
procesión, a partir de 1854, cuando se inauguró el Seminario Diocesano
en el convento de Santo Domingo (los seminaristas menores estudiaban en
Valdediós), también asistían a la procesión, en dos largas hileras, produciendo
un vistoso colorido con sus roquetes de una blanco inmaculado.
148
En esta vieja fotografía, tomada al paso del desfile de la tropa vinculada al cuartel del antiguo convento
de Santa Clara, se puede apreciar el viejo colegio de San José, llamados también de los Verdes (por el color
de su beca).
La procesión de la Octava se detenía en la calle de la Rúa ante la llamada casa de Ania (después propiedad de Berjano), la misma casa en la que,
cuando un nuevo obispo llegaba a tomar posesión de la mitra, se detenía
para cambiar la ropa, revistiéndose de ceremonial, e iniciaba el recorrido
hasta el pórtico de la iglesia de San Tirso el Real, donde el deán y cabildo
le tomaban el juramento de cumplir los Estatutos de la Santa Iglesia Catedral
de Oviedo.
En esta casa de Ania, la procesión de la Octava hacía una pausa en su recorrido para escuchar el motete tradicional. Años más tarde, la banda de música del batallón de Cazadores de La Habana, con guarnición en el edificio
desamortizado convento de Santa Clara daba más solemnidad a la procesión
y engrandecía la belleza del cántico del motete.
Volviendo a la llamada «carrera corta», a la procesión del Corpus; hemos
visto cómo se detenía ante la casa de Peñerudes, para escuchar el tradicional
motete. Era un privilegio adquirido desde tiempo antiguo, posiblemente en
agradecimiento de alguna gracia especial del señor, que beneficiaba a la Igle149
sia. Pero, un mal día, el poderoso caballero, de carácter irascible, molesto, al
parecer, por un comunicado enviado por el gobernador, como le contrariase
el contenido de la misiva y creyéndose acaso que estaba en su coto, donde era
«dueño y señor de vida y hacienda de sus vasallos», en un ataque de ira, incapaz
de dominar su mal genio, arrojó por el balcón al infeliz e inocente ministro
de la justicia, vulgo alguacil, que le había llevado el documento, ocasionándole
la muerte. No hay documentación del suceso que explique las consecuencias
civiles del lance (al menos, yo no la he encontrado), pero sí de la contundencia
con que actuó la Iglesia contra tan violento señor, al que, entre otras condenas,
le retiró, de manera radical, el privilegio de la parada de la procesión del Corpus ante su casa, trasladándola ante la del regente, que estaba frente a la Calleja
de los Huevos, cuando esta vía urbana discurría adosada a la muralla defensiva.
La vieja casona llamada de Peñerudes (Peñerúes, como consta en algunos
rancios documentos), poseedora de añejo linaje y sangriento antecedente, va
a sufrir en poco tiempo varios avatares, un poco como si le persiguiese la
desgracia, o le hubiese caído encima una especie de maldición. Comenzarán
los contratiempos con la extinción del coto de Peñerudes que, aunque su
privilegio de dominio sobre los vecinos ya había sido eliminado en 1812,
perduraba la propiedad de las tierras, aforadas por el señor a los vecinos de la
jurisdicción, en calidad de colonos.
En 1902, la propietaria, como única heredera, es doña Rosario Argüelles Mon, piadosa señora, de estado soltera, que, magnánima, bien asesorada por el cura párroco, decide entregar las tierras gratis a sus colonos. La
buena señora, para hacer las cosas bien, requisito imprescindible para llevar
a efecto la donación, comienza por regularizar los derechos de propiedad.
Vencidos algunos inconvenientes, como el intento de algunos vecinos de
parroquias cercanas de sustraer algunas porciones de terreno, que motivaron la formación de complicados expedientes y actuaciones judiciales,
doña Rosario, corriendo con todos los gastos, pudo hacer la donación libre
de cargas e impedimentos.
Tuvo menos suerte con Santiagón, un vecino de irregular conducta,
dado a la bebida, lo que le volvía irascible en extremo bajo su influencia. Un
día, en la fiesta patronal, como el cura de La Piñera, la parroquia colindante,
pidiese a los vecinos desde el púlpito contención contra la bebida, Santiagón,
que asistía a la misa durmiendo de manera plácida, fue despertado para que
escuchase lo que decía el cura.
Oír al sacerdote y levantarse Santiagón de un salto, vociferando, fue todo
uno. Salió de la iglesia anunciando a gritos que iba a casa a por un revólver
150
para matar al cura. Al llega a casa le frenó su padre y el asunto no pasó entonces a mayores. Aunque fue el principio de una tragedia, porque doña Rosario
excluyó a Santiagón en el reparto de los bienes, cuyas fincas, al parecer, tenía
en situación de abandono. El violento salió de Peñerudes para trabajar en las
minas de Turón, donde contrajo matrimonio. Le acompañaba un hermano
menor, Camilo, de 20 años de edad, apodado «El Boo» (sobre el que, por la
cortedad de su inteligencia, ejercía una evidente influencia). La vida licenciosa de Santiagón, plagada de borracheras, se desarrollaba mayormente en
los chigres, donde anunciaba a gritos que mataría al cura de Peñerudes. Un
día, como un vecino de Peñerudes le recriminase por decir mentiras sobre
el cura, le agredió con violencia. Pensando que le había matado, huyeron
los dos hermanos en dirección a Portugal, pasando antes por Peñerudes con
ánimo de matar al cura.
Así lo hicieron; primero le hirieron a tiros, ante el altar de la iglesia parroquial, y después, cuando el sacerdote huía de sus agresores, le apuñalaron
en un camino. Capturados los dos hermanos por los vecinos de Peñerudes
que habían salido en su persecución, fueron juzgados y condenados a severas penas. Camilo moriría en la cárcel, pero Santiagón conseguiría salir
de prisión en 1928, por gracia de los indultos, para encontrar la muerte
en 1936, en el frente de Olivares, durante el cerco de Oviedo, víctima de
su irresponsabilidad. Al decir de algunos compañeros de trinchera, no escuchaba los consejos de que se protegiese, en vez de ofrecer su cuerpo de
manera descuidada los tiros del enemigo. Una de estas balas terminó con
su vida.
En 1902, el industrial señor Tuero, dedicado a la venta y fabricación de
muebles, propietario de otros comercios establecidos sucesivamente en la
calle de Campomanes, compra la casa «antigua de Peñerudes», donde, en su
arrendada planta baja, ya tenía instalada otra mueblería desde 1889. Doña
Rosario Argüelles Mon, de estado soltera, fallece de «Parálisis progresiva» dos
años después. Transcurridos otros dos años, en 1906, el señor Tuero decide
derribar el viejo caserón para construir un edificio de nueva planta, con
hermosos miradores, según el estilo de la época. Es cuando van a suceder
dos dramáticas circunstancias que hacen pensar en una antigua maldición.
En octubre de 1906, en la parte posterior de la casa, se hunde una bóveda
recién construida, matando a un niño e hiriendo a tres obreros. Poco tiempo
después, en febrero de 1907, hay nuevos heridos a consecuencia del fallo
de un andamio, que se vino al suelo produciendo nuevas víctimas, aunque
ninguna mortal.
151
En nuestros días, sobre el solar resultante del derribo de la vieja construcción, aparece la nueva disposición
urbana, con la Casa de Chile y el edificio de la esquina de las calles de Argüelles y Mendizábal, donde
estuvieron, respectivamente, la librería La Esfera y la ferretería de Crisanto.
La misma casa, adquirida por el benefactor don Luis Muñiz Miranda,
que se la regalaría al Ayuntamiento de Oviedo, entre otras cosas, para costear
el derribo de la recoleta y antigua plaza porticada de la catedral. Una destrucción que nunca perdonaron quienes deseaban mantener vivo el recuerdo
del Oviedo renacentista y los quinientos años de presencia de la pequeña
plaza donde tantos años se celebró el tan pintoresco mercado semanal de
madreñas, igual que las grandes celebridades asociadas a las procesiones, fuesen las de «tabla», propias de la ciudad: Corpus Cristi, las de rogativa, con
los restos de santa Eulalia de Mérida, pidiendo lluvia, o que ésta cesase, para
salvar las cosechas y librarse de la hambruna. La plazuela era entonces punto
de reunión de las autoridades que el pueblo contemplaba, casi con el mismo
asombro que ahora se observa a nuestra corporación municipal.
152
El nuevo edificio construido a principios del siglo xx sobre el solar de la casa de Peñerudes,
aparece enmarcado entre la casa del marqués de Gastañaga, a la derecha, en cuyo bajo ya estaba
instalada la popular peluquería de Prado y, a la izquierda, ocupando el antiguo teatro Ovies,
el bazar de Masaveu.
153
DEL
154
MARTES DEL BOLLU
C/ Javier Grossi, 3 · 33001 Oviedo (Asturias)
Tlf. 985 21 26 27 - WWW.ONISELECTRONIC.COM
155
156
EL LARGO PEREGRINAJE DE LOS GITANOS
HASTA OVIEDO
manuel gutiérrez claverol
Se especula con que el término gitano deriva de «egiptano», al considerarse
equivocadamente que esa etnia provenía de Egipto. No resulta fácil explicar sus
orígenes, su evolución, ni su supervivencia, pues determinados aspectos antropológicos, históricos o sociológicos presentan aún muchas incógnitas. Los análisis
genéticos confirman su procedencia de la región asiática del Punyab (zona limítrofe entre India y Pakistán)1, de donde partieron hace unos 1.500 años2; los datos
lingüísticos también apuntan al noroeste de la India. Desde un punto de vista racial, esta comunidad ha sido calificada dentro del tronco híbrido MediterráneoIndoafgano, no obstante en su largo deambular ha experimentado hibridismos
con otras razas, tanto orientales como centroeuropeas o mediterráneas.
Gentes de tradición nómada, se extendieron desde su tierra natal hacia el
oeste por la antigua Persia y Asia Menor, y a comienzos del xv por el norte
de África y, de modo especial, por Europa, donde destacan los famosos zíngaros de Hungría. Sus costumbres errantes hacía que vagaran de un sitio para
otro, pero todavía no habían aflorado con virulencia los estereotipos negativos que se les atribuyó con posterioridad; cuando llega la siguiente centuria
se desata una cierta aversión y hostilidad hacia ellos, se dictan pragmáticas3,
1
Angus Fraser, Los gitanos, Barcelona, Ed. Ariel, 2005, 344 págs.
2
Los estudios del adn de una decena de grupos gitanos sugieren un alto grado de endogamia y que
la diáspora se desarrolló a partir de una sola oleada inicial, llegando a Europa en la Alta Edad Media
a través de los Balcanes (I. Mendizábal et al., «Reconstructing the Population History of European
Romani from Genome-wide Data», Current Biology, vol. 22, Elsevier Ltd., 2012, págs. 2.342-2.349).
3
Pragmática Sanción es una prerrogativa legislativa que utilizaba la Corona para publicar leyes no sancionadas por las Cortes, e incumbe a cuestiones fundamentales del Estado. Suelen identificarse por la
fecha en que fueron decretadas.
157
Yevgraf Sorokin (1821-1892), Familia gitana española, 1853.
cédulas y decretos contra su forma de vida, dando lugar a una palmaria oleada de persecuciones.
Llegan los gitanos a España
Se constata su llegada a la Península Ibérica en el siglo xv. El primer
documento que lo atestigua data del 12 de enero de 1425, cuando el rey de
Aragón, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458), concede una cédula de paso
(salvoconducto) a un tal Juan, conde de Egipto Menor, líder de una colectividad gitana, para viajar por sus tierras4. A partir de entonces este pueblo se
dispersaría por todo el territorio: Barcelona (1447), Comunidad Valenciana
(1460), Andalucía (1462) y luego al resto del país, brotando serias dificultades
para ser aceptadas sus usanzas. Según varios filólogos, entre ellos el profesor
4
Documento que se guarda en el Archivo de la Corona de Aragón (Zaragoza).
158
de la Universidad de Sevilla Miguel Ropero, parece un hecho innegable la
influencia de su léxico (caló) en la lengua española (verbi gratia: currar, currelar, jiñar, camelar, mangar, canguelo, parné, pinrel, etc.), sobre todo en la
de tipo coloquial y popular5.
Su itinerante vida y el tradicional desarraigo con los hábitos de la sociedad autóctona les granjeó pronto fama de maleantes, delincuentes y ladrones;
sirva de ejemplo la primera frase de la novela corta de Cervantes, La Gitanilla
(1613): «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo
para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian
para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a
todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes
inseparables, que no se quitan sino con la muerte».
La dura etapa de los Reyes Católicos
Las iniciales situaciones de tirantez surgieron durante el mandato de
Isabel y Fernando (1474-1504). De inmediato, después de la conquista de
Granada y del descubrimiento de América, la monarquía amparó una persecución contra aquéllos que no profesaban la religión católica (mahometanos,
judíos y, como no, gitanos).
Su Real Pragmática (rubricada el 4 de marzo del año 1499) obligaba a los
gitanos a abandonar la vida nómada. Se refería en concreto a «que todos los
egipciacos, sus hijos y mujeres, que usaran de dicho título, tomaran vecindad,
con pena de cien azotes al contraventor», pretendiendo con ello que no anduviesen «vagueando, pidiendo limosnas, hurtando, engañando ni haciendo
adivinos ni hechicerías, sino que trabajen y entren á servir ó tomen oficio»6. Las
penas contempladas por esta ley eran muy severas hacia los transgresores: a la
primera vez, cien azotes y el destierro; a la segunda, corte de orejas, sesenta días
en las cadenas y volver a desterrarlos; a la tercera, cautividad por toda la vida.
Opiniones autorizadas señalan que «siete años después de la expulsión de
los judíos y tres años antes de la conversión forzada de los musulmanes, los
5
Miguel Ropero Núñez, «Un aspecto de lexicología histórica marginado: los préstamos del caló», en
Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, 1992, t. I, págs. 1.305-1.313.
6
La sancionada por los Reyes Católicos, a pesar de conocerse como Pragmática de Medina del Campo, fue
suscrita en Granada, el 15 de octubre. AMO (Archivo Municipal de Oviedo): Libro de Pragmáticas, fol.
47v.Véase también Libro Maestro, t. 3, fol. 7v (sig.: despacho 1, anaquel C, documento C/4); recordada
por Ciriaco Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889
(hay reed. facsimilar: Oviedo, Alvízoras Llibros, 1991), pág. 320, núm. 197.
159
Reyes Católicos ponen a los gitanos contra la pared: o se vuelven sedentarios
y se ponen a trabajar como todo el mundo, o desaparecen»7.
Los impedimentos durante la Casa de Austria
La dinastía de los Habsburgo, imperante en España durante los siglos xvi y
xvii, continuó con las restricciones y persecuciones de la etapa precedente, castigando con inclemencia a los que no se integraban con el resto de los moradores.
Comienza su andadura con el emperador Carlos I (1516-1556), quien
decide en 1539 aumentar las penas establecidas con anterioridad a los hombres gitanos (de edad comprendida entre 20 y 50 años) a seis años de galeras.
Llega el reinado de Felipe II (1556-1598) y persisten agrandados los escarmientos, instaurándose los azotes y el destierro en el caso de las mujeres, además
de la condena a galeras ya establecida para los varones. Redacta Bernard Leblon
que «a partir de la Liga Santa contra los turcos, en 1571, aumentan considerablemente las necesidades de remeros y el contingente habitual de condenados
pasa a ser insuficiente. El 19 de diciembre de 1572, un año después de la batalla
de Lepanto, Felipe II envía una carta circular a todas las justicias para tratar de
compensar este déficit»8. En 1586, las leyes restringen en mayor grado su movilidad: «Que ninguno pudiera dedicarse á la venta de géneros ni ganados, así en
las férias como fuera de ellas, sin testimonio autorizado de vecindad, pena ser
castigado como cosa hurtada»9. Ante estos hechos, algunos individuos buscaron
mecanismos de adaptación que les permitiese subsistir en sociedad10.
Felipe III (1598-1621) ordena el 20 de octubre de 1619 que «Todos los
gitanos salieran de sus reinos al término de seis meses, pena de muerte, permitiendo avecindarse á los que quisieran, no pudiendo usar de traje y lengua de
costumbre»11.Y su heredero, Felipe IV (1621-1665), promulga el 9 de mayo de
1633: «Que en lo sucesivo los llamados gitanos, de cualquiera edad que fuesen,
tampoco vistieran ni usaran de la lengua, ni se ocuparan de los oficios que les
7
Bernard Leblon, Les gitans d’Espagne: le prix de la différence, París, Ed. Presses Universitaires de France,
Les Chemins de l’Histoire, 1985, 255 págs. Bernard Leblon, Los gitanos de España. El precio y el valor de
la diferencia, Barcelona, Gedisa Ed., 1987, pág. 22.
8
Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 116.
9
Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889, en «Extractos de los Libros de Acuerdos», pág. 455,
núm. 840.
10
Manuel Martínez Martínez, «Los gitanos en el reinado de Felipe II (1556-1598). El fracaso de una
integración», Chrónica Nova, 30, Granada, Universidad de Granada, 2001, págs. 401-430.
11
Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889, pág. 455, núm. 840.
160
estaban prohibidos, pena de doscientos azotes y seis años de galeras, y hallándolos en los caminos con armas de fuego, quedasen por esclavos y sirvieran ocho
años en galeras»12. Eran tiempos de escasez de remeros asalariados («buenas boyas»), pero los bancos de galeotes seguían demandando personal ante las nuevas necesidades bélicas de la nación, por lo que se acuerda capturar un mayor
número de «egipciacos» para este cometido naval, calculándose que, el 19 de
diciembre de 1639, fueron apresados y enviados a galeras unos dos centenares13.
El último de los Austrias, Carlos II el Hechizado (1665-1700), que dadas sus
deficiencias físicas y mentales permaneció bajo la tutela de su madre Mariana de Austria, dictó un Real Despacho14, el 7 de febrero de 1693, exigiendo
cumplir y ejecutar las disposiciones de sus predecesores, prohibiendo que en
todas las ciudades menores de mil moradores avecindasen gitanos, y quienes lo
hicieren en poblaciones mayores se apliquen a la labor y cultivo de las tierras,
no habitando en barrios separados, sino interpolándose con los demás vecinos.
Durante ese periodo, era notoria la inquietud de la Iglesia por cristianizar
a las gentes foráneas, como se demuestra con la pregunta formulada en 1677
por el obispo de Cádiz a los curas de su diócesis acerca de «si hay gitanos o
berberiscos y si están instruidos en la fe católica».
Pocas novedades con los Borbones
El advenimiento de esta dinastía en España apenas supuso modificaciones significativas respecto a las descritas. El primer miembro de la casa real
en España fue Felipe V (1700-1746), nieto de Luis XIV de Francia, el famoso Rey Sol, y durante su reinado se promulgó una nueva Real Pragmática
(1717) contra la comunidad romaní15.
La disposición legislativa fijaba su residencia forzosa en 41 poblaciones
(se agregaba con la finalidad de asentarlos), cifra que se amplió hasta 75 en
1746. La selección de los lugares no fue establecida al azar, sino que intentaba
favorecer la vigilancia policial sobre los «peligrosos sociales» al disponer de
servicios administrativos y judiciales en las cercanías.
12
Ibídem.
13
Manuel Martínez Martínez, «Los forzados de la escuadra de galeras del Mediterráneo en el siglo
xvii. El caso de los gitanos», Revista de Historia Naval, 117, Madrid, 2012; Manuel Martínez Martínez, «Forzados gitanos confinados en los arsenales peninsulares tras la redada general de 1749», Estudios
de Historia Naval. Actitudes y medios en la Real Armada del siglo xviii, Murcia, 2012, págs. 291-328.
14
AMO: Libro de Acuerdos de 1693 (sig. A-42), fols. 15v-19r.
15
AMO: Libro de Acuerdos de 1720 (sig. A-52), fols. 134v-135r.
161
La Gran Redada
Durante el gobierno de Fernando VI (1746-1759) ocurrió un suceso
de enorme trascendencia en el asentamiento gitano en España, que pasó a
las páginas de la historia con la denominación de «Gran Redada» o «Prisión
General de Gitanos».
Tal acaecimiento tuvo lugar el 30 de julio del año 1749 y días posteriores, siendo la
autoría material del mismo el marqués de la
Ensenada con expresa connivencia real, y se
ejecutó de manera simultánea en todo el territorio nacional; el Despacho de Guerra fue
el encargado de preparar minuciosas instrucciones para efectuar los arrestos, con la orden
de abrirlas en cada ciudad un día prefijado.
Tras el apresamiento, había que fraccionar a
los reos en dos grupos: los hombres mayores
de 7 años en uno y las mujeres y los niños
Recreación de la Gran Redada de
en otro, efectuándose por ende una completa
1749 (por Ernesto Burgos, 2012).
separación familiar. El primero sería enviado
a trabajos forzosos en los arsenales del reino
(Cartagena, Cádiz y Ferrol) o deportado, porque las penas de galeras habían
sido abolidas unas fechas previas. La segunda fracción ingresaría en cárceles o
fábricas de Málaga,Valencia y Zaragoza16.
A este propósito, Ernesto Burgos puntualiza lo que sigue: «Los varones que
tenían entre 15 y 50 años se remitieron a los astilleros o los regimientos fijos de
los presidios de África, los menores, hasta los 12, se destinaron a las industrias
estatales o los remos de los navíos del rey; quienes no alcanzaban esa edad y las
mujeres, se encerraron en instituciones que en algún aspecto eran similares a
los campos de concentración y en los pueblos solo se permitió quedarse a los
mayores de 50 años, lo que en aquella época significaba estar ya en la ancianidad,
prohibiendo sus desplazamientos hasta que les llegase el momento de la muerte,
que debía procurarse cristianamente en los asilos y casas de misericordia»17.
16
Antonio Gómez Alfaro, La gran redada de gitanos: España, prisión general de gitanos en 1749, «Colección
Interface», Madrid, Ed. Presencia Gitana, 1993, 128 págs.
17
Ernesto Burgos, «Después de la gran redada», La Nueva España (edición de Las Cuencas), Oviedo,
martes 13 de noviembre de 2012.
162
Según el asturiano Pedro Rodríguez, conde de Campomanes (autor de
un dictamen sobre la restitución de ese pueblo a la vida social), unos 9.000
gitanos y gitanas sufrieron la deportación y el presidio durante años, cifra
que se elevaría hasta 12.000 si se consideran los que ya estaban privados
de libertad. Según el historiador galo Leblon las víctimas de esta operación
fueron 10.000, «si bien la detención de algunos fue de corta duración, otros
tuvieron la mala suerte de pudrirse durante dieciséis años en los arsenales
transformados en presidios»18. La medida se vio beneficiada por un acuerdo
que habían suscrito tres años antes el Gobierno de España y el Vaticano, aminorando el derecho de refugio en las iglesias, lo que restringía la protección
en los edificios eclesiásticos, utilizados hasta entonces de modo abusivo.
La ambigüedad de la pragmática (entre otras cosas, no contemplaba el vocablo «gitano» como tal, pues estaba prohibido el término) justificó el cúmulo
de recursos que afloraron por doquier, atenuándose a la sazón las medidas restrictivas originales; téngase presente la ácida declaración del marqués de la Ensenada al mes de comenzar su aplicación: «Falta lo principal, que es darles destino con que se impidan tantos daños y extinga si es posible esta generación»19.
El hecho de realizar detenciones indiscriminadas y equívocas suscitó muchos
recelos, provocando una cierta ruptura de los vínculos establecidos entre la
gente castellana y romaní, es decir, un efecto antagónico del perseguido20.
La Gran Redada obtuvo la reprobación de una parte importante de la ciudadanía. El propio sucesor del monarca que decretó tan abyecta ordenanza, Carlos III
(1759-1788), intentó conceder una amnistía y revisar la legislación condenatoria
en 1763, pero las trabas burocráticas retrasaron unos años estas buenas intenciones21.
El Rey aceleró los trámites y en julio de 1765 ya ordena indultar a los presos22.
Una pragmática más tolerante
En 1783 Carlos III (secundando consejos del conde de Floridablanca),
sancionó el 19 de septiembre una novedosa Pragmática-Sanción que conte18
Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 117.
19
Gómez Alfaro, La gran redada de gitanos, 1993, pág. 73.
20
Teresa San Román, La diferencia inquietante.Viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos, Madrid, Ed.
Siglo XXI de España, 1997, 255 págs.
21
José Luis Gómez Urdáñez, Fernando VI, Madrid, Arlanza Ediciones, 2001, 324 págs.
22
Tal era el desacierto de la medida adoptada que Carlos III, refiriéndose a la mencionada redada de 1749
decretada por su antecesor Fernando VI, solicitó que fuera retirada tal denominación pues «hace poco
honor a la memoria de mi hermano».
163
nía «nuevas Reglas para contener y castigar la vagancia de los que hasta aquí
se han conocido con el nombre de Gitanos, ó Castellanos nuevos, con lo
demás que expresa»23. Representa la última relativa a los gitanos y es bastante
más indulgente que las precedentes, dado que se prohibían las referencias
étnicas en los documentos oficiales. Intentaba delimitar el problema gitano haciendo un censo sobre ellos y preguntando en las diferentes regiones
españolas cuál era su situación real y la problemática que ocasionaban, recogiendo lo siguiente: «Su Majestad no quiere exterminar o aniquilar a los
llamados gitanos, sino suprimir su nombre y rectificar sus costumbres». Esta
prerrogativa regia contenía ocho acuerdos de convivencia, a saber:
1. Los gitanos son ciudadanos españoles.
2. Debe dejarse de decir gitano, ya que todos los ciudadanos son iguales.
Se sustituye la palabra «gitano» por «castellano nuevo».
3. Los niños deben ir a la escuela a partir de los 4 años.
4. Los gitanos son libres de fijar su residencia.
5. Los gitanos pueden emplearse o trabajar en cualquier actividad.
6. Los gitanos tienen derecho a asilo y atención a sus enfermos.
7. Los gremios que impidan la entrada o se opongan a la residencia de
los gitanos serán penalizados.
8. Se imponen penas a los que obstaculicen la integración de los gitanos.
Pero para que estos requisitos pudieran ser aplicados debían de cumplirse tres condiciones mínimas: abandonar la forma de vestir, no hablar caló y
asentarse, abandonando por tanto la vida errante. En concreto, en el capítulo
35 se puede leer:
Por un efecto de mi Real clemencia, á todos los llamados Gitanos, y á qualesquiera
otros delinqüentes vagantes que han perturbado hasta ahora la pública tranquilidad, si
dentro del citado término de noventa dias se retiraren á sus casas, fixaren su domicilio, y
se aplicaren á oficio, exercicio, ú ocupacion honesta, concedo indulto de sus delitos y excesos
anteriores, sin exceptuar los de contrabando, y desercion de mis Reales.
Por su parte Carlos IV (1788-1808) dicta en Aranjuez una Real Cédula
de 9 de marzo de 1795 corrigiendo la prerrogativa legislativa de su padre, al
juzgar que no fue bien entendida ni ejecutada por las Justicias, «limitando su
23
En Oviedo, Juan Mathías de Ascarate ordena imprimir esta pragmática el 15 de octubre de 1783 para
que sea conocida por los jueces y justicias de todos los concejos del Principado con la finalidad de que
guarden, cumplan y ejecuten su contenido.
164
William-Adolphe Bouguereau (1825-1905), Jóvenes gitanos, 1879; lienzo, 166 × 99 cm.
Collection of Fred and Sherry Ross, USA.
165
inteligencia á los llamados Gitanos, no obstante que expresamente se estendia
su Real clemencia á qualesquiera otros delinqüentes vagantes, que han perturbado la pública tranquilidad, sin exceptuar Contrabandistas, ni Desertores».
La Constitución de Cádiz de 1812 y, sobre todo, la vigente de 1978 supusieron un espaldarazo importante al reconocer, desde un punto de vista
formal, la igualdad de los gitanos ante la ley y su plena ciudadanía.
Los gitanos aterrizan en Asturias
A pesar de estar difundido que la primera referencia documental conocida sobre la aparición de esta comunidad en la provincia es la Real Pragmática
del año 1717, existen evidencias bibliográficas que adelantan su presencia en
tierras asturianas (aunque solo fuera de forma ocasional) al siglo xvii24, como
puede constatarse en el siguiente epígrafe.
Para redactar este apartado fue de utilidad la consulta de los artículos publicados por el subdirector del entonces diario madrileño Pueblo, Antonio Gómez
Alfaro25 (gran divulgador de la historia de este pueblo), a los que hay que añadir
la importante aportación de Lidia Anes26 así como un documentado trabajo sobre la infancia en Asturias realizado por M.ª Violeta Álvarez Fernández y otros27.
Los primeros en aparecer en la capital eran danzarines y músicos
Las fuentes historiográficas relacionan a los gitanos asturianos con el arte
de la danza y de la armonía28, siendo contratados para las principales fiestas
24
Según Ernesto Burgos, en 1640, ya se registra una disposición de Juan Blasco de Orozco, más tarde
gobernador del Principado, «prohibiendo a los gitanos el uso de armas de fuego, así como el vagar
con caballerías por el suelo de Asturias» (Ernesto Burgos, «La hora de los gitanos», La Nueva España
[edición de Las Cuencas], Oviedo, martes 6 de noviembre de 2007).
25
Antonio Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», Asturias Semanal, n.º
359 (1-8 de mayo) y n.º 360 (8-15 de mayo), Oviedo, 1976. Este mismo escrito lo recoge el autor años
después en su libro Escritos sobre gitanos (Ed. Asociación de Enseñantes con Gitanos, 2010, 633 págs.,
que dedica las páginas 83-92 a Asturias).
26
Lidia Anes Fernández, «Los gitanos en Asturias en el siglo xviii», en El mundo hispánico en el Siglo de
las Luces, Madrid, Universidad Complutense, 1996, vol. I, págs. 333-340.
27
M.ª Violeta Álvarez Fernández, M.ª del Mar González Iglesias y José Luis San Fabián Maroto,
La situación de la infancia gitana en Asturias, Oviedo, Consejería de Bienestar Social y Vivienda. Gobierno
del Principado de Asturias. Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia, Familias y Adolescencia
para el Observatorio de la Infancia y la Adolescencia del Principado de Asturias, 2011, 395 págs.
28
En la época de La Gran Redada, el primer oficio de los gitanos que trabajaban en Asturias era el de
herrero, seguido del de gaitero (Burgos, «Después de la gran redada», 2012).
166
que se celebraban en Oviedo (de manera singular en la de Santa Eulalia
de Mérida, patrona de la diócesis, de la ciudad y del Principado, y en la del
Corpus Christi). He aquí citas esclarecedoras. En el Libro de la Razón, que
recopila lo acontecido entre los años 1660 y 1685, contiene, en el capítulo de
gastos en danzas, la expedición de libramientos para sufragar las atenciones
que pesaban sobre el municipio figurando, entre otras partidas, una «remuneración á los directores, que eran ordinariamente gitanos»29 y a los musicantes
por la festividad del Corpus.
En una línea similar, el 17 de mayo de 1673 «presentaron petición Juan del
Valle y Domingo del Valle, maestros danzantes, y Domingo Martinez, gaitero
de Gijon, diciendo que ellos estaban obligados por escripturas de asistir en esta
Ciudad (…) á las festividades del Corpus y Octabario y buscar personas aviles y
suficientes a su costa para la danza del gremio de los zapateros de esta ciudad»30.
Por otro lado, Martín García Castañón (por mandado de Sebastián Vigil
de la Rúa, Caballero del Orden de Calatrava) pagó el año 1675, en la conmemoración que se celebró en honor de santa Eulalia de Mérida, «660 reales
al gitano Juan de Rivera por la primera danza y 200 por la segunda»31.
Hacia la mitad de la centuria dieciochesca, la sociedad ovetense denota
un cierto tufillo excluyente y segregacionista, como atestigua una noticia
fechada el 30 de enero de 175632:
El gremio de obra prima piden se le franquee el patio de comedias para poderse instruir en la danza que tenían pensado hacer para la festividad del Corpus Christi.Y que
respecto al gremio de cerrajería acostumbraba poner otra danza para la misma festividad, se
le mandara que esta no fuera compuesta de gitanas como regularmente lo hacían cada año,
por ser indecente a la solemnidad de la fiesta y al mismo tiempo en menos precio de otro
gremio (…) notifique al gremio de cerrajería no admitan danza de gente que sean gitanos.
La Real Pragmática sancionada por el rey Felipe V, el 14 de mayo de
1717, establecía 41 núcleos urbanos para afincar a la población gitana, entre
ellos la ciudad de Oviedo. Este hecho suscitó una cierta desazón social pues
no era frecuente la presencia de esa parentela por Asturias. A este respecto,
29
AMO: Libro de la Razón, 1660-1685 (sig. C-11).
30
AMO: Libro de Acuerdos de 1673 (sig. A-33), fols. 115v y 116r.
31
Figura como fecha de pago el 3 de junio de 1676 (Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889,
pág. 484, núm. 989).
32
AMO: Libro de Acuerdos de 1756 (sig. A-77), fol. 14r.
167
consta en el censo de 1746 (custodiado en el Archivo Histórico Nacional)
que existían 881 familias en el país concentradas en 54 poblaciones, pero
ninguna de ellas asturiana33.
Las medidas represivas impulsadas por un obispo de
Oviedo
Julio Romero de Torres (1874-1930), A la amiga, hacia 1906;
lienzo, 168 × 95,5 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias (Principado de Asturias. Colección Pedro Masaveu). Reproducido por gentileza del Museo de Bellas Artes de Asturias.
El nombre de Oviedo
también se significó a mediados del siglo xviii en
relación con la Gran Redada. En el diseño y programación de la intransigente
medida tomó parte activa
un obispo de la diócesis
ovetense, a la sazón Gaspar
José Vázquez Tablada (El
Hito, Cuenca, 1688-Toro,
1749), que asimismo fue
nombrado en 1746 gobernador del Consejo de
Castilla, en cuyos cargos se
mantuvo hasta su muerte34.
Antes de detallar las propuestas que hizo Vázquez Tablada a Fernando VI, conviene analizar dos documentos
que testifican lo que sucedía
en Asturias en relación con la
comunidad romaní.
El primero, del año
1745, recoge varias disposi-
33
Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», 1976; ahora en Escritos sobre
gitanos, 2010, pág. 83.
34
Vázquez Tablada tomó posesión del obispado ovetense el 15 de septiembre de 1745 (95º obispo de
Oviedo, desde 1745 a 1749).
168
ciones: unas obligando a «publicar bandos y fixar edictos para que los Gitanos
dentro de 15 dias se retiren a sus pueblos y quitarles la vida»35, y otras requiriendo que «los Gitanos se abezinden y apliquen á la labranza»36.
El segundo, de 14 de diciembre de 1746, atestigua que el regente de
la Real Audiencia, Miguel de Irunza y Quintana-Dueñas, acusó recibo de
una carta remitida por las autoridades de Madrid solicitándole información
acerca de los resultados de las poblaciones implicadas en la residencia gitana
y detalles sobre determinados censos.Tanto el regente como los oidores (Antonio Varela Bermúdez,Vasco de Paradas y Castillo, Juan Esteban de Salaberriz e Isidro de la Hoz) se excusaron en la demora a contestar, aduciendo dificultades para pagar el gasto de los verederos. Se estimaba como suficiente el
informe que habían enviado en octubre del año anterior en el que se decía37:
No obstante ser esta ciudad y capital del Principado uno de los lugares destinados para
domicilio de gitanos, cuenta entre sus felicidades la dicha de que no la frecuentan; y aunque
algunos pocos habitan divididos en otras villas y lugares, es con conocidos oficios, y constable
permanencia en ellos, y en sus respectivos parajes, sin que se advierta vagueen a ferias y
mercados, ni se acuadrillen para fin alguno: y si alguna vez el apetito a vivir del robo y
gozar licenciosa vida ha producido semejante civil monstruo se ha solicitado su exterminio
con las providencias que arreglándose a las antecedentes Pragmáticas ha expedido este Tribunal; y el no haberse perfectamente conseguido tan deseado y justo fin ha dependido de la
facilidad que tienen en refugiarse y tomar asilo en los pórticos de las iglesias, y el no haber
casa alguna de recogimiento donde poder retener para su castigo y enmienda a las mujeres
que los acompañan, auxilian y refugian.
En este estado de cosas, los mandamases de turno toman la iniciativa
para mitigar lo que se entendía como el «problema gitano». En su calidad de
gobernador del Consejo de Castilla, va corresponder al mencionado obispo
de Oviedo la responsabilidad de buscar soluciones. Estima que la extinción
de los antiguos nómadas por la vía de la asimilación «se está llevando muy a
la larga»38, por lo cual propone dos alternativas al Rey39:
35
AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, Provisiones y Reales Órdenes, t. 3.º, fol. 44v, 30 de octubre de 1745
(sig. despacho 1, anaquel C, documento C/4).
36
AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, etc., t. 3.º, fol. 84r, 23 de noviembre de 1745 (sig. ídem).
37
Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 84.
38
Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 44.
39
Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 85.
169
1) Desterrarlos de España con término limitado para salir de ella y con
pena de la vida al que se encontrase pasado el término asignado, como
se ha hecho en Portugal.
2) Si pareciese dura esta providencia, tomar la más suave para extinguirlos, que se reduce a formar y establecer tres casas, una para las
Andalucías, otra para Extremadura, Mancha y Murcia, y la tercera
para Castilla y reinos de la Corona de Aragón, que es donde habita el
menor número.
Julio Romero de Torres, Gitana de la naranja (sin fechar); lienzo, 35 × 33 cm. Museo de Bellas
Artes de Murcia.
170
La segunda disposición (¿más liviana?) algo corregida fue la que se adaptó.
Conllevaba encerrar a las mujeres y a los niños de hasta doce años de edad, enviar
a los muchachos de 12 a 15 a fábricas y navíos, y remitir a todos los varones comprendidos entre 15 y 50 años a las atarazanas o regimientos fijos de los presidios
de África. Como medida de misericordia proponía el prelado-político dejar solo
a los mayores de 50 años en los pueblos, llevándolos poco a poco a hospitales y
casas de misericordia «para que se les asista y mueran cristianamente».
Como ya se comentó, las ideas episcopales cristalizaron en la maquiavélica medida conocida como Gran Redada, ejecutada por el rey Fernando VI
en plena canícula de 1749.
Postura asturiana sobre la problemática gitana en el siglo xviii
Transcurría el tiempo y la convivencia entre gitanos y payos no mejoraba; en aquéllos era frecuente la práctica de la ratería, en éstos las quejas iban
en aumento dada la inseguridad ciudadana que se palpaba.
Resalta una certificación de Manuel Rivero, amparada en una Real Orden, «para que la Ciudad admita los Gitanos viejos inútiles destinados por la
Audiencia al Hospital de San Lázaro y que no se les permita vaguear con este
titulo haziendolos recoger en los Hospitales para que se ocupen en trabajar»40.
Ante el aumento de la delincuencia, las autoridades judiciales permitían a algunos individuos ejercer acciones parapoliciales, al estilo de los cuerpos armados
conocidos como somatenes. Prueba fehaciente de lo dicho es un manuscrito, del
mes de marzo de 1777, que se conserva en el Archivo Histórico de Asturias con
el sugerente título de: «Sobre aprensión de gitanos»41. Contiene el documento
la correspondencia del allerano Joseph María de Vega con la Real Audiencia de
Oviedo justificando su tarea de vigilar, perseguir y arrestar a los gitanos y otros
malhechores, facultad que se le había otorgado en el año 1769.
Al referirse al territorio astur, comenta el susodicho De Vega: «… siendo
como es áspero y fragoso con pocas poblaciones formadas, muchos puertos y
montes donde poderse ocultar, se retiran en él los malhechores perseguidos de
las salas del crimen de la Chancillería de Valladolid y Audiencia de Galicia, y los
que desertan del Presidio del Ferrol, ejecutando los mayores delitos y latrocinios, robando Iglesias y asaltando las casas y caminos, costando mucha dificul40
AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, etc., t. 3.º, fol. 45r, 23 de abril de 1766 (sig. ídem).
41
AHA (Archivo Histórico de Asturias): Documentos presentados en las Diputaciones de 1771 a 1777
(sig. 10.951), fols. 393-403.
171
Primer folio del documento Sobre aprensión de gitanos, presentado en la Diputación de Asturias en 1777.
172
tad en la averiguación y si tal vez se consigue no puede facilitarse la captura por
la proporción que tienen para la fuga»42. Para evitar lo cual, añade: «…podría ser
útil la formación de un cuerpo destinado precisamente a perseguir por todo
el Principado [a] los malhechores, prenderlos y ahuyentarlos»43. A pie de página de estos escritos figura la firma de Omaña, regidor perpetuo de Oviedo,
apuntando éste que «sería conveniente lo que se propone en este memorial».
El robo cometido con violencia en una tienda céntrica de la capital propiedad de Pedro Fernández Solís, el 26 de febrero de 1777, y el ulterior arresto de
los culpables en la cárcel, fue el detonante para que el aludido De Vega solicitara
de la noble institución asturiana que, además del uso de armas de fuego, se le
concedieran otros auxilios (gente de su confianza, medios defensivos y caballos)
con el fin de acometer con éxito su ocupación persecutoria de la delincuencia.
Pasados unos meses, la Real Audiencia de Oviedo envía una real Provisión a las autoridades judiciales de diferentes concejos de Asturias en estos
términos literales44:
Muchos dias hace se han difundido varias voces en esta Capital de hallarse en este Principado muchos Gitanos hombres, y mugeres de mal vivir, que hacen rovos, y causan terror á las
gentes, y aunque las Justicias respectivas en sus Concejos: en conformidad de lo dispuesto en las
Leyes, y Autos acordados de estos Reynos, y de las Ordenes Generales, que en ciertos tiempos,
se han ido comunicando por la persecucion y arresto de esta mala gente hasta lograr su estincion,
deberian haber sido activos en su solicitud, han descuidado serlo, y convocarse mutuamente unos
Jueces á otros para ayudarse, y pasarse las noticias de los sugetos que son, con sus señas, y rumbo
que toman, y asi otras providencias, que dicta la prudencia, de modo que no es de estrañar, que
faltando zelo, y cuidado, se internen esta clase de malhechores en el Principado, donde encuentran
seguridad, y abrigo y para precaver en lo posible los daños que experimentan estos vasallos.
A U. S. pido mande se libre Provision que se comunique circularmente para que las
Justicias de los respectivos Concejos, Cotos, y Jurisdicciones de este Principado en egecucion
y cumplimiento de las Leyes, Autos acordados, y señaladamente de la Pragmatica de mil
seiscientos sesenta y tres, y posteriores Ordenes, comunicadas, persigan, y arresten dicha
gente, les formen sus causas, y averiguen su modo de vida, dando cuenta á la Sala, lo que
de su Omision se tomarán otras Providencias, que es Justicia.
42
Ídem (sig. 10.951), fol. 394r.
43
Ídem (sig. 10.951), fol. 394v.
44
Biblioteca de Asturias (Ast. R.C. I-11): Real Provisión de los Señores Regente, y oidores de la Real Audiencia
de Oviedo (29 de octubre de 1777), Impreso en Oviedo por Francisco Díaz Pedregal. Firman el escrito:
Bartolomé Sanz y Torres, Antonio Melgarejo y Phelipe Antonio de Radillo.
173
Julio Romero de Torres, La chiquita piconera, 1930; lienzo, 100 × 80 cm. Córdoba, Museo Julio Romero
de Torres.
174
Hay que esperar a la Pragmática de Carlos III del año 1783 para que se
relajara la situación, al fijarse una serie de acuerdos de convivencia. Se llevó
a cabo un censo nacional amén de sondear la opinión de las autoridades
provinciales. De esta manera, la Real Audiencia de Oviedo (cuyo regente era
Juan Matías de Azcárate) recibió un escrito el 26 de septiembre de ese año solicitando que «meditase con preferencia a otro asunto los medios prácticos de
reducirlos [se refiere a los gitanos] a la vida cristiana y civil, las causas de que
provenía su actual libertinaje, y los estorbos que hubiesen influido en ello»45.
Una vez más, las autoridades asturianas se manifestaron remolonas en
contestar a lo demandado desde Madrid, pero ante la insistencia Azcárate
y los oidores Tiburcio del Barrio, Antonio Melgarejo y Manuel de Salvatierra remiten un informe bastante pormenorizado sobre los avatares que
aquejaban a la treinta de familias gitanas asentadas. Como muy bien extracta
Gómez Alfaro, se concretaba en tres puntos46:
1) Libertinaje de ese pueblo. Se pensaba que era debido a «la aversión al
trabajo, la consiguiente inclinación al vicio, la facilidad de fomentarse y de
subsistir a costa ajena, y el amor a una vida criminal independiente, licenciosa
y saltuaria; en los niños se debía a la leche que maman, y la educación que
reciben, naciendo y creciendo en esta escuela de corrupción».
2) Estorbos que han influido o impedido su corrección. El memorándum de la Audiencia señala que «el general aborrecimiento que en este país experimentan, ya
que por lo que ellos son, ya porque su vida licenciosa atrae a muchos naturales,
que eligen su trato y compañía para desplegarse a todo género de vicios especialmente al de la sensualidad a que las mujeres les incitan».Añade otro dato de interés
al mencionar que «habitan debajo de los hórreos y en pajares», y en relación al
lugar de residencia relata: «Por lo regular es en los concejos que llaman de la Montaña, contiguos a los puertos para tener fácil salida a otras provincias, cuya proporción, la aspereza de la tierra y la dificultad de unirse los vecinos tan dispersos entre
sí para prenderlos en cualesquier insulto que cometan, a que se llega el temor que
así los jueces como los vecinos les tienen de que de noche les destruyan sus frutos
y cercados, o hagan mayores daños, les asegura a ellos en su insolencia y libertad,
todo lo que creemos habría influido para su poca o ninguna enmienda».
3) Medios para conseguir la integración. Expone el documento como hecho
fundamental «empeñar a la Diputación de este Principado para que recibiese
45
Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010.
46
Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», 1976; ahora en Escritos sobre
gitanos, 2010, pág. 86.
175
bajo de su amparo y protección a estas miserables familias, esparciéndolas
antes a los concejos distantes de donde no les fuera fácil el comunicarse».
Por fin, avecindan en Asturias
Según consta en un informe que presentó el gobierno al rey Carlos III
el 27 de abril de 1788, eran 53 los gitanos que vivían en Asturias47. El mayor
número se ubicaba en Oviedo, repartiéndose además por otros siete concejos: Caso, Gijón, Grado, Laviana, Piloña, Siero y Sobrescobio. El 1 de enero
de 1792 la capital acuerda que se publique y observe la Real Pragmática de
gitanos y malhechores y la Real Orden de vagos48.
Una prueba evidente de que la población gitana era muy exigua la proporciona el pastor protestante George Borrow, quien refiere las vivencias de
su viaje por nuestra región en 1837 de esta manera: «Hasta en la ciudad de
Oviedo, en el corazón de Asturias, provincia que jamás fue nombrada por los
gitanos, hay un sitio llamado «la gitanería», si bien, hasta donde alcanza la memoria de los hombres no se sabe que haya vivido en la ciudad gitano alguno,
ni nadie los ha visto salvo, quizás, como visitantes fortuitos de alguna feria»49.
No obstante lo dicho, relatan Antonio Gómez Alfaro (1976) y Ernesto
Burgos (2007) que la primera familia que se asienta en terreno astur lo hace
en 1881 gracias a la iniciativa de Pedro Duro Benito, fundador de la primera
gran siderurgia española (Duro Felguera). Está admitido que «él era de La
Rioja o de Navarra [no se sabe con exactitud] y su esposa era de Ronda
(Málaga)», e iban acompañados de hermanos e hijos. Se contempla la hipótesis de que el interés del emprendedor riojano por afincar a esta prole foránea
en la cuenca del Nalón se basaba en su conocimiento de las bestias de tiro,
animales fundamentales para el transporte minero en aquel momento.
Oviedo acogía en 1885 a unas 20 personas gitanas, siendo sorprendente el
predominio de mujeres viudas (algunas con pelo rubio y ojos azules), de variadas profesiones (calceteras, costureras, hilanderas), cuyos hijos se encontraban
con asiduidad en el hospicio o en paradero desconocido. No eran infrecuentes
en aquel tiempo las reyertas y el subsiguiente encarcelamiento de los culpables.
47
Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010.
48
AMO: Libro de Acuerdos de 1792 (sig. A-106), fols. 2v y 3r. En Santos Manuel Coronas González,
Fueros y Ordenanzas de Oviedo, «Fuentes e instituciones tradicionales del Principado de Asturias», 2
vols., Oviedo, 2003 (1.772 págs.), vol. II, pág. 1.297.
49
George Borrow, The zincali; or, an account of the Gypsies of Spain, Londres, J. M. Dent and Sons, 1841,
251 págs. (hay reed. facsimilar, 1996).
176
Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Oviedo del año 1792, donde se trata de gitanos.
Hasta mediados del siglo xx la generalidad de los gitanos se caracterizaba
por su carácter trashumante, costumbre que perduró en Asturias hasta los años 60
pues con anterioridad solo unos pocos vivían de modo sedentario en las grandes
urbes (Oviedo, Gijón, Langreo, etc.). Se dedicaban, sobre todo, al negocio ganadero (en especial, a la compra y venta de ganado caballar) por lo que eran asiduos
de las ferias del sector; practicaban asimismo la artesanía del mimbre y las artes
adivinatorias (cartomancia, quiromancia, posos de té, bola de cristal, fuego, etc.)50.
Es sabido que se encargan de inculcar estas costumbres a sus descendencias desde
edades tempranas51, prácticas fundadas en los poderes de la magia, maldiciones,
predicciones, buenaventuras, malaventuras, etcétera.
50
Raymond Buckland, Secretos de las artes adivinatorias gitanas, Madrid, Ed. Mirach, S. A., 1992, 176 págs.
51
Ramón Campuzano, Orijen, usos y costumbres de los jitanos, y diccionario de su dialecto, Madrid, 1848, 240 págs.
(hay reed. facsimilar: Editorial Maxtor, 2004); F. M. Pabanó [pseudónimo de Félix Manzano López], Historia
y costumbres de los gitanos, Barcelona, Montaner y Simón, 1915, 191 págs. (hay reed. facsimilar: Ed. Giner, 1980).
177
Después de la Guerra Civil se van involucrando en otras actividades
profesionales, a destacar el tráfico de materiales reciclables (metales, chatarra,
trapos, cartón…) y la venta de hilaturas (sábanas, mantelerías…). Algo más
tarde (años 50) comienzan a trabajar en ocupaciones de bajo nivel (peones
de obras públicas y de la construcción, tareas pesadas…) y ya en la década de
los 60 predomina la venta ambulante en mercados, pasando a ser ésta su dedicación preferente; una nota característica es que ancestralmente eludieron
sujetarse a un horario fijo y a la dependencia de un jefe. A partir de los 80 el
Julio Romero de Torres, Conciencia tranquila, 1897; lienzo, 310 × 225 cm.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid). Reproducido por
gentileza del Museo.
178
colectivo experimenta un cambio sustancial de índole religiosa al integrarse
de manera masiva sus miembros en la Iglesia Evangélica de Filadelfia.
A pesar de las limitaciones para obtener datos demográficos fidedignos, la Fundación Secretariado Gitano estima que en el Principado su número se aproxima
en la actualidad a 10.000 individuos (no alcanza pues el 1 % de esta comunidad).
Se asientan en la casi totalidad de los concejos, aunque una destacable mayoría
(cerca del 60 %) lo hace en el ámbito central: Oviedo (18 %), Avilés (15 %), Gijón
(14,6 %) y Langreo (10,2 %). Las viviendas gitanas se concentran de preferencia en
determinados barrios:Ventanielles y San Lázaro-Otero (Oviedo);Villalegre-La Luz
y el polígono de La Magdalena (Avilés); La Calzada,Tremañes y Montevil (Gijón).
Por desgracia, aún no ha sido posible erradicar el chabolismo, perviviendo varios
núcleos segregados que alcanzan cerca del 10 % del total52.
Remate
Los gitanos son la minoría étnica mayoritaria de la Unión Europea53,
aunque están presentes también en otros países del mundo. Sobre ellos pesan
graves prejuicios y connotaciones peyorativas, lo que deriva en situaciones
de marginación social.
A pesar de que esta comunidad sigue sufriendo estereotipos negativos, pobreza
y exclusión social, un informe elaborado por una Comisión de la Unión Europea
de abril de 2014 presenta avances positivos en los 28 Estados miembros y prioriza
las políticas de integración. Entre sus conclusiones se registran progresos en educación, ámbito laboral, vivienda, cobertura sanitaria básica y discriminación, demandando destinar el 20 % del Fondo Social Europeo a la inclusión social.
Es un ferviente clamor de gran parte de la población que la acción concertada de la Comisión Europea y de las políticas nacionales favorezca los
vínculos de convivencia con ese atávico grupo humano, ya que parafraseando al poeta libanés Gibran Jalil Gibran: «Por muy larga que sea la tormenta,
el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes».
52
Álvarez Fernández, González Iglesias y San Fabián Maroto, La situación de la infancia gitana en
Asturias, 2011, págs. 44-48.
53
La población gitana en Europa se sitúa en torno a los 9-11 millones de ciudadanos. En algunos países,
como ocurre en Rumanía y Bulgaria, alcanzan entre el 8 y el 10 % del total de la población. En España,
la población gitana se estima en 800.000 personas, menos del 2 % del total de la población (Jesús M.ª
Aparicio Gervás, «Breve recopilación sobre la historia del Pueblo Gitano: desde su salida del Punjab,
hasta la Constitución Española de 1978.Veinte hitos sobre la “otra” historia de España», Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado. Univ. de Zaragoza, 20 (1), Zaragoza, 2006, págs. 141-161).
179
distribución de bebidas y alimentación
Feliz Bollu
l
e
d
s
e
t
r
a
M
180
T. 985 733 700
F. 985 733 500
www.bebalia.es
[email protected]
Polígono de Asipo
Calle A Parc. 20
33428
Llanera - Asturias
181
182
NO ES FÁCIL SER BOHEMIO EN OVIEDO: A
PROPÓSITO DEL PINTOR TELESFORO CUEVAS
celsa díaz alonso
Oviedo también tuvo su artista bohemio, aunque más que bohemio fue
un clochard al más puro estilo. Telesforo Fernández de Cuevas (1849-1934),
conocido como Telesforo Cuevas, dormía en muchas ocasiones al aire libre,
lavaba su ropa remendada en las fuentes y comía de la caridad. Frecuentaba
tascas y chigres, de los que fue un asiduo, y pintaba. Pintaba sin descanso todo
lo que veía. Pintaba una y otra vez su Oviedo del alma, los rincones que conocía palmo a palmo y de los que él mismo formaba parte, imprescindible e
inevitable para sus contemporáneos.
Es probable que su vida oscilara entre la satisfacción y la frustración.
La satisfacción de dedicarse única y exclusivamente a su pasión artística y
la frustración que deriva de saberse incapaz de dar ese paso imprescindible
para catapultar su carrera. Se cuenta que Carlos Haes (1826-1898), paisajista
exitoso, renovador de un género que empezaba a ser considerado algo más
que menor, académico de San Fernando y profesor en la escuela de Bellas
Artes, durante una de las campañas veraniegas que emprendía con algunos de
sus alumnos, y que le trajo a Asturias entre los años 1872 y 1874, vio la obra
de Telesforo e intuyó sus posibilidades. Cuevas, probablemente hombre de
carácter abúlico, no se decidió a cruzar las altas montañas que le separarían
en lo físico y en lo espiritual de sus lugares conocidos y queridos, en los que
se movía como pez en el agua, para poder así completar su formación. Esto
pasó factura a su obra, que por momentos se hace monocorde, un tanto insípida y repetitiva, mostrando una parálisis de inspiración creativa. Pero en sus
mejores momentos, a fuerza de integrarse en el medio, lo asimila de tal manera que él mismo quiere volverse paisaje (igual que el creyente que suplica,
aspira a obtener algo de la gracia que emana de la divinidad) y su pintura se
183
convierte en un compendio de pequeñas revelaciones de sí mismo; aunque
más que descubrirse, se sugiere.
Su obra presenta una sociedad aun no industrializada, de espacios bucólicos, un tanto melancólicos, como sugiere ser el autor mismo. Los alrededores
de Oviedo, la indispensable ciudad, son el tema predilecto. Una luz suave que
envuelve la arquitectura típica (caseríos, hórreos y paneras, molinos…), huertas, caminos y muros de piedra. Montañas desdibujadas por ligeras brumas
o ríos siempre tranquilos y benevolentes. Rosas anaranjados de atardecer o
fríos azules de atmósferas limpias. Refugios que iría buscando y encontrando,
y que más tarde fue guardando y repitiendo; algunos, demasiadas veces. Las
vistas urbanas (Oviedo, siempre Oviedo) tienen también ese aire ideal, pero
a la vez real, de belleza tangible, alejado de pretensiones metafísicas, imágenes
para comprender el mundo que le rodeaba en un tiempo detenido en su
plenitud estética.
En una de las novelas que conforman El cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell pone esta frase en boca del escritor Pursewarden, uno de sus
personajes más atormentados: «Sólo me avergüenzo de una cosa: no haber
cumplido con el primer imperativo del artista, a saber, crear y morirse de
hambre». Telesforo Cuevas tampoco llegó a morir de hambre, pero casi. Pasó
mucha; tanta que en ocasiones pintaba bodegones a cambio de que, una vez
terminada la obra, le permitieran pegarse un festín con lo pintado. Esta era la
forma de pago. Un cuadro a cambio de unos huevos, pan, fruta y una frasca
de vino. Pantagruélica e inolvidable debió ser la comilona que disfrutó tras la
terminación del Bodegón de Lastres (1897), actualmente en el Museo de Bellas
Artes de Asturias, que incluía carnes y pescados. Aunque naturaleza muerta,
en esa serie de objetos un tanto inconexos, late la vida, porque de ellos depende la vida misma del artista: son su alimento para poder seguir viviendo
y pintando. Quizá la inconexión de los elementos se deba a que mientras
trabajaba en la obra estuviese organizando ya el banquete, distribuyendo las
viandas en un primer plato, un segundo y postre, en función de sus gustos
gastronómicos. Me lo imagino relamiéndose mientras distribuía amarillos,
ocres y blancos en el pollo desplumado o dando pequeños toques de pincel
a esos conejos aun con piel, pero que ya vería cocinados en suculento guiso
con los ajos, majados en el mortero de cobre de la derecha, y sofrito de pimientos y cebollas. El pez bien muerto que aparece casi cayendo de la mesa,
humeante (olores exquisitos), regado con el medio limón del primer plano.
Y antes de todo ello, para abrir boca, un tortilla de dos huevos. De postre,
manzanas.Y por supuesto, una razonable cantidad de vino.
184
Telesforo Cuevas, Bodegón de Lastres, 1897; óleo sobre lienzo, 91,5 × 160 cm. Colección Liberbank, depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Reproducido por gentileza del propietario.
Telesforo Cuevas cumple el ideal de la crítica positivista en el sentido
más literal posible, identificando belleza y utilidad; pues ¿qué hay más útil
que un modelo comestible, como sus bodegones, o los generosos paisajes
representados que en tantas ocasiones le sirvieron de refugio?
De su evolución como pintor da cuenta la prensa y otras publicaciones
de la época. De un extenso estudio de Natalia Tielve García sobre la crítica
artística en Asturias en el primer tercio del siglo xx, y publicado por la Universidad de Oviedo1, obtengo algunos textos.
En 1903 un crítico anónimo escribía en El Carbayón al respecto de un
paisaje de nuestro pintor:
Respira el cuadro un ambiente asturiano tan puro y se ve tan fielmente retratado en
aquel trozo de nuestro cielo y de nuestro suelo, que en otras muchas obras de Foro no le
hubieran dado ya entre nosotros alto renombre artístico, esta le haría ser acaso el primero
de nuestros paisajistas.
Tiene su gracia el cariñoso diminutivo, Foro, que utiliza al hablar del
pintor, que nos habla de familiaridad, y de un hombre más bien dado a la
1
Natalia Tielve García, Crítica de arte en la Asturias del primer tercio del siglo xx, Oviedo, Universidad de
Oviedo, 1999.
185
campechanía y el compadreo de tasca y chigre. Continua la crónica en la
misma línea:
Trabajo de acabada factura, empapado en el típico ambiente asturiano,
escollo forzoso donde se estrellan y se declaran impotentes muchos pintores que
no lo han sentido… El difícil género del paisaje exige en primer término al
pintor esa compenetración íntima con la realidad que ha de proporcionarle las
tonalidades, el colorido exacto, el detalle impresionista, en suma, una predisposición estética que por ningún concepto puede improvisarse…
No caben más elogios en la florida prosa del crítico, ni más explosiva
admiración para el que sin duda considera grande entre los grandes del paisajismo asturiano. Por entonces, Telesforo Cuevas expone sus lienzos en los
comercios de la ciudad (forma muy habitual de darse a conocer en aquella
época), junto a José Uría Uría (1861-1937), Augusto Junquera (1869-1942),
Manuel Arboleya (1868-1967) y otros pintores ovetenses que continuaron
carreras más exitosas que las de nuestro protagonista.
Más adelante, en 1916, aun consigue críticas favorables («Los paisajes de
Cuevas son pedazos de vida llevados al lienzo»)2, pero no son unánimes. En
el catálogo de la Exposición Regional de Bellas Artes de ese mismo año,
Alfonso de Rímini, seudónimo del escritor Alfonso Muñoz de Diego, resulta
mucho menos complaciente:
De esta gran figura regional, bohemio impenitente de nuestros campos,
hombre extraño lleno de agridulce humorismo asturiano, con ese talentazo en
los detalles y en la observación… Cuevas ha llegado a pintar bien, a ver bien,
a dar con justeza la visión del paisaje asturiano y Cuevas, que es oriental en
su pereza, no ha querido afanarse más. Cuevas acertó con un paisaje decoroso,
bastante exacto y bastante agradable y se ha conformado. Afortunadamente
para él sus cofrades no hacen paisajes y nadie le pone el pie delante.
Comenzaba su decadencia, marcada por ese carácter suyo que no le permitió nunca ir un paso más allá (no sólo en lo físico) y que le cobró una buena
factura. Sus pinturas y dibujos, que ya sólo tenían como objeto cubrir sus
necesidades más inmediatas, eran realizados a toda velocidad, repitiendo una y
otra vez los mismos modelos que vendía muy baratos para ir tirando de mala
2
El Carbayón, Oviedo, 29 de abril de 1916 (crítica anónima).
186
Calle de Telesforo Cuevas, en Oviedo.
manera. Nunca logró salir de la extrema pobreza y murió a los 84 años en un
hospital de Beneficencia después de vivir en un asilo de ancianos.
Escribe Ángel Ganivet en 1897: «La síntesis espiritual de un país es su arte
[…]; el espíritu artístico, como una red nerviosa, que todo lo enlaza, y lo unifica y lo mueve». En algún momento de su dilatada carrera, la obra pictórica de
Telesforo Cuevas fue la síntesis de un sentimiento de asturianidad; formó parte
del engranaje artístico, pero a su peculiar manera, con una sencillez tan extrema
que la hace fascinante, siendo de los primeros artistas asturianos en dignificar a
la naturaleza por sí misma, no como telón de fondo para escenas o retratos; en
considerar que una ciudad que amaba más que cualquier otra cosa, era motivo
más que suficiente para desplegar toda su efervescencia creadora. Esta ciudad
le devolvía sus amoríos y reconocía su pasión hacia ella en 1966, cuando inauguró una calle que lleva su nombre que, paradojas del destino, le colocó
frente por frente al símbolo del Oviedo burgués, económicamente triunfador
y socialmente más elevado:Villa Magdalena, el palacete de la familia Figaredo.
La historia transcurre a lo largo de continuas contradicciones.
187
Plaza de América, 14 - 2º B
33005 - Oviedo, España
Teléfono: +34 985 213 722
Fax: +34 985 229 657
E-mail: [email protected]
Calle La Cámara, 38 - 4º B
33401 - Avilés, España
Teléfono: +34 985 569 471
Fax: +34 985 569 471
E-mail: [email protected]
Paseo de la Infancia, 10 - 1º dcha
33203 - Gijón, España
Teléfono: +34 985 345 382
Fax: +34 985 357 740
E-mail: [email protected]
Avda. Primero de Mayo, 48 - 2º
35002 - Las Palmas, España
Teléfono: +34 928 431 159
Fax: +34 928 367 416
E-mail: [email protected]
188
Cafetería
Platos
Combinados
Calvo Sotelo Nº 2 Oviedo
Tel. 985 239 960
189
190
GENARO ALAS, ILUSTRE MILITAR E INTELECTUAL
OVETENSE, OLVIDADO EN SU CIUDAD NATAL
Oviedo tiene pendiente una deuda con él
juan de lillo
En ocasiones, la desmemoria de los pueblos comete la injusticia del olvido de algunos de sus hombres más ilustres, por pereza, ignorancia o mala fe,
un grado que añade agravantes al suceso. El tiempo, sin atención, desgasta sus
nombres y apenas queda de ellos alguna referencia, mientras solemnes mediocridades, con escasa cimentación, figuran en el callejero y en las páginas
de su historia. Es el caso de Genaro Alas Ureña, un ovetense de sólida formación científico-literaria que participó muy activamente en la vida social
y cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo xix. Su biógrafo Andrés
Osoro dice que se trata de «una personalidad fuerte, polifacética, decidida e
influyente, que contribuyó decisivamente a la construcción de un momento
de especial brillo en la cultura asturiana de los últimos siglos y que ocupó un
lugar destacado entre las voces con mayor audiencia en la prensa española de
los años anteriores e inmediatamente posteriores al cambio de siglo»1.
Genaro había nacido en 1844, en la Puerta Nueva Alta, 14, en una casa
que ya no existe, en la orilla izquierda donde arranca la actual calle de Campomanes, una zona entonces bulliciosa, porque era el lugar de donde partían
y a donde llegaban las diligencias de Castilla, que traían viajeros, recados,
bultos y los diarios de Madrid repletos de argumentos para la controversia
en las tertulias y corrillos de la vecina calle de Cimadevilla, meridiano de
la vida local. Era hijo de la ovetense Leocadia Ureña y de Genaro García1
Andrés Osoro Hernández, Genaro Alas, militar, ingeniero y periodista, Prólogo de Yvan Lissorgues,
Oviedo, KRK Ediciones, 2006.
191
Genaro Alas, en la playa de Salinas.
Alas y Suárez de la Vega, candasino de Guimarán (el García desapareció en
la siguiente generación, seguramente por comodidad), que desempeñó el
Gobierno Civil en varias provincias, entre ellas Zamora, donde nació, «lo
nacieron», Leopoldo, Clarín, autor de la novela española más universal del
siglo xix y de vigente actualidad en el xx y xxi, durante los que expertos de
varios países no han dejado de estudiar al escritor y a su obra.
Figura que entronca con la Ilustración y que convivió como
«externo» con el Grupo de Oviedo
Sobre el injusto olvido del hermano mayor de Clarín en su ciudad natal, ya
expresó su queja Constantino Suárez, Españolito, en el primer tomo de sus Escritores y artistas asturianos (1936), que afirma que «por su fina inteligencia y robusta
ilustración, la personalidad de Alas, tan olvidada ya, reclama la consideración de
una de las más distinguidas entre las muchas que florecieron en el medio siglo
xix y el xx, que es uno de los ciclos más gloriosos de la intelectualidad asturiana».
192
Sus inquietudes ya se habían manifestado en sus años de bachillerato,
cuando bajo la dirección del catedrático Diego Terrero, encargaron a un
grupo de alumnos del quinto curso la recomposición del plano para el Jardín
Botánico de Oviedo que se había perdido. La Universidad había solicitado
al Ayuntamiento, con la colaboración de la Sociedad Económica de Amigos
del País, la cesión de «terrenos de la huerta posterior del antiguo convento
de San Francisco, convertido por aquel entonces en hospital general», que
la Corporación transfirió mediante el pago de un canon anual de mil reales,
según se detalla en la Revista de la Facultad de Ciencias de la Universidad de
Oviedo. Junto con el joven Genaro Alas, trabajaron en la recuperación de
aquel plano B. del Riego, B. Díaz, G. Garci-Carreño y J. Olavarrieta2.
Con una sólida formación literaria, el mayor de los hermanos Alas decidió
orientar su futuro por la carretera militar, dada su facilidad para las matemáticas
y las materias de ciencias. Así, a los dieciséis años ingresó en 1860 en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara, y cuatro años después concluyó
brillantemente los estudios con el grado de teniente. Incluso dentro del Ejército, no renunció a su vocación y escribió numerosos artículos y tratados sobre
construcciones militares, defensa de costas, empleo de las ametralladoras, etcétera, y viajó por Alemania, Suiza, Francia e Italia, países a los que asistía como
invitado a las maniobras militares, consecuencia de su prestigio como estudioso
y experto en técnicas ejercicios militares. Dominaba con soltura inglés, francés,
alemán e italiano, conocimientos a los que recurría con frecuencia su hermano
Leopoldo para que tradujera artículos y otros textos de su interés. Una carta
del propio Clarín muestra esta estrecha relación entre los hermanos. En ella le
pide que le traduzca un texto del alemán que precisa con premura. Era octubre
de 1877: «Mi querido Genaro: te pido con mucha necesidad que me traduzcas
cuanto antes el capítulo siguiente; yo lograría hacerlo tomando mucho tiempo
del que no dispongo, porque se trata del discurso del doctorado. Mándamelo
enseguida con letra que yo entienda. Es una molestia entre tantas ocupaciones
como tendrás, pero no dudo que hagas lo que te pido… ».
Por su amplia formación, lo tuvo siempre estrechamente vinculado a los
profesores del Grupo de Oviedo, con los que mantuvo, además de su cercanía intelectual, sólidos lazos de amistad. Los dos hermanos Alas se reunían en
tertulia habitual en el Casino con Posada, Buylla, Aramburu etcétera, además
2
Juan Luis Martínez y Carlos Lastra, «Historia de la enseñanza de las Ciencias Biológicas en la Universidad de Oviedo (hasta 1968)», Revista de la Facultad de Ciencias, xvii-xviii-xix, Oviedo, Universidad
de Oviedo, 1978, págs. 9-11.
193
de Palacio Valdés cuando viaja desde Madrid, donde se había establecido. Con
todos ellos compartía páginas en la Revista de Asturias, tanto en su primera etapa, dirigida por Félix Aramburu, como en la segunda que dirigió él mismo.Y
fue en el propio Casino ovetense donde impartió numerosas conferencias sobre
temas científicos, entre ellas las dedicadas en semanas sucesivas al darwinismo,
con las que introdujo en la ciudad la teoría de la evolución de las especies. Y
tuvo que hacerlo con tiento ante los asistentes, miembros de una sociedad pacata tan bien descrita por su hermano en La Regenta. A propósito de esta cuestión
tan delicada, escribió Yvan Lissorgues, biógrafo de Clarín, en el prólogo a la
biografía escrita por Andrés Osoro, que «el adepto de Darwin, el defensor del
evolucionismo, proclama, escudándose en declaraciones de León XIII, que la fe
no se riñe con la ciencia y con los descubrimientos físicos e históricos».Y añade
el profesor francés que «difícil es saber si tales declaraciones son meras precauciones retóricas o expresiones de íntimas creencias». En este punto, me consta la
condición de creyente de Genaro Alas, tal como me confirmó su nieto, también
Genaro Alas (arquitecto, entre otros, del desaparecido edificio Windsor) en numerosas conversaciones sobre intimidades familiares de su abuelo.
Declarado espía en Francia y persona non grata por críticas a su
Ejército
Como experto en cuestiones militares acudió a Francia invitado por
las autoridades a presenciar la movilización de tropas de aquel país, aspecto
castrense sobre el que había escrito algún tratado. Por el prestigio de sus conocimientos en la materia, y aunque no ostentaba ninguna representación
oficial, fue recibido en el país vecino con «honores y cortesías», como recoge
Españolito, y le facilitaron toda clase de medios para que siguiera el despliegue en todos sus detalles. Las maniobras fueron un desastre y así lo constató
en artículos enviados a El Imparcial, el Memorial de Ingenieros Militares y a la
Revista de Asturias. Aquellas críticas provocaron en las autoridades civiles y
militares francesas una verdadera convulsión, con consecuencias para el inteligente militar ovetense. Ocurrió en 1887 y la reacción fue ingenua y desproporcionada, y reveló hasta qué punto la frustración hirió a los vecinos que
acusaron de espía a Genaro Alas y lo declararon persona «no grata», cuando
la consecuencia lógica hubiera sido destituir a los mandos franceses responsables del fracaso. Como buen conocedor, había estudiado las maniobras en
sus diferentes aspectos y, además de los artículos de prensa, recogió en un
volumen un amplio trabajo sobre aquella experiencia francesa.
194
Aquel certero análisis del estudioso militar ovetense tal vez fue un aviso sin
enmienda de los mandos militares galos, que algunos años más tarde, en la Primera Guerra Mundial, sufrieron el avance de las tropas alemanas sin apenas advertir lo que había ocurrido. Seguramente fue un defecto crónico de estructura.
Sin embargo, y pese a aquella mala experiencia para los franceses y desagradable para él por la actitud de los concernidos, viajó con alguna frecuencia a varios países europeos como conferenciante, actividad que también
prodigó por España, consecuencias de sus vastos conocimientos sobre gran
diversidad de materias.
Promotor, propietario y director de un colegio para la preparación de estudios superiores
Genaro Alas no fue un hombre unidimensional en su itinerario vital,
porque la variedad de su empeño justifica sobradamente el calificativo de
Yvan Lissorgues de hombre entroncado con la Ilustración, muy en conexión
con Jovellanos. Y como para éste, la educación y la enseñanza fueron unas
de sus grandes vocaciones, a las que dedicó estudios para lograr su progreso, sino que ejerció la docencia en su Oviedo natal y posteriormente en
Madrid cuando en 1891 se produjo el traslado familiar a Madrid. Y recoge
su biógrafo que escribió numerosos trabajos sobre la enseñanza práctica y
profesional, especialmente dirigida a artesanos y trabajadores; juicios críticos
sobre manuales en uso, con especial atención a los referidos a las enseñanzas
de las ciencias y las técnicas, así como la necesidad de una base sólida general
para las enseñanzas especificas de la actividad profesional.Y dedicó notables
esfuerzos al estudio comparado sobre la enseñanza en España en relación con
las corrientes establecidas en Europa.
Pero no se contentó con teorizar, sino que llevó a la prácticas aquellos
amplios conocimientos y en 1874 construyó un edificio, probablemente en
la zona que más tarde sería la calle de González Besada, para academia preparatoria, como señalaba la publicidad aparecida en la Revista de Asturias, «de
carreras especiales; escuela de Medicina, Academia de Derecho y Colegio
afecto a las tres enseñanzas». Dirigían el centro el propio Genaro Alas, entonces teniente coronel de ingenieros destinado en su ciudad natal, y Ricardo
Acebal, ingeniero de Montes. Y ejercían de profesores ellos mismos, en la
sección preparatoria, y otros distinguidos profesionales como Emilio Arango
y Arturo Buylla, en la sección de Medicina; y Félix Aramburu, Víctor Ordóñez y Marcelino Alas, en los estudios de Derecho.
195
El edificio, propiedad de Alas, tenía capacidad para treinta y dos alumnos internos y otros tantos mediopensionistas. Tuvo sobresaliente éxito y él
mantuvo su actividad, que compartió con otras muy diversas, y la dirección
del colegio hasta su traslado a Madrid en 1891. Se había retirado del Ejército
a los treinta y siete años, en 1881, una edad temprana. Una decisión que,
además de que la vida castrense había dejado de interesarle, significó la aceptación de altos cargos en la Administración del Estado, en el Ministerio de
Fomento. Pero que, sobre todo, le permitió cumplir su verdadera vocación
intelectual de periodista y escritor, que prodigó en los mejores medios de la
prensa nacional y que dio a su vida una nueva dimensión.
Y en el ejercicio de su actividad de educador y docente, como destacado
miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundó, con el apoyo
del hacendista Alejandro Mon, la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo.
Creó sociedad con el arquitecto Javier Aguirre para construir el
Campoamor
Su jubilación del Ejército permitió a Genaro Alas ampliar sus quehaceres
en ámbitos en los que apenas había tenido actividad. Y una hacia la que su
permanente inquietud lo impulsó fue el de la construcción. Y no cualquier
edificio sino la del nuevo teatro que la burguesía ovetense deseaba, que sustituyera al decrépito teatro del Fontán. La arraigada cultura musical de la
ciudad demandaba un coliseo a su altura. Se inició en 1883 y fue una obra
no exenta de polémicas y suspensiones a causa de los incumplimientos de
algunos de los contratistas y de la falta de presupuestos a lo largo de los nueve
años de obras. En estas circunstancias, el arquitecto de la Diputación, Javier
Aguirre, y Genaro Alas crearon una empresa para concurrir a la construcción del segundo cuerpo del teatro. Como consecuencia de la presentación
al concurso de la empresa Alas-Aguirre, se suscitó en la Corporación una de
las polémicas más sonadas del largo periodo de la edificación. Ocurrió en la
sesión del cuatro de enero del recién inaugurado año 1886 y como consecuencia de la agria confrontación, el debate derivó, al cabo del tiempo, en el
envío de padrinos forma de resolver discrepancias y afrentar en aquel tiempo.
Pero la sangre no llegó al río. En aquella sesión, presidida por el casi eterno
alcalde Longoria Carbajal, se presentó un recurso contra el acuerdo, por no
haber acudido personalmente ni por apoderado legal. La protesta había sido
presentada por un concejal en favor del postor inmediato, Juan Fernández
Peña, que fue rechazada por abrumadora mayoría. Tras la adjudicación, Ge196
naro Alas firmó un contrato con el Ayuntamiento al que representó en el
acto el farmacéutico y teniente de alcalde Manuel Díaz Argüelles.
En el contrato se estipulaba que «el contratista llevará a cabo la coronación del cuerpo bajo o basamento, hasta la terminación del edificio, así como
la carpintería de armar y las cubiertas». Y especificaba la piedra que debía
emplear, «caliza dura compacta, sin vicios de estructura», así como el tipo de
masa para la ligazón de la mampostería y las condiciones en que debía ser
elaborada:
el mortero se manipulará a techado y se conservará en la misma forma; lo constituirá cal
criaza y arena silícea limpia en la proporción de una parte de la primera sustancia y dos de
la segunda. La cal se apagará por inmersión, para obtener en mezcla íntima con la materia
inerte se incorporará la cantidad de agua estrictamente necesaria.
El número de cláusulas de contrato llegaba a treinta, todas detalladas al
extremo, prueba del rigor con que se llevó a cabo la ejecución de la obra.
Sin embargo, el camino de construcción del teatro ovetense vivió altibajos y paros que llevaron la inquietud a la Corporación, muy interesada en
el que las obras concluyeran cuanto antes para satisfacer las aspiraciones de
la ciudad, especialmente de los numerosos entusiastas de la música y el teatro, aficiones muy arraigadas. En uno de los atascos de la obras, el alcalde de
la ciudad, entonces Donato Argüelles (nombre que curiosamente coincide
con un primer edil de Gijón de la época), envió en febrero de 1887 una
carta, firmada por él y numerosos concejales, a Alas y Aguirre en la que les
recomendaban «la mayor actividad en los trabajos del Teatro que les están
encomendados, pues ya conocen nuestro deseo de verlo cubierto en el plazo
más breve»; para lo cual comunicaban la confirmación «del ofrecimiento que
les hicimos de consignar la cantidad suficiente en el próximo presupuesto
ordinario, para satisfacerles el importe de los trabajos que ejecuten». Y para
avalar que las cosas se harían tal como expresaban en la carta, añadieron un
párrafo en el que decían que
de todo cuanto queda expuesto respondemos personalmente a Vds. los firmantes, quedando
relevados de este compromiso tan pronto como les facilitemos, por el medio indicado, el hacer
efectivos los desembolsos que hagan por el mayor impulso que den a las obras.
Un gesto insólito el de aquella Corporación que ofrecía la firma de sus
componentes como garantía de pago. A partir de 1890, el proceso de cons197
Carta enviada por el alcalde y concejales de Oviedo a Genaro Alas, sobre las obras del teatro Campoamor
(5 de febrero de 1887).
198
trucción avanzó considerablemente y, paralelamente, el Ayuntamiento realizó obras para mejorar el entorno del nuevo teatro, entre ellas, la escalinata
entre el Campoamor y la plaza del Progreso, en la calle de Alonso Quintanilla. Las obras concluyeron en 1892, fecha de la solemne inauguración del
coliseo. Dos años antes, en la sesión municipal del diez de mayo, el concejal
Leopoldo Alas había propuesto a la Corporación, de acuerdo con una moción suscrita por él mismo y Posada, Buylla, Prieto y Ordóñez, que se diera
el nombre del escritor y poeta asturiano Ramón de Campoamor.
Construyó una casa y un balneario en Salinas, donde inauguró las
temporadas de veraneo
Ocurrió probablemente en el verano de 1881. Genaro Alas solía hacer
el trayecto de Oviedo a Pravia para el encuentro estival con su hermano
Marcelino, que ejercía allí como registrador de la propiedad. Era un largo
viaje en carruaje de caballos cuya lentitud y monotonía exigían más de una
parada, seguramente para comida campestre.Y en uno de aquellos altos en el
camino el mayor de los Alas paseó hasta el arenal de Salinas, bordeado hasta
la embocadura de la ría, en San Juan, por una ribera de dunas vírgenes de
gran belleza. La vista de aquel paisaje del espartal, tan apacible y sugerente,
le fascinó y pensó que era un buen lugar para tomar las aguas de mar, rito
medicinal en auge en aquellos días. Incluso un solar excelente para construir
una casa, disfrutar sin prisas del idílico lugar y hacer estación en sus viajes
a Pravia, donde su hermano había enraizado su vida, hasta el extremo de
renunciar a todos los traslados y ascensos a los registros de mayor categoría.
En sus numerosos viajes por Europa tomó nota de la construcción de algunos de sus edificios tradicionales para diseñar su casa de Salinas, con sencilla
originalidad ecléctica y techo de zinc, producción que había iniciado la Real
Compañía en su factoría vecina, en contraste con la techumbre de otras edificaciones que posteriormente fueron ocupando el territorio.Y siempre se dijo
que había importado pino de Holanda para levantar la estructura de madera en
la que se apoyan los paños de pared de ladrillo rojo. Alas, buen conocedor de
los efectos corrosivos del salitre, construyó su residencia en el centro del gran
solar salinero, apenas ocupado por cuatro caserías y unas pocas viviendas para
empleados de la Real Compañía y pocos residentes, entre ellas, la que ocupa
hoy el cuartel de la Guardia Civil. En los días en que Alas inauguró su hotelito
estival estaba a punto de concluirse la construcción de la fonda, posteriormente vivienda, situada en la plaza frente al mar y desde hace cerca de medio
199
siglo residencia de la familia Menéndez-Abascal.Tiempo después, Alas donó el
solar para la capilla en la vecindad de su casa y contribuyó decisivamente a su
construcción. La calle, abierta en terrenos de su propiedad y que transita por
delante de la casa, lleva el nombre del Carmen, por su hija primogénita con la
que llegó la felicidad a la familia tras más de un decenio de espera.
En una fotografía que conserva la familia de Alas, tomada en 1884 por un
profesional, según consta al dorso, puede verse en el centro de ese panorama
cuasi desierto la residencia que le otorga a Genaro, muy probablemente, el
papel de pionero del veraneo en Salinas. Tuvo la previsión de advertir que
aquella playa generosa y agreste podría convertirse en un centro de veraneo,
como así ocurrió. En la actualidad, ocupan la casa durante los veranos la
quinta y sexta generaciones descendientes de Genaro Alas y Mercedes Cores,
que habían tenido cuatro hijos: Carmen, Concepción, Genaro y Joaquín.
Lugar de encuentro de los profesores del Grupo de Oviedo y
otros intelectuales
A partir del verano de 1884, una vez concluida su construcción, la casa
del mayor de los Alas se convirtió en el centro estival de la familia, a la que
Capilla de Salinas, en plena celebración dominical.
200
En primer término, la casa de Genaro Alas, recién construida (1884),
en medio de la vega de Salinas.
acudía con frecuencia Leopoldo para encontrarse con su hermano, con el
que mantenía una estrecha relación y para visitar a su madre, Leocadia,
que solía pasar en Salinas algún tiempo cada verano mientras vivió. En los
días que Clarín visitaba Salinas solían reunirse en su casa algunos de los
profesores del Grupo de Oviedo y otros intelectuales y amigos, varios de
los cuales decidieron trasladar su descanso estival a la estación veraniega en
pleno crecimiento. El mismo grupo con el que Genaro y Clarín acudían en
Oviedo a la tertulia.
Una fotografía tomada poco tiempo después de la conclusión de la casa y
que conserva en su archivo la familia, deja imagen de uno de aquellos grupos
que se reunían con los Alas en Salinas, crecido sin duda en aquella ocasión. En
ella aparecen Clarín, Adolfo Posada, Félix Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla,
el anfitrión Genaro Alas, y otros para cuya identificación pedí ayuda, aunque
con escaso éxito. Incluso intenté contrastar estos rostros con las fotografías
de Españolito, igualmente con poca fortuna por la dificultad de identificar
las imágenes, dispares por el momento en que cada una de ellas fue tomada.
A aquel grupo lo unían afinidades culturales y una sólida amistad, que se
mantuvo cuando nuevas ocupaciones profesionales desplazaron a algunos de
Oviedo, su ciudad tan querida a la que siempre se mantuvieron fieles.
La primitiva idea de Genaro Alas de que Salinas podría convertirse en una
estación balnearia cuajó de momento con la construcción de un balneario en
el extremo de la playa próximo a La Peñona. Balbín de Unquera deja constancia de la construcción por Alas de este balneario, en la Revista del Centro
Asturiano de Madrid, de octubre de 1898, tiempo en el que Genaro desempeñó
201
la presidencia de la institución asturiana en la capital del reino. Queda como
recuerdo oral la apuesta de algunos vecinos que cuando presionaba la galerna
se apresuraban a la playa para ver «si el balneario de Alas aguantó el temporal».
Quedan otros recuerdos que no deben perderse para la crónica del veraneo
en Salinas, como las veladas de teatro en casa de Galán, con presencia de los
hermanos Alas y alguno de los intelectuales del Grupo de Oviedo. En ellas, los
asistentes representaban breves obras de teatro de andar por casa, seguramente
picantes comedias sobre la actualidad local o provincial, sin olvidar referencias
a los acontecimientos de la Corte, escritas por algunos de los habituales.
Genaro Alas fue desde entonces un veraneante asiduo, incluso en sus años
de residencia madrileña. Y visitantes ocasionales fueron sus hermanos Adolfo,
Marcelino y Leopoldo para encontrarse con su madre en la casa del mayor de los
hermanos. Leopoldo frecuentó más asiduamente la casa de su hermano en Salinas, además de las visitas filiales, porque allí celebraba distendidas tertulias estivales
con sus amigos y compañeros de cátedra.Yvan Lissorgues, autor de una amplio
trabajo sobre Clarín y su obra, y Andrés Osoro, de una excelente aproximación a
la trayectoria humana e intelectual de Genaro, coinciden en situarlo como miembro adjunto al Grupo de Oviedo, por afinidad de ideas, amplia y sólida formación
cultural humanista y científica, y su gran capacidad para la divulgación en los
Grupo de intelectuales y amigos en la Casa de Salinas. Pueden reconocerse a Clarín, Adolfo Posada, Félix
Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla y Genaro Alas.
202
Balneario construido por Genaro Alas en la playa de Salinas.
medios de comunicación.Y fue, desde las páginas de la Revista de Asturias, uno
de los arietes más incisivos contra la pretensión del francés Donon de resolver el
paso ferroviario del Pajares con un tren cremallera. Pero Genaro Alas fue mucho
más que todo esto, apenas un esbozo de su trayectoria humana e intelectual.
Nuestro personaje falleció en Madrid, el 10 de junio de 1918.
Hace veinte años, en 1991, la asociación Amigos de Salinas dedicó un
homenaje a Genaro y Leopoldo Alas y colocó una placa dedicada a ambos en
una de las fachadas de la casa, con la asistencia de numerosos vecinos del pueblo y veraneantes. Es el único signo externo, privado, que reconoce la obra
del pionero del veraneo en Salinas, con quien también Castrillón tiene una
deuda, tal vez por desconocimiento sobre los cimientos sobre los que creció
la corriente que desde entonces atrajo a miles de veraneantes y visitantes.
203
204
SILLASm e s a s TABLEROSm a n t e l e s
SERVILLETASf u n d a s i l l a COJÍNSILLA
c e n i c e r o s JARRASt e r m o s VAJILLA
m e n a j e PERCHEROSm e n a j e p l á s t i c o
BANDEJASCAMAREROSa t r i l CRISTALERÍA
•
•
Favila, 10 - Bajo 33013 OVIEDO (Asturias) Tfno. 615 294 710
[email protected] www.alquileresabc.es
•
Arsenio Suárez
Marqués de Teverga, 1. OVIEDO · Telf.: 985 25 59 32
www.sastreriaarsenio.com
205
206
PUEBLOS DEL CONCEJO DE OVIEDO:
SAN FRECHOSO
antonio cuervas-mons garcía-braga
Se sitúa geográficamente esta entidad de población a unos trece kilómetros
de Oviedo capital; forma parte de la parroquia o feligresía de Olloniego. Para
desplazarse hasta San Frechoso es necesario tomar la autovía A-66 con salida
en Olloniego o bien, la carretera comarcal As-242 (San Esteban de las Cruces,
La Manzaneda, Olloniego), una vez pasada dicha población se continúa por
una carretera recta (al comenzar la subida al Alto del Padrún) hasta pasar por el
caserío de La Güeria, un túnel y llegar a la mina o pozo de carbón de San José
de Olloniego, única del concejo de Oviedo en la que llegaron a trabajar más
Pozo San José.
207
de mil mineros, fue clausurada en 1993; fue propiedad de Hulleras de Veguín y
posteriormente de Hunosa. En la actualidad prima su desasosiego, abandono y
ruina. Otras minas que extrajeron carbón en las proximidades de San Frechoso
fueron las de Jamín, ésta a cielo abierto y Artemisa, cuyos propietarios explotaban otra en Olloniego conocida como La Vicentina.
A la izquierda se continúa por una carretera serpenteante que se estrecha y
en la que hay que tomar precaución por sus pendientes de hasta un diecinueve
por ciento. San Frechoso hace su presencia a unos cuatrocientos noventa metros
de altitud. Se trata de un pueblo en la actualidad deshabitado desde 2012, cuando
falleció su última vecina, aunque sus antiguos habitantes habitualmente acuden a
sus propiedades para atender sus huertos y ineludiblemente seguir manteniendo
la fiesta con gaiteros el día de San Lorenzo, es decir; el 10 de agosto de cada año.
El pueblo de San Frechoso, por lo general bien conservado se desarrolla
de forma dispersa, rodeado de huertos y fincas cerradas con muro. Los nombres de los caseríos quedan en este artículo reflejados para que no se pierdan
en el olvido: Fernández (propietarios de los Autocares Fernández), Llaneza,
Soción, Caridad, Leoncia y Cantruñu.
San Frechoso se extiende en pendiente sobre la ladera de la sierra de
Fayéu o Fayedo rodeada de bosque bien conservado, destacando entre sus
San Frechoso.
208
Capilla de San Lorenzo.
209
árboles los castaños, robles y abedules, también hay eucaliptos que desdicen
de este impresionante paisaje.
Como patrimonio religioso posee una capilla dedicada a San Lorenzo
que se ubica en un prado acompañado de tres magníficos robles de buen
porte. Las vistas desde este lugar son indescriptibles y espectaculares; como
protagonistas destacan hacia el oeste La Magdalena o Monsacro y la sierra del
Aramo. La capilla construida con sillares de mampostería a la vista está bien
conservada. Consta de un pequeño pórtico separado de la nave por una doble puerta abarrotada en su parte superior y el hastial se cierra con un arco de
medio punto cegado con una losa con inscripción en el centro, que debido
al paso del tiempo es ilegible en parte pero se puede leer:
Esta capilla mando […] midi a x vasiliaves valida v[…]iles sicc a año de 1677
El suelo está azulejado y en la parte del muro de la epístola se abre una
saetera de derrame interno protegida con un cristal. La cubierta es una estructura de madera en par. Carece de retablo y en su lugar se puede observar
una pintura en el centro de la cabecera representado a San Lorenzo en primer
término y en segundo plano la propia capilla de San Frechoso, un Cristo Crucificado sobre su cabeza y en una nube la Virgen con el Niño. A ambos lados de
la pintura y sobre peanas se pueden ver dos imágenes de estilo popular que
representa a un San Lorenzo con una palma de martirio en una mano y en la
otra una parrilla. San Lorenzo fue quemado vivo en una parrilla en Roma
el 10 de agosto de 258. La segunda imagen es una curiosa representación de
la Virgen denominada por los vecinos como Virgen de la Villa de Cedrez.
Sobre la cubierta (a dos aguas) destaca la espadaña de un hueco con una
pequeña campana que no corresponde con la original.
En uno de los caseríos (Casa Leoncia) llama la atención el volumen de las
jambas y dinteles de las dos puertas principales, en ambas, están representados
(por medio de incisión) en los dinteles cruces, una de ellas de la Orden de
Malta y la segunda, de mayor tamaño, trata de una cruz florada en los extremos tanto en el travesero como en el extremo superior que asemeja a la cruz
de la Orden de Calatrava.
Como patrimonio etnográfico destaca una fuente con un depósito de un
solo caño con lavadero y abrevadero que se construyó en 1949 con materiales
modernos y revocados en cemento. Su conservación es aceptable y en la actualidad no mana agua y está en desuso. Se puede observar la inexistencia de hórreos
o paneras, consecuencia de ser un pueblo eminentemente ganadero y minero.
210
Casa Leoncia.
Es curioso y sucede en muchos casos una iglesia o capilla pasa a dar
nombre a todo el pueblo que se desarrolla en sus inmediaciones lo que no
ocurre en esta caso puesto que la capilla está dedicada a San Lorenzo y no
a San Frechoso, topónimo que podría proceder del nombre latino de San
Fructuoso («Sanctum Fructuosum») o también podría hacer referencia a un
lugar santo donde abundan los helechos (San Felechoso).
Al lado de la capilla parte una pista sin asfaltar al cual se accede al pueblo
de El Tornu o Torno, situado a unos seiscientos diez metros, esto hace que
sea el pueblo de mayor altitud del concejo de Oviedo (San Frechoso sería el
segundo más alto). El Tornu es un pueblo con sus casas bien conservadas y
situadas alrededor de un mismo camino en forma lineal, curiosamente tiene
población permanente. El topónimo de El Torno haga referencia muy probablemente a su situación geográfica ya que para llegar a este lugar hace falta
dar muchas vueltas o tornos.
Para terminar se propone ascender al Pico Escobín, también conocido
como Picayo o de las Nieves de setecientos catorce metros es la máxima altura
o techo del concejo de Oviedo; forma parte de las sierra de Fayéu o Fayedo y
se utiliza a su vez como límite entre los concejos de Langreo y Mieres. Otras
211
alturas importantes de dicha sierra son las Peñas Albas, El Picacho, Collado
Ferrera y el Pico Piedras, elevación más al sur del concejo de Oviedo.
Para tener una visión general del entorno se puede ascender al Escobín
desde El Tornu, se toma un camino que pasa delante de las viviendas, se cruza
el arroyo de San Frechoso y sin senda marcada se asciende directamente entre
monte bajo y helechos hasta Peñas Albas, siguiendo posteriormente el camino
(Senda El Padrún-Tudela Veguín) hasta ascender al Escobín, en la cima hay
punto geodésico y un buzón para los montañeros con una placa que dice:
el escobín (picayu) 714 m. cumbre máxima del concejo de oviedo.
Históricamente San Frechoso formó parte de la parroquia de Olloniego
que fue concejo propio e independiente desde el siglo xvii, a partir del siglo
xviii se refundió con otras parroquias (La Manzaneda, Santianes, Agüeria
y Box) formándose el concejo de Tudela. Se anexionó a Oviedo por Real
Orden el veintinueve de septiembre de mil ochocientos cincuenta y siete.
Para realizar este artículo se utilizó trabajo de campo, información oral
de vecinos naturales de San Frechoso y el excelente libro Diccionario Geográfico del Concejo de Oviedo de Adolfo Casapirma Collera.
Pico Escobín.
212
Avda. Valentín Masip, 34
Tel. 985 24 31 45
33013 OVIEDO
CARMEN ORTIZ Y PIPO CUERVO
UNIVERSIDAD
C/ Cervantes, 24 - 1º Izda. 33004 OVIEDO
Tel.: 985 23 78 40 • www.academialinea.es
213
214
LITERATURA Y RELATOS
ACERCA DEL POEMA OVIEDO DE ASTURIAS QUE
UNAMUNO ESCRIBIÓ SOBRE NUESTRA CIUDAD
luis arias argüelles-meres
A modo de introducción
Este es el poema, extenso,
intenso e intrahistórico que
Unamuno le dedica a Oviedo.
Se trata de un texto muy poco
conocido, si bien su calidad es
a nuestro juicio extraordinaria.
Pero, antes de entrar a fondo
en el análisis del texto, quiero hacer unas consideraciones
previas que nos ayudarán a la
hora de interpretarlo.
En primer término, hay que relacionar este poema con una literatura a la
vez muy noventayochista y unamuniana. Es el afán viajero de don Miguel y de
sus compañeros de generación, afán viajero que obedecía, entre otras cosas, al
propósito de dar una visión de España que en no pequeña medida enmendase
la plana a aquella literatura, por lo común plagada de tópicos, escrita por literatos
extranjeros que solían incidir en lo colorista y pintoresco, sin reparar en cuestiones de fondo. Recorrían las tierras de España con el apriorismo de lo exótico
Literatura de viajes que Unamuno cultivó en cantidad y en calidad, no
sólo en prosa, aunque sí mayoritariamente. Literatura de viajes que también
completó de algún modo su obra narrativa en la que, a excepción de su primera novela, Paz en la guerra, no había descripciones paisajísticas que reservó
para esta literatura viajera de la que venimos hablando.
217
Y, sin entrar a fondo en su pensamiento, tan profundo como contradictorio, es obligado advertir que lo que Unamuno busca en los territorios que
convierte en asunto de literatura de viajes es lo que en su momento llamó
intrahistoria. Intrahistoria como respuesta y réplica a un pintoresquismo que
lo consideraba tan irrelevante como falso. Intrahistoria como búsqueda y
encuentro de una realidad vital de largo recorrido en el tiempo que no protagonizan los grandes nombres ni los acontecimientos que mayor presencia
tienen en los libros, sino que se trata de esa realidad profunda que habita en
el día a día de cualquier territorio histórico. Más adelante veremos trazos de
la intrahistoria de Oviedo captados por Unamuno en el poema que es objeto
de nuestro artículo.
Y, por último, antes de entrar de lleno, en el análisis del poema propiamente dicho, es obligado hacer mención al hecho de que la obra poética de
Unamuno sigue siendo objeto de debate en la medida en que se aleja de los
postulados estéticos de su época, especialmente del modernismo, apostando
por una poesía que huye de la sonoridad y la musicalidad, para volcarse en
contenidos puramente existenciales. Pero no por eso su interés estético es
menor. Hay quien considera, Luis Cernuda entre ellos, que Unamuno fue,
ante todo y sobre todo, un poeta.
A continuación, reproducimos el poema Oviedo de Asturias.
OvIEDO
DE
aSturIaS
¡Qué casonas reumáticas
Con cascada de piedra
Trencilladas de hierro,
En orbayo embozadas,
Y un cielo de plata
Donde espira, ahuesándose,
La torre de la Catedral!
Marca el paso del tiempo
De guadaña tendida,
El choc-choc aldeano
De la almadreña,
Para monte de tierra,
Que en aceras, espejo lavado,
De las graves casonas,
218
Croa plañidera
Sobre la lisa losa ciudadana
El yugo de la civilización.
Almadreña que fue leña
De abedul
Bajo el celeste intermitente azul.
Pasa un cura, una gitana,
Un enano con un bastón.
Y cronicón jesuita-sociológico,
¡El Carbayón!
A lo lejos —de marco—
Verdura del monte frisando en las nubes,
¡Nubes de carbón!
Arrinconada, perlática y muda,
Bajo el amparo gótico,
La torre románica,
De la madre catedral.
¡Qué recuerdos de días iguales,
De lloviznas de siglos,
De nieblas del alma,
De un ensueño silente,
De verde de tierra,
Que desgarra de pronto
—volador de la historia—
De la reconquista el clarín leonés!
La chata vieja torre arrinconada,
Chamuscada, con sus tejas en arco,
Con sus ojos de búho de siglos,
Al que pasa avizora enigmática
Y se aduerme el choc-choc aldeano
De las almadreñas
Y al arrimo de la Catedral.
Se derrite mansamente la lluvia
en el cielo,
«aquí cuando no llueve no está a gusto»,
Dice el chico del hotel.
Es un cielo humorístico,
¡el orbayo su humor!
¡Un humor que cala y tiene
Verde el monte y fresca la ciudad!
¡Allí, en Cimadevilla,
Tírales a los rancios ovetenses
El arco, de entrada y salida símbolo,
—que a la puerta común se congregan
Los vecinos domésticos—
Y discurren —con los pies—
Al pie de puerta
Siempre abierta
Y al amor de la ciudad!
¡Un mercado en que los hombres
Se resguardan de la lluvia
Con monteras chinescas
montadas al aire,
De abrir y cerrar,
soportales familiares,
la ciudad con paraguas de fábrica,
y el corral conventual del Fontán!
Beben sidra y la desbeben,
Y la feria de la vida
Zumboneando humorísticamente
No en un pericote pásanla.
Y a dormir para siempre al arrullo
Del cielo de plata que llora,
Del mar que a lo lejos los mece,
En la falda del monte que espera,
Y al choc-choc aldeano
De las almadreñas
Que un día en el monte
Criaron follaje,
¡Verde teclado en que tañó la lluvia,
Este divino humor!
Primero, el paisaje, después, el paisanaje. Casonas reumáticas, marcadas
(y también) maltratadas por la humedad de continuas lloviznas, es el tiempo
entre lluvia, es la arquitectura que rinde homenaje a la pluviosidad Cascada
de piedra, ciudad que nace de la lluvia y que, a su vez, la acoge. Gravedad en
las casonas, serias, testigos de la historia de la ciudad, apuestas arquitectónicas
ambiciosas con afán de perdurar, el mismo afán de perpetuarse que anida en
el discurso desgarradoramente existencial de Unamuno.
219
Estamos en 1923, en una de las estancias de Unamuno en Asturias. Estamos en el año en el que Primo de Rivera se impondría con un golpe de
Estado que Alfonso XIII no quiso conjurar. Un año más tarde, don Miguel
sería desterrado a Fuerteventura. De allí iría a Francia, y no regresaría a nuestro país hasta pocos meses antes de la proclamación de la República.
Pero centrémonos en el poema y en Asturias. No sólo visita Oviedo en
1923. En esa misma estancia en nuestra tierra, daría una conferencia en la Felguera. Unamuno era un intelectual de prestigio.Y quiso dejar huella indeleble
en la historia literaria de Oviedo con este poema que estamos analizando.
Ciudad antigua con su historia y, como pronto veremos, con su intrahistoria. Es el vetusto Oviedo de principios del xx donde emerge, como primera señal de su paisaje, esa torre de la Catedral a la que tanto rendimiento
literario le había sacado Clarín. El Clarín tan temido para Unamuno al que
le había pedido una reseña para su primera novela, Paz en la guerra, reseña que
Alas nunca llegaría a escribir Tendría que esperar don Miguel tres años desde
que publicara su primera novela para recibir el primer elogio de Clarín que
se lo hizo por una traducción que el escritor vasco llevó a cabo sobre la obra
de Schopenahuer, La Voluntad en la Naturaleza.
A continuación empieza el elemento humano: un cura, una gitana, un enano
con bastón.Y también los ovetenses que caminan con almadreñas, calzado no sólo
para el campo, sino también para el medio urbano en una ciudad extremadamente lluviosa que además tiene muy cerca el mundo rural, un mundo rural que la
antecede y circunda. El marco del cuadro: la pradería verdosa que rodea la ciudad.
La verdura que frisa las nubes. Las gentes que pasan. El periódico que
se vende en las calles. Las nubes de carbón, a punto de desplomar lluvia, la
verdura de los prados, cosecha de aguaceros constantes.
De nuevo, la catedral, testigo de tantos días iguales, de tantas rutinas. Días iguales
que nada tienen que ver con aquellos que registra la historia por batallas o conquistas. Se trata de muy distinta cosa: de días iguales que comparten un mismo hondón,
que se nutren de una esencia propia que se va formando y conformando con los
dramas y angustias cotidianos. Pura intrahistoria, tal y como la definió Unamuno
en su libro En torno al Casticismo: «Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive
el sonido: sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla
en la historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo
del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la
tradición mentira que suele ir a buscar al pasado enterrado en los libros y papeles».
Estos son los días iguales a los que Unamuno se refiere, lo de la vida
intrahistórica.
220
Y ese humor especial que Unamuno detecta a su modo, humor que
tiene que ver con la lluvia que lleva a los habitantes de Oviedo a una forma
de ser y estar en el mundo. Lo raro es que no llueva.Y no siempre se busca
lo inesperado en el vivir de una sociedad. Humor penetrante, humor que
cala, humor que marca la intrahistoria de la ciudad. No llega Unamuno a la
crueldad de Clarín que consideró que los vetustenses eran una especie de anfibios. Lo que plantea el autor de este poema es la omnipresencia de la lluvia
en una ciudad que tiene que convivir con ella. De todos modos, también en
este poema hay un croar que se detecta en la vida vestustense.
De la catedral a Cimadevilla, la puerta y compuerta de la historia de la
vieja ciudad. El mercado con sus soportales para resguardarse de la lluvia
que rara vez no acompaña. Almadreñas en los pies, monteras chinescas en la
cabeza. Todo o casi todo en función de la lluvia.
Divino humor que mira al cielo. Divino humor que forja un modelo de
vida de una ciudad antigua y aislada, en el que la vida intrahistórica transcurre con sus nieblas y risas, con sus sufrimientos y alegrías.
Cuando Ortega visitó Asturias en 1914, haciendo una poética de nuestra tierra, habló de que observaba en cada asturiano «un fondo rural que
perdura». Pues bien, eso mismo plantea Unamuno en su poema sobre Oviedo donde el campo está circundando la ciudad, donde el paisaje es puro
ruralismo.
Costumbres sin costumbrismo, la sidra que beben y desbeben, el mercado, las tertulias. Decimos sin costumbrismo porque Unamuno da cuenta
de ello sin tipismo, sin hacer de tal cosa un rasgo distintivo. Sólo lo nombra
como algo que forma parte de lo cotidiano, en lo que subyace esa intrahistoria que el lector inteligente debe advertir.
En definitiva, son muchos los registros que Unamuno incluye en este
poema: no sólo está lo intrahistórico en lo que va describiendo, sino que se
percibe, además, una sutil ambición narrativa, que se queda en esbozo. Pero
las casonas graves (con su sesgo melancólico) y reumáticas son un filón, sólo
aludido, a la hora de construir un discurso narrativo para la ciudad. Pero la
gitana y el enano podrían ser narradores de la vida cotidiana de la ciudad a la
que acoge en su poema. Pero el beber y el desbeber, el mercado y el humor
serían los dinteles de las muchas historias que aquí se podrían contar.
Oviedo de Asturias, sin costumbrismos ni pintoresquismos. Oviedo de Asturias, con un discurso poético tan bello y esencial como austero. Oviedo de
Asturias como la poética de un humor que se baila al ritmo de esa lluvia
monótona que hace de estribillo intrahistórico.
221
Centro especializado en:
•
•
•
•
Cirugía Oral y Maxilofacial
Cirugía Estética Facial
Cirugía de Implantes Dentales
Periodoncia y Cirugía Periodontal
Dr. Pedro Villarreal
Médico especialista en Cirugía Oral y Maxilofacial
Paseo La Florida, 18 – Bajo
33012, Oviedo (ASTURIAS)
Teléfono: 985 25 78 15
222
223
224
CONFESIÓN
pepe monteserín
Traigo aquí el caso de un hombre que vivía en las afueras de Pravia, en
Forcinas, y fue a la colegiata a confesarse con don Manuel el párroco, en los
años sesenta.
– Padre, avemaría purísima, el siete de septiembre de 1936, cuando las
tropas gallegas liberaron Pravia, una joven guapísima, de Bances, llamó de
manera perentoria a la puerta de mi casa y me pidió que la salvara de los
falangistas. Estaba muy nerviosa, desamparada y la escondí en el sótano.
– Eso está bien, hijo –dijo el párroco–; es un acto de caridad cristiana, no
es necesario que lo confieses, no es pecado dar cobijo a una mujer.
– ¿Aunque hablásemos de una mujer imponente?
– Así estuviera como un pan.
– Quizá fuera una miliciana –añadió el de Forcinas.
Y zanjó el párroco, comprensivo a estas alturas:
– Como si se tratara de la Pasionaria. Es tiempo del perdón.
– Bueno padre, me tranquiliza; no obstante, ella empezó a agradecérmelo
con…, ya sabe, con su cuerpo y con su hermosísima carne.
– En tiempos de guerra y bajo esas circunstancias, dos personas pueden
ser tentadas a actuar así. Y yo, con la distancia que nos proporcionan tantos
años de perspectiva, te comprendo y te absuelvo.
– Gracias, padre –dijo el de Forcinas–. Gran carga le quita usted a mi
alma. Pero tengo una duda más, don Manuel.
– ¿Qué duda?
– Más que duda es un aborrecimiento.
– Olvídate, hijo, celebra con todos los 25 años de paz española.
– Ahí voy, don Manuel. Entre sábana y sábana, aún no encontré el momento de decirle a esta hermosa mujer que la guerra ha terminado.
225
226
ACTUALIDAD
NEPTUNO SE PASEA POR OVIEDO
TAPADO CON UNA SÁBANA FANTASMAL
antonio masip
En mi columna sabatina de La Nueva España, que recogí en libro «Aquí,
Bruselas. Digresiones desde un escaño», me referí a la aparición en el Museo
de Bellas Artes de la armoniosa estatuilla de Neptuno, desaparecida del Campo San Francisco.
Gracias al director del Centro, don Alfonso Palacio, tuve oportunidad
de contemplar personalmente al tal Neptuno, sin la sábana fantasmal que lo
tapaba, en la tarde del 27 de enero de 2015. En efecto, es pieza que se corresponde con el que yo mismo recuerdo de mi adolescencia en el estanque
discreto que, con rodeo de seto, estaba sobre el llamado «aguaducho» y, más
abajo, los patos y la jaula de los osos. Hasta su errático depósito actual en el
Museo se procedió por el Centro de Bellas Artes al pago de 12.000 euros
al que se identificó como Juan Manuel Cabal Lobo, titular de la vetusta
Marmolería Belarmino Cabal, que lo tenía en su jardín particular de la calle
Los Nogales, de La Fresneda (Siero), donde lo recogerían dos empleados del
centro museístico el 28 de junio de 2006.
Antes, en 1994, con motivo de una conferencia, en el Hotel Principado,
a que fui invitado por el Rotary Club Internacional, texto que editaría luego
la alcaldía de Oviedo, me referí ampliamente al carácter de movilidad de las
estatuas de la ciudad; entre varios ejemplos, mencioné entonces precisamente
la enigmática desaparición de ese Neptuno del que se desconocía entonces su
nueva, oscura y forzada ubicación; ausencia en la que insistiría el magnífico
e imprescindible libro de Adolfo Casaprima sobre el Campo San Francisco
donde se da una impagable fotografía de Armán.
Así las cosas, se produjo luego la emergencia del dios náutico, sobre la que
realizó una admirable investigación periodística Chus Neira, para La Nueva
229
España. El Ayuntamiento procedió a abrir un expediente aclaratorio, que, en
el momento en que esto escribo, resulta que no se ha dado por concluso.
De todo ello, y de los datos que me proporciona la archivera municipal doña
Ana Herrero, me reafirmo en que la pieza adquirida es la del Campo, que, en
la primera década del siglo xx, se pretendió colocar en la Escandalera, entonces
Plaza del 27 de marzo, así llamada por la exitosa manifestación cívica que exigió
el túnel para ferrocarril de Pajares. Estuvo ese Neptuno algún tiempo en la fachada trasera de la casa consistorial, en una hornacina de la Calleja de los Huevos, de
lo que no queda rastro documental. Luego se especuló con su posible colocación
entre el Paseo de los Curas y El Bombé, lo que se descartó, tras informes arquitectónicos, con su sustitución por un simple alegórico pez. Después, ya mediados
los cuarenta, vino la colocación del estanque, donde yo, como miles de ovetenses
y visitantes, la conocí en las décadas del cincuenta y sesenta.
Antes de mi reciente visita al palacio de Velarde hubo con el mismo fin
de reconocimiento la de algún funcionario municipal, acompañado por catedrático, o profesor, de Petrología, cuyo informe o peritaje desconozco, al
no estar, en esta fecha, en archivo al alcance de la consulta ciudadana.
Como entiendo algo de Derecho Penal, estoy seguro que la sustracción
del Campo tiene toda la apariencia de un delito o de un concurso de delitos,
sin excluir la reaceptación, todo lo que también parece, insisto en este término, prescrito por el paso inexorable del tiempo.
Fuente de Neptuno, en el Campo de San Francisco (reproducida por cortesía del diario La Nueva España).
230
Fuente de Neptuno (detalle).
Y de aquel tiempo en que la ciudad quiso destacar a Neptuno y de la posible
procedencia italiana de la obra, a que algún informador alude, es muy probable
que la opción municipal haya estado, al menos en alguna medida, influenciada por
el soberbio conjunto del Neptuno que tan destacadamente implantó Madrid, en la
plaza céntrica de Cánovas del Castillo, según la denominación oficial de hogaño.
En efecto, la madrileña es obra traída, o encargada, de su antiguo reino napolitano
por el rey Carlos III, al que muchos consideran históricamente, pese a su proverbial incultura personal, como uno de los «mejores Alcaldes de Madrid». De todas
maneras, mientras el Ayuntamiento de Zaragoza se decidió por un declarado y
expreso seguimiento del Neptuno capitalino, hay que notar que la estatua ovetense
toma el tridente con la mano derecha mientras en Madrid el dios náutico es zurdo.
El tridente de Bellas Artes que acabo de contemplar probablemente no sea el original, aunque no cabe duda de que este Neptuno lo cogió siempre con la diestra,
231
Neptuno. Museo de Bellas Artes de Asturias.
mientras hay división, izquierda o derecha, en otros Neptunos de Roma, Copenhagen, Bolonia, etc.
Sea cual sea la decisión político administrativa que se termine adoptando
procede que tan entrañable pieza, y para mí muy valiosa, se muestre al público.
Por supuesto, el reconocimiento de la propiedad de nuestro Neptuno, prescritos los delitos, precisan estos calificarse técnicamente pues de esas autorías de
mala fe, que no adquisición por res nullius, se derivan consecuencias en cuanto
a la propiedad regional, municipal o, incluso, la aparente, e insostenible, del
Centro de Bellas Artes, que, con personalidad propia, está integrado por la
Comunidad Autónoma Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo.
La exhibición sin velo ha de ser en ese nuestro magnífico Museo, a punto
de reabrirse con nuevas instalaciones, o en cualquier otro lugar emblemático.
Dado lo sucedido, me inclinaría porque no volviese al viejo emplazamiento del Campo San Francisco, donde ya fue sustraído y cuyo espacio ha
sido ocupado por atractivos juegos infantiles. Si las gafas de Woody Allen
232
desaparecen con lamentable frecuencia en un espacio tan céntrico y frecuentado como la calle Milicias Nacionales, sería estúpido correr riesgos de robo
o, aún peor, de irreparable destrucción con el frágil Neptuno.
Al otro lado del actual portón de entrada del palacio de Velarde, o Centro
Regional de Bellas Artes, está la nuda fachada de un antiguo edificio diocesano que un preclaro ovetense, Ignacio Quintana Pedrós, que fue subsecretario del Ministerio de Cultura, reivindica para «Museo de la ciudad». Sería,
de lograrse, el emplazamiento ideal para que nuestro Neptuno terminase su
andanza por la ciudad, incluida su pintoresca excursión al limítrofe concejo
sierense. Sería solo pasar la calle, aunque, insisto, debería primar el compromiso de que ha de exhibirse más pronto que tarde.
Es lugar propicio un Museo de la Ciudad mejor quizá que el provisional
emplazamiento de Bellas Artes donde nuestro Neptuno debe encontrar definitivo cobijo, con una explicación a los visitantes de su errático y fatigoso paseo.
En cualquier caso, termino con un verso del reconocido como mejor poeta
ovetense, Ángel González, con el que precisamente empecé tiempo ha mi denuncia de la desaparición/emergencia de Neptuno: «Por todas partes ojos bizcos».
Bibliografía
Casaprima Collera, Adolfo, «El Campo de los hombres buenos», Oviedo,
Casaprima Editor, 1996, págs. 261-263.
Masip, Antonio, «Detalles que no recogen las guías…», Pliegos ovetenses,
Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1994.
Masip, Antonio, «En su luna 14, Neptuno emergió en Bellas Artes», La Nueva España, Oviedo, 19 de octubre de 2013.
Masip, Antonio, «Aquí, Bruselas. Digresiones desde un escaño», Madrid,
Editorial Catarata, 2014, págs. 55-57.
Neira, Chus, «Descubren el Neptuno…», La Nueva España, Oviedo, 24 y 25
de octubre de 2013.
Quintana Pedrós, Ignacio, «El necesario Museo de la Ciudad y el “martillo” de Santa Ana (La instalación histórica que le falta a Oviedo y
su ubicación ideal)», La Nueva España, Oviedo, 13 de mayo de 2014.
Tolivar Faes, José Ramón, Nombres y cosas de las calles de Oviedo, Oviedo,
Imprenta Gofer, 1992, 3.ª edición, págs. 109-111.
233
234
BODAS DE ORO DEL INSTITUTO ARAMO
Recuerdo dedicado a todas las personas que han hecho posible la
historia de su cincuentenario
maría del carmen lópez villaverde
El pasado año se cumplieron cincuenta de la inauguración del Instituto
Aramo. Si nos referimos a cualquier acontecimiento vivido y pronunciamos
la frase «recuerdo que hace cincuenta años…» es muy difícil evitar un estremecimiento, porque cincuenta años son muchos para que no dejen una
profunda huella en las personas que los han vivido y protagonizado.
Día a día, mes a mes y curso a curso se fue tejiendo la historia de este
centro público de enseñanza, referencia capital en la vida docente de Oviedo,
aunque sus orígenes se remontan varios años atrás. Así que aprovechando la
oportunidad que brindan las páginas de esta revista anual, tan vinculada desde sus comienzos a resaltar, valorar y potenciar el ser y la historia de nuestra
capital, vamos a dejar constancia en ellas de la vida escolar en el Aramo, como
recuerdo de aquellos felices años de docencia, para todos los que convivimos
durante cincuenta años, profesores, alumnos, asociación de padres, subalternos y todo el personal no docente.
Y… comienza 1964. Muchos profesores llegamos al nuevo edificio
de Llamaquique desde el primer día de su inauguración. Procedíamos del
Instituto Femenino, sito en la calle del General Elorza. Algunas de nosotras
habíamos sido alumnas del citado centro y pasamos al nuevo emplazamiento
felices por tener al fin «casa propia» ya que hasta la fecha habíamos compartido piso con las Escuelas Graduadas (como se llamaban entonces los hoy
colegios públicos) «Menéndez y Pelayo», que actualmente recuperaron su
antiguo nombre, colegio público «Pablo Miaja».
Ocupábamos la planta superior del citado edificio, la inferior la ocupaban
los niños del cuarto distrito, sin que entre unos y otras hubiera convivencia al235
guna, porque los horarios de recreo no coincidían. Todo estaba perfectamente
delimitado para evitar interferencias.
Con los años, el aumento de matrícula hizo necesario un nuevo realojamiento y así en un claustro extraordinario celebrado el 14 de Octubre de
1959 a las siete horas y presidido por el entonces director don José María
Roca Franquesa, catedrático de Lengua y Literatura, se trató del traslado
provisional del bachillerato elemental a la segunda planta de las dependencias de lo que era la Escuela de Comercio (actual Facultad de Pedagogía),
que también había sufrido años atrás varios emplazamientos. Se hablaba de
provisionalidad porque la construcción de un edificio nuevo era una necesidad que no admitía dilaciones. Pero… como dice el viejo refrán castellano,
«las cosas de palacio van despacio» y si son de ministerios y aportaciones de
dinero… mucho más lentas. !Hubo que esperar hasta 1964! Comenzó así un
trabajo añadido a la confección de horarios de profesores para poder salvar
la distancia entre General Elorza y Llamaquique. Por aquel entonces pocos
docentes poseían vehículo propio. A alguno de ellos le supuso también un
problema de conciencia la convivencia relativa entre alumnas de bachillerato
elemental y alumnos de más edad aunque cada uno ocupase sus clases respectivas. La coeducación llegaría más tarde.
Como bien dice nuestra cronista oficial doña Carmen Ruiz-Tilve, «los centros de enseñanza de Oviedo anduvieron en danza y mudanza durante muchos
años», pues además de los citados (Femenino y Escuela de Comercio) el actual
Instituto de Enseñanza Secundaria Alfonso II, cuando era Instituto Nacional de
Enseñanza Media Masculino, estuvo alojado en el mismo lugar de la calle del
General Elorza que luego ocuparía el Femenino, por haber quedado el edificio
de Santa Susana prácticamente destruido en la Revolución del 34.
Pasaron años en esta precaria situación con continuas visitas a los responsables del Ministerio de Educación en Madrid, hasta que por fin, en el claustro
extraordinario del 5 de marzo de 1964 el único punto del orden del día trató
la próxima mudanza de las instalaciones viejas a las nuevas. Dos meses más
tarde, el 8 de mayo, se celebraba por primera vez el claustro en la sala de profesores del nuevo instituto que de momento seguiría siendo «Instituto Nacional
de Enseñanza Media Femenino de Oviedo».
El edificio estaba prácticamente solo en el polígono de Llamaquique,
todavía sin urbanizar, podríamos decir que «solo ante el peligro» que suponía
el horario nocturno, porque la iluminación se reducía a un poste de madera
con una bombilla que la mayor parte de las veces desaparecía al convertirse
en el blanco de una piedra lanzada a propósito.
236
Las plantillas de profesores aumentaron poco a poco y los alumnos también. Nos adaptamos a las nuevas normativas y dejamos de ser femenino para
ser Instituto Aramo y mixto, tras una votación en claustro ya que no todos
(profesores y padres de alumnas) estaban de acuerdo con el cambio. Los años
fueron pasando y llegamos a la categoría de macro instituto, en números redondos 2.000 alumnos y 100 profesores con horario de tres turnos mañana, tarde
y noche, tres institutos en uno. Además, el INBAD, Instituto de Bachillerato a
Distancia. Una sola dirección y cuatro jefaturas de estudios.
Hoy, desde la posición de jubilados, recordamos el buen ambiente que
se respiraba en la sala de profesores, dirección, secretaría, jefatura de estudios,
despachos, pasillos, recreos, etcétera, y los buenos resultados que con el esfuerzo de los alumnos y nuestro trabajo íbamos consiguiendo.
No vamos a enumerar ce por be los logros obtenidos en estos cincuenta años, pero sí aportar algunos que sirvan de recuerdo para alumnos,
padres, cargos directivos, personal no docente y profesores en general (algunos ya fallecidos) de esta efemérides que no volveremos a vivir, pero que
toda la comunidad educativa la ha hecho posible. ¡Fueron cincuenta años!
Merece la pena dejar constancia de ellos aunque sea en unas pocas líneas.
Y por esta razón destacaremos algunas de las actividades realizadas en este
tiempo con la participación de los equipos correspondientes en cada caso
como recuerdo a todos los que trabajamos en y por el Aramo. La revista
Portada, editada por el Centro con la participación de diversos colaboradores, recogía anualmente en sus páginas las actividades que cada departamento programaba para cada curso académico, muchas obtuvieron premios
importantes sobre todo por la satisfacción y el estímulo que inyectaban en
profesores y alumnos. He aquí algunos ejemplos. En 1988, el Instituto de
Enseñanza Secundaria Aramo fue campeón de España en el concurso «Los
jóvenes al encuentro de Europa». Los participantes obtuvieron como premio un viaje a Mallorca, al superar la fase regional, subvencionado por la
Caja Rural de Asturias y posteriormente, un viaje a Estrasburgo, invitados
por la oficina del Parlamento Europeo en Madrid, tras ganar la fase final.
El instituto recibió, además, el Premio Europeo consistente en un Diploma
de la Comisión Europea, que se recibió en Bruselas y el «Gran premio» del
Ministerio de Educación y Ciencia, dotado de material escolar por valor
de un millón de las antiguas pesetas. De nuevo se participó y se ganó el
concurso radiofónico «Asturias y Europa», patrocinado por la dirección
provincial del Ministerio de Educación, la oficina de asesoramiento sobre comunidades europeas del Principado y Radio nacional de España en
237
Asturias. El premio consistió en un viaje de estudios y recreo a Bruselas y
Estrasburgo para visitar las instituciones Europeas.
Obtuvimos varios años primeros y segundos premios en concursos de
narrativa y poesía, así como el primero en el concurso Hispano-Americano
de Ortografía en fase regional y el tercero en la nacional.
Todos sabemos la importancia de los idiomas en la formación de los
alumnos, por lo cual la participación en intercambios permite al alumnado
desarrollar un conocimiento mejor de los países cuya lengua estudian porque
fomenta el diálogo con personas de otra cultura que tienen su misma edad
y se interesan por las mismas cosas. Los intercambios son también motivadores y formativos lingüística y pedagógicamente. No sólo enriquecen a los
alumnos también los profesores se benefician de ellos porque les brindan
la posibilidad de comprobar los resultados obtenidos tras sus enseñanzas y
una mayor y distinta relación profesor alumno. A todo esto podemos añadir
que los contactos con sus homólogos extranjeros aportan un cruce de experiencias y de proyectos educativos. Teniendo en cuenta estos criterios en
el Instituto Aramo se potenciaron siempre intercambios de inglés y francés
fundamentalmente, hasta el punto de que el Seminario de Francés recibió
una más que notable subvención del «Proyecto Lengua» de la Comunidad
Económica Europea.
Los equipos deportivos de voleibol y fútbol nos reportaron numerosas
alegrías con sus actuaciones, lo mismo que las exposiciones de fotografía
que contaron siempre con participantes de calidad como lo demostraron los
premios obtenidos por los participantes. A todo esto añadiremos las múltiples
y diversas visitas extraescolares dentro y fuera del Principado: monumentos
prerrománicos, Oviedo y sus circunstancias, asistencia a juicios en la Audiencia, plenos del Ayuntamiento, factoría de Ensidesa, trabajos de campo
en Ciencias Naturales, Las Medulas en León, la villa romana de la Olmeda en
Palencia y un largo etc. que llenaron de satisfacción a todos los participantes.
Y como el ocio bien aprovechado es otra actividad saludable recordaremos la «Semana Blanca» y sobre todo los macro viajes de estudios que llegaron a llenar, en algunas de sus ediciones, cuatro autobuses camino de Italia
durante diez días. Francia, Grecia y Londres también fueron destinos en algunas ocasiones.
¡Larga vida al Instituto Aramo! Deseamos de corazón que las generaciones venideras hagan posible otros cincuenta años más y que recuerden su
paso por la vida docente con el mismo cariño que lo hacemos hoy los que
ya estamos jubilados.
238
Uría, 76
(Esq. Avda. Santander)
OVIEDO
Teléf.: 985 21 13 16
Fax: 985 20 29 19
239
Rosal, 12
33009 OVIEDO
Tel. 985 21 48 79
[email protected]
CARLOS CASAPRIMA
VENTA y RESTAURACIÓN de
RELOJES ANTIGUOS, AUTÓMATAS, CAJAS DE MÚSICA
y de todo tipo de ARTILUGIOS MECÁNICOS ANTIGUOS
240
241
polledo
Tel. y Fax 985 21 15 87
e-mail: [email protected]
www.drogueriapolledo.com
Menú diario
Desayunos y meriendas
Variedad en pinchos calientes
Especialidad: Rabo de Toro Estofado
242
SONDOVA
La casa de los paraguas
Ramón y Cajal, 12. OVIEDO
Teléfono 985 21 40 40
243
o
i
c
o
s
e
zt
a
H
www.martesdecampo.com
Plaza de la Constitución - Oficina de Turismo, 2ª planta - Oviedo. Tel. y Fax 984 281 135
[email protected]
Horario
[email protected]
Lunes, Miércoles y Viernes: de 10,00 a 13,00 • Y • Martes y Jueves: de 16,00 a 19,00
244
245
Más de 60 años
246
Este portfolio, fiestas 2015, con el que la
Sociedad Protectora de La Balesquida
solemniza cada año, desde 1930,
los festejos patronales y el popular Martes de Campo en Oviedo
(primer martes después del domingo de Pentecostés),
se acabó de imprimir el jueves, 23 de abril,
Día Internacional del Libro y víspera
del iv centenario de la muerte de
D. Miguel de Cervantes.
a. d. mmxv
PRO PATRIA ET MORIBUS