Fiestas 2015 César González-Pola (Oviedo, 1921-1989), Varas de hierba. Coordinación: Javier González Santos y Alberto Carlos Polledo Arias. Ilustraciones de las portadas: César González-Pola (Oviedo, 1921-1989), Varas de hierba, óleo/tabla, 44 × 53,5 cm (portada), y Guillermo, Willy, González-Pola Fuente, Quintana asturiana, óleo/lienzo, 30 × 40 cm (contraportada). Edita: SOCIEDAD PROTECTORA DE LA BALESQUIDA Plaza de la Constitución Oficina de Turismo - 2.ª Planta 33009 Oviedo Teléfono 984 28 11 35. Fax 984 28 11 36 [email protected] www.martesdecampo.com Horarios de oficina: Lunes, miércoles y viernes, de 10,00 a 13,00 horas; y martes y jueves, de 16,30 a 19,00 horas. Imprime: Imprenta Narcea, S. L. D. L. AS-01028-2015 La revista ni asume ni se responsabiliza de las opiniones manifestadas por sus colaboradores. ÍNDICE SalutaCIóN José Antonio Alonso Menéndez................................................... 7 Pregón de las Fiestas de 2014 El Desarme Emilio Campos ........................................................................... 13 La Balesquida: historia y tradiciones Noticias de la antigua capilla de La Balesquida Javier González Santos ............................................................... 43 Cosas del Campo, prado de la fiesta de La Balesquida Carmen Ruiz-Tilve Arias ........................................................... 65 Dos testimonios de admiración hacia nuestra historia Leopoldo Tolivar Alas .................................................................. 71 Estudios sobre Asturias Endemoniados en el Oviedo del siglo xvii y algún apunte sobre la historia del Demonio en Asturias Miguel Ángel de Blas Cortina ..................................................... 79 La elección de Jovellanos para la Junta Central Javier Rodríguez Muñoz ............................................................. 91 3 Estudios ovetenses Apuntes para una redefinición del Oviedo altomedieval: del conjunto religioso y episcopal a la protociudad Francisco José Borge Cordovilla .................................................. 113 De escribanos, tinteros y plateros. La solución económica a un asesinato en Oviedo a finales de la Edad Media M.ª Josefa Sanz Fuentes ............................................................... 135 La casa de Peñerudes en la calle de Cimadevilla Ernesto Conde ........................................................................... 143 El largo peregrinaje de los gitanos hasta Oviedo Manuel Gutiérrez Claverol .......................................................... 157 No es fácil ser bohemio en Oviedo: a propósito del pintor Telesforo Cuevas Celsa Díaz Alonso ....................................................................... 183 Genaro Alas, ilustre militar e intelectual ovetense, olvidado en su ciudad natal Juan de Lillo ............................................................................... 191 Pueblos del concejo de Oviedo: San Frechoso Antonio Cuervas-Mons García-Braga ........................................ 207 Literatura y relatos Acerca del poema Oviedo de Asturias que Unamuno escribió sobre nuestra ciudad Luis Arias Argüelles-Meres ......................................................... 217 Confesión Pepe Monteserín ......................................................................... 225 Actualidad Neptuno se pasea por Oviedo tapado con una sábana fantasmal Antonio Masip ............................................................................ 229 Bodas de oro del Instituto Aramo María del Carmen López Villaverde ............................................. 235 4 5 Carlos Estébanez Rodríguez Agente exclusivo Nº Reg. CO46871644799Y Tlf.: 637892990 / 985 274444 Autos//Hogar//Vida//Decesos//Salud//Accidentes//Agroseguro// Planes de Pensiones//Ahorro//Pyme//Convenios//Comunidades// Oficinas//Embarcaciones PRESUPUESTO SIN COMPROMISO ¿Por qué no me llama y hablamos? 6 SALUTACIÓN Un año más mi saludo a todos los socios y para mis compañeros de la Sociedad Protectora de La Balesquida, que nos preparamos para celebrar la Fiesta de Pentecostés en compañía de todos los ovetenses, pues son unas fiestas de la ciudad que culminan el Martes conocido por todos como «Martes del Campo» o «Martes del Bollu». Todos sabemos que para conseguir unas fiestas, que año tras año se puedan ir superando, no basta con buenas intenciones: también se necesitan unos buenos colaboradores que nos aporten ayudas de todo tipo y hasta la fecha, esta Sociedad, a todos a quienes ha acudido, siempre le han respondido con el máximo de sus posibilidades. Por lo que a todos ellos les doy las gracias; tanto a organismos como empresas, articulistas, pintores o anunciantes, así como a todas aquellas personas que individualmente nos ayudan. En ese interés por ir mejorando las actividades de la Sociedad Protectora, durante el pasado mes de marzo, en el Club de Prensa de La Nueva España todos los jueves hemos celebrado una conferencia, siendo muy bien acogidas por los ciudadanos. Conferencias que queremos sigan teniendo continuidad en años sucesivos. También pensando que los niños son el futuro de esta Sociedad, hemos decidido, contando con la experiencia del año pasado, potenciar y ampliar la Mañana Infantil en el Campo San Francisco con más juegos tradicionales y actuaciones. Por supuesto, seguirán las actividades de años anteriores, para ellos el «Martes de Campo». Por primera vez, en el Teatro Filarmónica organizaremos un concierto de Corales Asturianas para celebrar el «Día del Socio». Este acto quedará institucionalizado para el futuro. Nuestro porfolio lleva en la portada el cuadro Varas de hierba de don César González-Pola (Oviedo, 1921-1989), donado por su familia, a la que agradezco con todo cariño este gesto para con la Sociedad Protectora. En la contraportada va el cuadro Quintana asturiana donado por don Willy Pola, hijo de don César, a quien también doy cariñosamente las gracias. Con estos dos cuadros, la pinacoteca de la Sociedad Protectora llegará a veintinueve obras que, como saben, están expuestas en nuestras oficinas permanentemente. Por último, solo me queda desear que la Virgen de la Esperanza nos siga dando fuerzas para mantener la tradición y celebrar unas fiestas en armonía con todos los ovetenses. ¡Ovetenses: a disfrutar de las fiestas de PentecOstés 2015! josé antonio alonso menéndez Presidente de la sOciedad PrOtectOra de la Balesquida 7 Jovellanos, 7 • Tels. 985 211 851 Santa Susana, 8 • Tel. 985 274 524 C.C. Salesas, planta 3ª. Nueve de Mayo • Telf. 985 251 187 OVIEDO [email protected] www.camilodeblas.com 8 9 Plaza La Gesta, 5 33007 OVIEDO Tel. 985 271 184 10 E-mail: [email protected] www.foto-lab.com Bermúdez de Castro, 26 33011 OVIEDO Tel. 985 290 454 PREGÓN DE LAS FIESTAS 2014 EL DESARME emilio campos Los restaurantes de Oviedo se esmeran en ofrecer, cada 19 de octubre, una comida muy especial llamada Desarme. Lo compone, como sabemos, un primer plato de cocido de garbanzos, espinacas y bacalao, un segundo de callos y, para remate, el suave y dulce arroz con leche. El pequeño festín se suele desarrollar en un ambiente de buen humor y camaradería, con una tranquila sobremesa con marcada nostalgia hacia los recuerdos. Aunque casi nadie sabe cuál es el origen verdadero de esta popular comida, puede suponerse que, por titularse Desarme y celebrarse en la fecha fija del 19 de octubre, debe de estar vinculada con alguna entrega de armas en un dudoso año. Pues bien, aquí es donde surge el problema, porque ninguno de los muchos desarmes que hubo en Oviedo cumple con este requisito; aunque, por otro lado, lo paradójico del caso es que el acontecimiento tiene una clara explicación, en clave del humor popular, que hasta se puede demostrar con apoyo documental. Los vecinos de Oviedo tienen ganado, por derecho propio, el ser grandes humoristas, lo que suelen ejercitar, entre otras cosas, dando nombres populares cuando los oficiales no les satisfacen; como la de la plaza de La Escandalera, que el pueblo bautizó así, a espaldas de Cabildo municipal, sin que por muchos intentos que se hiciesen, nunca se pudo erradicar. Así, aquella zona que pertenecía al Campo, rocosa en parte, con viejos árboles, como el centenario serbal que hubo que talar para despejar el terreno, que había sido conocida de antiguo con el nombre de Magdalena del Campo (por la capilla que allí había), que fue titulada, a espaldas del pueblo, de manera sucesiva como plaza del 27 de Marzo, del General Ordóñez, República y plaza del Generalísimo, recobró, en junio de 1979, el popular y tradicional de Escandalera, como se había empeñado en llamarla el pueblo. 13 ¿Y qué decir de la calle ahora titulada «de las Milicias Nacionales», donde, en 1754, se estableció el cuartel de las Milicias Provinciales, con calle de acceso que los ovetenses, por práctica comodidad, dieron en llamar Milicias, a secas? Lo curioso es que en agosto de 1879, los concejales de entonces, con muy buen criterio, decidieron darle el adecuado título de «Calle de las Milicias Provinciales» (la fuerza militar formada por leva entre la minoría de pecheros asturianos), hasta que, en 1887, dos años después de la muerte de José Posada Herrera, acordaron cambiar el nombre por el del político llanisco.Título que, en febrero de 1937, los munícipes de la Gestora nombrada por el general Aranda convinieron, pocos días antes del 21 de febrero de 1937, cuando se inició la terrible ofensiva que se cebó en la destrucción del viejo hospital de Llamaquique, le aplicasen el injustificado nombre de «Milicias Nacionales», ratificado en tiempo reciente, en otro error monumental, por la Comisión de la Memoria Historia. Hay muchos más ejemplos. Como el de la fuente monumental de la plaza de América, la popular Gabinona, de la que vaticinamos que, pasados los años, cuando se pierda generacionalmente la tradición del origen del apodo, no se encontrará documento oficial alguno, ni asiento en los libros de actas municipales que lo explique. El más flagrante de estos equívocos acaso sea el de las fiestas patronales de Oviedo, porque, siendo santa Eulalia de Mérida la patrona de Oviedo, que se conmemora en fecha tan inoportuna como el frío día 10 de diciembre, se celebran sus fiestas principales el 21 de septiembre, con misa solemne en la Catedral, en la que es obligada la apología de los méritos del apóstol san Mateo, que abandonó su profesión de recaudador de impuestos para seguir a Jesucristo. Lo curioso es que lo que en realidad se conmemora este día 21 de septiembre en Oviedo es algo mucho más prosaico: es una vieja tradición festiva que organizaba el pueblo y, de manera principal, los mesoneros, en honor de los últimos peregrinos que acudían a Oviedo a ganar La Perdonanza, para que llevasen a sus países de origen recuerdo del buen trato y gentileza de los ovetenses. En definitiva, teniendo en cuenta que la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre, es la festividad religiosa que dio origen a la bula papal que generó La Perdonanza para quienes visitaban las reliquias de la Cámara Santa de Oviedo, para ganar el jubileo, y que su octava o día final era el 22 de septiembre, las fiestas del 21 de septiembre que se celebran en Oviedo no tienen más merito que ser una dicharachera despedida para los romeros, cuyo único mérito era coincidir en el calendario con «la víspera de la supra octava de la Exaltación de la Santa Cruz». Así de sencillo, aunque nos pese. 14 La fiesta gastronómica del Desarme, cuyo conocimiento se transmitió muchos años por tradición oral, sufrió semejantes o peores alteraciones. Otra explicación no cabe, si se quiere asociar la fecha del 19 de octubre, que es lo único que se mantiene con rigor en esta historia, con un desarme que nunca se produjo (por lo menos, en el sentido que se le quiere dar) y mucho menos con el potaje de garbanzos con espinacas y bacalao, cocido tan extraño para Asturias, que no es precisamente tierra de garbanzos. Lo de los callos y el arroz con leche tiene cierta explicación; los callos, bastante clara, y el arroz con leche hay que admitirlo como novedosa aportación hostelera, muy oportuna y afortunada, pero carente, al caso, de rigor tradicional. La mayor parte de la culpa de la ruptura en la transmisión oral del Desarme se encuentra al comenzar a publicarse, después de la guerra (en referencia a la contienda nacional, iniciada en 1936), unos textos escritos por personas que, posiblemente con buena voluntad pero con escaso rigor histórico, daban por buenas algunas de las variantes en que se había precipitado la tradición oral. La consecuencia fue que mientras unos explicaban que los desarmados fueron los carlistas a manos de los liberales cristinos de la Milicia Nacional, otros aseguraban lo contrario, y no faltaba quien daba por seguro que había sido el ejército quien había desarmado a la Milicia Nacional. El caos histórico afectó de manera muy dura a la fecha del origen del Desarme, donde se lleva la palma nuestro alcalde, don Agustín Iglesias Caunedo, quien en la presentación del Desarme en Madrid, el 15 de octubre de 2013, llegó a explicar al público asistente su pintoresca opinión: Viene del siglo xix y de las guerras carlistas, y al parecer, estando Oviedo amenazado y sin armas para defenderse, los vecinos pensaron que era mejor recibir a los asaltantes, servirles una gran comida y cuando comenzasen a adormecerse tras el banquete, desarmar a las tropas invasoras. Se dice que así ocurrió, y que así se salvó la ciudad de Oviedo del ataque. Sea historia o sea leyenda, lo seguro es que se trata de una muy arraigada tradición. También hay posiciones encontradas sobre el lugar donde aconteció el desarme, en algunos casos situándolo fuera de Oviedo, como los que sostienen que ocurrió en Lugo de Llanera, en 1856; otros lo fijan en Oviedo, en 1833, en la plaza de Porlier, donde los carlistas habrían dejado las armas «colocadas en pabellón», cerca de la desaparecida Cárcel-Fortaleza, mientras acudían a misa a la iglesia conventual de San Francisco, junto al Campo. Un tanto lejos, ¿no les parece? 15 En cualquier caso, se parte de la fecha fija del 19 de octubre de 1836, que es cuando se desarrolla el tercer intento de conquistar Oviedo para la causa del aspirante al trono, Carlos María Isidro, con la muerte en la contienda de atacantes y defensores, además de algunos civiles. En fecha posterior, cuando llega la paz, el Ayuntamiento acuerda celebrar solemnes funerales a sólo cuatro de ellos, todos vinculados a la Milicia Nacional: Antonio Canella, capitán de granaderos; Francisco Menéndez Quiñones, miliciano de caballería, y Pedro Aguirre, granadero. A partir de este hecho de 1836, la Corporación Municipal va a costear cada año un solemne funeral en la iglesia parroquial de San Isidoro el Real, al que el Ayuntamiento invita a las autoridades locales y provinciales. Al terminar el acto, irán a degustar los callos, inaugurando de manera no oficial la temporada de servirlos en los mesones y chigres de la ciudad. La costumbre va a consolidarse y, año tras año, cada 19 de octubre se declarará día de fiesta en los centros oficiales de Oviedo, con el cierre de los comercios, para que los funcionarios, los dependientes y el pueblo en general pueda asistir a la solemnidad religiosa de la iglesia de San Isidoro, donde, en el momento litúrgico más importante de la ceremonia, se produce en la calle de Jesús una descarga de fusilería (con cartuchos de fogueo) apuntando a la fachada del templo, terminando el acto con un vistoso desfile militar. Hay que advertir que el primer año se intentó efectuar las descargas de honor con un cañón; no pudo ser; porque el director de la Casa de Armas, que entonces estaba en la plaza de Daoiz y Velarde, en el palacio del Duque del Parque (hoy, de San Feliz), advirtió que ni tenía pólvora ni personal experto en el manejo del cañón para producir la descarga sin peligro para los espectadores. Desde el 19 de octubre de 1841 hasta el 11 febrero de 1873 van a transcurrir casi treinta y dos años sin que exista en Oviedo Desarme alguno que pueda ser asociado a la conmemoración funeraria «por los patriotas caídos en defensa de las libertades». Los invitados al acto, con los miembros de la Corporación Municipal, van a comer, como sabemos, los callos, pero nada se dice del Desarme ni del dichoso cocido de garbanzos con espinacas y bacalao. Habrá que esperar hasta el año de 1873, a la llegada de la Primera República, con los constantes conflictos entre los unionistas de Castelar y los federalistas y radicales de Pi y Margall, para que apareciese de alguna manera el menú de los garbanzos con espinacas y bacalao, que el tradicional sentido del humor dio en llamar Desarme, como veremos. 16 Los ataques carlistas a Oviedo en 1836 Para mejor explicación de la vinculación del Desarme con el 19 de octubre de 1836, debemos recordar lo que nos dice la historia de los ataques carlistas a Oviedo en estas fechas. El suceso está recogido con fidelidad en documentos y libros que recuerdan que, en aquel tiempo, Oviedo, pese a mantener en buen estado la muralla defensiva del siglo xiii, estaba declarada militarmente ciudad abierta. Dos de sus puertas, las de Cimadevilla y San Vicente, eran paso obligado que comunicaba la meseta castellana y la costa, por la ruta interna que discurría por las calles de Cimadevilla, San Antonio, Canóniga y San Vicente. El general Gómez había realizado un primer ataque carlista contra la capital en junio de 1836, logrando apoderarse de armas y comida, además de robar cuanto sus soldados pudieron coger al paso por la ciudad, en las tres horas de saqueo concedidas por el general. Aún así, la expedición carlista de Gómez no tuvo un efecto demasiado sangriento para la población civil, según nos cuenta Rogelio Jove y Bravo, recordando la feliz alegría de los carlistas ovetenses que salieron a recibirlos: Por esto pueden imaginarse nuestros lectores cuál sería la alegría de los carlistas ovetenses cuando supieron que su general Gómez se aproximaba a Oviedo. Por la Puerta Nueva arriba subían en filas los realistas llevando en las primeras a las más garridas muchachas y a las jamonas más vistosas del partido, cantando coplas contra los pícaros negros, y llevando ramos de flores para obsequiar con ellos al General, a quien llamaban Ángel libertador. (…) Gómez solo estuvo tres días en Oviedo, donde entró Espartero al día siguiente de salir aquel. En el Archivo Municipal de Oviedo, bajo el título Razón de las personas que más se señalaron a la entrada de las tropas rebeldes por los excesos y desórdenes que cometieron, hay un documento con apariencia de informe policial, que sorprende por su contenido, en el que se cita el comportamiento de quienes apoyaron la llegada de la expedición carlista de Gómez, como la conducta del estamento religioso: Es público que todos los conventos de monjas se abrieron llegando hasta abrazar a los facciosos llamándolos sus libertadores: se formaron bailes, dieron escapularios con profusión y llegó el escándalo hasta poner lazos encarnados a las campanas que tocaron largamente a la entrada de los rebeldes. En el mismo escrito, en referencia a los religiosos seculares, explica que el Canónigo don Lucas Pérez (que había sido mayordomo del difunto obispo 17 don Gregorio Ceruelo de la Fuente, furibundo carlista en vida), junto al también canónigo Cuesta, el día cinco por la tarde, se dirigían a la Casa de Armas (palacio del Duque del Parque, en el Fontán) «acompañados de una multitud de gente armada y desarmada, gritando viva Carlos 5.º», y el mismo Cuesta anunciaba en voz alta: «esta es nuestra alegría justa, alegría que sale de corazones oprimidos y hace tanto tiempo cosidos». Otro fue el canónigo Churruca, del que «se dice de público que había junta en su casa para los facciosos». Oviedo se convirtió entonces en una especie de lugar de concentración de los clérigos más exaltados del carlismo, manteniendo algunos de ellos una vigorosa elocuencia pública: «Joaquín Cadavieco, presbítero, peroró desde las Casas Consistoriales exhortando al pueblo a que tomase las armas, acompañando la turba a la Real Fábrica» (Palacio del Duque del Parque, en el Fontán). Semejante a «el cura de Tiñana en Siero: que decía a grandes voces desde el balcón de su posada en la calle del Matadero [hoy, de Gastañaga], vivas a Carlos 5.º, tanto que el amo de la posada le echó de casa». También «el cura de Udrión, D. F. Machilanda, vino a Oviedo, estando aquí los facciosos, insultó a los pobres prisioneros, diciendo a su presencia que era necesario degollarlos y que ya que no pudo seducir a sus feligreses, para que viniesen con él, volvió diciendo que había tratado con el general Gómez, que éste quedaba bien enterado de sus méritos y que le recomendaría a Carlos 5.º para un curato mejor y acaso para una canonjía». O el «cura de Lugones y don Juan Gómez, pensionado por las escuelas, entraron juntos por la Puerta Nueva, capitaneando el grueso de los facciosos». El propio párroco de San Isidoro «condujo fusiles al Ayuntamiento en tres ocasiones y los entregó a la turba» y el escusador (laico, en este caso) de dicha parroquia, Francisco Junquera «subió por la calle del Matadero, saltando de alegría a ocasión que iban marchando los carlistas armados a encontrar a los facciosos, se une a ellos, los acompaña hasta el Caldero y volvió delante de ellos». Añadiendo la citada Razón que «todos estos se unieron con el escusador de San Isidoro, fueron con los carlistas armados a encontrar los facciosos, se incorporaron con ellos y volvieron delante de todos llenos de algazara y contento». Los clérigos fueron secundados por sus familiares y amas de casa: «D.ª Rosa sobrina del capellán de San Pelayo: se han presentado en las Casas Consistoriales y se señalaron con sus voces y acciones contra el Gobierno de la Reina». O, como quedó escrito, «Vicenta de Caces (a) la Virtud Perseguida, el ama del canónigo D. Lucas, el ama del canónigo Castañón y la hermana del canónigo Pérez: se señalaron victoreando [sic] a Carlos 5.º y profiriendo voces escandalosas contra la Reina». 18 En cuando a las órdenes regulares, además de las monjas, también los monjes y frailes se manifestaron con alegría, como «el padre Cerezo, benedictino; el padre Palacio, dominico; los pp. Torga y Galán, franciscanos; uno que fue cura de Ribadesella [sic]». Incluso otros exclaustrados, como «Fr. Plácido, ex-lego benedictino: salió a esperar a los facciosos y entró con ellos, y se singularizó demostrando una extremada alegría». Hubo demostraciones de adhesión al carlismo entre las clases que pudiéramos llamar pudientes: «Pedro Escosura: empleado cesante; gritó mucho con la turba; se vio con cintas encarnadas en el sombrero, y ocupó destino con los facciosos en la casilla del CSF». El matrimonio formado por el escribano (notario) Bustamante y su mujer, «tiraron boladores [sic] desde su casa, gritando repetidas veces, viva Carlos 5.º, y lo mismo una mujer que nombraban la Porlita». Se trata del adinerado platero Joaquín Martínez Bustamante, que había comprado la casa número 9 (según la antigua notación) de la calle de San Antonio, en cuya fachada estuvo durante muchos años la hornacina con la imagen de San Antonio, que daría lugar al cambio de nombre (antes, de Solazogue). A la radical y carlista postura de su amo se sumaría la de su criada Martina, y juntos, la familia Bustamante y criada, con otros muchos vecinos, huirían de Oviedo al fracasar la toma de la ciudad por los carlistas. Como Juan Fresno y su criado José Cadrecha. Y en especial D.ª Rosa, la Recatera de Fitoria y su hijo, habiendo sido principales motores de la desgracia de D. José Brid, que, además de los excesos que se le atribuyen, hallándose destrozando los árboles de D. José Brid, fue reconvenido por otro, a quien contestó, que nada importaba, una vez que estaba ya el D. José amolado, que el jueves tomaría el fusil y que tirando un tiro a Collera, estaba concluido. José Solís, del Estanco, y doña Rosa Álvarez Rojas (a) la Perisa «se han señalado muy particularmente por sus excesos». Otros, como «Las hijas de Campal, el escribano [notario], escandalizaron con sus hechos a favor de los rebeldes». Y «Antonio Fernández Cigoña salió a recibir los facciosos con una carabina y dos pistolas», mientras que «Manuel Cortina: se presentó en Oviedo y confirió largo rato con el general faccioso». Entre las clases humildes, aparecen citados «Francisco Flórez, mozo de oficio cesante de correos: salió a esperar a los facciosos, y toda su familia, desde los balcones de la casa, se han señalado, con escándalo general, gritando viva Carlos 5.º, y llenando de improperios a la augusta persona de la Reina Gobernadora [María Cristina], llegando el exceso de su hija mayor, hasta arrojar tierra a los 19 prisioneros». «Catalina N., plazuela del Obispo, se excedió escandalosamente gritando por las calles, viva Carlos 5.º, injuriando a la Reina e insultando a muchas personas». «María Fernández (a) La Capona, se distinguió muy particularmente recorriendo las calles, dando gritos y víctores [sic] a Carlos 5.º, insultando a muchas familias y entregando un ramo de flores al general faccioso». Las fruteras conocidas por La Pita y La Nacha, «que se señalaron de una manera remarcable»; «la estanquera de la calle de San Francisco y su criada se distinguieron igualmente por sus acciones escandalosas»; «la Raposa del Estanco fue también excesiva en sus provocaciones»; «la conocida como la Papoja del Estanco escandalizó por su porte». Y entre los hombres, «Segismundo Amandi anduvo recogiendo fusiles por las casas para armar los carlistas y dio recibos»; «el hijo de Felipe Suárez Ponte se presentó en la botica por aguarrás para quemar la lápida de Isabel II»; «José Colloto (a) el Platero, gritó a la entrada de los facciosos e insultó» y «Vicente Fanjul: se dice entre los mismos que fueron ex-realistas del batallón del Naranco, tenerlos convocados para las cuatro de la tarde del 8 de junio». El segundo ataque Tres meses después, el 4 de octubre de 1836, Oviedo volvió a sufrir otro ataque carlista. Esta vez, quien amenazaba la ciudad era el general Sanz; lo hacía con mayor furor porque necesitaba apoderarse de las armas almacenadas en la fábrica de Oviedo (entonces, en el antiguo palacio del Duque del Parque, en el Fontán). También había prometido a sus soldados cuatro horas de saqueo a la población, una más que las que había fijado Gómez en junio. No consiguió ganar la capital asturiana para la causa carlista, teniendo que salir de manera apresurada ante la cercanía de las fuerzas cristinas, mandadas por Espartero, que le perseguían. El ataque a Oviedo del 19 de octubre En esta fecha se produce el tercer ataque carlista. Lo realiza una columna desgajada de los 2.500 hombres que formaban el conjunto de la expedición, de los que una parte habían salido de Mieres para Pola de Siero, conduciendo los carros que transportaban las provisiones, los heridos y cuanto habían podido saquear en los días anteriores. A las dos de la tarde, los que van a atacar Oviedo están dispuestos en San Esteban de las Cruces, junto a la capilla de Covadonga. Ambas fuerzas, ata20 cantes y defensores, poseen ahora una valiosa experiencia, basada en el ataque anterior; pero los defensores están en mejor situación, con un dispositivo fuerte y mejor organizado, ya que, además de las tropas que tenía cuando el ataque del día 4 de octubre (una compañía de artillería, el Batallón Provincial de Pontevedra, un escuadrón y dos compañías de la Milicia Nacional), se había reforzado con tres compañías de la División Peón. Además, la estrategia del mando había dispuesto que se apostasen tiradores de buena puntería en lo alto de las torres de los templos de San Isidoro y la Catedral, que causaron muchas bajas a los carlistas, y otros defensores habían ocupado las casas de las estrechas calles de la ciudad, en especial las de la travesía de Oviedo: Cimadevilla, San Antonio, Canóniga y San Vicente; también se colocó una guerrilla en lo alto de La Gascona, para cortar el paso a una posible incursión por la llanura que se extendía desde la Tenderina hasta Pumarín. La fuerza principal, con la estrategia de multiplicar los puntos de asalto, se escindió en dos desde San Esteban de las Cruces: un grupo lo hace con el objetivo de atacar el Real Monasterio de Santa María de la Vega (convertido para la ocasión en poderoso fuerte militar). Se desplaza con sigilo, ocultándose, utilizando posiblemente el viejo camino de reatas que por Faro seguía en dirección a Cerdeño. Los carlistas avanzaron sin ser avistados, pudiendo llegar a la zona de Santullano, cerca del centro religioso benedictino, a cuyo interior se habían replegado los defensores liberales. La enérgica dirección de Ricardo Pardiñas, frustró el ataque poniendo en huida a los carlistas, que fueron perseguidos a campo abierto por los defensores. El segundo grupo de atacantes, que progresaba bajando por la carretera de Castilla, también se dividió en dos y, mientras una columna prosiguió el avance por la carretera, la otra descendió, a campo través, por el Monte de San Cristóbal y Otero, con el objetivo de dominar Los Postigos y ocupar la parte baja de la ciudad y enlazar con los de Santullano, para retroceder, reuniéndose con los otros grupos y converger todos en el ataque al convento de Santo Domingo, convertido también en improvisado fuerte militar. Pero los del Postigo sólo lograron el objetivo de atacar las casas de la parte baja, «donde se apoderaron de víveres y efectos que encontraron a mano». Después tuvieron que unirse al grueso de las fuerzas para asaltar el fuerte de Santa María de la Vega. El resto de la columna, que descendía por la carretera de Castilla hacia San Lázaro, llegó a la Puerta Nueva, poblada entonces de posadas y mesones, por ser lugar de mucha actividad, con el habitual trasiego de las diligencias que llegaban de Castilla para enlazar las que repartían los viajeros por toda Asturias. Allí la lucha fue brutal, donde soldados del Provincial de Pontevedra 21 y miembros de la Milicia Nacional de Oviedo pudieron contener el asalto. Seis defensores gallegos que se habían hecho fuertes en una de las casas murieron abrasados, al ser incendiadas por los carlistas. Los defensores terminaron por ser arrollados, pudiendo avanzar los atacantes hacia la plaza del Ayuntamiento, donde los tiradores de la torre de San Isidoro les cortaron el paso. Animados por el éxito, los defensores iniciaron un valiente contraataque, que obligó a retroceder a los facciosos, empujados hasta lo alto de la actual calle del Arzobispo Guisasola. En el contraataque, que la historia de Oviedo recoge como violenta y heroica, junto al Cañu de la Capitana, casi en la confluencia de la calleja o camino de La Llana (ahora, calle de Campomanes), cayeron cuatro miembros de la Milicia Nacional: el capitán de granaderos Antonio Canella, el miliciano de caballería Francisco Martínez Quiñones y los milicianos granaderos Pedro Aguirre y Miguel Gana. En el desconcierto de la batalla, un lancero carlista que había logrado llegar a la Plaza, al verse aislado, salió por la calle del Sol abajo, pero no llegó al Postigo, porque una bala disparada desde una casa próxima le hizo caer en la embocadura de la calleja que llaman de Santo Domingo (ahora, calle Oscura). Pardiñas nos dejó una relación de los sucesos de aquel día, en la que detalla como los carlistas, avistados por los tiradores emplazados en la torre de la Catedral, tras fracasar en el asalto al fuerte de La Vega, intentaron rodear la ciudad y atacar por Pumarín; las fuerzas facciosas de caballería e infantes llegaron hasta Foncalada, pero la acción conjunta de los tiradores de la torre de la Catedral y la guerrilla de la Gascona «estrecharon a los carlistas hacia Portugalete [actual calle de Melquíades Álvarez], dirigiéndose a la carretera de Grado [calle de la Independencia]». Aquí terminó la acción bélica carlista sobre Oviedo, que no volvió a sufrir más ataques en esta guerra. No obstante, de manera cautelar, la superioridad militar ordenó fortalecer las defensas del antiguo monasterio benedictino de San Vicente, además de asegurar militarmente algunas de las estrechas calles de la ciudad, colocando tiradores en los balcones, que eran municionados por jóvenes ovetenses, como habían hecho con grave riesgo en el pasado octubre de 1836, cuando circularon por las peligrosas calles de la ciudad portando armas, cartuchos y comida para las fuerzas defensoras. La iglesia de San Isidoro se consolidó como sólido fuerte militar, trasladando la función parroquial al templo dominico de Santo Domingo, donde se iniciarán, como veremos, las honras fúnebres de aniversario por los cuatro milicianos nacionales caídos en la refriega del día 19 de octubre de 1836. 22 Las Milicias Nacionales Para entender mejor los sucesos de esta Guerra Carlista en Oviedo debemos recordar que la Milicia Nacional era un de cuerpo auxiliar formado por civiles, destinado a asegurar el orden público de las ciudades cuando, en caso de guerra, la guarnición local tenía que salir a combatir al enemigo. Los voluntarios milicianos se hacían cargo entonces de mantener el orden de las ciudades, además de otros servicios como hacer las rondas nocturnas, custodiar las cárceles o conducir los prisioneros en los traslados; incluso en situaciones de peligro extremo, como sucedió en Oviedo en 1836, era llamada para acudir a primera línea de fuego, junto al ejército regular. La historia, que presenta a los milicianos nacionales como elementos progresistas con cierto grado de agresividad, capaces de incendiar iglesias, nos explica también la aparente contradicción de por qué los cuatro milicianos que perecieron en Oviedo pertenecían a familias acomodadas, de conocida adhesión liberal. Y es que, en principio, esta fuerza de carácter voluntario (que no recibía más estipendio que un vistoso uniforme y una comida semanal, después de hacer instrucción y practicar el manejo de las armas), al tener como misión guardar el orden para garantizar la tranquilidad pública, resultaba ser un elemento protector de los bienes de la clase burguesa liberal, que se había enriquecido comprando bienes procedentes de la desamortización practicada a las órdenes religiosas. Bienes sobre los que, con el levantamiento faccioso, se cernían dos peligros en potencia: uno era que tendrían que devolver las propiedades a la Iglesia, lo que sucedería en el caso de que los carlistas ganasen la guerra, tal como había prometido el rebelde Carlos María Isidro (que ya se titulaba como Carlos V), quien, desde el inmovilismo más radical, pretendía también el retorno a los privilegios civiles y religiosos eliminados por la Constitución monárquica, liberal y parlamentaria; además de restaurar la Inquisición, los señoríos y el absolutismo religioso, lo que significaba retornar a los duros tiempos del reinado de su hermano Fernando VII. El segundo riesgo no era menor y estaba muy presente en el pensamiento de la pujante burguesía, que guardaba muy mal recuerdo de los sucesos revolucionarios de los años del Trienio Revolucionario (1820-1823), cuando la Milicia Nacional pudo cometer fechorías al amparo del Gobierno establecido tras el levantamiento propiciado por Rafael del Riego; por cierto, tinetense de naturaleza y antiguo vecino de la calle de San José de Oviedo, en cuya Universidad había realizado estudios, antes de abrazar la vida militar. Así se comprende que la formación de la Milicia Nacional de 1836 se hiciese con una esmerada selección de los individuos que aspiraban a formar parte de 23 la Milicia Nacional, impidiendo la entrada en el cuerpo de jóvenes provenientes de familias con escasos medios de fortuna. La plebe, dicho de manera llana. Vistos estos antecedentes, se puede entender por qué estos cuatro ovetenses caídos en las calles de la ciudad aquel 19 de octubre de 1836, que eran de familias de cierto relieve, universitario, municipal o del comercio, van a ser especialmente distinguidos respecto al resto de los muertos del bando liberal: los militares de la Provincial de Pontevedra o los civiles que fueron víctimas ocasionales (y no digamos de los caídos carlistas). Lo que podría decirse de la Milicia Nacional es demasiado extenso para ser tratado aquí con detalle; de aquellas formaciones que tomaron el nombre de Milicia Nacional, formada por los «Vecinos Honrados», sustituida por la de los «Veteranos», los Batallones de la Libertad, la Milicia Ciudadana, Milicia Urbana,Voluntarios de Isabel II, Milicia Nacional de Amadeo I,Voluntarios de la Libertad (Republicanos), lo que quedó, de forma genérica y fácil de recordar fue Milicia Nacional. Que es la que se asocia a la fecha del 19 de octubre de 1836, desde el primer funeral, en 1841, hasta el último, en 1935, durante los 94 años que se celebraron las honras fúnebres por los héroes ovetenses. Para encontrar un antecedente histórico con fundamento, debemos recordar que, transcurridos tres meses de los hechos luctuosos del 19 de octubre de 1836, cuando parecía que se había atenuado la amenaza de guerra sobre Oviedo, la Corporación Municipal decide organizar el primer acto funerario en memoria de los cuatro milicianos nacionales que murieron en la lucha, en las calles de la ciudad: el capitán de granaderos Antonio Canella, el miliciano de caballería Francisco Martínez Quiñones y el miliciano granadero Pedro Aguirre y Miguel Gana, el otro granadero fallecido en la capital, natural de Grado, que fue trasladado a su concejo nativo, donde recibió cristiana sepultura. Habían muerto «defendiendo las libertades», como una y otra vez anunciaba la esquela que publicaba el municipio en la prensa local, texto que irritaba a los carlistas, que también habían tenido sus muertos en la misma contienda. El primer funeral por los caídos el 19 de octubre de 1836 no pudo celebrarse hasta enero de 1837, cuando ya hubo cierta sensación de tranquilidad, aunque no definitiva. Se hizo en la Catedral, con gran boato y solemnidad, destacando el túmulo funerario levantado en la basílica por el Ayuntamiento. Los actos funerarios se continuarán celebrando en la iglesia de Santo Domingo hasta que en 1841 se restableció el culto en la remozada iglesia de San Isidoro. Recuperada su función parroquial, el Ayuntamiento tomó el relevo de los actos funerarios del 19 de octubre, por la elemental razón de ejercer este templo la feligresía sobre las Casas Consistoriales de la ciudad. La Cor24 poración Municipal hizo construir un mausoleo, protegido por sólida reja de hierro, emplazado a la derecha del crucero del antiguo templo jesuítico, para acoger a «sus heroicos hijos defensores de las libertades». Todos los años, en esta fecha, desde 1841 hasta 1935, salvo contadas excepciones, la cita político-funeraria del 19 de Octubre reunía a público, militares y Corporación Municipal en el templo. Después, los munícipes y los invitados al acto iban a comer los callos que pagaba el Ayuntamiento. En el fondo, esta conmemoración tenía un marcado sentido liberal, pues no hay que olvidar que los tres mártires ovetenses que se recordaba con dolor pertenecían a familias burguesas con cierta influencia en los asuntos del municipio y que la Milicia Nacional era un cuerpo auxiliar formado por voluntarios civiles, que estaban bajo el mando del Alcalde y la supervisión del Gobernador, con la función de asegurar el orden público de las ciudades: hacer las rondas nocturnas, custodiar las cárceles, o conducir los prisioneros en los traslados. Sólo en caso de necesidad extrema, como podía ser la guerra, estaba obligada a combatir contra el enemigo al lado del ejército regular. En Oviedo, en 1836, la Milicia Nacional local tuvo que actuar también en primera línea de fuego, junto con los Provinciales de Pontevedra que mandaba Ricardo Pardiñas. Fue precisamente en el último ataque, el más grave, acontecido el 19 de octubre de 1836, cuando hubo muchos heridos y algunos muertos, lo que motivó al Ayuntamiento, cada cabo de año, a honrar a sus héroes locales con los solemnes actos funerarios celebrados en la iglesia de San Isidoro, invitación a comer los callos incluida. Los desarmes de la Milicia Nacional Hay que remontarse febrero de 1793 para encontrar antecedentes de la formación de la Milicia Nacional española; fue cuando el Consejo de Castilla, temeroso de que se extendiese a España la anarquía de la Revolución francesa, comenzó a organizar una tropa de voluntarios para mantener el orden público para suplir a las guarniciones de las ciudades que se habían trasladado a defender la frontera española. Fue una misión que duró hasta que la Paz de Amiens de 1802, cuando se posibilitó el regreso de las tropas regulares a sus bases. Asegurado el orden público por el ejército, pudo disolverse en paz aquella primera Milicia Nacional formada por ciudadanos elegidos en los barrios entre los menestrales que tenían la calidad de «gente honrada», a los que, para mayor seguridad, se les habían puesto mandos procedentes del estamento noble. 25 En aquel primer desarme, los civiles que habían prestado el servicio durante nueve años en la llamada Milicia Nacional «Urbana», que dejaron de cobrar la paga los 25 reales mensuales, tuvieron que entregar las armas y devolver el uniforme. Fue el primer desarme del que se tiene conocimiento, de los muchos que se sucedieron a lo largo de la vida política española. Habrá que esperar a 1808, con la invasión de España por las tropas de Napoleón para formar las nuevas Milicias Nacionales, cívicas o urbanas, por citar algunos entre los varios nombres que tuvo entonces esta organización ciudadana. José I ocupaba Madrid en 1808 y establecía las Milicias Urbanas, pero los españoles, poco después de la victoria de Bailén, ocupan Madrid y recobran las viejas Milicias Honradas. Cuando José I vuelve a Madrid en 1809, implanta las Milicias Cívicas; pero, más bien, con carácter rural, para «combatir el bandidaje», como llamaba a los patriotas guerrilleros que atacaban a los invasores franceses, preferentemente en los campos de Andalucía. Un mes más tarde, José I, nunca reconocido como rey por las Cortes Españolas, creó para Madrid las Milicias Urbanas, «para que cuiden de la tranquilidad pública». El espíritu y su ordenamiento jurídico serán semejantes, salvo ligeros matices, al que en lo sucesivo se aplique a las futuras Milicias Nacionales que se formen en España. Terminada la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz «no podían sustraerse a la necesidad de crear una fuerza popular armada que, como siempre se había proclamado, permitiese a las tropas del Rey realizar campañas bélicas alejadas de las guarniciones naturales». Por ello, decidió organizar el cuerpo de las Milicias Nacionales, «en las que no habría exenciones ni para los ordenados in sacris ni para catedráticos, maestros los médicos o veterinarios». Todos tenían la obligación de formar en las rondas nocturnas para proteger los hogares, perseguir a los desertores, custodiar los caudales o escoltar a los presos; eso sí, sin salirse de los términos del concejo. Sería el germen de una fuerza cívica que no entraría en servicio entonces, porque Fernando VII se encargaría de eliminarla cuando, a partir de 1814, estableció las Milicias Reales, completamente opuestas a toda apertura liberal, de manera que los defensores de mantener al despótico monarca Borbón en el trono se dedicaron a perseguir de manera feroz a los liberales, muchos de los cuales fueron puestos en mazmorras, mientras otros tuvieron que acogerse a la dureza de la expatriación para salvar la vida. La revolución iniciada en Cabezas de San Juan en 1820 produjo un acusado efecto pendular en la política española, ya que de la forma reaccionaria de gobernar de Fernando VII (el Rey Felón por excelencia) se pasó a un sistema político más revolucionario que democrático. El radicalismo de la exaltación de las clases más desprotegidas y las decisiones de los gobiernos centrales, con 26 su oposición a la Iglesia, y las desamortizaciones llevadas a efecto con sus bienes, fueron causa de alarma en las clases pudientes y en los creyentes que defendían la estrecha relación entre la Iglesia y el Trono. Todo ello quedó eliminado con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, en abril de 1823, que repusieron el Antiguo Régimen, los privilegios señoriales y la Santa Inquisición, además del desarme de las Milicias Nacionales y el rearme de los Voluntarios Realistas. Cuando muere Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, su hermano Carlos María Isidro, que había escapado de Madrid, temeroso de que su hermano le cortase la cabeza, le escribe una carta en la que le asegura que no pretende para sí el trono de España (que heredará su sobrina Isabel II, de tres años de edad), aunque le aclara que «no habiéndole concedido el Cielo [a Fernando VII] la gracia de tener un heredero varón, no puede desoír la voluntad del Espíritu Santo de hacerle a él Rey de las Españas». Carlos María Isidro escribe otra carta desde el exilio portugués, a cierta distancia de los campos de batalla, animando a los militares carlistas a que inicien una guerra, que tendrá consecuencias catastróficas para el provenir de España, no sólo por la mucha sangre derramada de los españoles, sino también por las consecuencias económicas, ya que mientras en Europa se iniciaba una revolución industrial sin precedentes en la historia económica del mundo, España se desgastaba en una guerra fratricida que duraría, entre una cosa y otra, unos cuarenta años. Manuel Acebal Don Manuel Acebal, que nació en 1860, en la casa que hace esquina entre las calles del Paraíso y Azcárraga, pertenecía a la familia de José María Acebal reputado como nuestro mejor poeta del bable. Manuel tuvo una infancia plenamente ovetense, en la que asistió a todos los acontecimientos locales, que quedaron recogidos en su memoria con la fijeza de sus pocos años de edad; uno de ellos, de cuando tenía 13 años, fue la implantación de la Primera Republica en Oviedo, en 1873, de la que nos dejará un valioso testimonio escrito que aclara la relación entre el Desarme y la festividad del 19 de Octubre de cada año. El valor de su escrito tiene la fuerza de corresponder a una persona seria, firme creyente en la religión católica, licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo e inteligente investigador de la historia, además de amante de su ciudad hasta rozar el chovinismo (inteligente viajero por Europa, llegó a publicar que no había encontrado torre de catedral más hermosa que la gótica de Oviedo). Escribió mucho sobre su ciudad, criticó los errores y aportó buenas ideas; por ejemplo: cuando se iba a instalar el cuartel de la Guardia civil en el des27 amortizado monasterio benedictino de San Vicente, combatió el plan desde la prensa con la razonable opinión de que era una barbaridad destinar un espacio tan noble, con tanta historia, a colocar una cuadra donde estabular los 24 caballos de la Guardia Civil rural. Su reproche iba acompañado de dos propuestas de solución: llevar el cuartel a la entonces deshabitada Malatería de San Lázaro, propiedad de la Diputación, o construirlo en la finca conocida como El Bosque, en Pumarín, perteneciente al Ayuntamiento. Escuchada su sugerencia, el cuartel fue construido en Pumarín, donde permaneció hasta su derribo y traslado a la zona de Ventanielles-Rubín. Habrá que decir que también ofreció la solución para instalar el Matadero Municipal que habría de sustituir el obsoleto de San Lázaro (ahora, Bloque de Regiones Devastadas), sugiriendo como lugar adecuado la zona de la Quinta Velarde, donde se construyó; eso, aparte de otros muchos consejos que dio, como cuando se hizo la profunda reparación de la Catedral, costeada gracias a la generosidad de don Luis Muñiz Miranda; como su opinión sobre el rosetón de la nave central que, en vez del armazón de hierro, debería hacerse de cemento armado; no fue escuchado entonces, pero el tiempo vino a darle la razón cuando en la profunda reconstrucción que se hizo después de la guerra, el arquitecto Menéndez-Pidal Álvarez la ordenó fabricar en este material. Menos suerte tuvo cuando propuso comunicar la plaza de Daoiz y Velarde con la calle de Campomanes con pasadizo, con un túnel de 50 metros, la mitad de él, bajo dicha calle. Su idea, copiada del acceso que había visto en unos grandes almacenes parisinos, nunca se llevó a efecto. Donde destacó mucho fue como autor de valiosos relatos costumbristas, reflejando la vida de Oviedo de su infancia y juventud, como el sorprendente, por curioso, relato de las Romería de las Naranjas, por san Blas y La Candelaria; o la detallada versión de la construcción de la residencia, templo y posterior torre de las Salesas. Entre estos recuerdos de infancia es importante el amplio relato de los acontecimientos que tuvieron lugar en Oviedo con el advenimiento de la Primera República. En él cuenta cómo los que formaban a la Milicia Nacional amadeísta, que el pueblo da en llamar fartones, porque ya el día 16 de noviembre de 1870, cuando llegó a Oviedo la noticia de la votación afirmativa en el Congreso, que aceptaba que el Duque de Aosta se sentase en el trono de España, hubo que ir a buscarlos a La Pega (Colloto), donde estaban comiendo «unes suculentes fabes». Dejaron «el pote» con mucho sentimiento y volvieron corriendo a Oviedo para asumir la importancia que les sobrevenía en la política local, el tener como jefe nada menor que al Rey de España. 28 Recuerda cómo, una vez establecido en Oviedo el sistema republicano, se formaron dos bandos, uno de tendencia federal, que el humor ovetense bautizó como vates, en el que predominaban los banqueros y comerciantes de la calle de Cimadevilla, y otro, que llamaron los veites, defensores del sistema unionista de Castelar, también banqueros y comerciantes, pero establecidos en la calle de la Magdalena.Toda gente de viso, de saneada situación económica, que tenían, a su vez, en la clase trabajadora, entusiastas grupos de seguidores, también enemistados entre sí, como era de esperar. Muchos de sus descendientes, reconocidos por sus apellidos, conviven con nosotros en los tiempos actuales. El Desarme de Acebal Cuanto escribe don Manuel Acebal no sólo tiene la garantía de provenir de una persona seria y creíble, también está avalado por la fecha de su publicación, ya que lo hace cuando, siendo un hombre maduro, convive con muchos ovetenses de su misma edad que, de niños, también habían presenciado los mismos acontecimientos que relataba; por tanto, testigos directos de los hechos que no dudarían en afearle su conducta en caso de falsear la verdad. Este es un caso en el que la transmisión oral cobra total credibilidad. Respecto al Desarme, Acebal escribía: La nueva milicia, como todo partido amadeista o radical, era cosa más a la moderna; sus individuos habían levantado en el estómago un altar a su ídolo, y en el mismo sitio se hallaba el depósito de sus concepciones, de sus ideas y de sus estomacales ilusiones. Los radicales amadeístas fueron maestros en asuntos de «comiciu». A la recepción de D. Amadeo en Oviedo precedió una gran fabada en La Pega (Colloto), y, después de marchar de España este rey, vino Roque con la orden de desarme precisamente la tarde que los voluntario amadeístas comieron grandes «potaos» de garbanzos y bacalao en los patios del Hospicio. De ahí parte que en la ciudad se llame «desarme» al plato de garbanzos y bacalao que en invierno acostumbran a poner en casi todos los «chigres» de la carbayonil ciudad. Este escrito fue el último de don Manuel Acebal. Murió cuarenta y dos días después, en 1925; un fallecimiento, a los 66 años de edad, muy sentido por los ovetenses.Tanto fue así que, en 1935, pasados diez años de su muerte, aún se le recordaba como buen ovetense, en una sentida necrológica publicada en El Carbayón, su periódico preferido. ¿Cuántas personas son recordadas de manera pública, con semejante fidelidad, transcurridos diez años de su muerte? Recordémoslo nosotros también por algo que dijo: «De ahí parte que en la ciudad se 29 llame “desarme” al plato de garbanzos y bacalao que en invierno acostumbran a poner en casi todos los “chigres” de la carbayonil ciudad». Porque esta broma, tan propia del humor ovetense, fue la que motivó que se diese el nombre de Desarme al potaje de garbanzos con espinacas y bacalao. Así se llamó durante 38 años, aunque en principio sólo en el ámbito más popular, a una comida que entonces no era considerada precisamente un manjar: primero, porque el bacalao era una improvisada proteína y barata que sustituía la carne, pero también porque, como menú propio de Cuaresma, al prescindir de la carne, se convertía casi en una penitencia más que comida, sacrificio ofrecido en aquellos días de recogimiento y dolor por la muerte de Cristo. Pero habrá que esperar 38 años, a 1911, para que la prensa publicase de nuevo la conjunción de la palabra Desarme y la conmemoración del 19 de Octubre. Fue cuando El Carbayón publicó el conocido anuncio: El domingo y días sucesivos en Casa Justo se ofrecerá callos y el martes. día clásicO; sirve desarme, callos, perdiz y liebre. Casa Justo estaba en el número 20 de la calle de Jesús, más abajo del lugar donde los militares ejecutaban los disparos de ordenanza, contra la pared norte del templo de San Isidoro. El establecimiento, tras un tiempo de ganada fama por la calidad de sus comidas, cambiaría de nombre y de categoría para titularse Petit Fornos y servir menús más finos y modernos; en tiempo más recientes, fue sustituido por el desaparecido bar Aspiazu, popularmente recordado, entre otras generosas ofertas, por los reconfortantes caldos que servían los días invernales. Un año después, en 1912, se anuncia la comida El Desarme en el Lagar del Forno, en la Puerta Nueva Baja, donde hay una excelente cocinera llamada Ángela La Morrina, que años más tarde se trasladaría a la calle de Jovellanos, junto a la Estación del Vasco, todo ello, Casa La Morrina y Estación, desaparecidos ahora. La evolución del funeral y El Desarme A partir de 1892, hay un hecho trascendente para la historia de Oviedo. Pablo Iglesias Pose viene a esta ciudad y organiza el Partido Socialista que, durante muchos años tendrá representantes en la Corporación Municipal, aunque en minoría. Los socialistas, fieles a sus principios, pretenden separar la Iglesia del Estado, con lo que año tras año, van a proponer que la memoria de los hechos del 19 de Octubre de 1836 se haga separando la función religiosa 30 de la cívica y patriótica. La petición socialista no tiene éxito, pero no por ello dejaron de insistir. Junto a la presencia socialista hay una especie de resurgir de los carlistas. También con representación municipal en minoría, que, en este asunto del 19 de Octubre, piden lo contrario que los socialistas: que se ampliase el ámbito de los funerales y, en vez de ser «por el eterno descanso de los leales patriotas que han perecido en esta ciudad en aquella fecha de 1836, defendiendo la libertad nacional», como se ponía en la esquela municipal, se hiciese por «las víctimas de nuestras discordias civiles», lo que los liberales entendían que «era por los que habían muerto y los que los habían matado». No prosperaron ambas peticiones al ser bloqueadas por el partido liberal, coaligado con los monárquicos alfonsinos y presididos por el sempiterno alcalde don Manuel Longoria Carbajal, el marqués de Villafría (en cuya propiedad llegó a tener como invitada a la reina Isabel II). En 1897, transcurridos 61 años del suceso de 1836, los carlistas volvieron a presentar la petición, aprovechando que el entonces alcalde, Ramón Pérez de Ayala, estaba ausente de Oviedo y ocupaba el sillón presidencial, de manera interina, el teniente de alcalde, señor López del Vallado, y en una sesión a la que asistía una exigua minoría de siete concejales de los 33 que formaban la Corporación. La maniobra dio el resultado esperado: la votación fue ganada por los del cambio por un reducido cuatro a tres. En consecuencia, el funeral, ignorando lo de los «defensores de las libertades», se anunció y celebró en memoria de todos los muertos: por los ovetenses de la Milicia Nacional, por los foráneos, como el miliciano vecino de Grado; por los soldados del Batallón de Pontevedra que estaban de guarnición en la ciudad, por los atacantes carlistas que habían iniciado el desaguisado, y por los civiles, víctimas accidentales de la contienda. El asunto provocó la ira de los liberales, encabezados por don Fermín Canella, que envió al Ayuntamiento una incendiaria carta de protesta; después lo hizo en la prensa, recordando que miembros de la Milicia Nacional eran los «Patriotas que, en 1836 ganaron para Oviedo el título de Benemérita por ley de las cortes del año siguiente» y que, desde el acuerdo municipal de 1842, los «alcaldes y concejales de todos los partidos constitucionales habían mantenido el primitivo acuerdo que ahora se pretende desfigurar». En definitiva, aboga para que no se pierda el verdadero significado, histórico y popular, de esta fecha en Oviedo. En cierta forma, el escrito de Canella fue lo contrario al bálsamo pacificador que necesitaba la ciudad, que ya estaba bastante alterada. De manera inmediata, los liberales ovetenses, junto a los familiares de las víctimas de la contienda, con don Fermín a la cabeza, acordaron, como desagravio más que 31 como provocación, celebrar una misa en la iglesia de San Tirso, que anuncian con la elocuente coletilla: «los parientes de las víctimas», para una hora después de la que el Municipio había previsto en San Isidoro. Sucedió lo que era de suponer; el funeral oficial de San Isidoro sufrió una especie de boicot, tanto de público como de autoridades (ni siquiera hubo las descargas militares de ordenanza) y a las diez de la mañana, cuando la Corporación Municipal salió del Ayuntamiento en reducido número, presidida por el alcalde en funciones que iba acompañado de los concejales votantes del cambio: señores Cabeza, Montero Blanco y Menéndez de Luarca, «Al cruzar por la plaza en dirección a la iglesia de San Isidoro, de algunos grupos de espectadores, partieron silbidos y gritos de “¡Viva la libertad! ¡Abajo la reacción!”». Después, a la salida del templo, «mayor fue el griterío al terminar la función religiosa, aparecieron en las puertas del templo, los maceros y resto de la comitiva municipal, partiendo en ese momento gritos y silbidos ensordecedores de la multitud». Se promovió entonces un incidente que ocasionó carreras y sobresaltos, cuando el cabo de la guardia municipal pretendió detener a uno de los manifestantes. No lo pudo conseguir, porque se lo arrebataron las turbas a viva fuerza. Para evitar mayores disgustos e inspirándose acaso en motivos de prudencia, dado el estado de excitación de los ánimos, el alcalde y concejales se retiraron al interior del templo, mientras los maceros y guardias municipales pudieron entrar en las Consistoriales tomando distintos caminos. En la Plaza continuó la algarada de protesta hasta las doce menos cuarto, al dirigirse la mayor parte a la iglesia de San Tirso, para asistir a la misa previamente anunciada por las familias de los liberales patriotas que perecieron en tan memorable día. El funeral de la iglesia de San Tirso puso el templo lleno a rebosar, con los lugares de preferencia ocupados por los familiares de los fallecidos y los representantes de los partidos políticos, donde estaban mezcladas ideologías tan dispares como los monárquicos alfonsinos, los liberales y los progresistas, además de una importante presencia del pueblo, en donde estaban todas las clases sociales. Entre los notables, podemos citar a personajes de la categoría de Fermín Canella, cuya carta del día anterior habían firmado los presentes en San Tirso, Longoria Carbajal (el monárquico alfonsino, tantas veces alcalde de Oviedo); Sarandeses (prestigioso boticario), Cuesta Olay (ex-alcalde), González Alegre (don Pepito, recalcitrante republicano); Clavería (afamado médico), Carlos Berjano (abogado criminalista y notorio clerical); Villazón (importante propietario), Doiztúa (dueño de la mina y fábrica de yeso de Llamaquique), Cima (pujante industrial, que sería alcalde de Oviedo); los señores Buylla (don Arturo, 32 don Manuel y don José), Landeta (progresista, otro futuro alcalde), Bances (exalcalde), Salmeán (eminente ex-rector de la Universidad de Oviedo); los Díaz Argüelles y Candanosa (don Manuel, ex-alcalde, y don Carlos), García Braga (don José y don Genaro), López Planas (polémico concejal), Estrada-Nora (don Rafael), Faes,Vallina, Peso (político local), Álvarez Armán (médico), Sarandeses Álvarez (boticario), Argüelles (el popular Manolín, boticario), Alvaré (don Victoriano, banquero), Valdés (don Fernando y don José), Valdés (don Facundo), Arango Blanco (importante propietario), Melero Laruelo (de la prensa), Uría (político), Riego Álvarez (don Melquiades), político de signo republicano; Díaz Ordóñez (don Agustín, ex-alcalde); Olay Ordóñez (don César y don Julio); Olay (don Urbano y don Pelayo); Alas Pumariño (don Nicanor y don Horacio); Cano Valdés (don Ramón, joyero y relojero); Álvarez Santullano (político); Alas (Leopoldo Clarín y Genaro); Cabo (veterano sargento miliciano); Guisasola, Pumares (médico), Collera (don Federico y don Francisco), Martínez Elorza; Acevedo y Huelves (escritor costumbrista), y muchos más, entre ellos, algunos veteranos de la Milicia Nacional, ex-combatientes de los sucesos de 1836. A la salida de San Tirso, se organizó una manifestación espontánea, a la cabeza de la cual se puso el señor Longoria Carbajal, portando una corona de laurel, con cintas con los colores nacionales, destinada a ser colocada en la iglesia de San Isidoro, en el mausoleo de los restos de los nacionales Canella, Aguirre, Gana y Quiñones. Los manifestantes siguieron el recorrido de las calles de Sanz y Forés (esta desaparecida, como tal, al quedar la calzada incorporada a la plaza de la Catedral), Rúa y Cimadevilla, dando vivas a la libertad y mueras a la reacción y a los carlistas; al llegar a la Plaza y encontrar cerradas las puertas de la iglesia de San Isidoro, tomaron el acuerdo de entrar en el Ayuntamiento, lo que consiguieron sin la menor oposición, para colocar la corona en el salón de sesiones, debajo de la lápida de mármol en que se hallan esculpidos los nombres de los nacionales que habían muerto en las calles de la ciudad, en octubre de 1836. En la siguiente junta municipal, esta vez con la presencia masiva de concejales, se acordó volver a la celebración funeraria tradicional, pero únicamente por los «defensores de la libertad». La ponencia había sido presentada por el señor Longoria Carvajal, con carácter urgente, en nombre del partido liberalconservador silvelista, con el añadido (lo que también se aprueba) de que allí se mantenga la corona hasta el día de la celebración del aniversario próximo, que sería conducida al templo por la Milicia Nacional, precedida de los maceros. El señor Berjano pidió que la aprobación definitiva fuese nominal y, sometida a votación, fue aprobada de manera unánime por los 17 concejales presentes. 33 Entre las noticias que afloran este año de 1897, se recuerda que el 19 de octubre de 1836, además de los tres miembros de la Milicia Nacional por los que el Ayuntamiento hace el funeral, hubo otras víctimas, como los seis soldados del Provincial de Pontevedra que perecieron abrasados en la casa de La Puerta Nueva, y el miembro de la Milicia Nacional que no era de Oviedo, el granadero nativo y vecino de Grado, a donde fue trasladado su cadáver para darle sepultura. Hay otros muertos, civiles sorprendidos por la violencia de la contienda. Todo ello, sin contar las bajas de los carlistas atacantes, más difíciles de cuantificar. Se supo, también, de la muerte del anciano don Bernardo Soto, de 71 años de edad, enfermo y achacoso, que vivía en la última casa de la calle de La Vega (Azcárraga), abajo, a la izquierda. Su muerte sucedió a última hora de la tarde del 19 de octubre de 1836, cuando la lucha se había trasladado de la parte alta de la ciudad (los mesones de la Puerta Nueva) a la parte baja, donde los carlistas avanzaban ocupando las casas finales de la izquierda de la calle de la Vega, buscando posicionarse para el ataque al monasterio benedictino, que Pardiñas había convertido en fuerte. La última casa, como todas las de la población, se hallaba cerrada y visto que nadie abría, pese a los golpes dados con el fusil, a culatazos, el jefe carlista al mando del grupo hizo derribar la puerta a balazos. Al entrar, tras ella, encontraron muerto al dueño de la casa, don Bernardo Soto, de 71 años de edad, quien por razones de edad y salud no había podido descender del piso con el apremio solicitado, para franquearles el paso. «¡Caramba! Hemos muerto a un sacerdote», exclamaron los atacantes, sorprendidos. Los carlistas, excitados por el fragor de la batalla, pero católicos practicantes, quedaron abrumados por haber matado a un anciano al que creían cura, por vestir traje talar. En efecto, Soto era un modesto clérigo de prima que había dedicado su vida a hacer el bien, muy aficionado a la mecánica, talla en madera, escultura, pintura y dorado, que además había montado en su casa un pequeño teatro, con tramoya profusa de madera y cartón, para distracción de los niños y mayores del barrio. Incluso tenía una capilla propia, en la que veneraba la imagen de Nuestra Señora. Esta víctima inocente de las «contiendas civiles» fue recordada en 1897 con triste sentimiento, más aún cuando se explicó que, según consta en los libros parroquiales, ni siquiera tuvo funeral… ¡por pobre! Los callos y El Desarme El anuncio de que los restaurantes de Oviedo servían callos todos los años, a partir del 19 de octubre, aparece ya en la prensa local del último tercio del 34 siglo xix. Cierto es que hay algunos restaurantes reacios a anunciarse, como en 1888, el prestigioso comedor del Hotel Francés, de la calle de Jovellanos, que no ofrece los callos, pero sí arroz a la valenciana y ostras, a cuatro reales la docena. Pero sí lo hace otro tan prestigioso o más, como es el Trannoy, de la calle de Altamirano, que propone, muy finamente por cierto, «Vaeux au olives» (sic) y ostras traídas de Arcachón (Francia); también anuncia que comienza la temporada de callos. El anuncio coincide con la publicación de la esquela municipal en la prensa, en cuyo texto, olvidando rencillas pasadas, explica de manera diplomática, que el aniversario de los funerales será «por las ilustres víctimas». Un año más tarde, el Hotel Francés ya ofrece «pollos con setas» y callos; el restaurante Trannoy, «cibet de liebre»; y el Hotel Manteola (después Hotel Inglés; ahora, tras el desastre revolucionario de 1934, edificio reconstruido conocido como Casa del Termómetro), «filetes de ternera a la Vilrrua» (sic) y, para el día siguiente, ya iniciada la temporada de callos, galantina de capón, callos y uñas cerdo. Los anuncios de oferta de callos se van incrementando con establecimientos que serán típicos de Oviedo, como Casa de la Moscona, en la calle de la Universidad (ahora, Ramón y Cajal), Casa de Juan Miaja, en los bajos del Hotel Francés, de la calle de Jovellanos, 1; lo mismo que una taberna, sin nombre, establecida en La Luneta (ahora, Arzobispo Guisasola). Otros, más finos, como el Hotel Trannoy, en 1907, además de los callos a la española ofrecía una variedad de platos de elevada distinción gastronómica. Al año siguiente, el restaurante La Mallorquina, en su nueva dirección en la plaza de La Escandalera, 1 (a donde se había mudado desde su primitivo emplazamiento en la calle de San Antonio), negocio que, además de restaurante es pastelería y sirve comida a domicilio, también oferta callos a la española, perdiz con verdura, pollos a la cazadora y liebre. A todo esto, el funeral, que se anuncia de manera novedosa, «por los caídos en defensa del Trono Constitucional» cada vez tiene menos asistentes; faltan hasta los concejales, pese la invitación que les hace el alcalde en persona. Ante esta situación, con poco respeto, pero con toda justicia, sentencia la prensa: «A comer los callos irían más». Mil novecientos once es un año trascendente para la historia del Desarme moderno porque, mientras el restaurante Trannoy proclama que sus callos son «riquísimos» y, como contrapunto, ofrece ostras frescas, Casa Justo López, en la calle de Jesús, 20, publica el sorprendente anuncio, tal cual: El domingo y días sucesivos en Casa Justo se ofrecerá callos y el martes. día clásicO; sirve desarme, callos, perdiz y liebre. 35 Es la primera vez que aparece escrita la palabra Desarme para titular lo que habrá de devenir en el actual elemento festivo-gastronómico, asociado al acontecimiento bélico del 19 de octubre de 1836, aunque ahora se prescinde del funeral por los caídos en aquella acción bélica. En la calle de Jesús, un poco más arriba del establecimiento de Justo López, los soldados de la guarnición de Oviedo seguían disparando contra la fachada del templo de San Isidoro, haciendo las descargas de fusilería de ordenanza. Pocas horas después, en el establecimiento de Justo se servirá lo que se anunciaba en la prensa por primera vez: el popular potaje de garbanzos con espinacas y bacalao, que el pueblo de Oviedo, con su tradicional sentido del humor, ha bautizado en recuerdo del guiso que estaban comiendo las Milicias Nacionales amadeístas en 1873, cuando se produjo su casi cómico desarme. Digámoslo con más contundencia: el Desarme gastronómico actual, el que se rememora cada 19 de octubre, tiene sus raíces en la renuncia de Amadeo I de Saboya al trono de España, lo que produjo el desarme de la Milicia Nacional amadeísta cuando, tras la instrucción semanal, estaban comiendo el ya célebre potaje de «garbanzos con espinacas y bacalao»; también en la implantación de la Primera República española, lo que sucedió de manera inmediata. Claro que esto sucedió en fecha tan distinta como el 11 de febrero de 1873. Porque la del 19 de octubre se toma por el solemne funeral que el Ayuntamiento de Oviedo hacía por los milicianos nacionales ovetenses que habían sucumbido durante el ataque carlista del 19 de octubre de 1836.Todo ello, asociado además con la apertura (por entonces) de la temporada oficial de comer los callos, es lo que se conmemora en Oviedo, sin saberlo la mayoría de los comensales, cuando se degusta el Desarme. * * * Durante algunos años deja de anunciarse el Desarme en la prensa, pero aumentan los avisos de los callos; lo hace Casa Bango, en Fontán, 8 (más bien, en el Arco de los Zapatos). También repite Casa Justo, promocionándose al indicar que su local tiene teléfono, que recibe las llamadas al número 222; es un progreso tecnológico importante, aunque todavía hay pocos aparatos en Oviedo. La duda que nos surge es ¿desde dónde llamarían, en aquella reducida población, en la que la estación del ferrocarril del Norte estaba tan alejada que hasta pusieron un tranvía de mulas para más cómodo acceso de los viajeros? Mientras los anuncios en la prensa de la apertura de la temporada de callos del 19 de octubre se producen año tras año, la de comer el Desarme ha desaparecido. Ni siquiera lo publica Justo López, el pionero. Ello no quiere decir que se abando36 nase la costumbre de comer los garbanzos con espinacas y bacalao, porque el plato humorísticamente bautizado con este nombre, sigue cocinándose en los domicilios particulares durante gran parte del año y, en especial en tiempo de Cuaresma e, incluso, con carácter simbólico y modesto, el 19 de octubre de cada año. Habrá que esperar once años después del ensayo publicitario de Justo López, para que reaparezca de manera esporádica. Lo hacen, el 19 de octubre de 1922, dos prestigiosas casas de comida: Marica Uría, en la esquina de las calles Schulz-Porlier y el Gran Café Restaurante de la plaza de Riego, 6. Ambos establecimientos informan que el día 19 proporcionaran como menú los callos y el Desarme; el resto de la temporada, callos solamente. Otro vacío en los anuncios nos traslada al año 1930, cuando en el Hotel Covadonga de la calle de Mendizábal esquina a San Francisco se programaba el elegante Te-Baile, así llamado por razones políticas los antiguos The dansant (sic), tan de moda entre la llamada «clase bien». En otra esfera social, más modesta, el popular Bar Rosa (tan conocido era que no necesitaban anunciar el domicilio) de manera escueta y un tanto equívoca ofrece el primer día de callos y Desarme. La duda surge por la novedad de que ofreciese el Desarme más días que se asignaba al día 19 de octubre. En 1931, cuando hacía siete meses que se había implantado la Segunda Republica en España, El Manantial, establecimiento de reconocida solera ovetense, anuncia que servirá callos y Desarme. Lo que repite en 1933, en este caso otra vez también en Casa Bango, de Fontán, 8. Luego vendrá la Revolución de 1934, en la que, para ser rigurosos, hemos de decir que el funeral se suspendió por razones obvias, porque en el Oviedo del 19 de octubre había una tarea más apremiante: apagar los rescoldos de los incendios y restañar las heridas de las voladuras con dinamita que se habían ocasionado tras la más que una dolorosa revolución. En 1935, se produce otro silencio en los anuncios del menú, tanto del Desarme como de los callos, aunque sí se celebró el funeral. En octubre del año siguiente, Oviedo, que estaba cercada desde julio, festejaba otro acontecimiento: que las Columnas Gallegas habían logrado entrar en la ciudad, mientras los moros lo contemplaban desde el alto del Picu del Paisano. Se había roto el cerco y dado un poco de esperanza a quienes habían estado sometidos a demasiados cañonazos y bombardeos. De momento, era un respiro porque todavía quedarían casi doce meses de cruel asedio. Fue el final de un Desarme casi pintoresco iniciado en el siglo anterior, que cuando se quiso recuperar, nació con el estigma del olvido de sus orígenes: una broma más del sentido del humor de los ovetenses. Muchas gracias. 37 38 39 40 LA BALESQUIDA: HISTORIA Y TRADICIONES NOTICIAS DE LA ANTIGUA CAPILLA DE LA BALESQUIDA Erigida en 1614-1615 por planos el arquitecto Gonzalo de Güemes Bracamonte (1576-1638), estuvo en pie hasta 1725, en que fue reemplazada por la actual javier gonzález santos El año pasado dábamos comienzo a nuestra colaboración en el portfolio de fiestas de la Sociedad Protectora de La Balesquida refiriéndonos a la construcción de la actual capilla de la hermandad, edificada en 1725-1726 por el arquitecto Pedro Muñiz Somonte, y de las sucesivas reformas acometidas en ella hasta nuestros días.Ahora toca volver la vista atrás, más atrás que antes, pues, siguiendo con la historia monumental de la capilla de Nuestra Señora de la Expectación, voy a hablar de la precedente a la que conocemos y que yo considero que sería la tercera de las cuatro que pudo haber, teniendo en cuenta la época y las etapas constructivas que conoció este popular enclave ovetense: la original, de finales del primer tercio del siglo xiii (alrededor de 1232); alguna reforma en la Baja Edad Media (siglo xv) o ya entrado el siglo xvi (sobre 1525, anota Canella), tras el incendio de la ciudad de 1521; esta de la que vamos a tratar, de 1614-1615, y la barroca actual. Como comentábamos entonces, pese a su importancia y protestas de antigüedad, prestigio y orgullo ciudadano, poco interesó a nuestros cronistas trazar la historia de esta hermandad y estudiar su patrimonio, tanto mueble como inmueble. Con esta segunda entrega y alguna otra que prometo, trataremos de paliar esta secular carencia y recoger el testigo que dejaron pendiente de relevo historiadores balesquidos de la talla de Ciriaco Miguel Vigil, Fermín Canella (este, ¡hace hoy un siglo!) y, a lo último, don Juan Uría Ríu. Como es sabido, el solar que ocupa la capilla de La Balesquida (y también el de su desaparecido hospital) es el mismo desde la etapa fundacional en el siglo xiii: se erigió «cerca de la torre de Castillo Real, cabe la calle y camino público que va a la iglesia de Santa María del Campo, de una parte; y de otro lado de arriba está casa del monasterio de San Vicente, y de la otra parte delante está casa de Bartolomé Martínez», leemos en una copia de 1724 del 43 documento fundacional fechado en 12321. Don Fermín Canella (Oviedo, 1849-1924), que registró el archivo de la cofradía, refiere que «el modesto templo» fue renovado «en 1525, 1602 y 1729 y otras veces, siendo la última por suscripción de hermanos y devotos en 1876»2. De las dos últimas reconstrucciones dimos cuenta el año pasado y conciernen al edificio actual; de las anteriores, no quedan vestigios: solo testimonios documentales. Pero a esas obras enumeradas por Canella hay que añadir otras, asimismo importantes y de entidad, acometidas en 1614-1615 y con proyecto de un conocido e importante arquitecto: Gonzalo de Güemes Bracamonte. De ellas, que conformaron la capilla previa a la actual, es de lo que vamos a tratar. Como dije en la vez anterior, también hace años que conozco estos documentos. Pero ha sido ahora cuando, alentado por nuevos hallazgos de mi alumno, el doctor don Pelayo Fernández, me decido a recrear este capítulo desconocido de la historia constructiva de la capilla de La Balesquida. A su desinteresada contribución y amistad debe este trabajo su concreción y el estímulo para ponerlo por escrito. Y quiere ser este, un sillar más en la reconstrucción de la historia de la arquitectura regional de los siglos xvi, xvii y xviii que en estos últimos años venimos acometiendo varios investigadores formados en la Universidad de Oviedo, como María Isabel Pastor Criado, Yayoi Kawamura,Vidal de la Madrid y, en menor medida, yo mismo, alumnos, los tres últimos que hemos sido del profesor Germán Ramallo, iniciador de estos estudios en la década de 1970. Gonzalo de Güemes Bracamonte, el arquitecto de la antigua capilla de La Balesquida De Gonzalo de Güemes Bracamonte ya dio noticias Juan Agustín Ceán Bermúdez (Gijón, 1749-Madrid, 1829), el primer historiador de la arquitectura española. En las adiciones que hizo a la publicación del manuscrito de Eugenio Llaguno, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Res1 Lo transcribió Ciriaco Miguel Vigil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática, Oviedo, Imprenta del Hospicio Provincial, 1887, tomo I, pág. 129, ilustración C 1.ª, por la copia que hizo su padre, Juan de Dios Miguel Vigil (1797-post 1869) en 1841; por ella se hicieron todas las posteriores. El pergamino original no se ha conservado. 2 Fermín Canella y Secades, «Noticias de la antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de la Balesquida fundada en Oviedo en el siglo xiii por doña Balesquida Giráldez» [Oviedo, 1915], ahora en Obras completas, II. Oviedo, edición de Florencio Friera Suárez, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos – Universidad de Oviedo – KRK Ediciones, 2011, pág. 908. 44 tauración, documenta la intervención de Juan Güemes Bracamonte en Gijón (el nombre de pila es un lapsus o una errata de imprenta no advertidos, porque en otro lugar de las Noticias se refiere a él como Gonzalo Güemes Bracamonte y los documentos conocidos de esta capilla, así lo corroboran): dice que «Juan Güemes Bracamonte construyó en los años de 1626 y 27 la linda capilla llamada de la Barquera, que está en la villa de Gijon, principado de Astúrias, á expensas de Alonso Ramirez de Llanos, y Doña María de Jove Argüelles, sus fundadores. Es de sencilla y arreglada arquitectura del orden toscano, con dos puertas, una en el costado que mira al norte, con su espadaña por remate, y otra á los pies, que mira al oriente. Tiene tres altares, y la escultura del mayor es del célebre Luis de Vega; y dos nichos con los bultos de piedra de los dichos fundadores.»3. La capilla de La Barquera fue demolida en 18994 y el retablo de Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, hacia 1601-Oviedo, 1675) también se perdió, pues, desde 1898 se hallaba instalado en la capilla de Ánimas del templo parroquial de San Pedro, destruido en 24 de agosto de 1936. Pese a esta temprana noticia, será solo a partir de las dos últimas décadas del siglo xx cuando se comenzó a tener constancia de la personalidad de este personaje y de su verdadero alcance en la historia de la arquitectura regional5. Gonzalo de Güemes Bracamonte (Güemes, Santander, hacia 1575/1576 – ¿Oviedo?, 1638) fue maestro fontanero de Oviedo durante un tercio de siglo, entre 1605 y 16386. Su avecindamiento en la capital de Asturias parece que pudo estar relacionado con la construcción del colegio de la Compañía de Jesús. Las primeras noticias profesionales que se tienen de él lo vinculan con la iglesia del Colegio del Cardenal, en Monforte de Lemos (Lugo), donde en 5 de mayo de 1598, junto a Diego Vélez (hacia 1549-Monforte de Lemos, 1600), maestro mayor de la catedral de Oviedo desde 1580, figura como ofi3 Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su Restauración, por el Excmo. Señor D. Eugenio Llaguno y Amírola, ilustradas y acrecentadas con notas, adiciones y documentos por Juan Agustín Ceán Bermúdez, tomo III, Madrid, 1829, pág. 188. 4 María Prieto Vergara, Inventario-catálogo de las capillas populares y señoriales en el concejo de Gijón (Asturias), Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias, 2013, pág. 56. 5 Un repertorio de noticias biográficas y profesionales de Güemes Bracamonte hasta 1991 es el que brindan María del Carmen González Echegaray y otros, Artistas cántabros de la Edad Moderna. Su aportación al arte hispánico (diccionario biográfico-artístico), Santander, Institución Mazarrasa – Universidad de Cantabria, 1991, pág. 284. Este diccionario mantiene una entrada para Juan Güemes Bracamonte (ibídem) que, como quedó dicho, en realidad, es el propio Gonzalo. 6 Para su vida y obra, véanse, entre otros y principalmente a María Isabel Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias, 1987, págs. 189-190 y 195, notas 46, 47, 50, 51 y 52; y Yayoi Kawamura, Arquitectura y poderes civiles: Oviedo, 1600-1680, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2006, págs. 30, 49-52 y 66. 45 cial a las órdenes del padre Juan de Tolosa (Salamanca, 1548-Oviedo, 1598), maestro a la sazón del Colegio de Oviedo, en la construcción del templo de Nuestra Señora de la Antigua, en el Colegio de la Compañía de Monforte7. Juan de Tolosa falleció en Oviedo en 1598 y las obras en el Colegio del Cardenal se interrumpieron entre 1600 y 1608. Pero en 1599, Güemes Bracamonte ya andaba por Asturias, acaso comprometido con la conclusión del Colegio de San Matías de Oviedo (S. I.) y el comienzo de las obras de la iglesia (actual templo parroquial de San Isidoro el Real), cuya construcción tanto se dilataría. Güemes Bracamonte estuvo casado con María de la Bárcena, hija de Pedro de la Bárcena Hoyo (Güemes, Santander, 15¿? – ¿Oviedo o Güemes?, 1605)8, maestro de las fuentes de Valladolid y Oviedo. Pedro fue primo y el colaborador más estrecho de Gonzalo de la Bárcena (Güemes, Santander, hacia 1530 – ¿Valladolid?, 1597), fontanero mayor de las ciudades de Valladolid y Oviedo, y que a lo último, en 1593, alcanzó el título de fontanero del reino. Desde 1582, Gonzalo de la Bárcena fue responsable de la traída de aguas a Oviedo desde las fuentes de Fitoria, Ules y Boo, en la Cuesta del Naranco, de la construcción del monumental acueducto de Los Pilares (1587/1588-1591), demolido en 1915 y 1918, y de cuatro fuentes en la ciudad (las de la plaza Mayor, Cimadevilla, plazuela de la Catedral y Corrada del Obispo, esta última, iniciada pero no acabada)9. 7 Pablo Pérez Costanti, Diccionario de artistas que florecieron en Galicia durante los siglos xvi y xvii, Santiago, Imprenta, Librería y Enc. del Seminario C. Central, mcmxxx [1930], pág. 593. Antonio Bonet Correa, La arquitectura en Galicia durante el siglo xvii, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1966 (reimpreso en 1984), págs. 180-182. Agustín Bustamante García, La arquitectura clasicista del foco vallisoletano (1561-1640),Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1983, págs. 267-268. Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 186 y 189, y nota 49 (pág. 195), pero con la referencia equivocada. Celestina Losada Varea, La arquitectura en el otoño del Renacimiento: Juan de Naveda (1590-1638), Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santander, 2007, págs. 37 y 288, nota 834. 8 Ya consta fallecido en 6 de mayo de 1605 (Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 195, nota 50). 9 Las obras de la Fuente de Fitoria (como fue llamada esta traída) se dieron por acabadas en 1611, ya bajo la dirección de Gonzalo de Güemes (Ciriaco Miguel Vigil, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889, núms. 687, 689 y 690, pág. 422; hay reed. facsimilar: Oviedo, Alvízoras Llibros, 1991). Para la Fuente de Fitoria, vid. María Isabel Pastor Criado, «El acueducto de los Pilares de Oviedo», Liño. Revista anual de Historia del Arte, 7, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1987, págs. 3954, y José Manuel Fernández Álvarez, La Fuente de Fitoria: el problema de abastecimiento de agua a la ciudad de Oviedo (1568-1613), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1996, pássim. Y para los Bárcena, Cristina Heredia Alonso, Las traídas de aguas en el Cantábrico occidental en la Edad Moderna: Gonzalo de la Bárcena, fontanero del rey, tesis doctoral leída en la Universidad de Oviedo en 26 de septiembre de 2014 (inédita). 46 Repatriación del batallón del Principado de Asturias procedente de Cuba. Gijón, muelle de Fomento, octubre de 1898. Fotografía anónima, 167 × 227 mm. Gijón, Museo del Pueblo de Asturias (fototeca, núm. de registro: 17.453). Entre el monumento-fuente de Don Pelayo y el arco de recepción a los excombatientes, se alza la fachada de la capilla de La Barquera, demolida unos meses más tarde. Entre los primeros trabajos arquitectónicos que se han documentado de Güemes Bracamonte, está el claustro (inacabado) del antiguo convento de San Francisco (hoy, parroquia de San Nicolás de Bari) en Avilés, por diseño del arquitecto Domingo de Mortera (Omoño, Ribamontán, Santander, hacia 1560 – Oviedo, 1608), contratado en 159910. Pero en 1604, Güemes traspasó lo que quedaba por construir a su cuñado Domingo Vélez de Biloña (muerto en 1624), maestro de cantería, porque «al presente se me ofreçe jornada a la corte de Su Majestad e no puedo por mi persona asistir en la dicha obra»11. 10 En 12 de septiembre de 1599 se remató en él la obra de la crujía septentrional de este claustro (Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 151, 189 y 192, y documento xxx, págs. 245-246). Al año siguiente (en 2 de octubre de 1600), se contrató con el propio Güemes la hechura del lienzo oriental (Pastor Criado, Ídem, págs. 151-153, y documento xxxii, págs. 248-249). 11 Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 153 y 190. Raquel Alonso Álvarez, La arquitectura franciscana en Asturias: de la fundación a la Desamortización, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1995, págs. 121-122 y 131. 47 La corte de Felipe III residía por entonces en Valladolid y esta ausencia sería para servir a su suegro, Pedro de la Bárcena (¿acaso enfermo o impedido?), en la traída de aguas de esa ciudad. Y a su muerte (abril o comienzos de mayo de 1605), le sucedió como fontanero de Oviedo12. Un poco más adelante se documenta la reforma del remate y la construcción de la espadaña en la torre-campanario, así como otros trabajos de acondicionamiento y mejora de la colegiata de Santa María la Mayor, en la villa de Salas (1608-1609), fundación del arzobispo don Fernando de Valdés, cuyas condiciones de obra fueron redactadas por el escultor Juan Ducete y el arquitecto Pedro de la Haza13. Siguen la construcción del hospital y capilla de la cofradía de Santa María Magdalena, en Oviedo (1610-1611)14; una celda y la cabecera y crucero del templo monasterial de Nuestra Señora la Real de Las Huelgas, en Avilés, de madres cistercienses, remozados tras un incendio, ambos trabajos según ideas y diseños propios, en 1606 y 1610-1613, respectivamente; y aun aparecerá vinculado a la fábrica de este cenobio en 163815. El monasterio fue demolido en 1869. De este momento (1613-1617) también sería, en opinión de Raquel Alonso, el proyecto de la monumental capilla funeraria del señor Pedro de Merás y de la Plaza († hacia 1613), capitán de infantería en Flandes, maestre de la plata en la carrera de Indias y capitán general de Honduras (1598), en el convento de San Francisco de Tineo (desde 1880, templo parroquial de San Pedro). Fue erigida por su cuñado Domingo Vélez de Biloña († 1624) y estuvo advocada a la Asunción de Nuestra Señora (sede, posteriormente, de capilla de la Orden Tercera)16. 12 Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 195, nota 47. 13 Javier González Santos, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias (1575-1625). El legado artístico del arzobispo Valdés Salas y el escultor toresano Juan Ducete Díez, Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 1997, págs. 93-96, y documentos iv y v, págs. 137-145. 14 Yayoi Kawamura, «El hospital de la Magdalena de Oviedo y la contribución del arquitecto Gonzalo de Güemes Bracamonte (1610)», Liño. Revista anual de historia del arte, 15, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2009, págs. 9-23. 15 Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 190. Sabina Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», en Vidal de la Madrid Álvarez (coordinador), El patrimonio artístico de Avilés, Avilés, Casa Municipal de Cultura, 1989, págs. 73 y 74 (reproducción del diseño original de Güemes para la cabecera del monasterio de Las Huelgas). María del Pilar García Cuetos, Arquitectura en Asturias (15001580): la dinastía de los Cerecedo, Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1996, págs. 135-137. Vidal de la Madrid Álvarez, «La arquitectura de Avilés en la Edad Moderna», en María Ángeles Faya Díaz (coordinadora), Las ciudades españolas en la Edad Moderna: oligarquías urbanas y gobierno municipal, Oviedo, KRK Ediciones, 2014, págs. 480-481. 16 Alonso Álvarez, La arquitectura franciscana en Asturias, 1995, págs. 130-133. 48 Güemes también trabajó para su patria chica: de 1617 es el diseño de la capilla mayor del templo parroquial de SanVicente de Güemes, donde fue bautizado (recrecida en 1668), hecho en colaboración con el maestro Juan Alonso de Viadero17. Igualmente, a partir de 1620 intervino con otros colegas montañeses (Juan de la Pedriza, Juan de Cajigal, Hernando de la Huerta y Juan del Aro) en la ampliación de la iglesia parroquial de San Félix de Candás, extendiéndola hacia los pies, con un coro y una nueva fachada de cantería con espadaña, trabajos concluidos en 1622-162418, pero que no se conservan: el templo fue destruido en 1936. La citada capilla de la Natividad de Nuestra Señora (vulgo, de La Barquera), en Gijón, de 1626-1628, asimismo desaparecida, data de esa década. Importante por el cliente y significación monumental fue la ampliación de las antiguas casas de Miranda, en la calle de San Juan (Oviedo), ordenada por don Diego Fernández de Miranda († 1632), señor de la casa de Miranda y caballero de la orden de Santiago, en 1628-1630, y que construyó el maestro de cantería Francisco de Horna19. Aunque muy transformado, se integró en el actual palacio de Valdecarzana-Heredia, sede de la Audiencia Territorial de Asturias. Por último, diseñó la capilla mayor del santuario de Nuestra Señora de Contrueces (Gijón), comenzada en 1638 y acabada en 1640 por los maestros de cantería Francisco de Cubas y Simón Tío, vecinos de Suesa, en la Merindad de Trasmiera (Santander)20. Su prestigio y cualificación de arquitecto fueron muy estimados en la región y contó con el apoyo de los clientes más exigentes y distinguidos. Así, Güemes Bracamonte fue el primer facultativo del que la catedral de Oviedo requirió opinión y diseños para la construcción de la nave del trasaltar (o girola) en julio de 1617. No fueron, empero, los suyos los elegidos, sino los de Juan de Naveda 17 Miguel Ángel Aramburu Zabala, Celestina Losada Varea y Karen Mazarrasa Mowinckel, Junta de Siete Villas. Bareyo, en Julio J. Polo Sánchez (director), Catálogo del Patrimonio Cultural de Cantabria, tomo II, Santander, 2001. 18 El aviso lo traen Carlos González de Posada, Noticias históricas del concejo de Carreño [manuscrito de 1792]; edición preparada por Marino Busto García, «Monumenta Histórica Asturiensia, xxiv», Gijón, Editorial Auseva, S. A., 1989, pág. 53 (hay otra edición, a cargo de David Pérez-Sierra González: Candás, 1997, págs. 101-102), y Fermín Canella y Secades, «Carreño», en Octavio Bellmunt y Traver y Fermín Canella y Secades, Asturias: su historia y monumentos; bellezas y recuerdos; costumbres y tradiciones; el bable, etc., tomo III, Gijón, 1900, pág. 217a. 19 Vidal de la Madrid Álvarez, La arquitectura de la Ilustración en Asturias: Manuel Reguera (1731-1798), Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 1995, pág. 146, nota 263; Íd., «El palacio de Miranda-Valdecarzana y la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de Grado», Liño. Revista anual de arte, 11, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2005, págs. 106 y 110; y Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 30 y 171. 20 José María Canal Sánchez-Pagín, «Nuestra Señora de Contrueces: dos páginas de la historia de Gijón», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 90-91 y 92, año XXXI, Oviedo, 1977, págs. 262-263, y documentos 3-5, págs. 754-761. 49 (San Mamés de Aras, Junta de Voto, Santander, hacia 1590 – León, 1638), «maestro mayor de su Majestad de obras reales de cantería», que inició los trabajos en la primavera de 1621. Pero todavía en 1628, durante el proceso de construcción de esta nave, Güemes hizo una inspección de las obras por orden del Cabildo por la que se le libraron 100 reales en 23 de mayo21. Esa relación profesional de Güemes con Naveda no fue ocasional: se remonta a 1622, cuando el primero avaló al segundo en la escritura de obligación para la construcción de las nuevas casas de Ayuntamiento de Oviedo22.Y en su condición de fontanero y maestro mayor de la ciudad, Gonzalo de Güemes supervisó la construcción y, a lo último, intervino en la tasación de ellas (ala occidental y arco de Cimadevilla), cuyos trabajos dieron comienzo en 1622 y concluyeron en 163323. De nuevo trabajó Güemes para la catedral en 1637; fue entonces cuando redactó las condiciones para reformar la antigua capilla de Santiago o de «entierro» de los Peregrinos (demolida en 1928), que estuvo adosada al muro exterior de la sala capitular de la catedral de Oviedo, dando frente a la calle de San Vicente24. Como yerno de Pedro de la Bárcena Hoyo, Güemes Bracamonte fue competente en arquitectura hidráulica e hidrostática, quedando a su cargo las fuentes y encañados de la ciudad de Oviedo desde 1605 (a raíz del fallecimiento de su suegro)25 y de Gijón. Antes, entre 1604 y 1611, había intervenido en la fontanería de la villa de Avilés (mantenimiento de la traída del manantial de Valparaíso y construcción de la fuente del barrio de Sabugo). En Oviedo, fue responsable de la finalización del acueducto de la Fuente de Fitoria y, a partir de 1617, de la conducción de aguas desde el manantial de La Granda de Anillo, en la parroquia de San Estaban de la Cruces, al sur de la ciudad, sobre el camino real de Castilla26. 21 Germán Ramallo Asensio, La arquitectura civil asturiana: Época Moderna, «Colección Popular Asturiana, 44», Salinas (Asturias), Ayalga Ediciones, 1978, págs. 103 y 216, nota 21. Íd., «El Barroco», en Francisco de Caso et alii, La catedral de Oviedo I. Historia y restauración, Oviedo, Ediciones Nobel, 1999, págs. 141, nota 1, 141 y 142, nota 11. Losada Varea, Juan de Naveda, 2007, págs. 37, 76 y 288. 22 Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 83. Losada Varea, Juan de Naveda, 2007, págs. 309 y 310. 23 Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 81b, 83a y 89. 24 Yayoi Kawamura, «La capilla del entierro de los Peregrinos en la catedral de Oviedo», en Germán Ramallo Asensio (editor), Las catedrales españolas: del barroco a los historicismos, Murcia, Universidad de Murcia, 2003, págs. 297-311, especialmente, las págs. 300-301. 25 Un acuerdo municipal de 20 de septiembre de 1605 se refiere a Gonzalo de Güemes como aquel «a cuyo cargo está el edeficio de Fitoria». Archivo Municipal de Oviedo (a partir de ahora, abreviado AMO): Acuerdos, A-15, fol. 346. 26 Para Oviedo, Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 47-52 y 66. Para Avilés, véase Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 104-109 y 190; Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», 1989, págs. 6162, y Cristina Heredia Alonso, «La traída de aguas del barrio avilesino de Sabugo, traza y obra de Pedro de la Bárcena», Liño. Revista anual de historia del arte, 14, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2008, págs. 29-30. 50 Asimismo, también estuvo habilitado para las obras públicas: en 1609 fue supervisor de los trabajos del puente nuevo de piedra de Sabugo (una obra que incluía también un acueducto), que había sido trazado por su suegro Pedro de la Bárcena en 1595 y cuya fabricación data de 1603-161127; de la reconstrucción de la muralla de Avilés a partir de 161428 y del castillo de San Juan de Nieva, frente a la barra de la ría (en 1609 y 1636), para la defensa de la costa cantábrica en el contexto de la guerra de los Treinta Años29. En 1621, se le confió el empedrado de la plaza Mayor de Oviedo: primero, la mitad occidental y, en 1624, lo que restaba30.Y en 1638, se comprometió a hacer lo propio en «la plaçuela que está cabe la Unibersidad desta ciudad», pero «se murió dentro de pocos días». Esto consta en un acuerdo del Ayuntamiento de 24 de julio de 1643, donde, por boca del regidor don Francisco Bernardo de Quirós que, precisamente, tenía en ella sus casas, se reitera la necesidad de hacer una pedrera en la plazuela de la Universidad (actual de Riego, y antes, de Cueto o del Caño de Cueto)31. El 24 de septiembre de 1638 se dio noticia al regimiento de la ciudad del fallecimiento del artífice. El regidor don Diego Bernardo de Quirós propuso para sucederle a Juan de Celis, maestro de cantería y protegido suyo, con idéntico salario al del difunto Güemes32. La viuda de Gonzalo de Güemes, María de la Bárcena, comenzó la reclamación al Ayuntamiento de Oviedo del salario pendiente a su marido correspondiente al último medio año, en 20 de octubre de 163833.Y dos días después, presentó un memorial para que la favorecieran con alguna ayuda, diciendo «que el dicho Gonçalo Güemez, su marido difunto, gastó en serviçio desta çiudad lo mejor de su bida, y en particular sirvió sienpre a esta dicha çiudad en la manutenzión de las fuentes». Los regidores acordaron «que allende del salario de medio año, que es lo que se devía al dicho Gonçalo Güemez, que 27 Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, págs. 108-109. Heredia Alonso, «La traída de aguas del barrio avilesino de Sabugo», 2008, págs. 27-28. 28 Pastor Criado, Arquitectura purista en Asturias, 1987, pág. 190. Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», 1989, págs. 53-54. Madrid Álvarez, «La arquitectura de Avilés en la Edad Moderna», 2014, págs. 460-461. 29 Francisco Mellén Blanco, «La torre de San Juan de Nieva, defensa de la ría de Avilés», en Amador Ruibal (coord.), Actas del III Congreso de Castellología Ibérica, Guadalajara, 2005, pág. 866, y Rodríguez Vega, «El Avilés barroco», 1989, pág. 63. 30 Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 30b, nota 33. 31 Citado por Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 30b, nota 35. 32 Véase Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, págs. 32b, 52b-54a, notas 132 y 134, y 66 (tabla I). 33 AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 20 de octubre de 1638, fol. 227 r. 51 son quinientos reales, se le den a la dicha doña María de Bárçana, como tal su heredera, doçientos reales más, que bienen açer seteçientos reales»34. De este modo, concluyó la relación de Güemes con la ciudad de Oviedo, un compromiso profesional que duró treinta y tres años, un tercio de siglo. En suma, Gonzalo de Güemes Bracamonte fue, por lo que a Oviedo respecta (y, en menor medida, a Avilés o Gijón), uno de aquellos profesionales que desde el último tercio del siglo xvi y durante el primero del xvii contribuyeron a la modernización de las ciudades y villas de la geografía española. La inversión que sus regimientos hicieron en nuevas redes de abastecimiento de aguas y saneamiento (lavaderos, por ejemplo), construcción de calzadas, paseos y adecentamiento de plazas, vías de comunicación y puentes, constituyó la primera acometida en la transformación de los viejos burgos medievales y fueron el cimiento sobre el que se erigió la ciudad preindustrial. Otros Güemes en Oviedo después de Gonzalo No consta el lugar ni momento preciso del fallecimiento de Gonzalo de Güemes, pero fue en septiembre de 1638 y lo más probable, en Oviedo35.Tampoco sabemos mucho de su vida familiar más allá del matrimonio con María de la Bárcena. La última noticia que conocemos de la vida profesional de Güemes Bracamonte data de 22 de diciembre de 1639, cuando su viuda, ya avecindada en Güemes, otorgó poder a Pedro del Cajigal y Juan Gómez del Río, paisanos suyos, y a Hernando de la Huerta, oriundo de Suesa (Trasmiera), maestros de cantería que entonces residían en Asturias, para reclamar a la Universidad de Oviedo lo que adeudaba a su difunto marido por diferentes trabajos36. Hijo o nieto de ambos fue Gonzalo de Güemes Bracamonte, escribano real y del número de la ciudad de Oviedo37. En 1670, este individuo moraba en la ovetense calle del Carpio, colación de San Isidoro el Real, junto con su 34 AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 22 de octubre de 1638, fol. 227 v. Ápud Kawamura, Arquitectura y poderes civiles, 2006, pág. 52b, nota 133. 35 Comunicación de su fallecimiento al Ayuntamiento por el regidor don Diego Bernardo de Quirós (AMO: Acuerdos, A-20, ayuntamiento de 24 de septiembre de 1638, fol. 212 v). 36 González Echegaray y otros, Artistas cántabros de la Edad Moderna (diccionario biográfico-artístico), 1991, pág. 284b, nota 7. 37 En 9 de julio de 1656 figura como fedatario de un documento que publicó fray Manuel Risco (España Sagrada. Tomo XXXVIIII. De la Iglesia exenta de Oviedo, Madrid, Oficina de la Viuda é hijo de Marín, mdccxcv [1795], apéndice xxv, págs. 285-286).Y en 11 de agosto de 1663, aparece mencionado como tal: Junta General del Principado de Asturias. Actas históricas, tomo III, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2002, pág. 233. 52 hijo Juan; ambos eran hidalgos38. Este último siguió la profesión paterna y fue oficial mayor del oficio del Principado39; en 1681, vivía en la misma calle y tenía consigo un hijo varón de su mismo nombre40. En 1698, ambos constan residiendo en la calle de la Puerta Nueva, en la misma feligresía41. La última vez que se registra a Juan de Güemes el Viejo es en 170542. Pero el apellido no se perdió en la ciudad. A comienzos del siglo xviii figuran en el archivo parroquial de San Tirso el Real de Oviedo varios asientos de bautismo referidos a Juan de Güemes Bracamonte el Mozo (o menor en días), biznieto (si no tataranieto) del maestro de cantería. El Mozo estaba casado con Josefa García Escucha. Y entre 1745 y 1785, José Manuel de Güemes Bracamonte (hijo o nieto de estos últimos) despachó sucesivamente el oficio de la vigésimo séptima escribanía de número perpetuo (de tercera creación) y la segunda escribanía de número antiguo (o de primera creación) de Oviedo, dando continuidad a una actividad vinculada a la familia desde hacía un siglo43. En fin, que siguiendo los cánones de la sociedad del Antiguo Régimen, los descendientes de Gonzalo de Güemes ascendieron en la escala social pues, siendo gentes de oficio (aunque de estamento noble), dedicadas a un arte manual como era el de la cantería, pasaron en la generación siguiente a ostentar oficios de pluma y cargos en la administración. La Balesquida en el siglo xvII: la capilla clasicista Pero vamos ya al asunto de la convocatoria. El 15 de julio de 1614, la cofradía de Nuestra Señora de La Balesquida sacó a remate e hizo públicas las condiciones con que se debía reconstruir la capilla de la hermandad. Habían sido redactadas por Gonzalo de Güemes Bracamonte, como hemos visto, un 38 AMO, Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1670, B-42-2, fol. 21 rv (y fol. 99 r, por la copia de 1777). En la parroquia de San Isidoro, el libro de defunciones más antiguo solo se remonta a 1641; por tanto, no se ha podido constatar el asiento de defunción de Gonzalo, su padre, si es que fue vecino de esta feligresía. Tampoco consta en la de San Tirso el Real (que comienza en 1614); en cambio, no he podido registrar el archivo parroquial de San Juan el Real.Y estas tres eran las únicas parroquias de la ciudad de Oviedo por aquel entonces. 39 En 16-20 de noviembre de 1676 y en 21 de mayo-2 de junio de 1678, figura como testigo en las actas de la Junta General del Principado (Junta General del Principado de Asturias. Actas históricas, tomo V, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 2007, págs. 202, 315 y 324). 40 AMO: Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1681, B-43-1, fol. 35 v (por la copia de 1777). 41 AMO: Padrón de vecinos de la ciudad. Año 1698, B-43-4, fol. 17 v. 42 AMO: Padrón de esta ciudad correspondiente a el año 1705, B-45-1, fol. 31 v. 43 Miguel Vigil, Colección histórico-diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, 1889, págs. 394 y 388, respectivamente. 53 arquitecto nada vulgar y uno de los más cualificados que por entonces había en la provincia. Por su trabajo percibió seis ducados, cantidad que debía serle abonada, no por la hermandad, sino por el maestro responsable de la obra. Al remate asistieron varios oficiales de cantería trasmeranos y alguno local (Pedro de Cubas, Pedro Fernández Maújo, Francisco González de Horna, Tomás de la Huerta, Pedro Gómez del Cajigal, Juan de Posada y el propio Gonzalo de Güemes).Tras varias pujas, partiendo de trescientos ducados (que fue la primera postura a cargo del autor del proyecto), la obra se remató en Juan de Posada y el citado Gonzalo de Güemes en doscientos ducados, o sea: 2.200 reales44. El mismo día se hizo lo propio con los trabajos de carpintería. Pujaron por ellos los maestros Pedro Pérez, Esteban González, Pedro Fernández Maújo (que ahora se explica que también era mercader), Pedro Rodríguez de Lacín45 y Pedro Alonso de los Candaedos. La rebaja fue sustancial, de un setenta por ciento, pues se pasó de 160 a 48 ducados (o sea: de 1.760 a 528 reales), importe en que la dejó Pedro Alonso de los Candaedos, vecino de Oviedo46. Días más tarde, el 29 de julio de 1614, este carpintero presentó la fianza requerida por la cofradía, avalada por un colega, Domingo de la Roza, asimismo vecino de Oviedo47, a quien el mismo día del remate (15 de julio), Alonso de los Candaedos, precisamente, había traspasado la mitad del trabajo en esta capilla, pero por veinte ducados (220 reales)48. Sobre el importe dicho, las condiciones convenían en que el maestro que tomara la obra se beneficiaría también de los despojos de la madera de la vieja capilla y de «una biga del monte de la cofradía, la que él escogiese», pieza destinada, sin duda, para formar la nueva techumbre. 44 Archivo Histórico de Asturias (desde ahora, AHA): Cantería. La cofradía de La Balesquida. Joan de Posada, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.012, folios 93-94. 45 Pedro Rodríguez de Lacín (documentado en Oviedo hasta al menos 1660) intervino junto a su colega Marcos Díaz de Palacio en la reforma de la capilla de los Peregrinos de la catedral de Oviedo (1637), obra asimismo diseñada por Güemes Bracamonte, como quedó dicho (Kawamura, «La capilla del entierro de los Peregrinos en la catedral de Oviedo», 2003, págs. 300-301). 46 Alonso de los Candaedos falleció el miércoles, 26 de junio de 1624, y fue enterrado bajo la tribuna del templo parroquial de San Tirso el Real de Oviedo (Archivo Histórico Diocesano de Oviedo: libro 39.15.1, fol. 267 v). Hizo testamento en 11 de junio de aquel año, ante Gaspar González de Candamo (AHA: caja 6.983, dos fols. sin numerar).Ya figura como testigo en el testamento del arquitecto Domingo de Mortera, otorgado de manera cerrada, en Oviedo, a 17 de agosto de 1608; afirma tener 25 años, «poco más o menos» (AHA: ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.007, fols. 523 y 530 r): por tanto, hubo de nacer alrededor de 1583. 47 AHA: Carpintería. El Hospital de La Balesquida. Pedro Alonso de los Candaedos. Fianza, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.012, folios 91-92. El documento incluye las dos escrituras: la de remate y fianza, una a continuación de la otra. 48 AHA: Escriptura entre Pedro Alonso de los Candanedos [sic] y Domingo de la Rroça, carpinteros, sobre la obra de La Balesquida, ante Gaspar González de Candamo, caja 6.974, folio 64. 54 No fueron Juan de Posada y Gonzalo de Güemes, sin embargo, los oficiales que acabaron levantando la fábrica de cantería de la capilla de La Balesquida. No sabemos el porqué ni el cuándo, pero el responsable de ello fue el maestro de cantería Juan de Cubas, otro trasmerano, vecino de Suesa y residente en Oviedo. Lo más probable es que días después de la subasta, Cubas ofertara a la cofradía un precio más bajo, quedando desechada la oferta de Posada y Güemes. Y aunque no tenemos constancia documental de ello, el hecho es que Cubas fue quien construyó y dio fin a la capilla. Las condiciones de obra y el diseño por los que se siguieron los trabajos eran de Gonzalo de Güemes. Aunque no se ha conservado el rasguño, el pliego de condiciones concreta muchos detalles del nuevo edificio. Se estipulaba que la fachada debía ser de sillería por fuera, «ahorrada de manpostería por la parte de dentro», y el resto de los muros, de mampostería enfoscada y revocada («apinçelar», dice el documento). Asimismo, los «esconçes y capialçados» (o sea, las esquinas y los derrames de las puertas y ventanas) serían de piedra labrada y toda ella de La Granda del Anillo. Se trata de una importante cantera, beneficiada desde finales del siglo xvi e inmediata a la ciudad, localizada en la ladera suroccidental del barrio San Lázaro, al sur de Oviedo, en el camino real a Castilla49. El diseño de la fachada incluía dos portadas, hornacina para la imagen titular y espadaña, así como una cornisa labrada («nicho y cornija y campanario», dice el documento). Hay una cláusula muy interesante, pues se requería del maestro que se responsabilizara de la construcción de la capilla que, antes de comprometerse, hiciese explícito al cliente que «le pareçe se puede rematar y haçer la dicha obra». De lo expresado se deduce que el proyecto y diseños de Güemes eran de un tipo y estilo arquitectónico (el clasicista) con el que todavía no estaban familiarizados los maestros de cantería locales. 49 Me comenta el geólogo Manuel Gutiérrez Claverol, colega de esta Universidad de Oviedo y amigo balesquido, que los sillares utilizados en la actual capilla de La Balesquida también proceden de la cantera de La Granda, donde se extrajeron calizas de la Formación Oviedo, del Cretácico Superior. Una característica petrográfica identificativa sencilla es la tonalidad pardo-rojiza o vinácea que presenta la roca debido a la presencia de óxidos de hierro. Muestras de este tipo de piedra son visibles en los exteriores de la capilla de Santa María del Rey Casto (en la catedral) o en las fachadas de la iglesia de San Isidoro el Real o del hotel de La Reconquista, entre otros edificios históricos. Por otro lado, esta cantera estuvo arrendada al arquitecto Pedro Moñiz Somonte (1685/86-1758) en 1751, que, como es sabido de nuestros lectores, erigió la actual capilla de La Balesquida, pero en 1725-1726. La capilla previa a esta se hizo, como estamos narrando, en 1614-1615 y como también se determinaba que la fachada fuese de sillería, no me parece descabellado afirmar que algunos de aquellos bloques primitivos pudieran haber sido aprovechados en la fábrica barroca que levantó Muñiz Somonte. Véase Manuel Gutiérrez Claverol, Carlos Luque Cabal y Luis Alberto Pando González, Canteras históricas de Oviedo: aportación al patrimonio arquitectónico, Oviedo, Hércules Astur de Ediciones, 2012, págs. 152-163 y pássim. 55 De la primitiva capilla, sin duda más humilde y pequeña que la que ahora se pretende construir, sabemos que tenía una reja de madera «que cae açia el patio» del hospital. Sería esta, por tanto, la puerta y cancel de la capilla antigua y el altar, en consecuencia, se situaría a oriente (como canónicamente se requería), es decir, donde ahora está la fachada y plaza de la Catedral. Pues bien, allí se manda levantar una pared, la del testero de la nueva capilla, con dos puertas flanqueado el muro del altar. Una de ellas (252 x 140 cm de luz), aunque no se expresa, comunicaría con el patio del hospital, pues se dice que ya existía y que ha de abrirse en el mismo sitio; la otra, más pequeña (196 x 84 cm), daba paso a la sacristía, un recinto nuevo, confinante con la calle de la Fortaleza (actual del virrey Eusebio González Abascal) y de planta irregular, de 3,36 x 2,52 metros de lado. La sacristía dispondría de una ventana y habría otra en la nave de la capilla, enrejada, «para dar más luz al altar», abierta en «la parez que cae a la calle que ba a la Fortaleça»; constan las dimensiones de esta última: 140 x 84 centímetros de vano. Sobre aquellas dos puertas interiores, «a plomo», se romperían sendas ventanas de 84 x 42 centímetros, «con dos barras de yerro cada vna, por que no se pueda entrar a dicha yglesia», lo cual indica que este muro quedaba libre por fuera, dando frente al patio del hospital y al tejado de la sacristía. El lienzo central del testero que quedaba entre ambas puertas era «donde se a de poner el altar»; estaba previsto que allí se debía hacer un nicho donde encajar el retablo para que no ocupase «tanto fuera de el grueso de la pared». Además, el altar estaría realzado mediante dos gradas, «del alto que fuere nesçesario y ancho conforme lo que conbiene para el retablo». El documento prevenía incluso detalles técnicos, como la cimentación de los muros mediante zapatas, o la calidad de los acabados, con un paramento en espejo para la fachada (sillar «bien labrado y escodado y trinchantado, a plomo y nibel») y proporciones de la argamasa: un tercio de cal y dos de arena, «conforme se suele gastar en otros edeficios». Todos los muros interiores de la capilla y sacristía debían quedar enlucidos, pues el sillar solo se reservó para el hastial, cornisa, esquinas y rincones, y jambajes («esconçes y capialçados»). De madera tendría que ser toda la solería de la capilla y sacristía, y todos los huecos (puertas y ventanas, tanto de los muros exteriores como interiores) llevarían sus puertas y postigos, todos de nogal. Igualmente, el maestro debía cubrir «los poyos y asientos de la capilla con tablas», lo que nos indica que hubo un banco de fábrica corrido por los muros. Muy interesante por lo que a la tradición mudéjar y técnicas de la carpintería de lo blanco (o de 56 armar) conviene, es que sobre el altar, «todo lo que tomare la plana», iba «vn çaquiçamí que tome nueue pies en quadro», o sea, un cuadrado de 252 centímetros de lado (6,36 metros cuadrados). Por zaquizamí (el término viene del árabe), hoy día entendemos un desván o un chiribitil, un cuarto pequeño y desacomodado. Pero entonces también significaba techo y Terreros lo define como «artesonado o techo labrado y adornado con variedad de embutidos, talla o molduras» 50.Y esto fue sin duda lo que se pretendía para ornar la cubierta del altar. Todos los materiales y clavazón iban por cuenta del carpintero; no así las tejas y la cerrajería que, al parecer fueron a cargo de la cofradía. El trabajo debía estar acabado para el día de san Andrés (30 de noviembre) de 1614, es decir, un mes y medio más tarde que la fábrica de cantería. En efecto, se preveía que la fábrica de cantería estuviera concluida de aquí a tres meses, o sea, para mediados de octubre de 1614, pero este plazo no se cumplió, pues un año más tarde, en julio de 1615, aun no se había dado cima a la construcción. Ello dio pie a hacer una revisión de las condiciones de fábrica, debida, sin duda, a los defectos que se advirtieron mientras se trabajaba y con el propósito de mejorar la estabilidad y el aspecto de la capilla. El pliego de condiciones de la carpintería, que fue el primero que se protocolizó (en 27 de julio de 1615), disponía, «más y allende» de lo que se había acordado un año antes que, como se había de elevar la altura de los muros 168 centímetros, en consecuencia, se tenían que desplazar también los estribos y tirantes de la armadura de madera de la techumbre. Las tejas seguían por cuenta de la congregación, y por la de los carpinteros, todos los materiales de madera y clavos que se precisaran. Por el trabajo y materiales, la cofradía se comprometió a pagar 36 ducados (396 reales) a los maestros 51. Con este nuevo contrato, por tanto, quedaba invalidado el presupuesto del primer remate de 48 ducados y el término de ejecución suscritos en 15 de julio de 1614; pero no el compromiso adquirido con los carpinteros Pedro Alonso de los Candaedos y Domingo de la Roza, que siguieron siendo los responsables de ponerlo por obra. Un mes más tarde, en 26 de agosto de 1615, se firmó la ampliación de condiciones de los trabajos de cantería, en los que estaba empeñado el trasmerano Juan de Cubas. En el nuevo contrato se estipuló que el maestro tenía 50 Esteban de Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina é italiana, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, mdcclxxxviii [1788], tomo III, pág. 847. 51 AHA: Contracto. La cofradía de la Balesquida. Pedro Alonso de los Candaedos, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folios 55-56. 57 que levantar unos 168 centímetros «la delantera que va haciendo de sillarería, y la pared de la calexa y la otra pared de atrás seis pies en alto más de lo que por el remate hecho»: la fachada, «toda de sillarería y las otras dos paredes, de manpostería». O sea, que el recrecimiento afectó a todo el perímetro exterior de la capilla, mientras en la cuarta pared, que era la medianera con la casa de doña María Buelta, vivienda que se erigía en el solar que actualmente ocupa la arruinada casa de Llanes, no «a de lebantar pared ninguna»: solo subir lo correspondiente para asentar las vigas de la armadura de la cubierta.También tuvo que rasgar dos ventanas que, aunque no se dice dónde, lo lógico es que fueran en el muro de la epístola (el que cae a la calle del virrey González Abascal), y las camas de las vigas viejas se tenían que rellenar y revocar la paredes, sin que quedara huella alguna del primitivo nivel de las testas de los muros y durmientes de la armadura 52. En consecuencia, se prorrogaron los trabajos hasta el mes de octubre siguiente, percibiendo por ello 74 ducados, o sea, 814 reales, «allende de los maravedises del primero remate», cantidad que desconocemos, pero que deduciremos más adelante, pues, aquel que se hizo con Juan de Posada y Gonzalo de Güemes en 2.200 reales, no tuvo efecto. Este aumento de altura estaría motivado, quizás, por la conveniencia de hacer útil el bajo cubierta. En efecto: el traslado del diploma fundacional de la hermandad (del año 1232), por el que es conocido y a partir del cual se hacen las reediciones, dice que la copia fue hecha por acuerdo de la cofradía en el cabildo celebrado en 1 de agosto de 1724, «en el salón que se halla debajo del techo de la ermita y capilla de Nuestra Señora de la Valesquida» 53. Este salón, como la capilla de que vamos haciendo mérito, fueron demolidos el año siguiente para construir la actual, como ya quedó dicho. Ahora, todo fue de acuerdo con lo previsto, pues, en 21 de noviembre de 1615 se verificó la tasación de los trabajos de cantería de la capilla, que, por acuerdo de ambas partes (Cofradía y Juan de Cubas), corrió por cuenta del arquitecto Gonzalo de Güemes que, recordémoslo, había sido el artífice del diseño. El documento detalla los incrementos y mejoras introducidos en el proyecto, las condiciones iniciales y los incumplimientos del maestro: entre ellos estaba no haber incrementado una cuarta (20,89 cm) la altura de «las puertas de la calle» (las de la fachada) y la puerta del patio del hospital, ni haber puesto unas rejas de hierro en las ventanas que flanquean el altar mayor. 52 AHA: Contracto. La cofradía de la Balesquida. Joan de Cubas, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folio 49. 53 Canella, «Noticias de la antigua Cofradía de los Xastres o de Nuestra Señora de la Balesquida» [1915], en Obras completas, II. Oviedo, 2011, págs. 918-919. 58 Pero también hizo algunas otras cosas que no estaban contempladas en las capitulaciones, como una ventana sobre la calleja y otra sobre la calle; que las dos ventanas del altar mencionadas tienen más luz y algunos detalles decorativos en la fachada, como marcar las impostas en los arcos del nicho y de la espadaña, labrando las cornisas en piedra con un perfil cóncavo-convexo, popularmente llamado de «papo de paloma» (o sea: una cima o gola recta, en términos arquitectónicos), «más de lo questaua obligado en la traça». De tal modo que, «pueden hir las vnas por las otras, sin que la cofradía y cofrades della pidan cossa alguna por las dichas faltas ni el dicho Juan de Cubas por las añadisiones que hizo en la dicha obra […], pueda pedir cossa alguna, y baya lo vno por lo otro», sentenció Güemes.Y además advirtió que en las dos puertas de la fachada y en la del patio, cuyo umbral estaba a ras del suelo, que Juan de Cubas tendrá que poner peldaños de una cuarta de alto (20,89 cm) que sirvan además de batiente para que «las aguas llobedisas» o de arroyada, no entren en la capilla. También recomendó rasgar las dos ventanas sobre la calle (la actual del virrey González Abascal) para que queden a nivel del suelo de la tribuna, «lo qual se ará después de hecho el coro […] para que quede a nibel del suelo y tablado del coro»; enlucir la caja y bóveda de la hornacina de la fachada (acaso, con labores de yeso), cerrar los mechinales y agujeros de los muros por fuera, y enfoscar y revocar la pared del altar mayor, «que todo esto se puede haçer con sesenta reales, pocos más v menos» 54. Por último, de 2 de diciembre de 1615 hay otro documento notarial relacionado con la nueva capilla: se trata de una carta de obligación que Toribio Fernández del Piquero, mayordomo de la cofradía de Nuestra Señora de la Balesquida, otorgó a favor de Juan de Cubas, comprometiéndose a pagarle 300 reales que, a título particular, le quedó a deber, resto de los 2.647 que hubo por su trabajo. El plazo vencía el día de Pascua Florida de 1616 55. En cambio, aquel mismo día el cantero había otorgado carta de pago por el importe total (como se declara en el propio instrumento), pero no se conserva esta escritura en el protocolo de escrituras del escribano. Sumando los importes del contrato inicial de 15 de julio de 1614 con Juan de Posada (2.200 reales) a los 814 de la escritura adicional de 27 de julio del año siguiente (suscrita ya con el maestro Cubas) y los 60 reales del exceso en el precio de la tasación final, montan 3.074 reales; es decir, 427 reales más de los que finalmente percibió Juan de Cubas. Ello indica que Juan de Cubas, 54 AHA: La Balesquida. Declaraçión de Gonzalo de Güemez, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folios 45-46. 55 AHA: Para Joan de Cuuas, ante Juan Morán de la Rúa, caja 7.013, folio 660. Es una carta pre impresa. 59 para quedarse con la fábrica de cantería de la capilla hizo una rebaja bastante sensible, desde los 2.200 en que la puso Juan de Posada, hasta los 1.773 reales. Esta oferta (de la que no tenemos constancia documental) se hizo fuera de plazo, una vez formalizado el remate del 15 de julio de 1614. Pero ¿qué aspecto tuvo aquella capilla de 1615? Los documentos manejados, como se ha podido ver, son muy precisos en detallar las calidades y acabados, las magnitudes de puertas y ventas, y los plazos de vencimiento para la entrega de las obras, pero no describen la capilla, porque las condiciones de fábrica siempre remiten al dibujo de «vna planta y alçado que hiço Gonzalo de Güemez», que no se ha conservado. Por tanto, cualquier reconstrucción de aquella resulta especulativa y hay que hacerla hilvanando muchos datos dispersos. De cualquier modo, lo que parece claro es que era bastante más pequeña que la actual. En las condiciones del remate de los trabajos de cantería, hay un dato concluyente: refiriéndose a la fábrica de la sacristía se anota que las paredes tendrán «nueue pies de ancho a vna mano y doçe a la otra, ques el ancho de la yglesia». Doce pies equivalen a 3,36 metros, de lo que resulta un espacio muy menguado. También conocemos la anchura del altar por las dimensiones del zaquizamí: «nueue pies en quadro», es decir, 2,52 metros de lado, lo que deja unos 84 centímetros de pared libre que, precisamente, son los que según las condiciones debía tener de anchura la puerta de la sacristía («tres pies de ancho»). La planta, sin duda, sería rectangular y la fachada, perpendicular al muro de la epístola, sin el peculiar chaflán que hoy tiene que, como recordaran nuestros lectores, se hizo con motivo de la reforma de 1875. La fachada, levantada con sillares de piedra, hubo de tener un noble y sencillo aspecto.Tuvo espadaña (supongo que de un solo ojo) y hornacina para la imagen titular, Nuestra Señora de la Expectación, y dos portadas, suponemos que distribuidas simétricamente; por tanto, un poco diferente, a la del Hospital y capilla de La Magdalena en Oviedo, del mismo arquitecto y que aun subsiste. Una de ellas, la de nuestra derecha, se deduce que fuese el acceso a la capilla; la otra puerta, aunque no se dice, supongo que daría servicio al hospital, a través de un pasillo que comunicaría con el patio, espacio al que sí se alude en las condiciones y en la «declaraçión» de Gonzalo de Güemes, y que ya existía, pues, desde la antigua capilla medieval había comunicación con él mediante una puerta practicada en el lado del evangelio, que se mantuvo en la nueva fábrica («y a de haçer dos puertas del tamaño que están traçadas en la planta: 60 la vna, donde está aora la questá hecha», leemos en las condiciones con que se puso a remate la obra de cantería en 15 de julio de 1614). La nave estuvo iluminada por dos ventanas (una, inmediata al altar mayor, para darle luz, y otra, en el cuerpo de ella), abiertas en el muro septentrional, el del lado de la epístola, que daba a la calle de la Fortaleza (luego de Porlier, y ahora del virrey González Abascal).Tuvo también, al parecer, un banco corrido por las paredes de la nave, porque entre las condiciones que se pusieron al carpintero en el primer remate (15 de julio de 1614), estaba la de aprovechar las tablas del poyo de la vieja capilla y que hiciera las que faltasen.Y un coro a los pies y tribuna en la nave (al menos, en el lado de la epístola), cuyo piso corría a la altura del nivel inferior de las ventanas dichas. De la cubierta, como no se dice nada en las condiciones de cantería, no debía ser de fábrica, sino de armadura vista o con piso de tabicas, pero ignoramos las aguas o vertientes; eso sí: al menos en 1724, la cubierta generaba un desván que fue el salón de juntas de la Cofradía. Asimismo, el suelo de la capilla y sacristía tuvo solería de tabla. Todo ello daría como resultado un ambiente muy abigarrado pero diáfano, que el amueblamiento de retablos, imágenes, tronos y ornamentos (lámparas, frontales y estandartes), plata, insignias y cera daría un aspecto suntuoso y lucido, acorde con el ceremonial litúrgico del catolicismo contrarreformista. Fue este sencillo recinto para el que a mediados del siglo xvii se hizo el cuerpo de gloria del interesante retablo que todavía preside el presbiterio de la capilla. Los únicos ejemplos que podemos aportar para ilustrar el aspecto que pudo tener aquella fachada de La Balesquida son los de la capilla de La Magdalena en Oviedo y el de La Barquera en Gijón que, aunque desaparecida, acaso fue el mejor trabajo del arquitecto Güemes Bracamonte en este tipo de obras, atendiendo a sus dimensiones y monumentalidad. La capilla y hospital de La Magdalena en Oviedo, reedificados en 16101611, son un trabajo documentado de Güemes 56, cuyo hastial no se diferenciaría mucho del de la capilla de La Balesquida, porque como esta, el de la Magdalena tiene fábrica de sillares, doble portada, hornacina para la imagen, cornisa y también consta que tuvo espadaña. Y teniendo el cuenta la fecha de realización (1610-1611), este modelo, sin duda, estaría presente en el designio de los cofrades de La Balesquida cuando decidieron renovar la sede canónica de la hermandad de los alfayates. 56 Kawamura, «El hospital de la Magdalena de Oviedo», 2009, págs. 9-23. El mantenimiento del hospital, culto y cofradía dependía del gremio de carniceros de la ciudad. 61 La capilla de La Barquera, erigida por Gonzalo de Güemes en 1626-1628; copia fotográfica (130 × 90 mm) de un diseño para estampar del litógrafo gijonés Nemesio Martínez Sienra (1847-1916). Se reproduce por cortesía de la Fundación Alvargonzález (Gijón). La fachada original de la capilla y hospital de la Magdalena (que experimentó una modificación en el vuelo de su alero y la reforma del campanario en 1877 57, y que finalmente, demolidos los viejos locales y habilitado el solar para viviendas, capilla y salón parroquial de San Isidoro el Real, fue recrecida 57 AMO: Policía urbana, legajo 37, documento 70. En 1929-1932, la capilla y hospital estaban en evidente estado de ruina. El Ayuntamiento, oído el informe del arquitecto municipal, don Enrique Rodríguez Bustelo, acordó su demolición en caso de que la cofradía no acometiera de inmediato la reedificación. Una de las propuestas (hecha por el concejal don Antero Coronas en 1929) fue que el Ayuntamiento expropiara el inmueble y que su solar sirviera para aumentar el Mercado de la Plaza del Fontán y comunicar la calle del Fierro con la de la Magdalena (AMO: Policía urbana, legajo número 7, documento 10). Conjurado el peligro de desaparición, en 1939 se procedió a reparar «desconchados en techos y paredes, pintar y retejar» la casa número 9 de la calle del Fierro (capilla de la Magdalena), afectada, como indica el mayordomo y propietario de la «casa-capilla», por «consecuencia de la Guerra» (AMO: Policía urbana, legajo 57, documento 34). 62 Fachada de la capilla y hospital de La Magdalena, en Oviedo. Fotografía del arquitecto don Manuel Calvete Llamas, 1979 (Archivo Municipal de Oviedo: expediente núm. 1.094/79). Construida en 1610-1611 por Gonzalo de Güemes, podría guardar mucha semejanza con la de la desaparecida capilla de La Balesquida: como esta, la de la Magdalena tiene dos portadas, nicho para la imagen titular, impostas y también tuvo espadaña; además, todo el paramento es de sillería. 63 en 1979-1982 con dos pisos retranqueados sobre la calle de su nombre)58, subsiste en la calle de La Magdalena, antiguamente llamada de la Puerta Nueva, y muestra el tipo de construcción y estilo imperantes en la arquitectura española del primer tercio del siglo xvii. El empleo de sillares labrados en espejo y la sobriedad de los detalles ornamentales, reducidos a molduras de impostas de filete o listel y cornisas en caveto o cuarto bocel, y a enmarcaciones de puertas y ventanas con resaltes planos, derivan y son característicos del lenguaje sobrio y de la seducción por la línea y los ángulos rectos, y la geometría cúbica que Juan de Herrera (1530-1597), el arquitecto del Real Monasterio del Escorial (1563-1586), impuso en la arquitectura española de los reinados de Felipe II y de su sucesor, Felipe III. Una excelente muestra de este estilo denominado clasicismo es el Ayuntamiento de Oviedo, construido por Juan de Naveda en 1621-1633, como quedó dicho. 58 Por entonces, el inmueble ya era propiedad del arzobispado de Oviedo. Se trata del derribo de los números 9 y 11 de la calle del Fierro (tres locales comerciales), y 10 de la calle de La Magdalena (propiamente, el frente de la capilla) para construir un edificio de seis viviendas, salón parroquial y capilla. El arquitecto fue don Manuel Calvete Llamas (AMO: Licencias, legajo 351, documento 1, expediente núm. 1.094/79). 64 COSAS DEL CAMPO, PRADO DE LA FIESTA DE LA BALESQUIDA carmen ruiz-tilve arias Cronista Oficial de Oviedo Uno de los lugares más importante de Oviedo hasta últimos del siglo xix fue el convento de San Francisco, extramuros, que había perdido su dedicación religiosa y vivía horas bajas, porque esta ciudad siempre fue ingrata con los edificios venidos a menos y suele querer para ellos la piqueta, como ocurrió en este caso. Desaparecido el edificio para hacer en su solar el palacio de la Diputación, de aire bien distinto, se salvó el Campo, que, reducido en su tamaño como consecuencia de la urbanización de las calles Uría,Toreno y Santa Cruz, sigue siendo, afortunadamente, nuestro corazón verde. Del bosque al parque Durante el siglo xix, venida a menos la fundación franciscana y convertido el convento en hospital, el Campo pierde mucho de su sentido como huerta de los frailes pero sigue siendo lugar preferido por los ovetenses, que lo eligen para todo tipo de acontecimientos. A fines de siglo, el gran espacio se reduce a sus límites actuales, bordeando con lo que pasó a ser el paseo de Los Álamos la nueva calle de Uría. Se traza la salida a Galicia por la calle de Toreno y, en 1886, se proyecta Santa Cruz. Mucho antes, en 1607, se había abierto la carrera que luego se llamó de El Bombé, que al principio era mucho más corta que ahora. Durante el siglo xix, El Bombé, llamado también La Sala, se ornamentó con bancos, entre los que se plantaron unas feas jardineras, como cubos de piedra, que se retiraron pronto. También se edificó el murete de piedra que delimita lo escalonado del terreno, hacia el paseo de los Curas y Santa Susa65 na, construcción que, aunque mutilada, se conserva. Se animó el lugar con el quiosco de la música, bajo el cual había un refugio para los guardas, que ya los había. Con tanta ornamentación, el lugar pasó a ser el preferido de la buena sociedad ovetense, con buen tiempo. Allí se paseaba, disfrutando de espacio bien distinto de las viejas calles de Cimadevilla y Rúa, por donde seguían paseando las gentes de condición modesta. Más tarde, hecho ya el paseo de Los Álamos, que bordeaba la nueva Uría, allí se trasladó, por muchos años, el paseo. A últimos del siglo xix el Ayuntamiento de Oviedo toma mucho interés por el Campo, haciendo de él, que no pierde el encanto de viejo bosque, un parque como el de otras ciudades españolas y europeas. Se hace un jardín botánico, mejorando el proyectado en el siglo xviii, y la zona pantanosa que había en su centro se convierte en un lago, que, aunque reducido, continúa. Las aguas del Campo habían sido siempre fuente de problemas, pues a lo pantanoso de parte de su suelo, como ocurría en otras zonas de la ciudad, se añadía lo inclinado del terreno, siempre en declive, y lo lluvioso del clima, lo que suponía un permanente peligro para los parterres ajardinados que allí florecían. Las fuentes, más abundantes que las actuales, suponen otro elemento ornamental y ya está la de Las Ranas, al final de El Bombé. El bosque natural que forma desde siempre el Campo se planta tradicionalmente de muy variadas especies, autóctonas unas, exóticas otras. Robles, castaños, negrillos, son los árboles más numerosos entre los tradicionales. No es disparatado suponer que el viejo carbayón, que cobijaba y cobija con su sombra a todos los ovetenses, que llevamos su nombre, fuese uno de los árboles del primitivo Campo. Cuando se taló, en beneficio de la nueva calle, en 1879, se calculó que su gran corpachón, de treinta metros de altura y más de diez metros de circunferencia en su tronco, tendría seiscientos años. Por entonces, a buen seguro, el gran bosque sería frondoso hasta allí. Pero el Carbayón no es el único árbol perdido. Había en pleno Campo un negrillo enorme, entre otros muchos, que tenía encadenado su tronco para evitar que se desgajaran las dos ramas que de él habían surgido. Un huracán, en 1865, lo derribó. Cerca del paseo de Los Álamos había también dos viejos robles que se hicieron famosos durante la francesada, por ser allí donde ataban a los detenidos, en 1808. Durante el xix se plantan las dos grandes hileras de castaños de indias que bordean El Bombé. Canella, enamorado del Campo, propone en 1887 «cerrar el parque de Oviedo con verja de hierro, sobre zócalo de piedra, con puertas y entradas 66 monumentales en sus principales avenidas, siendo tal vez un medio para esta obra el concierto con fábricas de fundición, a las que se abone en plazos la verja, y pudiendo ser un recurso el arriendo temporal de parte del jardín botánico, donde una empresa construyera un reservado durante algunos años para conciertos, funciones teatrales y otros espectáculos» . De frailes y estudiantes En un espacio tan viejo como el Campo San Francisco, tan unido a la ciudad, primero como bosque cercano y ahora como pulmón, en su mismo centro, no podían faltar algunas curiosidades, legendarias al menos, históricas no pocas, que nos hablen de su larga vida unida a la de los ovetenses. Siendo San Francisco su fundador, o al menos aquel que quiso sacralizar el lugar con un espacio para la devoción, no podía faltar una leyenda relacionada con los animales, amigos inseparables del fraile de Asís. Cuentan, o contaban, que cuando el santo llegó aquí, paró poco, urgido por llegar a Santiago, final de su peregrinación. Dejó aquí a su compañero fray Pedro Compadre, encargado de la fundación ovetense, y siguió viaje, a través del mismo Campo, hacia el camino de Galicia. Había por allí unos pájaros, muy frecuentes, con su blanca pechuga, que revoloteaban alrededor del santo limpiando con su pico la sangre que brotaba de sus pies cansados de tanto viaje, calzados sólo con sandalias. Por eso, desde entonces, los raitanes, tan frecuentes en el campo asturiano, tienen la pechuga de color rojo. Cuenta también la tradición local cómo en el 1564, edificado ya el convento, hubo en Oviedo un invierno muy frío y dos de los frailes que en él habitaban, fray Cristóbal y fray Diego de Nora, tuvieron la idea de salir al Campo a cortar árboles para calentarse en el helado convento. Sólo sacrificaban los viejos, pero los ovetenses que los vieron talar el querido bosque se llegaron a ellos y no les permitieron retirar la leña. Los frailes, arrepentidos, prometieron a la ciudad no volver a talar y reponer el bosque, cosa que se hizo, a lo largo del siglo xvi, plantando castaños, negrillos y encinas. En el siglo xvii, ya frondoso el Campo, se quiso hacer en él una carretera, adornada con una fuente, y al cavar para instalarla, surgió un reguero sobre el que se hizo un puentecillo. Parte de este reguero, que corría hacia el actual estanque, era todavía visible no hace muchos años. Los franciscanos, caritativos por excelencia, socorrían con la tradicional sopa a los estudiantes que a sus puertas acudían, tal como nos cuenta un peregrino pícaro, Manier de Noyón, que la probó en 1726. Cuenta que, viniendo de Grado, «está la iglesia franciscana a mano derecha, antes de en67 trar en la ciudad, y que a las tres dan sopa, bacalao y pan». La sopa y el resto de la pitanza habían sido tradicionalmente para los peregrinos, a los que se unen los estudiantes, especialmente los que estudian los textos de Escoto. La Universidad se había establecido desde 1608 en la misma calle del Campo, camino de la catedral del Salvador. También se cuenta que los estudiantes hacían tiempo esperando el refrigerio de los franciscanos reuniéndose debajo del Carbayón, todavía unido al Campo. Más tarde el reparto de comida se hacía en el Hospicio, edificado en uno de los extremos del propio Campo. La ceremonia de la comida estudiantil debía suponer cierta bulla en la zona, ya que parece que los estudiantes guardaban las perolas en algún lugar del campo de la Lana, quizás en un hórreo de los que allí había, y venían haciéndolas sonar hasta la puerta del convento. Se colocaban en fila, según su antigüedad como estudiantes, y cantaban coplillas como esta: Las armas del estudiante yo te diré cual son la sotana y el manteo, la cuchara y el perol… La iglesia de San Francisco se caracterizaba por ser cobijo de los sepulcros de gentes principales. Entre ellos había uno que tenía en su capilla la siguiente inscripción: «Este panteón es de los excelentísimos señores marqueses de Valdecarzana cuya casa ofrece el día de difuntos cada año cuatro anegas y media de pan; se le canta la misa mayor y dos responsos, uno en el sepulcro del medio de la iglesia y otro en éste para la que baja la comunidad y al tiempo de empezarlos a cantar los criados de la casa solamente, sin preceder cruz ni otra exterioridad, introducen una vaca viva que permanece arrimada mientras se canta». Convertida ya la iglesia, después del período de abandono que siguió a la desamortización, en hospital de pobres, se abre en uno de sus extremos la calle de Fruela I, que unía la calle de Uría con la parte vieja de la ciudad y la zona del mercado de El Fontán. En 1877 se construye un muro que separa la huerta del hospital de la calle y allí, en los días de mercado, jueves y domingos, se instalaban los puestos de pliegos de cordel, y los vendedores de este tipo de literatura popular salmodiaban sus historias. Talado el Carbayón, en la misma época, con parte de su madera se hace un templete en la zona alta del estanque, actualmente desaparecido. También por allí cerca había, desde los tiempos de las peregrinaciones medievales, un crucero, del que sólo se conserva la noticia. 68 Campo San Francisco, bien amado El Campo San Francisco, espacio bien amado por los ovetenses, no sólo fue espacio para el juego, el paseo y el amor. Sus viejos árboles conocen también historias de violencia. En tiempos, el patíbulo había estado en la calle de la Picota, en la zona que actualmente ocupa la plaza de Riego. De allí pasó a la plaza de la Villa y, por fin, tan siniestro artefacto se plantó en el Campo, en la parte baja, cerca del estanque, en el lugar que más tarde, curiosamente, ocupó la rosaleda (desaparecida, como tantas otras cosas). También fue el Campo escenario de la violencia de 1808. El 9 de mayo llegan a Oviedo las noticias de los acontecimientos del día 2 en Madrid y los ánimos se soliviantan, especialmente cuando llegan a la ciudad los emisarios del bando francés, que acaban por ser encarcelados en la Fortaleza y conducidos, ante el temor de una escapatoria, que realmente estaba preparada, al Campo, donde se les ata a unos grandes robles. Son Fitzgerald, Ladrón de Guevara, el conde del Pinar y el poeta Meléndez Valdés. Cuando la violencia llegaba a la máxima tensión, tanto por parte de los soldados del regimiento de Castropol como por los ovetenses soliviantados, aparece por la calle del Campo, desde la catedral, una procesión, encabezada por el canónigo Ahumada, que portaba el Santísimo, al que acompañaban muchos sacerdotes a los que se unen los franciscanos. Aquello logra romper la tensión del momento y los prisioneros se salvan. Violencia hubo también, desgraciadamente, en la guerra del 36. El Campo, que tanto ha vivido, sigue siendo en la actualidad la finca particular de todos y cada uno de los ovetenses.Ya no está allí el famoso jardín botánico, ni siquiera el espacio que ocupaba. Ya no está la Escuela del Bosque, en el espacio que ahora ocupa el edificio de la Granja, que también cambió varias veces de función. Falta el parque zoológico, el palomar, Petra y Perico, pero queda el mismo Campo, con su espíritu inquebrantable, que quizás se esconda ahora, como buen asturiano que es, en la fuente de Las Ranas o en la del Caracol. 69 70 DOS TESTIMONIOS DE ADMIRACIÓN HACIA NUESTRA HISTORIA leopoldo tolivar alas Bien conocido y señalado es que doña Velasquita Giráldez y Giovanni di Pietro Bernardone, el gran santo de Asís, fueron coetáneos. No voy a caer en la reiteración de lo que es casi un lugar común ni a incurrir en paralelismos históricos rayanos en el plagio, por común que este sea en la historiografía local. Pero antes de recalar en la vivencia en la que se basa esta breve aportación, me limito a recordar que san Francisco nació, posiblemente, en 1182 y falleció en 1226, sobreviviendo diez años a fray Pedro el Compadre con quien, supuestamente hacia 1214, habría visitado Oviedo como, entre otros, afirmara Tirso de Avilés. El profesor Fernández Conde, con rigurosas herramientas históricas, sitúa la llegada de los franciscanos a Oviedo entre 1230 y 1240, poco después de la muerte del fundador de la orden, y unos treinta años después a Avilés, donde hace pocos años se realizaron pruebas con Carbono 14. Pero cuando una leyenda está viva deja casi en segundo plano lo realmente sucedido en un pretérito tan lejano, de la misma manera que la devoción no se sujeta a la estricta veracidad histórica. Y en ese sentido, partiendo de que doña Balesquida, la nuestra, no solo vivió y murió en Oviedo y fue una gran benefactora, especialmente del gremio de los sastres y persona piadosa, de la que se tiene noticia ya en 1212, dos años antes de la supuesta venida de san Francisco y cincelado está el año de su muerte, en 1234 (1270 de la Era Hispánica, que partía del 38 a. de C.), es tentador echar la imaginación a volar y figurarse un encuentro del autor del Cántico de las criaturas con las fuerzas vivas de Oviedo, incluida nuestra secular benefactora. Para gozo, además, de los alfayates ovetenses, dada la sabiduría de san Francisco en las cosas del siglo relacionadas con los paños finos. 71 El hecho (y entro en materia) es que los ovetenses, como los asturianos en general, aunque apegados a nuestra cosas o no somos conscientes de su extraordinaria singularidad o no sabemos exportar nuestra riqueza histórica y cultural. Y no hace falta hablar de política ni de comparaciones odiosas. Y resumo ya dos sucedidos con más de un cuarto de siglo de distancia temporal. El primero se remonta, creo, a 1989 aunque el año es lo de menos. Visitaba la ciudad un profesor italiano al que había conocido en su país y tuve el placer de acompañarle a los lugares obligados de la ciudad y su entorno. Hombre sumamente culto y de gran raffinatezza quedó fascinado (literalmente, rendido) ante los muros policromados de Santullano y veramente commosso ante el Cristo románico, suspendido en el aire. Aquel sabio trasalpino, que pese a la disciplina árida que cultivaba atesoraba una vena mística, tras inclinarse ante la imagen me dijo que nunca había entendido tan bien, en su corazón, el versículo de san Juan (3, 14): «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado».Yo, menos sensible y más prosaico, tardé en comprender la profundidad teológica y estética de aquel comentario que, cada vez que vuelvo por San Julián de los Prados (felizmente ya en los circuitos turísticos), me viene a la mente. Luego me preguntó la datación del crucificado y le dije (no soy experto) que creía que era de finales del siglo xii. Inmediatamente, relacionó la época con san Francisco de Asís. — Cierto, asentí, a la vez que le preguntaba si lo decía por algo en especial. — Porque soy de Perugia, en la Umbría, en la misma provincia donde está Asís, me aclaró. Esa declaración de pertenencia me dio pie a contarle la historia del desaparecido convento franciscano de Oviedo; de la razón del nombre de nuestro Campo, tan vinculado a las celebraciones profanas o menos de la Cofradía y de la leyenda, o más, de la visita fundacional del santo a Oviedo. — Entonces, razonó, por la época de la visita, ¡san Francisco pudo postrarse ante este Cristo! Ya no supe qué decir ante aquella emoción desbordada. O, mejor dicho, aproveché que el terreno estaba abonado para hablarle de la Balesquida y de aquella capilla minúscula, por delante de la que ya habíamos pasado y a la que, de inmediato, me pidió volver, Foncalada y la Gascona arriba, como es preceptivo. Tomó nota de todo lo poco que yo sabía y sé del asunto pero, sobre todo, de la coincidencia contemporánea entre la benefactora residente y el místico visitante. Aquello le interesó más, desde luego, que algunos hitos imprescindibles de la ciudad.Y la ficción de un encuentro entre los personajes le pare72 ció más fascinante que el legendario abrazo o el sueño común de su paisano y santo Domingo de Guzmán, cuyo convento tantas veces visité en Bolonia. Hace pocos meses (y es el segundo sucedido) hice de cicerone a una ilustre profesora sevillana. De camino hacia la catedral, reparó en la lápida exterior de nuestra capilla e inmediatamente advirtió que aquel edificio no era, ni de lejos, del siglo xiii. Aclarado que del hospital original a lo sumo quedaba una pequeña talla de Virgen con Niño y que el edificio actual es del xviii, aunque remodelado en el año de la Constitución canovista, se interesó por la historia de la Cofradía que le pareció fascinante. ¡A una sevillana! No se explicaba cómo La Balesquida no era de conocimiento general en toda España, por los siglos y por su singularidad civil, ahora por cierto cuestionada y que puede acabar bajo la égida del ordinario del lugar, franciscano, curiosamente, en estos momentos. Mi buen amigo Antonio Masip ha escrito en esta revista sobre el célebre incendio de 1521, originado en la calle Cimadevilla. Posiblemente los vecinos del Oviedo de entonces, no pocos de ellos cofrades, disintieran radicalmente de los versos compuestos trescientos años antes por el Santo de la Umbría: Mi Señor, sé alabado por el hermano fuego, mediante el que las noches iluminas; bello y alegre; vigoroso y fuerte. 73 74 75 76 ESTUDIOS SOBRE ASTURIAS ENDEMONIADOS EN EL OVIEDO DEL SIGLO XVII Y ALGÚN APUNTE SOBRE LA HISTORIA DEL DEMONIO EN ASTURIAS miguel ángel de blas cortina El demonio y sus acólitos cuentan con remota presencia en el universo religioso judeocristiano. Aludidos ya por escrito en algunos de los libros apócrifos judíos y también en los manuscritos del Mar Muerto, vuelven a figurar, no sin considerables cambios formales, en el Nuevo Testamento en el que se nos presenta a Dios enfrentado a Satanás y sus temibles hordas. De esa guerra permanente y sin tregua menudean las referencias en los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de san Pablo o el Apocalipsis, pero en todos esos nuevos textos religiosos el conflicto se materializaba ya entre Cristo y el Diablo. En términos espaciales el reino de la cristiandad es el de la luz y de la bienaventuranza; el de Satanás el de los poderes de las tinieblas con sus fuerzas empeñadas con toda su inalterable energía en frenar la expansión de los seguidores de Cristo. En la configuración de ángeles y demonios, estos últimos al cabo ángeles caídos, se iría afirmando su sustancia exclusivamente espiritual lo que no impidió que estuvieran organizados en una estricta jerarquía, defendida tal naturaleza en el siglo v por el teólogo y místico bizantino Pseudo-Dionisio autor de La Jerarquía celestial, obra que largo tiempo más tarde, en el siglo ix, sería traducida al latín, difundiéndose por Europa y aceptada por los escolásticos con santo Tomás de Aquino a la cabeza quien en el siglo xiii asentó como doctrina católica romana la señalada espiritualidad de ángeles y diablos. Sin embargo, tal calidad inmaterial no habría de estorbar que los demonios fueran capaces de adoptar formas corporales. En el mismo siglo v defendería san Jerónimo la facultad transformista de los diablos de forma que pudieran ser vistos, sentidos y oídos por los humanos. A partir de esa acep79 El demonio, con la forma de un dragón, ante santa Marina. Tabla de Pedro de Mayorga (el Maestro de Palanquinos) hacia 1500. Cortesía del Museo de Bellas Artes de Asturias. 80 tación, la de los demonios tangibles, brotarían los relatos y creencias llegados hasta nuestros días con ejemplos tan característicos como el recogido en el siglo vii por el papa Gregorio Magno, en sus Dialogui (lib. III, cap. vii), el de un diablo bastante activo, y más bien picarón, que habría inducido a un obispo a palmear con dulzura indebida a una monja. Desde entonces la actuación del ejército de ángeles del mal sería constante, convertidos ya en seres poderosos y temibles, interviniendo en la vida de los cristianos y, con mayor empeño, en la de los más virtuosos y por ello más firmes defensores del reino de Cristo. Los más piadosos serán así el objetivo preferente de las tentaciones y acosos demoníacos. De esa asechanza y de sus consecuencias trató largamente Richalmo, abad de Schönthal, Württembergen, en su obra de explícito título Liber Revelationum et insidiis et versutiis daemonum adversus homines, datada en 1270. Para el demonólogo Richalmo los ataques y asechanzas de los ángeles negros son tantos que solo la protección divina permitiría supervivir a los hombres. Definitivamente omnipresente, la turba infernal llevaba a los monjes observados por nuestro informante renano a comportarse de forma indecorosa e irreverente, viéndose él mismo en alguna ocasión obligado a salir de la iglesia para vomitar la hostia recibida en la comunión. A veces, con el comprensible escarnio escatológico, provocaban al abad flatulencias inoportunas; también eran responsables los diablejos de injustificadas somnolencias en los actos litúrgicos, o del canto desafinado de los monjes en el coro. Son de ese tono, y aún bastante más atroces, los maltratos luciferinos sufridos por Michaela de Aguirre (1603-1677), monja alavesa a la que Satanás daba «manotadas» pesadas y crueles. En otras ocasiones eran dos los demonios que puestos respectivamente en la cabecera y pies de su cama, tiraban de ella cada uno hacia sí, dislocándole los huesos de manera que siendo mujer de pequeña estatura «la dexaban larga». Pero estos no eran más que parte de la inspirada variedad de los sufrimientos padecidos por la religiosa de Vitoria, y no los más duros cuando en ocasiones aquellos agentes del averno le atravesaban pies y manos con duros clavos, la hacían tragar brasas o la arrojaban con gran violencia de un tránsito al otro del convento, vuelo asombroso que a veces transcurría públicamente. En fin, es inimaginable cómo pudo sobrevivir a tanta violencia la atormentada Aguirre; también resulta pasmosa la pertinaz dedicación de los demonios. Fuere de una u otra manera, lo cierto es que tales sucesos contaron con fijación por escrito, en esta ocasión en los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas de Serrano y Sainz que viera la luz en Madrid en 1905 y en los que bebería Caro Baroja para la redacción de Las formas comple81 jas de la vida religiosa, publicado en 1978, obra de gran aliento que ofrece bastantes sucesos de visiones diabólicas, tomadas de las biografías y autobiografías de monjes o mujeres con fama de santidad. No es así de extrañar en tan extenuante convivencia entre diablos y humanos que el mismo san Juan de la Cruz se viera en el trance de plantarle cara al diablejo que poseía a la monja que de repente, y sin conocimientos previos, podía hablar todas las lenguas y sabía todas las artes, pudiendo con tan extrahumana inspiración discutir sobre temas teológicos con los más sabios varones. La época del místico abuReligioso expulsando a los demonios. Grabado del lense no era, por otra parte, fácil siglo xviii. para quienes sufrían la acusación de tener voluntario entendimiento con Satán. No fue excepcional por ello la ejecución en Europa de personas acusadas de pacto diabólico, circunstancia imaginaria pero de consecuencias cruentas que solamente en el sur de Alemania provocaría, según H. C. Erik Midelfort, 1.256 muertes entre 1562 y 1684, siendo mujeres el 80 % del total de las víctimas acusadas entonces de brujería (Witch Hunting in Southwetern Germany, Stanford University Press, 1972). En contra de lo que suele creerse, tal clase de delirios alcanzaron menor virulencia al sur de los pirineos, aunque algunos hechos levantaran grandes ecos y temores como, en el mismo marco temporal, el conocido Auto de Fe multitudinario celebrado en Logroño los días 6 y 7 de noviembre de 1610, acontecimiento de enorme boato del que dio debida y crítica cuenta Leandro Fernández de Moratín (Biblioteca de Autores Españoles, 1944). Desde luego fue el xvii un siglo terrible en el que pereció un tercio de la población global no siendo por ello de extrañar el título del libro que a esa centuria dedicara recientemente G. Parker, El siglo maldito: clima, guerras y catástrofes… Sirva como orientación de la dureza de los hechos el que entre 82 El demonio monstruoso, mezcla de atributos humanos y animales, con una segunda cara situada en el vientre, tienta a Cristo. Retablo mayor de la catedral de Oviedo, 1512-1529 (Archivo Fotográfico del RIDEA). 83 1647 y 1652 murieran en España a causa de la «gran peste» unas 500.000 personas, estimándose en 1.250.000 las vidas perdidas por el mismo mal a lo largo de siglo. En palabras de John Lynch, el «espectro de la muerte recorría la España del xvii», entonces inmersa en una guerra casi permanente con sus escenarios sangrientos en los Países Bajos, Alemania, Italia y la frontera francesa, además de los conflictos en Cataluña y Portugal. Fueron, en consecuencia, al menos 300.000 los combatientes españoles muertos en tanto combate, con la mayor tasa de víctimas en el período 1635-1659. Además la guerra propiciaba la malnutrición y toda clase de enfermedades, la devastación de los campos, la confiscación del ganado, el reclutamiento de los campesinos y, de modo tan consecuente como inevitable, las crisis de subsistencia. En este cuadro siniestro no podía faltar la extrema polarización social entre una minoría poseedora de la tierra y la masa de campesinos y trabajadores en su mayoría reducidos a la miseria. Era tal el ambiente material y moral en 1658, reinando Felipe IV en una España aislada, cuando Asturias se recuperaba de la crisis de mortalidad sufrida entre 1647 y 1650 en las comarcas costeras y valles del interior. En el año señalado la producción de escanda fue por fin suficiente y por ello menor el hambre, pero el decaído estado de ánimo general reactivaba las viejas supersticiones y temores a los que se trataban de oponerse los sermones, exhortando las disposiciones sinodales a los sacerdotes a permanecer junto al lecho de los moribundos para neutralizar en el trance definitivo a un demonio siempre al acecho. No es pues de extrañar que en años tan convulsos e inciertos se produjeran situaciones de desenfreno, a la vez que de miedo y de mortificación cruenta. Precisamente en noviembre de 1658 informaba el padre jesuita Miguel de Villaverde de que en las misiones realizadas en Avilés hubo disciplina de sangre, yendo los hombres descalzos y desnudos hasta la cintura y bastantes de ellos con piedras pendientes del cuello.Al mes siguiente se repetirían conductas similares en Oviedo, dándose los fieles asistentes a las misiones celebradas en la catedral golpes en el pecho y bofetadas «tan recias que no dexaban hablar y oyrse al predicador… llegándose a oírse en la calle el ruido producido por tanto autosuplicio». Estos y otros detalles de la religiosidad popular en la Asturias de mediados del xvii están contenidos, sin recibir atención particular, en los documentos transcritos por Justo García Sánchez en Los jesuitas en Asturias (Oviedo, IDEA, 1991). Se trata allí de la actividad pastoral, de las misiones religiosas, llevadas a término por los jesuitas en distintos lugares de Asturias siguiendo las consignas del Concilio de Trento (1563) de consolidar una concepción religiosa enfrentada a supersticiones y «hábitos indecentes». 84 Fue entonces, en diciembre del señalado 1658, cuando el diablo decidió mostrar el disgusto que le causaba la santa misión jesuítica. Ocurrió en Oviedo que una mujer piadosa, con fama de buena, de confesión habitual y ganadora del jubileo, cayera desmayada durante un sermón, haciendo en su inconsciencia «notables visages». Entendemos pues que hubo de ser con muecas y extraños desvanecimientos como se la transportara a su casa a la que pronto llegó un Padre quien, por la extravagante conducta de la mujer y quizá, sobre todo, por el hecho de que inesperadamente pudiera hablar en latín con el religioso, concluyera sin asomo de duda que se trataba de un caso de posesión por el demonio.Tal como lo requerían las circunstancias, siguieron a este diagnóstico espiritual los pertinentes conjuros con los que el exorcista pudo finalmente dejarla «buena y libre». No fue menor la peripecia de un estudiante señalado por los religiosos como bueno y sano, quien aunque también había ganado el jubileo, se vio súbitamente afectado por «tales accidentes» que en su entorno creyeron que se moría. Llamado uno de los jesuitas le dijo el mozo que el demonio se encontraba en un rincón de la estancia y desde allí profería sus amenazas. Sirvió el agua bendita, suponemos que junto con las pertinentes oraciones, para ahuyentar a Lucifer, si bien el alivio fue breve ya que al poco rato le volvieron de nuevo al estudiante los «accidentes», pidiendo entonces el clérigo que le trajeran el Santísimo. La intervención eucarística fue resolutiva, quedando al fin liberado el joven poseído. Igualmente terrible fue la experiencia de otra mujer virtuosa, perseguida por un demonio que además de someterla a grandes tentaciones, de cuya naturaleza no se da razón, se mostraba ante ella componiendo «varias y horribles figuras». Con frecuencia hallaba remedio la mujer en una imagen de san Ignacio y en otra ocasión pudo librarse de aquel dominio infernal durante un sermón en el que el predicador, portando un Cristo en las manos, conjuró al demonio con las palabras «surde et mute spiritus exi ab homine et ne amplire introcas in eum». Que más o menos viene a decir: «espiritu sordo y mudo [yo te lo mando], sal de este hombre y no intrigues más en/contra él»1. Pero no era aquella más que una breve tregua cuando pocos días más tarde arreció el ataque demoníaco hasta el extremo de que pese a la firme voluntad de confesarse era incapaz la atribulada mujer de acceder al confesionario al impedírselo Satán. Queriendo santiguarse y rezar el Ave María, se 1 O también, «no entres más en él con tus trucos (y no le líes más con tus trucos, intrigas. No más trucos contra él)». Introcas podría ser una transcripción errada de introeas. Debo estas aclaraciones a la latinista Inés Illán Calderón. Buscando el origen de lo que supusimos antigua fórmula ritual la encontramos, en efecto, en san Marcos (9: 25): «… et cum videre Iesus concurrentem turbam comminatus est spiritui inmundo dicens Illi surde et mute spiritus ego tibi praecio exi ab eo et amplius ne introeas in eum». 85 le olvidaban los actos y palabras correspondientes mientras que, en cambio, de su boca sólo salían blasfemias. La situación adquirió gravedad extrema cuando otro día, llamada por el confesor que estaba al tanto de su terrible trance, trató de comulgar venciendo «la infinita violencia que la detenía», pero el demonio enfurecido se interpuso entre ella y el altar, amenazándola y proclamando que era a él a quien debía adorar y no a Dios. Fue esencial en acoso tan terrorífico la exposición de una estampa de «Nuestro santo Padre» (se entiende que de san Ignacio de Loyola) logrando entonces «con quietud recibir a Dios». Sin embargo, teniendo ya en su boca la «santísima forma» se le pegó con tanta fuerza al paladar que no podía tragarla. Otra vez la acción salvífica de la estampa del santo permitió al cabo que la mujer comulgara. El jesuita redactor del informe comenta por último que tales acontecimientos, y aún otros que decide no relatar por que bastaba con lo dicho, declaraban «el sentimiento» que provocaba en Satanás la misión apostólica, dando las gracias a Dios que con «tan ruines instrumentos [los exorcismos] ha hecho tan soberanos effectos». Lo sucedido en la catedral asturiana no dejaba de ser más que una de tantas batallas en la guerra permanente entre la luz y la oscuridad, entre Cristo y Lucifer, combates en los que se reproducen actos y situaciones a lo largo del tiempo si tenemos presente que la angustiosa comunión de la mujer ovetense de mediados del xvii tanto se parece a las padecidas por el espantado abad Richalmo en el siglo xiii. Tal vez esa guerra hasta la eternidad entre el bien y el mal tuviera otras víctimas no consignadas como tales. Algunos años después de los sucesos reseñados conocerían los jesuitas en misión apostólica otros hechos extraordinarios. Supieron e informaron que en Coro, concejo de Villaviciosa, estaban aterrados los vecinos tras la muerte repentina, en días distintos pero próximos, de dos personas eclesiásticas de las que se tenía una opinión que no era tan buena como «convenía a su estado, por ser llevados no poco de la avaricia». El caso es que en la casa que habían habitado se producían por la noche grandes ruidos y voces. No pocas personas de todo crédito aseguraban que habían visto a ambos difuntos caminar desde la casa hasta la iglesia donde yacían sepultados sus cuerpos. En aquellos desplazamientos fantasmales eran tan lamentables y tristes sus gritos y gemidos que «les causaron indecible temor y no hay persona que de noche se atreva a andar por aquel paraje». * * * En fin, este capítulo moderno de la relación de humanos y demonios en Asturias no sería a la postre más que uno de tantos de una forzada con86 vivencia instalada en el universo mental de nuestros antepasados, magma en el que se entremezclaron sin límites precisos creencias religiosas y supersticiones no cristianas. Probablemente sea la referencia documentada más antigua a esa presencia infernal la que encontramos en el raro texto inscrito a buril en una pequeña placa de pizarra descubierta en 1926 bajo la tierra en Carrio, Villayón, cerca del río Navia; un raro testimonio de la epigrafía altomedieval considerada como visigoda por Gómez-Moreno y Diego Santos (este último, en su Inscripciones medievales de Asturias). Es el de Carrio un texto oscuro, de los habitualmente denominados profilácticos, de lectura difícil, en el que se pide ayuda frente al granizo a algunos patriarcas, entre tales, a Miguel, Gabriel, Rafael o Mamoniel, ángeles capaces de retener las nubes en sus manos para que El apóstol Bartolomé, con el cuchillo en la mano que alude a su martirio, desollado, pisa y somete a una diablesa la tormenta no asolara la villa encadenada. Retablo mayor de la catedral de Oviedo donde vivía el siervo de Dios (Archivo Fotográfico del RIDEA). Auriolo, ni a sus hermanos, vecinos ni a las posesiones de todos ellos. Tal clase de apelación no era totalmente inédita pues ya Gómez-Moreno (en su Documentación goda en pizarra, 1966) encontraba paralelos en sendos conjuros de Trogira (Croacia), del siglo vi, y Ainfurua (Túnez), del vii. En la súplica de la pizarra naviega aparece el poder causante de los males al que se señala y dirige: «Te conjuro, Satán, por nuestro señor Jesucristo que 87 te confinó en la ciudad de Cirbes a que no perjudiques ni a los árboles ni a los segadores ni a los viñedos ni a los frutales… ni a cualquier cosa que se te ponga por delante». El texto, en el que seguimos la traducción de Manuel C. Díaz y Díaz (Asturias en el siglo viii. La cultura literaria, Oviedo, 2001), pudo haber sido redactado en un día de verano, de julio si se considera la alusión a la siega, o acaso de agosto cuando hay mayor riesgo de tormentas de granizo. El hallazgo en fecha relativamente reciente de otra inscripción en pizarra de intención parecida viene a aclarar el sentido de la asturiana y también a precisar su cronología. Se trata de un epígrafe de Fuente Encalada, en tierras de Zamora (A. Esparza y R. Martín Valls, Zéphyrus 51, Universidad de Salamanca, 1998) en el que de nuevo se reprime al granizo justamente temido en una economía agropecuaria de mera subsistencia. El estudio desde las perspectivas epigráfica, lingüística, textual y arqueológica del hallazgo zamorano permite su datación en el siglo x, fecha conveniente también para el caso de Carrio que de ser de estimado como de época visigoda pasaría a retardar su factura a un momento ya tardío del reino altomedieval asturiano. Sea como fuere, la filacteria o conjuro cristiano de Carrio nos descubre aquí una temprana referencia al «maligno» aludido bajo el nombre de Satán (Satas, para más precisión), voz para algunos derivada del árabe chitan que significa justamente demonio (G. Messadié, Histoire génerale du Diable, Éditions Robert Laffont, 1993), denominación al cabo nada improbable tras siglos transcurridos por entonces desde la invasión islámica de la Península. Pero, sin duda, el término viene de más atrás y quizá también por otro camino puesto que el sustantivo satan como un incierto «opositor» o «adversario» asoma ya en el libro del profeta Zacarías (III: I) e igualmente en el de Job (I y II), y con perfiles más acabados en la literatura rabínica en la que es ya un bien perfilado «maligno», con mando sobre los demás ángeles caídos. Resulta especialmente sugerente la evolución y mutación de creencias ancestrales, su inserción y continuidad en la mitología tradicional cuando como en el caso asturiano el ser conductor de las nubes cargadas de amenazas y desencadenante de la tormenta devastadora fue imaginado con la estampa del impenitente Nuberu o Nubeiro, también aludido como Xuan Cabritu. Aquel ser maléfico, aunque ocasionalmente bonachón, feo, de gran estatura y fuerza colosal al que los curas «exconjuraban» (ahuyentándolo de las maneras más extravagantes como el lanzamiento a las nubes intimidantes de zapatos o incluso de algún bonete, según fue anotado por Aurelio de Llano en 1922), vivía en una ciudad de Egipto; ¿no recuerda eso a la inscripción de Carrio que sitúa al demonio confinado por Cristo en la ciudad de Cirbes? 88 ¿Y qué pensar del hecho de que tanto en la pizarra asturiana como en su homóloga castellana de Fuente Encalada se recoja una fórmula de conjuro inspirada, con certeza, en un pasaje de un apócrifo del Nuevo Testamento, la Passio Bartholomei, redactado en los siglos v o vi, en el que el apóstol amenaza al demonio con arrojarlo al abismo? Pizarra altomedieval de Carrio (Villayón), en cuyo texto inscrito se alude expresamente a Satán. Pues consideremos entonces, por último, como poco casual el rezo, precisamente a san Bartolomé dominador del diablo, para neutralizar los rayos; plegaria también recogida por Aurelio de Llano en algún lugar del concejo de Cangas de Onís (Del folklore asturiano. Mitos-supersticiones-costumbres), en la que Jesucristo le dice al santo: «donde fueres nombrado no caigan rayos ni centellas, ni mujer muera de parto, ni criatura de espanto». 89 90 LA ELECCIÓN DE JOVELLANOS PARA LA JUNTA CENTRAL javier rodríguez muñoz Es sobradamente conocido que la Junta Suprema de Asturias nombró a Gaspar Melchor de Jovellanos y a Francisco de Asís Bernaldo de Quirós y Mariño de Lobera, marqués de Camposagrado, como sus representantes en la Junta Central1. Se ignoraban, sin embargo, los detalles de cómo se produjo la elección y qué apoyos concretos recibieron cada uno de ellos. Este desconocimiento fue debido a la pérdida hasta tiempos muy recientes de las actas de la Junta que realizó el nombramiento. En realidad, no se conocían ni los Libros de actas de la Junta General del Principado que en mayo de 1808 declaró la guerra a Napoleón2, la primera en España, ni las de la Junta Suprema, su sucesora, ni las de la Junta de Armamento, Observación y Defensa que nombró el marqués de La Romana cuando disolvió, manu militari, a la Suprema el 2 de mayo de 18093. Cuando en 1814 y 1815 se trató de recom1 La Junta Central fue el supremo órgano gubernativo constituido el 25 de septiembre de 1808, integrado por representantes de todas las Juntas Provinciales, que asumió todo el poder soberano. Decía la Gazeta de Oviedo, en su número 35, del 17 de septiembre de 1808, referido a ella: «La autoridad suprema se ha concentrado en un punto; y la nación entera oirá con gusto la voz de sus diputados y obedecerá sus órdenes». 2 Éstas siguen en paradero desconocido. 3 Hemos publicado el acta de la sesión de la Junta de 2 de mayo de 1809 que fue suspendida por orden del marqués de La Romana, en un apéndice documental inserto al final de nuestra obra: La Guerra de la Independencia. Los asturianos en el levantamiento contra Napoleón y en la revolución liberal, Oviedo, 2009, editada en fascículos por La Nueva España, págs. 814-816. Ante la Junta Suprema se presentó el coronel del Regimiento de la Princesa, José Odonell, por orden del marqués de La Romana, con un oficio suyo que decía: «Por justas causas que me asisten, y a fin de aumentar los medios de defensa de esta Provincia, confiada a mi cuidado, con la actividad y esmero correspondientes a la necesidad en que se halla la Patria he determinado cesen enteramente en sus funciones todos los individuos que componen la Junta actual de Armamento y Defensa, nombrando a otros que los desempeñen y se presentarán inmediatamente…». Acompañaban al coronel Odonell, los señores Gregorio Jove Valdés, que había sido procurador general del Principado hasta mayo de 1808, y el licenciado Francisco Ordóñez, con los que la Junta no quiso tratar. 91 poner el Archivo de la Junta General del Principado, ya no estaban aquellos Libros de actas, y Ramón Álvarez Valdés, que por encargo de la citada Junta hizo una historia del levantamiento de Asturias contra los franceses, y del primer año de la Guerra, no pudo en consecuencia consultarlas4. Durante dos siglos esa documentación estuvo en paradero ignorado, hasta que parte de ella fue descubierta por José Luis Calvo, colaborador de la Asociación para la Recreación Histórico Cultural de Asturias (arhca), cuando realizaba una investigación sobre pertrechos y uniformes militares de ese período, y sobre unas telas que para confección de los mismos habían enviado los ingleses. Se encontró entonces con referencias documentales a ciertos legajos y expedientes que se guardaban en el Archivo Histórico Nacional, y la profundización en la investigación le llevó a descubrir que allí había una importante documentación sobre Asturias. Compartió este hallazgo con los miembros de Arhca y solicitaron la copia de los documentos, comisionando a Pedro Redondo, miembro de la asociación, a Madrid para que gestionara en el Archivo Histórico Nacional la digitalización de los mismos. Corría entonces el mes de noviembre de 2008. Cuatro meses después, en marzo de 2009, un gran número de esos documentos era digitalizado y entre ellos se encontraba el Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808, donde se recogía la elección de Jovellanos y el marqués de Camposagrado5. Hasta la recuperación de las actas de la Junta, no era completa la información que se tenía sobre el nombramiento de los dos representantes asturianos, Jovellanos y Camposagrado, para la Junta Central. La información más directa la proporcionaba el poder otorgado por la Junta Suprema a sus dos representantes, copia, según consta expresamente en el mismo, «del libro 4 Ramón Álvarez Valdés, Memorias del levantamiento de Asturias en 1808, Oviedo, 1889. La Junta General del Principado había encargado el 15 de junio de 1815, un año después de acabada la Guerra de la Independencia, a Ramón Álvarez Valdés y a Fernando Álvarez de Miranda, una historia del desarrollo de la Guerra en Asturias, al tiempo que encomendaba a Marcos Bernaldo de Quirós y a José María Menéndez la recogida de la documentación necesaria. Como cuenta Francisco Carantoña en el «Prólogo» a una nueva edición de la obra de Ramón Álvarez Valdés hecha en Gijón, en 1988, con motivo del VI Centenario de la institución del Principado de Asturias, sólo este último culminó el encargo, aunque no llegó a ver editado el trabajo, pues falleció en 1858. Sobre la reordenación del archivo de la Junta General del Principado, se puede consultar Marta Friera Álvarez, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen (1760-1835), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias – KRK Ediciones, 2003, págs. 918-919. 5 Mi agradecimiento a José Luis Calvo que generosamente ha compartido esa documentación conmigo, que ahora me permite ofrecer algunos datos desconocidos de la elección de Jovellanos y Camposagrado, siguiendo lo contenido en los Quadernos de los Acuerdos de la Junta de Asturias desde 1.º de Septiembre de 1808, hasta octubre de 1809. Archivo Histórico Nacional, Consejos, leg. 11995. 92 original de acuerdos» de la Suprema Junta6. Se dice en él que, congregada en la sala capitular de la catedral de Oviedo, el 1 de septiembre de 1808, «la Junta General de este Principado, en quien reside la Soberanía, mientras no fuere restituido a ella el señor don Fernando 7.º», considerando los papeles e informes enviados por otras Juntas, a fin de promover que esta Junta Suprema dispusiese, desde luego, enviar dos o más comisionados a la celebración de un Congreso en Ciudad Real, o donde conviniese la mayor parte de los demás comisionados de los otros Reinos y Provincias, por ser de la mayor importancia a fin de establecer un mando, o gobierno, a quien obedezcan todos los Reinos y Provincias que están en armas, y tratar al mismo tiempo de quantos negocios convengan y sean correspondientes a un Congreso de tanta consideración y urgencia; y estando bien penetrada esta Suprema Junta desde un principio de estos mismos sentimientos, por ser los propios que el caballero Procurador General de este Principado don Álvaro Flórez Estrada7 havía manifestado, propuesto y promovido a toda la España en un papel público, deseando por momentos se acerque el día feliz, de que se reconcentre el mando de todos los Reinos y Provincias de España por medio de la celebración de un Congreso de los respectivos comisionados y de que el Gobierno tome toda la energía, que conviene y es necesaria, y que reciba todas las mejoras de que es susceptible, hasta llegar a la más perfecta organización, procedió al nombramiento de sus respectivos comisionados, y teniendo en consideración las relebantes y bien conocidas prendas, instrucción y más circunstancias de los excelentísimos señores don Gaspar Melchor de Jove Llanos, del Consejo de Estado de S.M. (que Dios guarde), y de don Francisco Bernaldo Quirós, marqués de Campo Sagrado, teniente general e inspector del exército asturiano, los ha nombrado y elegido, como desde ahora los nombra y elije 6 Reproduce el poder Álvarez Valdés, op. cit., ed., de 1988, por dos veces, apéndices n.º 38, págs. 318319, y n.º 57, págs. 340-341. Hay pequeñas discrepancias entre su texto y el original contenido en el Cuaderno de aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808. Archivo Histórico Nacional. Consejos, leg. 11995. 7 El procurador general del Principado, Álvaro Flórez Estrada, había presentado en la Junta General del Principado de Asturias, en sesión de 11 de junio de 1808, una propuesta en la que tras exponer la debilidad que suponía la división del poder entre diversas Juntas, abogaba por el establecimiento de «un cuerpo que, reuniendo la autoridad o representación de todas las provincias, uniforme con la prontitud que se necesita todos sus deseos y operaciones». Ese cuerpo, según la proposición de Flórez Estrada, «son las Cortes formadas por los representantes de las provincias». Fundaba la legitimidad de esas Cortes en que «la Soberanía reside siempre en el pueblo, principalmente cuando no existe la persona en quien la haya cedido; y el consentimiento unánime de una Nación, autoriza todas funciones que quiera ejercer».Y terminaba su escrito proponiendo que «por ahora y sin perjuicio de los derechos que tengan las ciudades de voto en Cortes […] cada provincia nombre a dos diputados elegidos en su capital, los que deberán hallarse en esta ciudad [se refería a Oviedo] el día 20 de julio de este presente año para abrir esta soberana Junta de la Nación al día siguiente». Reproduce el escrito de Flórez Estrada, Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, apéndice n.º 33, págs. 306-307. 93 por tales comisionados para el expresado Congreso en Ciudad Real, o donde mejor convenga, por ser uno y otro de toda la confianza de esta Suprema Junta para un encargo tan importante8. Cómo recibió Jovellanos la propuesta de su nombramiento es conocido por lo que él mismo escribió en la conocida Memoria en defensa de la Junta Central 9, publicada a instancias suyas en la Oficina de Don Francisco Cándido Pérez Prieto de La Coruña, en 1811. Cuenta en ella Jovellanos lo que fue de su vida tras ser liberado de la prisión en que se encontraba en el castillo de Bellver, en Mallorca, y cómo llegó a Jadraque (Guadalajara), a casa de su íntimo amigo Juan José Arias de Saavedra al atardecer del 1 de junio de 1808, en busca de reposo y para tratar de recuperar su quebrantada salud. Desde el día siguiente de su llegada, no dejaron de presentarse postas con cartas enviadas tanto por sus antiguos compañeros ilustrados, como de Asturias. Una de las misivas que recibió el 12 de junio de 1808, escrita por Miguel José de Azanza desde Bayona, el 8 de ese mes, iba acompañada de otra confidencial que le transmitía órdenes del propio Napoleón para que se trasladara al Principado y con su autoridad moral instara a los asturianos a cesar en la revuelta que habían iniciado contra el emperador francés10. Se ha discutido y debatido mucho sobre el dilema que debió atormentar a Jovellanos en esos momentos sobre qué partido seguir. Entre el grupo que recibió el apelativo de «afrancesado» se encontraban algunos de sus más antiguos amigos, como Francisco Cabarrús, con los que había compartido durante años su credo en la Ilustración como el medio capaz de reformar y solucionar los males de la patria. Ante las diversas demandas de sus antaño amigos y del propio emperador Napoleón Bonaparte y su hermano José, Jovellanos rechazó cualquier colaboración y hasta el nombramiento de ministro del Interior que le hizo el francés con la excusa de su «quebrantada salud»11. 8 Respetamos la ortografía del original, aunque actualizamos la acentuación e introducimos algunos cambios en la puntuación. El texto citado, en Cuaderno de aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808. Archivo Histórico Nacional (AHN). Consejos, leg. 11995. 9 Citamos por su publicación en las Obras Completas. Tomo XI. Escritos políticos. Edición crítica, estudio preliminar, prólogo y notas de Ignacio Fernández Sarasola, Oviedo, Ayuntamiento de Gijón – Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – KRK Ediciones, 2006, págs. 353-807. 10 Memoria en defensa de la Junta Central, edición citada, págs. 474-475. La carta, en Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º (Abril, 1801 – Setiembre, 1808). Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1988, pág. 515. 11 El nombramiento de ministro del Interior se produjo el 7 de julio de 1808 y le fue comunicado por Mariano Luis de Urquijo. La negativa de Jovellanos al cargo está fechada en Jadraque, el 16 de julio.Ver Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º, pág. 556-557. 94 Estas disculpas de Jovellanos han sido interpretadas por algunos como una forma de ganar tiempo a la espera de ver cómo se decantaba la situación. Miguel Artola, uno de los historiadores que más se ha ocupado de este periodo, opina que el gijonés pasó todo ese tiempo dudando acerca de qué partido era más conveniente12. Uno de sus mejores biógrafos, Javier Varela, opina que la apelación a su mala salud, en la que se escuda en sus contestaciones a las diversas demandas, era una forma de negarse a «colaborar, sin manifestar al principio una abierta hostilidad hacia los ocupantes y sus parciales»13, y José Caso apunta que en todas las cartas de este tiempo en Jadraque, «no hay ni una sola palabra que pueda considerarse el más leve elogio de Napoleón o de su hermano José», y que «las frases aparentemente ambiguas sobre los servicios que está dispuesto a prestar a su patria, si recupera la salud, consideradas a la luz de la historia posterior, más bien quieren decir que se colocará del lado de los patriotas»14. Tanto Javier Varela como José Caso, entre otros, consideran que la carta de respuesta a José de Mazarredo y Salazar de 21 de junio de 1808, tras haber sido solicitado para que se dirigiera a Asturias a calmar a sus paisanos primero y, luego, para que escribiera una misiva con el mismo fin15, dejaba ver claramente que estaba al lado de los patriotas. «¿Pero cree usted que nos hallamos 12 Expresa esa opinión, por ejemplo, en Los afrancesados (Madrid, Alianza Editorial, 2.ª ed., 2008. Dice Artola que Jovellanos estuvo en Jadraque varios días «dudando acerca del partido más conveniente» (pág. 45). Anteriormente, en el tomo tercero de las Obras de Jovellanos, publicado por la Biblioteca de Autores Españoles (Madrid, 1956), con edición y estudio preliminar del mismo Miguel Artola, opinaba que aunque el 15 de junio de 1808 descubrió Jovellanos por primera vez su pensamiento en contra del colaboracionismo con el francés, todavía un mes después, el 16 de julio de 1808, en la contestación a Urquijo con su renuncia al cargo de ministro del Interior del Gobierno de José Bonaparte, volvía a mostrar su ambigüedad. No será, según Artola en el citado «estudio preliminar», hasta finales de julio, cuando ya se conoce en Jadraque la noticia de la rendición de Dupont en Bailén, cuando tome definitivamente el partido de los «patriotas» y califique a José Bonaparte de «rey intruso» (págs. xl-xliii). 13 Javier Varela, Jovellanos, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pág. 202. Jadraque se encuentra al norte de la actual provincia de Guadalajara, a prudencial distancia de Madrid, donde estaba entonces el invasor francés. 14 José Miguel Caso González, Jovellanos, Barcelona, Editorial Ariel, S. A., 1998, pág. 249. 15 Jovellanos recibe una misiva escrita por Miguel José de Azanza desde Bayona el 8 junio de 1808, que iba acompañada de otra confidencial que le transmitía órdenes del propio Napoleón para que se trasladara al Principado y con su autoridad moral instara a los asturianos a cesar en la revuelta que habían iniciado contra el invasor francés (véase Obras Completas.Tomo XI. Escritos políticos, págs. 474-475). Tres días después, vino otro posta con carta de Gonzalo Ofarril en la que le instaba a que, ya que no podía pasar a Asturias, «a lo menos exhortase por escrito a mis paisanos a que dejasen las armas y se restituyesen al sosiego. Neguéme también decididamente a este paso, y como en la carta de Ofarril viniese una postdata de don José Mazarredo, en que me instaba al mismo efecto, escribí a éste separadamente, y siendo mayor la confianza que con él tenía, por nuestro antiguo amistoso trato, le descubrí más abiertamente mis sentimientos» (Memoria en defensa de la Junta Central, págs. 476-477). 95 en estado de adelantar cosa alguna con exhortaciones? No, amigo mío, es menester desengañarse», escribe Jovellanos a Mazarredo.Y sigue: La nación se ha declarado generalmente y se ha declarado con una energía igual al horror que concibió al verse tan cruelmente engañada y escarnecida. El desorden mismo que reina en sus primeros pasos es la mejor prueba del furor que los incita. Hacerla retroceder ya no es posible; ni lo consentirían los que saliendo al frente han autorizado los primeros movimientos de las provincias. Dirá usted que corren a su ruina, y así lo creo; pero esta consideración ¿de qué vale cuando no es la luz de la reflexión la que guía, sino el ímpetu del sentimiento el que mueve y arrebata? Por eso dije a usted, y le repito, que la guerra civil era inevitable16 […]. La causa de mi país, como la de otras provincias, puede ser temeraria; pero es a lo menos honrada, y nunca puede estar bien a un hombre que ha sufrido tanto por conservar su opinión, arriesgarla tan abiertamente cuando se va acercando el término de su vida17. Fueron cesando, al fin, las tentativas de enrolar a Jovellanos en la causa de los afrancesados, al tiempo que éste, según él mismo refiere, «empezaba ya a experimentar mucho alivio en ella [su salud], a favor del régimen y remedios adoptados»18. En tal situación, el 8 de septiembre de 1808 llegó a Jadraque «un posta despachado por la Junta General del Principado […] con el aviso de estar nombrado para el Gobierno Central, junto con mi ilustre y amado amigo el marqués de Camposagrado», escribe Jovellanos en la Memoria en defensa de la Junta Central19. «Por más que este distinguido testimonio del aprecio de mis paisanos fuese tan grato para mi corazón, confieso que me hallé muy perplejo en la aceptación de tan grave cargo, por juzgarle muy superior al estado de mis fuerzas».Vuelve a referirse a su delicado estado de salud que, «unido al horror y aversión que mis pasadas aventuras me habían inspirado a toda especie de mando, me hicieron vacilar mucho sobre mi resolución». Introduce aquí Jovellanos una consideración nueva, relativa a sus malas experiencias anteriores en materia de gobierno, tras su efímero paso por el Ministerio de Gracia y Justicia (1797-1798), su destierro en Asturias (1798-1801) y su posterior 16 En carta anterior a José de Mazarredo y Salazar, fechada en Jadraque a 11 de junio de 1808, hacía esta afirmación: «La guerra civil, el mayor de todos los males, es ya inevitable.Yo he corrido desde Barcelona a este rincón. La vergüenza y la rabia está en todos los corazones, sin excepción de uno, y por desgracia estos sentimientos hierven con tanto ardor, que parece difícil reducirlos a orden» (en Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º (Abril, 1801 – Setiembre, 1808). Edición crítica, introducción y notas de José Miguel Caso González, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1988, pág. 523). 17 Obras completas.Tomo IV. Correspondencia 3.º, págs. 554-555. 18 Memoria en defensa de la Junta Central, pág. 481. 19 Op. y ed. cit., pág. 481. 96 deportación en Valldemosa y encierro en el castillo de Bellver, en Mallorca (1801-1808). Pese a todo ello, como es sabido, concluye Jovellanos que aceptó el encargo y envió un correo a la Junta con su respuesta20. La Junta que eligió a Jovellanos y Camposagrado como sus representantes en la Junta Central no era ya la misma que se había reunido de forma ordinaria en mayo de 1808 y que el 25 de mayo se constituyó soberana, declarando la guerra a Napoleón. Según Álvarez Valdés, a fines del mes de julio, el diputado por Villaviciosa Felipe Neri Hevia y Antayo planteó en la Junta que los representantes que en ella estaban habían sido elegidos para la reunión trienal de la Junta General del Principado y no para las circunstancias excepcionales en que al presente se encontraban21. Consideradas éstas, parecía necesario proceder a otorgar a los representantes unos poderes «más amplios, generales, y extensivos a cuanto se ofreciese, y a uniformar el Gobierno con los demás de la Monarquía». Además, opinaba el diputado de Villaviciosa, era de «la mayor importancia reducir el número de representantes para evitar el entorpecimiento del despacho de los negocios, y alejar en lo posible la intriga y el manejo»22. Unos días después, el 4 de agosto de 1808, el procurador general Álvaro Flórez Estrada propuso que se enviara una circular a los concejos para que «o bien ratifiquen los poderes a sus representantes, o nombren otros de probidad y patriotismo, para que a las 10 de la mañana del último día de este mes se presenten en esta ciudad»23 de Oviedo. El 8 de agosto siguiente, el secretario de la Junta, Juan Argüelles Toral, envió una circular a todos los concejos con la propuesta de Flórez Estrada del día 4. Reproduce el texto de la misma Ramón Álvarez Valdés, y en ella se contiene un modelo aprobado por la Junta Suprema conforme al cual los concejos debían «arreglar los poderes, evitando por este medio cualquiera equivocación que pudiese caber en su extensión». El citado modelo incluía como uno de los objetivos de la nueva Junta la reducción de sus miembros, en atención a creerse oportuno para la más fácil expedición de los muchos y graves negocios que ocupan la atención de la Junta, tratar si sería conveniente reconcentrar la voz del Principado 20 Las citas, en ídem, pág. 481. Más adelante expondremos algún detalle más preciso de su primera respuesta y consiguiente aceptación. 21 Por esa época, la Junta General del Principado se reunía de forma ordinaria cada tres años y los sucesos de mayo de 1808 coincidieron con una convocatoria de la misma, alterada por todo lo que ocurrió en Oviedo a partir del 9 de mayo de 1808, fecha en la que fueron conocidos los acontecimientos del 2 de mayo en Madrid. 22 Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, pág. 171. 23 Se da cuenta de la iniciativa del procurador general en el n.º 24 de la Gazeta de Oviedo, del miércoles, 17 de agosto de 1808. 97 para en lo sucesivo, en cierto número de vocales, se autorizasen con correspondientes facultades de este concejo y de los demás de la provincia, o bien los apoderados que actualmente los representan, ratificándoles los poderes que antes se les habían conferido, con cláusula expresa de poder resolver en la sesión señalada al efecto lo que se crea más justo y que convenga más al bien de la patria; o bien otros apoderados de su satisfacción […] para que concurriendo a su nombre a la sesión señalada, acuerden y resuelvan en el punto para que está convocada lo que crean más conveniente y útil al bien de la provincia y de la Monarquía conviniendo, si así lo tuviese por oportuno, en reconcentrar la voz del Principado en aquel número de Vocales que juzguen convenir, dándoles a este efecto cuantas facultades se requieren24. El 31 de agosto de 1808 debieron de concurrir a Oviedo, a la sala capitular de la catedral, lugar tradicional de reunión de la Junta General del Principado, los apoderados elegidos según la circular de 8 de agosto. En esa primera Junta se debieron de presentar, como era habitual, los poderes que traían los diputados elegidos por los concejos, los cuales fueron examinados, según consta en la sesión del 1 de septiembre de 1808, por una comisión compuesta de los «señores Dn. Balthasar Cienfuegos, Dn. Juan de Noriega, Dn. Manuel Acevedo, Dn. Alonso Canella y el Procurador General, quienes habiéndolos reconocido informan a S. E. en la misma sesión ser bastantes y deven ser admitidos los señores apoderados, en cuia vista el Sr. Presidente los ha declarado por bastantes a escepción de los del concejo de Castropol, que los manda devolver al juez 1.º noble de dicho concejo para que le haga saver haga la elección que le convenga con arreglo a la costumbre y a la representación que tuvo hasta ahora y que si se creyese con derecho a tenerla mayor, reclame en devida forma o como juzgue oportuno»25. En atención a que uno de los objetivos de esta nueva Junta era la de tratar de la reducción de sus miembros, se dio por sobreentendido por los historiadores que se han ocupado de este período que esta cuestión había sido la primera tratada y decidida nada más comenzar su reunión. Así lo da a entender Ramón Álvarez Valdés, principal fuente de información careciendo de las actas de la Junta: «Reunidos el día señalado [31 de agosto] los representantes de los concejos, resuelven renovar la Junta, y reducir el número de Vocales; pudiendo uno mismo llevar la voz de dos o más concejos y Obispalías, según los nombramientos en los poderes consignados»26. A continuación, da 24 Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, apéndice número 56, pág. 339. 25 Quadernos de los Acuerdos de la Junta de Asturias. Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808 (AHN, Consejos, leg. 11995). 26 Álvarez Valdés, op. cit., ed. de 1988, págs. 171-172. 98 los nombres de la nueva Junta Suprema renovada y reducida, nombres que son repetidos por otros autores posteriores, como Fermín Canella27, si bien con algunas variantes en las que no vamos a entrar28. Las sesiones de la nueva Junta Suprema comenzaron el 1 de septiembre y en tal día ni se trató ni acordó la reducción de sus miembros29. A ella asistieron los apoderados de todos los concejos y obispalías, con la excepción de la de Castropol, y lo primero que se aprobó, a propuesta del Procurador General, fue «que todo representante que no tenga substituto designado en el poder, si tratase de substituirle, lo habría de hacer precisamente en individuo de la Junta Suprema, y que este sólo pudiese reunir en sí quatro votos». Inmediatamente, a propuesta del conde de Toreno30, se confirmó en la presidencia de la Junta Suprema al brigadier José Valdés Flórez, que ya lo venía siendo de la anterior que ahora se renovaba, por «pluridad (sic) de votos»31. 27 Fermín Canella Secades, Memorias asturianas del año ocho, Oviedo, 1908 (hay reed.: Gijón, Editorial Auseva, S. A., 1988, con prólogo de José María Patac de las Traviesas). La lista, en las págs. 49-50 de esta edición. Ofrece el que fuera rector de la Universidad de Oviedo y cronista de Asturias, nuevamente la lista en su Representación asturiana administrativa y política desde 1808 a 1915 en la Diputación Provincial de Oviedo, Congreso de los Diputados, Senado y otras instituciones, Oviedo, Imprenta de Flórez, Gusano y Comp.ª, 1915, págs. 11-12, con algunos cambios con respecto a la anterior lista. 28 Todos los autores que se han ocupado de este momento histórico han seguido a Álvarez Valdés y han dado por hecha la reducción de los miembros de la Junta Suprema. Así, Francisco Carantoña Álvarez, La Guerra de la Independencia en Asturias, Gijón, Silverio Cañada, Editor, 1984, y del mismo, Revolución liberal y crisis de las instituciones tradicionales asturianas, Gijón, Silverio Cañada, Editor, 1989. También Marta Friera Álvarez, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen (1760-1835), Oviedo, Junta General del Principado de Asturias – KRK Ediciones, 2003. 29 Lo denuncia Ignacio Flórez Arango en un oficio dirigido al marqués de la Romana, fechado en Oviedo el 7 de abril de 1809. Flórez Arango había sido hasta el 15 de agosto de 1808 presidente de la Junta Suprema y fue desplazado de ésta en la renovación llevada a cabo a finales de agosto de ese año, convocada con el propósito de reducir el número de sus miembros y agilizar su funcionamiento. En el citado escrito, Flórez Arango da cuenta que cuando se abrió la Junta Suprema el 1 de septiembre de 1808, «antes de tratar del asunto para que eran convocados los vocales, se propuso por el Procurador General nada menos que la elección de los diputados que debían asistir a la Junta Central». Se encuentra este documento en el archivo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado y ha sido publicado por José M.ª Patac de las Traviesas, S. J., La guerra de la Independencia en Asturias en los documentos del archivo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado. Discurso de ingreso en el IDEA. Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, págs. 138-145. La cita entrecomillada, en la pág. 142. 30 El conde de Toreno era entonces Fernando Antonio Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, que falleció el 20 de diciembre de 1808, y era hijo del V conde, el ilustrado Joaquín José Queipo de Llano y Quiñones.Ver Marqués del Saltillo y Marqués de Jaureguizar, Linajes y palacios ovetenses. Datros para su historia, Madrid Hidalguía, 1992, pág. 60. 31 Las citas entrecomilladas corresponden al citado Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808 (AHN, Consejos, leg. 11995) y lo mismo las que hagamos más adelante sin mención expresa. José Valdés Flórez había sido elegido presidente de la Junta Suprema el 15 de agosto de 1808 en sustitución de Ignacio Flórez Arango, nombrado diputado para las Cortes que se iban a celebrar en Galicia, aunque Ramón Álvarez Valdés (op. cit.), no aclara las razones del cambio. 99 Continuó la Junta el mismo 1 de septiembre por la tarde y se planteó la cuestión de si el «Procurador General existente habrá de continuar en el caso aun de concentración de esta Suprema Junta», lo que se acordó por la mayoría, con la excepción de Alonso Canella, representante de Sobrescobio, que dijo que «se entendiera únicamente hasta la reconcentración y al tiempo de verificarse ésta, reserbaba el nombramiento de Procurador General para lo sucesivo». A continuación y a propuesta de Isidro de Antayo, se agradecieron los servicios prestados por Juan Argüelles Toral, secretario de la anterior Junta Suprema, con la concesión de «los honores de secretario de S. M. con exercicio de decretos sin sellado ni haber». Se leyó a continuación una carta de la Suprema Junta de Sevilla relativa al nombramiento de representantes para la Junta Central, aprobándose, en primer lugar, que no obstante anteriores acuerdos se nombrase sólo dos, «en atención a ser este el número acordado por todas las Juntas Supremas de las Provincias Meridionales». Se pasó seguidamente a la votación, que inició el señor Antonio Prado y Valdés, representante de la ciudad de Oviedo, tradicionalmente el primero en votar.Y lo hizo por «los Sres. Dn. Gaspar Melchor de Jove Llanos y Marqués de Camposagrado, rebocando por lo mismo los poderes que se hayan dado a otros qualesquiera Diputados, con calidad de que estos Sres. que nombra salgan sin perder un momento de tiempo». El segundo en votar fue el conde de Toreno, en su calidad de alférez mayor del Principado, cargo que le daba voz y voto en la Junta General del Principado, y asiento preferente, junto al representante de la ciudad de Oviedo, que se sumó al voto de Antonio Prado. Siguieron a continuación votando el resto de apoderados. Terminada la votación y hecho el recuento, el presidente de la Junta Suprema declaró «por aquerdo lo votado en la Ciudad y más señores que le siguieron por ser la mayor parte: y resultaron nombrados los Excmos. Sres. Dn. Gaspar Melchor de Jove Llanos y marqués de Camposagrado, y a falta de estos, el Sr. Dn. Antonio Valdés Bazán y el mariscal de campo Dn. Josef Heredia; y a falta de estos últimos, el Sr. Dn. Pedro Ynguanzo, doctoral de esta Santa Yglesia, y el Sr. Dn.Ygnacio Flórez y, en la misma graduación, los Sres. marqués de Santa Cruz, Dn. Cayetano Valdés Flórez, y conde de Peñalba, por el orden que están nombrados, reserbando en sí la Junta». A continuación, se acordaron los vocales que habían de constituir la «Comisión de Formación de Poder e instrucciones relativas a la comisión conferida a los señores» electos, siendo designados al efecto «Prado, Posada, conde de Peñalba, y Excmo. Sr. marqués de Santa Cruz, en unión con el Sr. Procurador General». 100 Al día siguiente, 2 de septiembre de 1808, en la sesión de la mañana se deliberó en primer lugar «sobre el modo más expedito de comunicar la noticia de su nombramiento para representar esta Provincia en la Junta Central del Reyno, que se celebra en Ciudad Real, provincia de la Mancha, al Excmo. Señor Dn. Gaspar Melchor de Jovellanos, consejero de Estado de S. M., que ha sido designado para el efecto, en unión con el Excmo. Sr. marqués de Campo Sagrado, inspector general de el Exército de esta provincia, se acordó que el secretario representante de esta Suprema Junta pasase dicha noticia por posta». A continuación, «se trató de extender el poder con que han de ser autorizados los señores comisionados que van nombrados y se acordó formarle según el que presentó el caballero Procurador General, alterando tan sólo aquellas cláusulas que dicen relación a otros objetos». Se pasó luego a organizar las comisiones dependientes de la Junta Suprema, cuestión de la que informa la Gazeta de Oviedo32, así como Ramón Álvarez Valdés y Fermín Canella33. El mismo 2 de septiembre, en la sesión vespertina, se trató al fin el tema de la reducción del número de vocales de la Junta Suprema, a propuesta del presidente de la misma y, contra lo que aparece como opinión general desde el libro de Ramón Álvarez Valdés, se aprobó por mayoría el voto manifestado por el representante de Llanes, Blas Alejandro de Posada, «con los demás señores que le han seguido, por ser la mayor parte, cuyo voto se reduce que conviene en la reducción y no por ahora», por lo que la Junta continuó durante ese mes con los más de cincuenta miembros elegidos por los concejos y obispalías. En aquella misma sesión, se acordó conceder una dieta de 4.000 ducados anuales a cada uno de los representantes elegidos para la Junta Central. Al día siguiente, 3 de septiembre, se volvió a tratar de la redacción y aprobación del poder que debía darse a los dos comisionados en la Central, pues el secretario representante de la Junta Suprema, Baltasar Cienfuegos Jovellanos (sobrino carnal de Jovellanos), había objetado que se debía añadir a lo redactado una «cláusula de revocación del anteriormente dado»34. Se acordó 32 Número 32, del miércoles, 7 de septiembre de 1808. 33 Obras citadas de ambos autores. 34 Los días 6 y 7 de agosto de 1808 habían sido elegidos diputados para una convocatoria de Cortes hecha por la Junta del Reino de Galicia con participación de Galicia, León, Asturias y la parte de Castilla libre de los franceses. Resultaron electos entonces el marqués de Camposagrado, Gregorio Jove Valdés, Ignacio Flórez Arango y Francisco González de Candamo.Tal reunión no se llegó a celebrar al denunciar el marqués de Santa Cruz oscuras maniobras de Galicia para unirse a Portugal y de pactos entre la Junta gallega y las de León y Castilla. No acudieron, en consecuencia, los diputados asturianos y mientras, surgió la convocatoria de una Junta Central hecha desde Valencia y Sevilla.Ver Álvarez Valdés, op. cit., págs. 141-146, y apéndices 34, 35, 36 y 37, págs. 307-318. 101 la redacción definitiva por parte del citado Baltasar Cienfuegos Jovellanos y Alonso Canella, con larga experiencia en la Junta, «y que sea firmado por el señor Presidente y otros quatro vocales de esta Suprema Junta y autorizado del presente Secretario». Fue redactado entonces el poder definitivo, cuyo contenido textual es conocido, con ligeras variantes, como ya se ha dicho, y firmado por el presidente José Valdés Flórez, el conde de Toreno, Ramón Miranda Solís, Isidro Antayo, Alonso Canella y Baltasar Cienfuegos Jovellanos, representante secretario. El asunto de la elección de Jovellanos y Camposagrado para representar a Asturias en la Junta Central no vuelve a ser tratado en la Junta Suprema del Principado de Asturias hasta el 12 de septiembre de 1808. La reunión de ese día comenzó con la lectura de «la contestación del excelentísimo señor don Gaspar Melchor de Jove Llanos al oficio del nombramiento para vocal de la Junta Central, en que expone el estado de su salud que, aunque reparado, no la congetura con el vigor que cree preciso para desempeñar un encargo de tanta consequencia; y enterada la Suprema Junta acordó se le contextase ratificándole el encargo anterior por la confianza que tiene la Junta Suprema en su desempeño, encargando al señor secretario se lo haga saver así con la diligencia posible». El mismo día consta anotado en las actas que «se contestó por posta»35. La Gazeta de Oviedo36 recoge la misma información aunque con un pequeño matiz: «En este día [12 de septiembre] se leyó la respuesta del excelentísimo señor don Gaspar Melchor de Jove-Llanos, en la que hace presente a su alteza serenísima el estado de su salud que, aunque recuperada, no la cree con el vigor preciso para desempeñar el encargo de diputado en la Junta Central. Pero al último se resigna en la voluntad de la Junta Suprema, deseando sacrificar el resto de sus días en beneficio de su amada patria y país. Con vista de ella, acordó su alteza serenísima reencargarle asistiese a la Junta Central como representante de la provincia, haciéndoselo saber por extraordinario que salió el mismo día». Su renuncia, en primera instancia, debía ser muy matizada y dejando abierta la posibilidad de un cambio de opinión, no como las manifestadas a anteriores encargos y, ante la insistencia de la Junta asturiana, aceptó sin más dilación. Es una novedad esta primera vacilación de Jovellanos al nombramiento hecho para representar a Asturias en la Junta Central, pues nada dice el propio interesado en la Memoria en defensa de la Junta Central. Según escribe en 35 Cuaderno de Aqüerdos desde 1.º de Septiembre de 1808, ya citado. 36 Número 34, del miércoles, 14 de septiembre de 1808. 102 ella, el posta con el nombramiento del Principado de Asturias llegó a Jadraque el 8 de septiembre. Tras relatar sus vacilaciones, Jovellanos escribe que aceptó el nombramiento: «Al fin, el amor a la patria venció mi repugnancia y mis reparos, y resignado a sacrificar en su servicio cualquiera resto que hubiese quedado de mis débiles fuerzas, admití el nombramiento, renuncié la asignación de cuatro mil ducados que se nos señalaban por dietas, y despaché el correo con la respuesta de mi aceptación»37. La siguiente noticia contenida en las actas de la Junta sobre la comisión hecha a Jovellanos está fechada el 25 de octubre de 1808. En la sesión de ese día, se dio cuenta de «un oficio de el Excmo. Sr. Dn. Gaspar de Jove Llanos por el que condona las dietas y emolumentos, que ha señalado esta Suprema Junta Provincial a sus Diputados en la Central Gubernativa del Reyno». Y la Junta acordó que «se le den gracias por su generosidad y patriotismo»38. Esta fecha tan tardía de información en la Junta Suprema sobre la renuncia de Jovellanos a las dietas concedidas por ella, está en contradicción con un oficio reproducido en los Apéndices y notas a la Memoria de don Gaspar de Jovellanos» (que complementan la Memoria en defensa de la Junta Central), titulado «Contestación a la renuncia de dietas», fechado en Oviedo el 28 de septiembre de 1808, por el que José Valdés Flórez, presidente de la Junta Suprema, se da por enterado del desistimiento de Jovellanos a los cuatro mil ducados, y le muestra «el agradecimiento más cabal por este rasgo patriótico y generoso, que la estrechez de las circunstancias obliga a aceptar»39. Se dice en el mismo, que el secretario de la Junta, Baltasar Cienfuegos Jovellanos, dio cuenta de la carta de renuncia de Jovellanos, fechada en Jadraque el 10 de septiembre y recibida en Oviedo el 26 de ese mes. Hay una evidente contradicción entre estos datos y lo registrado en las actas de la Junta Suprema que no acertamos a resolver, salvo que haya un error en la fecha de 10 de septiembre, que ya aparece así en la edición original de los Apéndices, publicados en La Coruña en 1811. Si el 12 de septiembre se recibió en la Junta Suprema de Asturias la primera contestación de Jovellanos a la encomienda para la Junta Central, que él había recibido en Jadraque cuatro días antes, el 8, y calculando, en el mejor de los casos, entre cuatro o cinco días para el correo entre Jadraque y Oviedo, sólo cabe pensar en el error tipográfico y que en vez de 10 debiera ser 16. Este último día, habría recibido Jovellanos un nuevo posta extraordinario con la insistencia y ratificación al nombramien37 Memoria en defensa de la Junta Central, pág. 481. 38 Cuaderno de los Acuerdos del Mes de Octubre de 1808 (AHN, Consejos, leg. 11995, exp. 33). 39 Ed. cit., pág. 622. 103 to hecho por la Junta de Asturias que, finalmente, asumió y, entonces, contestó renunciando a las dietas. A la mañana del 17, una vez asumida la designación y enterado de la llegada a Madrid de su amigo el marqués de Camposagrado y de otros diputados de Aragón, Cataluña y Valencia, partió de Jadraque para reunirse a ellos40. La contestación pudo recibirla en Oviedo el secretario de la Junta, su sobrino Baltasar Cienfuegos Jovellanos, el 26 de septiembre, y José Valdés Flórez contestar el 28, sin que en las sesiones de la Junta Suprema de esos días se tratara del asunto41. Según Flórez Arango, la elección de Jovellanos para la Junta Central fue la labor de «un partido dirigido por personas», que no habían tenido ningún papel relevante en los gloriosos sucesos de mayo y cuyo principal empeño era «que fuese vocal de este superior congreso el señor don Gaspar de Jovellanos». Señala a Álvaro Flórez Estrada, procurador general, como «adicto a este partido». Él «propuso en la Junta que podría ser conveniente reducir el número de sus vocales», cuestión que no podía resolverse «sin poderes especiales de los Concejos», por lo que se convocó a los Ayuntamientos, para que «diesen poderes especiales para discutir y acordar, si convenía o no esta reducción. A la sombra de este acuerdo comenzaron a intrigar sin intermisión los sujetos que llevo indicados, porque los Concejos mudasen de apoderados y los poderes recayesen en sujetos de su facción, trabajando sorda y eficazmente a este fin, mientras que los primitivos vocales consagraban sus tareas en el bien de la Patria. Sin embargo, como esta maquinación necesitaba tiempo, era preciso ganarle y entorpecer mientras tanto la salida mía42 y demás compañeros a el sitio a donde ya nos esperaban los comisionados de 40 Ídem, pág. 482. También lo atestigua su amigo y biógrafo Juan Agustín Ceán Bermúdez (Memorias para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de Jove Llanos, Madrid, 1814 [pero 1820], pág. 98). Calculamos que el posta entre Oviedo y Jadraque debía de tardar unos cuatro o cinco días. El primero que se envió con su nombramiento debió de salir de Oviedo el 3 de septiembre y fue recibido en Jadraque el 8, según Jovellanos. Su contestación, si salió en el mismo día, tardó cuatro días, pues el 12 se leyó en la Junta, según hemos referido. 41 Estaba entonces muy ocupada la Junta Suprema en resolver lo que se conoce como los «motines de septiembre» (ver Javier Rodríguez Muñoz, La Guerra de la Independencia. Los asturianos en el levantamiento contra Napoleón y en la revolución liberal, Oviedo, La Nueva España, 2009, págs. 262-271). 42 Ignacio Flórez Arango era uno de los diputados elegidos para asistir a las cortes que se iban a reunir en Lugo, de la que ya hablamos en nota 34. Con anterioridad a ésta, había habido otra elecciones de representantes por Asturias, siguiendo la circular enviada por el general Gregorio de la Cuesta, que había escrito a todas las Juntas señalando «la necesidad de que la Nación se reuniese hacia un centro fijo de autoridad, enviando todas las provincias sus diputados a una Junta para establecer el gobierno del Reino con amplios poderes para esta importante misión». Ignacio Flórez Arango renunció su cargo de presidente de la Junta Suprema el 15 de agosto, posiblemente para acudir a la reunión de cortes en Lugo, luego anulada. 104 Galicia, para emprender juntos nuestro viaje. Pudieron conseguirlo, por más disonante que pareciese a los celosos patricios semejante atraso»43. Francisco Carantoña ha sostenido que en la renovación de la Junta Suprema a finales de agosto de 1808 y en la elección de Jovellanos, funcionó un pacto o acuerdo entre «un grupo de procuradores y notables organizado en torno a Flórez Estrada y la familia de Jovellanos, con el apoyo del Marqués de Santa Cruz y el Conde Marcel de Peñalva»44, este último, también vinculado a la parentela de Jovellanos y amigo suyo.Tal pacto, en opinión de Carantoña, respondía al intento de Flórez Estrada de «modificar la correlación de fuerzas en la Junta», aunque fuera a costa de pactar «con uno de los sectores más reaccionarios de la nobleza»45. Reconoce Carantoña la dificultad para definir ideológicamente las alianzas, más o menos circunstanciales, y por cuál se decantaban los que dominaban en la Junta y quienes se oponían46. No obstante, considera como elementos más liberales de la nueva Junta a Álvaro Flórez Estrada, Manuel María Acevedo, Ramón de Llano Ponte, Alonso Victorio de la Concha, Blas de Posada, Alonso Canella, Felipe Vázquez Canga Argüelles, Felipe Neri Hevia y Antayo y Pedro Cienfuegos Ramírez47. De éstos, Ramón de Llano Ponte, Alonso Victorio de la Concha y Felipe Vázquez Canga Argüelles no fueron miembros de la nueva Junta Suprema reunida el 1 de septiembre y que eligió a Jovellanos; y en cuanto a Felipe Neri Hevia y Antayo, pensamos que tampoco estuvo en la renovada, salvo que sea el mismo personaje que aparece como Felipe Hevia y Vaqueros, al que se denomina en las actas como «Hevia menor» para diferenciarlo de Antonio Hevia y Vaqueros, representante de Gijón, al que se nombra como «Hevia mayor», y que no votó a Jovellanos.Además, Blas Alejandro de Posada, representante por Llanes, aunque fue depurado tras la reacción absolutista que siguió al Trienio Liberal de 1820-1823, en modo alguno se alineó con las posiciones liberales en esa Junta. Su voto en la elección de representantes para la Central fue de lo más reaccionario, si se puede emplear este término, al decantarse por el mariscal de campo José Heredia y el doctoral de la catedral Pedro Inguanzo y Rivero, una de las figuras más destacadas del reaccionarismo en las Cortes de Cádiz y enemigo acérrimo de Jovellanos. Alonso Canella se manifiesta 43 Es el mismo documento citado en la nota 29, pág. 141, de la publicación de José M.ª Patac de las Traviesas, S. J., La guerra de la Independencia en Asturias en los documentos del archivo del Marqués de Santa Cruz de Marcenado. 44 Francisco Carantoña Álvarez, Revolución liberal y crisis de las instituciones tradicionales asturianas, Gijón, Silverio Cañada Editor, 1989, pág. 85. 45 Ídem, pág. 86. 46 Ídem, pág. 97. 47 Ídem, pág. 171, nota 109. 105 siempre muy conservador y legalista, y el voto para la Central lo hizo a favor del marqués de Camposagrado y de Ignacio Flórez Arango, ratificando lo que había votado en las anteriores elecciones para el mismo fin. Sin embargo, califica Carantoña de «marcadamente reaccionarias» a personas como el conde de Marcel de Peñalva, el Marqués de Santa Cruz, Antonio Prado y Valdés o Pedro Peón Heredia. El conde de Marcel de Peñalva, Rodrigo Cienfuegos, que tenía la representación de Salas, Gozón, Allande y Cangas de Tineo, votó a Jovellanos, con quien compartía estrecha amistad y vínculos familiares, y al señor Antonio Valdés Bazán, al que en modo alguno cabe calificar de reaccionario48. Jovellanos y Valdés Bazán fueron los votados por algunos significados liberales como Manuel María Acevedo, representante de Sariego y Tudela, y Nicolás de Llano Ponte, representante de Parres. Sostiene Carantoña, finalmente, que en la renovación de la Junta Suprema y elección de Jovellanos para la Central, hubo una colaboración entre Álvaro Flórez Estrada, el marqués de Santa Cruz y la familia de Jovellanos, vinculada con la del conde de Marcel de Peñalva49. Ignoramos si hubo acuerdos puntuales entre el grupo de Flórez Estrada y el marqués de Santa Cruz, pero este último, que ostentaba la representación de Noreña y Ribera de Abajo, votó al marqués de Camposagrado y al conde de Marcel de Peñalva. Los votos recibidos por Jovellanos procedían de representantes que parecen tener una adscripción ideológica muy heterogénea. A algunos se les puede calificar de liberales, como Manuel María Acevedo, Nicolás de Llano Ponte o José Argüelles Meres50, y también, quizás, Antonio Prado y Valdés51, 48 Antonio Valdés y Bazán (1744-1816) había sido, entre otros muchos cargos, ministro de Marina, y amigo de Jovellanos. De ascendencia asturiana, Valdés fue, entre otras cosas, quien apadrinó el establecimiento en Gijón del Real Instituto de Náutica y Mineralogía, la empresa más querida de todas las ideadas por don Gaspar. No fue a la reunión de Bayona convocada por Napoleón para aprobar la Constitución (en realidad, una carta otrogada), a la que había sido convocado, y tuvo en mayo de 1808 un destacado protagonismo promoviendo juntas contra los franceses en Palencia y León. El 3 de agosto de 1808 firmó en Ponferrada un Manifiesto de las juntas supremas de Castilla y León, que contiene una propuesta clara de Junta Central y de convocatoria de Cortes. Ver Alberto Gil Novales, Diccionario biográfico de España (18081833). De los orígenes del liberalismo a la reacción absolutista, Madrid, Fundación Mapfre, 2010, 3 tomos, págs. 3.087-3.088. Sobre el linaje asturiano de Antonio Valdés, Micaela Valdés y Ozores, El baylío D. Antonio Valdés y Bazán, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2 tomos, 1990, págs. 93-101. 49 Op. cit., págs. 102-103, y pág. 172, nota 113. 50 Lo incluye entre los represaliados por la reacción absolutista Gabriel Santullano, Del hierro y del fuego. Nómina de represaliados. II, Gijón, Ateneo Obrero de Gijón, 2000, pág. 43. José Argüelles Meres era representante de Siero. 51 Francisco Carantoña, op. cit., pág. 99, considera a Antonio de Prado y Valdés como marcadamente reaccionario. A falta de las actas de los meses de julio y agosto de 1808, la afirmación no parece muy fundada. El mismo Carantoña señala que fue expulsado de la corporación ovetense después de la reacción absolutista de 1823 (op. cit., pág. 295), aunque rehabilitado poco después por la Audiencia. 106 el representante de Oviedo y que fue el primero en postular su nombramiento. También le votó el conde de Toreno, que lo hizo doblemente en calidad de alférez mayor del Principado y como representante de Ibias. Otro de sus votantes fue, como ya se dijo, el conde de Marcel de Peñalva, que acumulaba la representación de cuatro concejos. Rodrigo Antonio González de Cienfuegos y Velarde, VI conde de Marcel de Peñalva, era hermano de padre de Baltasar Ramón Cienfuegos Jovellanos, secretario de la Junta, al haberse casado su padre en terceras nupcias con Benita Jovellanos y Ramírez de Jove, hermana mayor de Gaspar Melchor. Aparte de este vínculo familiar con los Jovellanos, el conde de Marcel de Peñalva era persona ilustrada y amigo íntimo de don Gaspar. También le votó el conde de Agüera, Nicolás Cañedo, que tenía los poderes de Morcín y Ribera de Arriba, y al que no se le puede considerar como liberal, sino al contrario. El conde de Agüera fue el único vocal de esta Junta que formó parte posteriormente de la nombrada por el marqués de la Romana, al disolver ésta, y su otro voto fue para Ignacio Flórez Arango. Otro de los votantes por Jovellanos, perteneciente a la más destacada nobleza asturiana, fue Joaquín María Velarde y Navia Bolaño52, que representaba a Proaza y Santo Adriano; estaba casado con una hija de los marqueses de San Esteban del Mar de Natahoyo, Nicolasa Ramírez de Jove y González de Cienfuegos, y por tanto emparentada emparentada con los Jovellanos. Claramente reaccionario era Juan Arias Miranda, representante de Grado. Otros apoyos de Jovellanos fueron de diversos miembros de la nobleza local no titulada, como José de Junco Pola, representante de Ribadesella; Manuel de Salas y Omaña, de Pravia; Francisco Bernardo Miranda, que tenía los poderes de Lena, Riosa y Bimenes; José de las Alas Valdés, de Carreño; Juan Ramón de Vega Caso, de Caso; Pedro de Soto Posada, de Cangas de Onís; Nicolás Fernández Blanco, de Corvera; o Juan de Argüelles Mier, de Amieva. En total, Jovellanos recibió el apoyo de 34 concejos u obispalías, aunque los votantes se repiten al tener más de una representación, y además no todos los votos valían lo mismo53. 52 Coronel del Regimiento Provincial de Oviedo fue nombrado teniente general por la Junta Suprema el 12 de junio de 1808. La Directiva del Representante del Pueblo de Oviedo había obligado a su representante Manuel María de Acevedo a presentar un escrito ante la Junta pidiendo el cese de Joaquín María Velarde, y durante los sucesos de septiembre de 1808 fue sacado violentamente del local de la Junta. Fue creado conde de Nava en 1835. 53 Los concejos de realengo tenían voto entero, aunque como solían acudir con dos representantes, cuando había disparidad entre ellos, valía la mitad el de cada uno. Las obispalías, llamadas así porque habían pertenecido al señorío de la Iglesia, tenían un tercio de voto. Esa disparidad hacía bastante complejo el recuento. 107 En la comparación entre los votantes a Jovellanos y al marqués de Camposagrado, quizás se pueda ver un posicionamiento más ideológico. Los tres más significados liberales que votaron al primero (Manuel María Acevedo, Nicolás de Llano Ponte y José Argüelles Meres), no lo hicieron por Camposagrado. A éste, en cambio, le apoyaron tres de los más destacados representantes de la aristocracia y alta nobleza asturiana, menos liberal, los marqueses de Santa Cruz y Vistalegre, y Antonio de Heredia y Velarde, yerno del marqués de Vistalegre. La intrincada red de parentescos trabada entre gran número de los apoderados que acudían a las Juntas, hace difícil encontrar un único hilo, bien sea fundado en los lazos familiares o en las ideologías, en las alianzas que se fueron tejiendo y, en concreto, en la elección de los representantes a aquella Junta Central y Suprema tan comprometida. Sin duda, ambos eran figuras del máximo prestigio en la Asturias de aquel tiempo y la personalidad de Gaspar Melchor de Jovellanos trascendía ampliamente el ámbito asturiano54, y juntos formaban un par muy compensado entre el innegable carácter reformador y sensatez de Jovellanos y la postura más conservadora y vis militar de Camposagrado. ¿Era esta la apuesta de Álvaro Flórez Estrada, como denunció el derrotado Ignacio Flórez Arango? No lo podemos saber a falta de alguna otra información confidencial (por ejemplo, cartas), y de las actas de la Junta de los meses anteriores para conocer en qué términos exactos se produjeron las disidencias que dentro de ellas constatan varios testimonios. En cualquier caso, el padre de Álvaro Flórez Estrada, Martín Flórez Estrada, apoderado por Somiedo, votó por Antonio Valdés Bazán y el marqués de Santa Cruz, otra pareja compensada entre el reformismo y el conservadurismo. 54 En la Memoria en defensa de la Junta Central, cuando Jovellanos relata cómo transcurrió su viaje a Jadraque desde Barcelona, donde desembarcó procedente de Mallorca, cuenta cómo su carruaje fue rodeado a las puertas de Zaragoza por una «muchedumbre de gentes de la ciudad y el campo, en cuyos semblantes torvos y resueltos se veían fuertemente expresados el despecho y el valor que agitaban sus ánimos. Informados de que venía de Barcelona, todos se agolparon en torno a mi coche, clamando unos porque se nos registrase, y otros porque nos condujesen al nuevo general. En medio de esta contienda se oyó un susurro, que decía y repetía “es Jovellanos”, y desde entonces, sosegado el bullicio, empecé a ser mirado con aprecio y compasión, y conocí cuánto había debido mi nombre a mis pasados infortunios» (ed. cit., pág. 472). 108 109 [email protected] 110 ESTUDIOS OVETENSES APUNTES PARA UNA REDEFINICIÓN DEL OVIEDO ALTOMEDIEVAL: DEL CONJUNTO RELIGIOSO Y EPISCOPAL A LA PROTOCIUDAD francisco josé borge cordovilla El tradicional interés existente acerca del origen y naturaleza de Oviedo, acrecentado por los descubrimientos arqueológicos, está produciendo un notable incremento en los trabajos de investigación que tratan de reinterpretar el asentamiento1, a fin de superar la visión diacrónica consagrada por la historiografía tradicional2 sobre el tema. En este contexto, y en el marco de las II Jornadas de Arqueología Medieval organizadas por la Asociación de Profesionales de la Arqueología de Asturias, se produjo una conferencia sobre los orígenes de Oviedo3 que, a nuestro juicio, supone un punto de inflexión en cuanto a la orientación de la investigación acerca de la naturaleza y evolución del asentamiento, al analizar en su conjunto variables que hubieron de actuar de modo coetáneo, y no sucediéndose en el tiempo como ha mantenido la corriente historiográfica dominante. Por nuestra parte, tras años de estudio de los primeros siglos de existencia de Oviedo, tanto en cuanto al origen, naturaleza y evolución del 1 En un primer momento se intentó dar entidad urbana a los restos situados bajo el actual palacio episcopal, a partir de los resultados de las excavaciones de don Víctor Hevia Granda y don José Fernández Buelta: José Fernández Buelta, Ruinas del Oviedo Primitivo, Historia y secuencia de unas excavaciones, Oviedo, IDEA, 1984. Partiendo de esta premisa, don Vicente José González García, trató de defender la antigüedad del episcopado ovetense como heredero del fundado por el rey vándalo Guntamundo en Lugo de Llanera, interpretando de este modo Oviedo en clave de urbe metropolitana (Vicente José González García, El Oviedo Antiguo y Medieval. Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1984). 2 Es decir, la de su nacimiento como monasterio, su paso a sede regia y episcopal, y su culminación como centro de peregrinación. Consagrada en Juan Uría Ríu, «Cuestiones histórico-arqueológicas relativas a la ciudad de Oviedo de los siglos viii al x», en Symposium sobre Cultura Asturiana de la Alta Edad Media, Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1962, págs. 261-328, y continuada por sus discípulos. 3 César García de Castro Valdés y Sergio Ríos González, «Los orígenes de Oviedo», en II Jornadas de Arqueología Medieval, Oviedo, noviembre de 2014. APIAA-Museo Arqueológico de Asturias, en prensa. 113 asentamiento4, como a la organización del mismo, y sus edificios más representativos5, hemos incidido en muchas de las variables que constituyen el eje del actual estudio de los mencionados autores, por lo que creemos llegado el momento de actualizar nuestras hipótesis al respecto, corrigiendo aquellos aspectos en que las veamos superadas, coordinando aquellos otros que consideramos vigentes dentro de los parámetros ahora definidos, y planteando y exponiendo nuevas hipótesis, coherentes con la evolución del conjunto de las investigaciones. Acerca de la naturaleza del asentamiento A día de hoy, es ya un hecho casi completamente aceptado que el establecimiento en la colina Ouetdao, en el año 761 del presbítero Máximo (que funda un oratorio o cenobio dedicado a san Vicente levita y mártir convertido en monasterio en 781 con la llegada de su tío el abad Fromestano, que junto con veinticinco monjes más, otorgan escritura de pacto monástico) aunque suponga el poblamiento, o repoblamiento, de dicha localidad, es un hecho completamente independiente del inicio, muy posterior, de Oviedo como ciudad6. 4 En cuanto a la interpretación del posible asentamiento romano en la colina Ouetdao, ver Francisco José Borge Cordovilla, «La fuente romana de La Rúa: análisis y trascendencia para la historia de Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2009. Para la génesis, configuración y evolución del asentamiento ovetense en la Alta Edad Media, ver Francisco José Borge Cordovilla, «La Ciuitas de Alfonso III en el contexto de los primeros siglos del desarrollo urbano de Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2005, y «La Ciuitas de Alfonso III (2): análisis morfológico y urbanístico», La Balesquida, Oviedo, 2006. 5 En cuanto a nuestros trabajos acerca de los principales templos y otros edificios ovetenses, ver, de Francisco José Borge Cordovilla, «La primitiva basílica de San Salvador de Oviedo: ensayo de hipótesis para su reconstrucción», Boletín del RIDEA, n.º 159, Oviedo, 2002; «El edificio altomedieval de la iglesia de San Salvador de Oviedo: revisión de hipótesis reconstructivas», La Balesquida, Oviedo, 2014; «La basílica de Santa María de Oviedo: del panteón real a la Catedral Doble. Hipótesis de restitución en función del análisis compositivo y metrológico», La Balesquida, Oviedo, 2011; «La basílica de San Tirso de Oviedo: formulación de hipótesis reconstructivas en función del análisis compositivo comparado», Boletín del RIDEA, n.º 162, Oviedo 2003; «Sobre la forma de la primitiva basílica de San Juan Bautista de Oviedo: argumentos arqueológicos, compositivos y metrológicos», La Balesquida, Oviedo, 2012; «La fuente de Foncalada (Oviedo): hipótesis de reconstrucción en función del análisis compositivo y metrológico», La Balesquida, Oviedo, 2010; «El Castillo-Fortaleza y el Palacio de Oviedo: edificios emblemáticos de la Regia Urbs de Alfonso III», La Balesquida, Oviedo, 2007, y «El pasado altomedieval del solar de la Fábrica de Armas de Oviedo: apuntes para una aproximación a su realidad edilicia», La Balesquida, Oviedo, 2013. 6 Nos remitimos a las obras citadas en cuanto a la génesis y evolución del asentamiento ovetense, en la misma dirección de los nuevos argumentos expuestos ahora por García de Castro y Ríos, «Los orígenes de Oviedo», en II Jornadas de Arqueología Medieval, APIAA-Museo Arqueológico de Asturias, Oviedo, noviembre de 2014, en prensa. 114 Como hemos escrito en otro lugar, este hecho además no puede considerarse con independencia de las iniciativas edilicias del rey Fruela I en la colina (iglesias de San Salvador y los doce apóstoles y de los mártires Julián y Basilisa), y ello porque, evidentemente, es Fruela I quien concede permiso a los pobladores para la pressura del lugar; y, como demuestran los hechos posteriores, el establecimiento religioso quedará vinculado por mucho tiempo a las fundaciones regias en la colina. Por otra parte, la calidad de las fundaciones, como igualmente sostenemos desde hace tiempo, indican claramente la intención de Fruela I de fundar un episcopado en Oviedo7. Para tal fin, empero, no es estrictamente necesaria la existencia de una ciudad, aunque evidentemente el establecimiento de un importante conjunto religioso lleve aparejada la existencia de poblamiento (bien inmediato o en las cercanías del mismo) ya que ello resulta necesario tanto para su establecimiento como para su posterior abastecimiento. Asesinado Fruela I por sus primos en 768, sería su hijo Alfonso II quien culmine su proyecto, reconstruyendo el conjunto religioso, para entonces ya existente en Oviedo8 (tras los saqueos árabes de las campañas de 794 y 795)9, convirtiéndolo en sede (en fecha discutida por los autores) de un episcopado. La falta de acuerdo acerca de este extremo, se basa en que el documento que contiene la primera mención de un obispo en Oviedo (el famoso Testamentum de donación de Alfonso II a San Salvador) es considerado, por una parte de la crítica diplomática, una copia del siglo x10. Poseemos como referencia dos datos ciertos: la consagración se celebró un 13 de octubre11; y el día canónicamente preferido para la misma es el domingo, siendo el clérigo indicado un obispo12. Las 7 Borge Cordovilla, «La civitas de Alfonso III en el contexto», págs. 28-30. 8 De hecho, a fecha de las campañas emirales de 794 y 795 debían existir en el lugar, como mínimo, las iglesias de San Salvador y Santos Julián y Basilisa, fundadas por Fruela I, el monasterio de San Vicente, cuyo pacto data de 781, y, al menos en 795, otro probable cenobio, de monjas, que aparece citado en Ibn el-Athir, donde, refiriéndose al general musulmán Abd el-Kerim, y a su lugarteniente Faradj ben Kinana, señala que «violentó a las mujeres de Alfonso» (Lucien Barrau-dihigo, Historia Política del Reino Asturiano [718-910], Gijón, Silverio Cañada Ed., 1989, pág. 144, nota 33). 9 Barrau-dihigo, Historia Política del Reino Asturiano, págs. 133-150, notas 21-33. 10 Tal donación se supone que es del conjunto eclesiástico terminado, y la recibe el obispo de la sede ovetense, Adaulfo, el 16 de noviembre de 812.Ver Santos A. García Larragueta, Colección de Documentos de la Catedral de Oviedo, Oviedo, 1967, doc. 2, págs. 4-9. 11 Así figura en el Obituario de la catedral: «eOdem die, aPud Ovetum, dedicaciO ecclesie sancti salvatOris», ver Víctor M. Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo (Kalendas I), Oviedo, RIDEA, 2001, pág. 333. 12 «De ecclesia dedicatione seu consecratione», en Pontificale Romanum. 115 fechas propuestas para dicha ceremonia van desde la más temprana, en 802, hasta la más tardía, en 821. La primera de ellas es sostenida por García Larragueta13, apoyándose en el padre Risco, que sitúa este hecho en el intervalo temporal entre 802 y 81214. Otros autores, como García de Castro, retrasan la consagración del templo hasta el 13 de octubre de 821, que, efectivamente fue domingo. Nosotros considerando excesivamente tardía tal data, proponemos la de 13 de octubre de 810, domingo también; fecha además más cercana a la de la ofrenda por parte de Alfonso II a San Salvador de la Cruz de los Ángeles, que consideramos, con datos objetivos, tuvo una especial significación15. En cualquier modo, la existencia del obispado nos conduce al siguiente problema, que es el de la articulación organizativa del conjunto religioso16, ya que, la existencia de un obispo implica necesariamente la de su clero de canónigos 13 Santos A. García Larragueta, Sancta Ovetensis. La Catedral de Oviedo, centro de vida urbana y rural en los siglos xi al xiii, Escuela de Estudios Medievales, Estudios, vol. XXXVII, Madrid, CSIC, 1962, pág. 14. El 13 de octubre de dicho año era jueves, día (según prescripción del Liber Ordinum Pontificalis) no especialmente propicio para la consagración de templos, pues ésta solía realizarse en domingo. 14 Manuel Risco, España Sagrada, tomo XXXVII (hay reed. facsímil: Gijón, Mases Ed., 1986), págs. 160-162. 15 De la que conocemos el año, a partir de la Era Hispánica, 808, que figura en la dedicación del reverso de la joya, pero no la fecha exacta. En función de la solemnidad de la ocasión, nosotros nos atrevemos a proponer el 6 de agosto de 808, fiesta de la Transfiguración del Señor, o de San Salvador, que además también fue domingo, y coincide con la advocación del templo. 16 Entre los siglos iii y iv aparecen los eremitas y anacoretas, en Oriente próximo y Asia Menor. Poco después aparecen los monjes.Todos estos se dedicaban a la perfección de la espiritualidad a través de la vida contemplativa y la práctica de la plegaria. La diferencia entre los primeros y los segundos estriba en que los eremitas lo practicaban libremente en solitario, mientras que los monjes vivían en comunidad sometidos a una regla, por lo que fueron denominados Clero regular. Frente a los monjes, y con un estilo de vida totalmente opuesto, se encontraban los sacerdotes, Éstos estaban inmersos en la sociedad, y se dedicaban, al frente de sus respectivas parroquias, a la cura de almas, administración de los sacramentos, y tareas pastorales, bajo la dependencia de un obispo, con quien colaboraban, además, en la resolución de diversas tareas de la diócesis. San Agustín, ya en el siglo iv, indicaba su preferencia de la vida en comunidad para el clero sacerdotal «secundum regulam sub sanctis Apostolis constitutam» (según se describe en Hechos, 42-44, 2), siguiendo una regla de vida que combinara la plegaria con la práctica de las tradicionales funciones sacerdotales, en lo que él denominaba «monasterios de clérigos», señalando varios ejemplos de colegios sacerdotales vigentes en su época en las sedes episcopales de Alejandría,Tolosa,Vercelli, o Milán. El primer ejemplo de colegio de canónigos recogido en una norma jurídica vinculante para los mismos es el de san Grodegango, obispo de Metz, que en 763 reunió a los clérigos de su diócesis a su alrededor para llevar vida comunitaria, según una regla por él elaborada, la Regula Canonicorum, recogida como norma en los Concilios episcopales de Aquisgrán, de 789; de Maguncia, en 813, y de nuevo en el Sínodo de Aquisgrán de 816 (presidido por Ludovico Pío). Constituidas, seguramente, muchas catedrales sobre un modelo de organización de clero mixto, regular y secular (como en Oviedo, que es el caso que nos ocupa), el Sínodo de Letrán, en 1059, procedió a consagrar la separación de ambos órdenes, con el fin, seguramente, de salvaguardar el patrimonio de las nacientes congregaciones canónicas, a las que se buscó dar un estatuto definitivo, ajustándolas a un ideal de vida común bajo la denominada Regla de san Agustín. 116 asociado17. En el caso de Oviedo habrá que compaginar dicha categoría clerical con la de los clérigos regulares, existentes en el lugar al menos desde 781, cuando se establece institucionalmente el monasterio de San Vicente, además de que deberíamos tener también en cuenta la mención, en las crónicas árabes, del violentamiento de «las mujeres de Alfonso», lo que nos sugiere la presencia de una congregación femenina formando parte, posiblemente, de una institución dúplice. Autores como Fernández Conde son de la opinión de que los canónigos se organizaron en épocas altomedievales según los viejos preceptos vigentes en los Episcopios de época visigoda, donde los clérigos, cualquiera que fuese su grado de ordenación, hacían vida común con su obispo. Es evidente la influencia organizativa visigoda en materia de articulación de la vida canónica en el occidente europeo18, así lo atestiguan las Actas del propio Concilium Aquisgrasense de 816, cuando se refieren a las costumbres instituidas para la vida en común de los canónigos por parte de san Isidoro de Sevilla, que, sin embargo, nunca habían sido puestas por escrito19.Ya en el siglo viii, san Crodegango20, obispo de Metz (742-766), había realizado una compilación escrita, la Regula Canonicorum, que tuvo profunda influencia en los cánones del mencionado Concilium aquisgranense. Pese a que en Oviedo existen, en nuestra opinión, numerosas pruebas de intervención imperial, tanto en materia de organización de la vida clerical, como en los aspectos materiales del asentamiento (como enseguida veremos), Fernández Conde niega la influencia de la codificación canónica carolingia en la organización primitiva de los canónigos ovetenses21. Tal vez convenga reseñar al respecto que la Regula Canonicorum de san Crodegango de Metz ha sido detectada dentro del obituario de San Salvador de Oviedo, que, aunque es códice del 17 Isidoro de Sevilla define los grados de los clérigos, a los que diferencia de los monjes. De entre los primeros, ordenados sus grados de menor a mayor: Ostiario, salmista, lector, exorcista, acólito, subdiácono, diácono, presbítero y obispo (Isidoro de Sevilla, Etimologías, libro VII, 12, 13, Madrid, BAC, 2004). En el Testamentum de 812, aparecen, de los grados de ordenación citados, 1 presbítero, 2 diáconos y 6 clérigos, donados por Alfonso II a la iglesia de Oviedo y a su obispo Adaulfo, lo que nos habla de su carácter de clero secular y condición servil. 18 Sin embargo, se niega la influencia de la regla isidoriana en Oviedo, pese a que sabemos que en el siglo xi estaba presente en los cercanos cabildos de Santiago y León.Ver Francisco Javier Fernández Conde, La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, Oviedo, IDEA, 1972, pág. 90, nota 21. 19 «Excerptum ex Libro Officiorum Isidori …», Concilium Aquisgranense a. 816, cap. cxxvi. 20 Francis Mershman, «St. Chrodegang», en The Catholic Encyclopedia, vol. 3, New York, Robert Appleton Company, 1908. Disponible en: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Crodegango [consulta: 07-02-2015]. 21 Fernández Conde, La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, págs. 82-104, especialmente págs. 89-90. De idéntica opinión es María Soledad Suárez Beltrán, El Cabildo de la Catedral de Oviedo en la Edad Media, Oviedo, Universidad de Oviedo - Servicio de Publicaciones, 1986, págs. 37-44. 117 siglo xiii, se basa en un obituario anterior perdido, que, a juicio del autor del estudio del códice, debió ser altomedieval22. En resumen, pensamos que nos encontramos ante una iglesia catedral establecida por Alfonso II, culminando el proyecto de su padre Fruela I, fundamentando la organización y articulación del culto en los diversos templos, en una combinación de clero regular (aprovechando la pressura de los monjes de San Vicente, y, tal vez de la congregación femenina establecida en época posterior, aunque próxima, a la de aquellos), y una congregación de canónicos presidida por un obispo, con el que llevarían una vida en común. Ambas congregaciones estarían presididas por sus respectivos abades, actuando el de la congregación de canónigos como delegado del obispo, que sería quien tendría autoridad y jurisdicción sobre el conjunto de clérigos al servicio de San Salvador23. La estructura formal del conjunto. Jerarquización Analizaremos aquí el asentamiento tomando como referencia la configuración del mismo al final del reinado de Alfonso III, cuando se encuentran definidos todos los elementos diferenciados constitutivos del mismo, distinguiéndose dos realidades jerárquicamente diferenciadas. Oviedo: conjunto religioso y poblamiento asociado, hacia 950. 22 Manifestado el autor la evidencia de la equivocación de Fernández Conde y Suárez Beltrán en cuanto a la Regla vigente en el colegio de canónigos ovetense. RodríguezVillar, Libro de Regla del Cabildo, págs. 22-24. 23 De hecho, en el tantas veces citado Testamentum, junto con el obispo Adaulfo, recibiendo la donación, aparecen como testigos otros 4 obispos, 3 abades, y 1 monje; tras ellos un Damundus arcidiaconus, y 2 abades más. Lo lógico es que al menos parte de este clero estuviera asignado al conjunto religioso donado por Alfonso II al obispo Adaulfo (García Larragueta, Colección, doc. 2, págs. 8-9). 118 La Civitas episcopal Conjunto religioso erigido por Alfonso II, con los templos de la Catedral Doble (San Salvador, Santa María, y el martirial de San Tirso), y las dependencias de alojamiento del clero; las del regular (monasterio), al N de los templos, en torno a los claustra articulados alrededor de sus respectivos santuarios; y las de los canónigos, al S de los templos, en torno al palacio episcopal. Todos estos edificios estarían protegidos por un muro, que delimitaría un atrio o cementerio, interior articulador de las relaciones entre todos los edificios, así como abastecidos de agua por el acueducto que discurría desde los manantiales de La Granda del Anillo, al S de la ciudad. Este complejo edilicio fue donado por el monarca a la sede episcopal de San Salvador y su obispo Adaulfo, en el célebre Testamentum de 81224. Pese a la insuficiencia de la arqueología realizada para dilucidar la morfología y articulación de relaciones entre los templos de la catedral altomedieval, y los edificios correspondientes al clero al servicio de los mismos25, lo que conocemos acerca de la configuración del conjunto es suficiente para deducir que la liturgia de San Salvador y Santa María se repartía entre el clero regular de los monjes del monasterio de San Vicente, ligado a la catedral de Alfonso II por un pacto de su congregación con la corona (no pudiendo descartarse la existencia de una congregación femenina en torno al templo de San Juan Bautista), y los canónigos establecidos en torno al obispo. De hecho, la explicación de cómo sería dicho reparto no resulta complicada, de acuerdo con las funciones realizadas tradicionalmente por cada tipo de clérigos. Así, los monjes podrían haber compartido con los sacerdotes el cumplimiento de las horas canónicas en los diferentes templos, mientras que los canónigos realizarían la administración de sacramentos y las tareas pastorales y de auxilio al obispo, en funciones administrativas y seculares. Del mismo 24 16 de noviembre de 812. Alfonso II da a la iglesia de Oviedo el atrio, acueducto y edificios que construyó, además de ornamentos para la iglesia (Testamentum regis Adefonsi, en García Larragueta, Colección, n.º 2, págs. 4-9). 25 La excavación clásica de los edificios del costado S de San Salvador, que condujo a sus autores a la célebre interpretación como «palacios reales de Alfonso II» (Fernández Buelta, Ruinas del Oviedo Primitivo). Las excavaciones realizadas por Emilio Olávarri, nunca fueron publicadas. Sí lo fueron las de César García de Castro en el Jardín de Pachu (César García de Castro Valdés, «Las Primeras Fundaciones», en Aa.Vv., La Catedral de Oviedo. Historia y Restauración, 1, Oviedo, Nóbel, 2000, págs. 39-62). El resto no pasa de exploraciones parciales en el interior de los templos actuales y dependencias anejas a los mismos, aunque poseen notable valor documental como instrumento deductivo (González García, El Oviedo Antiguo y Medieval). 119 modo (y aunque el estudio de tan complejo asunto cae fuera de los límites de este trabajo), ambas congregaciones se complementarían en la realización de la liturgia procesional que sin duda se llevó a cabo en Oviedo, al igual que se realizaba en conjuntos religiosos similares en el ámbito europeo26. Estas organizaciones clericales, así definidas funcionalmente como complementarias, son orgánicamente independientes, y cada una de ellas se rige por la obediencia a una regla (monjes), o a un conjunto de cánones otorgados por el obispo de la diócesis (canónigos), presidiendo sendos abades cada una de las congregaciones así definidas. Sin embargo, pensamos que, institucionalmente todas las modalidades de organización clerical existentes en Oviedo, están sometidas a la autoridad episcopal27. Al margen de las congregaciones dedicadas al servicio de los templos catedralicios, y como consecuencia de las relaciones entre episcopado y aris26 Al referirse a la Liturgia Pascual, instituida por Angilberto (790-814), abad del monasterio de Centula, en vida de Carlomagno, su compilador, Hariulfo transcribe, refiriéndose a las procesiones de la Liturgia Pascual celebrada en el monasterio: «Tunc cruces septem sequantur, ex quibus sit media crux Sancti Salvatoris; quas sequatur capsa maior ipsius Sancti Salvatoris : ad cuius dextram partem vadant sacerdotes tres cum aliis capsis minoribus tribus; ad levam similiter. Post quos sequantur diaconi vii, subdiaconi vii, accoliti vii, exorcistae vii, lectores vii, et ostiarii vii. Deinde reliqui monachi septem et septem per loca convenientia ambulent …», lo que testimonia claramente que en el conjunto religioso de Oviedo pudo celebrarse una liturgia semejante, compartida por el clero regular y canónico.Ver «Institutio Sancti Angilberti Abbatis de Diversitate Officiorum», en Chronicon Centulense ou chronique de l’abbaye de Sant Riquier, libro II, cap. vi.Traduction d’Hariulfe par Le Marquis Le Ver. Publiée et annotée par M. Ernest Prarond, Président d’honeur. Abbeville, Imprimerie Fourdinier et Cia, 1899. Disponible para consulta en: http://remacle.org/bloodwolf/historiens/hariulf/table.html. 27 Lo que resulta meridianamente claro para el caso de la congregación de San Vicente, como se deduce de la documentación relativa al pleito iniciado por los monjes a fines del siglo xi para independizarse de la sede ovetense. El abad Ramiro afirma que el cenobio es «… ex integrum de Rex …», lo cual es cierto, si pensamos que la pressura realizada en su día por los monjes (recogida literariamente en el pacto monástico de 781, cuya escritura no pudieron aportar los monjes sino en forma de copia, elaborada en el siglo xii, bajo el abad Rodrigo) fue autorizada por el rey Fruela I en la localidad de Ouetdao, que era (por las causas que fuera) de dominio regio. Sin embargo, el obispo de la sede ovetense Arias, afirma «… quod erat ipse monasterium de Sancti Uicencii ueritas de ipsam sedem secundum in suos testamentos includet et semper staterat in iure de antecessores eius …», lo cual también es cierto, si nos atenemos al citado Testamentum de 812, de donación de Alfonso II a San Salvador, donde, entre lo donado dentro del atrio, se incluiría dicho monasterio. El pleito concluye con una orden regia de dependencia de dicho cenobio del obispo «… et missit ille rex ipsum monasterium in iure ipsius episcopi Dompno Arias …». 1090, marzo 23. Pleito entre el obispo de Oviedo Arias y el abad de San Vicente Ramiro sobre pertenencia de dicho monasterio a la sede ovetense, en García Larragueta, Colección, n.º 98, págs. 272-273.A esta sentencia regia siguió la donación del monasterio al propio obispo Martín, 1097, marzo 23: Alfonso VI y su mujer Berta dan a la iglesia de Oviedo el monasterio llamado de ante altares de San Vicente, etc. (Santos García Larragueta, Catálogo de documentos de la Catedral de Oviedo, n.º 109, Oviedo, IDEA, 1957, págs. 47-48). Esto demuestra que, aún siendo ciertos los hechos narrados en el pacto monástico de 781, la finalidad de la fundación de SanVicente era el servicio de los templos formando parte del clero catedralicio. De haber existido una congregación femenina, y ateniéndonos a lo expuesto, su finalidad habría sido la misma. Quedarían exceptuados de esta regla los «monasterios propios», ubicados en el atrio catedralicio, en régimen de concesión episcopal. 120 tocracia laica, van surgiendo e instalándose en el atrium o cimiterium28 de la Civitas una serie de monasterios, fundados por las principales familias nobles, a través de un pacto con el obispo, consistente en el usufructo del suelo sagrado, a cambio de la entrega de la fundación a San Salvador, en principio, al término de la vida de los fundadores. Esto en la práctica no era así, originándose conflictos que, en ocasiones, perduraron largo tiempo. El primero de estos monasterios propios, debió ser fundado por el propio Alfonso II (siglo ix)29, vinculado, a nuestro juicio, a la iglesia de San Tirso, que después pasó al conde Gundemaro, delegado regio, que, debido a la desvinculación de San Tirso, lo puso bajo la advocación de santa Gadea (siglo x)30. Igualmente, aparece vinculado a esta familia el monasterio de Santa Marina (siglo x)31, ubicado al E de San Tirso, en el espacio correspondiente a la domus ecclesie de la congregación de canónigos, lo que podría sugerir un abandono de la vida común por parte de los mismos. También, el extremo NE del recinto del atrio, los mismos condes fundaron el monasterio de Santa María32, origen de la futura parroquia de Santa 28 M. BASSOLS et alii, Glossarium mediae latinitatis catalonie, Barcelona, 1960-1985, I, págs. 531-537. Estudia el significado del término coemiterium, cuya trascendencia va más allá del significado antiguo o paleocristiano de las necrópolis, ya que además del significado tradicional: «I. Lugar donde se entierra a los muertos, cementerio (...)», tiene mayor importancia el siguiente: «II. Espacio de terreno sagrado e inviolable situado alrededor de una iglesia, bajo cuya protección quedan las personas y los bienes que en él se hallan (...)», a lo que añade que «en documentos se especifica que el espacio de terreno que constituye el cimiterium es de hasta 30 pasos de distancia alrededor de la iglesia. Dentro de este espacio, sin que por ello deje de usarse como cementerio, se levantan edificaciones pertenecientes a particulares y destinadas a guardar las cosechas, que quedaban así bajo la protección de la iglesia dado el carácter inviolable del recinto (...).También se levantaban en ocasiones casas o viviendas hasta llegar a constituir pequeños núcleos de población». 29 El famoso «Monasterio del palacio del Rey», citado por Yepes (Antonio de Yepes, Corónica de la Orden de San Benito, 6 vol., Irache, 1609-1620, t. III, págs. 223 y sigs.); afirma que «En el archivo de San Martín de Santiago hay muchas escrituras de diferentes monasterios que están unidos con aquella gran casa (...) entre otros es la Abadía...que antiguamente se llamó San Lorenzo Caruonario (...) Entre otros papeles hallé uno que firmaban unos monjes de Oviedo (...) del Monasterio del Palacio del Rey». 30 Para el desarrollo de este argumento ver Francisco José Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso de Oviedo: formulación de hipótesis reconstructivas en función del análisis compositivo comparado», Boletín del RIDEA, n.º 162, Oviedo 2003, págs. 203-204. 31 1036, diciembre 22: «… Damus quoque santae marinae iuxta ecclesiam beati tirsi in oueto fundatum; …», Ciriaco Miguel Vigil, Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática, ed. facsímil, Oviedo, 1987, pág. 69; 1075, Febrero, 2: «Et alio monasterio sanctae marinae uocabulo fundato. In cimiterio suprafatae sedis iuxta aecclesiam beati tirsi sito». Se trata de una nueva donación a San Salvador del mismo templo y monasterio, en esta ocasión por la hija de Mumadomna, Gortrodo Gondemáriz, lo que sirve para ilustrar la situación expuesta acerca de estos particulares cenobios (Miguel Vigil, Asturias Monumental, págs. 74-75). 32 Miguel Vigil, Asturias Monumental, pág. 85. 121 María de la Corte33 (actualmente ubicada en la iglesia del desaparecido monasterio de San Vicente, se ubicaba originariamente bajo la actual fachada de la vicaría del monasterio de San Pelayo, en la parte N de la misma). Pero sin duda, el más famoso de todos estos establecimientos eclesiásticos privados fue el monasterio de Santa Cruz, vinculado a la familia real, y a San Pelayo (antigua «congregación» vinculada a San Juan Bautista), y que motivó un largo conflicto de intereses entre los sucesivos usufructuarios laicos (todos de la familia real), y los correspondientes obispos de Oviedo, motivando diversas actuaciones regias en defensa de los derechos de la autoridad episcopal34. 33 «hedificauimus aulam in honore et beatissime Sanctae Marie Uirgini … damus ibidem imprimís illa corte quos est circundata in giro, cum domos et omnia utensilia domorum …», en García Larragueta, Colección, n.º 41, págs. 136-140. 34 La primera de ellas, en 1051, agosto 20. San Salvador de Oviedo, a través de su obispo Froilán, reclama la propiedad de la llamada «Corte de Santa Cruz», situada, como se verá, al noroeste del edificio de la basílica de San Salvador, donde, una de cuyas lindes, era la vía donde se encontraba escrito el signum salutis, que se dirigía hacia San Tirso: «Sub era [lxxxviii post millesima], xiiiº kalendas septembris. A multis est [cognitum quod orta fuit inte]ntio inter illa [ecclesia sancti Saluatoris et illa infanta] domna Christina super illa corte que [nuncupant Sancta Cruce …] que est in finem […] gra aquilone et per illa uia […] ubi est scriptum salutis […a] uitum usque affliget ad Sancto Tirso […] domni regis Fredinandi (...) et posuit rex […] Froilaz / et comité Munio [Munniz] et domni Ciprianum Legionensem episcopum et domnum Poli […] anc pesquisitionem / Et est hic scripta (...) sic per ordinem sicut modo audietis (...) domno / Uermudo episcopo dedit illa corte ab integro sicut superius scriptum est in prestamo [ad sua] coiermana domna Legundia et ille episcopum fecit ibi altare in onore Sancte Crucis. Mortua domna Legundia petiuit eam in prestamo / regina domna uelasquita. Mortuus est episcopus domnus Ueremudus, posuerunt ibi episcopum domnum Gudesteum, quo mortuo / posuerunt ibi domnum episcopum Didagum, quo mortuo posuerunt domno Agda episcopum, quo mortuo posuerunt domnum Pontium / Post est mortua regina domna uelasquita post hect petiuit in prestamo infanta domna Christina / ad ille episcopum domno Pontio illa corte que dicunt Sancte Crucis et dedit eam in prestamo. Tunc duxerunt / in presentia regis domni Fredinandi illos pesquisitores (...) Cum uidit et audiuit ille / rex anc pesquisitionem iudicauit duplare illa corte in simili tali loco.Tunc cecidit domna Christina ad / pedes regis (...) ut rogassent illo episcopo domno Froila pro illo duplo et que tenuisset illa corte in prestamo. Et proinde fecerunt hunc placitum in presentia regis (...) Post hec mortua Domna Christina, petiuit sua filia domna Eslontia in prestamo illa corte iam / superiun nominata. Et illa tenente ea uenit regina domna Sancia et consiliauit elam cum illo episcopo / domno Froila et tulit illa corte ad domna Eslontia dicendo callide et ingeniose sicut con / siliauerat cum illo episcopo: «Ista corte mea est et ad me pertinet quia fuit ex mea progenie» (García Larragueta, Colección, n.º 55, págs. 177-178). Fernando I ordenó duplicar la superficie de la Corte de Santa Cruz, donde se ubicaba el monasterio. Pero esto no solucionó el problema, lo que motivó otra nueva donación del mismo espacio que en 1051, por parte de Urraca (hija de Alfonso VI), en 1112, al obispo Pelayo «… excepto monasterio Sancti Pelagii preter ius pontificalem …», ya que, el institucionalmente recién nacido monasterio de San Pelayo, se había apropiado de una parte de la corte, o recinto, de Santa Cruz (Elena E. Rodríguez Díaz, El Libro de la Regla Colorada de la Catedral de Oviedo. Estudio y Edición, Oviedo, RIDEA, 1995, n.º 9, págs. 322-326). Posteriormente, en febrero de 1127, el obispo Pelayo da, por los días de su vida, la corte (es de suponer, el monasterio), a Pedro García y a su mujer Eldoncia Pelagii (García Larragueta, Colección, n.º 146, págs. 373-374). Pero de nuevo, algo debió fallar, ya que el 28 de febrero de 1161, Urraca La Asturiana (hija de Alfonso VII), vuelve a «conceder» la corte a San Salvador «… per portam arcus que uocatur Rutilans, domos ipsas ibi hedificatas concedo ab integro…» (García Larragueta, Colección, n.º 172, págs. 428-431). 122 La civitas regia Así denominada por las crónicas del ciclo de Alfonso III (Albeldense)35, situada extramuros del conjunto religioso, y que presidiría el poblamiento de siervos de San Salvador, artesanos y otros hombres libres, desde el extremo NO del mismo. El poblamiento de la localidad de Oviedo tuvo que surgir, al menos, en tiempos de los inicios de la construcción de la futura catedral de San Salvador. A los pobladores del lugar, se refiere expresamente el Testamentum de 812 en su introducción deprecatoria36. La creación de la sede episcopal tuvo, sin duda, que acrecentar el mismo, ya que el servicio de la diócesis llevaría aparejadas una serie de necesidades que implican la existencia de una población asociada (según la célebre tesis sostenida por Pirenne37) libre o servil, pero, siempre en régimen de dependencia jurídica de la misma38. Por tanto, no sería extraño que, pese a la relativa abundancia de población en los alrededores de la colina Ouetdao, mencionada por García de Castro, aquellos pobladores ligados más directamente a las necesidades de la sede episcopal, habitaran en su entorno inmediato. En este contexto se enmarcaría el establecimiento del palacio de Alfonso III en el extremo NO de la colina, atrayendo el consiguiente nuevo contingente de población. En este hecho nosotros vemos el nacimiento de lo que denominamos la protociudad, ya que esta población dependería de la autoridad regia y no de la episcopal, siendo el rey quien les otorgase su propio estatuto. 35 No nos estamos refiriendo por tanto a ninguna entidad ciudadana de carácter jurídico, sino simplemente reproducimos la exacta mención de la Crónica Albeldense: «Ab hoc principe omnia templa Domini restaurantur et ciuitas in Ouetao cum regias aulas hedificantur» (Juan Gil Fernández, José Luis Moralejo y Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar, Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985, págs. 177-178). 36 812, noviembre 16: «… Domine laudi tue cum / laude laudis uota / offerimus et cum uoto / munera dedicamus / poscentes ut tam nos / quam plebem nobis a te / commisam uirtutis tue / dextera protegas et uic / trici manu contra ad / uersarios fidei uictores / efficias, clementie / tue dono ita iustifices / ut cuncti qui hic operan / tes ad recuperacionem / domus tue obedientes / extiterunt, suorum om / nium abolitione excipi / ant peccatorum / quatenus et hic exclusa / fame, peste, morbo / et gladio, defensi clipeo / protectionis tue, felices |fol. 2v A se esse gaudeant et futu / ro in seculo feliciores cum / angelis celestia regna / possideant.» (García Larragueta, Colección, n.º 2, pág. 6). 37 Henri Pirenne, Las ciudades de la Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 1981. Debemos aclarar que, en el caso de Oviedo, no nos encontramos ante una ciudad institucionalmente preexistente desde época romana, que sobrevive gracias a la institución episcopal y la población clerical y civil a ella asociada, sino ante una entidad de carácter religioso, que sirve como marco de representación política, y que sólo se convertirá en ciudad con Alfonso VI, en algún momento entre 1075 y 1109, siendo confirmado su fuero por Alfonso VII en 1145. 38 De nuevo debemos aludir al Testamentum de 812, donde Alfonso II entrega al servicio de la diócesis un total de 25 siervos, agrupados en familias (García Larragueta, Colección, n.º 2, pág. 7). 123 En cualquier caso, disponemos de evidencias arqueológicas suficientes para pensar que la entidad de dicha población motivó la construcción de la nueva muralla y sus elementos articuladores de defensa (castillo y alcázar, inmediatos al palacio por el O, así como la torre de Cimadevilla), por parte del mismo Alfonso III. En esta nueva realidad, cobrarían sentido todos los documentos, considerados falsos por la crítica diplomática, relativos a derechos o afirmaciones jurisdiccionales sobre la población de Oviedo, al referirse a un objeto jurídico evidente, como es la definición del estatuto jurídico de la población de la localidad, respecto a su posible dependencia del señorío regio o eclesiástico39. Los edificios distintivos: del conjunto religioso a la protociudad. Estado de la cuestión Lo anteriormente expuesto, tanto en relación a las nuevas hipótesis presentadas por los autores que hemos referido, como nuestras propias nuevas investigaciones, afectan a los edificios emblemáticos del conjunto referidos en la introducción40. La iglesia de San Salvador Las dos únicas hipótesis potencialmente válidas subsistentes a día de hoy acerca de la posible restitución del edificio, serían, la recientemente avanzada por García de Castro, y la presentada en su día por nosotros41 y recientemente actualizada42, debiendo descartarse por imposibles aquellas que plantean el clásico cuerpo absidal tripartito. La hipótesis anunciada por García de Castro, obliga a replantearse de modo, creemos que definitivo, tanto la tipología como, sobre todo, la configuración litúrgica del edificio. 39 Por ejemplo: 857, abril 20, por el que Ordoño I da a la iglesia de Oviedo la mitad del portazgo de Oviedo y las caloñas de su mercado (García Larragueta, Colección, n.º 6, págs. 21-27). Incluso reconociendo el evidente interés del obispo Pelayo en reelaborar el documento para reclamar sus derechos al Concejo, una vez otorgado el fuero por Alfonso VI, nada impide (dada la indudable presencia de la autoridad regia, separada de la episcopal, en la colina Ouetdao, al menos desde tiempos de Alfonso III) que este documento esté haciéndose eco de una realidad existente en aquel momento. 40 Ver nota 4. 41 Borge Cordovilla, «La primitiva basílica de San Salvador», págs. 129-161. 42 Borge Cordovilla, «El edificio altomedieval de la iglesia de San Salvador». Disponible para consulta en: http://www.mirabiliaovetensia.com/informacion_de_interes/documentos/EdificioAltomedievalIglesiaSanSalvadorOviedoRevisionHipotesisReconstructivas_LaBalesquida2014.pdf. 124 En nuestra hipótesis de restitución del edificio altomedieval de San Salvador, el aspecto más característico era la presencia de un complejo ábside en batería, que concentraba en la cabecera los altares de reliquias de los apóstoles alrededor del Salvador, abiertos todos ellos a un transepto continuo, articulador de la actividad litúrgica en un santuario tan recargado. Nosotros encontramos justificación a nuestra hipótesis en el famoso documento de donación, en el año 1379, del abad y monjes de San Vicente, al obispo Don Gutierre, de una porción de su corral para construir la capilla funeraria de dicho prelado, conteniendo en sus tres capillas cuatro de los seis altares apostólicos del lado de la Epístola de la basílica altomedieval. De nuestra interpretación del documento, deducíamos la presencia de los altares apostólicos en batería, seis a cada lado del altar mayor, dedicado al Salvador, consistiendo la donación de los monjes en un aumento del espacio a ocupar por el nuevo edificio absidal del lado de la epístola: del límite del ábside altomedieval hasta la torre de San Miguel, en dirección S; y del muro testero del mismo, 16 pies más el ancho del cimiento del nuevo muro, en dirección E. Nuestra hipótesis de edificio se completaba con el cuerpo de naves, de doble anchura la central que las laterales, articulada su separación mediante arquería de medio punto sobre pilares, en 4 tramos; daba entrada al edificio un pórtico tripartito, seguramente de carácter monumental, provisto de tribuna en su cuerpo central, con acceso mediante escaleras simétricas situadas los cuerpos laterales que lo flanqueaban. En la hipótesis avanzada por García de Castro, al interpretar el citado documento de 1379, no cabe deducir la presencia de los altares apostólicos en la zona absidal, a ambos lados del altar mayor del Salvador, sino que éstos se encontrarían, literalmente, a ambos lados del altar mayor, pero en el cuerpo del edificio, no en el santuario. De este modo, lo donado por los monjes de San Vicente en 1379, sería todo el espacio situado al S del ábside único altomedieval, hasta empatar con la torre de San Miguel hacia el S, y el mismo espacio, más 16 pies y el cimiento, hacia el E. El edificio resultante no difiere demasiado materialmente del planteado por nosotros, excepto en la configuración del santuario, y en una menor profundidad del transepto. Lo hemos deducido (sin perjuicio de la planta que presente el propio autor de la hipótesis), en función de la misma unidad metrológica presente en la torre de San Miguel (18 x 18 pies). Según esto, el templo se configuraría como un edificio de ábside único, con salida a un transepto que pudo ser tripartito; cuerpo de tres naves, con seis altares apostólicos, emparejados (coincidiendo con los pilares articulado125 Triángulo de Pitágoras. General (18 × 24 × 30 pies). Triángulo de Pitágoras. Arquería (12 × 16 × 20 pies). Triángulo de Pitágoras. Nave central (21 × 28 × 35 pies). Triángulo de Pitágoras. Santa María (15 × 20 × 25 pies). 126 res de las naves, que, por tanto, dispondrían de cuatro tramos coronados por arcos de medio punto) en cada una de ellas, y con entrada principal desde el mismo pórtico tripartito descrito anteriormente. La basílica de Santa María (actual capilla del Rey Casto) Edificio del que siempre se conocieron tanto su tipología como su configuración litúrgica, a cuyo estudio hemos aportado, creemos que de modo sólido, una reinterpretación funcional y formal, donde, en función de la arqueología y las noticias históricas, hemos deducido una función originaria que no giraba en torno a su interpretación como iglesia-panteón, al ser este un añadido, que, además, inutilizó el pórtico originario del edificio, ubicado al O del mismo. A partir de datos arqueológicos objetivos, como es el primer tramo de nave (dimensiones totales de 25 x 14 pies), en el que se inscribió el panteón real, excavado en su día por Aurelio de Llano, en cuyas dimensiones descubrimos la aplicación del pie gálico, de 0,325 cm, a partir de cuyos datos determinamos un edificio de 100 x 50 pies (fig. 2), coincidente con las descripciones de los autores que lo conocieron en pie43. Por otra parte, resulta fundamental analizar el papel de esta construcción en relación a la articulación del primitivo complejo monástico que alojaba al clero regular ovetense, formado por los monjes de San Vicente, al E del santuario del edificio, y una posible congregación femenina, segura desde el siglo x, con lo que, antes de su segregación en figuras monásticas diferenciadas, se habría tratado de un monasterio dúplice. La basílica de San Tirso Edificio también de discutido carácter, creemos que pertenece al proyecto originario del conjunto catedralicio ovetense, al encontrarse dentro del recinto del cimiterium, o atrio, de la catedral, como de modo reiterado señala expresamente la documentación altomedieval ovetense44, con lo que deben rechazarse aquellas hipótesis que lo vinculan primero a la función de capilla 43 Borge Cordovilla, «La basílica de Santa María de Oviedo». ponible para consulta en http:// www.mirabiliaovetensia.com/infor macion_de_interes/documentos/BasilicaSantaMar ia_ LaBalesquida2011.pdf. 44 Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso de Oviedo», págs. 185-232, especialmente, págs. 187-192. 127 asociada a los respectivos palacios de Alfonso II y Alfonso III; y, más tarde a la parroquial, en relación al nacimiento del Concejo ovetense45. Conservado el muro testero del ábside único de su santuario, confirmado dicho carácter por la arqueología46, elaboramos en su día varias hipótesis reconstructivas del templo en función de nuestra metodología grá fica de análisis compositivo y metrológico. Todas ellas tenían en común plantear un edificio con cuatro cuerpos salientes a partir de uno central, del que queda por dilucidar si se trataría de un aula diáfana, o estaría articulado en tres naves47. En una nueva revisión de la metrología presente en el edificio, hemos detectado, también aquí, el mismo patrón métrico ya observado en Santa María del Rey Casto, torre de San Miguel, cripta de San Juan Bautista (San Pelayo) y la Foncalada: el pie gállico (deducido del dórico clásico), de 0.325 cm. Así, el ábside se traza sobre un triángulo de Pitágoras de 15 pies (ancho), por 20 pies (alzado hasta durmiente del tejado), por 25 pies (hipotenusa), lo que nos obliga a matizar las plantas anteriormente mencionadas, siendo tal tarea ajena al propósito del actual trabajo. La iglesia de San Juan Bautista La existencia de este templo es segura según testimonia la Crónica de Sampiro48, quien lo atribuye a Alfonso II, existiendo tradición en el actual monasterio de San Pelayo de la fundación del primitivo de San Juan Bautista por Alfonso II, del que su hermana Jimena habría sido primera abadesa. Documentalmente, es segura la existencia del templo, y de un posible, a nuestro 45 Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar y María Soledad Suárez Beltrán, «Los orígenes del poder episcopal sobre la ciudad de Oviedo en la Edad Media», La España Medieval, n.º 30, 2007, págs. 65-90; asimismo, Miguel Calleja Puerta, «La etapa fundacional del obispado de Oviedo», en Maravillas de la España Medieval.Tesoro Sagrado y monarquía, 2 vols., León, 2001, págs. 215-217. 46 En Feliciano Redondo Cadenas, «La Iglesia de San Tirso el Real de Oviedo, II. Basílica Primitiva», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n.º 88-89, Oviedo, 1976. En este capítulo se ocupa del edificio del templo y su historia constructiva, ofreciendo datos arqueológicos sólidos acerca de la existencia de un santuario único en el templo, debiendo rechazarse por tanto la conocida hipótesis de ser el testero de San Tirso la habitación supra absidal de un supuesto (e imposible) ábside tripartito enterrado, emitida en su día por Joaquín Manzanares Rodríguez, Arte Prerrománico Asturiano. Síntesis de su Arquitectura, Oviedo, Tabvlarivm Artis Astvriensis, 1964, págs. 16-19. 47 Borge Cordovilla, «La basílica de San Tirso de Oviedo», págs. 220-232. Disponible para consulta en http://www.mirabiliaovetensia.com/monumentos/san_tirso/historia_arte.html. 48 «Subjungit ipsi ecclesiae a parte sempentrionali templum in memoria Beati Joannis Baptistae constructum … in que translatum est corpus beati Pelagii martyris, post multorum discursus annorum» (Justo Pérez de Urbel, Sampiro: su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, 1952). 128 San Tirso. Triángulo de Pitágoras (15 × 20 × 25 pies). 129 juicio, monasterio propio, vinculado a la familia real astur-leonesa, desde finales del siglo x. Su morfología ha sido deducida por nosotros a partir de la aplicación de nuestra habitual metodología gráfica de análisis a los restos conservados en el interior de la actual iglesia de San Pelayo, que interpretamos como cripta49. A partir del análisis de la misma se detecta la presencia en su cámara principal, una vez más, de la unidad métrica del pie gállico, de 0.325 m (10 pies de longitud × 5 pies de anchura). A partir de aquí se deduce un edificio rectangular de dimensiones globales de 64 pies de ancho por 32 de longitud, articulado en aula diáfana, precedida de pórtico tripartito con tribuna en el cuerpo central y escaleras de acceso simétricas en los respectivos cuerpos laterales, y rematada en presbiterio alto (1 metro aproximadamente de elevación sobre la nave, unos 3 pies), ubicado sobre la cripta mencionada al principio, dando paso a un santuario, bien único o tripartito. Las defensas del conjunto El conjunto religioso de Alfonso II estaba rodeado por un muro defensivo, según consta expresamente en el mencionado Testamentum de 812. Delimitaba un recinto oblongo, que se extendía, aproximadamente, unos 82 pasos alrededor de los templos del enclave, incluyendo en su interior las iglesias de San Salvador, Santa María y San Tirso, el complejo monástico en torno a los santuarios de San Vicente y San Juan Bautista, al N de los mencionados templos; y el de los canónigos de San Salvador, alrededor del palacio episcopal, al S de los mismos. Estudiadas a través de una amplia historiografía, nosotros hemos establecido un recinto que difiere del de don Juan Uría Ríu, autor de la versión de la civitas de Alfonso II historiográficamente más difundida. Las discrepancias se centran en el trazado del muro por el E y por el S. Por el E, consideramos que no corresponden a la muralla los restos arqueológicos conservados en el actual claustro del desaparecido monasterio de San Vicente (actual Museo Arqueológico Provincial de Asturias), sino a una construcción doméstica del antiguo cenobio. Creemos que el muro del atrio catedralicio por el E discurría muy cercano al trazado de la actual muralla de Alfonso X. Otra discrepancia es la referida al trazado por el S, ya que, según testimonio de los arqueólogos responsables de la excavación extensiva de toda la zona, con ocasión de la peatonalización del casco antiguo e instalación de infraestructuras, a lo largo 49 Borge Cordovilla, «Sobre la forma de la primitiva basílica de San Juan Bautista», planimetrías. Disponible para consulta en http://www.mirabiliaovetensia.com/informacion_de_interes/documentos/ SanJuanBautista_LaBalesquida2013.pdf 130 todo el trazado propuesto en su día por Uría, no apareció resto alguno de muro, ni de caja en el sustrato rocoso que pudiera delatar su trazado. La razón estriba en que el muro discurría más al S, quedando actualmente un testigo del mismo a la altura del número 10 de la calle de San José. Precisamente en este punto se abría una de las puertas del atrio, la que llevaba al palacio episcopal desde el S que aparece en la documentación como «puerta vieja de laViña». Siguiendo hacia el N por la misma vía, rebasado el oratorio de San Vicente, se salía del recinto por la denominada en la Edad Media «puerta de la Noceda», rumbo al palacio de Alfonso II en La Vega, cerca de Santullano. Desde dicha puerta, girando hacia el O, y siguiendo la «calzada mayor», se ascendía de nuevo hacia el S, por el lugar que, más tarde se convertiría en la «rua Gasconna», para volver a entrar en el recinto por la «puerta de Santa María», desde donde se accedía a Santa María y San Juan Bautista. La puerta principal del recinto se hallaba más al S, entre San Salvador y San Tirso y debió revestir un carácter especialmente monumental, siendo conocida como «puerta Rutilante» . Por último, es posible la presencia de otra puerta más en el lado S del recinto, documentada en la actual calle de San Isidoro como «puerta de civitate»50. En cuanto al recinto murado atribuible a Alfonso III, existen testimonios documentales altomedievales que atestiguan la existencia de su lienzo N, inmediato a la mencionada «calzada mayor», y que sin duda cerraba el palacio real por su flanco septentrional, articulándose con el sistema defensivo del alcázar y castillo reales51, correspondiéndose, además, con los restos arqueológicos de muralla visibles más al E, sobre los que apoya la crujía septentrional del monasterio de San Pelayo; además, su existencia está también arqueológicamente probada en su trazado S, por las excavaciones realizadas en el Oviedo antiguo en los años 90 del pasado siglo xx, donde en la calleja de los huevos se halló un importante tramo de muralla altomedieval, que debía ser inmediato a la torre de Cimadevilla52. Por su trazado, estos dos testimonios manifiestan 50 «Eodem die obiit Petrus Iufre … dedit unam casam quam habeat in illa rua de Sancto Ysidoro … Hec domum est portam civitatis» (Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo, [410], pág. 336). 51 Borge Cordovilla, «La Ciuitas de Alfonso III en el contexto», págs. 27-37, especialmente, págs. 32-37. 52 Sergio Ríos González y Rogelio Estrada García, Seguimiento arqueológico de las obras de renovación de la red de saneamiento y pavimentos del Oviedo Antiguo en las calles y plazas siguientes: Cimadevilla, San Antonio, Oscura, Mon, Máximo y Fromestano, Santa Ana, Canóniga, Peso, Huevos, Constitución y Trascorrales, 1992 (memoria depositada en el Servicio de Patrimonio de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias y en el Ayuntamiento de Oviedo). Para la torre de Cimadevilla, ver Ciriaco Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1991, cxlviii, págs. 259-280. «Este cuerpo, levantado sobre la muralla que cercaba la ciudad, medía treinta pies de ancho y cincuenta y siete de alto, y su puerta con arco de medio punto con tránsito a la calle de Cimadevilla, diez por trece …», en Miguel Vigil, Asturias Monumental, ilustración K 13, pág. 205. 131 formar parte del mismo sistema defensivo, que envuelve al muro del atrio del conjunto religioso de Alfonso II, coincidiendo prácticamente por el E (fig. 1). Tuvo por función proteger el creciente poblamiento alrededor del conjunto religioso, que como vimos, tendría su origen de modo simultáneo al establecimiento del mismo. Sin embargo, nosotros vemos en este momento el surgimiento de un nuevo polo de población, en torno al eje CimadevillaRúa-San Juan, cuyo estudio supera el marco de este trabajo, pero que gravita en torno a la autoridad regia (como parece sugerir el control regio de las dos principales puertas del nuevo recinto: la de Cimadevilla, con su torre, y la de San Juan, ubicada entre el alcázar y el palacio real) de la que pudo depender su estatuto, al igual que el de los hombres de San Salvador dependía de la autoridad episcopal. Conclusiones Sin entrar ahora en el análisis acerca de la naturaleza y alcance del probable asentamiento existente en la colina Ouetdao en época romana53, Oviedo surge como asentamiento religioso por iniciativa de Fruela I, que concede el establecimiento de los monjes del futuro monasterio de San Vicente a cambio de su colaboración en el culto de la iglesia catedral que pretende erigir en la localidad, como testimonia tanto la calidad de las advocaciones de los templos, como los hechos posteriores. Alfonso II culmina el proyecto con la erección de una sede episcopal, con el consiguiente clero canónico asociado al obispo, y la renovación del pacto con los monjes de San Vicente, y el establecimiento de un posible cenobio femenino asociado a otro oratorio dedicado a San Juan Bautista, cada uno de ellos bajo la dirección de un abad y bajo dependencia del obispo. La presencia de este conjunto religioso lleva asociado un poblamiento, tanto libre como servil, con un posible estatuto jurídico otorgado por el obispo. Con Alfonso III a este establecimiento religioso se añade otro civil, con la erección del palacio real, y la presencia de un nuevo poblamiento alrededor del mismo, bajo estatuto regio. De lo anterior se deduce que la presencia de población no significa la existencia de una ciudad, ya que hablamos, en todo caso de poblamiento en régimen de dependencia de una autoridad, ya sea ésta civil o eclesiástica. La condi53 De cualquier modo, tuvo la suficiente entidad como para crear un ramal de la calzada que se dirigía a Gijón, haciéndola pasar por el centro de la colina.Ver Francisco José Borge Cordovilla, «La fuente romana de La Rúa: análisis y trascendencia para la historia de Oviedo», La Balesquida, Oviedo, 2009, págs. 20-31. 132 ción jurídica de ciudad no la adquirirá Oviedo hasta fines del siglo xi con el otorgamiento del fuero por Alfonso VI, confirmado posteriormente en 1145 por Alfonso VII. El clero adscrito a este complejo religioso tuvo un funcionamiento semejante al de conjuntos coetáneos en el ámbito europeo, tanto puramente monásticos (Centula de Sant Riquier, Picardía, diócesis de Amiens), como episcopales (Saint-Étienne de Metz, Lorena), con un reparto de las funciones litúrgicas entre el clero regular y canónico: rezo de las horas, liturgia sacramental, solemnidades y liturgia procesional asociada a las mismas54. En la planta de la Centula podemos encontrar, en el marco de un conjunto monástico, la multiplicidad de edificios de culto que caracteriza a la sede ovetense: el templo principal dedicado a San Salvador y san Ricario; al sur del mismo, el secundario dedicado a Santa María y todos los Apóstoles; y al E de ambas, el de San Benito; todos ellos unidos por pórticos que delimitaban un atrium triangular, concebido para la realización de la liturgia procesional entre los templos55. En la planta de Metz encontramos los edificios definidos para la vida común de los canónigos, según mandato de san Crodegango, consagrado por el sínodo de Aquisgrán de 816; nos encontramos con dependencias similares en Oviedo, en torno al palacio episcopal, datables, cuando menos, en la primera mitad del siglo ix56. Por tanto podemos afirmar la existencia de una relación con las disposiciones conciliares imperiales en materia, al menos, de organización de la vida clerical y litúrgica, lo cual se explica fácilmente en el contexto de una Hispania invadida, y de un joven edificio político (el Reino de Asturias) que necesita ayuda del exterior para afirmarse. Por último, pese a la escasez de arqueología relativa a los templos del conjunto religioso altomedieval ovetense, la información disponible nos 54 Sin pretender ser exhaustivos, habida cuenta que el estudio de la configuración de la liturgia procesional en el conjunto de santuarios ovetense es un tema complejo, que excedería con mucho el ámbito de esta investigación de síntesis, sí podemos indicar algunos ejemplos, relacionados con la institución de Aniversarias que debían tener lugar en diferentes solemnidades dentro del calendario litúrgico, recogidas en Rodríguez Villar, Libro de Regla del Cabildo; así, en Kalendas I, 44, pág. 207: «Per ipsam eciam domorum pensionem debet fieri processio cum Salve Regina de choro ad Sanctam Mariam in vesperis festivitatis Omnium Sanctorum …»; y en Kalendas I, 192, pág. 254: «quam domum et ortus dictus archidiaconus dedit capitulo pro processiones de Salve Regina ad Sanctam Mariam, quam debet annuatim in festo Pasce sollepniter celebrari». 55 Para los aspectos materiales de la Centula de Saint Riquier, ver «De la reconstruction du monastère du Centule», en Chronicon Centulense ou chronique de l’abbaye de Sant Riquier, libro II, cap. III. Traduction d’Hariulfe par Le Marquis Le Ver. Publiée et annotée par M. Ernest Prarond, Président d’honeur, Abbeville, Imprimerie Fourdinier et Cia, 1899. Disponible para consulta en: http://remacle.org/bloodwolf/ historiens/hariulf/table.html. 56 Ver al respecto García de Castro Valdés, «Las Primeras Fundaciones», págs. 39-62. 133 está permitiendo formular y replantear hipótesis válidas. Concretamente, la utilización de nuestra metodología gráfica de análisis nos ha permitido, por una parte, emitir hipótesis probables acerca de la morfología de los principales templos (San Salvador, Santa María, San Tirso, San Juan Bautista), partiendo de datos arqueológicos objetivos sobre los que hemos aplicado dicha metodología. Además, en función de los mismos datos objetivos, podemos replantear hipótesis, en caso necesario, manteniéndonos en los parámetros de análisis compositivo y metrológico que venimos manejando. Por otra parte, la detección en todos estos templos del pie gálico o carolingio, nos permite afirmar que existe una relación con el Imperio también en cuanto a la planificación material del conjunto, lo cual no excluiría la presencia, en este momento histórico, de talleres carolingios en el Reino de Asturias, al menos en esta etapa, y sin perjuicio de existencia de una tradición técnicoconstructiva romana en la región. 134 DE ESCRIBANOS, TINTEROS Y PLATEROS. LA SOLUCIÓN ECONÓMICA A UN ASESINATO EN OVIEDO A FINALES DE LA EDAD MEDIA maría josefa sanz fuentes La ciudad de Oviedo presenció a finales del siglo xv un hecho delictivo que condujo a la muerte a uno de los muchos plateros que vivían en torno al Portal, a la entrada de la vieja civitas episcopalis, bordeando el ábside de San Tirso. Allí vivía Juan Fernández de San Juan, conocido más comúnmente por Juan de San Juan, un hombre joven, de veintitantos años, con su mujer Teresa y sus hijos Juan, Pedro y Catalina, cuando un mal día se cruzó, y de qué manera, con Juan de Verdemonte, uno de los notarios que tenían asentado su oficio en la ciudad.Tal encuentro cocluyó en una trifulca y un Juan de San Juan herido, que pocos días después falleció. De todo ello tenemos noticias a través de un pleito que definitivamente se sustanció en grado de apelación ante la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid (ARChV, Registro de ejecutorias, caja 131, 41. Consultado en PARES, el 30/01/2015) en el que se recogen los pasos previos llevados a cabo en el mismo Oviedo y que, de no ser porque ello y porque se transcriben escrupulosamente como pruebas para la sentencia final, hoy no hubiésemos podido conocerlos. En la ejecutoria, es decir, la orden que dan los monarcas Fernando e Isabel para que se cumpla la sentencia dictada por su Real Audiencia, ante un tribunal que estaba conformado por los alcaldes, es decir los jueces, Menchaca, Pernía y de Álava, asistidos por el escribano Pedro González de Escobar, comparecen en pleito, representados por sus respectivos procuradores «Teresa Meléndez, viuda de Juan Fernández de San Juan, platero, vezino de la dicha ciudad, difunto, por sí y en nonbre y como tutora y curadora de sus hijos e hijas y de su marido, acusadora, y Juan de Verdemonte, escrivano, vecino de Oviedo, reo acusado». Es muy sustanciosa la declaración que hace Teresa de los hechos acaecidos en Oviedo que llevaron a su marido, herido, pero aún vivo, a entablar 135 pleito ante el juez ordinario de la ciudad de Oviedo: «que el dicho su marido oviera acusado ante él al dicho Juan de Verdemonte de çiertas heridas que le diera en la cabeça, de que después fallesçiera desta presente vida», y que había solicitado al juez que metiera en prisión al agresor Juan de Verdemonte hasta que fuese juzgado y castigado por su delito, planteando que «ella y sus hijos eran por tal cosa mucho agraviados e pedía e requería que prendiese el cuerpo al dicho Juan de Verdemonte e lo pusyese en la cárçel pública, e no lo diese suelto nin fiado hasta que en él se executase la pena que meresçía. E sy prender non lo quisiese, proçediese contra él en su rebeldía hasta lo condepnar». En el momento de la reclamación planteada por Teresa es juez en la ciudad Rodrigo Fernández de Oviedo, quien convoca a su presencia al notario Juan de Verdemonte, el cual, al no presentarse a ninguno de los tres llamamientos que le fueron hechos judicialmente, fue declarado por rebelde, y en su ausencia y rebeldía, el juez declaró que por consiguiente le devía de condepnar y condepnó a pena de muerte natural, la qual mandara que le fuese dada en esta manera: que en qualquier çibdad, villa o lugar que fuese fallado el dicho Juan de Verdemonte, asý en del dicho nuestro Prinçipado commo en otra qualquier çibdad, villa o lugar destos nuestros reynos e sennoríos, fuese tomado e puesto ençima de un asno, e asý fuese llevado por las plazas e lugares públicos e acostunbrados fasta la pycota o rollo de la tal çibdad, villa o lugar, e allí fuese puesto con una soga de cánnamo o d’esparto, e allí lo dexasen estar con la dicha soga puesta al cuello fasta tanto quel ánima se despydiese de las carnes e muriese naturalmente. E mandava que persona ninguna non fuese osado de lo quitar de allí syn su liçençia e mandado, o de otro juez que para ello poder toviese, so pena de muerte. E condepnava más al dicho Juan de Verdemonte en todas las costas derechas fechas en el dicho proçeso e cabsa, cuya tasaçión en sý reservava. En principio, resulta muy chocante que una persona tan representativa en la ciudad, como lo es uno de sus notarios, no compareciera ante el llamamiento del juez. Pero Juan de Verdemonte era un hombre astuto, con una buena formación jurídica, y debió pensar que en el caso de un delito de sangre, en el que además quedan tres menores huérfanos, lo mejor era poner tierra por medio y plantear su defensa ante otro tribunal que además, por su lejanía, no tuviera conocimiento directo de los hechos. Y así es que Juan de Verdemonte, que no se molesta en comparecer ante el juez ovetense, sí lo hace ante el tribunal superior de justicia de la monarquía castellana, ya que, tal y como explicita el documento, «se presentó personalmente en la cárçel pública desta nuestra Corte e Chançellería y ale136 gó que la sentencia dada por el juez de Oviedo era ninguna, injusta y muy agraviada contra el por las siguientes razones». Y es aquí donde vamos a poder ver la estrategia de Verdemonte, ya que un primer apartado de sus alegaciones está dedicado a poner de manifiesto los defectos de forma que él ha podido apreciar en lo ocurrido hasta entonces, planteando las siguientes: «La primera: Porque en todo el proçeso non avía acusaçión contra él por la dicha Teresa Menéndez fecha nin por algund hijo del defunto». Y es cierto: el acusador había sido el propio Juan de San Juan. Lo otro, porque diz que non paresçía ella aver açeptado la tutela de sus hijos nin serle disçernida en forma, nin ser parte para acusar nin proseguir la dicha cabsa. Lo otro, porque seyendo el dicho proçeso fecho en la dicha çibdad de Oviedo no paresçían ser guardados los términos de la ley. Por lo qual diz quel dicho proçeso e sentençia e todo lo otro contra él fecho e proçedido hera ninguno e por tal pidió ser dado e pronunçiado. Pero para nosotros es mucho más interesante la declaración que hace de lo que sucedió entre él y Juan de San Juan: Lo otro porque diz que, puesto caso non confesado quél oviera dado con un tyntero al dicho Juan de San Juan, sería en su defensyón nesçesaria, porque estando dentro en la tienda de Gonçalo Gonçález de Labandera, escrivano, el dicho Juan de San Juan diz que le començara a dezir muchas palabras feas e ynjuriosas, syn él dar cabsa a ello; e non solamente fuera el agresor contra él en las palabras, mas en las obras, porque diz que, estando él dentro de la dicha tienda, arremetiera contra él e le asyera de los cabellos e le traýa a mal traer. E sy él, por defenderse e librarse dél, teniéndole asydo de los cabellos el dicho Juan Fernández, menease el braço e le diese con un tyntero que tenía en la mano, aunque de aquello fuera herido, non hera él en cargo, asý porque lo hera en su nesçesaria defensyón, seyendo el dicho Juan Fernández de San Juan onbre de hasta veynte e ocho annos e soberbio, e él honbre de hedad, e non teniendo la tienda donde él estava otra puerta por donde él se saliese aunque quesyese, quanto más seyendo commo él diz que es onbre hijodalgo notorio, no hera obligado a huyr, salvo defender su persona e honrra. Lo otro, porque non aviendo golpe de espada nin de otra arma de que se presumiese él tener yntençión de lo matar, aunque lo que hiziera non fuera en su nesçesaria defensyón commo lo fuera, non devía ser punido commo omeçida. Lo otro porque diz que sy el dicho Juan Fernández muriera, non fuera por la dicha herida e golpe de tyntero, salvo por su culpa e mala guarda, e por no ser bien curado nin por buenos çurujanos, nin aver guardado la regla quellos le dieran; antes bebiera vino e comiera 137 carne e fiziera otros muchos eçesos, de manera que más muriera por su culpa que non de la dicha ferida. E después de ferido anduviera levantado e bueno por las calles. Sus declaraciones hoy pueden sonarnos casi a burla, pero él sabía que podían valerle: la defensa de su honra como hombre hidalgo, ante el ataque de un joven fuerte, y el no ir desarmado y no tener, según dice, escapatoria, por no haber en la tienda de escribanía de Gonzalo González de Lavandera una puerta trasera por donde huir, cosa por otra parte impensable en un hidalgo, sumaban a su favor, aunque un buen tintero de metal podía hacer, como hizo mella en el platero.Y lo mismo en sus quejas sobre el comportamiento insano del herido: beber vino, comer carne y andar por la calle no eran pruebas precisamente de su mala salud. Los alcaldes, por su parte, reclaman la comparecencia de la viuda e hijos de Juan de San Juan, y ante ellos se presenta Nicolás Fernández, hermano legítimo del difunto, como procurador de su cuñada, de la que declara ser tutora de sus tres hijos menores, quien pide a los alcaldes hagan ejecutar la sentencia pronunciada por el juez ovetense.Y hace asimismo una declaración sobre los hechos acaecidos que, como era de esperar, difiere bastante de la planteada por Juan de Verdemonte al decir que estando el dicho su hermano salvo e seguro çerca de las casas de Gonçalo Gonçález de Oviedo, escrivano que hera en esta dicha çibdad, en un día del mes de março del anno de noventa e syete annos, reynantes nos en estos nuestros reynos e sennoríos, diz quel dicho Juan de Verdemonte en palabras e en obras eçediera contra el dicho su hermano, e le trabara de los cabellos e le dixera muchas palabras feas e ynjuriosa; e con unas escrivanías que traýa, con un gran tintero dellas, con yntençión de le ferir e matar, commo lo hiziera, le diera muchos golpes en la cabeça, de que le ronpiera el cuero e la carne e le saliera mucha sangre, e le quebrantara los cascos, e dentro de veynte días muriera naturalmente; por lo qual diz quel dicho Juan de Verdemonte avía caýdo e yncurrido en grandes e graves penas. Pide le manden condenar, faziéndogelas padesçer en su persona e bienes, porque a él fuese pena e castigo e a otros enxenplo, e non se atreviesen a fazer nin cometer semejantes delitos. Como podemos ver la situación varía mucho. El incidente no se produjo en ningún lugar cerrado, dentro de la tienda escribanía, sino cerca de ella; el agresor de palabra y obra fue Verdemonte y el arma unas escribanías con un gran tintero. La descripción de las heridas no puede ser más detallada: no solo le rasgó la piel y el músculo, cosa que le hizo sangrar abundantemente, sino que le quebrantara los cascos, es decir, que le produjo fractura ósea en el cráneo. Verdemonte lo contradice, y parece que es en este momento cuando entrega una «pesquisa e testigos resçebidos en la çibdad de Oviedo por el 138 liçençiado de Medina, teniente que a la sazón hera».Vamos, que Verdemonte llevaba un as en la manga: antes de salir de Oviedo el teniente de corregidor en el Principado de Asturias había hecho a instancias suyas una investigación, que él consideraba en cierto modo favorable. El tribunal dio el caso por cerrado y la causa vista para sentencia. Pero Nicolás Fernández, que pudo tener acceso a la información presentada por Verdemonte, avido consejo con su letrado, que le avía dicho quel dicho Juan de Verdemonte non podía ser condenado a penas corporales, salvo sy lo condenasen a algund destierro o en algunos maravedís para los menores fijos del dicho su hermano. E porquél desto estava çerteficado, non entendía estar más en la dicha nuestra Corte nin gastar más su hazienda nin la de los menores en el dicho pleito, antes nos pidió e suplicó que aquella pesquisa e ynformaçión que presentara el dicho Juan de // Verdemonte fuese por probança fecha en juyzio. Vamos, que lo que acaba consiguiendo es un acuerdo que a ambas partes les viene bien: Juan de Verdemonte no perderá la vida, aunque sí recibe un castigo de destierro, para que, como pedía Nicolás Fernández, sirviera de ejemplo, y los hijos de Juan de San Juan serán resarcidos económicamente por la muerte de su padre. Por ello, los alcaldes del crimen de la Audiencia de Valladolid declaran que devían revocar e revocaron su juyzio e sentençia (la pronunciada por Ruy Fernández, juez ordinario de Oviedo), e faziendo e librando lo que de derecho se devía fazer e por la culpa que paresçía quel dicho Juan de Verdemonte toviera en la muerte del dicho Juan de San Juan, e dándole pena por ello, porque a él fuese pena e castigo e a otros enxenplo e non se atrebiesen fazer los semejantes delitos, que devían condenar e condenaron al dicho Verdemonte en pena de destierro de la dicha çibdad de Oviedo e su juridiçión por un anno conplido primero seguiente; e mandáronle que saliese a conplir el dicho destierro del día que con la carta esecutoria de la dicha su sentençia fuese requerido fasta nueve días primeros seguientes; e que lo guardase e conpliese, e non lo quebrantase so pena que por la primera vez que lo quebrantase se le doblase el dicho destierro, e por la segunda vez se le trasdoblase e oviese perdidos la mitad de todos sus bienes para la Cámara e Fisco. E condenáronle más en pena de dozientos mill maravedís para los fijos e fija del dicho Juan de San Juan. E mandaron que los diese e pagase a su curador dentro de los dichos nueve dias. Esta sentencia, que acabó contentando a ambas partes, se pronunció en Valladolid el 16 de septiembre de 1499, dos años después de haber acaecido en Oviedo los hechos juzgados. Y fue mandada ejecutar tan solo once días después de pronunciada, el 16 de septiembre del mismo año. 139 140 141 142 LA CASA DE PEÑERUDES EN LA CALLE DE CIMADEVILLA ernesto conde La procesión del Corpus puede considerarse como uno de los acontecimientos religiosos populares más importantes de la historia local de Oviedo, porque reunía, además del pueblo soberano, a las máximas autoridades, tanto religiosas como civiles. La clerecía estaba presente con el señor obispo, cabildo catedralicio y clero secular y regular, este último estamento constituido por los monjes y frailes benedictinos y franciscanos establecidos en Oviedo. La parte laica la personalizaban la máxima autoridad regional, el virrey, gobernador, regente o jefe político (como se titularon estos mandatarios según la época y sistema político vigente), junto con la corporación municipal, al total, ésta «formando cuerpo» aparte, al tener la festividad del Corpus la calidad de «Fiesta de Tabla», de obligado cumplimiento por el cuerpo de regidores, en la que el señor alcalde, como máximo representante, acudía portando la vara, viejo derecho por ser Oviedo ciudad de realengo. Esta prerrogativa de llevar la vara en actos públicos en los que también estaba presente el regente, con su derecho de portar también su vara en los solemnes actos públicos, era origen de un viejo problema de protocolo ya que, por razón jerárquica, no consentía que el alcalde de Oviedo llevase la suya. Conflictiva situación que abocó en grave problema cuando, en 1794, el alcalde don Antonio de Heredia Velarde Faes y Doriga, presente en la procesión portando su vara, desoyó las órdenes del regente y los jueces del cuerpo de la Audiencia desautorizando a llevarla, bajo severas penas, de no hacerlo. Terminada la procesión, reunida la Audiencia de urgencia, tomaron el acuerdo de multar la «rebeldía» de don Antonio de Heredia con la desorbitada cifra de quinientos ducados (los quinientos ducados equivalían a 5.500 reales; lo que podía representar unos 1.800 jornales de albañil o carpintero de entonces). Haciendo números para hallar un equivalente con nuestros 143 días, teniendo en cuenta el sueldo actual de un operario de oficio semejante, pudieran resultar, de manera grosera, unos 200 mil euros. La importancia de la multa produjo fuerte oposición municipal, que formó piña con el alcalde, animándole a que acudiese ante el Rey en demanda de amparo. Cuando supo del recurso municipal al Rey, la reacción del regente, animado a su vez por los jueces, fue agravar la condena, ordenando la prisión del alcalde que, aunque no se crea, fue acatada por don Antonio de Heredia con cierta satisfacción. Se explica esto porque, además de no pagar –de momentotan ingente suma, su cautiverio (que duraría lo que Carlos IV, como máxima autoridad de la Justicia española en aquel sistema absolutista, tardase en resolver la demanda de amparo), se convertiría en una especie de obligado descanso, disfrutado en los placenteros salones de su palacio con la mayor comodidad y distracción social imaginable. Se explica esto porque el alcalde, cabeza de una corporación formada por regidores perpetuos que habían comprado al monarca el derecho de formar parte del cabildo popular de manera perpetua, hizo uso de un viejo privilegio por el cual los miembros del concejo tenían derecho a cumplir la pena de cárcel en su propio domicilio. A consecuencia de lo cual, don Antonio, recluido en la comodidad de su palacio, a la vera de la hermosa catedral ovetense, convirtió los salones de su casa en un animado Palacio de Heredia, vivienda del alcalde de Oviedo, donde quedó recluido por orden del virrey por llevar la vara en la procesión del Corpus. 144 lugar de tertulias a las que acudía lo más granado de la aristocracia y burguesía ovetenses. Las jícaras de chocolate animaban las conversaciones de las visitas, que hasta parecían temer, de manera oculta, que se produjese el fallo real que pusiese en libertad al alcalde, lo que significaría el final de las animadas veladas. La respuesta real fue irrevocable: el alcalde fue exonerado por el Rey de la infracción, dejando bien clara la disposición real que, aunque el regente era su delegado directo en Asturias, Oviedo gozaba de la antiquísima calidad de ser ciudad de realengo, con lo que los miembros del cabildo popular, por tal motivo, también dependían de su mandato inmediato, incluido el derecho de representación; por lo menos. esto se deducía de la liberadora misiva real. La resolución real aplicada a este curioso acontecimiento puede animar a muchos ovetenses a frotarse las manos en la consideración del enchufe que podríamos tener con la actual reina de España, nuestra paisana doña Leticia. Pero no hay tal, pues desde la Constitución de 1812, con su ocurrencia de prohibir los privilegios (entre ellos abolió los señoriales; los de horca y cuchillo ya se habían extinguido tiempo atrás), todos los españoles somos iguales ante la ley, aunque, al parecer, unos serán más «iguales» y otros menos. Este suceso, vinculado a la procesión del Corpus, nos lleva a recordar otro desgraciado hecho que relaciona esta procesión con la casa de Peñerudes, de la calle de Cimadevilla. Si bien antes, creemos que es importante recordar algunas peculiaridades de la procesión, en especial en el siglo xix, cuando ya habían desaparecido muchas de las viejas costumbres, eliminadas por la suspensión de los antiguos privilegios ya citados, entre ellos la existencia de los gremios profesionales, algunos, como el de los ferreros, también conocido como «el gremio del martillo»; o el de los zapateros, en este caso con dos artes: los de «obra prima», que elaboraban zapatos nuevos, y los de «obra gruesa», más modestos, como lo muestra el popular nombre de remendones. Los maestros zapateros, tanto los de obra prima como los remendones, tenían la obligación de participar en la procesión bailando complicados y ancestrales pasos, con difíciles combinaciones, aunque, siendo muchos maestros zapateros personas de edad avanzada, era frecuente que contratasen sustitutos elegidos entre jóvenes de etnia gitana, que, por lo visto, lo solían hacer muy bien. En principio, los danzantes eran ocho, que en 1705 fueron reducidos a seis, añadiéndose un gaitero. Bailaban sobre la olorosa alfombra vegetal de romero y tomillo que cubría las calles del recorrido procesional. Otra novedad fue la eliminación en 1768 de la peligrosa costumbre de llevar un toro enmaromado, principalmente por los muchos sustos que ocasionaba el animal. 145 Casa de Peñerudes a finales del siglo xix, cuando era propiedad de doña Rosario Argüelles Mon, de estado soltera, heredera del coto de Peñerudes. Los años pares, la procesión del Corpus, que seguía el recorrido corto Antaño, la comitiva se detenía en la calle de Cimadevilla para cantar un motote ante la casa de Peñerudes (la segunda, de derecha a izquierda; la primera, con su balcón mirador de hierro y cristal, era la de los marqueses de Gastañaga). 146 La procesión del Corpus tenía dos recorridos callejeros alternos para la procesión principal y un tercer recorrido en la de la Octava. Los años pares, se hacía la llamada «carrera corta», que iniciaba su andar saliendo por la puerta central catedralicia, para discurrir por delante de la iglesia de San Tirso, por la antigua calle de la Platería (desaparecida a consecuencia del derribo de la antigua plaza de la Catedral), calle de San Juan (como se llamaba antaño al tramo actual de la de La Rúa, al tramo frontero al palacio del marqués de Santa Cruz), seguía por delante de la casa de Llanes y capilla de La Balesquida, plaza de Porlier, Universidad (ahora de Ramón y Cajal), Pozos, Jesús, plaza del Ayuntamiento, Cimadevilla (donde se cantaba un motete ante la casa de Peñerudes, acto que, como veremos, se tuvo que trasladar a la casa del Regente, frente a la antigua Calleja de los Huevos); continuaba por las calles de San Antonio, Canóniga y la Corrada del Obispo, para recluirse en la catedral por la puerta de la Limosna. La «carrera larga» realizaba el recorrido por la calle de la Platería, Rúa, Cimadevilla, Plaza Mayor, Magdalena, Matadero (ahora, del Marqués de Gastañaga), Oscura, Ferrería (ahora, de Mon), Canóniga y Corrada del Obispo. La procesión de la Octava, la más corta de todas, discurría por Calle del Marqués de Gastañaga (antes titulada, sucesivamente, del las calles de la Platería, Príncipe Alfonso y Libertad). La acera de la izquierda es ahora Rúa, San Antonio y parte del parque del Campillín. Al fondo, se aprecian los edificios Santa Ana, para volver con números pares de la calle de La Magdalena. 147 a la basílica por la misma puerta central por donde había salido. Era costumbre antigua que los vecinos hiciesen un paseo previo la víspera, pisando la olorosa alfombra de hinojo y tomillo, y detenerse ante el palacio de Velarde para admirar los siete balcones principales del palacio, que su dueño adornaba con hermosos y carísimos tapices. Palacio de Velarde, también conocido como del Conde de Nava (ahora, Museo de Bellas Artes de Asturias), exhibía los valiosos y antiguos tapices en la procesión de la Octava del Corpus. A esta procesión, formando dos largas hileras, asistían los estudiantes del colegio San José, llamados también «los Verdes» (por el color de la beca); asistencia que se mantuvo hasta que desapareció el edificio (en julio de 1931 se anunció la subasta para su demolición). Otros alumnos presentes en la procesión, a partir de 1854, cuando se inauguró el Seminario Diocesano en el convento de Santo Domingo (los seminaristas menores estudiaban en Valdediós), también asistían a la procesión, en dos largas hileras, produciendo un vistoso colorido con sus roquetes de una blanco inmaculado. 148 En esta vieja fotografía, tomada al paso del desfile de la tropa vinculada al cuartel del antiguo convento de Santa Clara, se puede apreciar el viejo colegio de San José, llamados también de los Verdes (por el color de su beca). La procesión de la Octava se detenía en la calle de la Rúa ante la llamada casa de Ania (después propiedad de Berjano), la misma casa en la que, cuando un nuevo obispo llegaba a tomar posesión de la mitra, se detenía para cambiar la ropa, revistiéndose de ceremonial, e iniciaba el recorrido hasta el pórtico de la iglesia de San Tirso el Real, donde el deán y cabildo le tomaban el juramento de cumplir los Estatutos de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo. En esta casa de Ania, la procesión de la Octava hacía una pausa en su recorrido para escuchar el motete tradicional. Años más tarde, la banda de música del batallón de Cazadores de La Habana, con guarnición en el edificio desamortizado convento de Santa Clara daba más solemnidad a la procesión y engrandecía la belleza del cántico del motete. Volviendo a la llamada «carrera corta», a la procesión del Corpus; hemos visto cómo se detenía ante la casa de Peñerudes, para escuchar el tradicional motete. Era un privilegio adquirido desde tiempo antiguo, posiblemente en agradecimiento de alguna gracia especial del señor, que beneficiaba a la Igle149 sia. Pero, un mal día, el poderoso caballero, de carácter irascible, molesto, al parecer, por un comunicado enviado por el gobernador, como le contrariase el contenido de la misiva y creyéndose acaso que estaba en su coto, donde era «dueño y señor de vida y hacienda de sus vasallos», en un ataque de ira, incapaz de dominar su mal genio, arrojó por el balcón al infeliz e inocente ministro de la justicia, vulgo alguacil, que le había llevado el documento, ocasionándole la muerte. No hay documentación del suceso que explique las consecuencias civiles del lance (al menos, yo no la he encontrado), pero sí de la contundencia con que actuó la Iglesia contra tan violento señor, al que, entre otras condenas, le retiró, de manera radical, el privilegio de la parada de la procesión del Corpus ante su casa, trasladándola ante la del regente, que estaba frente a la Calleja de los Huevos, cuando esta vía urbana discurría adosada a la muralla defensiva. La vieja casona llamada de Peñerudes (Peñerúes, como consta en algunos rancios documentos), poseedora de añejo linaje y sangriento antecedente, va a sufrir en poco tiempo varios avatares, un poco como si le persiguiese la desgracia, o le hubiese caído encima una especie de maldición. Comenzarán los contratiempos con la extinción del coto de Peñerudes que, aunque su privilegio de dominio sobre los vecinos ya había sido eliminado en 1812, perduraba la propiedad de las tierras, aforadas por el señor a los vecinos de la jurisdicción, en calidad de colonos. En 1902, la propietaria, como única heredera, es doña Rosario Argüelles Mon, piadosa señora, de estado soltera, que, magnánima, bien asesorada por el cura párroco, decide entregar las tierras gratis a sus colonos. La buena señora, para hacer las cosas bien, requisito imprescindible para llevar a efecto la donación, comienza por regularizar los derechos de propiedad. Vencidos algunos inconvenientes, como el intento de algunos vecinos de parroquias cercanas de sustraer algunas porciones de terreno, que motivaron la formación de complicados expedientes y actuaciones judiciales, doña Rosario, corriendo con todos los gastos, pudo hacer la donación libre de cargas e impedimentos. Tuvo menos suerte con Santiagón, un vecino de irregular conducta, dado a la bebida, lo que le volvía irascible en extremo bajo su influencia. Un día, en la fiesta patronal, como el cura de La Piñera, la parroquia colindante, pidiese a los vecinos desde el púlpito contención contra la bebida, Santiagón, que asistía a la misa durmiendo de manera plácida, fue despertado para que escuchase lo que decía el cura. Oír al sacerdote y levantarse Santiagón de un salto, vociferando, fue todo uno. Salió de la iglesia anunciando a gritos que iba a casa a por un revólver 150 para matar al cura. Al llega a casa le frenó su padre y el asunto no pasó entonces a mayores. Aunque fue el principio de una tragedia, porque doña Rosario excluyó a Santiagón en el reparto de los bienes, cuyas fincas, al parecer, tenía en situación de abandono. El violento salió de Peñerudes para trabajar en las minas de Turón, donde contrajo matrimonio. Le acompañaba un hermano menor, Camilo, de 20 años de edad, apodado «El Boo» (sobre el que, por la cortedad de su inteligencia, ejercía una evidente influencia). La vida licenciosa de Santiagón, plagada de borracheras, se desarrollaba mayormente en los chigres, donde anunciaba a gritos que mataría al cura de Peñerudes. Un día, como un vecino de Peñerudes le recriminase por decir mentiras sobre el cura, le agredió con violencia. Pensando que le había matado, huyeron los dos hermanos en dirección a Portugal, pasando antes por Peñerudes con ánimo de matar al cura. Así lo hicieron; primero le hirieron a tiros, ante el altar de la iglesia parroquial, y después, cuando el sacerdote huía de sus agresores, le apuñalaron en un camino. Capturados los dos hermanos por los vecinos de Peñerudes que habían salido en su persecución, fueron juzgados y condenados a severas penas. Camilo moriría en la cárcel, pero Santiagón conseguiría salir de prisión en 1928, por gracia de los indultos, para encontrar la muerte en 1936, en el frente de Olivares, durante el cerco de Oviedo, víctima de su irresponsabilidad. Al decir de algunos compañeros de trinchera, no escuchaba los consejos de que se protegiese, en vez de ofrecer su cuerpo de manera descuidada los tiros del enemigo. Una de estas balas terminó con su vida. En 1902, el industrial señor Tuero, dedicado a la venta y fabricación de muebles, propietario de otros comercios establecidos sucesivamente en la calle de Campomanes, compra la casa «antigua de Peñerudes», donde, en su arrendada planta baja, ya tenía instalada otra mueblería desde 1889. Doña Rosario Argüelles Mon, de estado soltera, fallece de «Parálisis progresiva» dos años después. Transcurridos otros dos años, en 1906, el señor Tuero decide derribar el viejo caserón para construir un edificio de nueva planta, con hermosos miradores, según el estilo de la época. Es cuando van a suceder dos dramáticas circunstancias que hacen pensar en una antigua maldición. En octubre de 1906, en la parte posterior de la casa, se hunde una bóveda recién construida, matando a un niño e hiriendo a tres obreros. Poco tiempo después, en febrero de 1907, hay nuevos heridos a consecuencia del fallo de un andamio, que se vino al suelo produciendo nuevas víctimas, aunque ninguna mortal. 151 En nuestros días, sobre el solar resultante del derribo de la vieja construcción, aparece la nueva disposición urbana, con la Casa de Chile y el edificio de la esquina de las calles de Argüelles y Mendizábal, donde estuvieron, respectivamente, la librería La Esfera y la ferretería de Crisanto. La misma casa, adquirida por el benefactor don Luis Muñiz Miranda, que se la regalaría al Ayuntamiento de Oviedo, entre otras cosas, para costear el derribo de la recoleta y antigua plaza porticada de la catedral. Una destrucción que nunca perdonaron quienes deseaban mantener vivo el recuerdo del Oviedo renacentista y los quinientos años de presencia de la pequeña plaza donde tantos años se celebró el tan pintoresco mercado semanal de madreñas, igual que las grandes celebridades asociadas a las procesiones, fuesen las de «tabla», propias de la ciudad: Corpus Cristi, las de rogativa, con los restos de santa Eulalia de Mérida, pidiendo lluvia, o que ésta cesase, para salvar las cosechas y librarse de la hambruna. La plazuela era entonces punto de reunión de las autoridades que el pueblo contemplaba, casi con el mismo asombro que ahora se observa a nuestra corporación municipal. 152 El nuevo edificio construido a principios del siglo xx sobre el solar de la casa de Peñerudes, aparece enmarcado entre la casa del marqués de Gastañaga, a la derecha, en cuyo bajo ya estaba instalada la popular peluquería de Prado y, a la izquierda, ocupando el antiguo teatro Ovies, el bazar de Masaveu. 153 DEL 154 MARTES DEL BOLLU C/ Javier Grossi, 3 · 33001 Oviedo (Asturias) Tlf. 985 21 26 27 - WWW.ONISELECTRONIC.COM 155 156 EL LARGO PEREGRINAJE DE LOS GITANOS HASTA OVIEDO manuel gutiérrez claverol Se especula con que el término gitano deriva de «egiptano», al considerarse equivocadamente que esa etnia provenía de Egipto. No resulta fácil explicar sus orígenes, su evolución, ni su supervivencia, pues determinados aspectos antropológicos, históricos o sociológicos presentan aún muchas incógnitas. Los análisis genéticos confirman su procedencia de la región asiática del Punyab (zona limítrofe entre India y Pakistán)1, de donde partieron hace unos 1.500 años2; los datos lingüísticos también apuntan al noroeste de la India. Desde un punto de vista racial, esta comunidad ha sido calificada dentro del tronco híbrido MediterráneoIndoafgano, no obstante en su largo deambular ha experimentado hibridismos con otras razas, tanto orientales como centroeuropeas o mediterráneas. Gentes de tradición nómada, se extendieron desde su tierra natal hacia el oeste por la antigua Persia y Asia Menor, y a comienzos del xv por el norte de África y, de modo especial, por Europa, donde destacan los famosos zíngaros de Hungría. Sus costumbres errantes hacía que vagaran de un sitio para otro, pero todavía no habían aflorado con virulencia los estereotipos negativos que se les atribuyó con posterioridad; cuando llega la siguiente centuria se desata una cierta aversión y hostilidad hacia ellos, se dictan pragmáticas3, 1 Angus Fraser, Los gitanos, Barcelona, Ed. Ariel, 2005, 344 págs. 2 Los estudios del adn de una decena de grupos gitanos sugieren un alto grado de endogamia y que la diáspora se desarrolló a partir de una sola oleada inicial, llegando a Europa en la Alta Edad Media a través de los Balcanes (I. Mendizábal et al., «Reconstructing the Population History of European Romani from Genome-wide Data», Current Biology, vol. 22, Elsevier Ltd., 2012, págs. 2.342-2.349). 3 Pragmática Sanción es una prerrogativa legislativa que utilizaba la Corona para publicar leyes no sancionadas por las Cortes, e incumbe a cuestiones fundamentales del Estado. Suelen identificarse por la fecha en que fueron decretadas. 157 Yevgraf Sorokin (1821-1892), Familia gitana española, 1853. cédulas y decretos contra su forma de vida, dando lugar a una palmaria oleada de persecuciones. Llegan los gitanos a España Se constata su llegada a la Península Ibérica en el siglo xv. El primer documento que lo atestigua data del 12 de enero de 1425, cuando el rey de Aragón, Alfonso V el Magnánimo (1416-1458), concede una cédula de paso (salvoconducto) a un tal Juan, conde de Egipto Menor, líder de una colectividad gitana, para viajar por sus tierras4. A partir de entonces este pueblo se dispersaría por todo el territorio: Barcelona (1447), Comunidad Valenciana (1460), Andalucía (1462) y luego al resto del país, brotando serias dificultades para ser aceptadas sus usanzas. Según varios filólogos, entre ellos el profesor 4 Documento que se guarda en el Archivo de la Corona de Aragón (Zaragoza). 158 de la Universidad de Sevilla Miguel Ropero, parece un hecho innegable la influencia de su léxico (caló) en la lengua española (verbi gratia: currar, currelar, jiñar, camelar, mangar, canguelo, parné, pinrel, etc.), sobre todo en la de tipo coloquial y popular5. Su itinerante vida y el tradicional desarraigo con los hábitos de la sociedad autóctona les granjeó pronto fama de maleantes, delincuentes y ladrones; sirva de ejemplo la primera frase de la novela corta de Cervantes, La Gitanilla (1613): «Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte». La dura etapa de los Reyes Católicos Las iniciales situaciones de tirantez surgieron durante el mandato de Isabel y Fernando (1474-1504). De inmediato, después de la conquista de Granada y del descubrimiento de América, la monarquía amparó una persecución contra aquéllos que no profesaban la religión católica (mahometanos, judíos y, como no, gitanos). Su Real Pragmática (rubricada el 4 de marzo del año 1499) obligaba a los gitanos a abandonar la vida nómada. Se refería en concreto a «que todos los egipciacos, sus hijos y mujeres, que usaran de dicho título, tomaran vecindad, con pena de cien azotes al contraventor», pretendiendo con ello que no anduviesen «vagueando, pidiendo limosnas, hurtando, engañando ni haciendo adivinos ni hechicerías, sino que trabajen y entren á servir ó tomen oficio»6. Las penas contempladas por esta ley eran muy severas hacia los transgresores: a la primera vez, cien azotes y el destierro; a la segunda, corte de orejas, sesenta días en las cadenas y volver a desterrarlos; a la tercera, cautividad por toda la vida. Opiniones autorizadas señalan que «siete años después de la expulsión de los judíos y tres años antes de la conversión forzada de los musulmanes, los 5 Miguel Ropero Núñez, «Un aspecto de lexicología histórica marginado: los préstamos del caló», en Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, 1992, t. I, págs. 1.305-1.313. 6 La sancionada por los Reyes Católicos, a pesar de conocerse como Pragmática de Medina del Campo, fue suscrita en Granada, el 15 de octubre. AMO (Archivo Municipal de Oviedo): Libro de Pragmáticas, fol. 47v.Véase también Libro Maestro, t. 3, fol. 7v (sig.: despacho 1, anaquel C, documento C/4); recordada por Ciriaco Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889 (hay reed. facsimilar: Oviedo, Alvízoras Llibros, 1991), pág. 320, núm. 197. 159 Reyes Católicos ponen a los gitanos contra la pared: o se vuelven sedentarios y se ponen a trabajar como todo el mundo, o desaparecen»7. Los impedimentos durante la Casa de Austria La dinastía de los Habsburgo, imperante en España durante los siglos xvi y xvii, continuó con las restricciones y persecuciones de la etapa precedente, castigando con inclemencia a los que no se integraban con el resto de los moradores. Comienza su andadura con el emperador Carlos I (1516-1556), quien decide en 1539 aumentar las penas establecidas con anterioridad a los hombres gitanos (de edad comprendida entre 20 y 50 años) a seis años de galeras. Llega el reinado de Felipe II (1556-1598) y persisten agrandados los escarmientos, instaurándose los azotes y el destierro en el caso de las mujeres, además de la condena a galeras ya establecida para los varones. Redacta Bernard Leblon que «a partir de la Liga Santa contra los turcos, en 1571, aumentan considerablemente las necesidades de remeros y el contingente habitual de condenados pasa a ser insuficiente. El 19 de diciembre de 1572, un año después de la batalla de Lepanto, Felipe II envía una carta circular a todas las justicias para tratar de compensar este déficit»8. En 1586, las leyes restringen en mayor grado su movilidad: «Que ninguno pudiera dedicarse á la venta de géneros ni ganados, así en las férias como fuera de ellas, sin testimonio autorizado de vecindad, pena ser castigado como cosa hurtada»9. Ante estos hechos, algunos individuos buscaron mecanismos de adaptación que les permitiese subsistir en sociedad10. Felipe III (1598-1621) ordena el 20 de octubre de 1619 que «Todos los gitanos salieran de sus reinos al término de seis meses, pena de muerte, permitiendo avecindarse á los que quisieran, no pudiendo usar de traje y lengua de costumbre»11.Y su heredero, Felipe IV (1621-1665), promulga el 9 de mayo de 1633: «Que en lo sucesivo los llamados gitanos, de cualquiera edad que fuesen, tampoco vistieran ni usaran de la lengua, ni se ocuparan de los oficios que les 7 Bernard Leblon, Les gitans d’Espagne: le prix de la différence, París, Ed. Presses Universitaires de France, Les Chemins de l’Histoire, 1985, 255 págs. Bernard Leblon, Los gitanos de España. El precio y el valor de la diferencia, Barcelona, Gedisa Ed., 1987, pág. 22. 8 Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 116. 9 Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889, en «Extractos de los Libros de Acuerdos», pág. 455, núm. 840. 10 Manuel Martínez Martínez, «Los gitanos en el reinado de Felipe II (1556-1598). El fracaso de una integración», Chrónica Nova, 30, Granada, Universidad de Granada, 2001, págs. 401-430. 11 Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889, pág. 455, núm. 840. 160 estaban prohibidos, pena de doscientos azotes y seis años de galeras, y hallándolos en los caminos con armas de fuego, quedasen por esclavos y sirvieran ocho años en galeras»12. Eran tiempos de escasez de remeros asalariados («buenas boyas»), pero los bancos de galeotes seguían demandando personal ante las nuevas necesidades bélicas de la nación, por lo que se acuerda capturar un mayor número de «egipciacos» para este cometido naval, calculándose que, el 19 de diciembre de 1639, fueron apresados y enviados a galeras unos dos centenares13. El último de los Austrias, Carlos II el Hechizado (1665-1700), que dadas sus deficiencias físicas y mentales permaneció bajo la tutela de su madre Mariana de Austria, dictó un Real Despacho14, el 7 de febrero de 1693, exigiendo cumplir y ejecutar las disposiciones de sus predecesores, prohibiendo que en todas las ciudades menores de mil moradores avecindasen gitanos, y quienes lo hicieren en poblaciones mayores se apliquen a la labor y cultivo de las tierras, no habitando en barrios separados, sino interpolándose con los demás vecinos. Durante ese periodo, era notoria la inquietud de la Iglesia por cristianizar a las gentes foráneas, como se demuestra con la pregunta formulada en 1677 por el obispo de Cádiz a los curas de su diócesis acerca de «si hay gitanos o berberiscos y si están instruidos en la fe católica». Pocas novedades con los Borbones El advenimiento de esta dinastía en España apenas supuso modificaciones significativas respecto a las descritas. El primer miembro de la casa real en España fue Felipe V (1700-1746), nieto de Luis XIV de Francia, el famoso Rey Sol, y durante su reinado se promulgó una nueva Real Pragmática (1717) contra la comunidad romaní15. La disposición legislativa fijaba su residencia forzosa en 41 poblaciones (se agregaba con la finalidad de asentarlos), cifra que se amplió hasta 75 en 1746. La selección de los lugares no fue establecida al azar, sino que intentaba favorecer la vigilancia policial sobre los «peligrosos sociales» al disponer de servicios administrativos y judiciales en las cercanías. 12 Ibídem. 13 Manuel Martínez Martínez, «Los forzados de la escuadra de galeras del Mediterráneo en el siglo xvii. El caso de los gitanos», Revista de Historia Naval, 117, Madrid, 2012; Manuel Martínez Martínez, «Forzados gitanos confinados en los arsenales peninsulares tras la redada general de 1749», Estudios de Historia Naval. Actitudes y medios en la Real Armada del siglo xviii, Murcia, 2012, págs. 291-328. 14 AMO: Libro de Acuerdos de 1693 (sig. A-42), fols. 15v-19r. 15 AMO: Libro de Acuerdos de 1720 (sig. A-52), fols. 134v-135r. 161 La Gran Redada Durante el gobierno de Fernando VI (1746-1759) ocurrió un suceso de enorme trascendencia en el asentamiento gitano en España, que pasó a las páginas de la historia con la denominación de «Gran Redada» o «Prisión General de Gitanos». Tal acaecimiento tuvo lugar el 30 de julio del año 1749 y días posteriores, siendo la autoría material del mismo el marqués de la Ensenada con expresa connivencia real, y se ejecutó de manera simultánea en todo el territorio nacional; el Despacho de Guerra fue el encargado de preparar minuciosas instrucciones para efectuar los arrestos, con la orden de abrirlas en cada ciudad un día prefijado. Tras el apresamiento, había que fraccionar a los reos en dos grupos: los hombres mayores de 7 años en uno y las mujeres y los niños Recreación de la Gran Redada de en otro, efectuándose por ende una completa 1749 (por Ernesto Burgos, 2012). separación familiar. El primero sería enviado a trabajos forzosos en los arsenales del reino (Cartagena, Cádiz y Ferrol) o deportado, porque las penas de galeras habían sido abolidas unas fechas previas. La segunda fracción ingresaría en cárceles o fábricas de Málaga,Valencia y Zaragoza16. A este propósito, Ernesto Burgos puntualiza lo que sigue: «Los varones que tenían entre 15 y 50 años se remitieron a los astilleros o los regimientos fijos de los presidios de África, los menores, hasta los 12, se destinaron a las industrias estatales o los remos de los navíos del rey; quienes no alcanzaban esa edad y las mujeres, se encerraron en instituciones que en algún aspecto eran similares a los campos de concentración y en los pueblos solo se permitió quedarse a los mayores de 50 años, lo que en aquella época significaba estar ya en la ancianidad, prohibiendo sus desplazamientos hasta que les llegase el momento de la muerte, que debía procurarse cristianamente en los asilos y casas de misericordia»17. 16 Antonio Gómez Alfaro, La gran redada de gitanos: España, prisión general de gitanos en 1749, «Colección Interface», Madrid, Ed. Presencia Gitana, 1993, 128 págs. 17 Ernesto Burgos, «Después de la gran redada», La Nueva España (edición de Las Cuencas), Oviedo, martes 13 de noviembre de 2012. 162 Según el asturiano Pedro Rodríguez, conde de Campomanes (autor de un dictamen sobre la restitución de ese pueblo a la vida social), unos 9.000 gitanos y gitanas sufrieron la deportación y el presidio durante años, cifra que se elevaría hasta 12.000 si se consideran los que ya estaban privados de libertad. Según el historiador galo Leblon las víctimas de esta operación fueron 10.000, «si bien la detención de algunos fue de corta duración, otros tuvieron la mala suerte de pudrirse durante dieciséis años en los arsenales transformados en presidios»18. La medida se vio beneficiada por un acuerdo que habían suscrito tres años antes el Gobierno de España y el Vaticano, aminorando el derecho de refugio en las iglesias, lo que restringía la protección en los edificios eclesiásticos, utilizados hasta entonces de modo abusivo. La ambigüedad de la pragmática (entre otras cosas, no contemplaba el vocablo «gitano» como tal, pues estaba prohibido el término) justificó el cúmulo de recursos que afloraron por doquier, atenuándose a la sazón las medidas restrictivas originales; téngase presente la ácida declaración del marqués de la Ensenada al mes de comenzar su aplicación: «Falta lo principal, que es darles destino con que se impidan tantos daños y extinga si es posible esta generación»19. El hecho de realizar detenciones indiscriminadas y equívocas suscitó muchos recelos, provocando una cierta ruptura de los vínculos establecidos entre la gente castellana y romaní, es decir, un efecto antagónico del perseguido20. La Gran Redada obtuvo la reprobación de una parte importante de la ciudadanía. El propio sucesor del monarca que decretó tan abyecta ordenanza, Carlos III (1759-1788), intentó conceder una amnistía y revisar la legislación condenatoria en 1763, pero las trabas burocráticas retrasaron unos años estas buenas intenciones21. El Rey aceleró los trámites y en julio de 1765 ya ordena indultar a los presos22. Una pragmática más tolerante En 1783 Carlos III (secundando consejos del conde de Floridablanca), sancionó el 19 de septiembre una novedosa Pragmática-Sanción que conte18 Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 117. 19 Gómez Alfaro, La gran redada de gitanos, 1993, pág. 73. 20 Teresa San Román, La diferencia inquietante.Viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos, Madrid, Ed. Siglo XXI de España, 1997, 255 págs. 21 José Luis Gómez Urdáñez, Fernando VI, Madrid, Arlanza Ediciones, 2001, 324 págs. 22 Tal era el desacierto de la medida adoptada que Carlos III, refiriéndose a la mencionada redada de 1749 decretada por su antecesor Fernando VI, solicitó que fuera retirada tal denominación pues «hace poco honor a la memoria de mi hermano». 163 nía «nuevas Reglas para contener y castigar la vagancia de los que hasta aquí se han conocido con el nombre de Gitanos, ó Castellanos nuevos, con lo demás que expresa»23. Representa la última relativa a los gitanos y es bastante más indulgente que las precedentes, dado que se prohibían las referencias étnicas en los documentos oficiales. Intentaba delimitar el problema gitano haciendo un censo sobre ellos y preguntando en las diferentes regiones españolas cuál era su situación real y la problemática que ocasionaban, recogiendo lo siguiente: «Su Majestad no quiere exterminar o aniquilar a los llamados gitanos, sino suprimir su nombre y rectificar sus costumbres». Esta prerrogativa regia contenía ocho acuerdos de convivencia, a saber: 1. Los gitanos son ciudadanos españoles. 2. Debe dejarse de decir gitano, ya que todos los ciudadanos son iguales. Se sustituye la palabra «gitano» por «castellano nuevo». 3. Los niños deben ir a la escuela a partir de los 4 años. 4. Los gitanos son libres de fijar su residencia. 5. Los gitanos pueden emplearse o trabajar en cualquier actividad. 6. Los gitanos tienen derecho a asilo y atención a sus enfermos. 7. Los gremios que impidan la entrada o se opongan a la residencia de los gitanos serán penalizados. 8. Se imponen penas a los que obstaculicen la integración de los gitanos. Pero para que estos requisitos pudieran ser aplicados debían de cumplirse tres condiciones mínimas: abandonar la forma de vestir, no hablar caló y asentarse, abandonando por tanto la vida errante. En concreto, en el capítulo 35 se puede leer: Por un efecto de mi Real clemencia, á todos los llamados Gitanos, y á qualesquiera otros delinqüentes vagantes que han perturbado hasta ahora la pública tranquilidad, si dentro del citado término de noventa dias se retiraren á sus casas, fixaren su domicilio, y se aplicaren á oficio, exercicio, ú ocupacion honesta, concedo indulto de sus delitos y excesos anteriores, sin exceptuar los de contrabando, y desercion de mis Reales. Por su parte Carlos IV (1788-1808) dicta en Aranjuez una Real Cédula de 9 de marzo de 1795 corrigiendo la prerrogativa legislativa de su padre, al juzgar que no fue bien entendida ni ejecutada por las Justicias, «limitando su 23 En Oviedo, Juan Mathías de Ascarate ordena imprimir esta pragmática el 15 de octubre de 1783 para que sea conocida por los jueces y justicias de todos los concejos del Principado con la finalidad de que guarden, cumplan y ejecuten su contenido. 164 William-Adolphe Bouguereau (1825-1905), Jóvenes gitanos, 1879; lienzo, 166 × 99 cm. Collection of Fred and Sherry Ross, USA. 165 inteligencia á los llamados Gitanos, no obstante que expresamente se estendia su Real clemencia á qualesquiera otros delinqüentes vagantes, que han perturbado la pública tranquilidad, sin exceptuar Contrabandistas, ni Desertores». La Constitución de Cádiz de 1812 y, sobre todo, la vigente de 1978 supusieron un espaldarazo importante al reconocer, desde un punto de vista formal, la igualdad de los gitanos ante la ley y su plena ciudadanía. Los gitanos aterrizan en Asturias A pesar de estar difundido que la primera referencia documental conocida sobre la aparición de esta comunidad en la provincia es la Real Pragmática del año 1717, existen evidencias bibliográficas que adelantan su presencia en tierras asturianas (aunque solo fuera de forma ocasional) al siglo xvii24, como puede constatarse en el siguiente epígrafe. Para redactar este apartado fue de utilidad la consulta de los artículos publicados por el subdirector del entonces diario madrileño Pueblo, Antonio Gómez Alfaro25 (gran divulgador de la historia de este pueblo), a los que hay que añadir la importante aportación de Lidia Anes26 así como un documentado trabajo sobre la infancia en Asturias realizado por M.ª Violeta Álvarez Fernández y otros27. Los primeros en aparecer en la capital eran danzarines y músicos Las fuentes historiográficas relacionan a los gitanos asturianos con el arte de la danza y de la armonía28, siendo contratados para las principales fiestas 24 Según Ernesto Burgos, en 1640, ya se registra una disposición de Juan Blasco de Orozco, más tarde gobernador del Principado, «prohibiendo a los gitanos el uso de armas de fuego, así como el vagar con caballerías por el suelo de Asturias» (Ernesto Burgos, «La hora de los gitanos», La Nueva España [edición de Las Cuencas], Oviedo, martes 6 de noviembre de 2007). 25 Antonio Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», Asturias Semanal, n.º 359 (1-8 de mayo) y n.º 360 (8-15 de mayo), Oviedo, 1976. Este mismo escrito lo recoge el autor años después en su libro Escritos sobre gitanos (Ed. Asociación de Enseñantes con Gitanos, 2010, 633 págs., que dedica las páginas 83-92 a Asturias). 26 Lidia Anes Fernández, «Los gitanos en Asturias en el siglo xviii», en El mundo hispánico en el Siglo de las Luces, Madrid, Universidad Complutense, 1996, vol. I, págs. 333-340. 27 M.ª Violeta Álvarez Fernández, M.ª del Mar González Iglesias y José Luis San Fabián Maroto, La situación de la infancia gitana en Asturias, Oviedo, Consejería de Bienestar Social y Vivienda. Gobierno del Principado de Asturias. Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia, Familias y Adolescencia para el Observatorio de la Infancia y la Adolescencia del Principado de Asturias, 2011, 395 págs. 28 En la época de La Gran Redada, el primer oficio de los gitanos que trabajaban en Asturias era el de herrero, seguido del de gaitero (Burgos, «Después de la gran redada», 2012). 166 que se celebraban en Oviedo (de manera singular en la de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la diócesis, de la ciudad y del Principado, y en la del Corpus Christi). He aquí citas esclarecedoras. En el Libro de la Razón, que recopila lo acontecido entre los años 1660 y 1685, contiene, en el capítulo de gastos en danzas, la expedición de libramientos para sufragar las atenciones que pesaban sobre el municipio figurando, entre otras partidas, una «remuneración á los directores, que eran ordinariamente gitanos»29 y a los musicantes por la festividad del Corpus. En una línea similar, el 17 de mayo de 1673 «presentaron petición Juan del Valle y Domingo del Valle, maestros danzantes, y Domingo Martinez, gaitero de Gijon, diciendo que ellos estaban obligados por escripturas de asistir en esta Ciudad (…) á las festividades del Corpus y Octabario y buscar personas aviles y suficientes a su costa para la danza del gremio de los zapateros de esta ciudad»30. Por otro lado, Martín García Castañón (por mandado de Sebastián Vigil de la Rúa, Caballero del Orden de Calatrava) pagó el año 1675, en la conmemoración que se celebró en honor de santa Eulalia de Mérida, «660 reales al gitano Juan de Rivera por la primera danza y 200 por la segunda»31. Hacia la mitad de la centuria dieciochesca, la sociedad ovetense denota un cierto tufillo excluyente y segregacionista, como atestigua una noticia fechada el 30 de enero de 175632: El gremio de obra prima piden se le franquee el patio de comedias para poderse instruir en la danza que tenían pensado hacer para la festividad del Corpus Christi.Y que respecto al gremio de cerrajería acostumbraba poner otra danza para la misma festividad, se le mandara que esta no fuera compuesta de gitanas como regularmente lo hacían cada año, por ser indecente a la solemnidad de la fiesta y al mismo tiempo en menos precio de otro gremio (…) notifique al gremio de cerrajería no admitan danza de gente que sean gitanos. La Real Pragmática sancionada por el rey Felipe V, el 14 de mayo de 1717, establecía 41 núcleos urbanos para afincar a la población gitana, entre ellos la ciudad de Oviedo. Este hecho suscitó una cierta desazón social pues no era frecuente la presencia de esa parentela por Asturias. A este respecto, 29 AMO: Libro de la Razón, 1660-1685 (sig. C-11). 30 AMO: Libro de Acuerdos de 1673 (sig. A-33), fols. 115v y 116r. 31 Figura como fecha de pago el 3 de junio de 1676 (Miguel Vigil, Colección Histórico-Diplomática, 1889, pág. 484, núm. 989). 32 AMO: Libro de Acuerdos de 1756 (sig. A-77), fol. 14r. 167 consta en el censo de 1746 (custodiado en el Archivo Histórico Nacional) que existían 881 familias en el país concentradas en 54 poblaciones, pero ninguna de ellas asturiana33. Las medidas represivas impulsadas por un obispo de Oviedo Julio Romero de Torres (1874-1930), A la amiga, hacia 1906; lienzo, 168 × 95,5 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias (Principado de Asturias. Colección Pedro Masaveu). Reproducido por gentileza del Museo de Bellas Artes de Asturias. El nombre de Oviedo también se significó a mediados del siglo xviii en relación con la Gran Redada. En el diseño y programación de la intransigente medida tomó parte activa un obispo de la diócesis ovetense, a la sazón Gaspar José Vázquez Tablada (El Hito, Cuenca, 1688-Toro, 1749), que asimismo fue nombrado en 1746 gobernador del Consejo de Castilla, en cuyos cargos se mantuvo hasta su muerte34. Antes de detallar las propuestas que hizo Vázquez Tablada a Fernando VI, conviene analizar dos documentos que testifican lo que sucedía en Asturias en relación con la comunidad romaní. El primero, del año 1745, recoge varias disposi- 33 Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», 1976; ahora en Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 83. 34 Vázquez Tablada tomó posesión del obispado ovetense el 15 de septiembre de 1745 (95º obispo de Oviedo, desde 1745 a 1749). 168 ciones: unas obligando a «publicar bandos y fixar edictos para que los Gitanos dentro de 15 dias se retiren a sus pueblos y quitarles la vida»35, y otras requiriendo que «los Gitanos se abezinden y apliquen á la labranza»36. El segundo, de 14 de diciembre de 1746, atestigua que el regente de la Real Audiencia, Miguel de Irunza y Quintana-Dueñas, acusó recibo de una carta remitida por las autoridades de Madrid solicitándole información acerca de los resultados de las poblaciones implicadas en la residencia gitana y detalles sobre determinados censos.Tanto el regente como los oidores (Antonio Varela Bermúdez,Vasco de Paradas y Castillo, Juan Esteban de Salaberriz e Isidro de la Hoz) se excusaron en la demora a contestar, aduciendo dificultades para pagar el gasto de los verederos. Se estimaba como suficiente el informe que habían enviado en octubre del año anterior en el que se decía37: No obstante ser esta ciudad y capital del Principado uno de los lugares destinados para domicilio de gitanos, cuenta entre sus felicidades la dicha de que no la frecuentan; y aunque algunos pocos habitan divididos en otras villas y lugares, es con conocidos oficios, y constable permanencia en ellos, y en sus respectivos parajes, sin que se advierta vagueen a ferias y mercados, ni se acuadrillen para fin alguno: y si alguna vez el apetito a vivir del robo y gozar licenciosa vida ha producido semejante civil monstruo se ha solicitado su exterminio con las providencias que arreglándose a las antecedentes Pragmáticas ha expedido este Tribunal; y el no haberse perfectamente conseguido tan deseado y justo fin ha dependido de la facilidad que tienen en refugiarse y tomar asilo en los pórticos de las iglesias, y el no haber casa alguna de recogimiento donde poder retener para su castigo y enmienda a las mujeres que los acompañan, auxilian y refugian. En este estado de cosas, los mandamases de turno toman la iniciativa para mitigar lo que se entendía como el «problema gitano». En su calidad de gobernador del Consejo de Castilla, va corresponder al mencionado obispo de Oviedo la responsabilidad de buscar soluciones. Estima que la extinción de los antiguos nómadas por la vía de la asimilación «se está llevando muy a la larga»38, por lo cual propone dos alternativas al Rey39: 35 AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, Provisiones y Reales Órdenes, t. 3.º, fol. 44v, 30 de octubre de 1745 (sig. despacho 1, anaquel C, documento C/4). 36 AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, etc., t. 3.º, fol. 84r, 23 de noviembre de 1745 (sig. ídem). 37 Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 84. 38 Leblon, Los gitanos en España, 1987, pág. 44. 39 Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 85. 169 1) Desterrarlos de España con término limitado para salir de ella y con pena de la vida al que se encontrase pasado el término asignado, como se ha hecho en Portugal. 2) Si pareciese dura esta providencia, tomar la más suave para extinguirlos, que se reduce a formar y establecer tres casas, una para las Andalucías, otra para Extremadura, Mancha y Murcia, y la tercera para Castilla y reinos de la Corona de Aragón, que es donde habita el menor número. Julio Romero de Torres, Gitana de la naranja (sin fechar); lienzo, 35 × 33 cm. Museo de Bellas Artes de Murcia. 170 La segunda disposición (¿más liviana?) algo corregida fue la que se adaptó. Conllevaba encerrar a las mujeres y a los niños de hasta doce años de edad, enviar a los muchachos de 12 a 15 a fábricas y navíos, y remitir a todos los varones comprendidos entre 15 y 50 años a las atarazanas o regimientos fijos de los presidios de África. Como medida de misericordia proponía el prelado-político dejar solo a los mayores de 50 años en los pueblos, llevándolos poco a poco a hospitales y casas de misericordia «para que se les asista y mueran cristianamente». Como ya se comentó, las ideas episcopales cristalizaron en la maquiavélica medida conocida como Gran Redada, ejecutada por el rey Fernando VI en plena canícula de 1749. Postura asturiana sobre la problemática gitana en el siglo xviii Transcurría el tiempo y la convivencia entre gitanos y payos no mejoraba; en aquéllos era frecuente la práctica de la ratería, en éstos las quejas iban en aumento dada la inseguridad ciudadana que se palpaba. Resalta una certificación de Manuel Rivero, amparada en una Real Orden, «para que la Ciudad admita los Gitanos viejos inútiles destinados por la Audiencia al Hospital de San Lázaro y que no se les permita vaguear con este titulo haziendolos recoger en los Hospitales para que se ocupen en trabajar»40. Ante el aumento de la delincuencia, las autoridades judiciales permitían a algunos individuos ejercer acciones parapoliciales, al estilo de los cuerpos armados conocidos como somatenes. Prueba fehaciente de lo dicho es un manuscrito, del mes de marzo de 1777, que se conserva en el Archivo Histórico de Asturias con el sugerente título de: «Sobre aprensión de gitanos»41. Contiene el documento la correspondencia del allerano Joseph María de Vega con la Real Audiencia de Oviedo justificando su tarea de vigilar, perseguir y arrestar a los gitanos y otros malhechores, facultad que se le había otorgado en el año 1769. Al referirse al territorio astur, comenta el susodicho De Vega: «… siendo como es áspero y fragoso con pocas poblaciones formadas, muchos puertos y montes donde poderse ocultar, se retiran en él los malhechores perseguidos de las salas del crimen de la Chancillería de Valladolid y Audiencia de Galicia, y los que desertan del Presidio del Ferrol, ejecutando los mayores delitos y latrocinios, robando Iglesias y asaltando las casas y caminos, costando mucha dificul40 AMO: Libro Maestro de Pragmáticas, etc., t. 3.º, fol. 45r, 23 de abril de 1766 (sig. ídem). 41 AHA (Archivo Histórico de Asturias): Documentos presentados en las Diputaciones de 1771 a 1777 (sig. 10.951), fols. 393-403. 171 Primer folio del documento Sobre aprensión de gitanos, presentado en la Diputación de Asturias en 1777. 172 tad en la averiguación y si tal vez se consigue no puede facilitarse la captura por la proporción que tienen para la fuga»42. Para evitar lo cual, añade: «…podría ser útil la formación de un cuerpo destinado precisamente a perseguir por todo el Principado [a] los malhechores, prenderlos y ahuyentarlos»43. A pie de página de estos escritos figura la firma de Omaña, regidor perpetuo de Oviedo, apuntando éste que «sería conveniente lo que se propone en este memorial». El robo cometido con violencia en una tienda céntrica de la capital propiedad de Pedro Fernández Solís, el 26 de febrero de 1777, y el ulterior arresto de los culpables en la cárcel, fue el detonante para que el aludido De Vega solicitara de la noble institución asturiana que, además del uso de armas de fuego, se le concedieran otros auxilios (gente de su confianza, medios defensivos y caballos) con el fin de acometer con éxito su ocupación persecutoria de la delincuencia. Pasados unos meses, la Real Audiencia de Oviedo envía una real Provisión a las autoridades judiciales de diferentes concejos de Asturias en estos términos literales44: Muchos dias hace se han difundido varias voces en esta Capital de hallarse en este Principado muchos Gitanos hombres, y mugeres de mal vivir, que hacen rovos, y causan terror á las gentes, y aunque las Justicias respectivas en sus Concejos: en conformidad de lo dispuesto en las Leyes, y Autos acordados de estos Reynos, y de las Ordenes Generales, que en ciertos tiempos, se han ido comunicando por la persecucion y arresto de esta mala gente hasta lograr su estincion, deberian haber sido activos en su solicitud, han descuidado serlo, y convocarse mutuamente unos Jueces á otros para ayudarse, y pasarse las noticias de los sugetos que son, con sus señas, y rumbo que toman, y asi otras providencias, que dicta la prudencia, de modo que no es de estrañar, que faltando zelo, y cuidado, se internen esta clase de malhechores en el Principado, donde encuentran seguridad, y abrigo y para precaver en lo posible los daños que experimentan estos vasallos. A U. S. pido mande se libre Provision que se comunique circularmente para que las Justicias de los respectivos Concejos, Cotos, y Jurisdicciones de este Principado en egecucion y cumplimiento de las Leyes, Autos acordados, y señaladamente de la Pragmatica de mil seiscientos sesenta y tres, y posteriores Ordenes, comunicadas, persigan, y arresten dicha gente, les formen sus causas, y averiguen su modo de vida, dando cuenta á la Sala, lo que de su Omision se tomarán otras Providencias, que es Justicia. 42 Ídem (sig. 10.951), fol. 394r. 43 Ídem (sig. 10.951), fol. 394v. 44 Biblioteca de Asturias (Ast. R.C. I-11): Real Provisión de los Señores Regente, y oidores de la Real Audiencia de Oviedo (29 de octubre de 1777), Impreso en Oviedo por Francisco Díaz Pedregal. Firman el escrito: Bartolomé Sanz y Torres, Antonio Melgarejo y Phelipe Antonio de Radillo. 173 Julio Romero de Torres, La chiquita piconera, 1930; lienzo, 100 × 80 cm. Córdoba, Museo Julio Romero de Torres. 174 Hay que esperar a la Pragmática de Carlos III del año 1783 para que se relajara la situación, al fijarse una serie de acuerdos de convivencia. Se llevó a cabo un censo nacional amén de sondear la opinión de las autoridades provinciales. De esta manera, la Real Audiencia de Oviedo (cuyo regente era Juan Matías de Azcárate) recibió un escrito el 26 de septiembre de ese año solicitando que «meditase con preferencia a otro asunto los medios prácticos de reducirlos [se refiere a los gitanos] a la vida cristiana y civil, las causas de que provenía su actual libertinaje, y los estorbos que hubiesen influido en ello»45. Una vez más, las autoridades asturianas se manifestaron remolonas en contestar a lo demandado desde Madrid, pero ante la insistencia Azcárate y los oidores Tiburcio del Barrio, Antonio Melgarejo y Manuel de Salvatierra remiten un informe bastante pormenorizado sobre los avatares que aquejaban a la treinta de familias gitanas asentadas. Como muy bien extracta Gómez Alfaro, se concretaba en tres puntos46: 1) Libertinaje de ese pueblo. Se pensaba que era debido a «la aversión al trabajo, la consiguiente inclinación al vicio, la facilidad de fomentarse y de subsistir a costa ajena, y el amor a una vida criminal independiente, licenciosa y saltuaria; en los niños se debía a la leche que maman, y la educación que reciben, naciendo y creciendo en esta escuela de corrupción». 2) Estorbos que han influido o impedido su corrección. El memorándum de la Audiencia señala que «el general aborrecimiento que en este país experimentan, ya que por lo que ellos son, ya porque su vida licenciosa atrae a muchos naturales, que eligen su trato y compañía para desplegarse a todo género de vicios especialmente al de la sensualidad a que las mujeres les incitan».Añade otro dato de interés al mencionar que «habitan debajo de los hórreos y en pajares», y en relación al lugar de residencia relata: «Por lo regular es en los concejos que llaman de la Montaña, contiguos a los puertos para tener fácil salida a otras provincias, cuya proporción, la aspereza de la tierra y la dificultad de unirse los vecinos tan dispersos entre sí para prenderlos en cualesquier insulto que cometan, a que se llega el temor que así los jueces como los vecinos les tienen de que de noche les destruyan sus frutos y cercados, o hagan mayores daños, les asegura a ellos en su insolencia y libertad, todo lo que creemos habría influido para su poca o ninguna enmienda». 3) Medios para conseguir la integración. Expone el documento como hecho fundamental «empeñar a la Diputación de este Principado para que recibiese 45 Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010. 46 Gómez Alfaro, «Asturias: la represión de los gitanos en el siglo xviii», 1976; ahora en Escritos sobre gitanos, 2010, pág. 86. 175 bajo de su amparo y protección a estas miserables familias, esparciéndolas antes a los concejos distantes de donde no les fuera fácil el comunicarse». Por fin, avecindan en Asturias Según consta en un informe que presentó el gobierno al rey Carlos III el 27 de abril de 1788, eran 53 los gitanos que vivían en Asturias47. El mayor número se ubicaba en Oviedo, repartiéndose además por otros siete concejos: Caso, Gijón, Grado, Laviana, Piloña, Siero y Sobrescobio. El 1 de enero de 1792 la capital acuerda que se publique y observe la Real Pragmática de gitanos y malhechores y la Real Orden de vagos48. Una prueba evidente de que la población gitana era muy exigua la proporciona el pastor protestante George Borrow, quien refiere las vivencias de su viaje por nuestra región en 1837 de esta manera: «Hasta en la ciudad de Oviedo, en el corazón de Asturias, provincia que jamás fue nombrada por los gitanos, hay un sitio llamado «la gitanería», si bien, hasta donde alcanza la memoria de los hombres no se sabe que haya vivido en la ciudad gitano alguno, ni nadie los ha visto salvo, quizás, como visitantes fortuitos de alguna feria»49. No obstante lo dicho, relatan Antonio Gómez Alfaro (1976) y Ernesto Burgos (2007) que la primera familia que se asienta en terreno astur lo hace en 1881 gracias a la iniciativa de Pedro Duro Benito, fundador de la primera gran siderurgia española (Duro Felguera). Está admitido que «él era de La Rioja o de Navarra [no se sabe con exactitud] y su esposa era de Ronda (Málaga)», e iban acompañados de hermanos e hijos. Se contempla la hipótesis de que el interés del emprendedor riojano por afincar a esta prole foránea en la cuenca del Nalón se basaba en su conocimiento de las bestias de tiro, animales fundamentales para el transporte minero en aquel momento. Oviedo acogía en 1885 a unas 20 personas gitanas, siendo sorprendente el predominio de mujeres viudas (algunas con pelo rubio y ojos azules), de variadas profesiones (calceteras, costureras, hilanderas), cuyos hijos se encontraban con asiduidad en el hospicio o en paradero desconocido. No eran infrecuentes en aquel tiempo las reyertas y el subsiguiente encarcelamiento de los culpables. 47 Gómez Alfaro, Escritos sobre gitanos, 2010. 48 AMO: Libro de Acuerdos de 1792 (sig. A-106), fols. 2v y 3r. En Santos Manuel Coronas González, Fueros y Ordenanzas de Oviedo, «Fuentes e instituciones tradicionales del Principado de Asturias», 2 vols., Oviedo, 2003 (1.772 págs.), vol. II, pág. 1.297. 49 George Borrow, The zincali; or, an account of the Gypsies of Spain, Londres, J. M. Dent and Sons, 1841, 251 págs. (hay reed. facsimilar, 1996). 176 Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Oviedo del año 1792, donde se trata de gitanos. Hasta mediados del siglo xx la generalidad de los gitanos se caracterizaba por su carácter trashumante, costumbre que perduró en Asturias hasta los años 60 pues con anterioridad solo unos pocos vivían de modo sedentario en las grandes urbes (Oviedo, Gijón, Langreo, etc.). Se dedicaban, sobre todo, al negocio ganadero (en especial, a la compra y venta de ganado caballar) por lo que eran asiduos de las ferias del sector; practicaban asimismo la artesanía del mimbre y las artes adivinatorias (cartomancia, quiromancia, posos de té, bola de cristal, fuego, etc.)50. Es sabido que se encargan de inculcar estas costumbres a sus descendencias desde edades tempranas51, prácticas fundadas en los poderes de la magia, maldiciones, predicciones, buenaventuras, malaventuras, etcétera. 50 Raymond Buckland, Secretos de las artes adivinatorias gitanas, Madrid, Ed. Mirach, S. A., 1992, 176 págs. 51 Ramón Campuzano, Orijen, usos y costumbres de los jitanos, y diccionario de su dialecto, Madrid, 1848, 240 págs. (hay reed. facsimilar: Editorial Maxtor, 2004); F. M. Pabanó [pseudónimo de Félix Manzano López], Historia y costumbres de los gitanos, Barcelona, Montaner y Simón, 1915, 191 págs. (hay reed. facsimilar: Ed. Giner, 1980). 177 Después de la Guerra Civil se van involucrando en otras actividades profesionales, a destacar el tráfico de materiales reciclables (metales, chatarra, trapos, cartón…) y la venta de hilaturas (sábanas, mantelerías…). Algo más tarde (años 50) comienzan a trabajar en ocupaciones de bajo nivel (peones de obras públicas y de la construcción, tareas pesadas…) y ya en la década de los 60 predomina la venta ambulante en mercados, pasando a ser ésta su dedicación preferente; una nota característica es que ancestralmente eludieron sujetarse a un horario fijo y a la dependencia de un jefe. A partir de los 80 el Julio Romero de Torres, Conciencia tranquila, 1897; lienzo, 310 × 225 cm. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid). Reproducido por gentileza del Museo. 178 colectivo experimenta un cambio sustancial de índole religiosa al integrarse de manera masiva sus miembros en la Iglesia Evangélica de Filadelfia. A pesar de las limitaciones para obtener datos demográficos fidedignos, la Fundación Secretariado Gitano estima que en el Principado su número se aproxima en la actualidad a 10.000 individuos (no alcanza pues el 1 % de esta comunidad). Se asientan en la casi totalidad de los concejos, aunque una destacable mayoría (cerca del 60 %) lo hace en el ámbito central: Oviedo (18 %), Avilés (15 %), Gijón (14,6 %) y Langreo (10,2 %). Las viviendas gitanas se concentran de preferencia en determinados barrios:Ventanielles y San Lázaro-Otero (Oviedo);Villalegre-La Luz y el polígono de La Magdalena (Avilés); La Calzada,Tremañes y Montevil (Gijón). Por desgracia, aún no ha sido posible erradicar el chabolismo, perviviendo varios núcleos segregados que alcanzan cerca del 10 % del total52. Remate Los gitanos son la minoría étnica mayoritaria de la Unión Europea53, aunque están presentes también en otros países del mundo. Sobre ellos pesan graves prejuicios y connotaciones peyorativas, lo que deriva en situaciones de marginación social. A pesar de que esta comunidad sigue sufriendo estereotipos negativos, pobreza y exclusión social, un informe elaborado por una Comisión de la Unión Europea de abril de 2014 presenta avances positivos en los 28 Estados miembros y prioriza las políticas de integración. Entre sus conclusiones se registran progresos en educación, ámbito laboral, vivienda, cobertura sanitaria básica y discriminación, demandando destinar el 20 % del Fondo Social Europeo a la inclusión social. Es un ferviente clamor de gran parte de la población que la acción concertada de la Comisión Europea y de las políticas nacionales favorezca los vínculos de convivencia con ese atávico grupo humano, ya que parafraseando al poeta libanés Gibran Jalil Gibran: «Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes». 52 Álvarez Fernández, González Iglesias y San Fabián Maroto, La situación de la infancia gitana en Asturias, 2011, págs. 44-48. 53 La población gitana en Europa se sitúa en torno a los 9-11 millones de ciudadanos. En algunos países, como ocurre en Rumanía y Bulgaria, alcanzan entre el 8 y el 10 % del total de la población. En España, la población gitana se estima en 800.000 personas, menos del 2 % del total de la población (Jesús M.ª Aparicio Gervás, «Breve recopilación sobre la historia del Pueblo Gitano: desde su salida del Punjab, hasta la Constitución Española de 1978.Veinte hitos sobre la “otra” historia de España», Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado. Univ. de Zaragoza, 20 (1), Zaragoza, 2006, págs. 141-161). 179 distribución de bebidas y alimentación Feliz Bollu l e d s e t r a M 180 T. 985 733 700 F. 985 733 500 www.bebalia.es [email protected] Polígono de Asipo Calle A Parc. 20 33428 Llanera - Asturias 181 182 NO ES FÁCIL SER BOHEMIO EN OVIEDO: A PROPÓSITO DEL PINTOR TELESFORO CUEVAS celsa díaz alonso Oviedo también tuvo su artista bohemio, aunque más que bohemio fue un clochard al más puro estilo. Telesforo Fernández de Cuevas (1849-1934), conocido como Telesforo Cuevas, dormía en muchas ocasiones al aire libre, lavaba su ropa remendada en las fuentes y comía de la caridad. Frecuentaba tascas y chigres, de los que fue un asiduo, y pintaba. Pintaba sin descanso todo lo que veía. Pintaba una y otra vez su Oviedo del alma, los rincones que conocía palmo a palmo y de los que él mismo formaba parte, imprescindible e inevitable para sus contemporáneos. Es probable que su vida oscilara entre la satisfacción y la frustración. La satisfacción de dedicarse única y exclusivamente a su pasión artística y la frustración que deriva de saberse incapaz de dar ese paso imprescindible para catapultar su carrera. Se cuenta que Carlos Haes (1826-1898), paisajista exitoso, renovador de un género que empezaba a ser considerado algo más que menor, académico de San Fernando y profesor en la escuela de Bellas Artes, durante una de las campañas veraniegas que emprendía con algunos de sus alumnos, y que le trajo a Asturias entre los años 1872 y 1874, vio la obra de Telesforo e intuyó sus posibilidades. Cuevas, probablemente hombre de carácter abúlico, no se decidió a cruzar las altas montañas que le separarían en lo físico y en lo espiritual de sus lugares conocidos y queridos, en los que se movía como pez en el agua, para poder así completar su formación. Esto pasó factura a su obra, que por momentos se hace monocorde, un tanto insípida y repetitiva, mostrando una parálisis de inspiración creativa. Pero en sus mejores momentos, a fuerza de integrarse en el medio, lo asimila de tal manera que él mismo quiere volverse paisaje (igual que el creyente que suplica, aspira a obtener algo de la gracia que emana de la divinidad) y su pintura se 183 convierte en un compendio de pequeñas revelaciones de sí mismo; aunque más que descubrirse, se sugiere. Su obra presenta una sociedad aun no industrializada, de espacios bucólicos, un tanto melancólicos, como sugiere ser el autor mismo. Los alrededores de Oviedo, la indispensable ciudad, son el tema predilecto. Una luz suave que envuelve la arquitectura típica (caseríos, hórreos y paneras, molinos…), huertas, caminos y muros de piedra. Montañas desdibujadas por ligeras brumas o ríos siempre tranquilos y benevolentes. Rosas anaranjados de atardecer o fríos azules de atmósferas limpias. Refugios que iría buscando y encontrando, y que más tarde fue guardando y repitiendo; algunos, demasiadas veces. Las vistas urbanas (Oviedo, siempre Oviedo) tienen también ese aire ideal, pero a la vez real, de belleza tangible, alejado de pretensiones metafísicas, imágenes para comprender el mundo que le rodeaba en un tiempo detenido en su plenitud estética. En una de las novelas que conforman El cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell pone esta frase en boca del escritor Pursewarden, uno de sus personajes más atormentados: «Sólo me avergüenzo de una cosa: no haber cumplido con el primer imperativo del artista, a saber, crear y morirse de hambre». Telesforo Cuevas tampoco llegó a morir de hambre, pero casi. Pasó mucha; tanta que en ocasiones pintaba bodegones a cambio de que, una vez terminada la obra, le permitieran pegarse un festín con lo pintado. Esta era la forma de pago. Un cuadro a cambio de unos huevos, pan, fruta y una frasca de vino. Pantagruélica e inolvidable debió ser la comilona que disfrutó tras la terminación del Bodegón de Lastres (1897), actualmente en el Museo de Bellas Artes de Asturias, que incluía carnes y pescados. Aunque naturaleza muerta, en esa serie de objetos un tanto inconexos, late la vida, porque de ellos depende la vida misma del artista: son su alimento para poder seguir viviendo y pintando. Quizá la inconexión de los elementos se deba a que mientras trabajaba en la obra estuviese organizando ya el banquete, distribuyendo las viandas en un primer plato, un segundo y postre, en función de sus gustos gastronómicos. Me lo imagino relamiéndose mientras distribuía amarillos, ocres y blancos en el pollo desplumado o dando pequeños toques de pincel a esos conejos aun con piel, pero que ya vería cocinados en suculento guiso con los ajos, majados en el mortero de cobre de la derecha, y sofrito de pimientos y cebollas. El pez bien muerto que aparece casi cayendo de la mesa, humeante (olores exquisitos), regado con el medio limón del primer plano. Y antes de todo ello, para abrir boca, un tortilla de dos huevos. De postre, manzanas.Y por supuesto, una razonable cantidad de vino. 184 Telesforo Cuevas, Bodegón de Lastres, 1897; óleo sobre lienzo, 91,5 × 160 cm. Colección Liberbank, depositado en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Reproducido por gentileza del propietario. Telesforo Cuevas cumple el ideal de la crítica positivista en el sentido más literal posible, identificando belleza y utilidad; pues ¿qué hay más útil que un modelo comestible, como sus bodegones, o los generosos paisajes representados que en tantas ocasiones le sirvieron de refugio? De su evolución como pintor da cuenta la prensa y otras publicaciones de la época. De un extenso estudio de Natalia Tielve García sobre la crítica artística en Asturias en el primer tercio del siglo xx, y publicado por la Universidad de Oviedo1, obtengo algunos textos. En 1903 un crítico anónimo escribía en El Carbayón al respecto de un paisaje de nuestro pintor: Respira el cuadro un ambiente asturiano tan puro y se ve tan fielmente retratado en aquel trozo de nuestro cielo y de nuestro suelo, que en otras muchas obras de Foro no le hubieran dado ya entre nosotros alto renombre artístico, esta le haría ser acaso el primero de nuestros paisajistas. Tiene su gracia el cariñoso diminutivo, Foro, que utiliza al hablar del pintor, que nos habla de familiaridad, y de un hombre más bien dado a la 1 Natalia Tielve García, Crítica de arte en la Asturias del primer tercio del siglo xx, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1999. 185 campechanía y el compadreo de tasca y chigre. Continua la crónica en la misma línea: Trabajo de acabada factura, empapado en el típico ambiente asturiano, escollo forzoso donde se estrellan y se declaran impotentes muchos pintores que no lo han sentido… El difícil género del paisaje exige en primer término al pintor esa compenetración íntima con la realidad que ha de proporcionarle las tonalidades, el colorido exacto, el detalle impresionista, en suma, una predisposición estética que por ningún concepto puede improvisarse… No caben más elogios en la florida prosa del crítico, ni más explosiva admiración para el que sin duda considera grande entre los grandes del paisajismo asturiano. Por entonces, Telesforo Cuevas expone sus lienzos en los comercios de la ciudad (forma muy habitual de darse a conocer en aquella época), junto a José Uría Uría (1861-1937), Augusto Junquera (1869-1942), Manuel Arboleya (1868-1967) y otros pintores ovetenses que continuaron carreras más exitosas que las de nuestro protagonista. Más adelante, en 1916, aun consigue críticas favorables («Los paisajes de Cuevas son pedazos de vida llevados al lienzo»)2, pero no son unánimes. En el catálogo de la Exposición Regional de Bellas Artes de ese mismo año, Alfonso de Rímini, seudónimo del escritor Alfonso Muñoz de Diego, resulta mucho menos complaciente: De esta gran figura regional, bohemio impenitente de nuestros campos, hombre extraño lleno de agridulce humorismo asturiano, con ese talentazo en los detalles y en la observación… Cuevas ha llegado a pintar bien, a ver bien, a dar con justeza la visión del paisaje asturiano y Cuevas, que es oriental en su pereza, no ha querido afanarse más. Cuevas acertó con un paisaje decoroso, bastante exacto y bastante agradable y se ha conformado. Afortunadamente para él sus cofrades no hacen paisajes y nadie le pone el pie delante. Comenzaba su decadencia, marcada por ese carácter suyo que no le permitió nunca ir un paso más allá (no sólo en lo físico) y que le cobró una buena factura. Sus pinturas y dibujos, que ya sólo tenían como objeto cubrir sus necesidades más inmediatas, eran realizados a toda velocidad, repitiendo una y otra vez los mismos modelos que vendía muy baratos para ir tirando de mala 2 El Carbayón, Oviedo, 29 de abril de 1916 (crítica anónima). 186 Calle de Telesforo Cuevas, en Oviedo. manera. Nunca logró salir de la extrema pobreza y murió a los 84 años en un hospital de Beneficencia después de vivir en un asilo de ancianos. Escribe Ángel Ganivet en 1897: «La síntesis espiritual de un país es su arte […]; el espíritu artístico, como una red nerviosa, que todo lo enlaza, y lo unifica y lo mueve». En algún momento de su dilatada carrera, la obra pictórica de Telesforo Cuevas fue la síntesis de un sentimiento de asturianidad; formó parte del engranaje artístico, pero a su peculiar manera, con una sencillez tan extrema que la hace fascinante, siendo de los primeros artistas asturianos en dignificar a la naturaleza por sí misma, no como telón de fondo para escenas o retratos; en considerar que una ciudad que amaba más que cualquier otra cosa, era motivo más que suficiente para desplegar toda su efervescencia creadora. Esta ciudad le devolvía sus amoríos y reconocía su pasión hacia ella en 1966, cuando inauguró una calle que lleva su nombre que, paradojas del destino, le colocó frente por frente al símbolo del Oviedo burgués, económicamente triunfador y socialmente más elevado:Villa Magdalena, el palacete de la familia Figaredo. La historia transcurre a lo largo de continuas contradicciones. 187 Plaza de América, 14 - 2º B 33005 - Oviedo, España Teléfono: +34 985 213 722 Fax: +34 985 229 657 E-mail: [email protected] Calle La Cámara, 38 - 4º B 33401 - Avilés, España Teléfono: +34 985 569 471 Fax: +34 985 569 471 E-mail: [email protected] Paseo de la Infancia, 10 - 1º dcha 33203 - Gijón, España Teléfono: +34 985 345 382 Fax: +34 985 357 740 E-mail: [email protected] Avda. Primero de Mayo, 48 - 2º 35002 - Las Palmas, España Teléfono: +34 928 431 159 Fax: +34 928 367 416 E-mail: [email protected] 188 Cafetería Platos Combinados Calvo Sotelo Nº 2 Oviedo Tel. 985 239 960 189 190 GENARO ALAS, ILUSTRE MILITAR E INTELECTUAL OVETENSE, OLVIDADO EN SU CIUDAD NATAL Oviedo tiene pendiente una deuda con él juan de lillo En ocasiones, la desmemoria de los pueblos comete la injusticia del olvido de algunos de sus hombres más ilustres, por pereza, ignorancia o mala fe, un grado que añade agravantes al suceso. El tiempo, sin atención, desgasta sus nombres y apenas queda de ellos alguna referencia, mientras solemnes mediocridades, con escasa cimentación, figuran en el callejero y en las páginas de su historia. Es el caso de Genaro Alas Ureña, un ovetense de sólida formación científico-literaria que participó muy activamente en la vida social y cultural de la ciudad en la segunda mitad del siglo xix. Su biógrafo Andrés Osoro dice que se trata de «una personalidad fuerte, polifacética, decidida e influyente, que contribuyó decisivamente a la construcción de un momento de especial brillo en la cultura asturiana de los últimos siglos y que ocupó un lugar destacado entre las voces con mayor audiencia en la prensa española de los años anteriores e inmediatamente posteriores al cambio de siglo»1. Genaro había nacido en 1844, en la Puerta Nueva Alta, 14, en una casa que ya no existe, en la orilla izquierda donde arranca la actual calle de Campomanes, una zona entonces bulliciosa, porque era el lugar de donde partían y a donde llegaban las diligencias de Castilla, que traían viajeros, recados, bultos y los diarios de Madrid repletos de argumentos para la controversia en las tertulias y corrillos de la vecina calle de Cimadevilla, meridiano de la vida local. Era hijo de la ovetense Leocadia Ureña y de Genaro García1 Andrés Osoro Hernández, Genaro Alas, militar, ingeniero y periodista, Prólogo de Yvan Lissorgues, Oviedo, KRK Ediciones, 2006. 191 Genaro Alas, en la playa de Salinas. Alas y Suárez de la Vega, candasino de Guimarán (el García desapareció en la siguiente generación, seguramente por comodidad), que desempeñó el Gobierno Civil en varias provincias, entre ellas Zamora, donde nació, «lo nacieron», Leopoldo, Clarín, autor de la novela española más universal del siglo xix y de vigente actualidad en el xx y xxi, durante los que expertos de varios países no han dejado de estudiar al escritor y a su obra. Figura que entronca con la Ilustración y que convivió como «externo» con el Grupo de Oviedo Sobre el injusto olvido del hermano mayor de Clarín en su ciudad natal, ya expresó su queja Constantino Suárez, Españolito, en el primer tomo de sus Escritores y artistas asturianos (1936), que afirma que «por su fina inteligencia y robusta ilustración, la personalidad de Alas, tan olvidada ya, reclama la consideración de una de las más distinguidas entre las muchas que florecieron en el medio siglo xix y el xx, que es uno de los ciclos más gloriosos de la intelectualidad asturiana». 192 Sus inquietudes ya se habían manifestado en sus años de bachillerato, cuando bajo la dirección del catedrático Diego Terrero, encargaron a un grupo de alumnos del quinto curso la recomposición del plano para el Jardín Botánico de Oviedo que se había perdido. La Universidad había solicitado al Ayuntamiento, con la colaboración de la Sociedad Económica de Amigos del País, la cesión de «terrenos de la huerta posterior del antiguo convento de San Francisco, convertido por aquel entonces en hospital general», que la Corporación transfirió mediante el pago de un canon anual de mil reales, según se detalla en la Revista de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Oviedo. Junto con el joven Genaro Alas, trabajaron en la recuperación de aquel plano B. del Riego, B. Díaz, G. Garci-Carreño y J. Olavarrieta2. Con una sólida formación literaria, el mayor de los hermanos Alas decidió orientar su futuro por la carretera militar, dada su facilidad para las matemáticas y las materias de ciencias. Así, a los dieciséis años ingresó en 1860 en la Academia de Ingenieros Militares de Guadalajara, y cuatro años después concluyó brillantemente los estudios con el grado de teniente. Incluso dentro del Ejército, no renunció a su vocación y escribió numerosos artículos y tratados sobre construcciones militares, defensa de costas, empleo de las ametralladoras, etcétera, y viajó por Alemania, Suiza, Francia e Italia, países a los que asistía como invitado a las maniobras militares, consecuencia de su prestigio como estudioso y experto en técnicas ejercicios militares. Dominaba con soltura inglés, francés, alemán e italiano, conocimientos a los que recurría con frecuencia su hermano Leopoldo para que tradujera artículos y otros textos de su interés. Una carta del propio Clarín muestra esta estrecha relación entre los hermanos. En ella le pide que le traduzca un texto del alemán que precisa con premura. Era octubre de 1877: «Mi querido Genaro: te pido con mucha necesidad que me traduzcas cuanto antes el capítulo siguiente; yo lograría hacerlo tomando mucho tiempo del que no dispongo, porque se trata del discurso del doctorado. Mándamelo enseguida con letra que yo entienda. Es una molestia entre tantas ocupaciones como tendrás, pero no dudo que hagas lo que te pido… ». Por su amplia formación, lo tuvo siempre estrechamente vinculado a los profesores del Grupo de Oviedo, con los que mantuvo, además de su cercanía intelectual, sólidos lazos de amistad. Los dos hermanos Alas se reunían en tertulia habitual en el Casino con Posada, Buylla, Aramburu etcétera, además 2 Juan Luis Martínez y Carlos Lastra, «Historia de la enseñanza de las Ciencias Biológicas en la Universidad de Oviedo (hasta 1968)», Revista de la Facultad de Ciencias, xvii-xviii-xix, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1978, págs. 9-11. 193 de Palacio Valdés cuando viaja desde Madrid, donde se había establecido. Con todos ellos compartía páginas en la Revista de Asturias, tanto en su primera etapa, dirigida por Félix Aramburu, como en la segunda que dirigió él mismo.Y fue en el propio Casino ovetense donde impartió numerosas conferencias sobre temas científicos, entre ellas las dedicadas en semanas sucesivas al darwinismo, con las que introdujo en la ciudad la teoría de la evolución de las especies. Y tuvo que hacerlo con tiento ante los asistentes, miembros de una sociedad pacata tan bien descrita por su hermano en La Regenta. A propósito de esta cuestión tan delicada, escribió Yvan Lissorgues, biógrafo de Clarín, en el prólogo a la biografía escrita por Andrés Osoro, que «el adepto de Darwin, el defensor del evolucionismo, proclama, escudándose en declaraciones de León XIII, que la fe no se riñe con la ciencia y con los descubrimientos físicos e históricos».Y añade el profesor francés que «difícil es saber si tales declaraciones son meras precauciones retóricas o expresiones de íntimas creencias». En este punto, me consta la condición de creyente de Genaro Alas, tal como me confirmó su nieto, también Genaro Alas (arquitecto, entre otros, del desaparecido edificio Windsor) en numerosas conversaciones sobre intimidades familiares de su abuelo. Declarado espía en Francia y persona non grata por críticas a su Ejército Como experto en cuestiones militares acudió a Francia invitado por las autoridades a presenciar la movilización de tropas de aquel país, aspecto castrense sobre el que había escrito algún tratado. Por el prestigio de sus conocimientos en la materia, y aunque no ostentaba ninguna representación oficial, fue recibido en el país vecino con «honores y cortesías», como recoge Españolito, y le facilitaron toda clase de medios para que siguiera el despliegue en todos sus detalles. Las maniobras fueron un desastre y así lo constató en artículos enviados a El Imparcial, el Memorial de Ingenieros Militares y a la Revista de Asturias. Aquellas críticas provocaron en las autoridades civiles y militares francesas una verdadera convulsión, con consecuencias para el inteligente militar ovetense. Ocurrió en 1887 y la reacción fue ingenua y desproporcionada, y reveló hasta qué punto la frustración hirió a los vecinos que acusaron de espía a Genaro Alas y lo declararon persona «no grata», cuando la consecuencia lógica hubiera sido destituir a los mandos franceses responsables del fracaso. Como buen conocedor, había estudiado las maniobras en sus diferentes aspectos y, además de los artículos de prensa, recogió en un volumen un amplio trabajo sobre aquella experiencia francesa. 194 Aquel certero análisis del estudioso militar ovetense tal vez fue un aviso sin enmienda de los mandos militares galos, que algunos años más tarde, en la Primera Guerra Mundial, sufrieron el avance de las tropas alemanas sin apenas advertir lo que había ocurrido. Seguramente fue un defecto crónico de estructura. Sin embargo, y pese a aquella mala experiencia para los franceses y desagradable para él por la actitud de los concernidos, viajó con alguna frecuencia a varios países europeos como conferenciante, actividad que también prodigó por España, consecuencias de sus vastos conocimientos sobre gran diversidad de materias. Promotor, propietario y director de un colegio para la preparación de estudios superiores Genaro Alas no fue un hombre unidimensional en su itinerario vital, porque la variedad de su empeño justifica sobradamente el calificativo de Yvan Lissorgues de hombre entroncado con la Ilustración, muy en conexión con Jovellanos. Y como para éste, la educación y la enseñanza fueron unas de sus grandes vocaciones, a las que dedicó estudios para lograr su progreso, sino que ejerció la docencia en su Oviedo natal y posteriormente en Madrid cuando en 1891 se produjo el traslado familiar a Madrid. Y recoge su biógrafo que escribió numerosos trabajos sobre la enseñanza práctica y profesional, especialmente dirigida a artesanos y trabajadores; juicios críticos sobre manuales en uso, con especial atención a los referidos a las enseñanzas de las ciencias y las técnicas, así como la necesidad de una base sólida general para las enseñanzas especificas de la actividad profesional.Y dedicó notables esfuerzos al estudio comparado sobre la enseñanza en España en relación con las corrientes establecidas en Europa. Pero no se contentó con teorizar, sino que llevó a la prácticas aquellos amplios conocimientos y en 1874 construyó un edificio, probablemente en la zona que más tarde sería la calle de González Besada, para academia preparatoria, como señalaba la publicidad aparecida en la Revista de Asturias, «de carreras especiales; escuela de Medicina, Academia de Derecho y Colegio afecto a las tres enseñanzas». Dirigían el centro el propio Genaro Alas, entonces teniente coronel de ingenieros destinado en su ciudad natal, y Ricardo Acebal, ingeniero de Montes. Y ejercían de profesores ellos mismos, en la sección preparatoria, y otros distinguidos profesionales como Emilio Arango y Arturo Buylla, en la sección de Medicina; y Félix Aramburu, Víctor Ordóñez y Marcelino Alas, en los estudios de Derecho. 195 El edificio, propiedad de Alas, tenía capacidad para treinta y dos alumnos internos y otros tantos mediopensionistas. Tuvo sobresaliente éxito y él mantuvo su actividad, que compartió con otras muy diversas, y la dirección del colegio hasta su traslado a Madrid en 1891. Se había retirado del Ejército a los treinta y siete años, en 1881, una edad temprana. Una decisión que, además de que la vida castrense había dejado de interesarle, significó la aceptación de altos cargos en la Administración del Estado, en el Ministerio de Fomento. Pero que, sobre todo, le permitió cumplir su verdadera vocación intelectual de periodista y escritor, que prodigó en los mejores medios de la prensa nacional y que dio a su vida una nueva dimensión. Y en el ejercicio de su actividad de educador y docente, como destacado miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundó, con el apoyo del hacendista Alejandro Mon, la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. Creó sociedad con el arquitecto Javier Aguirre para construir el Campoamor Su jubilación del Ejército permitió a Genaro Alas ampliar sus quehaceres en ámbitos en los que apenas había tenido actividad. Y una hacia la que su permanente inquietud lo impulsó fue el de la construcción. Y no cualquier edificio sino la del nuevo teatro que la burguesía ovetense deseaba, que sustituyera al decrépito teatro del Fontán. La arraigada cultura musical de la ciudad demandaba un coliseo a su altura. Se inició en 1883 y fue una obra no exenta de polémicas y suspensiones a causa de los incumplimientos de algunos de los contratistas y de la falta de presupuestos a lo largo de los nueve años de obras. En estas circunstancias, el arquitecto de la Diputación, Javier Aguirre, y Genaro Alas crearon una empresa para concurrir a la construcción del segundo cuerpo del teatro. Como consecuencia de la presentación al concurso de la empresa Alas-Aguirre, se suscitó en la Corporación una de las polémicas más sonadas del largo periodo de la edificación. Ocurrió en la sesión del cuatro de enero del recién inaugurado año 1886 y como consecuencia de la agria confrontación, el debate derivó, al cabo del tiempo, en el envío de padrinos forma de resolver discrepancias y afrentar en aquel tiempo. Pero la sangre no llegó al río. En aquella sesión, presidida por el casi eterno alcalde Longoria Carbajal, se presentó un recurso contra el acuerdo, por no haber acudido personalmente ni por apoderado legal. La protesta había sido presentada por un concejal en favor del postor inmediato, Juan Fernández Peña, que fue rechazada por abrumadora mayoría. Tras la adjudicación, Ge196 naro Alas firmó un contrato con el Ayuntamiento al que representó en el acto el farmacéutico y teniente de alcalde Manuel Díaz Argüelles. En el contrato se estipulaba que «el contratista llevará a cabo la coronación del cuerpo bajo o basamento, hasta la terminación del edificio, así como la carpintería de armar y las cubiertas». Y especificaba la piedra que debía emplear, «caliza dura compacta, sin vicios de estructura», así como el tipo de masa para la ligazón de la mampostería y las condiciones en que debía ser elaborada: el mortero se manipulará a techado y se conservará en la misma forma; lo constituirá cal criaza y arena silícea limpia en la proporción de una parte de la primera sustancia y dos de la segunda. La cal se apagará por inmersión, para obtener en mezcla íntima con la materia inerte se incorporará la cantidad de agua estrictamente necesaria. El número de cláusulas de contrato llegaba a treinta, todas detalladas al extremo, prueba del rigor con que se llevó a cabo la ejecución de la obra. Sin embargo, el camino de construcción del teatro ovetense vivió altibajos y paros que llevaron la inquietud a la Corporación, muy interesada en el que las obras concluyeran cuanto antes para satisfacer las aspiraciones de la ciudad, especialmente de los numerosos entusiastas de la música y el teatro, aficiones muy arraigadas. En uno de los atascos de la obras, el alcalde de la ciudad, entonces Donato Argüelles (nombre que curiosamente coincide con un primer edil de Gijón de la época), envió en febrero de 1887 una carta, firmada por él y numerosos concejales, a Alas y Aguirre en la que les recomendaban «la mayor actividad en los trabajos del Teatro que les están encomendados, pues ya conocen nuestro deseo de verlo cubierto en el plazo más breve»; para lo cual comunicaban la confirmación «del ofrecimiento que les hicimos de consignar la cantidad suficiente en el próximo presupuesto ordinario, para satisfacerles el importe de los trabajos que ejecuten». Y para avalar que las cosas se harían tal como expresaban en la carta, añadieron un párrafo en el que decían que de todo cuanto queda expuesto respondemos personalmente a Vds. los firmantes, quedando relevados de este compromiso tan pronto como les facilitemos, por el medio indicado, el hacer efectivos los desembolsos que hagan por el mayor impulso que den a las obras. Un gesto insólito el de aquella Corporación que ofrecía la firma de sus componentes como garantía de pago. A partir de 1890, el proceso de cons197 Carta enviada por el alcalde y concejales de Oviedo a Genaro Alas, sobre las obras del teatro Campoamor (5 de febrero de 1887). 198 trucción avanzó considerablemente y, paralelamente, el Ayuntamiento realizó obras para mejorar el entorno del nuevo teatro, entre ellas, la escalinata entre el Campoamor y la plaza del Progreso, en la calle de Alonso Quintanilla. Las obras concluyeron en 1892, fecha de la solemne inauguración del coliseo. Dos años antes, en la sesión municipal del diez de mayo, el concejal Leopoldo Alas había propuesto a la Corporación, de acuerdo con una moción suscrita por él mismo y Posada, Buylla, Prieto y Ordóñez, que se diera el nombre del escritor y poeta asturiano Ramón de Campoamor. Construyó una casa y un balneario en Salinas, donde inauguró las temporadas de veraneo Ocurrió probablemente en el verano de 1881. Genaro Alas solía hacer el trayecto de Oviedo a Pravia para el encuentro estival con su hermano Marcelino, que ejercía allí como registrador de la propiedad. Era un largo viaje en carruaje de caballos cuya lentitud y monotonía exigían más de una parada, seguramente para comida campestre.Y en uno de aquellos altos en el camino el mayor de los Alas paseó hasta el arenal de Salinas, bordeado hasta la embocadura de la ría, en San Juan, por una ribera de dunas vírgenes de gran belleza. La vista de aquel paisaje del espartal, tan apacible y sugerente, le fascinó y pensó que era un buen lugar para tomar las aguas de mar, rito medicinal en auge en aquellos días. Incluso un solar excelente para construir una casa, disfrutar sin prisas del idílico lugar y hacer estación en sus viajes a Pravia, donde su hermano había enraizado su vida, hasta el extremo de renunciar a todos los traslados y ascensos a los registros de mayor categoría. En sus numerosos viajes por Europa tomó nota de la construcción de algunos de sus edificios tradicionales para diseñar su casa de Salinas, con sencilla originalidad ecléctica y techo de zinc, producción que había iniciado la Real Compañía en su factoría vecina, en contraste con la techumbre de otras edificaciones que posteriormente fueron ocupando el territorio.Y siempre se dijo que había importado pino de Holanda para levantar la estructura de madera en la que se apoyan los paños de pared de ladrillo rojo. Alas, buen conocedor de los efectos corrosivos del salitre, construyó su residencia en el centro del gran solar salinero, apenas ocupado por cuatro caserías y unas pocas viviendas para empleados de la Real Compañía y pocos residentes, entre ellas, la que ocupa hoy el cuartel de la Guardia Civil. En los días en que Alas inauguró su hotelito estival estaba a punto de concluirse la construcción de la fonda, posteriormente vivienda, situada en la plaza frente al mar y desde hace cerca de medio 199 siglo residencia de la familia Menéndez-Abascal.Tiempo después, Alas donó el solar para la capilla en la vecindad de su casa y contribuyó decisivamente a su construcción. La calle, abierta en terrenos de su propiedad y que transita por delante de la casa, lleva el nombre del Carmen, por su hija primogénita con la que llegó la felicidad a la familia tras más de un decenio de espera. En una fotografía que conserva la familia de Alas, tomada en 1884 por un profesional, según consta al dorso, puede verse en el centro de ese panorama cuasi desierto la residencia que le otorga a Genaro, muy probablemente, el papel de pionero del veraneo en Salinas. Tuvo la previsión de advertir que aquella playa generosa y agreste podría convertirse en un centro de veraneo, como así ocurrió. En la actualidad, ocupan la casa durante los veranos la quinta y sexta generaciones descendientes de Genaro Alas y Mercedes Cores, que habían tenido cuatro hijos: Carmen, Concepción, Genaro y Joaquín. Lugar de encuentro de los profesores del Grupo de Oviedo y otros intelectuales A partir del verano de 1884, una vez concluida su construcción, la casa del mayor de los Alas se convirtió en el centro estival de la familia, a la que Capilla de Salinas, en plena celebración dominical. 200 En primer término, la casa de Genaro Alas, recién construida (1884), en medio de la vega de Salinas. acudía con frecuencia Leopoldo para encontrarse con su hermano, con el que mantenía una estrecha relación y para visitar a su madre, Leocadia, que solía pasar en Salinas algún tiempo cada verano mientras vivió. En los días que Clarín visitaba Salinas solían reunirse en su casa algunos de los profesores del Grupo de Oviedo y otros intelectuales y amigos, varios de los cuales decidieron trasladar su descanso estival a la estación veraniega en pleno crecimiento. El mismo grupo con el que Genaro y Clarín acudían en Oviedo a la tertulia. Una fotografía tomada poco tiempo después de la conclusión de la casa y que conserva en su archivo la familia, deja imagen de uno de aquellos grupos que se reunían con los Alas en Salinas, crecido sin duda en aquella ocasión. En ella aparecen Clarín, Adolfo Posada, Félix Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla, el anfitrión Genaro Alas, y otros para cuya identificación pedí ayuda, aunque con escaso éxito. Incluso intenté contrastar estos rostros con las fotografías de Españolito, igualmente con poca fortuna por la dificultad de identificar las imágenes, dispares por el momento en que cada una de ellas fue tomada. A aquel grupo lo unían afinidades culturales y una sólida amistad, que se mantuvo cuando nuevas ocupaciones profesionales desplazaron a algunos de Oviedo, su ciudad tan querida a la que siempre se mantuvieron fieles. La primitiva idea de Genaro Alas de que Salinas podría convertirse en una estación balnearia cuajó de momento con la construcción de un balneario en el extremo de la playa próximo a La Peñona. Balbín de Unquera deja constancia de la construcción por Alas de este balneario, en la Revista del Centro Asturiano de Madrid, de octubre de 1898, tiempo en el que Genaro desempeñó 201 la presidencia de la institución asturiana en la capital del reino. Queda como recuerdo oral la apuesta de algunos vecinos que cuando presionaba la galerna se apresuraban a la playa para ver «si el balneario de Alas aguantó el temporal». Quedan otros recuerdos que no deben perderse para la crónica del veraneo en Salinas, como las veladas de teatro en casa de Galán, con presencia de los hermanos Alas y alguno de los intelectuales del Grupo de Oviedo. En ellas, los asistentes representaban breves obras de teatro de andar por casa, seguramente picantes comedias sobre la actualidad local o provincial, sin olvidar referencias a los acontecimientos de la Corte, escritas por algunos de los habituales. Genaro Alas fue desde entonces un veraneante asiduo, incluso en sus años de residencia madrileña. Y visitantes ocasionales fueron sus hermanos Adolfo, Marcelino y Leopoldo para encontrarse con su madre en la casa del mayor de los hermanos. Leopoldo frecuentó más asiduamente la casa de su hermano en Salinas, además de las visitas filiales, porque allí celebraba distendidas tertulias estivales con sus amigos y compañeros de cátedra.Yvan Lissorgues, autor de una amplio trabajo sobre Clarín y su obra, y Andrés Osoro, de una excelente aproximación a la trayectoria humana e intelectual de Genaro, coinciden en situarlo como miembro adjunto al Grupo de Oviedo, por afinidad de ideas, amplia y sólida formación cultural humanista y científica, y su gran capacidad para la divulgación en los Grupo de intelectuales y amigos en la Casa de Salinas. Pueden reconocerse a Clarín, Adolfo Posada, Félix Aramburu, Adolfo Álvarez-Buylla y Genaro Alas. 202 Balneario construido por Genaro Alas en la playa de Salinas. medios de comunicación.Y fue, desde las páginas de la Revista de Asturias, uno de los arietes más incisivos contra la pretensión del francés Donon de resolver el paso ferroviario del Pajares con un tren cremallera. Pero Genaro Alas fue mucho más que todo esto, apenas un esbozo de su trayectoria humana e intelectual. Nuestro personaje falleció en Madrid, el 10 de junio de 1918. Hace veinte años, en 1991, la asociación Amigos de Salinas dedicó un homenaje a Genaro y Leopoldo Alas y colocó una placa dedicada a ambos en una de las fachadas de la casa, con la asistencia de numerosos vecinos del pueblo y veraneantes. Es el único signo externo, privado, que reconoce la obra del pionero del veraneo en Salinas, con quien también Castrillón tiene una deuda, tal vez por desconocimiento sobre los cimientos sobre los que creció la corriente que desde entonces atrajo a miles de veraneantes y visitantes. 203 204 SILLASm e s a s TABLEROSm a n t e l e s SERVILLETASf u n d a s i l l a COJÍNSILLA c e n i c e r o s JARRASt e r m o s VAJILLA m e n a j e PERCHEROSm e n a j e p l á s t i c o BANDEJASCAMAREROSa t r i l CRISTALERÍA • • Favila, 10 - Bajo 33013 OVIEDO (Asturias) Tfno. 615 294 710 [email protected] www.alquileresabc.es • Arsenio Suárez Marqués de Teverga, 1. OVIEDO · Telf.: 985 25 59 32 www.sastreriaarsenio.com 205 206 PUEBLOS DEL CONCEJO DE OVIEDO: SAN FRECHOSO antonio cuervas-mons garcía-braga Se sitúa geográficamente esta entidad de población a unos trece kilómetros de Oviedo capital; forma parte de la parroquia o feligresía de Olloniego. Para desplazarse hasta San Frechoso es necesario tomar la autovía A-66 con salida en Olloniego o bien, la carretera comarcal As-242 (San Esteban de las Cruces, La Manzaneda, Olloniego), una vez pasada dicha población se continúa por una carretera recta (al comenzar la subida al Alto del Padrún) hasta pasar por el caserío de La Güeria, un túnel y llegar a la mina o pozo de carbón de San José de Olloniego, única del concejo de Oviedo en la que llegaron a trabajar más Pozo San José. 207 de mil mineros, fue clausurada en 1993; fue propiedad de Hulleras de Veguín y posteriormente de Hunosa. En la actualidad prima su desasosiego, abandono y ruina. Otras minas que extrajeron carbón en las proximidades de San Frechoso fueron las de Jamín, ésta a cielo abierto y Artemisa, cuyos propietarios explotaban otra en Olloniego conocida como La Vicentina. A la izquierda se continúa por una carretera serpenteante que se estrecha y en la que hay que tomar precaución por sus pendientes de hasta un diecinueve por ciento. San Frechoso hace su presencia a unos cuatrocientos noventa metros de altitud. Se trata de un pueblo en la actualidad deshabitado desde 2012, cuando falleció su última vecina, aunque sus antiguos habitantes habitualmente acuden a sus propiedades para atender sus huertos y ineludiblemente seguir manteniendo la fiesta con gaiteros el día de San Lorenzo, es decir; el 10 de agosto de cada año. El pueblo de San Frechoso, por lo general bien conservado se desarrolla de forma dispersa, rodeado de huertos y fincas cerradas con muro. Los nombres de los caseríos quedan en este artículo reflejados para que no se pierdan en el olvido: Fernández (propietarios de los Autocares Fernández), Llaneza, Soción, Caridad, Leoncia y Cantruñu. San Frechoso se extiende en pendiente sobre la ladera de la sierra de Fayéu o Fayedo rodeada de bosque bien conservado, destacando entre sus San Frechoso. 208 Capilla de San Lorenzo. 209 árboles los castaños, robles y abedules, también hay eucaliptos que desdicen de este impresionante paisaje. Como patrimonio religioso posee una capilla dedicada a San Lorenzo que se ubica en un prado acompañado de tres magníficos robles de buen porte. Las vistas desde este lugar son indescriptibles y espectaculares; como protagonistas destacan hacia el oeste La Magdalena o Monsacro y la sierra del Aramo. La capilla construida con sillares de mampostería a la vista está bien conservada. Consta de un pequeño pórtico separado de la nave por una doble puerta abarrotada en su parte superior y el hastial se cierra con un arco de medio punto cegado con una losa con inscripción en el centro, que debido al paso del tiempo es ilegible en parte pero se puede leer: Esta capilla mando […] midi a x vasiliaves valida v[…]iles sicc a año de 1677 El suelo está azulejado y en la parte del muro de la epístola se abre una saetera de derrame interno protegida con un cristal. La cubierta es una estructura de madera en par. Carece de retablo y en su lugar se puede observar una pintura en el centro de la cabecera representado a San Lorenzo en primer término y en segundo plano la propia capilla de San Frechoso, un Cristo Crucificado sobre su cabeza y en una nube la Virgen con el Niño. A ambos lados de la pintura y sobre peanas se pueden ver dos imágenes de estilo popular que representa a un San Lorenzo con una palma de martirio en una mano y en la otra una parrilla. San Lorenzo fue quemado vivo en una parrilla en Roma el 10 de agosto de 258. La segunda imagen es una curiosa representación de la Virgen denominada por los vecinos como Virgen de la Villa de Cedrez. Sobre la cubierta (a dos aguas) destaca la espadaña de un hueco con una pequeña campana que no corresponde con la original. En uno de los caseríos (Casa Leoncia) llama la atención el volumen de las jambas y dinteles de las dos puertas principales, en ambas, están representados (por medio de incisión) en los dinteles cruces, una de ellas de la Orden de Malta y la segunda, de mayor tamaño, trata de una cruz florada en los extremos tanto en el travesero como en el extremo superior que asemeja a la cruz de la Orden de Calatrava. Como patrimonio etnográfico destaca una fuente con un depósito de un solo caño con lavadero y abrevadero que se construyó en 1949 con materiales modernos y revocados en cemento. Su conservación es aceptable y en la actualidad no mana agua y está en desuso. Se puede observar la inexistencia de hórreos o paneras, consecuencia de ser un pueblo eminentemente ganadero y minero. 210 Casa Leoncia. Es curioso y sucede en muchos casos una iglesia o capilla pasa a dar nombre a todo el pueblo que se desarrolla en sus inmediaciones lo que no ocurre en esta caso puesto que la capilla está dedicada a San Lorenzo y no a San Frechoso, topónimo que podría proceder del nombre latino de San Fructuoso («Sanctum Fructuosum») o también podría hacer referencia a un lugar santo donde abundan los helechos (San Felechoso). Al lado de la capilla parte una pista sin asfaltar al cual se accede al pueblo de El Tornu o Torno, situado a unos seiscientos diez metros, esto hace que sea el pueblo de mayor altitud del concejo de Oviedo (San Frechoso sería el segundo más alto). El Tornu es un pueblo con sus casas bien conservadas y situadas alrededor de un mismo camino en forma lineal, curiosamente tiene población permanente. El topónimo de El Torno haga referencia muy probablemente a su situación geográfica ya que para llegar a este lugar hace falta dar muchas vueltas o tornos. Para terminar se propone ascender al Pico Escobín, también conocido como Picayo o de las Nieves de setecientos catorce metros es la máxima altura o techo del concejo de Oviedo; forma parte de las sierra de Fayéu o Fayedo y se utiliza a su vez como límite entre los concejos de Langreo y Mieres. Otras 211 alturas importantes de dicha sierra son las Peñas Albas, El Picacho, Collado Ferrera y el Pico Piedras, elevación más al sur del concejo de Oviedo. Para tener una visión general del entorno se puede ascender al Escobín desde El Tornu, se toma un camino que pasa delante de las viviendas, se cruza el arroyo de San Frechoso y sin senda marcada se asciende directamente entre monte bajo y helechos hasta Peñas Albas, siguiendo posteriormente el camino (Senda El Padrún-Tudela Veguín) hasta ascender al Escobín, en la cima hay punto geodésico y un buzón para los montañeros con una placa que dice: el escobín (picayu) 714 m. cumbre máxima del concejo de oviedo. Históricamente San Frechoso formó parte de la parroquia de Olloniego que fue concejo propio e independiente desde el siglo xvii, a partir del siglo xviii se refundió con otras parroquias (La Manzaneda, Santianes, Agüeria y Box) formándose el concejo de Tudela. Se anexionó a Oviedo por Real Orden el veintinueve de septiembre de mil ochocientos cincuenta y siete. Para realizar este artículo se utilizó trabajo de campo, información oral de vecinos naturales de San Frechoso y el excelente libro Diccionario Geográfico del Concejo de Oviedo de Adolfo Casapirma Collera. Pico Escobín. 212 Avda. Valentín Masip, 34 Tel. 985 24 31 45 33013 OVIEDO CARMEN ORTIZ Y PIPO CUERVO UNIVERSIDAD C/ Cervantes, 24 - 1º Izda. 33004 OVIEDO Tel.: 985 23 78 40 • www.academialinea.es 213 214 LITERATURA Y RELATOS ACERCA DEL POEMA OVIEDO DE ASTURIAS QUE UNAMUNO ESCRIBIÓ SOBRE NUESTRA CIUDAD luis arias argüelles-meres A modo de introducción Este es el poema, extenso, intenso e intrahistórico que Unamuno le dedica a Oviedo. Se trata de un texto muy poco conocido, si bien su calidad es a nuestro juicio extraordinaria. Pero, antes de entrar a fondo en el análisis del texto, quiero hacer unas consideraciones previas que nos ayudarán a la hora de interpretarlo. En primer término, hay que relacionar este poema con una literatura a la vez muy noventayochista y unamuniana. Es el afán viajero de don Miguel y de sus compañeros de generación, afán viajero que obedecía, entre otras cosas, al propósito de dar una visión de España que en no pequeña medida enmendase la plana a aquella literatura, por lo común plagada de tópicos, escrita por literatos extranjeros que solían incidir en lo colorista y pintoresco, sin reparar en cuestiones de fondo. Recorrían las tierras de España con el apriorismo de lo exótico Literatura de viajes que Unamuno cultivó en cantidad y en calidad, no sólo en prosa, aunque sí mayoritariamente. Literatura de viajes que también completó de algún modo su obra narrativa en la que, a excepción de su primera novela, Paz en la guerra, no había descripciones paisajísticas que reservó para esta literatura viajera de la que venimos hablando. 217 Y, sin entrar a fondo en su pensamiento, tan profundo como contradictorio, es obligado advertir que lo que Unamuno busca en los territorios que convierte en asunto de literatura de viajes es lo que en su momento llamó intrahistoria. Intrahistoria como respuesta y réplica a un pintoresquismo que lo consideraba tan irrelevante como falso. Intrahistoria como búsqueda y encuentro de una realidad vital de largo recorrido en el tiempo que no protagonizan los grandes nombres ni los acontecimientos que mayor presencia tienen en los libros, sino que se trata de esa realidad profunda que habita en el día a día de cualquier territorio histórico. Más adelante veremos trazos de la intrahistoria de Oviedo captados por Unamuno en el poema que es objeto de nuestro artículo. Y, por último, antes de entrar de lleno, en el análisis del poema propiamente dicho, es obligado hacer mención al hecho de que la obra poética de Unamuno sigue siendo objeto de debate en la medida en que se aleja de los postulados estéticos de su época, especialmente del modernismo, apostando por una poesía que huye de la sonoridad y la musicalidad, para volcarse en contenidos puramente existenciales. Pero no por eso su interés estético es menor. Hay quien considera, Luis Cernuda entre ellos, que Unamuno fue, ante todo y sobre todo, un poeta. A continuación, reproducimos el poema Oviedo de Asturias. OvIEDO DE aSturIaS ¡Qué casonas reumáticas Con cascada de piedra Trencilladas de hierro, En orbayo embozadas, Y un cielo de plata Donde espira, ahuesándose, La torre de la Catedral! Marca el paso del tiempo De guadaña tendida, El choc-choc aldeano De la almadreña, Para monte de tierra, Que en aceras, espejo lavado, De las graves casonas, 218 Croa plañidera Sobre la lisa losa ciudadana El yugo de la civilización. Almadreña que fue leña De abedul Bajo el celeste intermitente azul. Pasa un cura, una gitana, Un enano con un bastón. Y cronicón jesuita-sociológico, ¡El Carbayón! A lo lejos —de marco— Verdura del monte frisando en las nubes, ¡Nubes de carbón! Arrinconada, perlática y muda, Bajo el amparo gótico, La torre románica, De la madre catedral. ¡Qué recuerdos de días iguales, De lloviznas de siglos, De nieblas del alma, De un ensueño silente, De verde de tierra, Que desgarra de pronto —volador de la historia— De la reconquista el clarín leonés! La chata vieja torre arrinconada, Chamuscada, con sus tejas en arco, Con sus ojos de búho de siglos, Al que pasa avizora enigmática Y se aduerme el choc-choc aldeano De las almadreñas Y al arrimo de la Catedral. Se derrite mansamente la lluvia en el cielo, «aquí cuando no llueve no está a gusto», Dice el chico del hotel. Es un cielo humorístico, ¡el orbayo su humor! ¡Un humor que cala y tiene Verde el monte y fresca la ciudad! ¡Allí, en Cimadevilla, Tírales a los rancios ovetenses El arco, de entrada y salida símbolo, —que a la puerta común se congregan Los vecinos domésticos— Y discurren —con los pies— Al pie de puerta Siempre abierta Y al amor de la ciudad! ¡Un mercado en que los hombres Se resguardan de la lluvia Con monteras chinescas montadas al aire, De abrir y cerrar, soportales familiares, la ciudad con paraguas de fábrica, y el corral conventual del Fontán! Beben sidra y la desbeben, Y la feria de la vida Zumboneando humorísticamente No en un pericote pásanla. Y a dormir para siempre al arrullo Del cielo de plata que llora, Del mar que a lo lejos los mece, En la falda del monte que espera, Y al choc-choc aldeano De las almadreñas Que un día en el monte Criaron follaje, ¡Verde teclado en que tañó la lluvia, Este divino humor! Primero, el paisaje, después, el paisanaje. Casonas reumáticas, marcadas (y también) maltratadas por la humedad de continuas lloviznas, es el tiempo entre lluvia, es la arquitectura que rinde homenaje a la pluviosidad Cascada de piedra, ciudad que nace de la lluvia y que, a su vez, la acoge. Gravedad en las casonas, serias, testigos de la historia de la ciudad, apuestas arquitectónicas ambiciosas con afán de perdurar, el mismo afán de perpetuarse que anida en el discurso desgarradoramente existencial de Unamuno. 219 Estamos en 1923, en una de las estancias de Unamuno en Asturias. Estamos en el año en el que Primo de Rivera se impondría con un golpe de Estado que Alfonso XIII no quiso conjurar. Un año más tarde, don Miguel sería desterrado a Fuerteventura. De allí iría a Francia, y no regresaría a nuestro país hasta pocos meses antes de la proclamación de la República. Pero centrémonos en el poema y en Asturias. No sólo visita Oviedo en 1923. En esa misma estancia en nuestra tierra, daría una conferencia en la Felguera. Unamuno era un intelectual de prestigio.Y quiso dejar huella indeleble en la historia literaria de Oviedo con este poema que estamos analizando. Ciudad antigua con su historia y, como pronto veremos, con su intrahistoria. Es el vetusto Oviedo de principios del xx donde emerge, como primera señal de su paisaje, esa torre de la Catedral a la que tanto rendimiento literario le había sacado Clarín. El Clarín tan temido para Unamuno al que le había pedido una reseña para su primera novela, Paz en la guerra, reseña que Alas nunca llegaría a escribir Tendría que esperar don Miguel tres años desde que publicara su primera novela para recibir el primer elogio de Clarín que se lo hizo por una traducción que el escritor vasco llevó a cabo sobre la obra de Schopenahuer, La Voluntad en la Naturaleza. A continuación empieza el elemento humano: un cura, una gitana, un enano con bastón.Y también los ovetenses que caminan con almadreñas, calzado no sólo para el campo, sino también para el medio urbano en una ciudad extremadamente lluviosa que además tiene muy cerca el mundo rural, un mundo rural que la antecede y circunda. El marco del cuadro: la pradería verdosa que rodea la ciudad. La verdura que frisa las nubes. Las gentes que pasan. El periódico que se vende en las calles. Las nubes de carbón, a punto de desplomar lluvia, la verdura de los prados, cosecha de aguaceros constantes. De nuevo, la catedral, testigo de tantos días iguales, de tantas rutinas. Días iguales que nada tienen que ver con aquellos que registra la historia por batallas o conquistas. Se trata de muy distinta cosa: de días iguales que comparten un mismo hondón, que se nutren de una esencia propia que se va formando y conformando con los dramas y angustias cotidianos. Pura intrahistoria, tal y como la definió Unamuno en su libro En torno al Casticismo: «Sobre el silencio augusto, decía, se apoya y vive el sonido: sobre la inmensa humanidad silenciosa se levantan los que meten bulla en la historia. Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo mismo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentira que suele ir a buscar al pasado enterrado en los libros y papeles». Estos son los días iguales a los que Unamuno se refiere, lo de la vida intrahistórica. 220 Y ese humor especial que Unamuno detecta a su modo, humor que tiene que ver con la lluvia que lleva a los habitantes de Oviedo a una forma de ser y estar en el mundo. Lo raro es que no llueva.Y no siempre se busca lo inesperado en el vivir de una sociedad. Humor penetrante, humor que cala, humor que marca la intrahistoria de la ciudad. No llega Unamuno a la crueldad de Clarín que consideró que los vetustenses eran una especie de anfibios. Lo que plantea el autor de este poema es la omnipresencia de la lluvia en una ciudad que tiene que convivir con ella. De todos modos, también en este poema hay un croar que se detecta en la vida vestustense. De la catedral a Cimadevilla, la puerta y compuerta de la historia de la vieja ciudad. El mercado con sus soportales para resguardarse de la lluvia que rara vez no acompaña. Almadreñas en los pies, monteras chinescas en la cabeza. Todo o casi todo en función de la lluvia. Divino humor que mira al cielo. Divino humor que forja un modelo de vida de una ciudad antigua y aislada, en el que la vida intrahistórica transcurre con sus nieblas y risas, con sus sufrimientos y alegrías. Cuando Ortega visitó Asturias en 1914, haciendo una poética de nuestra tierra, habló de que observaba en cada asturiano «un fondo rural que perdura». Pues bien, eso mismo plantea Unamuno en su poema sobre Oviedo donde el campo está circundando la ciudad, donde el paisaje es puro ruralismo. Costumbres sin costumbrismo, la sidra que beben y desbeben, el mercado, las tertulias. Decimos sin costumbrismo porque Unamuno da cuenta de ello sin tipismo, sin hacer de tal cosa un rasgo distintivo. Sólo lo nombra como algo que forma parte de lo cotidiano, en lo que subyace esa intrahistoria que el lector inteligente debe advertir. En definitiva, son muchos los registros que Unamuno incluye en este poema: no sólo está lo intrahistórico en lo que va describiendo, sino que se percibe, además, una sutil ambición narrativa, que se queda en esbozo. Pero las casonas graves (con su sesgo melancólico) y reumáticas son un filón, sólo aludido, a la hora de construir un discurso narrativo para la ciudad. Pero la gitana y el enano podrían ser narradores de la vida cotidiana de la ciudad a la que acoge en su poema. Pero el beber y el desbeber, el mercado y el humor serían los dinteles de las muchas historias que aquí se podrían contar. Oviedo de Asturias, sin costumbrismos ni pintoresquismos. Oviedo de Asturias, con un discurso poético tan bello y esencial como austero. Oviedo de Asturias como la poética de un humor que se baila al ritmo de esa lluvia monótona que hace de estribillo intrahistórico. 221 Centro especializado en: • • • • Cirugía Oral y Maxilofacial Cirugía Estética Facial Cirugía de Implantes Dentales Periodoncia y Cirugía Periodontal Dr. Pedro Villarreal Médico especialista en Cirugía Oral y Maxilofacial Paseo La Florida, 18 – Bajo 33012, Oviedo (ASTURIAS) Teléfono: 985 25 78 15 222 223 224 CONFESIÓN pepe monteserín Traigo aquí el caso de un hombre que vivía en las afueras de Pravia, en Forcinas, y fue a la colegiata a confesarse con don Manuel el párroco, en los años sesenta. – Padre, avemaría purísima, el siete de septiembre de 1936, cuando las tropas gallegas liberaron Pravia, una joven guapísima, de Bances, llamó de manera perentoria a la puerta de mi casa y me pidió que la salvara de los falangistas. Estaba muy nerviosa, desamparada y la escondí en el sótano. – Eso está bien, hijo –dijo el párroco–; es un acto de caridad cristiana, no es necesario que lo confieses, no es pecado dar cobijo a una mujer. – ¿Aunque hablásemos de una mujer imponente? – Así estuviera como un pan. – Quizá fuera una miliciana –añadió el de Forcinas. Y zanjó el párroco, comprensivo a estas alturas: – Como si se tratara de la Pasionaria. Es tiempo del perdón. – Bueno padre, me tranquiliza; no obstante, ella empezó a agradecérmelo con…, ya sabe, con su cuerpo y con su hermosísima carne. – En tiempos de guerra y bajo esas circunstancias, dos personas pueden ser tentadas a actuar así. Y yo, con la distancia que nos proporcionan tantos años de perspectiva, te comprendo y te absuelvo. – Gracias, padre –dijo el de Forcinas–. Gran carga le quita usted a mi alma. Pero tengo una duda más, don Manuel. – ¿Qué duda? – Más que duda es un aborrecimiento. – Olvídate, hijo, celebra con todos los 25 años de paz española. – Ahí voy, don Manuel. Entre sábana y sábana, aún no encontré el momento de decirle a esta hermosa mujer que la guerra ha terminado. 225 226 ACTUALIDAD NEPTUNO SE PASEA POR OVIEDO TAPADO CON UNA SÁBANA FANTASMAL antonio masip En mi columna sabatina de La Nueva España, que recogí en libro «Aquí, Bruselas. Digresiones desde un escaño», me referí a la aparición en el Museo de Bellas Artes de la armoniosa estatuilla de Neptuno, desaparecida del Campo San Francisco. Gracias al director del Centro, don Alfonso Palacio, tuve oportunidad de contemplar personalmente al tal Neptuno, sin la sábana fantasmal que lo tapaba, en la tarde del 27 de enero de 2015. En efecto, es pieza que se corresponde con el que yo mismo recuerdo de mi adolescencia en el estanque discreto que, con rodeo de seto, estaba sobre el llamado «aguaducho» y, más abajo, los patos y la jaula de los osos. Hasta su errático depósito actual en el Museo se procedió por el Centro de Bellas Artes al pago de 12.000 euros al que se identificó como Juan Manuel Cabal Lobo, titular de la vetusta Marmolería Belarmino Cabal, que lo tenía en su jardín particular de la calle Los Nogales, de La Fresneda (Siero), donde lo recogerían dos empleados del centro museístico el 28 de junio de 2006. Antes, en 1994, con motivo de una conferencia, en el Hotel Principado, a que fui invitado por el Rotary Club Internacional, texto que editaría luego la alcaldía de Oviedo, me referí ampliamente al carácter de movilidad de las estatuas de la ciudad; entre varios ejemplos, mencioné entonces precisamente la enigmática desaparición de ese Neptuno del que se desconocía entonces su nueva, oscura y forzada ubicación; ausencia en la que insistiría el magnífico e imprescindible libro de Adolfo Casaprima sobre el Campo San Francisco donde se da una impagable fotografía de Armán. Así las cosas, se produjo luego la emergencia del dios náutico, sobre la que realizó una admirable investigación periodística Chus Neira, para La Nueva 229 España. El Ayuntamiento procedió a abrir un expediente aclaratorio, que, en el momento en que esto escribo, resulta que no se ha dado por concluso. De todo ello, y de los datos que me proporciona la archivera municipal doña Ana Herrero, me reafirmo en que la pieza adquirida es la del Campo, que, en la primera década del siglo xx, se pretendió colocar en la Escandalera, entonces Plaza del 27 de marzo, así llamada por la exitosa manifestación cívica que exigió el túnel para ferrocarril de Pajares. Estuvo ese Neptuno algún tiempo en la fachada trasera de la casa consistorial, en una hornacina de la Calleja de los Huevos, de lo que no queda rastro documental. Luego se especuló con su posible colocación entre el Paseo de los Curas y El Bombé, lo que se descartó, tras informes arquitectónicos, con su sustitución por un simple alegórico pez. Después, ya mediados los cuarenta, vino la colocación del estanque, donde yo, como miles de ovetenses y visitantes, la conocí en las décadas del cincuenta y sesenta. Antes de mi reciente visita al palacio de Velarde hubo con el mismo fin de reconocimiento la de algún funcionario municipal, acompañado por catedrático, o profesor, de Petrología, cuyo informe o peritaje desconozco, al no estar, en esta fecha, en archivo al alcance de la consulta ciudadana. Como entiendo algo de Derecho Penal, estoy seguro que la sustracción del Campo tiene toda la apariencia de un delito o de un concurso de delitos, sin excluir la reaceptación, todo lo que también parece, insisto en este término, prescrito por el paso inexorable del tiempo. Fuente de Neptuno, en el Campo de San Francisco (reproducida por cortesía del diario La Nueva España). 230 Fuente de Neptuno (detalle). Y de aquel tiempo en que la ciudad quiso destacar a Neptuno y de la posible procedencia italiana de la obra, a que algún informador alude, es muy probable que la opción municipal haya estado, al menos en alguna medida, influenciada por el soberbio conjunto del Neptuno que tan destacadamente implantó Madrid, en la plaza céntrica de Cánovas del Castillo, según la denominación oficial de hogaño. En efecto, la madrileña es obra traída, o encargada, de su antiguo reino napolitano por el rey Carlos III, al que muchos consideran históricamente, pese a su proverbial incultura personal, como uno de los «mejores Alcaldes de Madrid». De todas maneras, mientras el Ayuntamiento de Zaragoza se decidió por un declarado y expreso seguimiento del Neptuno capitalino, hay que notar que la estatua ovetense toma el tridente con la mano derecha mientras en Madrid el dios náutico es zurdo. El tridente de Bellas Artes que acabo de contemplar probablemente no sea el original, aunque no cabe duda de que este Neptuno lo cogió siempre con la diestra, 231 Neptuno. Museo de Bellas Artes de Asturias. mientras hay división, izquierda o derecha, en otros Neptunos de Roma, Copenhagen, Bolonia, etc. Sea cual sea la decisión político administrativa que se termine adoptando procede que tan entrañable pieza, y para mí muy valiosa, se muestre al público. Por supuesto, el reconocimiento de la propiedad de nuestro Neptuno, prescritos los delitos, precisan estos calificarse técnicamente pues de esas autorías de mala fe, que no adquisición por res nullius, se derivan consecuencias en cuanto a la propiedad regional, municipal o, incluso, la aparente, e insostenible, del Centro de Bellas Artes, que, con personalidad propia, está integrado por la Comunidad Autónoma Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo. La exhibición sin velo ha de ser en ese nuestro magnífico Museo, a punto de reabrirse con nuevas instalaciones, o en cualquier otro lugar emblemático. Dado lo sucedido, me inclinaría porque no volviese al viejo emplazamiento del Campo San Francisco, donde ya fue sustraído y cuyo espacio ha sido ocupado por atractivos juegos infantiles. Si las gafas de Woody Allen 232 desaparecen con lamentable frecuencia en un espacio tan céntrico y frecuentado como la calle Milicias Nacionales, sería estúpido correr riesgos de robo o, aún peor, de irreparable destrucción con el frágil Neptuno. Al otro lado del actual portón de entrada del palacio de Velarde, o Centro Regional de Bellas Artes, está la nuda fachada de un antiguo edificio diocesano que un preclaro ovetense, Ignacio Quintana Pedrós, que fue subsecretario del Ministerio de Cultura, reivindica para «Museo de la ciudad». Sería, de lograrse, el emplazamiento ideal para que nuestro Neptuno terminase su andanza por la ciudad, incluida su pintoresca excursión al limítrofe concejo sierense. Sería solo pasar la calle, aunque, insisto, debería primar el compromiso de que ha de exhibirse más pronto que tarde. Es lugar propicio un Museo de la Ciudad mejor quizá que el provisional emplazamiento de Bellas Artes donde nuestro Neptuno debe encontrar definitivo cobijo, con una explicación a los visitantes de su errático y fatigoso paseo. En cualquier caso, termino con un verso del reconocido como mejor poeta ovetense, Ángel González, con el que precisamente empecé tiempo ha mi denuncia de la desaparición/emergencia de Neptuno: «Por todas partes ojos bizcos». Bibliografía Casaprima Collera, Adolfo, «El Campo de los hombres buenos», Oviedo, Casaprima Editor, 1996, págs. 261-263. Masip, Antonio, «Detalles que no recogen las guías…», Pliegos ovetenses, Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, 1994. Masip, Antonio, «En su luna 14, Neptuno emergió en Bellas Artes», La Nueva España, Oviedo, 19 de octubre de 2013. Masip, Antonio, «Aquí, Bruselas. Digresiones desde un escaño», Madrid, Editorial Catarata, 2014, págs. 55-57. Neira, Chus, «Descubren el Neptuno…», La Nueva España, Oviedo, 24 y 25 de octubre de 2013. Quintana Pedrós, Ignacio, «El necesario Museo de la Ciudad y el “martillo” de Santa Ana (La instalación histórica que le falta a Oviedo y su ubicación ideal)», La Nueva España, Oviedo, 13 de mayo de 2014. Tolivar Faes, José Ramón, Nombres y cosas de las calles de Oviedo, Oviedo, Imprenta Gofer, 1992, 3.ª edición, págs. 109-111. 233 234 BODAS DE ORO DEL INSTITUTO ARAMO Recuerdo dedicado a todas las personas que han hecho posible la historia de su cincuentenario maría del carmen lópez villaverde El pasado año se cumplieron cincuenta de la inauguración del Instituto Aramo. Si nos referimos a cualquier acontecimiento vivido y pronunciamos la frase «recuerdo que hace cincuenta años…» es muy difícil evitar un estremecimiento, porque cincuenta años son muchos para que no dejen una profunda huella en las personas que los han vivido y protagonizado. Día a día, mes a mes y curso a curso se fue tejiendo la historia de este centro público de enseñanza, referencia capital en la vida docente de Oviedo, aunque sus orígenes se remontan varios años atrás. Así que aprovechando la oportunidad que brindan las páginas de esta revista anual, tan vinculada desde sus comienzos a resaltar, valorar y potenciar el ser y la historia de nuestra capital, vamos a dejar constancia en ellas de la vida escolar en el Aramo, como recuerdo de aquellos felices años de docencia, para todos los que convivimos durante cincuenta años, profesores, alumnos, asociación de padres, subalternos y todo el personal no docente. Y… comienza 1964. Muchos profesores llegamos al nuevo edificio de Llamaquique desde el primer día de su inauguración. Procedíamos del Instituto Femenino, sito en la calle del General Elorza. Algunas de nosotras habíamos sido alumnas del citado centro y pasamos al nuevo emplazamiento felices por tener al fin «casa propia» ya que hasta la fecha habíamos compartido piso con las Escuelas Graduadas (como se llamaban entonces los hoy colegios públicos) «Menéndez y Pelayo», que actualmente recuperaron su antiguo nombre, colegio público «Pablo Miaja». Ocupábamos la planta superior del citado edificio, la inferior la ocupaban los niños del cuarto distrito, sin que entre unos y otras hubiera convivencia al235 guna, porque los horarios de recreo no coincidían. Todo estaba perfectamente delimitado para evitar interferencias. Con los años, el aumento de matrícula hizo necesario un nuevo realojamiento y así en un claustro extraordinario celebrado el 14 de Octubre de 1959 a las siete horas y presidido por el entonces director don José María Roca Franquesa, catedrático de Lengua y Literatura, se trató del traslado provisional del bachillerato elemental a la segunda planta de las dependencias de lo que era la Escuela de Comercio (actual Facultad de Pedagogía), que también había sufrido años atrás varios emplazamientos. Se hablaba de provisionalidad porque la construcción de un edificio nuevo era una necesidad que no admitía dilaciones. Pero… como dice el viejo refrán castellano, «las cosas de palacio van despacio» y si son de ministerios y aportaciones de dinero… mucho más lentas. !Hubo que esperar hasta 1964! Comenzó así un trabajo añadido a la confección de horarios de profesores para poder salvar la distancia entre General Elorza y Llamaquique. Por aquel entonces pocos docentes poseían vehículo propio. A alguno de ellos le supuso también un problema de conciencia la convivencia relativa entre alumnas de bachillerato elemental y alumnos de más edad aunque cada uno ocupase sus clases respectivas. La coeducación llegaría más tarde. Como bien dice nuestra cronista oficial doña Carmen Ruiz-Tilve, «los centros de enseñanza de Oviedo anduvieron en danza y mudanza durante muchos años», pues además de los citados (Femenino y Escuela de Comercio) el actual Instituto de Enseñanza Secundaria Alfonso II, cuando era Instituto Nacional de Enseñanza Media Masculino, estuvo alojado en el mismo lugar de la calle del General Elorza que luego ocuparía el Femenino, por haber quedado el edificio de Santa Susana prácticamente destruido en la Revolución del 34. Pasaron años en esta precaria situación con continuas visitas a los responsables del Ministerio de Educación en Madrid, hasta que por fin, en el claustro extraordinario del 5 de marzo de 1964 el único punto del orden del día trató la próxima mudanza de las instalaciones viejas a las nuevas. Dos meses más tarde, el 8 de mayo, se celebraba por primera vez el claustro en la sala de profesores del nuevo instituto que de momento seguiría siendo «Instituto Nacional de Enseñanza Media Femenino de Oviedo». El edificio estaba prácticamente solo en el polígono de Llamaquique, todavía sin urbanizar, podríamos decir que «solo ante el peligro» que suponía el horario nocturno, porque la iluminación se reducía a un poste de madera con una bombilla que la mayor parte de las veces desaparecía al convertirse en el blanco de una piedra lanzada a propósito. 236 Las plantillas de profesores aumentaron poco a poco y los alumnos también. Nos adaptamos a las nuevas normativas y dejamos de ser femenino para ser Instituto Aramo y mixto, tras una votación en claustro ya que no todos (profesores y padres de alumnas) estaban de acuerdo con el cambio. Los años fueron pasando y llegamos a la categoría de macro instituto, en números redondos 2.000 alumnos y 100 profesores con horario de tres turnos mañana, tarde y noche, tres institutos en uno. Además, el INBAD, Instituto de Bachillerato a Distancia. Una sola dirección y cuatro jefaturas de estudios. Hoy, desde la posición de jubilados, recordamos el buen ambiente que se respiraba en la sala de profesores, dirección, secretaría, jefatura de estudios, despachos, pasillos, recreos, etcétera, y los buenos resultados que con el esfuerzo de los alumnos y nuestro trabajo íbamos consiguiendo. No vamos a enumerar ce por be los logros obtenidos en estos cincuenta años, pero sí aportar algunos que sirvan de recuerdo para alumnos, padres, cargos directivos, personal no docente y profesores en general (algunos ya fallecidos) de esta efemérides que no volveremos a vivir, pero que toda la comunidad educativa la ha hecho posible. ¡Fueron cincuenta años! Merece la pena dejar constancia de ellos aunque sea en unas pocas líneas. Y por esta razón destacaremos algunas de las actividades realizadas en este tiempo con la participación de los equipos correspondientes en cada caso como recuerdo a todos los que trabajamos en y por el Aramo. La revista Portada, editada por el Centro con la participación de diversos colaboradores, recogía anualmente en sus páginas las actividades que cada departamento programaba para cada curso académico, muchas obtuvieron premios importantes sobre todo por la satisfacción y el estímulo que inyectaban en profesores y alumnos. He aquí algunos ejemplos. En 1988, el Instituto de Enseñanza Secundaria Aramo fue campeón de España en el concurso «Los jóvenes al encuentro de Europa». Los participantes obtuvieron como premio un viaje a Mallorca, al superar la fase regional, subvencionado por la Caja Rural de Asturias y posteriormente, un viaje a Estrasburgo, invitados por la oficina del Parlamento Europeo en Madrid, tras ganar la fase final. El instituto recibió, además, el Premio Europeo consistente en un Diploma de la Comisión Europea, que se recibió en Bruselas y el «Gran premio» del Ministerio de Educación y Ciencia, dotado de material escolar por valor de un millón de las antiguas pesetas. De nuevo se participó y se ganó el concurso radiofónico «Asturias y Europa», patrocinado por la dirección provincial del Ministerio de Educación, la oficina de asesoramiento sobre comunidades europeas del Principado y Radio nacional de España en 237 Asturias. El premio consistió en un viaje de estudios y recreo a Bruselas y Estrasburgo para visitar las instituciones Europeas. Obtuvimos varios años primeros y segundos premios en concursos de narrativa y poesía, así como el primero en el concurso Hispano-Americano de Ortografía en fase regional y el tercero en la nacional. Todos sabemos la importancia de los idiomas en la formación de los alumnos, por lo cual la participación en intercambios permite al alumnado desarrollar un conocimiento mejor de los países cuya lengua estudian porque fomenta el diálogo con personas de otra cultura que tienen su misma edad y se interesan por las mismas cosas. Los intercambios son también motivadores y formativos lingüística y pedagógicamente. No sólo enriquecen a los alumnos también los profesores se benefician de ellos porque les brindan la posibilidad de comprobar los resultados obtenidos tras sus enseñanzas y una mayor y distinta relación profesor alumno. A todo esto podemos añadir que los contactos con sus homólogos extranjeros aportan un cruce de experiencias y de proyectos educativos. Teniendo en cuenta estos criterios en el Instituto Aramo se potenciaron siempre intercambios de inglés y francés fundamentalmente, hasta el punto de que el Seminario de Francés recibió una más que notable subvención del «Proyecto Lengua» de la Comunidad Económica Europea. Los equipos deportivos de voleibol y fútbol nos reportaron numerosas alegrías con sus actuaciones, lo mismo que las exposiciones de fotografía que contaron siempre con participantes de calidad como lo demostraron los premios obtenidos por los participantes. A todo esto añadiremos las múltiples y diversas visitas extraescolares dentro y fuera del Principado: monumentos prerrománicos, Oviedo y sus circunstancias, asistencia a juicios en la Audiencia, plenos del Ayuntamiento, factoría de Ensidesa, trabajos de campo en Ciencias Naturales, Las Medulas en León, la villa romana de la Olmeda en Palencia y un largo etc. que llenaron de satisfacción a todos los participantes. Y como el ocio bien aprovechado es otra actividad saludable recordaremos la «Semana Blanca» y sobre todo los macro viajes de estudios que llegaron a llenar, en algunas de sus ediciones, cuatro autobuses camino de Italia durante diez días. Francia, Grecia y Londres también fueron destinos en algunas ocasiones. ¡Larga vida al Instituto Aramo! Deseamos de corazón que las generaciones venideras hagan posible otros cincuenta años más y que recuerden su paso por la vida docente con el mismo cariño que lo hacemos hoy los que ya estamos jubilados. 238 Uría, 76 (Esq. Avda. Santander) OVIEDO Teléf.: 985 21 13 16 Fax: 985 20 29 19 239 Rosal, 12 33009 OVIEDO Tel. 985 21 48 79 [email protected] CARLOS CASAPRIMA VENTA y RESTAURACIÓN de RELOJES ANTIGUOS, AUTÓMATAS, CAJAS DE MÚSICA y de todo tipo de ARTILUGIOS MECÁNICOS ANTIGUOS 240 241 polledo Tel. y Fax 985 21 15 87 e-mail: [email protected] www.drogueriapolledo.com Menú diario Desayunos y meriendas Variedad en pinchos calientes Especialidad: Rabo de Toro Estofado 242 SONDOVA La casa de los paraguas Ramón y Cajal, 12. OVIEDO Teléfono 985 21 40 40 243 o i c o s e zt a H www.martesdecampo.com Plaza de la Constitución - Oficina de Turismo, 2ª planta - Oviedo. Tel. y Fax 984 281 135 [email protected] Horario [email protected] Lunes, Miércoles y Viernes: de 10,00 a 13,00 • Y • Martes y Jueves: de 16,00 a 19,00 244 245 Más de 60 años 246 Este portfolio, fiestas 2015, con el que la Sociedad Protectora de La Balesquida solemniza cada año, desde 1930, los festejos patronales y el popular Martes de Campo en Oviedo (primer martes después del domingo de Pentecostés), se acabó de imprimir el jueves, 23 de abril, Día Internacional del Libro y víspera del iv centenario de la muerte de D. Miguel de Cervantes. a. d. mmxv PRO PATRIA ET MORIBUS
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