“La identidad mendocina: su formación, cambios y persistencias hasta la década del 70”. Marta Beatriz Herrera, Etelvina Beatriz Flores. Palabras claves o descriptores: identidad, persistencia, cambio, vencer al desierto Al plantear la cuestión de la identidad de los habitantes de Mendoza surgen desde el imaginario colectivo una serie de rasgos que prácticamente no son discutidos. Pero, nos preguntamos: ¿Alcanza con decir que el “mendocino” es conservador, localista, obsesivo de la limpieza, tibio ante los cambios, apegado a su tierra, y un trabajador tenaz? ¿Cuáles son los fundamentos para esta caracterización? ¿Hay otros elementos de su idiosincrasia que no están siendo tomados en cuenta? ¿Ha ido variando? Este trabajo pretende analizar las distintas etapas del proceso de construcción de la identidad mendocina desde los orígenes de la ocupación del territorio hasta principios de la década del ’70. 1) Algunas consideraciones sobre la Identidad Inicialmente será necesario definir que entendemos por “Identidad”. Para ello tomaremos los aportes de Luis Triviño quien sostiene que al abordar la identidad es necesario “destacar las modalidades que predominan en –o son exclusivas de- un pueblo o de un área cultural, y que por ello establecen diferencias con otros pueblos o áreas. Tal predominio o exclusividad constituye así la característica empírica que permite identificar a una unidad sociocultural, diferenciándola de las demás”. Este conjunto de modalidades “se manifiesta a través de dos dimensiones: la sincrónica, como conciencia compartida y pertenencia a una misma unidad sociocultural (somos mendocinos….), y la diacrónica como conciencia compartida de que la unidad sociocultural a la que pertenecemos tiene cierta continuidad cronológica (existe desde “n” tiempo y seguirá existiendo). Así los mendocinos nos reconocemos tales porque compartimos la conciencia de pertenencia y entendemos que esa pertenencia es una construcción que se ha realizado a lo largo del tiempo, que nos precede y estará luego de nosotros. Además este “pertenecer” configura un “nosotros” que nos diferencia de los “otros”. Son estas diferencias las que nos permiten recortar la propia identidad, definir “quienes somos”. Asimismo la identidad tiene un perfil cambiante y efímero, que cuando parece que ha logrado ser captado ya está cambiando nuevamente, pues se van perdiendo referentes y se van adquiriendo otros. Nos movemos entre el mantenimiento de lo heredado y la tendencia a incorporar nuevos elementos. Finalmente consideramos que será necesario al tratar esta temática analizar las interacciones mutuas entre las redes de relaciones que se producen entre grupos sociales, áreas territoriales, profesiones, grupos de poder, y con otras realidades socioculturales externas, pues sin estas no es posible comprender y explicar. La identidad al ser resultado de procesos culturales, sociales, políticos, económicos, es también una construcción producto de intereses, y la imagen de ella que prevalece y promueve tiene relación estrecha con los grupos hegemónicos que logran imponerla en ese momento y en esa coyuntura. En síntesis podría decirse que la “imagen del mendocino” es una construcción no inocente que deja de lado algunos aspectos y resalta otros. 2) La Configuración de la Identidad a lo largo de la historia provincial 2.1) Los comienzos de la formación de la identidad mendocina. Los primeros españoles que ocuparon el territorio mendocino no reconocieron la existencia del huarpe aunque utilizaron sus adelantos, en especial el sistema de riego, imprescindible para lograr el asentamiento. Impusieron un “nosotros” incapaz de analizar y vivir la realidad con una mirada diversa. Veían en el habitante autóctono un servidor, un simple elemento de cambio para lograr metálico. Para ellos la “historia” del lugar empezaba con su llegada. Pronto descubrieron que escribirla no sería sencillo. De los 38 españoles que acompañan a Castillo en 1561 pocos se asentaron en el lugar. Se llegó a considerar a esta tierra “maldita” y los blancos sólo manifestaron interés por obtener mercedes de tierras y encomiendas, al frente de las cuales ponían escuderos para luego volver a Santiago. Hasta fines del siglo XVI era un lugar aislado, sin comunicación con Chile en invierno y sin caminos para llegar al litoral. Los pocos vecinos que habían decidido hacer de éste su lugar comprendieron que al gobierno chileno sólo le preocupaba la guerra del Arauco y Mendoza era considerada al momento de proveer indios, armas y animales para sustento de las tropas. Posteriormente llegaron tenientes de gobernadores pero los del lugar habían iniciado la formación de un pequeño grupo que a través de los cargos capitulares logró controlar los asuntos del lugar. Durante el siglo XVII hubo cambios. El grupo inicial se vio fortalecido con la venida de otros, la mayoría hijosdalgos segundones, que haciendo alarde de nobleza, se impusieron en el manejo de la política del lugar y se unieron por lazos de parentesco. La casi exterminación del huarpe disminuyó la mano de obra y si se logró la entrada de negros, pocos quedan en el lugar pues era más rentable pasarlos a Chile o Perú. Son muchas las quejas en las Actas Capitulares porque los vecinos y sus hijos debieron hacerse cargo de las tareas rurales por falta de trabajadores. A las acequias existentes a la llegada de los españoles pronto se agregaron otras que permitieron extender las áreas de cultivo donde fructificó la vid, que se convertiría en el principal cultivo, junto a diversos frutales, cereales y hortalizas. Se construyeron bodegas y en la segunda mitad del siglo XVII comenzaron a enviar cargamentos a Buenos Aires y el Litoral. La actividad económica más rentable era el engorde de ganado que se traía de la región pampeana y luego se pasaba a Chile, para lo cual se plantaban alfalfares. Desde el inicio la consigna de vencer al desierto y formar oasis para obtener su sustento a través de obras de irrigación, derivó en caracteres propios sobre la tenencia de la tierra. Las propiedades más extensas no superaban las veinte mil hectáreas, por lo cual no parece adecuado llamarlos latifundios, y a partir de mediados del siglo XVII comienza a perfilarse un proceso de parcelación, que va a llevar a un ordenamiento económico de minifundios y tierras en manos de muchos propietarios (Herrera de Flores,1994,11 Se conforma así una especie de aristocracia local, a la que sólo tendrán acceso los que lleguen y acrediten pureza de sangre y una aceptable preparación cultural. Al crearse el Virreinato del Río de la Plata en 1776 y dejar de pertenecer a Chile, no se cortan los lazos geográficos y culturales que durante más de doscientos años los habían mantenido unidos. En síntesis, en esta primera etapa, y a raíz de lo que hemos expuesto, podría decirse que en general los habitantes de Mendoza, particularmente el grupo criollo dominante, se caracterizaron por el apego a la tierra, la preocupación por “vencer al desierto”, la desconfianza frente al que venía de afuera, la cautela ante las autoridades que no eran del lugar y la cultura del trabajo. 2.2) La formación del Estado y las luchas internas En el período que va entre 1810 y la formación de los estados nacionales, aparecerán nuevos planteos sobre la identidad “El proceso histórico post-independentista fue harto complejo. Hubo una dialéctica entre los intereses del “Puerto” (con sus dirigentes mirando hacia Europa) y los del “interior” (con sus caudillos decididamente localistas); entre la vocación modernizante y la consolidación de estructuras heredadas; entre la muy lenta aceptación de nuevas ideas y el empecinado mantenimiento del pensamiento tradicional, etc.” (Triviño, 1994,10) Es entonces cuando los mendocinos, si bien sienten que son parte integrante de una entidad mayor que los contiene, siguen defendiendo los que consideran que han sido sus logros propios. En cada provincia surgen caudillos que definen su personalidad de origen, pero la influencia de San Martín con un ideario que trascendía lo local y proponía metas nacionales y continentales por un tiempo aleja de Mendoza esa idea. Si bien dentro del grupo dominante en la política del lugar hubo división entre unitarios y federales no hubo aquí tendencias extremas. Según Carlos La Rosa “nuestra cercanía geográfica y cultural a Chile, nos alejaba de esas divisiones políticas, propendiendo a un conservadurismo moderado e institucionalista.” (La Rosa, 1999,8). Considera que así se fue formando una “democracia a la mendocina” cuya característica fue que las pasiones políticas que en otras provincias dividían ferozmente a los argentinos se suavizaron. “En cambio Mendoza, con poca población, y también con poca historia…, no tenía vocación para formar caudillos hispanistas defensores de la tradición, ni políticos modernistas enfrentados con la herencia española. Ambos arquetipos existieron, pero sin la furia que mantuvieron en el resto del país” (La Rosa, 1999, 18) Después de 1853 la elite mendocina se vuelca al liberalismo, aunque en algunos queda aún un cierto resabio federal, principalmente porque quieren defender sus logros locales y no sentirse avasallados por el poder central. En la década del 70 en el aspecto social seguía aún existiendo una clase alta criolla, que detentaba el poder económico y político. Las actividades económicas eran las mismas, el engorde de ganado y la vitivinicultura. Los enfrentamientos entre los grupos dirigentes son más de forma que de fondo. Mendoza sigue siendo periférica, ocupada en sus propios problemas. 2.3) La Argentina Moderna hasta la Crisis de 1930 El proyecto político de la Generación del 80 va a cambiar la fisonomía social, económica y cultural provincial que va a integrarse al proyecto nacional. Frente al crecimiento de la región pampeana, muchas economías del interior decayeron; sólo lograron crecer, al especializarse en el mercado interno: Tucumán con el azúcar y Mendoza con el vino. Se produce la reconversión económica, proceso en el que confluyen la llegada del ferrocarril, la inmigración, la acción del gobierno local apoyado por el gobierno nacional e importantes inversiones de parte de la burguesía provincial. El ferrocarril abrió el mercado del litoral y favoreció la llegada de inmigrantes. Italianos y españoles fueron los que arribaron en su mayor parte, muchos de ellos provenientes de zonas vitivinícolas, con conocimientos sobre la materia y pronto se incorporaron a la actividad. La mayoría empezó como peones o contratistas de los integrantes del grupo criollo alto, pero su espíritu de trabajo y de ahorro les permitió pronto adquirir tierra y empezar con pequeñas bodegas que fueron creciendo. La vitivinicultura se convirtió en la principal actividad de los oasis mendocinos. A fines del siglo XIX la élite mendocina comenzó a desarrollar un alto estándar de vida, a construir lujosas viviendas, con lo que obtenía del comercio y de lo que rendían las cosechas de uva, ya que aún mantenían las tierras mejor irrigadas. Sin embargo este grupo privilegiado que fue protagonista político excluyente hasta 1918 paulatinamente fue perdiendo su predominio económico y la nueva burguesía bodeguera, formada por los nuevos grupos de inmigrantes pasó a tener un lugar protagónico en la economía. A principios del siglo XX había cambiado la fisonomía productiva de los oasis mendocinos y también la estructura social. Una nueva clase media urbana y rural aparece, formada en gran parte por inmigrantes, cuyas actividades – comerciales, de transporte, administrativas- los hacen auxiliares de los tradicionales propietarios. El ascenso social fue posible para los que tenían conocimientos, en especial técnicos y la clase alta no los rechazó. Los que lograron hacer fortuna pudieron aliarse con el “grupo criollo alto” e inclusive se lograron lazos de parentesco. A las características ya mencionadas respecto a los habitantes de este lugar se sumará la imagen del “labriego tesonero” desempeñada por los inmigrantes, los cuales se integraron a la vida social, cultural y económica. Mendoza forma parte del proyecto político y económico nacional y lo hace con características y condiciones específicas. Ya no es periférica, pero dista de ser uno de los centros hegemónicos. 2.4) Los gobiernos conservadores, el peronismo y la década del 60 Ni los gobiernos conservadores que se suceden luego de 1930 ni los radicales que los precedieron provocaron cambios significativos en la forma de vida de la provincia y en sus estructuras. Tampoco el peronismo impacta en Mendoza de igual forma pues fue aquí más respetuoso de las instituciones y de las oposiciones que en el orden nacional. Esto tal vez podría estar relacionado con las características de las estructuras productivas y sociales de la provincia, pues al no ser aquí la clase obrera industrial urbana -base del movimiento peronista- el sector principal ni con mayor fuerza las luchas y enfrentamientos que se produjeron a nivel nacional y que impactaron en otras provincias no hayan encontrado aquí un escenario favorable para desenvolverse. Resulta llamativo finalmente que los ideales de los “dorados ’60’ hayan tenido escaso impacto en estas latitudes. Las nuevas ideas y propuestas debieron enfrentarse a una compleja trama de estructuras sociales y de pensamiento. Campoy demuestra, como un fenómeno que causa asombro, que persistían viejos valores sociales en una sociedad en desarrollo.(Campoy,1965,82) Recién el Mendozazo en 1972 quebró esta imagen casi “indiscutible” de orden, consenso, respeto a las normas e institucionalidad que tanto esfuerzo había llevado construir y mantener. Conclusión La identidad es una construcción histórica, compleja, dialéctica y que es resultado de múltiples interrelaciones e intereses, y que por lo tanto varía y cambia, modificando elementos, dejando de lado otros y agregando otros nuevos. Así podemos ver que en la primera etapa que trabajamos los habitantes de Mendoza, no todos porque los aborígenes son los primeros “excluidos” y la “identidad” se configura desde la mirada de españoles y criollos, se caracterizaron por el apego a la tierra, la preocupación por “vencer al desierto”, la desconfianza ante los que no eran del lugar y la cultura del trabajo. Los tiempos posteriores a la independencia nos muestran actitudes tibias ante los cambios, anteponiendo intereses locales a los nacionales y escasa integración al resto del país. La llegada de inmigrantes y el posicionamiento de la vitivinicultura como principal actividad económica contribuyeron a acuñar la imagen de Mendoza como una tierra de viñedos, vinos, montañas, paisajes y hombres tenaces. Sin embargo si bien el trabajo arduo y el conocimiento técnico posibilitaron el avance económico y nuevas oportunidades sigue existiendo un grupo conservador que marca las pautas del deber ser social y es protagonista de los asuntos públicos. Y a tal punto es así que el modo de hacer política en la provincia tiene aún notas “conservadoras”, sin que movimientos como el peronismo o los aires revolucionarios de los años ’60 hayan logrado modificar esto. BIBLIOGRAFÍA: Campoy, Luis: Persistencia de algunos valores sociales en una sociedad en desarrollo. En: Investigaciones en Sociología. Nº 9.Mendoza,U.N.Cuyo, 1965. Págs. 53 – 84. Egües, Carlos A.: Historia Constitucional de Mendoza. Los procesos de reforma. Mendoza, EDIUNC,2008. Herrera de Flores, Marta B.; Tierra y propiedad en la Mendoza Colonial. Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1994. La Rosa, Carlos Salvador: Democracia a la mendocina. En: Diario Los Andes18/07/99, pág 8, Primera Sección. Larraín, Jorge: La identidad latinoamericana. Teoría e historia. En Estudios Públicos, Santiago de Chile, Nº 55, Centro de Estudio Públicos, 1994. Montaña, Elma: Identidad regional y construcción del territorio en Mendoza (Argentina): memoria y olvidos estratégicos. En: Bulletin de l’Institut Francais d’Études Andines, vol. 36, (2), 2007, Lima, pags. 277 – 297. Pérez Ghilou, Dardo: Qué le dio Mendoza al país. En: Roig,A.,Lacoste,P. y Satlari,M.:Mendoza, cultura y economía. Mendoza, Caviar Bleu, 2004, pags.521 – 539. Triviño, Luis: Identidad sociocultural. Ponencia presentada en el Simposio Internacional sobre “Identidades y Fronteras Culturales, Olivenza- Badajoz, 15-19 de noviembre de 1994
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