OGUERÚVA VY'A HA PY'AGUAPY El lema de la visita del Papa Francisco al Paraguay refleja bien la persona y el estilo pastoral del Papa. Porque no se trata de que el Papa Francisco nos traiga su propia alegria, o venga a trasmitir su "buena onda". Si bien nadie puede negar que sea una persona alegre y llena de paz, el Papa es antes que nada mensajero de Jesucristo, que es nuestra alegría y nuestra paz (Efesios 2,14). En su carta "La alegría del evangelio" el Papa afirma de muy diversas maneras que la verdadera alegría surge del encuentro con Jesucristo. Y esta visita suya nos ofrece la oportunidad de renovar nuestra fe en Cristo como verdadera fuente de alegría y de paz. No nos quedemos pues en el culto a la persona de Francisco, por más inspirador y estimulante que pueda ser, porque él en realidad nos está invitando a vivir un renovado encuentro con Dios en la persona de Jesucristo, en la comunidad de la Iglesia Católica, en la que él tiene la misión de confirmarnos y animarnos en el camino de la fe. Que este mensajero sea como aquellos ángeles que visitaron a los pobres pastores habitantes de las periferias de las ciudades para "anunciarles una buena noticia que será motivo de alegría para todo el pueblo" (Lucas 2,10 ), o como el mismo Jesús al visitar su pueblito humilde de Nazaret, citando al profeta Isaías: "el Señor me envió para dar buenas noticias a los pobres, para anunciar a los cautivos su liberación" (Lucas 4,18). Que su visita sea una alegría para todo el pueblo y especialmente que los pobladores de nuestras periferias, los indígenas, los campesinos, las reclusas del Buen Pastor, puedan expresar su palabra al Papa y oir al mensajero de la alegría y de la paz que viene de Dios. Durante la visita del Papa Juan Pablo II cuyo aniversario celebramos el 16 de mayo, la dictadura del General Stroessner tenía como lema "Paz y progreso". Juan Pablo II dejó muy claro que esa paz que se imponía por la represión violenta y otorgaba beneficios a los amigos del gobierno, favoreciendo la corrupción, no era la paz de Jesús. Esperamos que el Papa Francisco proclame de nuevo la paz inquieta que el mismo Jesús nos dejó, una paz que es fruto de la justicia, como bien dice uno de los escudos de nuestra bandera paraguaya: "Paz y Justicia". Una paz que se encuentra amenazada por los que optan por la violencia como salida a la injusticia social y política, y por los que desde el poder impulsan la creciente práctica de asesinatos selectivos contra líderes campesinos y periodistas. La alegria y la paz que nos anuncia el mensajero que viene a nuestra casa es la alegria y la paz que brotan de un amor comprometido y entregado al servicio de la gente, de la amistad con todos y particularmente de la cercanía con los más necesitados. Un compromiso que cuesta y que a veces puede llevarnos hasta el sacrificio, pero es el camino hacia la verdadera alegría y la paz. La visita de Juan Pablo II nos trajo la proclamación de la santidad de nuestro compatriota jesuita San Roque González y sus compañeros. Ahora esperamos la visita de un Papa jesuita argentino que conoce muy bien la historia de las Reducciones Jesuíticas y de San Roque González como un hombre comprometido con la causa de su pueblo. El Papa ha repetido en más de una ocasión que la mujer paraguaya es la más gloriosa de América por su decidido compromiso con la sobrevivencia del Paraguay, porque levantó de las cenizas a un pueblo y mantuvo viva su cultura, su lengua y su fe, en sus hijos. El lema en guaraní: "Oguerúva vy'a ha py'aguapy", es una expresión acertada, pequeña pero significativa de ese necesario compromiso con la cultura, con la lengua y con la fe de nuestro pueblo que el Papa ha sabido reconocer en la mujer paraguaya y en el testimonio de San Roque González de Santa Cruz, que hoy nos desafían y nos convocan al mismo renovado compromiso.
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