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EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015
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LA ASOMBROSA historia de
Antonia Tejera, “La Iluminada de
Candelaria”, una médium que aún
tiene seguidores. 6/8
del domingo
revista semanal de EL DÍA
La escritura es el espejo del alma.
La exposición “Grafología de Autores Canarios” como ejemplo
didáctico de animación a la lectura
Texto y fotos: Francisco Javier León Álvarez [email protected]
¿Q
ué habita detrás
de cada uno de
nosotros, en esa
imagen que se
refleja cuando
nos miramos en un espejo, en los gestos diarios que conforman nuestra esencia más profunda, en las palabras que
transmiten sentimientos y expresan
emociones? ¿Cómo somos bajo esa piel
en la que subyace el tiempo caduco,
aquel que rige cada paso que damos
desde el mismo momento en que nacimos?
En nuestro largo periplo a través
de este planeta hemos adquirido
capacidades que nos diferencian de
los animales, un marco evolutivo en
el cual la escritura ha jugado un papel
tan o más importante que el
descubrimiento del fuego y la penicilina. Aprender a escribir nos abrió
la puerta para expresar de forma gráfica todos los pensamientos que
antes se transmitían únicamente por
vía verbal y se convirtió en un arma
de tal envergadura que los más poderosos han frenado históricamente cualquier intento de acceso a la misma por
parte de los más desfavorecidos al convertirse en una de las armas que favorece el razonamiento, la creatividad
y la independencia.
La invención de la imprenta de caracteres móviles hacia mediados del siglo XV, de manos de Johannes Gutenberg, fue una de las mayores revoluciones en la Historia, pues contribuyó a universalizar el libro a través
de su impresión mecánica. Esto
supuso que, desde entonces hasta la
actualidad, los lectores tuviesen en
sus manos textos impresos a partir de
máquinas, con lo cual en ningún
momento entraron en contacto directo
con la obra redactada a mano por el
autor en cuestión. Por eso, inmersos
en la era de los medios de comunicación de masas, donde cada vez más
impera lo digital, sentimos una acusada curiosidad cuando se exhiben
manuscritos porque queremos conocer cómo era la escritura de sus
autores y su grado de legibilidad, generándose esa sensación extraña de que
quizás estamos aprendiendo a desaprender lo que tanto nos costó por el
camino.
Precisamente, es aquí donde co-
Dedicatoria de
Rafael Arozarena en
“Cerveza de grano
rojo”, perteneciente
al fondo bibliográfico
de la Biblioteca
Pública Municipal de
La Orotava
mienza nuestro marco de actuación
a través del estudio grafológico, es decir,
a tratar de describir o descubrir la personalidad de alguien a partir de su escritura (perfil grafopsicológico), algo que
no hay que confundir con la pericia
caligráfica (cotejo de los grafismos),
utilizada para dictaminar sobre la autenticidad o falsedad de una firma o un
escrito.
La exposición “Grafología de Autores Canarios” vio la luz el 25, 26 y 27
de abril de 2014 dentro de los diversos actos de la Feria del Libro de La
Orotava (Tenerife), en el marco
incomparable de la plaza de La Constitución y bajo la atenta mirada del
solemne Liceo Taoro y el laberinto
masónico de los Jardines Victoria, el
lugar perfecto para una simbiosis entre
cultura, ocio y aprendizaje, y desde
entonces se ha expuesto en diversos
lugares de Tenerife debido a la expectación suscitada y al interés mostrado
por quienes disfrutaron de ella por primera vez.
La muestra tuvo como epicentro el
trabajo realizado por Miguel Ángel Hernández, técnico de cultura del Ayuntamiento de esa localidad, y Jordi Solsona, grafólogo de origen catalán, y
supuso una ruptura con el modelo tradicional asociado a las exposiciones
basadas en simples paneles estáticos
donde se aporta información visual
y de contenido, pero sin buscar la originalidad y la combinación multidisciplinar para trabajar distintos
aspectos de una manera amena y con
un fuerte carácter divulgativo. Por eso,
el propio Solsona nos regaló una frase en la que se sintetizaba todo este
magnífico esfuerzo y hacía un llamamiento cargado de esperanza para que
valoremos la importancia que tiene
la escritura en nuestro latir y respirar. Porque gracias a ella hemos crecido hasta cotas personales inimaginables: “Cada caligrafía tiene vida propia, en sus textos todavía late el pulso
por construir un mundo mejor”(1).
La base para llevar a cabo este proyecto consistió en desarrollar un estudio grafológico de los textos originales escritos por diez escritores representativos de las letras canarias,
para conocer cómo eran sus personalidades y qué aspectos influyeron
directamente en su creación literaria.
Se trataba de un trabajo novedoso porque hasta esos momentos la información relativa a cada uno de ellos
se basaba en dar conocer todo lo relativo a su vida y obras a partir del análisis de documentación histórica y del
estudio crítico de estas últimas, pero
no se había indagado en el interior de
su ser, sin el cual no se puede entender cómo se gestaron los argumentos de las mismas.
No es de extrañar que nuestro grafólogo enfatizase que “escribir es como dejar testimonio de tu presencia,
una manera de perdurar en el tiempo,
mientras lo digital nos habla de
inmediatez y volatilidad”, añadiendo,
en relación precisamente a la era digital en la que estamos inmersos: “No
me preocupa mucho si corre peligro
de extinción el arte de la escritura
manual: estoy mucho más preocupado
por la supervivencia del ser humano
como especie. Empecemos por garantizar eso; luego la evolución ya dirá
lo qué ocurre con buena parte de nuestras capacidades”.
Por este motivo, era necesario
buscar nuevos alicientes para captar
el interés de los visitantes con suma
rapidez con el objetivo de contribuir
NOTA
(1) Quiero agradecer a Miguel Ángel Hernández su amabilidad, compañerismo y apoyo para que este artículo saliese adelante, facilitándome todo lo relativo para elaborarlo, así como también a Jordi Solsona por los comentarios y explicaciones relativas a la importancia de
la grafología y a este proyecto en especial. En realidad, todo el trabajo
es de ellos, incluida parte de los textos que figuran aquí: yo simplemente soy un pequeño ladrón autorizado para acercárselos a sus casas.
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domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
a divulgar contenidos de la literatura
canaria, estimular la lectura y acercarse a la grafología como una fuente
de indagación de nuestro yo. Para ello
cada uno de los paneles se estructuraría formando tres grandes vértices:
–La imagen correspondiente al escritor al que hacía referencia, acompañada de su fecha de nacimiento y
muerte. En un período como el
actual, donde priman lo visual, las formas y colores en continuo movimiento,
es inconcebible hablar de alguien de
manera abstracta; de ahí que había
que ponerle cara como estímulo
visual de enorme importancia, porque la gente necesitaba asociar un rostro con los textos e identificar rasgos
característicos en su piel. Tampoco
olvidemos que existe un desconocimiento dentro de la sociedad canaria de quiénes son los autores más
representativos de nuestra literatura, cuando en realidad conforman
uno de los conjuntos más enriquecedores de todo el territorio nacional
en relación a la ecuación espaciotiempo, teniendo presente que la historia del archipiélago canario abarca
poco más de cinco siglos, frente al
carácter milenario de la Península, gracias a la gran variedad de civilizaciones
y culturas que han formado su idiosincrasia, y en la que han tenido cabida
una ingente pléyade de escritores de
fama universal.
–Un fragmento manuscrito de alguna
de sus obras donde se pudiera apreciar cómo escribía, acompañado de
su correspondiente firma.
–La interpretación grafológica del
contenido del punto anterior, en la cual
se fue analizando la forma que tenían
de escribir, qué rasgos de sus letras
destacaban más y su significado en
relación a su personalidad.
Pero los paneles no eran meros instrumentos de transmisión de información, sino que estaban llenos de
sentimientos, vivencias, fracasos,
miedos, odios y deseos de libertad,
hasta el punto de que “permitían entablar un diálogo con escritores que dejaron su huella plasmada en su momento
sobre el papel”, tal y como apunta
Miguel Ángel Hernández. Todo ello
garantizaba que se despertase la
curiosidad y el deseo de aprender algo
más en la vida, y se abriera una puerta
para que muchos de quienes disfrutaron de ella y conocían a alguno de
los personajes decidiesen adentrarse
en la lectura de sus textos, teniendo
presente que “leer es algo tan íntimo
que nace de unos deseos personales”,
en palabras de Solsona.
Además, la exposición tenía otra vertiente nada desdeñable: a los asistentes
se les planteaba la posibilidad de que
aquel les realizase un estudio para mostrarles los distintos aspectos que
conformaban su personalidad, siguiendo el mismo proceso técnico reseñado para los escritores de los paneles.
Con estas pautas de actuación
bien definidas, relacionamos a continuamos los aspectos más destacados de los diez autores seleccionados
y el meticuloso trabajo grafológico realizado por Jordi Solsona, lo que nos
permitirá conocer por primera vez cómo
eran más allá de su entorno dominado
por el papel, la creatividad y los personajes ficticios en los que navegaron por su particular visión del
mundo que les tocó vivir.
José de Viera y Clavijo (Los Realejos, 1731-Las Palmas de Gran Canaria,
1813). Este sacerdote está considerado
como el realejero más ilustre y destacó por su ingente producción literaria, siendo su obra más conocida “Noticias de la historia general de las Islas
de Canaria”, que comenzó a escribir
en 1763. Fue una persona satisfecha
de sí misma que ante los demás exhibía sus habilidades, deseando que
sus opiniones se tuviesen en cuenta,
inmerso también en explicaciones
directas y casi incontestables. Tuvo
una gran capacidad para conseguir sus
propósitos sin necesidad de
enfrentamientos, a la par que abrumaba con la gran cantidad de datos
que acumulaba en su mente prodigiosa.
Solía actuar coherentemente en virtud de sus necesidades, utilizando la
lógica y el sentido común en su discurso. “La escritura retrata al hombre que ha encontrado un motivo para
vivir, y se dedica a él con tesón y entusiasmo”. No obstante, toda su esencia estuvo marcada por la influencia
materna, de la cual heredaría el instinto por la investigación, el deseo de
aprender y la fortaleza por mantenerse
firme hasta conseguir lo que desease,
a la vez que desarrolló un lado femenino con el cual captó la sensibilidad
de las personas que le rodeaban, característica que le permitió entrar en los
círculos donde tuvo acceso al conocimiento y el poder.
María Joaquina Viera y Clavijo
(Puerto de la Orotava (actual Puerto
Detalle del panel
dedicado a Mercedes
Pinto
de la Cruz), 1737-Las Palmas de Gran
Canaria, 1819). Los pocos datos que
conocemos sobre su vida la vinculan
al entorno de su hermano, a quien
acompañaría en todo momento. Fue
bastante elegante y llena de vitalidad,
destacando por su gran nervio y buen
temple; se desvivía por las personas
a las que quiso. Su gran inteligencia
la convirtió también en una adelantada a su tiempo en lo que respecta
a la forma de pensar, tal y como le sucedería a Mercedes Pinto, creándose una
identidad artística en la sociedad patriarcal de esa época. Logró que se la
conociese por su propio trabajo,
pese a la sombra alargada de la
figura de su hermano, al que vivió
entregada y procuró las atenciones
oportunas.
Aunque de apariencia tranquila y
frágil, aspiraba a convertir en realidad todas sus ideas, y para ello gestionaba de manera excelente sus
estrategias personales con el fin de
hacerse escuchar. “Sus reacciones eran
vehementes cuando se trataba de
defender sus creencias”, para lo cual
poseía muy buenos recursos dialécticos. Como en el caso de José de Viera,
la sensibilidad siempre estuvo presente,
desarrollando un agudo sentido crítico que le permitió detectar las
intenciones de otras personas. “Sus
reacciones eran vehementes cuando
se trataba de defender sus creencias”.
Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo
(Puerto de la Orotava (actual Puerto
de la Cruz) 1750-Madrid, 1791): poeta
de la Ilustración y el Neoclasicismo,
se caracterizó por un fuerte deseo de
pertenecer a diferentes grupos y de
ser aceptado por la sociedad, defendiendo su modo de vida frente a cualquier
crítica. Era una persona segura de sí
misma, aunque sin grandes estridencias, desarrollando una gran crea-
tividad, así como la
capacidad para
mantener
el
esfuerzo hasta
lograr sus objetivos.
No obstante, era
propenso a reacciones demasiado
rápidas ante lo que
le emocionaba, sin
importarle las consecuencias que eso
tuviese para los
demás. De mentalidad agresiva
cuando se sentía
atacado, realizaba
concesiones excesivas cuando consideraba que el
otro era superior en
fuerzas. En el plano
amoroso no se sintió correspondido
sentimentalmente o no supo expresar sus emociones
como deseó. Toda
esta combinación
nos demuestra que
se trataba de un
hombre a caballo
entre las emociones y la razón,
ingenioso más que inteligente,
extrovertido, siempre activo, conversador, aparentemente feliz, pero
donde también habitaba la melancolía
“como si se sintiera incapaz de alcanzar intensos momentos de felicidad
porque no encontraba el valor para
lanzarse abiertamente hacia aquello
que más deseaba”, lo cual abre la posibilidad de que quizás tuvo algún tipo
de amor imposible o el ideal frustrado
de vivir de forma más auténtica.
Benito Pérez Galdós (Las Palmas de
Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920): está
considerado el gran representante de
la novela realista española del siglo
XIX, cuya prolija producción literaria se cimentó en su formación
autodidacta. Escribía con una letra de
tamaño pequeño, nerviosa y tan
rápida que en ocasiones se hacía ilegible, lo que demuestra que era
inquieto y que “le invadía el deseo de
conocer la vida en primera persona”,
al mismo tiempo que reflejaba mucha
seguridad en sí mismo. Esto le llevaría
a acercase a la gente para conocer de
primera mano cómo era su día a día,
mezclándose con el pueblo para capturar su esencia hasta reflejarla en sus
célebres “Episodios Nacionales”, las
novelas históricas de carácter costumbrista, donde retrató la idiosincrasia de la gente de su tiempo. De
carácter indómito, incapaz de doblegarse ante las injusticias, defendió hasta
la extenuación los valores en los que
creía, haciendo gala de su personalidad obstinada.
Mercedes Pinto Armas de la Rosa
y Clos (La Laguna, Tenerife, 1883Cuidad de México, 1976). Fue una escritora, dramaturga, oradora y periodista
cuya pasión por escribir fue tal que
ya a los catorce años de edad había
obtenido galardones en diferentes con-
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EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015
EN PORTADA
cursos de ámbito regional,
si bien acabaría destacando
por las novelas “Él” (1926) y
“Ella” (1934), así como por
su postura feminista a favor
del divorcio, por la cual fue
desterrada tras expresarla en
una conferencia, si bien
acabaría exiliándose en Uruguay.
Mercedes fue exponente
de una personalidad arrebatadora, cuya escritura
“brinca sobre los renglones, busca enlazar las letras
para ir directa, desborda
imaginación y argumentos”. Se trató de una mujer
sin miedo, que se enfrentó
de lleno a la vida, en una
muestra de que estaba dispuesta a romper los moldes
de la sociedad patriarcal
que la oprimía porque el papel
de la mujer era el de estar sojuzgada a su marido. Esto le
llevó a defender sus ideas por
encima de todo, creyendo en
lo que decía. Fue “una mujer
que se exponía, decidida, impetuosa, atrevida, honesta,
ocupada en mil asuntos”.
Ponía ímpetu y pasión en
todo lo que hacía porque
estaba convencida de que sus
palabras eran necesarias
para el conjunto de la sociedad, desembocando en una
lucha social con la que no pretendía la igualdad de sexos,
sino la igualdad entre el género
humano. “Su compromiso era tan
auténtico como los trazos de su
escritura: sin adornos, rápidos, feroces”. Habitó en la coherencia al
reflejar en sus textos la forma que tenía
de pensar, al mismo tiempo que se
caracterizó por ser honesta, racional,
exhaustiva y dinámica.
Tomás Morales Castellano (Moya,
Gran Canaria, 1884-Las Palmas de Gran
Canaria, 1921): el gran iniciador y representante del Modernismo poético canario estaba lleno de deseos de
alcanzar un lugar en la sociedad, pero
sin egolatrías, contribuyendo con
aportaciones personales, pero sin estar
en posesión de la verdad. “El método,
el análisis, la hipótesis inicial para contrastarla con la realidad y llegar a conclusiones que arrojen luz”. Solsona
resalta el valor de “Las rosas de Hércules” (1919-1921), donde “expresa los
cantos al reconocimiento de la humanidad por su labor en la construcción
del mundo”.
La amistad con todas aquellas personas que le rodearon también fue su
carta de presentación, aunque era muy
meticuloso a la hora de escogerlas, lo
mismo que su rigor para aprender las
lecciones de anatomía con el fin de
ejercer su profesión de médico con la
máxima calidad. “El estilo modernista
de las obras de Tomás era el simbolismo de su profundo deseo por evolucionar y contribuir así en la mejora
del ser humano”. También destacó su
carácter utópico, por lo que, de vivir
Panel con el texto
correspondiente a
Pedro García Cabrera
y su interpretación
grafológica.
en la actualidad, estaría “involucrado en todas las mareas humanas”
de transformación social y política,
es decir, en lucha con el pueblo.
Agustín Espinosa García Estrada
(Puerto de la Cruz, 1897-Los Realejos,
1939): fue la figura clave del panorama
vanguardista insular y se le ha otorgado un papel central como creador de
la moderna prosa en Canarias durante
las décadas de 1920 y 1930, destacando
por su novela surrealista “Crimen”
(1934) y sus colaboraciones en la revista
La Gaceta Literaria. Se caracterizó por
su excepcional capacidad de análisis,
además de por una enorme confianza
en sí mismo y en sus ideas. “Estos rasgos le conducen a afirmar que el patrimonio de la razón no pertenece a nadie.
Hace de la humanidad su bandera”.
Se trataba de un hombre de gran
creatividad, inteligencia práctica,
ternura, lógica, valor y respeto hacia
los demás, capaz de encontrar la respuesta más simple a cualquier problema. Esto último se debía a que podía
consumir y procesar gran cantidad de
información en poco tiempo, lo que
provocaba que su mente estuviese trabajando continuamente. “El esfuerzo
que eso supone explica que se refugiara en los mundos oníricos del surrealismo, donde todo es posible y la realidad es capaz de representar la fantasía que no cabe en una visión unívoca de los elementos”. El hecho de
firmar solo con su nombre manifiesta
el orgullo de quien supo que todo
cuanto fue y logró se debió gracias a
su esfuerzo personal, sin la
ayuda de nadie, pese a la oposición de mucha gente a la que
quiso.
En esencia, podemos afirmar que fue un luchador
nato que afrontó los objetivos
con voluntad ganadora, rodeado de una enorme honestidad, que le llevó a expresar
sin pudor alguno lo que pensaba, pero siempre dentro del
respeto hacia los demás y
rodeado de una gran humanidad.
Pedro García Cabrera (Vallehermoso, La Gomera 1905Santa Cruz de Tenerife, 1981):
fue el gran poeta representativo de la Generación del 27,
marcado por su detención durante la Guerra Civil. Su escritura era nutrida, robusta y rápida, llena de energía y sensibilidad, aspectos propios de
quienes “sienten la vida porque experimentaron casi
todas las emociones que
caben en un ser humano”. Bajo
esa piel habitaba un hombre
seguro y contundente, que
sabía escuchar a los demás,
y eso le llevó a poder explicar hasta lo más elemental.
Pero también era pura bondad, que desbordaba a raudales con su voz y presencia.
Desarrolló un fuerte apego a
sus raíces isleñas, característica
que también quedó reflejada ampliamente en su obra literaria. No obstante, los años irían desgastando al poeta, lo cual tuvo su correlación en su escritura, aunque su trazo
seguía siendo seguro y nutrido. “El
ser humano expuesto a los cambios
vive en una continua inestabilidad”.
Domingo López Torres (Santa Cruz
de Tenerife, 1910-sin determinar,
1937). Hablar de la Guerra Civil española es hablar de dolor por la gran cantidad de intelectuales que murieron
o fueron desaparecidos por ser contrarios al Alzamiento Nacional de
Franco. Nuestro poeta y pintor vio truncada su existencia con tan solo veintisiete años de edad al ser arrojado al
mar en un lugar indeterminado próximo a Santa Cruz de Tenerife. Su escritura reflejaba dualidad, influenciada
por la época convulsa en la que
vivió, hasta el punto de que “la realidad le aplastaba”, rasgo perceptible
en los cambios de tamaño de las letras.
Se refugió en el surrealismo. “Lo que
se avecinaba (la Guerra Civil) le impulsaba a combatir y por eso luchó con
la palabra, los gestos y su obra hasta
caer preso. Su carácter nervioso y agitado necesitaba acción. Cogió los pinceles y pintó sueños. Dibujó su anhelo
de libertad e igualdad”. Se trataba de
una persona hipersensible, lo cual
influyó en toda su obra y en el mensaje que le trasmitió a la sociedad, a
la par que fue siempre combativo en
su discurso intelectual y literario. Se
vinculó directamente con el pueblo,
apoyando a sus compañeros de ori-
gen obrero. “El arte de sus pinceles
y el de sus letras fue siempre para los
demás. Siempre al lado del más
débil. Solidario, como su caligrafía”.
Rafael Arozarena Doblado (Santa
Cruz de Tenerife, 1923-2009). Constituyó uno de los escritores más
importantes del ámbito canario,
galardonado además con el Premio
Canarias de Literatura en su edición
de 1988, y nunca se pudo librar de la
angustiosa fama de su novela “Mararía” (1973), que condicionó toda su existencia. En lo personal expresaba un
infinito deseo de libertad, mostrándose siempre luchador y amable, a la
vez que escuchaba atentamente y atendía a las necesidades de los demás.
También estuvo muy apegado a la realidad del territorio insular. Fue un claro
exponente del esfuerzo sostenido –a
pesar de todos los obstáculos que
pudiese encontrarse– por sobreponerse
al medio y manifestar su propia opinión. No obstante, su vida también
estuvo rodeada de continuas preocupaciones personales, contra las que
tuvo que esforzarse más de lo que
hubiese deseado para superarlas.
Nada de eso frenó la vitalidad que desprendía, ya que le llevó incluso a mostrar un anhelo por adentrarse en el
futuro, “pues lo intuía más humano
que el presente que le tocó vivir”.
A través a esta iniciativa nos hemos
dado cuenta del gran potencial que
encierra la grafología, ese test proyectivo de personalidad de carácter
fehaciente en el cual juega un papel
esencial quien realiza el informe
oportuno. Por eso Jordi Solsona se sincera al afirmar que “el porcentaje de
buenos profesionales no es muy
alto. Para mí no existe una buena grafóloga o un buen grafólogo si no saben
mucho sobre la condición humana en
general”, además de que siempre hay
que ir a lo seguro en los análisis correspondientes y no proyectar suposiciones,
que lo único a que contribuyen es a
alejarse de la realidad.
Cae la tarde en la plaza de La Constitución y entre el aroma a café, el bullicio de niños que juegan a ser dueños
del tiempo, los ancianos que pasean
hablando de fútbol y las mujeres sentadas en los bancos agarrando sus respectivos bolsos contra el pecho,
como si les fuese la vida en ello. Un
grupo de nubes avanza lentamente
recordándonos a Agustín Espinosa,
el personaje que más le llamó la atención a nuestro “arqueólogo de la escritura” por su caligrafía pequeña, ágil,
rápida, simplificada y clara, en la cual
se percibía la combinación de humildad e inteligencia, cuya sombra era
la de una persona de inteligencia brillante y amigo de sus amigos.
Y en este punto es el momento preciso para recordar que esta exposición
es atemporal y no queda supeditada
a convencionalismos de calendario,
lo que supone que sus creadores abren
las puertas para que continúe su periplo por otros lugares del ámbito insular. No dudes en escribirnos si estás
interesado en que visite tu localidad.
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domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA
BALCÓN DE VENEZUELA
LAS ISLAS CANARIAS Y SUS PERSONAJES
ERNESTO G. ZAMORANO MARTÍN Y SUS VIVENCIAS
Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes
(del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo,
de las Naciones Unidas)
S
iempre hemos mantenido
que suprimir los puertos
francos en Canarias era el
atropello y el crimen mayor
que se podía perpetrar
contra las Islas. El tiempo nos ha dado,
de sobra, la razón. Aquel paraíso de
las compras que permitía una constante actividad comercial en Canarias pasó a la triste historia que se
está viviendo en las Islas, donde hasta
la adquisición de un simple libro en
el exterior paga más por el impuesto
de entrada que el precio del citado
libro.
Aquella frenética actividad comercial atraía a un componente de
turistas, fundamentalmente de la
España peninsular, que cargaban en
Canarias con todo lo que fuesen productos importados, desde tabaco hasta
las más cotizadas marcas de elementos
electrónicos: relojes, cámaras fotográficas, televisores, etc., junto a las
prendas de vestir de Adidas, Nike,
Lacoste… o las más elegantes creaciones de las marcas internacionales: Cartier, Chanel, Versace, Gucci, Carolina
Herrera, etc., etc.
Era un mundo donde el empleo estaba garantizado para el que quería
trabajar, y donde la sociedad canaria aprovechaba la situación para vivir
dentro de un burbuja de prosperidad,
saboreando los mejores productos
internacionales en la mesa, acompañados de los más exquisitos elementos que se producían en el
mundo entero, desde cangrejo ruso
o cubano, hasta la famosa mantequilla
inglesa y las mejores marcas mundiales de caviar. A nivel popular, el
celebré “cambullón” ofrecía mercancías y precios al alcance de una
población que, con el impulso del
turismo, salía de la miseria provocada
por la Guerra Civil española y la
Segunda Guerra Mundial. Lo vivimos.
Dentro de este particularísimo
escenario, aparecieron en Canarias
“los indios” –de India, por supuesto–,
cuyos establecimientos comerciales
ofrecían las últimas novedades en toda
una larga batería de productos
importados, cuyos precios eran de
auténtica competencia, y que hacían
el deleite de una asombrada población, a la que le llegaban las últimas
novedades de todo lo que se incorporaba al mercado mundial: alimentos, medicinas, del mundo electrónico, de la moda…
Los establecimientos de Maya
fueron una principal referencia dentro de este escenario, donde la competencia, la calidad y el lujo –todo
hay que decirlo– se combinaban
con un esmerado servicio de atención al público y un conocimiento profundo de los productos que ofrecían.
Maya, hoy desaparecido en Santa
Cruz de Tenerife, era un punto obligado para comprar los más refi-nados artículos, los cuales se encontraban pulcramente clasificados en
las distintas plantas de un hermoso
edificio en la misma estrada de la ciudad, desde su puerto de mar.
Ernesto Zamorano y la historia de
Maya
Desde que, en 1953, don Tirthdas,
procedente de la India, llegó a Santa
Cruz de Tenerife y abrió en plena plaza
de la Candelaria –entrada a la ciudad
desde su puerto de mar– su comercio “Herminia”, su trayectoria fue un
dechado de prosperidad. Diez años
más tarde, don Tirhdas –con sus hijos
Kishinchand, Ramesh y Harisunder–
continuaría su exitosa acción comercial
con la transformación en lo que fue
una referencia en la ciudad como el
centro comercial del mayor prestigio: Maya. En 1984 se inauguraría su
espléndido edifico, que hoy ha sido
clausurado.
Maya llegó a tener más de 400 empleados directos y unos 2.000 entre
sus colaboradores. Representó a las
marcas internacionales del prestigio
de Nikon, Olympus, Hitachi, Akai, Chinon, Brother, Longines…
A este mundo del comercio internacional, dentro de Maya, el isleño
Ernesto Zamorano, se incorporó en
el año 1974, procedente del Consulado Británico, donde había permanecido durante 21 años y que fue
cerrado en esas fechas, En Maya desarrolló la labor de secretario, para culminar su empresa como director del
centro comercial, donde actuó hasta
el año 2002, cuando se jubiló.
En ese escenario visitó un extenso
número de países, siempre movido
por la gestión empresarial, tales
como Japón (17 veces), China, Corea
del Sur, Singapur, Hong Kong, Tailandia, India, Indonesia, Kuala Lampur, Kuala Trengganu, Kenia, Líbano,
Malasia, Venezuela, Costa Rica, Brasil, Chile, México, EE.UU., Colombia,
Argentina, Alemania, Francia, Italia,
Grecia, Mónaco, Países Bajos, Reino
Unido y Suiza.
Con su legado de honradez, laboriosidad e innata aptitud para las relaciones públicas, Ernesto Zamorano
siempre destacó en su cargo dentro
de Maya como una referencia de conocimiento y habilidad para la gestión
S.M. la Reina Sofía
firma el Libro de
Visitantes Ilustres en
el centro comercial
Maya, de Santa Cruz
de Tenerife, bajo la
expectante mirada
del director del
establecimiento,
Ernesto G. Zamorano
Martín.
comercial, lo cual le convirtió en un
elemento insustituible para la
empresa, ganándose el aprecio y la
confianza de quien fuese el líder de
la casa, Ramesh Baharwani.
Inseparable compañero de éste, máximo rector de los propietarios del
espectacular comercio, y nuestro particular querido amigo el tristemente
fallecido Ramesh Baharwani, Ernesto
compartió las mejores horas felices
de este emblemático centro comercial, punto obligado de visita de cuantos turistas o visitantes ocasionales
llegaban a la isla, fuesen de la categoría que fuesen.
Estampas para el recuerdo
En el reducido espacio que nos permite un reportaje de prensa, no podemos dejar de referirnos a la presencia de Ernesto Zamorano acompañando al llorado Ramesh en Vene-
zuela, en un viaje de incentivos, con
un grupo de cerca de cien comerciantes de Canarias, en un acto protocolar en el hotel Eurobuilding de
Caracas, con la presencia de nuestro querido amigo el fallecido embajador de España en el citado país,
Alberto de Armas García, donde
tuvimos el honor de cantar para ellos
con Los Guanches de Venezuela, en
una memorable jornada.
Aparcado queda el intento de un
personaje canario-venezolano ¿?
que intentaba venderle a Ramesh unos
terrenos en el país, en lo cual creemos fue determinante nuestro particular consejo. Ello nos llevó juntos,
hasta Isla Margarita, con la exhibición incluida de sus perlas en la casa
de los Ávila, la degustación del pastel de morrocoy o las suculentas langostas del Caribe. Eran otros tiempos.
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EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Ángel
Romero
Mateos
Nació en Cádiz en 1875, aunque a los cinco años se trasladó con
su familia a Santa Cruz de Tenerife.
Hijo del litógrafo Ángel Romero
Tardido, el empresario litógrafo
más sobresaliente de la ciudad andaluza, su padre estableció en la capital de Tenerife la imprenta que aún
lleva su nombre, y en la que trabajaron varios artistas del siglo XX como Juan Davó y González Martín. De
hecho, Ángel Romero fue profesor
de Davó y le transmitió los principios
y conocimientos de quien fuera su
maestro, Joaquín Sorolla.
El joven Romero emprende, alrededor del año 1893, un nuevo viaje
a su ciudad natal, en cuya Academia
de Bellas Artes ingresa para después
pasar a la madrileña de San Fernando.
La enseñanza oficial no tardaría en
aburrir al artista, por lo que decidió
suplirla ingresando en el taller del
pintor Manuel Domínguez Sánchez.
Este último, pensionado en Roma en
1864, se adhirió primero a la estela
de los nazarenos antes de virar el rumbo hacia el realismo posromántico
que le inspiró el pintor Eduardo Rosales.
A principios de siglo Romero Mateos se convierte en alumno del gran
Joaquín Sorolla, que, con treinta y
siete años, emergía del naturalismo
y del realismo social que había estudiado en pintores como Jules
Bastien-Lepage y Adolf Menzel.
Aunque la influencia de Sorolla en
Romero se tiende a asociar con el luminismo posimpresionista, éste sin duda
recogió parte de la impronta realista
que caracterizó la primera manera
del valenciano. Al poco de regresar
a Canarias, Romero Mateos colabora
en la revista “Gente nueva” con dibujos como “Pancho el bobo” (1900),
que apareció en portada de la publicación y que nos remite al realismo
social.
Tras la primera etapa de su pintura
(1895-1905), caracterizada por una
paleta sobria y tonalidades oscuras,
el color hará irrupción paulatinamente,
coincidiendo con una evolución
hacia el realismo folclorista donde
la huella sorollana se manifiesta plenamente. Las influencias del autor
se aprecian en pinturas como “De vuelta del mercado”, óleo sobre lienzo
de 1904.
Después de un paréntesis de cuatro décadas durante el cual Romero
Mateos abandona prácticamente la
pintura, la retoma, sin innovaciones
notables, hacia el final de su vida,
que acaba en 1953.
Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 14
(técnica mixta sobre papel de acuarela)
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domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA
CLAVES DEL CAMINO
LA ILUMINADA DE CANDELARIA
La asombrosa historia de Antonia Tejera
Frente a los clásicos y populares enigmas canarios, la historia heterodoxa del
archipiélago está plagada de capítulos desconocidos protagonizados por
personajes y acontecimientos sorprendentes. Uno de esos capítulos le
corresponde por mérito propio a Antonia Tejera Reyes, una humilde
tinerfeña que, a consecuencia de sus facultades mediúmnicas, fue conocida
durante décadas por el sobrenombre de “La Iluminada de Candelaria”.
Texto: José Gregorio González
H
an transcurrido 25 años
desde que aquel recorte
de prensa cayó en nuestras manos. Ilustrado
con fotografías y algún
dibujo, en aquella hoja informativa
del periódico La Tarde se hablaba de
un personaje especial, una joven que
por la época en la que fue redactada
la crónica, septiembre de 1927, sorprendía a propios y extraños con su
insólito comportamiento y una serie
de fenómenos aparentemente sobrenaturales que giraban en torno a ella,
encandilando a la muchedumbre. En
aquella sábana de papel se plasmaba
el inicio de una historia ciertamente
curiosa, narrada con la distancia
personal y la agudeza profesional del
cronista de la locuaz prensa de principios del siglo XX.
Ese fue nuestro particular descubrimiento, allá por el año 1990, de la
figura de Antonia Tejera Reyes, “La
Iluminada de Candelaria”. Su historia nos fascinó y qué duda cabe que
de poder viajar en el tiempo su escenario sería uno de nuestros destinos. Contemplar la fascinación que
ejerció entre miles de personas, el silencio y la expectación que generaban
sus apariciones en público, o acompañarla cámara en ristre camino al
templo mariano escoltada por la
Guardia Civil bien valdrían este viaje
imposible. El personaje y los acontecimientos que protagonizó nos cautivaron, y también lo hizo el hecho
de que el colectivo de seguidores, simpatizantes y personas agradecidas que
durante décadas estuvieron en torno
a ella continuara reuniéndose años
después de su fallecimiento con
cierta regularidad para recordarla y
seguir analizando sus mensajes,
ayudados por la audición de las
desgastadas cintas de casete que conservaban grabadas con las locuciones que en vida les brindaba en estado
de trance.
A pesar del pomposo sobrenombre
que el pueblo le puso y que su
ayuntamiento adjudicó a una calle en
2001 para recordar su memoria, con
el tiempo averiguaríamos que la
Hermana Antonia, como gustaba
ser llamada, siempre fue una mujer
sencilla aun habiéndole tocado ser
protagonista durante décadas de un
amplio espectro de fenómenos aparentemente extraños, y tal vez por ello
contradictorios, que surgieron y se
desarrollaron en buena medida en un
complejo marco histórico de convulsiones sociales, crudeza vital y libertad limitada. Curaciones inexplicables, don de la profecía y mediumnidad fueron algunas de las rarezas que
tuvieron como epicentro a una mujer
cuyo lúcido y profundo discurso, a
pesar de no haber aprendido a escribir y a leer hasta la última etapa de
su vida, le valió desde muy joven el
sobrenombre de “La Iluminada”.
La joven del rostro encendido
Cuentan los que la conocieron, a
medio camino entre la realidad y el
recuerdo popular idealizado, que el
sobrenombre de “La Iluminada” se
lo pusieron los niños del municipio
de Candelaria cuando en su juventud, tras sustituir espontáneamente
al párroco al frente de la catequesis,
éste, a su regreso, contempló emocionado cómo la alterada y juguetona
chiquillería se mantenía calmada y
ensimismada ante Antonia Tejera Reyes. El cura se había ausentado por
unos minutos, momento en el que
Antonia, que hasta ese momento venía
ejerciendo de silenciosa ayudante, se
acomodó en la silla del clérigo y retomó
la lección donde aquel la había dejado. Desde la distancia y con discreción el clérigo observaba y escuchaba,
cautivado por la fluidez, claridad y
profundidad de la enseñanza que salía
de la boca de la joven, casi analfabeta
como la mayoría en su tiempo, creyendo ver en un momento determinado un halo luminoso rodeando su
cabeza, quien sabe si producto de una
mera ilusión o quizá por el casual efecto
de las luces que entraban en el santuario a través de las cristaleras. La
escena en su conjunto le hizo exclamar que realmente aquella niña parecía iluminada, adjetivo que de inmediato convirtieron en mote los pequeños una vez fuera del templo, gritando entre juegos y alborozos “¡iluminada, iluminada”!
Ese fue el comienzo de la particular odisea de una mujer que el paso
del tiempo nos presenta investida des-
Antonia en estado
de trance
de temprana edad con ciertos dones
que la convierten en una auténtica
celebridad en su época y cuyo consejo para las más variadas cuestiones
era requerido por personas de toda
condición, venidas de los rincones más
dispares de las Islas Canarias, y solicitado incluso, primero por carta y
luego por teléfono, por aquellos que
emigraron desde Canarias a Venezuela
y otros destinos en busca de un por-
venir.
Aunque nuestra protagonista falleció en la capital tinerfeña en 1983, la
sola mención de su nombre continúa
desatando entre quienes la conocieron
un aluvión de recuerdos que no hacen
sino ensalzar hasta la mitificación la
personalidad y la vida de esta mujer
que para mucha gente demostró
poseer cualidades para adelantarse
al futuro, sanar enfermedades y
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EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015
CLAVES DEL CAMINO
obrar otros fenómenos interpretados
entonces como prodigiosos. Los que
la conocieron y convivieron con
ella coinciden en destacar la honradez como una de sus principales virtudes. Jamás aceptó que le pagaran,
no tuvo propiedades, repartía cuanto
tenía y su sustento lo dejaba con desconcertante confianza en manos de
la “providencia”, que siempre “cumplía” con ella cuando interiormente
la escuchaba sentenciando lapidariamente su inquietud con frases como:
“Pon el caldero al fuego, que ya vendrá la comida”.
Una adolescencia de trances
Nacida prácticamente con el siglo,
un 9 de febrero de 1908, Antonia llevó
la vida normal de cualquier joven hasta
pasada su adolescencia, periodo tras
el que comenzaron a manifestarse una
serie de extraños fenómenos que desembocarían en su proyección pública
como “pitonisa”, “médium”, “milagrera”, “exorcista”, y otros términos
parecidos. Ya en su infancia, incluso
cuando apenas era un bebé, se le atribuyó alguna curación espontánea dentro de la propia familia, pero es evidente que tal vez esas apreciaciones
surgidas de su entorno familiar nacieran de la devota necesidad de encontrar con el paso de los años “signos” precoces que presagiaran su especial condición desde la propia cuna.
Morena, fuerte y guapa, su carácter alegre y la especial habilidad que
demostraba para el baile y el canto
que jamás la abandonó, la convirtieron
en invitada imprescindible en toda
fiesta y baile que se organizaba en Candelaria, donde vivía con sus padres
y cuatro hermanos –uno de los cuales llegó a ser alcalde del pueblo– en
una humilde casa de los altos de Candelaria, muy cerca de la iglesia de Santa
Ana, inmueble que sigue en pie a escasos metros de la calle que el Ayuntamiento le dedicó.
De su biografía es necesario reseñar que tuvo dos hijas, Irma e Imelda, casándose nuestra protagonista
con Karl Eduard Johannson, hombre
que en su infancia había tenido diversas experiencias fuera de lo común
en el ámbito de lo extraño y que fue
sanado por la que poco después sería
su esposa. Su vida familiar no impidió que con frecuencia se reunieran
en torno a ella con cierta periodicidad numerosas personas que asistían
a sus trances y recibían mensajes y
consejos sobre los que posteriormente
se meditaba, desarrollándose los
miércoles una reunión privada y más
restringida y los sábados otra en la
que se aceptaba mayor asistencia, en
ambos casos de forma muy discreta
y siempre clandestina. De hecho, tal
y como y manifestamos en las primeras
líneas, hoy en día siguen reuniéndose
en pequeños grupos amigos y personas
cercanas a ella, algunas de las cuales nos han llegado a confiar a consecuencia de nuestro público interés por
la figura de esta mujer, que ahora ella
también dicta mensajes desde el más
allá a través de otros médium, como
La gente se
agolpaba fuera de
su casa (arriba).
Abajo, nuestra
protagonsita
escoltada.
parte que siempre fue de los “hermanos de buena voluntad con la experiencia de los siglos”.
Fue hacia mediados de julio de 1927
cuando comenzaron a cobrar sentido
los insólitos ataques que desde meses antes venía padeciendo la joven
de diecisiete años, revelándose a la
vista de los datos que han llegado hasta
nuestros días como auténticos estados alterados de conciencia. Su propia madre rememoraba para los periodistas del histórico diario La Prensa el comienzo de las manifestaciones: “Al principio lo que le daban eran
unos ataques muy fuertes. Tanto que
nos asustamos y la mandamos a la
capital a que la vieran los médicos.
Estuvo en una clínica y de allí salió
algo mejorada, aunque después, todavía en la capital, en casa de unas
primas, volvió a darle el ataque. La
trajimos para acá, sin embargo, y así
estuvo hasta el día del Carmen, que
es cuando empezamos a notar cosas
extrañas”.
Pero, ¿qué tipo de “ataque” experimentaba “La Iluminada”? De
acuerdo con las descripciones de la
época, Antonia Reyes entraba en una
especie de trance –“se dormía”, en
el lenguaje de la época– en el que con
los ojos cerrados era capaz de desenvolverse con absoluta normalidad y
sortear los obstáculos como si los pudiese ver. Truco o no, que a todas luces
no lo parece pues nunca fue denunciado como tal, esta habilidad para
desenvolverse a ciegas aumentaba su
celebridad. Normalmente parecía
mantener una conversación con alguien invisible e inaudible para los
presentes, en una suerte de fenómeno
de clariaudiencia que le permitía diagnosticar y predecir el futuro a los que
se lo solicitaban. “Algunas veces –explicaba entonces su madre– parece
que no es ella; cambia la voz y pone
una cara distinta a la suya. Se le ve
enterrar la barba en el pecho y po-
ner ojos de muerto; entonces es cuando los párpados le tiemblan y habla
con una voz rara diciendo: Creéis que
estáis viendo a Antonia, pero no es Antonia. Antonia no está aquí, soy el Verbo
hecho carne para redimiros de vuestras miserias y de vuestros pecados”.
Durante los primeros años, experimentaba transfiguraciones, modificando visiblemente los rasgos de
su rostro así como su voz en función
de la “entidad” que usaba su cuerpo
para manifestarse, emergiendo fragancias determinadas que variaban
también de acuerdo al ente canalizado, fenómeno conocido en el argot parapsicológico como osmogénesis.
La descripción recuerda claramente los estados de trance propios
de la mediumnidad, fenómeno que
aun no siendo exclusivo de la corriente
espírita, gozaba dentro de ella de gran
aceptación como medio para conocer el más allá, desde su nacimiento
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domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 979
Casa natal de “La
Iluminada”.
a mediados del siglo XVIII.
Aunque lo normal era que se “durmiera” tras realizar unas oraciones
como método de inducción al trance
y no fuese consciente de los mensajes
espontáneos que salían de su boca,
con los años ejercería otras cualidades completamente despierta, actuando como consejera e incluso vidente, asegurando que veía “una pizarra detrás de la gente que me consulta,
con letras que no sabía leer pero entendía ofreciéndome la respuesta que la
gente buscaba”. A estas lecturas
ella las llamaba “el postre”.
De sus propias impresiones se deduce que experimentaba lo que se conoce como viajes astrales o desdoblamientos, sintiéndose acompañada, entre otros, por entes que identificaba como la Virgen de Candelaria y Juana de Arco, o entrando en conversación con Jesús de Nazaret,
Moisés, Teresa de Jesús, María Magdalena, Rosa de Lima, Juan Bautista,
José Gregorio Hernández, Martín
de Porres, e incluso consigo misma
pero en su condición astral, es decir,
que a veces en los trances los mensajes los daba “la hermana Antonia
del Astral”. En el caso de la Virgen
de Candelaria y Juana de Arco se trataba de un acompañamiento literal,
pues a la primera la veía como una
sombra y a la segunda en su caballo
blanco, mientras que el guía que siempre la acompañó fue san Antonio de
Padua, cual ángel de la guarda. Los
que la conocieron recuerdan cómo
ella misma aseguraba que estos seres espirituales al tacto “parecían de
chicle”.
Una vida de prodigios
A lo largo de su vida Antonia continuó canalizando a muchas de estas
entidades, que tal y como nos recuerda
el que fue su yerno, José Manuel Pérez,
autor de una cálida y sentida biografía,
“La Iluminada de Candelaria”, se iden-
tificaban como “los hermanos de buena voluntad con la experiencia de los
siglos, que vivían en el mundo espiritual, ya desencarnados, desembarazados de la experiencia corporal”. Muchos de sus mensajes en trance fueron pacientemente pasados de cinta
magnetofónica a casete, y después
transcritos a papel para ser reunidos
en el citado libro, concebido por su
compilador Manuel Pérez como una
guía de orientación y consuelo espiritual. Editada en el año 2000 y ahora
reedita en formato electrónico de manera gratuita, esta obra sería la segunda
dedicada a nuestro personaje, puesto
que la primera, en forma de novela
corta y bajo el mismo título de “La
Iluminada de Candelaria”, la publicó
en el año 1928 Domingo Cabrera, con
el pseudónimo de Carlos Cruz, lo que
da cuenta del impacto social que tuvo
el caso en sus orígenes. Esa novela
recoge la curación de un ciego, hecho que siempre ha sido tomado como
real.
Hoy en día, gracias a las cintas y al
recuerdo de quienes compartieron con
ella años y años de amistad y sesiones de mediumnidad, sabemos que
entre sus vaticinios se encontraba la
“visión de nuevos tiempos espirituales”; o la llegada de nuevas generaciones de niños “especialmente preparados, que nos asombrarán con sus
preguntas y conversaciones”.
Nuestra protagonista no frecuentó
en absoluto las iglesias, y de hecho
comulgaba con la idea de que el mejor
altar era siempre la naturaleza. Por
encima de los templos, el mar o las
montañas se alzaban como lugares
perfectos para conectar con Dios. Entre
sus creencias, además de la del karma o “deuda justa entre vidas”, incluía la de que la mayor parte de las
enfermedades se producían por posesiones o “persecuciones espirituales”, como gustaba en llamarlas,
solucionándose con exorcismos que
Antonia en su
vejez
ella misma realizaba de la forma más
natural, con oraciones, ocasionalmente
con imposición de manos o pases magnéticos y siempre con la incondicional
participación de la persona afectada,
que debía hacer caridad, especialmente
con los niños, para que la luz y alegría que ello generaba favoreciera a
los espíritus apegados y desorientados.
También “cargaba energéticamente” objetos destinados a personas enfermas que no podían visitarla directamente, algo que hacía también con
el agua colocando sus dedos sobre el
cuello de la botella, observándose con
frecuencia cómo se producía un
inexplicable burbujeo cuando realizaba esta operación. No fue partidaria
de amuletos, considerando que la mejor protección era la de mejorar y poner
orden en la vida.
La humilde falta de respuestas
Desde la distancia y frialdad que
nos ofrece el tiempo, se hace más sencillo, tentador e incluso políticamente
correcto el perfilar una visión crítica
del caso que nos ocupa, proponien-
do que la joven padecía originalmente
algún proceso de epilepsia o de patología histérica, que, unido a la posterior credulidad y sugestionabilidad
de sus paisanos, dio forma a todo el
proceso, en una época compleja en
el que la gente encontraba en el mundo
de la religión y de las creencias lo que
no hallaba en la mesa. En este sentido, resultan muy gráficas las impresiones de los periodistas al referirse
al ambiente que se respiraba en la humilde casa donde centenares de
personas esperaban a que “le diera
el ataque”:
“El aspecto de la habitación es impresionante; mujeres y hombres de varias clases y condiciones se sientan,
en sillas o en el suelo, a lo largo de
las paredes. Entre ellos se ven muchos enfermos: niños paralíticos,
envueltos en mantas; ciegos de vago
mirar vacilante; mancos, cojos…
Todo el mundo calla. De pronto, una
voz rompe el silencio de la sala y todas
las cabezas se vuelven en la misma
dirección: ¡Dios lo haga! ¡Es mucho
el poder de esa muchacha!”.
Nadie puede negar que Antonia trajo
un poco de esperanza a la difícil vida
de muchas familias de la primera mitad
del siglo XX, un tiempo de auténtica
crisis que llevó a infinidad de personas
a buscar su futuro fuera de las Islas.
El contexto en el que se gestó la historia de nuestra protagonista fue el
de una tierra afectada, al igual que
el conjunto de la sociedad española,
por el desencanto y la incertidumbre
ante el futuro, agravado por la crisis
económica internacional. En un país
de gobiernos efímeros y títeres de los
intereses caciquiles, la clase más baja
y pobre, la de los campesinos en el
medio rural, a la que pertenecía como
muchos Antonia, apenas subsistía bajo
la explotación de los señores, algo que
con los años tampoco cambió sustancialmente quedando en la emigración a Cuba, Venezuela y otros países el único espacio para la esperanza.
¿Es posible que la joven, viéndose el
centro de atención con los hechos que
protagonizaba, se viera tentada a prolongarlos artificialmente buscando
paliar siquiera levemente las estrecheces de la familia a través de la generosidad de quienes la visitaban? No
lo podemos saber con certeza, pero
atendiendo a los datos que hemos podido reunir, esta posibilidad habría
que descartarla. En contra de lo
que suele ocurrir ante lo que no es
genuino, el tiempo ha jugado a favor
de Antonia. Los fenómenos se prolongaron bajo control y dando muestra de fiabilidad por más de cincuenta
años, hasta el final de su vida, el 15
de agosto de 1983, que, como no podía
ser de otra manera y por los avatares de la casualidad, es la festividad
de Candelaria.
Cualquiera estaría de acuerdo con
nosotros en que medio siglo es demasiado tiempo para mantener un
supuesto engaño, un artificio del que
además nunca se benefició y que cualquiera habría podido haber denunciado durante tan largo periodo.